La cultura y la educación física, apuntando perspectivas de un dialogo posible |
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Faculdade de Pato Branco - FADEP Curso de Educación Física |
Prof. Ms. Santiago Pich santiago@fadep.br (Argentina) |
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Ponencia presentada en el IV Encuentro Deporte y Ciencias Sociales, Buenos Aires, noviembre de 2002
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 57 - Febrero de 2003 |
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En otra oportunidad (Pich, 2001) abrimos algunos cuestionamientos sobre la insuficiencia en la delimitación del objeto del área de la Educación Física en el ámbito brasileño. Entendíamos en aquella oportunidad que los autores de la corriente progresista de la Educación Física brasileña, Valter Bracht, Elenor Kunz, Colectivo de Autores y Mauro Betti, habían hecho una apropiación de propuestas teóricas del contexto europeo sin llegar a una clara delimitación mediada por la proposición de criterios para esta área de conocimiento.
No queremos, después de los cuestionamientos realizados al nivel de cientificidad/academicismo de la corriente de pensadores progresistas de la Educación Física, adoptar una posición pesimista, de desesperanza o nihilista con relación a la posibilidad de que esta propuesta esté destinada al fracaso o al abandono, de negación de lo dado y no propositiva. Por el contrario, nos dedicamos a realizar esta revisión porque consideramos que justamente es en este sentido que la Educación Física puede alcanzar un nivel de madurez académica capaz de situarla como un campo de conocimiento autónomo. Decimos esto porque consideramos que hasta el presente el área no había conseguido siquiera identificar con mediana clareza un objeto que le fuera propio sin caer en la dependencia de las ciencias madres (sociología, psicología, historia, fisiología, anatomía, etc.1). Creemos que no se ha delimitado con claridad el campo de la educación física y sus elementos constitutivos. En este sentido se orientarán nuestras siguientes reflexiones.
Entendemos que existe un consenso implícito en las producciones teóricas de la corriente progresista de la Educación Física brasileña sobre el objeto de estudio del área. En general los fenómenos que son identificados como constitutivos de la cultura corporal de movimiento son los mismos, los deportes, la gimnasia, los juegos y la danza (a los que se suman el contorsionismo, la expresión corporal, el malabarismo en la concepción del Colectivo de Autores). Sin embargo, como ya lo indicamos en otro momento (Pich, 2001) no se observan criterios claros que definan el o los motivos que nos llevarían a esta selección de fenómenos. Estos fenómenos pueden tornarse un objeto si es construida una teorización que defina claramente cual es su objeto y les dé coherencia estableciendo criterios que permitan afirmar que estos fenómenos hacen parte de esta área de conocimiento y no otros. Esta teorización sobre los fenómenos debe buscar identificar elementos comunes a los mismos que permitan clasificarlos y sistematizar el universo de las prácticas corporales que se hacen presentes en un contexto cultural. Por tanto esto implica en un proceso de abstracción que tendría como implicación dejar de hablar en Atletismo y sí referirnos a él, como más adelante lo proponemos, como una práctica agonística en el universo de la cultura corporal de movimiento.
Sobre la dimensión conceptual del problemaUna tarea importante, que entendemos ha sido casi ignorada en la literatura brasileña de la Educación Física, es el análisis de cuáles son las implicaciones y significaciones que están contenidas en estos conceptos. El primer concepto es el de cultura, en este sentido nos aproximamos de la posición idealista de la antropología que entiende a la cultura como una orden simbólica determinada. La noción de cultura como “modos de vida y pensamiento”, constituida en una noción consensual dentro de las ciencias sociales (Cuche, 1999, p. 11), es adecuada para caracterizar la identidad cultural de una sociedad. Sin embargo nos parece que debe ser ampliada por ser esta caracterización, como el mismo autor lo dice, una noción muy vasta. Creemos que la propuesta de Castoriadis sobre la institución imaginaria de la sociedad nos ofrece subsidios para aclarar el concepto con relación a cuáles son los pilares sobre los que se construye la cultura:
“Hasta ahora toda sociedad intentó dar una respuesta a algunas preguntas fundamentales: ¿Quiénes somos nosotros como colectividad? ¿Qué somos nosotros, los unos para los otros? ¿Adónde y en qué somos? ¿Qué queremos, que deseamos, qué nos falta? La sociedad debe definir su identidad, su articulación, el mundo, sus relaciones con él y con los objetos que contiene; sus necesidades y sus deseos. Sin la “respuesta” a esas “preguntas”; sin esas “definiciones” no existe mundo humano, ni sociedad, ni cultura - porque todo permanecería un caos indiferenciado. El papel de las significaciones imaginarias es el de dar una respuesta a esas preguntas (...)
