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Intervención psicológica
en fútbol base con niños de 4 a 7 años

  Grup AXIOS
(España)
Joaquim Palau Matas
quim@vilajuiga.com

 

 

 

 
    I Jornades Internacionals de Fútbol Base. Escola de Fútbol de Girona F.C. Girona
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 35 - Abril de 2001

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Actualmente, como en otros tiempos, la tarea más importante y, al mismo tiempo,
la más difícil en la educación de un niño es la de ayudarle a encontrar sentido a la vida”1
.
(Bruno Bettelheim, 1997)

1. Introducción

    El niño2 mientras se desarrolla tiene que aprender paso a paso a comprenderse mejor, y así, ser capaz de comprender a los demás y relacionarse con ellos de una forma mútuamente satisfactoria. Se trata en definitiva de alcanzar un sentido más profundo de la vida, trascender sobre las propias limitaciones de la existencia, soñar en que uno puede hacer una importante contribución a la vida, ahora o en el futuro. Este hecho de soñar es un acto individual que no se debe evitar u obstaculizar y que tampoco nadie debería hacer por él. Al respecto, Kalil Gibran escribe cuando habla con los padres en "El profeta":


"Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos,
porque ellos tienen los suyos propios.
Podéis dar cobijo a su cuerpo, pero a su alma no,
porque sus almas viven en la casa del mañana,
la cual no podéis visitar, ni siquiera en vuestros sueños.
Podéis esforzaros para ser como ellos, pero no
intentéis que ellos sean como vosotros.
Porque la vida no camina hacia atrás ni se
detiene con el ayer."
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    Los adultos debemos evitar hacer interpretaciones sobre aquello que piensan y sienten los niños puesto que les privarán de la posibilidad de sentir que ellos, sin ayuda, son capaces de hacer frente a situaciones difíciles y resolverlas. De hecho, si reflexionamos sobre ello y lo aplicamos en nosotros mismos, observaremos que crecemos, encontramos sentido a nuestras vidas y nos sentimos seguros, cuando podemos comprender y resolver nuestros problemas sin recibir ayuda ni explicaciones. Con ello no quiero decir que no sea necesaria la presencia (con un significado amplio del término) de un adulto con el cual el niño mantenga un fuerte vínculo afectivo, si no que afirmo que es necesario permitir a los niños que afronten sus propias dificultades y descubran, si es necesario ayudados por un adulto, las mejores soluciones.

    El niño tiene que escribir su propia historia y este aprendizaje lo debe hacer "jugando", poniendo un especial énfasis en la palabra "juego", entendida además de como actividad lúdica sin objetivo preciso que no sea el del propio juego, como estado mental en el que el niño tiene la oportunidad de "resolver problemas pendientes, afrontar presiones del momento y experimentar con varios papeles y formas de interacción social al objeto de determinar hasta que punto le convienen."4 En esta "experiencia" que es el juego, tal como escribió Winnicott (1995) "tiene que haber personas responsables cerca; pero ello no significa que deban intervenir en el juego"5


2. Planteamiento inicial: marco teórico

    Vygotski6 escribió que es necesario diferenciar entre lo que un niño es capaz de hacer y aprender por sí mismo (desarrollo efectivo) y lo que es capaz de hacer y aprender mediante la ayuda de otras personas (desarrollo potencial). La distancia entre estos dos puntos es lo que denomina como "zona de desarrollo próximo", en tanto que se sitúa entre el nivel de desarrollo efectivo y el nivel de desarrollo potencial. De tal forma que el aprendizaje realmente eficaz será aquel que tenga su punto de partida en el nivel de desarrollo efectivo del niño y le resulte a éste suficientemente significativo como para que se fije. En este tipo de aprendizaje, en contraposición con el aprendizaje repetitivo, el material nuevo se relaciona de forma sustancial con el que el niño ya sabe. Ahora bien, para qué los diferentes aprendizajes sean significativos es necesario favorecer su comprensión, para ello tal y como proponen Moreno i Rodríguez7, se tiene que tomar como punto de partida un modelo integrado, concretamente el de Nuker i Thorpe, en el que desde la actividad global y dando menos peso al principio al entrenamiento analítico, progresivamente se irá adaptando a las posibilidades de ejecución y comprensión del niño en función del estadio de desarrollo en el que se encuentre.

