‘El fútbol y los de la rambla’. Continuidades y rupturas con ‘el fútbol y los chavos banda’ |
|||
Departamento de Educación Física. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Universidad Nacional de La Plata |
Mg. Gabriel Cachorro gcachorro@yahoo.com (Argentina) |
|
|
Ponencia presentada en el IV Encuentro Deporte y Ciencias Sociales, Buenos Aires, noviembre de 2002
|
|||
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 55 - Diciembre de 2002 |
1 / 2
Introducción
Este trabajo plantea el análisis del fútbol como práctica corporal modelada por un grupo de sujetos, anclados en particulares coordenadas de tiempo y espacio. En ese particular anudamiento dentro del tejido social, despliegan sus prácticas con un sentido social. Así fútbol, sujetos, el espacio y los tiempos de la ciudad, constituyen categorías teóricas de análisis que se imbrican en una mutua afección, imprimiéndole una singular vida cotidiana al deporte en la rambla.
Entendemos que el deporte, en este caso el fútbol, es una construcción social1 de los sujetos ubicados en situación de interacción social. Los sujetos hacen el deporte, lo modelan, le trazan sus rasgos distintivos, lo inventan y reinventan una y otra vez cobrándole una fisonomía que luego es desfigurada. La posibilidad de construir el deporte como una realidad la otorga la participación activa de los sujetos dentro de una trama de vínculos sociales. La importancia de esta relación social radica no solo en la riqueza de los encuentros cara a cara2 sino también por el compromiso de los sujetos al entablar una convivencia intensa y hasta a veces friccionadas de un cuerpo a cuerpo protagonizados por los miembros participantes de los eventos de reunión.
Con este enfoque señalamos el deporte fútbol como una particular configuración3 de movimiento, que se diferencia de otros deportes por sus estructuras de organización en el contexto donde se desarrolla, de formas de vivirlo, en relación a los tipos de desplazamientos corporales que despliega, a sus formas de expresión y comunicación motriz. En este sentido también es que hablamos del fútbol rebasando la noción de mera acción motora pautada, rígida, estereotipada, en tanto una mirada en estos términos solo nos ofrece una lectura escueta que se cierra en una visión meramente instrumental y mecanicista, que se limita a establecer dicotómicas clasificaciones del deporte como habilidades abiertas y cerradas4, como deportes cíclicos y acíclicos según sus componentes más o menos variables. No negamos la importancia de conocer la especificidad de estos gestos técnicos, tácticos y estratégicos pero debemos apuntar que resultan acotados por no reportar el componente cultural que modela y talla al deporte más allá de sus lógicas universales de funcionamiento. La dimensión cultural es el componente que deseamos rescatar para analizar sus formas de transformación en sus resignificaciones.
El fútbol para nosotros lejos de ser un repertorio de reglas fijas e inamovibles, es una práctica corporal dotada de un sentido construido cuestionado, debatido y negociado donde se manifiestan momentos instituyentes. El sentido que le imprimen sus practicantes atribuyéndoles significados desde las apreciaciones y valoraciones subjetivas que hacen del deporte. La noción de práctica5 además da cuenta de la complejidad de los contextos, de las madejas institucionales que sostienen la relevancia social de una práctica, de los discursos que marcan las actuaciones.
En esta línea es que apelamos a las lecturas etnográficas para producir textos que rescaten la riqueza procedente de las “realidades múltiples” 6, engendradas por los sujetos de carne y hueso, en la manera de vivir y dar formato al fútbol dotándolos de particulares acentos, tonalidades, ritmos, estilos diversos según la región donde estemos situacionalmente ubicados.
La cartografía de la ciudadLa ciudad de La Plata ofrece un paisaje urbanístico racional, cuadrado, moderno. Su diseño con un trazado tipo damero, con sus ejes históricos en donde se emplazan los edificios más importantes y el poder político, religioso y militar. Sus diagonales con una estrategia de control del ejército que rápidamente llega hacia las periferias del casco urbano para aquietar a las masas rebeldes. Toda esta propuesta de proyecto arquitectónico y urbanístico moderno lleva en sus entrañas los mitos7 más inverosímiles, las historias de brujas, maleficios, magia negra, el montaje de pasadizos y túneles secretos que conectaban edificios entre sí, las prácticas oscurantistas, la organización de logias masonas, las numerologías de las desgracias. La ciudad ha planteado esos mitos correspondientes a saberes brujos fundados en fuerzas extrañas, irracionales, basadas en la creencia, la fe8 como arma para hacer una resistencia a las prácticas del conocimiento científico y desplegar el cuestionamiento a los avances y al progreso de la ciudad impugnados por el vaticinio de malos augurios desde la misma colocación de la piedra fundamental o la orientación de las estatuas haciendo gestos de maldición a los santos. Desde ese momento histórico fundacional se manifiesta una tensión entre las prácticas de brujerías clandestinas paganas del pensamiento primitivo y las prácticas del pensamiento racional moderno.