Es claro que cuando hablamos de “preguntas”, de “respuestas”, de “definiciones”, hablamos metafóricamente. No se trata de preguntas y de respuestas formuladas (colocadas) explícitamente y las definiciones no son dadas en el lenguaje. Las preguntas no son hechas previamente a las respuestas. La sociedad se constituye haciendo emerger una respuesta de hecho a esas preguntas en su vida, en su actividad. Es en el hacer que cada colectividad que surge como sentido encarnado la respuesta a esas preguntas, es ese hacer social que solo se deja comprender como respuesta a preguntas que él mismo coloca implícitamente. (Castoriadis, 1995, p. 177 - el negrito es nuestro)Así entendemos que la propuesta de Castoriadis concibe al hombre como ser cuya tarea fundamental es dar sentido a su vida en cuanto actor social, en cuanto ser humano integrante de una totalidad social que trasciende su individualidad.
A pesar de las interesantes ideas de Castoriadis que colocan en el centro de la cuestión al sentido que una sociedad se da en la acción para auto-insituirse, para dar sentido a su existencia, nos parece que estas ideas pueden dejar espacio para entender a la cultura como un fenómeno homogéneo que caracteriza a todos los miembros de una sociedad. Entendemos que la sociedad se desarrolla a partir de las tensiones surgidas por las diferencias, principalmente por las diferencias que los actores sociales ocupan en los diversos espacios sociales marcadas por las relaciones de poder. Para superar este problema nos apropiamos del pensamiento de Bourdieu (1995) que concibe a la sociedad como siendo compuesta por diversos campos con cierto grado de autonomía, sin embargo subordinados en mayor o menor medida al campo económico. En las palabras del autor:
“En realidad el espacio social es un espacio multidimensional, conjunto de campos relativamente autónomos, quiere decir, subordinados en cuanto a su funcionamiento y a sus transformaciones, de modo más o menos directo al campo de producción económica: en el interior de cada uno de los subespacios, los ocupantes de las posiciones dominantes y los ocupantes de las posiciones dominadas están ininterruptamente envueltos en luchas de diferentes formas (sin que por este hecho se constituyan necesariamente en grupos antagonistas). (Bourdieu, 1995, p. 153)
Estas luchas tienen como centro la institución de un orden simbólico determinado que identificará al campo social, que por este motivo se encuentra en constante tensión. Este pensamiento le permite afirmar a Bourdieu que “los que ocupan las posiciones dominadas en el espacio social, están también en posiciones dominadas en el campo de producción simbólica” (Bourdieu, 1995, p. 152).
Este juego por la institución de un orden simbólico, que contiene las “respuestas” a las “preguntas” formuladas anteriormente por Castoriadis, acontece en el espacio social en la forma de una lucha entre dominadores y dominados, por lo tanto en niveles diferentes de posiciones de poder. Este juego de diferentes posiciones de poder puede ser claramente ejemplificado con las condiciones de producción de programas educacionales y sus condicionamientos nacionales e internacionales, como recientemente fue observado en las reformas educacionales argentina y brasileña. En las mismas la elección del consultor se realizó por indicación del Banco Mundial y la concepción de las leyes y programas educacionales “innovadores” correspondieron a las directrices trazadas por el organismo financiador internacional.
Otro sector donde claramente podemos observar esta dinámica es en los medios de comunicación masivos que cotidianamente formatan el imaginario social de acuerdo a los intereses (económicos) a los que responden. Y finalmente podemos observar esta dinámica en la producción de deseos de consumo del cuerpo, según la manera como son instituidos los modelos corporales dominantes. Ese proceso se opera mediante una relación de complicidad entre los estrategas de la propaganda y los mass media que inyecta en el mercado de transacciones comerciales cotidianamente cuerpos etéreos, rodeados de bien estar y de bienes de consumo, elementos de poder simbólico, sin los cuales (cuerpos y bienes) el valor social del sujeto se deprecia en el mercado (sociedad) regido por las leyes de la economía política de los afectos, que determinan el perfil del sujeto socialmente deseable y del descartable. Esta es la dinámica en la que, a nuestro entender, produce la cultura, y consecuentemente las objetivaciones culturales que constituyen los objetos que intentaremos delimitar, la cultura de la corporalidad y la cultura corporal de movimiento.