    De las diferentes etapas de aprendizaje, la que comprende las edades entre los 4 y los 7 años es una etapa inicial que constituye el segundo escalón en el proceso evolutivo psicomotor. Si bien, en un principio, parecería que por este mismo motivo no debería haber un nivel de exigencia muy elevado por parte de los padres, al tratarse (en general) de los primeros años en que los niños están integrados dentro de una escuela deportiva, la realidad es bien diferente. ¿Existe una forma de “presión”, quizá "inconsciente"? , ejercida de forma muy sutil a veces, y otras, claramente observable que impide o dificulta el hecho que los niños puedan disfrutar del tiempo que dedican al juego y al ocio. Por otro lado, también es cierto que existe un cierto desconocimiento de cual seria la forma idónea de trabajar con niños de una edad tan precoz.

    Una práctica deportiva bien dirigida contribuirá a facilitar elementos fundamentales para el desarrollo y la estabilización de las vertientes: intelectual y psíquica del niño, de aquí que cualquier estrategia inicial de trabajo psicológico fuere necesario dirigirla en primera instancia a los entrenadores y a los padres, para continuar con los directivos y otras personas que intervengan de una forma u otra en la formación deportiva del niño. Respecto al niño y siempre dentro de un planteamiento inicial, el enfoque a seguir más adecuado es el de potenciar el juego tal y como anteriormente he mencionado y de forma especial el juego libre o, tal y como escribe Postman: "el juego espontáneo"8, como camino hacia el juego estructurado, trabajando de forma muy específica la psicomotricidad; pues tal y como escribe Wickstrom9 los cinco primeros años de vida están considerados como un período en el que aparecen los patrones motores básicos. De los 3 a los 7 años deben de trabajarse las habilidades motrices básicas: equilibrio, correr, saltar, sentarse, lanzamientos, capturas, paradas, tracciones, empujar,...; para pasar luego a una fase de transición hacia el deporte que se quiera practicar, en la cual se llevarían a término actividades de juegos y otras alternativas, dirigidas a la iniciación deportiva.

    En tanto que hablamos de juego libre, definiré éste como una actividad lúdica, sin más objetivo que el del mismo juego, mínimamente organizada. De lo cual se deduce que la intervención por parte del adulto tiene que ser muy reducida. Cabe sin embargo una aclaración para decir que cuando utilizo los términos "juego libre" no quiero hacer referencia a un juego sin ningún tipo de dirección. No por que no fuera deseable, sino por que entiendo que cualquier juego integrado dentro de una "escuela" pasa a ser casi automáticamente un juego dirigido desde el mismo momento en que el adulto lo ha incluido dentro de una estrategia de trabajo y también por que tal y como Vygotski10 refirió, todo juego es un juego reglado por el solo hecho que aquellos que lo practican adoptan un determinado rol. Sin olvidar esta aclaración y aplicando la idea de juego libre al fútbol, es necesario partir de una definición de este juego muy simplificada, sencilla y especialmente comprensible para el niño que lo practicará. En nuestro caso y dentro del fútbol, dos definiciones que podrían ajustarse a este criterio son:

  • Juego que consiste "en introducir la pelota en la portería del equipo adversario, jugándola solo con los pies, sin ayuda de las manos y manteniéndose siempre dentro de los límites del campo, marcados en el suelo "11

  • O bien: "Desplazar la pelota, con cualquier parte del cuerpo (excepto los brazos) y fundamentalmente con la cabeza y los pies, hasta conseguir que ésta traspase totalmente la portería. Con esta acción el equipo atacante consigue un gol”.12

