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Cuerpo y salud en la modernidad: origen del surgimiento de la educación física
Guillermo Galantini

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 36 - Mayo de 2001

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    Cuando en tiempos contemporáneos vemos las clases de educación física que se desarrollan en campos, patios y gimnasios y que en cierta forma ofrecen una geografía de prolijidad, orden e instrucción; no podemos más que convencernos que las ideas de Rousseau seguramente no han sido las que incentivaran un mandato de domesticación y control tan fuerte como el que se dio en nuestra disciplina. Es posible que las ideas que germinan en la génesis del tratamiento de los ejercicios físicos de la Ilustración - y que hasta el momento se observan con nitidez- hayan estado más impregnadas por mecanismos de coacción (desde luego que la vestimenta en cierta forma actúa así) que por mecanismos emancipatorios.

    Un indicador notable de lo que representan estas huellas discursivas en la Argentina contemporánea son las afirmaciones que hacen Padial, G y Giberti, H59 y donde comienzan preguntándose:

"¿ Qué deportes aconsejamos practicar a un adolescente? : "para poder contestarla debemos tener en cuenta diversos factores. Primero su condición física. Desde este punto de vista podemos clasificar a los adolescentes en: Normales, Subnormales y Supernormales".

    Pero los autores, y ante tan extraña clasificación no se quedan ahí, también ofrecen sus explicaciones:

"El adolescente Normal (y presten atención) sería aquel que no tiene graves problemas posturales, su capacidad funcional es satisfactoria y sus grupos musculares y medidas antropométricas están de acuerdo con su edad fisiológica".

    Para los Subnormales el argumento que justifica tal clasificación está en indicar que son aquellos

"...adolescentes que presentan problemas posturales serios (cifosis, lordosis o escoliosis pronunciadas) funcionales (asma, cardiopatías, obesidad) o musculares, y debe ser orientado hacia actividades físicas adaptadas con la guía de profesionales especializados. Una vez compensado el problema puede ser orientado tomando en cuenta las pautas para adolescentes normales".

    Para la categoría de Supernormales las situaciones que resaltan son:

"Aquel- adolescente- cuya postura es normal, pero su capacidad funcional y muscular son mucho mayores que las del joven normal y agrega a ello mentalidad ganadora, habilidad específica y seguridad personal".

    Sería pertinente aclarar lo que anunciaba Rousseau, J.: 60

"Por miedo a que los cuerpos no se deformen mediante movimientos libres, se apresura a deformarlos poniéndoles bajo presión... los primeros dones que reciben de vosotros son cadenas; los primeros tratos que perciben son tormentos"

    Para la época, también la vestimenta es un rasgo que caracteriza la dinámica de control y cuidado del cuerpo, toda vez que se solicitaba colocar fajas que además de cubrir los pañales dejan al niño con una similitud al de una momia. Es que la función del fajado tenía que ver con la necesidad de

"mantener la estabilidad del cuerpo, todavía blando y tierno, para evitar dislocaciones y deformaciones" 61

    También las actividades lúdicas y alegres van a constituir un aspecto fundamental en la crianza del recién nacido y sus primeros años de vida.

"Debe educarse al niño para ser mesuradamente alegre. El regocijo va ligado a la salud del pequeño". 62

    El período de la lactancia no está fuera de las preocupaciones epocales y encontramos dos aspectos que se distinguen claramente en estos procedimientos, por un lado se justifica como un hecho alimenticio y por el otro se lo hace como un momento de relación entre madre-hijo, un vínculo de afecto y cariño. Sin embargo era muy bien conocido que el amamantamiento no era un acto muy difundido entre las mujeres de las clases aristocráticas y que esto las llevaba a contratar "amas de leche". Es probable que:

entre las mujeres de clases altas

    - comenta Bau, A.M.- 63

El factor estético y el considerar la lactancia como una cosa vergonzosa haya pesado para no efectuar dicha actividad;

    Y agrega:

"La práctica, pues, probablemente contradijera los dictados de los tratados moralizantes, religiosos y sanitarios".

    De todos modos esto abría una importante contradicción ya que, en el momento de elegir la nodriza se esperaba que ella "desde el punto de vista físico, debía ser una mujer sana corporal y mentalmente" ya que se creía que la leche

"es vehículo de rasgos morales, positivos y negativos, así como enfermedades, la nodriza debía reunir condiciones física y psíquicas especiales".

    Ahora bien, si la nodriza debía reunir esas condiciones, es de suponer que también la madre lo podía tener, entonces ¿porqué hacer con que amamante otra mujer? ¿Estaría presente en estos aspectos lo que Elías, N.64 señala como génesis de la transformación de los comportamientos? Y que consiste, entre otras cosas, en la paulatina extensión de los sentimientos de pudor y vergüenza y entonces "aumenta considerablemente la distancia entre adultos y niños".