Aclarada nuestra postura sobre el concepto de cultura abordaremos el segundo “corporal de movimiento” o de la “corporalidad”. El concepto de corporalidad o corporeidad2, que serán utilizados en el presente trabajo como sinónimos, implica la concepción del ser humano como un ser corpóreo en el mundo, lo que significa que el mundo humano (por tanto la cultura) es un mundo que atraviesa y es atravesado por la realidad corpórea, el sujeto-cuerpo es al mismo tiempo in-corporador de sentidos y creador de sentidos. Debemos aclarar también que en la forma en que este concepto ha sido apropiado en el ámbito brasileño se hace difícil entender al hombre, en cuanto realidad corpórea, como una construcción socio-histórica, ya que esta corriente, fuertemente influenciada por la fenomenología y el existencialismo, deja en manos de cada individuo la responsabilidad de su destino sin realizar una adecuada relación con la dimensión socio-histórica del ser humano, por tanto es una visión subjetivista del fenómeno corpóreo.
Otro aspecto de la dimensión conceptual del término corporalidad, y de su utilización para la delimitación de un campo de estudio, apuntado para algunos de los autores analizados en (Pich, 2001), radica en la amplitud de este concepto. Si el hombre es cuerpo, entonces la cultura de la corporeidad abarcaría a todas las actividades humanas, esto lo constituiría en un objeto que por ser tan amplio se tornaría inabordable por un área de conocimiento. Por lo tanto necesitamos establecer límites para mediante la incorporación de criterios que permitan delinear el recorte epistemológico del área de estudio.
Sobre las áreas de estudioEntendemos que es necesario aclarar que nos estamos situando dentro de una tradición epistemológica que entiende a los objetos científicos, y particularmente a los de las ciencias humanas, como construcciones en los que inevitablemente la posición del investigador/científico/constructor de conocimiento no se puede desvincular del objeto construido. Sino por el contrario, como lo propone Walgenbach (1995) haciendo uso de las ideas de Albert Einstein, entendemos que el trabajo del científico es comparable al del detective, porque este como aquel se encuentran en la búsqueda de las pistas que les ayudarán a desvelar un misterio. Sin embargo, existe una sutil diferencia entre ambos, que radica en el hecho de que el detective procura desvelar un crimen cometido por un tercero, en cuanto el científico tiene que él mismo cometer el crimen (la elaboración de una teorización), para después ir atrás de las pistas que den sustento a su crimen (teoría). Es una característica central de esta corriente entender que la ciencia y sus objetos viven en el lenguaje. De acuerdo con Demo (1987, p. 48):
“Objeto construido significa, pues, que no se entiende sin el respectivo constructor. No conseguimos imaginar la soledad pura de un sujeto objetivo delante de un objeto, teniendo entre los dos una relación apenas formal de simple captación, reproducción. Esto sería ignorar los condicionamientos sociales y la ciencia como proceso histórico. La relación entre sujeto y objeto es dinámica, dialéctica, en el sentido de una influencia mutua.”