    Sin embargo, para el intervalo de edad sobre al cual va dirigido esta intervención, estas definiciones son todavía demasiado específicas e incluso podríamos decir "complejas", y si bien se podrían plantear como objetivo a alcanzar, de entrada, soy partidario de dejar que sea el propio niño quien "construya" su propia definición, según su ritmo de aprendizaje. Vuelvo a insistir pues en la necesidad que los adultos intervengan lo menos posible en el desarrollo del juego y su organización, en esta primera etapa de aprendizaje. En caso de intervenir conviene recordar sin embargo que solo resultarán convincentes para el niño los razonamientos que sean inteligibles, en términos de conocimiento y preocupaciones emocionales, es decir, debe facilitarse una información que se ajuste lo más posible al nivel del niño, sin extenderse demasiado. Bettelheim nos da un buen ejemplo de ello cuando escribe “.., el fútbol,..., de lo que se trata, es de atacar e invadir la casa o meta del otro equipo, empleando una pelota, y defender a cualquier precio el territorio propio contra este peligro”, y simplificando luego todavía más, el mismo autor escribió que en el fútbol, "de lo que se trata es del ataque y de la defensa de la casa, los equipos son como grupos de hermanos o hermanas "13.

    Definido el juego de una forma tan simple, continuaré con el marco teórico sobre el que centraré mi intervención en el club. Concretamente, respecto del desarrollo psicomotor se fundamentará principalmente en la teoría fenomeno-estructural propuesta por Bayer14. Según ésta existen estructuras comunes entre dos tareas, las cuales pueden ser reconocidas o no por el sujeto en función de su actitud adoptada. El aprendizaje se produciría por la transferencia de estructuras o principios de forma que el sujeto tomando parte activa, es capaz de darles un sentido y/o modificarlas. Así, cada persona por su experiencia, participa activamente en la construcción de su devenir motor, lo cual es opuesto al establecimiento de hábitos estereotipados como resultado del entrenamiento mecánico. Entrenamiento éste que no hace más que ahogar la “personalidad” del jugador, reduciéndolo y forzándolo a realizar acciones individuales precisas, como un robot o un autómata, frenando sus posibilidades de expresión y desarrollo cualitativo del pensamiento técnico/táctico. Se trata de conseguir que el niño después del aprendizaje, no del amaestramiento, consiga adaptaciones variadas a situaciones así mismo variadas. Que sea capaz de emplear las experiencias de un aprendizaje anterior, detectando y tratando las situaciones estructuralmente análogas. El objetivo es formar personas con capacidad para adaptarse y no personas adaptadas, niños dotados de capacidades de generalización. No hemos de ser, como escribió Bruner, "ingenieros"15 de la conducta del niño si no que hemos de participar en la transformación "de seres dependientes en seres autónomos"16, intentando que obtengan la capacidad de adaptarse a la evolución temporal de las situaciones, en contraposición al entrenamiento mecánico.

    Un punto dentro del proceso de aprendizaje que suele resultar controvertido es sobre la necesidad o no de especialización, en esta primera etapa de aprendizaje (4-7 años). Linaza y Maldonado17 hacen referencia a ello cuando escriben que hasta alcanzar la adolescencia (11-12 años), los programas de desarrollo físico y motor, deberían tener como objetivo la diversificación de actividades. De acuerdo con esta misma opinión, Durand refiere que: “.. Es inútil, ineficaz e incluso peligroso encerrar demasiado pronto al niño en aprendizajes específicos"18 antes de los 6 años. En la misma línea, Molnar afirma que : “El entrenamiento intensivo precoz es totalmente erróneo y alejado de las necesidades biológicas y psicológicas infantiles”19. Bruner así mismo escribe: "Volverse mas desespecializado en una función supone que será mayor la variedad de las funciones que pueden realizarse"20

    Partiendo de estas premisas y con el objetivo de evitar la especialización temprana, el paso siguiente será el de iniciar esta planificación desde la perspectiva del aprendizaje global: jugador y juego. Estableciendo una progresión en este aprendizaje que tal y como escribe Tasset, configure una “serie de pruebas conseguidas”21. Complementariamente, es necesario enfocar este aprendizaje de forma individualizada, dentro de nuestras posibilidades, en tanto que la atención que pueda demandar el niño puede llegar a superarnos y afectar el trabajo global.