    En este punto es bueno recordar, como lo señala Bau, A.M 65y es que:

"... entre el campesinado y los sectores ciudadanos de menores recursos es la propia madre la que cría al niño"

    Por eso creo que el rasgo de negación al amamantamiento por parte de las clases más altas, se dirige más por un proceso de constricción de los comportamientos, que por una actitud que dé vueltas en torno a la salud. Lo que sin duda había era una fuerte necesidad de diferenciarse de las relaciones sociales que tenían las personas que no eran de la Corte precisamente porque aquellas tenían una estructura y carácter que éstas debían soslayar.

    Lo que puede evidenciarse con claridad en relación con estos primeros cuidados del niño es la participación directa de la mujer. La Comadre será quien asistirá a la madre y prodigará los primeros cuidados al bebe, y por otra parte el Ama es quien se encarga de su alimentación y crianza durante la niñez. Estos hechos muestran cómo la categoría mujer - siguiendo a Le Goff -66 no está caracterizada por distinciones profesionales sino por su cuerpo, por su sexo, por sus relaciones con determinados grupos. Y marca en cierta forma, el tratamiento marginal que la categoría corporal adquiere en la época, adscribiéndola de su condición de primer orden como medida y razón de ser no tan solo de la historia sino de las relaciones sociales. Pero lo que llama la atención es que las prescripciones iniciales de salud están dirigidas a manifestaciones de primer orden que, como vimos acerca del cuidado de los niños, indicarían una forma de tratamiento material y concreto de las situaciones. Esta lógica interna de las características del término salud se manifiestan de manera ambigua y contradictoria, ya que por un lado reconoce el aislamiento y la reducción haciendo hincapié en la materialización concreta, pero por el otro significa el refuerzo de la constitución de una lógica social externa que en sus términos relacionales no incluye a la categoría corporal como significante primario.

    Estas afectaciones acerca del cuerpo y cuidado de los niños, y que aquí fueron destacadas como un breve nudo en la telaraña del DEBER; muestran similares condiciones germinales al tratarse del cuerpo de la mujer. Estas condiciones se presentan marcadamente presente, por ejemplo en una obra singular de Josefa Amar y Borbón como es el Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres.

    Ya en el mismo Exordio de la editora, la obra manifiesta códigos valorativos de una ciencia positivista con lo cual se introduce un discurso que acentúa más las acciones del DEBER que las del DERECHO. Donde las recomendaciones tendrán un lugar de difusión claramente establecido desde las relaciones de poder hegemónicas de las clases dominantes de la época. En ese lugar se señala que: "La regla de oro de cualquier investigación es la asepsia científica" 67. Sin embargo la historia nos enseña que bajo una aparente esterilización de las acciones, se esconde la presencia de intereses particulares. A partir de ello, resulta sumamente esclarecedor el pasaje de la editora al anunciar que, Josefa Amar era representante de una:

"Modernidad (...) subrayada por la atención que presta a la salud como soporte de la educación moral y a los avances médicos y que contrasta con su visión estática de la sociedad, consecuencia del temor que le produce el desorden y de los perjuicios estamentales que limitan su visión del futuro". 68

    Sin dudas que esto marca el perfil liberal burgués de Doña Josefa Amar quien, al interesarse por los problemas de la salud, no estaba sino abriendo una huella de asociación con aquel sector de clase que fundara las relaciones clasificatorias para constituir el marco conceptual y explicativo, de lo que se pudiera entender como salud y enfermedad.

    La singularidad de su pensamiento empieza por notarse en la consideración de que:

"Las dos partes esenciales que comprende la perfecta educación, son la física y la moral: la primera, por la relación que tiene con la robustez del cuerpo y sus funciones, que es de tanta importancia para el curso de la vida; y la segunda porque se dirige a ordenar el entendimiento y las costumbres, que es el único medio de adquirir una constante y verdadera felicidad". 69

    De lo que podemos dar cuenta es de un binomio que acompañará de distintas maneras el inicio de la modernidad: Cuerpo y Orden. Quienes, revestidos y direccionados por una instrucción física - de un lado- y por una normatividad ética-política -del otro- y a la cual llaman moral; constituyeron la cara institucional de un proceso de hegemonización y legitimación social de los intereses dominantes.

