La concentración de ácido láctico como índice de valoración de la contribución energética en el voleibol |
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* Facultad de Ciencias del Deporte Universidad de Castilla La-Mancha ** Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Universidad de Granada (España) |
Dra. Cristina González Millán* Dr. Aurelio Ureña Espá** Dr. Fernando Navarro Valdivielso* Lic. Ana Martín Morell* Dr. José A. Santos del Campo** Dr. Fernando Llop García* cgonzale@dep-to.uclm.es |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 46 - Marzo de 2002 |
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Introducción
La evaluación y el análisis de las prestaciones de los jugadores y de los equipos constituyen un aporte de información esencial para los entrenadores (Grosgeorge, 1990), que permite conocer las características de la actividad competitiva en situaciones reales de juego.
La planificación del entrenamiento ha de adecuarse al esfuerzo de cada deportista en la competición, para lo que hay que realizar mediciones en situaciones reales de juego (Barbero, 1998).
Los parámetros que se utilizan en la realización de estos análisis y que nos van a permitir conocer las cargas a las que están sometidos los deportistas durante el juego, son diversos. Por un lado están aquellos que intentan valorar la carga física: tiempos de esfuerzo y pausa, tipo de acciones, número de acciones, etc.; y, por otro, los que intentan valorar la carga fisiológica: distribución de la frecuencia cardíaca, niveles de acumulación de ácido láctico, consumo de oxígeno, etc.
Son numerosos los autores que han realizado estudios en deportes de carácter intermitente, como el fútbol (Bangsbo, 1994; Kirkendall, 2000; Ekblom, 1986; Raven et al. 1976), baloncesto (McInnes et al. 1995; Hoffman y Maresh, 2000; Häkkinen, 1988), hockey sobre hielo (Montgomery, 2000; Cox et al. 1995; Shepard, 1981); con la idea de conocer las características del juego en competición. Los métodos utilizados se basan en el análisis de las acciones y tiempos de juego (Green et al. 1976; Bangsbo et al. 1991a; Steele y Chad, 1991), y en la determinación de los requerimientos fisiológicos a través de las mediciones de la frecuencia cardíaca (Van Gool et al. 1988; Cibich, 1991; Wolford y Angove, 1991) y del lactato sanguíneo (Green et al. 1976; Bangsbo et al. 1991b; Mclean, 1991).
Los requerimientos específicos del voleibol también se han estudiado mediante diferentes métodos. Unos, a través del análisis del tiempo y de los movimientos, que nos permiten registrar los tiempos de duración de las diferentes fases del juego (Dyba, 1982; Belyaev, 1985; Naar, 1982), y el número y tipo de acciones que se realizan durante los mismos (Dyba, 1982; Vitassalo et al. 1987; Lecompte y Rivet, 1978; Naar, 1982). Otros métodos analizan los requerimientos fisiológicos a través de la monitorización de la frecuencia cardíaca y la concentración de lactato sanguíneo durante la competición (Conlee et al. 1982; Kuntslinger et al. 1987; Dyba, 1982).
En este artículo vamos a centrarnos en la concentración de lactato sanguíneo como uno de los parámetros que nos permite conocer las características de la competición del voleibol.
La concentración de ácido láctico en deportes de carácter intermitenteLa concentración de lactato sanguíneo ha sido ampliamente utilizada para valorar el rendimiento específico de los deportistas (Navarro, 1998); ya que el ácido láctico es un parámetro que tiene un importante papel como indicador de la intensidad en casi todos los deportes (Braumann et al. 1990).
Este parámetro, también está indicado para valorar las fuentes de energía muscular utilizadas en deportes de equipo de carácter intermitente (McInnes et al.1995).
De ahí que numerosos autores hayan utilizado la concentración de lactato para estimar la contribución anaeróbica en los requerimientos energéticos en los deportes de equipo, (Green et al. 1976; Van Gool et al. 1988, Mclean, 1991; Smith et al. 1991)
Del mismo modo y con el mismo objetivo se han realizado numerosos estudios en voleibol (Vittasalo et al. 1987; Kunstlinger et al. 1987 Voigh y Mareés, 1985; Zuliani y Collarini, 1992; Butti, 1990; Conlee et al. 1982).
Sin embargo, cuando utilizamos el lactato sanguíneo para valorar la contribución energética en deportes de equipo de larga duración con esfuerzos de elevada intensidad y de corta duración, hay que tener en cuenta algunos aspectos.