    Para esta progresión hay que tener en cuenta los diferentes estadios de desarrollo del niño, tanto físicos como psíquicos, y paralelamente a ella habría que plantear una progresión del mismo concepto de juego que tuviese su inicio en el juego libre ( tal y como se ha propuesto anteriormente) y que como objetivo final se aproximase lo más posible al juego real. En etapas intermedias habría que ir introduciendo diferentes grados de complejidad del juego, así como diferentes grados de toma de decisiones. Como reflexión, propongo la lectura del siguiente párrafo:

    Bettelheim escribió: “Los padres deben decidir cuales de las dos cosas es más importante: que sus hijos se acostumbren rápidamente a jugar de acuerdo con las reglas propias de los adultos, o que se esfuercen en convertirse en seres humanos reflexivos y autónomos diseñando planes para el juego, aunque una parte del tiempo disponible se gaste en este difícil proceso... La obediencia no requiere aprender a sopesar opciones, a llegar libremente a acuerdos con sus semejantes y a poner a prueba en la práctica la factibilitat de las reglas decididas en teoría. El niño que juega tal y como se le indica puede mejorar su habilidad en determinado juego, pero no aprenderá a cooperar con sus semejantes, ni lo que supone diseñar reglas para su propia conducta en cooperación con otros niños; el juego lo puede aprender bastante bien pero el niño no se socializará jugándolo... Las funciones más importantes del juego libre y del juego estructurado,.., consisten en ofrecer al niño la oportunidad de resolver problemas pendientes, afrontar presiones del momento y experimentar con diversos papeles y formas de interacción social con el objeto de determinar hasta que punto le convienen. Todos estos propósitos quedan anulados cuando los adultos imponen sus pautas de seriedad en las actividades del niño.”

    Respecto al juego libre escribió: "La transición es gradual desde el juego libre (caracterizado por la espontaneidad, la fantasía y los cambios bruscos de contenido de la realidad a la imaginación; hasta los juegos estructurados, que requieren mucho más autodominio para esperar que llegue tu turno y para ajustarse a las reglas del juego, aunque obedecerlas te lleve a la derrota”.

    En relación con las reglas, Piaget insistía en la necesidad de aprender a jugar con ellas, en el sentido que era uno de los pasos más importantes en la socialización del niño, sin embargo, tal y como escribió Bettelheim, “no se aprenderá ninguna de estas capacidades socializadoras si los adultos tratan de controlar a que juegos se debe jugar, o si impiden experimentar con las reglas (lo cual los adultos temen que pueda llevar al caos), o si llenos de impaciencia, insisten en que el juego empiece sin demora ”, no dejando que los niños ocupen una buena de su tiempo discutiendo o deliberando las reglas a seguir, “cuando intervienen para organizar un juego, los adultos privan a los niños del crecimiento personal que podrían adquirir mediante estos preliminares absorbentes”.

    Es por ello que mi propuesta en esta etapa tiene su inicio en la consideración del juego libre, aplicado en nuestro caso al aprendizaje global en el deporte del fútbol, como punto fundamental para el inicio de una progresión hacia el juego real (juego estructurado). Dentro del juego libre es necesario estimular la iniciativa, la espontaneidad, la imaginación, la creatividad y la fantasía, de forma que el niño acceda de forma gradual al aprendizaje de este deporte. Aprendizaje que deberá ir aproximándose a la práctica específica del fútbol, de forma esporádica al principio y luego más regular, a medida que se avance en el tiempo. Sin olvidar que debe plantearse de una forma muy simplificada, totalmente lúdica y en especial, al principio, “figurada”; en el sentido que no necesariamente tiene que cumplir los requisitos del fútbol adulto: se puede jugar sin porterías, en espacios diferentes,... Seguidamente y según el niño vaya madurando, el adulto se irá implicando un poco más en el juego, introduciendo normas y reglas, lo cual provocará que el juego vaya cambiando hacia un tipo de juego “dirigido”.


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