    Puede verse esto en el modo de conceptualizar la salud, donde aparecen valorizaciones diferentes para el hombre como para la mujer. Si bien se reconoce la necesidad de la salud en ambos, es preciso notar cómo, esas afectaciones remiten a posicionamiento y funciones diferentes en el orden social:

"La salud es conveniente a ambos sexos: porque si los hombres deben ocuparse en varios destinos que requieren fuerza y agilidad, del mismo modo hay bastante mujeres que están precisadas a trabajar corporalmente para ganar su vida, y cuando esta razón no hubiera, bastaría la que tienen todas las señoras y no señoras, como es la de parir y criar hijos robustos". 70

    Y nostálgica de la educación griega (Espartana), se lamenta que la educación en España esté:

"Tan lejos de fomentar una fortaleza varonil en las mujeres..." 71

    Josefa Amar se preocupa de manera minuciosa con el cuidado de la mujer embarazada, y entiende que esas atenciones debieran comenzar antes mismo del nacimiento. Pero el particular afán se concentra en la posibilidad que: "defectos y achaques" padeciera el recién nacido, afirmando que eso: "pudiera ser de mucha gravedad para el curso de la vida". Y además agrega que: "La naturaleza hace pocas cosas imperfectas", y seguidamente dice que la historia da cuenta de muchos hombres "...defectuosos, unos cojos, otros tullidos, aquellos mancos y éstos tuertos..." Con lo cual se ofrece un recorte de la sensibilidad corporal hartamente diferenciado y que en cierta manera explica el origen de la Ortopedia como disciplina médica en estos tiempos. ¿Son estas manifestaciones de Josefa Amar, a las que Foucault llamara como "humildes modalidades, procedimientos menores", tendientes "al buen encauzamiento de las conductas". 72

    El discurso de Josefa Amar, se esfuerza también por resaltar que el cuidado de los niños una vez nacidos debiera ser efectuados por la madre propia. Lo cierto es que estamos en un tiempo donde es muy común la presencia de nodrizas, amas de leche, madrinas 73 ya que según Andrea Bau74 "la nobleza y la clase alta europea recurren frecuentemente a la contratación de amas de leche". Hecho que estaba más dificultado para las mujeres campesinas y del artesanado urbano, que bajo ningún punto de vista podían desatender sus tareas domésticas ni sus oficios habituales. No obstante, es probable que en la preocupación de Josefa Amar, haya influido más la proliferación de un modo "mercenario" en el amamantamiento del recién nacido y que por lo tanto había que corregir, del que una efectiva descripción técnica de bienestar. En rigor de verdad, García Herrero, citado por Andrea Bau75, subraya que en la "sociedad zaragozana del siglo XV" existía un comportamiento bastante extendido y con motivaciones económicas para contratar a una nodriza. Esto, dice el autor: "probablemente estaría contradiciendo los dictados de los tratados moralizantes, religiosos y sanitarios". Es también factible que dos siglos después esto continuase, y que haya sido Josefa Amar una de las preocupadas en dar corrección a ello.

    Sin embargo en el caso de que no exista posibilidad alguna de que la madre sea su propia alimentadora, los niños podrían ser cuidados por una ama de leche. Es significativo cómo Josefa Amar en su capítulo cuatro, y acerca de esta posibilidad, señala diferentes conceptos que hacen especialistas de su época en torno a la calidad de la leche cuanto de la elección de la nodriza. Pero es mucho más notorio cómo ella ubica sus opiniones personales, más ligadas a determinantes ideológicos y de mentalidad para ir modelando una conformidad en cuanto a la actuación, representación y autopercepción de estas amas de leche. Al efecto señala:

"Lo más necesario es que las amas sean limpias y cuidadosas de los niños, para lo cual sería muy del caso que se practicase lo que aconseja Mr. Le Roy, y es que, ya que no sea posible obligar a todas las madres a que críen sus propios hijos, se debía vigilar con gran cuidado la conducta de las amas, en particular de las que se llevan los niños a sus casas, sin permitirles dejarlos solos en ellas (...) ¿Qué será si la ama se mantiene de ir desde un lugar a otro a vender ciertos géneros, y se deja entre tanto abandonada la criatura? Así los médicos como los curas de las aldeas debían estar encargados de velar sobre esta materia con autoridad suficiente para premiar y dar certificados a las que desempeñasen bien su oficio y, por el contrario para privar a las que fuesen negligentes."

    Es evidente que a la hora de imaginar la sociedad, los principios funcionalistas y de clase adquirían una elaborada exposición, lo cual con el tiempo se haría "natural" y a favor de vehiculizar una ordenada armonía de la realidad social. Desde luego que esta armonía iba a favor de la defensa de su posición. En el pasaje antedicho de Josefa Amar, puede verse cómo se articula la idea del "correcto funcionamiento de las cosas" tanto con más fuerza sea la apelación a la sanción y a la culpa, y en contra de ella la distinción y evidencia de un "certificado" que garantiza la imposibilidad de desajustes.

