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El hinchismo como espectáculo total: una puesta en escena codificada y paródica
Christian Bromberger

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 36 - Mayo de 2001

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     Hemos tenido ocasión de comparar la «cultura17» de los estadios y la de las discotecas (Dal Lago 1990: 102): yendo de un sitio al otro no se experimenta desconcierto alguno. Se encuentran los mismos ritmos y las mismas melodías pegadizas, fáciles de memorizar, ésas de las que cualquiera canturrea la letra, palabra más, palabra menos. Los repertorios de los hinchas, que circulan de un estadio a otro, de un país a otro, se difunden con extremada rapidez (incluso a través de las revistas especializadas, como Supertifo). De manera que se pueden oír en todas las tribunas cantos similares, adaptados y traducidos. El «top» es en estos momentos, el cántico siguiente con la melodía L’uva fogarina, una canción popular del Frioul, que celebra la vendimia y los amoríos que la acompañan:

Versión italiana
(Nápoles)
Quando sarerno
Nella curva A,
Come la bomba
Noi esploderemo.
Napoli qua,
Napoli la,
Napoli è forte
E vincerà.
Versión francesa
(Marsella)
Quand le virage
Se met à chanter,
C’est tout le stade
Qui va s’enflammer.
Il faut chanter.
Il faut chanter.
Et notre équipe
Va gagner.

     Una prueba de la intensa circulación y de las reinterpretaciones es el himno paródico a Maradona (Oh! Mamma, mamma, mamma, mamma (bis). Sai perché mi batt’el corazon? Ho visto Maradona (bis) / Oh! Mamma innamorato son)19 que entonaban los tifosi napolitanos, y que toma su melodía de un éxito popular de las últimas décadas que fue adaptado de la siguiente manera por los Ultras marselleses, a riesgo de caer en algunas inconveniencias métricas:

Oh! Mamma, mamma, mamma, mamma, (bis)
Sais-tu pourquoi mon coeur bat bleu et blanc?
J’ai vu jouer l’OM,
J’ai vu gagner l’OM,
C’est pourquoi mon club
Je l’aime tant.20

     Existe una cultura internacional del hinchismo en constante evolución, en la que las “barras” de hinchas se disputan las innovaciones en la espectacular competencia que libran. Pero esta uniformidad moderna no borra la expresión de las singularidades locales. Éstas se expresan tanto a través de las variantes estilísticas de los repertorios específicos que hemos evocado anteriormente, como a través de emblemas o de tradiciones expresivas singulares. Colores diversos, algunas canciones que forman un fondo propio (el himno de los Ultras en Marsella, la copia de melodías locales en Nápoles), determinadas prendas de vestir que conmemoran un pasado al que se sienten vinculados (los hinchas de Lens llevan un casco de minero, por ejemplo), ciertos instrumentos que suenan como un guiño cómplice a los estereotipos (campanas que se tañen y se agitan para alentar al equipo en Suiza, por ejemplo), y las representaciones, claro está, de los protectores del lugar (Notre-Dame de la Garde en Marsella, San Gennaro en Nápoles, etc.). Más fundamentales e involuntarias son las diferencias de tradición expresiva: el «arte» de los hinchas británicos es ante todo coral, un terreno en el que sus homólogos franceses son mediocres. Los tifosi italianos son, sin duda, los que realizan la síntesis más armoniosa entre las artes visuales y vocales, entre el gesto y la palabra.


Una retórica jocosa y distanciada
     Contrariamente al combate de catch, pantomima burlesca21 que la gente va a ver para reírse, el partido de fútbol no es chiste. Tiene la intensidad del drama, la gravedad de los símbolos, una angustia, un sufrimiento y una alegría que dejan muy poco margen a la risa cómplice o distante.

