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Intervención psicológica en fútbol base con niños de 4 a 7 años
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 35 - Abril de 2001 |
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Dimensiones y forma del terreno de juego
El espacio de juego es aquel en el cual se desarrolla la acción. Éste tiene claramente definidas sus fronteras, fuera de las cuales el juego deja de tener sentido. En el fútbol, como otros deportes de equipo, su espacio se caracteriza por ser estable y estandarizado. Las modificaciones que se hagan en sus medidas, respecto de su reducción, comportará modificaciones del juego y de las interacciones que en él se den. Así es de esperar que cuanto más grande sea el espacio más fáciles serán las maniobras que hagan (habrá más espacio individual), por contra, la tarea de los defensores aumentará en dificultad. Las interacciones como grupo también irán en relación con el espacio individual, tal y como experimentamos en la escuela de fútbol del Girona FC, de forma que al disminuir éste aumentaran la cantidad de contactos hasta el punto que pueden afectar a la calidad de estos y devenir (si la reducción es importante) en conductas agresivas. Respecto de la forma, los terrenos de juego más anchos facilitan el juego por las bandas, mientras que los estrechos y alargados facilitan el juego vertical. Cualquier variación que se produzca en las medidas es muy probable pues que incida en la forma jugada, es por tanto una variable a tener en cuenta en el momento de trabajar sobre objetivos concretos y por tanto la propuesta va encaminada a la existencia de elementos físicos variables para delimitar el terreno de juego.
Línea de demarcación
Los terrenos de juego normalmente están delimitados por líneas pintadas o marcadas en el mismo terreno, las cuales se pueden traspasar físicamente. Esto es aplicable al reglamento de la gran mayoría de deportes de equipo que se juegan con balón, en los cuales, cuando éste sale de los límites el juego se para y es necesario volver a empezarlo a partir del saque desde la banda por la que ha salido. Esto que nos parece que es una cosa normal y lógica, cuando hablamos de niños que están iniciando su aprendizaje del deporte, se transforma en un problema. No tienen un dominio de la técnica demasiado bueno y muchas veces no tiene desarrolladas las capacidades psicofísicas necesarias para alcanzar determinadas acciones con una cierta facilidad. El niño, en su deseo de jugar, no puede controlar suficientemente aspectos como la dirección o la fuerza con que golpea la pelota y esto hace que ésta salga del terreno de juego a menudo. Si esta situación se da en el juego libre puro, sin límites, no habrá problema para que los niños sigan jugando ocupando otro espacio, ahora bien, si la situación de juego implica el reconocimiento de unos límites, cada vez que la pelota salga fuera de banda el juego se parará con la consecuente pérdida de tiempo. Es por eso que la propuesta, en este caso y ampliando la anterior, sobre las dimensiones del espacio, va en el sentido de intentar delimitar físicamente el espacio de juego, al comienzo de la práctica del deporte, de forma que la pelota no pueda salir fácilmente del terreno y vuelva cada vez al campo consiguiendo que aumenten los contactos niño/balón y con ello el tiempo real de juego. Es necesario sin embargo que exista la posibilidad de poder mover estos límites progresivamente y separarlos de lo que es propiamente el terreno de juego marcado, para que así el niño comience a aprender la reglamentación. Nuestras experiencias cuando hemos podido utilizar espacios "cerrados" para la práctica del juego con un grupo reducido han sido muy positivas.
Porterías
Tal y como hemos venido exponiendo en el caso del terreno juego, también deberían hacerse variaciones en un elemento fundamental de este deporte como son las porterías.
Si nos dedicamos a medir la altura media de los niños de diferentes edades observaríamos como la proporción que hay entre las porterías que utilizan y su medida es inversa a la edad de los niños. Es decir, cuanto más pequeños más grandes son los marcos.
Si lo que queremos es que los niños, en tanto que su capacidad técnica no está demasiado desarrollada, tengan facilidad para hacer goles, luego no hay que hacer ningún cambio y pueden seguir jugando con las porterías de adultos. Ahora bien si lo que pretendemos es que además de divertirse vayan aprendiendo y perfeccionen poco a poco su técnica y aumenten la precisión en sus acciones, luego, hay que introducir modificaciones tanto por lo que respecta a la altura con a la anchura. Así, parece evidente que porterías más pequeñas y bajas tienden a favorecer el juego defensivo, mientras que las más grandes, parecidas a la reales, estimulan el juego del atacante. Evidentemente esta visión es siempre desde el jugador de campo, nunca desde la del portero. ¿Quizá sea por eso que la "demanda" para ser portero sea más bien escasa?, puesto que parece obvio que dentro de estas desproporcionadas porterías el niño está sometido a fracasos constantes. Aplicando una proporción simple tenemos que si a un niño de 1,10 metros de altura (para una edad aproximada de 7 años) lo situamos bajo los palos de una portería que según la reglamentación del futbol-7 debe tener 2 metros de alto por 6 de ancho, a un adulto de 1,80 metros debería corresponderle unas medidas de 3,27 metros de altura por 9.8 metros de ancho...
Balón
Es muy importante también, siguiendo los razonamientos anteriores, emplear pelotas que se adapten a las características físicas de los niños y también a la tarea que se pretenda desarrollar. En este sentido considero que los niños tienen que empezar practicando con balones de poco peso, tamaño reducido y que no se desplacen muy rápidas. Según la reglamentación del futbol-7 la medida de la circunferencia del balón debe oscilar entre les 66 y los 63,5 cm. Tal y como antes hemos hecho con las porterías, a un adulto le correspondería una balón de una medida de circunferencia aproximada de 106 centímetros... Con ello no quiero decir que no se utilicen este tipo de balones si no que estos debería adecuarse a las medidas antropométricas del niño en sus diferentes edades y deberían ser así mismo de diferentes materiales, pesos e inclusos formas para introducir el máximo número de variaciones en el juego y con ello una mayor diversidad de experiencias en el jugador.
6. Propuestas finalesDespués de haber pasado una temporada dentro de la escuela de fútbol base del Girona FC, "l'Escoleta" he podido comprobar que lo más importante no es el trabajo directo con los niños, al menos en una primera intervención, sino el trabajo para los niños. Con ello quiero decir que donde es necesario incidir de forma plena es en dos aspectos fundamentales: los padres y los entrenadores.
Deben dedicarse esfuerzos para "educar" tanto a los padres como a los entrenadores. Para eso considero muy favorable la creación de un curso para entrenadores, específico para estas edades tan tempranas, el cual debería enfocarse desde diversos campos: psicomotor, físico, técnico, táctico, psicológico,... Complementado ello con charlas a los padres en las que se informaría entre otras cosas: de los objetivos, la metodología, las normas,... además de unas sesiones formativas dirigidas a ellos en las que se dieran orientaciones sobre las mejores actitudes a adoptar respecto al niño para favorecer su desarrollo integral.
La metodología de enseñanza debería ser eminentemente práctica: sesiones de confección de juegos y práctica de los mismos, sesiones del tipo "role-playing" comentadas y "criticadas" por los mismos compañeros.
A lo largo de la temporada también habría que incluir jornadas de Juego compartido en las cuales los adultos se unieran a los niños, permitiendo que éstos últimos siguieran manteniendo el control, interactuando el adulto sólo cuando le fuera demandado por los jugadores a través de preguntas.
Notas
Bettelheim, Bruno. Psicoanálisis de los cuentos hadas. Barcelona: Crítica Grijalbo Mondadori, 1997.9 p.
Cuando utilice en esta ponencia la palabra niño debe entenderse las dos posibilidades en cuanto a sexo: niño/niña.
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