Por un lado, es importante considerar el momento en el que se obtienen las tomas, ya que se ha demostrado que los valores de lactato sanguíneo están relacionados con la elevada intensidad de las acciones realizadas justo en los momentos anteriores a la toma (Bangsbo et al. 1992). Y que, por lo tanto, si ésta se efectúa cuando el jugador acaba de realizar acciones de elevada intensidad, pueden encontrarse valores elevados de lactato (Ekblom, 1986). Tomas practicadas numerosas veces sí nos pueden dar una buena indicación del tipo de intensidad del ejercicio que el jugador analizado ejecuta durante todo el partido (Christmas et al. 1998). Sin embargo, si éstas se llevan a cabo sólo antes y después del partido, únicamente representan la actividad anterior a la misma (Bangsbo et al. 1992).
Igualmente, a la hora de valorar los datos, conviene recordar que, en deportes de carácter intermitente, la eliminación del lactato muscular es más rápida que la que se produce en ejercicios continuos (Essen et al. 1977), por lo que aunque la producción sea elevada, los períodos de reposo permiten una eliminación rápida.
La respuesta metabólica durante ejercicios de carácter intermitente, también depende de los períodos de reposo. Christensen et al. (1960) encontraron concentraciones de lactato de 2.6 y 8.9 mmol/l cuando los periodos de ejercicios estaban separados por intervalos de reposo de 30 segundos y 15 segundos respectivamente. En otro estudio, Margaria et al., (1969) observaron que la concentración de lactato era más elevada cuando los intervalos de descanso eran de 10 segundos que cuando eran de 30 segundos.
Por último, hay que tener en cuenta, que no todo el lactato producido después de un ejercicio de elevada intensidad aparece en la sangre. Boobis (1987), observó que la concentración de lactato muscular durante un sprint de 6 segundos fue de 10 mmol/l, mientras que la concentración sanguínea era tan sólo de 1.8 mmol/l, y que en el período de recuperación no excedió de 5 mmol/l. Esto mismo se observó en un trabajo intermitente similar al que se realiza en fútbol (Bangsbo et al. 1992).
Estos datos nos indican que la concentración de lactato sanguíneo no valora la producción real, ya que se han encontrado en el músculo concentraciones superiores a las halladas en la sangre en numerosos estudios, tanto en ejercicios submáximos como máximos (Karlsson et al. 1972; Knuttgen y Saltin, 1972; Tesch et al. 1982; Jacobs y Kaijser, 1982; Green et al. 1983; Ivy et al. 1987)
Por lo tanto, podemos concluir, que la concentración sanguínea de ácido láctico obtenida durante un partido refleja la producción de lactato justo en el breve período de actividad anterior a la toma, pudiéndose encontrar en el partido concentraciones elevadas de lactato, si los momentos anteriores a la misma son de elevada intensidad. No obstante, no hay que olvidar que las tomas sanguíneas no reflejan la producción real (Bangsbo, 1994), y que la existencia de marcadas diferencias individuales es debida, entre otros factores, al puesto que ocupan (Van Gool, 1987).
La contribución energética en el voleibolEn voleibol se han realizado numerosos estudios con la idea de determinar la energía aeróbica y anaeróbica utilizada durante el juego. El objetivo fundamental es precisar el tipo de resistencia que se produce en el juego.
Precisamente con esta intención, Vittasalo et al. (1987) realizaron una serie de tests, en laboratorio y en la propia competición, a un equipo de la liga finlandesa y a la selección de Finlandia de voleibol. Las tomas de sangre durante la competición se tomaron entre el minuto 1 y el minuto 4 después de finalizado el partido. Tanto los valores encontrados en los tests de laboratorio y de campo, así como los obtenidos una vez finalizada la competición, se situaban alrededor del umbral aeróbico, por debajo de los 3.05 mmol/l. Los valores más elevados se encontraron en el equipo de nivel más elevado, probablemente debido a la mayor intensidad del juego, estos valores se acercaron a los 4mmol, en el partido disputado entre la selección finlandesa y la selección húngara. En cuanto a la diferenciación de los puestos, se observó que el valor individual más elevado pertenecía al colocador (5.6 mmol/l).
Las concentraciones encontradas por Kunstlinger et al. (1987), coinciden con los valores anteriores. En este estudio se realizaron tomas a ocho jugadoras de un mismo equipo, durante dos partidos de la liga alemana de voleibol. Las concentraciones de lactato sanguíneo obtenidas una vez finalizados los encuentros, fueron de 2.54 + 1.21mmol/l y 2.61 + 0.67mmol/l. Concentraciones bajas, si tenemos en cuenta que los partidos analizados fueron de elevada intensidad y de larga duración, ya que el resultado final en ambos fue de 3-2.