     Con un partido no se juega. Aquél que sintiéndose superior use la ironía en los momentos fuertes del partido, lo aprenderá rápidamente, muy a su pesar. En el terreno de juego tampoco hay un tono de broma. Lo gracioso sólo irrumpe marginalmente en los vestuarios después del desafío, después de una victoria, o durante el entrenamiento, lejos de las tensiones. No hay nada en el mundo del fútbol que se parezca a esas parodias de partido que organizan los ex-rugbiers, con los trajes graciosos que llevan los menores en una final de campeonato22, los terceros medio-tiempos lúdicos, carnavalescos, que organizan regularmente. De acuerdo con esta comparación ¿no podríamos oponer dos puntos de vista sobre el mundo, el del rugby moldeado por el imaginario de la fiesta rural occitana y las bromas de estudiantina, y el futbolístico, imbuido del universo del trabajo industrial y urbano? En primera instancia, entonces, la risa no parece para nada tener lugar en la cancha, ni en las tribunas, al igual que está fuera de lugar y molesta en los grandes géneros dramáticos.

     Pero si bien el fútbol es un juego metamorfoseado en drama, lo cómico resurge sin embargo en dos formas diferentes que atenúan la intensidad de los sentimientos y llevan hacia lo irrisorio la seriedad de la confrontación. Por una parte, ya lo hemos señalado, este deporte esconde, por sus propiedades intrínsecas, potencialidades cómicas que alimentan las situaciones imprevisibles y el engaño, la astucia o la trampa, uno de los esquemas fundamentales del juego. Por otra parte, la adhesión militante no excluye un distanciamiento, e incluso una puesta en escena humorista de su propia práctica. Cuando los jóvenes hinchas dicen «¡Cómo nos divertimos en el partido!», esto no significa, sino ocasionalmente, que el partido fue rico en episodios graciosos, sino que alentaron a su equipo de un modo enfático y paródico. Cumplieron su rol con sinceridad pero sin privarse de un guiño burlón, gritando slogans ultrajantes o blandiendo emblemas agresivos.

     Vemos este distanciamiento humorístico cuando los espectadores reclaman ruidosamente un penal a favor de un jugador de su equipo que cayó en el área derribado por un supuesto golpe que nunca recibió. Las vociferaciones se mezclan con sonrisas cómplices. Esta ambigüedad en los comportamientos partidarios se percibe claramente cuando se examinan los procedimientos retóricos puestos en práctica para alentar al propio equipo y descalificar al contrario. Un hinchismo en estado puro se conformaría con voces de aliento e insultos convencionales: «Vamos....», «Bravo », «Viva...», «Abajo...», «Muerte a...» La parodia, el énfasis, los juegos de palabras y de sentido que florecen en los estadios introducen una distancia en relación a la norma mínima y atemperan la gravedad de los sentimientos y del drama.

     La desvalorización del otro e incluso el apoyo al propio equipo toman con frecuencia la vía de la parodia burlesca: el entierro simbólico del adversario (hay numerosos ejemplos de esto) que suscita la comicidad. La deformación y adaptación burlona de ritmos, slogans, melodías que provienen de otros registros (el Ave María de Lourdes convertido en «Allez, Allez, Allez les bleus»23, la disyunción24 semántica o estilística en un mismo mensaje como en el siguiente ejemplo: «Oh l’arbitre, écoute la voix du Seigneur: Enc...!»25, cuya declamación subraya la intención paródica: la primera proposición se dice lentamente y a mezza voce, mientras que la última parte se grita, como puede suponerse, a viva voz. Encontramos el mismo procedimiento en una serie de gestos cuando un hincha termina cada salva de aplausos con un corte de manga o incluso en la formación de los nombres que adoptan las hinchadas, donde se cruzan las referencias políticas con emblemas futbolísticos: «Settembre bianconero » (“Septiembre blanco y negro”), etc. Estas amalgamas burlescas, que mezclan géneros y registros, traspasan los límites del estadio cuando, por ejemplo, los estudiantes gritan en la avenida Canebière de Marsella en las manifestaciones de diciembre de 1986: «Devaquet26, salaud, l’OM aura ta peau27 » Es indiscutiblemente en Nápoles en las fiestas del scudetto donde este arte de la parodia alcanza su más alto grado de perfección: ceremonias, folklore, estereotipos, son objeto, como hemos visto, de reinterpretaciones burlonas e irónicas. Los monumentos y la arquitectura urbana no escapan a ese bricolaje cómico: Dante, cuya estatua está entronizada en la plaza del mismo nombre, se transforma en hincha blandiendo una bandera azul; en los barrios populares, los carteles de contramano aparecen pintados con los colores del club, etc.

