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Lugares, banderas e hinchas
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 41 - Octubre de 2001 |
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Cabe pensar en la intimidación de los barrabravas hacia los hinchas -porque existe- en la tribuna de un pequeño club de ascenso. Ahora bien, en la popular visitante del estadio Olímpico de Córdoba, de más de 100 metros de ancho, el hincha de Boca que cantaba a viva voz "Yo soy del Abuelo / peronista / y bostero10" no era sólo el cercano al sector ocupado por La Doce11, también era el hincha próximo a los plateístas, a 40 metros de la barra. De franco
Sin experimentar presión alguna de los bravos, había quienes parecían regodearse señalando su adhesión a El Abuelo, alias del fallecido José Barritta, bajo cuyo liderazgo la barra xeneize protagonizó varios incidentes con víctimas fatales.
Probablemente lo hacían porque, al calor de la multitud, sus individualidades se habían diluido y sus conductas, virado a la irracionalidad.
Tal vez cantaban que eran de El Abuelo porque sentían que el partido de fútbol constituía una ocasión cuasi inmejorable para dar rienda suelta a aquello que, llevado a cabo en aulas, oficinas u otros lugares donde se cumplen obligaciones, origina sumarios, despidos, amonestaciones u otros mecanismos punitivos.
La cancha es así una suerte de "pica por todos los compañeros" del juego de las escondidas. Al sometido a regímenes de "Sí, patrón / a", "sí, profesor / a", el fútbol lo libera, como el hábil escondido que pica por todos los compañeros al no ser visto salva de contar al primer encontrado y condena a volver a hacerlo a quien ya había salido a buscar a los demás.
En el juego infantil, uno de los participantes habilita a otro -el que no se supo ocultar- a convencerse de que es dable persistir en semejante imprudencia, sin lamentos posteriores.
En el fútbol, es el espacio tribunero el que posibilita a sus ocupantes prácticas como insultar a figuras de autoridad (la policía y el árbitro), sin que las consecuencias sean las imaginables en caso de que los improperios se dirijan al jefe en el trabajo o a la maestra en la escuela.
Río Cuarto, ciudad del sur de Córdoba, distante 600 kilómetros de Capital Federal, mostró durante más de siete años, en la pared de un colegio primario y secundario, este grafiti: "Hay que hacer lo más de lo menos permitido". En ámbitos laborales y educativos se estila mirar de reojo a quien dice frases racistas (como es norma reírse cuando las argumentaciones del orden de "vos, que sos negro, no te ahogarías pues por tu naturaleza flotarías" son expresadas a manera de chiste). Frente a esta rutina, la compañía multitudinaria en el estadio para afirmar a los gritos que se odia a negros, bolivianos y paraguayos resulta catártica, es la posibilidad de hacer lo menos permitido sin sanciones.
Al que aun engripado va a su mal pago empleo, al que no escucha únicamente voces alentadoras de graduados de su carrera y al que ha perfeccionado sus óvalos de tanto trazarlos alrededor de un aviso clasificado, la cancha les sienta bien, como el lunar arriba del labio a la modelo Cindy Crawford. A ellos, que deben ser centinelas de la cortesía y la corrección para seguir en carrera en su educación formal, búsqueda o mantenimiento de conchabo, el fútbol les promete y les paga un franco semanal a las buenas costumbres. Premio consuelo
"La gente radica tal vez su gran pasión en el fútbol, yo soy un testimonio de eso. El descreimiento que uno tiene en que este país pueda cambiarse por todos los ideales por los que uno luchó y puso huevos durante toda una vida, vos te das cuenta que hoy, gane quien gane, se vayan todos a la concha de su madre, no se va a cambiar un carajo de toda esta vida. Entonces, ¿en qué volcás? Bueno, ojalá que San Lorenzo salga campeón, es lo que te queda, y laburás y que te vaya bien con tu familia, la puta que lo parió y se terminó el mundo" (D. N., 33, empleado) 12 (1999: 96).
El entrevistado, hincha de San Lorenzo, da cuenta de que el fútbol es un premio consuelo para aquellos que otrora dedicaron altas dosis de esfuerzo a causas valiosas. El hombre avala el planteo de Gilles Lipovetsky, a cuyo juicio "cuidar la salud, preservar la situación material, desprenderse de los "complejos" (comillas en el original), esperar las vacaciones, vivir sin ideal, sin objetivo trascendente resulta posible" 13 (1994: 51). Hablar de ciertas cosas
Vaya fenómeno el del fútbol en la Argentina. Algunos se empeñan en presentarlo como un mero símil de número telefónico, al hablar de "3-4-1-2", "4-3-2-1", "5-1-3-1" en alusión a la cantidad de defensores, mediocampistas, enlaces y delanteros de una formación.
Hay portadores de micrófonos (periodistas son otros) que suponen que todo empieza y termina en la polémica burda, procurada cuando se le pregunta al técnico de Boca: "¿Sabe lo que dijo el entrenador de River?" y luego se le pide al adiestrador de los millonarios una valoración acerca de lo expresado por el conductor xeneize.