En esta ciudad el cerco perimetral se ha cerrado con la ubicación de una rambla que rodea el casco urbano separando el adentro y el afuera de la ciudad. Trazando una frontera simbólica entre el barrio y la ciudad. La rambla además ha desplazado a un trazado de redes de ferrocarril mal planificados las ramblas de la ciudad sepultaron los rieles gastados de un extinguido tren de carga que ya no volverá a pasar. Así las ramblas hacen aparecer caprichosamente por una geografía irregular de la región sectores más altos, más bajos, tramos de vías oxidadas, fragmentos de durmientes, palancas de cambios de vías, puentes diminutos, casitas replanteados en su uso para ocasionales moradores.
La rambla es un espacio verde con tramos inconclusos y entrecortados de un nostálgico ferrocarril. Ese espacio de los ferroviarios es reemplazado por un espacio verde y contorneado por avenidas de varios carriles. En ese fantástico paisaje, la municipalidad ha desparramado algunos arcos para invitar a la práctica del fútbol. La rambla contrasta la velocidad y la lentitud9. Las calles como pistas para un parque automotor crecido en número inconmensurables que no detiene su marcha y es necesario regularlo contenerlo con semáforos y topes espaciados en las rutas. Mientras entre la avenida que va en un sentido de la circulación de los automóviles y la contigua que viene con una dirección opuesta, una amplia rambla con verde las divide, se dispone en medio de dos grandes carriles para detener el tiempo. El tiempo veloz, de la rapidez de los vehículos que aceleran en el pavimento son aplazados en la velocidad distinta, la velocidad de los cuerpos que corren detrás de una pelota. Ese cuerpo obsesionado que busca ser veloz, que intenta alcanzar el balón que accidentalmente cruza el asfalto, y es perseguido por el sujeto enceguecido por la recuperación del balón a tal punto que olvida la existencia del pavimento y de lo autos circulando a altas velocidades.
Los registros etnográficosLa rambla ofrece un recorrido extenso que se prolonga por todo el perímetro de la ciudad, su geografía es irregular, muestra subidas, bajadas, angostamientos, zonas arboladas, zonas amplias despejadas de árboles, aloja estaciones de trenes cuya función ha sido replanteada para un uso de alguna escuela, o viejas garitas han sido rediseñadas para conformar algún vestuario de un equipo de fútbol infantil. Puentes, palancas, postes metálicos, hierros retorcidos, playones de material para uso multivariado donde invita al pique de pelotas. En todo ese itinerario rico en matices, los arcos de fútbol están allí provocando la tentación irresistible de estar en un terreno de juego imaginario, participando de un “picón” 10.
En esas canchas improvisadas con arcos pequeños, arcos grandes, arcos de metal, arcos de madera, arcos simulados con prendas deportivas, los sujetos hacen uso de un espacio verde que brinda la ciudad. Se conforman distintos grupos que se reúnen para desplegar sus prácticas corporales, en zonas colonizadas. En esos trayectos por la rambla hemos tomado un grupo de sujetos que se agrupan en una porción de la rambla, un lugar donde han plantado una bandera simbólica, han establecido una soberanía extraña, intangible pero palpable a la vez. Esa soberanía contradictoria de saber que uno es dueño de un pedazo del espacio público por un frágil espacio de tiempo, ese espacio por donde nadie debe atreverse a pasar porque interrumpe el juego sagrado, tomado en serio.