     El énfasis en la puesta en escena de la adhesión contribuye a esta atmósfera carnavalesca. Muecas, vestimentas, adornos, dan muestras con frecuencia de una exageración conscientemente burlona. Así, el atavío de algunos hinchas se relaciona al mismo tiempo con la panoplia guerrera y con la mascarada burlesca donde el rasgo se acentúa hasta la desmesura: pelucas y vestiduras sacerdotales con colores chillones, profusión de emblemas provocadores y caricaturescos (como los estandartes o los autoadhesivos de los Ultras marselleses que representan a un gladiador, una calavera con un cuchillo entre los dientes, un monstruo con dedos en forma de sables, etc.).

     La retórica humorística del hinchismo se expresa además a través de la abundancia de juegos verbales: el juego con la forma de las palabras para producir nuevos sentidos (juegos de palabras y palabras similares con sentidos diferentes), el juego con el sentido de las palabras para producir una nueva forma (metáforas humorísticas...).

     Al primer registro se relacionan las variaciones corrosivas o laudatorias a partir de los nombres de los presidentes, de los jugadores o de los clubes y ya hemos visto hasta qué punto los hinchas muestran excelencia en la explotación de esos recursos paronímicos. Al segundo registro corresponde una gran producción de expresiones humorísticas: «¡Canarios a la jaula!», se les grita a los jugadores de Nantes que llevan una camiseta amarilla, que es el punto de partida de una cadena de metáforas. «Eso es puro cerdo», exclaman con una sonrisa amarga cuando Strasbourg le hace un gol al OM, etc. Estos juegos de sentido pueden ser aprovechados para denigrar a los del propio equipo que no hicieron suficiente mérito. En 1987, el OM reclutó a un sólido mediocampista llamado Delamontagne, cuyas hazañas no estuvieron a la altura de lo que sugería su nombre a los espíritus sarcásticos; entonces lo rebautizaron Delacolline.28

     En el transcurso de los partidos, se producen comentarios graciosos que no son ni elogios ni insultos, acompañan las acciones del juego: cuando un jugador manda la pelota «a las nubes» nuestro vecino ocasional exclama, por ejemplo, la antífrasis: «¡Oh un poeta!» El distanciamiento cómico toma un giro aún más explícito cuando jóvenes hinchas gritan slogans deliberadamente provocadores que ya no tienen nada que ver con el desarrollo del partido. Así, en el transcurso de una semifinal dramática del campeonato de Europa de las Naciones (Francia-Portugal en 1984), vivas y gritos de aliento se entremezclaban con el grito «Liberen a Zampa29» vociferado por una cohorte bufona. Formas extremas de este distanciamiento, esos momentos en que los hinchas se ríen de ellos mismos, de su pasión, de los estereotipos que les asignan, e incluso de los sinsabores de su equipo: un tifoso blandiendo una pancarta donde se lee «Mamma sono qui» (“Mamá, aquí estoy”), reflexión irónica sobre el anonimato del espectador. Otro lleva un banderín con la leyenda «Mamma solo il Napoli ti eguaglia» (“Mamá, sólo el Napoli te iguala”). Otro, finalmente, evoca con ironía la historia poco gloriosa de su cuadro: «Scusate per il ritardo: 1926-1987» («Disculpen por la demora: 1926-1987»), porque el Napoli conquistó su primer título recién después de sesenta y un años de existencia.