Mientras el registro táctico-telefónico y la porfía en generar discusiones estériles de los protagonistas copan la parada del rating, el fútbol deja mejores telas por cortar, tales como:
Es un deporte que da espacio a quienes no lo tienen -o lo cuentan para mal- en otros ámbitos. Principalmente para los que viven fuera de Capital Federal y Gran Buenos Aires, Ingeniero Budge, por citar un lugar, suena a cuento de algún crimen cuya crónica se ve en un noticiero. La bandera de Budge en la cancha de Los Andes le permite al televidente del interior del país estimar que Ingeniero Budge no es tan sólo un lugar donde unos matan a otros.
El hecho de que los hinchas prefieran inscribir sus sitios de residencia a sus nombres personales en las banderas revela un sentimiento cariñoso, que contempla una postergación por el equipo. Que haya un Jorge Luis Alves hincha de Los Andes no es para el club un mérito destacable. Sí lo es, en términos de alcance de su convocatoria, un estandarte que rece "Flores" o "Congreso" o "Trelew con Los Andes". El hincha lo sabe. Como quiere al club, prefiere verse no por medio de su nombre y su apellido, sino a través del lugar donde vive.
La mayoría de los que habitan suelo argentino anda como por las calles con charcos: a los saltos. Es conciente de que la inestabilidad del tiempo es leve comparada con la que se vive a nivel laboral o la que sufren sus hijos, susceptibles de cambio de escuela a medida que la cuota mensual se hace cada vez más difícil de pagar. La misma mayoría que camina por la Argentina conoce la repercusión de los problemas económicos en la pareja. Y lamenta -un poco menos- que la picada se venga en ídem una vez sumados los costos del queso, el salame, los palitos, las papas fritas, el vermú y los demás productos que la integran.
En una inestabilidad general cuyos chaparrones perjudican más que las lluvias a las telas que destiñen, los que viven en la Argentina hallan en la identidad futbolística un descanso frente a tanto cambio. Aun con vaivenes anímicos por los resultados de la escuadra, son hinchas felices de un equipo al que no dejan, por múltiples devaluaciones de la moneda o cambios constitucionales que haya.
Como para dar la razón a quienes garantizan que nunca faltan encontrones cuando un pobre se divierte, los hinchas tampoco se hallan decididamente tranquilos en el fútbol, donde necesitan estar al tanto de amistades y enemistades entre las barras bravas, a fin de saber si un partido es peligroso o muy peligroso.
Necesitados de la corrección en lo laboral y lo educacional a la que suelen abrazar con el mismo entusiasmo que a los lavarropas, los hombres que también son hinchas descubren en el fútbol un lugar en el que no los miran como a degenerados si insultan a las autoridades. Sienten que después de una clase tediosa les dan un recreo.
Sin necesidad de leer el suplemento económico de un diario, los hinchas advierten que las diferencias entre ricos y pobres han aumentado en todo ámbito, incluido el fútbol.
La contrariedad por un presente difícil favorece la orientación de millones de personas en la Argentina al fútbol. Este deporte, de máxima popularidad en el país, a pesar de sus endémicas violencia e inseguridad, luce atractivo. Tanto o más de lo que le parecía el seguramente peligroso bosque al oso que allí volvió, cansado de estar en el circo, según la canción de Moris.
Notas
Martín Barbero, J. Identidad, Comunicación y Modernidad en América Latina, en Contratextos Nro. 4, Universidad de Lima, 1989.
Ibídem.
Ibídem.
Se omite la "s" final en pos de una reproducción fiel del modo de cantar de los hinchas.
Muñoz, S. El sistema de comunicación cotidiano de la mujer pobre, pag. 118, Cali, 1986, en Martín Barbero, J. Ídem.
Ibídem.
Ortiz, R. Otro Territorio. Ensayos sobre el Mundo Contemporáneo. Universidad Nacional de Quilmes, 1996.
Ibídem.
Ibídem.
El hincha de Boca se llama bostero a sí mismo.
La Doce es la autodenominación de la barra brava de Boca Juniors. El texto refiere al 0-0 entre Talleres y Boca por la tercera fecha del torneo Apertura '92/93, ganado por Boca.
En Ariccio A. y A. Ferreyra. Hinchas: los que Juegan al Fútbol sin la Pelota. Trabajo final de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Universidad Nacional de Río Cuarto, 1999. Como una forma de resguardo de la identidad del entrevistado, se consignan iniciales que no son las de su nombre y su apellido.
Lipovetsky, G. La Era del Vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, Barcelona, 1994.
Referencias bibliográficas
Alabarces, P. y M. Rodríguez. Cuestión de Pelotas. Fútbol/ Deporte/ Sociedad/ Cultura. Atuel, Buenos Aires, 1996.
Lipovetsky, G. La Era del Vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama, Barcelona, 1994.
Margulis, M. "La Discriminación Social en la Ciudad de Buenos Aires", en Margulis, M. y M. Urresti (comp.). La Cultura Argentina de Fin de Siglo. Oficina de Publicaciones del CBC. Universidad de Buenos Aires, 1997.
Martín Barbero, J. "Identidad, Comunicación y Modernidad en América Latina", en Contratextos Nro. 4, Universidad de Lima, 1989.
Muñoz, S. El sistema de comunicación cotidiano de la mujer pobre, Cali, 1986, en Martín Barbero, J. "Identidad, Comunicación y Modernidad en América Latina", en Contratextos Nro. 4, Universidad de Lima, 1989.
Ortiz, R. Otro Territorio. Ensayos sobre el mundo contemporáneo. Universidad Nacional de Quilmes, 1996.
Otra fuente consultada
Revista El Gráfico. Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1976.
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