“Los de la rambla” 11, son un conjunto de sujetos que se dan cita los fines de semana por las tardes, luego de la comida del mediodía un par de integrantes del encuentro pasa a retirar unas redes de fútbol deshilachadas, rotosas, viejas que aprovisiona un vecino gentil de la casa de enfrente. Estos sujetos “coloca redes” 12, cumplen el ritual de preparación del santuario donde más tarde se van a desarrollar las prácticas corporales. Una hora más tarde comienzan a arribar los protagonistas de las escenas deportivas callejeras. Hacen su aparición los jóvenes de escuela, alguno aporta un balón, comienzan a darse pases entre los allí presentes, llegan luego algunos padres de familia, deseosos de postergar la aparición de la vejez, escapando de la posibilidad de envejecimiento.
Los cuerpos se estiran, se despatarran, patean el balón de un lado a otro, expresando una comunión simbólica a partir de ese objeto redondo que pasa de un sujeto a otro. El balón es el mediador, es el inicio de un diálogo corporal y motriz entre los participantes o través de un esférico. Es el eje de la conversación en donde todos centran la mirada. Los pases de un sector a otro de la cancha muestran por debajo de esa trivial acción motora, un mensaje profundo e intenso, el de registrar al otro y ofrecer el objeto al compañero para compartirlo. Los sujetos que se van sumando al evento, tímidamente entran al espacio verde, muestran sutilmente su cuerpo para una recepción del objeto y quedar así integrados en un círculo de coprotagonistas de un evento próximo a concretarse.
Una vez que el número de asistentes es el suficiente para acordar el inicio de una disputa deportiva, rápidamente se hacen “transferencias” 13 de estrellas de un lado a otro del terreno de juego con la intención de armar dos equipos parejos en fuerzas para la competencia. En ese momento la pelota pasa a ser disputada y el juego propiamente dicho comienza a orquestarse, en busca de conseguir el triunfo.
Los goles se suceden uno tras otro, uno a cero, dos a cero, dos a uno, dos a dos, tres a dos, cuatro a dos, cinco a dos, etc. Nadie quiere ser el arquero definitivo, el puesto transitorio muestra la extraña sensación de no querer que le conviertan un gol porque su equipo corre en desventaja, aunque necesita de esa situación para poder rotar el lugar con un compañero de equipo. El arquero, experimenta la tensión y contradicción de evitar la conquista del gol de parte del contrario y a la vez estar ansiosos por ser relevado del puesto. El puesto rara vez es solicitado, solo en casos excepcionales, un jugador que experimenta una notable fatiga solicita tomar un breve descanso pidiendo trocar el rol de jugador de campo por el de arquero, a los efectos de reponer energías.
En el devenir de la práctica corporal, aparecen ocasionales discusiones por fallos en las marcas de los adversarios, por imperfecciones en los pases a los compañeros de equipo, por distracciones insólitas en el juego, por actitudes apáticas en relación al aporte sacrificado para la recuperación del balón, por las maniobras técnicas individualistas. El “picón” se expresa con intercambio de palabras, con amenazas, acusaciones, con susceptibilidades en determinadas fricciones de los cuerpos.
Las continuidades culturalesEn relación a las continuidades culturales podemos mostrar el agonismo y el territorio, las clasificaciones sociales, la indumentaria deportiva.
El agonismo y el territorioEl fútbol como práctica corporal y social genera en los sujetos involucrados en su participación, situaciones de competencia y confrontación entre equipos, los cuerpos chocan entran en roces, tienen fricción en la puja por la posesión del balón y expresan una lucha que hace emerger toda la subjetividad de los actores. En la emergencia de la subjetividad sobresale un estado de vigilia sobre los recorridos que el balón va tomando por el espacio; la pelota hipnotiza a los practicantes y en ese estado especial de cuerpos y sujetos concentrados en el juego, la intensidad de la competencia lleva a expresar no solo la violencia material de una patada descalificadora y malintencionada al oponente sino también en la agresión verbal a través del lenguaje o la violencia simbólica mediante una mirada o un gesto despectivo sutil y efectivo.
En relación al territorio, aparece una habituación con un lugar de encuentro, un sitio que pasa a ser una sede de las citas entre un conjunto de sujetos. Se establece un empadronamiento informal de las porciones de territorio, existe una apropiación de los grupos en lugares específicos; de alguna manera existe una “proxemia” 14 implícita, es decir se marca un territorio como propio colonizando un espacio con la presencia de cuerpos distribuidos dentro del terreno de juego. En ese sitio escogido, se escriben anécdotas, historias, el lugar se hace familiar, los sujetos participan de un acostumbramiento. Una vez construida una apropiación informal del sitio, los externos a esos encuentros registran e identifican rostros que se hacen conocidas porque siempre que se producen eventos deportivos, suelen estar presentes con una concurrencia asidua.