     La efervescencia del estadio, paréntesis festiva en el tiempo, el espacio y las normas de todos los días, se presta particularmente a la inventiva y a la expresión de esos «cortocircuitos» lúdicos del pensamiento.30

     Todas estas manifestaciones graciosas atemperan por momentos la intensidad del drama, pero conservan, en su mayor parte, una profunda ambigüedad: las burlas insidiosas dirigidas a los adversarios relativizan, sin duda, el alcance de los insultos, pero apuestan también a aumentar la agudeza de las apuestas. Parodia, énfasis, juegos verbales florecen aún más cuando el adversario es temible y en la medida en que la hostilidad que se siente frente a él es más fuerte. Aquí, como en otras partes31, se ríe ante todo de aquello que se teme: del líder del campeonato, de un equipo con el que se tiene una larga tradición de enemistad, de la vedette adversaria que es tanto más blanco de burlas cuanto más amenazadora resulta, o incluso del propio equipo, cuando la vergüenza sufrida se torna insoportable. Por ese mismo mecanismo, la risa exorciza parcialmente el drama, substituyendo lo trágico por la broma y la expresión violenta de los sentimientos por la ironía. Cumple, entonces, una función catártica pero nos recuerda por los registros de los que se nutre, que el partido nos habla de cosas serias: la muerte, el sexo, la identidad del otro. Por precaria y frágil que sea, subraya sin embargo una participación sincera y militante que no excluye un distanciamiento esporádico del evento y de las propias emociones.

     Esta conjunción de un compromiso serio y una conciencia intersticial de la ironía es una característica mayor del enfrentamiento deportivo. Los comportamientos de los hinchas aparecen como compromisos o más frecuentemente oscilan32 entre movilización ferviente y toma de distancia divertida. En el centro del drama, la participación es, de un modo ritualizado, lo que nos muestra a través de los slogans y emblemas: la guerra, el amor a los suyos y el odio a los otros. En otros momentos, más relajados, se desliza hacia una puesta en escena satírica de esos mismos temas y comportamientos, con rituales de un segundo grado, por así decirlo. Los insultos siguen siendo los mismos, pero la mirada y el tono toman otra dirección.

     Los etnólogos han señalado en algunas ocasiones los desfasajes entre las actitudes de los fieles y la seriedad de las ceremonias que los convocan.

     “Sucede - señala Malinowski (1963: 202) - que en el medio de una tarea un hombre se pone de pronto a ejecutar rápidamente una operación ritual, mientras que sus compañeros continúan hablando y riendo sin ocuparse de él en absoluto”.33

     Esta “implicación paradójica34” que se amolda a actitudes contradictorias es lo que muestran los comportamientos de los hinchas. Y es esta misma ambigüedad la que se transparenta cuando se enfoca el partido de fútbol como uno de los rituales mayores de nuestro tiempo.


Notas

  1. Especie de teatro shiita en el que se pone en escena la dolorosa pasión del imán Hoseyn y de sus fieles. Durante las representaciones los espectadores manifiestan su aflicción e increpan a los actores que tienen los papeles de personajes "malvados".

  2. Sobre las características de la «masa en anillo”, ver Canetti (1986: 26). Sin embargo, no seguiremos a este autor cuando se refiere a los individuos que conforman esta masa: «Terminan por parecerse mucho; se comportan en forma similar» (Ibíd. : 26-27).

  3. Los animadores de las hinchadas cuentan que pierden de dos a tres kilos en cada partido... igual que los jugadores.

  4. Según los términos de M. Maffesoli (1991 : 61) que van en sentido contrario de los datos observables.

  5. En el sentido que les da J. Huxley (1971: 9), es decir como “formalizaciones y canalizaciones adaptativas de comportamientos con motivación emocional”.