También, Voigh y Mareés (1985), realizaron tomas de sangre en la liga alemana de voleibol. Éstas fueron tomadas inmediatamente después de la competición. Sin embargo, la muestra utilizada fue mayor que en los anteriores estudios, precisamente con la intención de establecer de forma definitiva y sin ningún genero de dudas, las concentraciones de ácido láctico que caracterizan al juego del voleibol. Para ello se tomaron muestras a 261 jugadores, tanto hombres como mujeres, y se encontraron valores cercanos al umbral aeróbico, alrededor de 2mmol/l.
Por último, volvemos a encontrar coincidencias en los datos obtenidos, en el estudio de Butti (1990), respecto a los anteriores; que, una vez más con el objetivo de determinar la capacidad aeróbica y anaeróbica en el voleibol, realizó tomas de sangre en cinco jugadores después de un juego simulado. La concentración de lactato obtenida fue de 2.48 + 0.47 mmol/l.
Otros estudios han variado el momento y el número de tomas, así Zuliani y Collarini (1992), realizaron tomas de sangre antes del comienzo del partido, al finalizar el segundo set, aproximadamente a los 25 minutos, y en los primeros cinco minutos una vez finalizado el cuarto y definitivo set. No se encontraron valores significativos en las concentraciones de lactato sanguíneo, el incremento del lactato respecto a los valores en reposo fue de 1.5%.
También, Conlee et al. (1982), intentaron determinar si la concentración de ácido láctico era un factor determinante en la fatiga en el juego del voleibol, registrando el mayor número de valores posibles para el mismo jugador y en diferentes momentos. Para ello se les realizó una prueba a seis jugadores de voleibol, todos hombres y de alto nivel, ésta consistió en jugar en un mismo día cinco partidos de voleibol. Los primeros cuatro partidos de una duración de 60 minutos y el último de 90 minutos, separados todos ellos por un período de recuperación de 60 minutos. Se realizaron tomas de sangre antes del primer partido, después del mismo y al finalizar el quinto partido. Los datos obtenidos fueron de 1.0 + 0.1; 0.8 + 0.1 y 0.9 + 0.1 respectivamente. Por lo que se concluyó que los valores de ácido láctico no presentaban variaciones significativas después de una larga jornada de competición.
En general, en la mayoría de los estudios se observan concentraciones de lactato bajas, lo que ha llevado a los diferentes autores a afirmar que el voleibol es un deporte aeróbico por la larga duración de los partidos, y con un componente anaeróbico aláctico, debido a la breve duración y a la elevada intensidad de las fases activas, y en el que el sistema anaeróbico láctico no tiene apenas participación (Dyba, 1982; Kunstlinger et al. 1987; Vittasalo et al. 1987; Bosco, 1987), debido a la creencia de que el sistema anaeróbico láctico no empieza a suministrar energía hasta los 10 segundos desde el inicio de la actividad y que durante este tiempo el suministro de energía es exclusivamente del sistema anaeróbico aláctico.
Sin embargo, en una investigación reciente (González, 2001) se han encontrado concentraciones de lactato elevadas. En este estudio se realizaron tomas a los jugadores líbero y centrales, con el fin de determinar las características de su participación en el juego tras los nuevos cambios en el reglamento. Estas tomas se realizaron durante la competición, sin alterar la misma, cada vez que los jugadores eran sustituidos y salían del campo. Se realizaron de 3 a 4 tomas para cada jugador en cada set y de 8 a 11 en todo el partido. Se observó que, de las 300 tomas realizadas, el 38.10% corresponden a valores de entre 4 y 8 mmol/l y el 2.8% a valores superiores a 8 mmol/l. Concentraciones éstas muy superiores a las encontradas hasta ahora, y de las que no existe referencia en la bibliografía.
A la hora de interpretar las divergencias entre estos últimos datos y los referidos con anterioridad (3.05 mmol/l, Vittasalo et al. 1987; 2.61 mmol/l, Kuntslinger et al. 1987; 2 mmol/l, Voigh y Marees, 1985; 2.48, Butti, 1990; 1.0 mmol/l, Conlee et al. 1982), en el que las concentraciones de lactato sanguíneo encontradas han sido bajas hay que tener en cuenta algunas consideraciones importantes.
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