    Con relación al vestido de las niñas, Josefa Amar muestra una prudencia y mesura en cuanto al señalamiento de cómo deben ellas vestir, y trata de no prescribir fórmula alguna ya que, según dice:

"Depende del gusto de la gente, y principalmente de la moda...". 76

    Sin embargo, aprovecha la ocasión para dejar marcada las diferencias sociales en el vestir de las niñas, sosteniendo que deberán llevar:

"vestidos decentes conforme a su clase, pero de aquellos géneros que se pueden lavar..." 77

    Refiriéndose a la educación moral, deja manifiesto con claridad la importancia del ejemplo a la hora de persuadir y direccionar algún comportamiento. Tal es así que la moralidad del ejemplo se extiende por la armonía familiar entre padres y madre, el orden de los hijos, los criados y todos los que han de tratar con los niños. Esto, sin dudas es materializar por la visibilidad exterior un cierto orden de procederes que, anclados en disposiciones instruccionistas alcanzan a subjetivizar una moral del Deber por sobre la ética del Derecho.

    Este instrumento metodológico era también aplicado a la hora de identificar la necesidad de la "obediencia y respeto a los padres" 78. En este capítulo queda claro que la comunicación con el niño de dos o tres años es solo de forma unilateral, es decir de un emisor (que en el caso sería la persona adulta) y un receptor (el niño). A éste le que da solo obedecer. Se esfuerza por marcar las diferencias que pudieran existir en los modos de educación del padre y de la madre, indicando que éstas se inclinan más por las "blanduras" y los padres marcan la "dureza de condición". El cuidado, la vigilancia y la dominación son las marcas indelebles que irán prefigurando la sensibilidad corporal de los infantes, en una suerte de comprensión simbólica de lo que es el respeto para Josefa Amar y Borbón. En ese sentido, la autora no tiene reparos en señalar que, aquellas que no sean dóciles y obedientes, y:

"...fueren tercas y desaplicadas, o manifestaren otros vicios más perjudiciales, necesitan ser tratadas con una constante seriedad, para que adquieran el debido temor, y empiecen desde temprano a sujetar sus pasiones". 79

    Es harto repetitivo que, en la evidente construcción que hace Josefa Amar sobre el comportamiento de los niños, por el armado de la antítesis bueno-malo, interviene algo más que una mera y aparente calificación neutra; por el contrario, obedecen a claros criterios de clase y en función de tales pretenden extenderse hacia las demás capas sociales con el fin de crear un "sentido común" en términos hegemónicos.

    Si las intenciones eran de mostrar una practica naturalizada con tendencia natural; la autora no lo logra. Ya que entendemos que toda práctica social no existe independiente de una ideología y de criterios de clase en y a través de las cuales se define.

    Menos contradictorio aún, (en el sentido de la crítica que vengo exponiendo) resultan una serie de justificaciones que Josefa Amar propone cuando se refiere a "las prendas necesarias a las mujeres" en el Capítulo XI de su obra. Ahí dice:

"La moderación es prenda muy recomendable, y casi compañera de la modestia. Esta moderación se ha de guardar en todo, en los vestidos, en las diversiones, en los gastos; en una palabra, en cuanto forma de conducta de una señorita: porque de poco servirá moderar sus deseos en los adornos, si por otra parte se entregan con exceso al juego y a otras diversiones, que arruinan igualmente y hacen perder el tiempo, olvidando los cuidados más esenciales". 80

    Vemos cómo un argumento que se explica en valoraciones y normas de acción, para alcanzar alguna pretensión de verdad utiliza - aunque enmascaradamente- el artilugio de la proposición visible que son el "vestido" o las "prendas". Así se ejerce la coacción por el argumento que, en el caso observado, no lleva la explicación ha menester de convertirse en una fuerza generadora de consenso y, con lo cual desempeñarse como una afirmación de validez.

    El trato y el uso de la urbanidad, parece alcanzar niveles casi medievales en cuanto a las precisiones para "conservar el decoro" y la "verdadera virtud". En ese sentido la autora afirma:

"No se pueden dar reglas fijas en este particular, porque depende en gran parte de las circunstancias, del tiempo y hasta de los países: pero hay ciertos principios generales que convienen a todos, como son el comer con limpieza, y guardar las demás reglas que convienen a la mesa; el tratar a las gentes con atención, distinguiendo con mayor respeto a las que son superiores. (...) el saber presentarse en las concurrencias con las formalidades debidas. (...) faltar a ellas se tiene por un delito grave contra la buena educación". 81


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