  6. Sólo en tono de confidencia los hinchas «reconocen» sus lágrimas o su noche agitada después de una derrota.

  7. Según la expresión de G. Haldas (1981: 40) ,quien dedica bellas páginas a las emociones que se sienten antes y durante el partido

  8. No queremos decir con esto que el espectáculo de las tribunas presenta las mismas cualidades artísticas que una ópera sino que combina, como la ópera, todos los recursos de las bellas artes (movimientos corporales, decorado, drama, música. canto).

  9. « El soldado enamorado », célebre canción compuesta por Califano y Cannio en 1915.

  10. «Cenicienta ». Los hinchas napolitanos adaptaron la letra de esta célebre canción de De Simone: «Che belle cosce ca tené Maradona» (« Qué lindos muslos tiene Maradona »).

  11. "¿Qué es ese aroma de flores / que viene de la montaña?”

  12. Himno nacional de los países de lengua occitana, compuesto por F. Mistral en 1868. Con la música de La Coupo Santo se compuso el himno del OM, grabado en 1971 por Félix Pironti, vieja gloria del club.

  13. N. de la T.: “Esto es sólo el principio / La lucha continúa”

  14. N. de la T.: “Quién es el más fuerte / el más fuerte es el OM”

  15. N. de la T.: “X, basura / el pueblo te va a liquidar”

  16. N. de la T.: “Árbitro, basura / el pueblo te va a liquidar”

  17. Al utilizar este término no queremos hacer un juicio de valor y exaltar gestos y cantos de los Ultras al nivel de una gran obra artística. A. Finkielkraut ha denunciado con justeza los divagues etnologistas que llevan a atribuir el mismo nivel a las diferentes producciones culturales. Si bien las manifestaciones de los Ultras trasuntan innegablemente una estética, no pretendemos por eso que una bella coreografía en las tribunas sea equiparable a «un ballet de Pina Bausch» (Finkielkraut 1987: 138).

  18. La traducción de la versión francesa es la siguiente: Cuando la tribuna / se ponga a cantar / todo el estadio / se va a inflamar. / Hay que cantar / Hay que cantar / y nuestro equipo / va a ganar.

  19. Oh, Mama, mama, mama, mama / ¿sabes por qué late mi corazón? / Porque vi jugar a Maradona / Y enamorado estoy”

  20. N. de la T.: “Oh, Mama, mama, mama, mama / ¿sabes por qué mi corazón late en blanco y azul? / Porque vi jugar al OM, vi ganar al OM / Y es por eso que amo tanto a mi club”

  21. Sobre este arte del simulacro y de la tomadura de pelo, ver Lamoureux (1985).

  22. Los jugadores del Racing Club de Francia en la final del campeonato de Francia 1987-1988.

  23. Aquí encontramos formas de modificación de las melodías de base similares a las parodias de vísperas analizadas por J. Cheyronnaud (1988).

  24. Sobre la disyunción como procedimiento cómico, ver Morin (1966) y Bromberger (1986).

  25. N. de la T.: «Oh árbitro, escucha la voz del Señor… : ¡Hijo de puta!»

  26. El entonces Secretario de Educación Pública.

  27. N. de la T. : “Devaquet, basura, el OM te va a liquidar”

  28. N. de la T.: juego de palabras: “De la Montaña” pasa a ser “De la Colina”

  29. Gángster marsellés que acababa de ser arrestado.

  30. Acerca de estos “cortocircuitos” lúdicos del pensamiento, ver Bastide (1970).

  31. Por ejemplo entre los indios Chulupi, ver Clastres (1974).

  32. Sobre estos comportamientos «dobles», ver Barel (1989).

  33. Ver, en el mismo sentido, las muy pertinentes observaciones de M. Douglas (1971: 24): «El antropólogo espera por lo menos de los primitivos que celebren sus ritos con reverencia. Como el turista librepensador de visita en Saint-Pierre, se siente chocado por el charlataneo irrespetuoso de los adultos y por los niños que juegan en las baldosas de piedra.»

  34. Esta expresión es de A. Piette. autor de dos ensayos agudos (1990; 1992) sobre la «lateralidad» y el distanciamiento en los rituales contemporáneos.


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