Nuestra propuesta está orientada a dos niveles, un primero sobre la constitución de tres campos de estudios con objetos particulares, siendo dos de estos del área antropológica y uno del área pedagógica. Esos campos no estarían de ninguna manera desvinculados uno del otro, sino por el contrario en estrecha relación, provocando constantes cuestionamientos entre si, por tanto deben ser entendidos mucho más como una totalidad dinámica que como campos aislados. Entendemos que es necesaria la constitución de un campo de conocimiento, probablemente denominado de antropología corporal3, cuyo objeto de estudio sea la cultura de la corporeidad4 entendiendo a este objeto como el campo de los sentidos públicos sobre el cuerpo o el lenguaje corporal situado socio-históricamente Ese objeto estaría constituido por las prácticas corporales entendidas como formas simbólicas objetivadas del tratamiento y representación del cuerpo de toda sociedad. Un segundo campo sería una de las subáreas de la antropología corporal y tendría como objeto a un recorte del anterior, siendo este la cultura corporal de movimiento. Este objeto estaría constituido por el universo de objetivaciones culturales del movimiento que tienen como elemento fundante al lenguaje corporal o a la motricidad humana, originadas en el tiempo del no trabajo, que contengan como vector para su práctica a la ludicidad y que se estructuren a partir de los cinco principios orientadores de sentido que delimitan este universo de prácticas corporales, el sentido agonista, el sentido introspectivo, el sentido dialógico y el sentido comunicacional.Esas prácticas serán denominadas de prácticas ludomotrices. Una tercera área, de carácter pedagógico, tendría como su objeto a la Educación Física escolar y tematizaría pedagógicamente a la cultura corporal de movimiento y la cultura de la corporalidad, por tanto estaría constituida por dos polos orientadores, por un lado una teoría pedagógica y por otro el cuerpo de conocimientos producido en torno de las prácticas constitutivas de la cultura corporal de movimiento y de la cultura de la corporalidad por la antropología corporal5.
La unidad de una postura pedagógica y del recorte de las prácticas corporales de cultura corporal de movimiento y de la corporalidad será denominadas de prácticas paido-ludo-motrices. Estos pilares serían las bases a partir de las cuales la Educación Física realizaría un diálogo con otras áreas de conocimiento hijas que hoy constituyen las denominadas Ciencias del deporte o de la Actividad Física que posibilitarían contar con un bagaje consistente de conocimiento para subsidiar la intervención pedagógica. Entonces entendemos que el saber de la Educación Física es de carácter interdisciplinar, teniendo sin embargo una primariedad los conocimientos producidos en el área de las ciencias sociales.
La cultura de la corporalidadEntendemos que el objeto de estudio que denominamos de cultura de la corporalidad puede ser conceptualizado de la siguiente forma: formas de construir modelos de referencia para el/los cuerpo/s sociales6. Siendo estas formas constituidas por una imagen de cuerpo a ser apropiada, regulada por determinadas sensaciones, formas motrices, gestos motores y posturas permitidas y otras sancionadas. Estos elementos se encuentran mediados por mecanismos de producción de deseos de apropiación de los modelos corporales dominantes, que, como comentamos anteriormente, se encuentran regidos por la economía política de los afectos. Con relación a la noción de apropiación de una imagen, que es al mismo tiempo un perfil identitario específico, nos aproximamos de Hall (1999) quien entiende que:
“La identidad surge no tanto de la plenitud de la identidad que está dentro de nosotros como individuos, sino de una falta de integridad que es “llenada/completada (preenchida)” a partir de nuestro exterior por las formas a través de las cuales nos imaginamos ser vistos por otros”. (Hall, 1999, p.39)
Todos estos elementos, que son al mismo tiempo signos del lenguaje corporal, constituyen la significación que orienta la acción corpórea y que siempre se encuentra presente en las formas sociales de utilización y representación del cuerpo. Este juego de representación, sensación y deseo de la corporeidad no es de ningún modo estático, sino se encuentra inmerso en la dinamicidad social y en las relaciones que se establecen en los diferentes modelos societarios que se configuran a lo largo de la historia. Encontramos algunas pistas sobre este fenómeno en Pedraz (1997), cuando este autor comenta uno de los aspectos de la institución modelos saludables a partir de una visión foucultiana:
“Se puede decir, es cierto, que el estilo de vida saludable médicamente definido se construye (...), sobre todo a partir de pequeños ardides, a partir de sutiles pero permanentes técnicas de acondicionamiento (social) que involucran al cuerpo en el trabajo de la salud mediante la creación de vínculos emocionales respecto de ciertos modelos de cuerpo y de práctica (que lo son de clase) entendidos como saludables.” (p. 12, el negrito es nuestro)
Pedraz nos da una pista par entender que la construcción de la corporalidad está condicionada por la condición social del sujeto en la que el autor destaca a la clase, pero que sin duda se encuentra en un complejo juego de relación con las diferentes dimensiones de la identidad social del individuo, como la dimensión religiosa, étnica, de género y la dimensión etaria, siendo la condición de clase dominante entre ellas.
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