En relación al agonismo y el territorio, aparecen la cargada, el chiste, como códigos de comunicación que tienen cierta regularidad y constancia en las dos culturas. La jugada fortuita y desafortunada, la imagen grotesca, la indumentaria ridícula, son blancos susceptibles de ser abordados con la palabra instigadora. La cargada también es una forma de lucha para desconcentrar al rival, hablando de sus defectos, limitaciones, carencias, frustraciones. Caricaturiza los estigmas15, exagera los defectos desde la burla del adversario para sacar provecho de ellos.
Las clasificaciones socialesEl fútbol como práctica social y corporal constituye un elemento integrador de la diversidad sociocultural de la ciudad. Si bien hemos señalado un autoencasillamiento de los sujetos en sectores de la rambla (cuando agrupábamos a los de la favela, los de la calle 66, los de la escuela) o en lugares de la plaza (cuando diferenciábamos a los chavos banda y a los chavitos). Se generan en el devenir de actuaciones de los sujetos durante el juego, alianzas internas, amistades, parejas de sujetos, bandos, subdivisiones a partir de las procedencias sociales, las generaciones, los lazos parentales, los compañeros de jornadas laborales, los sujetos de la legión extranjera. El fútbol produce una unidad en el juego que borra de un plumazo las diferencias, en aras de fundir fuerzas para vencer a un contrincante.
En la práctica del fútbol no es necesario convivir con las diferencias ideológicas, políticas, culturales o religiosas; solo hace falta desear participar de un partido de fútbol e involucrar al cuerpo poner el cuerpo y la motricidad que exige el fútbol. La práctica del fútbol se realiza con competencias corporales y no con discernimientos abstracto conceptuales o en todo caso involucra una inteligencia motriz para leer e interpretar táctica y estratégicamente el juego. Insistimos en recalcar, los sujetos no necesitan de presentaciones formales y protocolares para participar del juego, solo tienen como requisito, formular la pregunta ¿puedo jugar? y luego esperar una respuesta que en caso de ser afirmativa, para el solicitante solo le resta unir su cuerpo a un cuerpo colectivo, sin presentar currículum vitae o antecedentes sociales.
Sin embargo esa unión es efímera, solo por la conveniencia de la lucha por ganarle al adversario. La trama fina de los grupos, las internas, “las camarillas” 16, muestran alianzas diversificadas que llevan desde las afinidades y preferencias, a la conformación de subgrupos. Esto además se refuerza ante la aparición de sujetos golondrina, visitantes transitorios, pasajeros ajenos a la historia del grupo de deportistas callejeros, son extranjeros que no establecen un vínculo contractual con los lugareños y en tal sentido son tratados con una forma distante y prudencial.
La indumentaria deportiva
En los espacios verdes de la ciudad puede apreciarse la producción de cuerpos con un vestuario cargado de símbolos e iconos que hacer referencia a la pertenencia afectiva de un club de fútbol. Los practicantes se visten con “camisetas” o “playeras” identificatorias de los Toros Neza, el Cruz Azul, Gimnasia y Esgrima de la Plata, River Plate y además de vestir los colores representativos de una institución deportiva; llevan un porte una postura, una hexis corporal17 en común que copia el estilo de caminar, trotar, saludar, festejar de las figuras de fútbol mediáticas del deporte espectáculo. Los practicantes que portan la indumentaria deportiva representativa del club de sus amores, viven un sueño, una ficción de ser importantes jugadores de fútbol participando en torneos o al menos partidos informales.
Los practicantes son receptores18 de mensajes deportivos procedentes de los multimedios, consumen botines de fútbol, o calzados deportivos en general que se asocian con esta práctica corporal; consiguen camisetas, pantalones cortos e intentan hacer el esfuerzo por adquirir el último modelo de conjunto deportivo con la marca y el sponsor oficial que esté vigente.
Lecturas: Educación Física y Deportes · http://www.efdeportes.com · Año 8 · Nº 55 | sigue Ü |