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Propuesta de un método de entrenamiento universal para deportes de |
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* Licenciado en Ciencias de la Información. Entrenador Nacional de Atletismo. Máster en Alto Rendimiento Deportivo. ** Doctor en Educación Física. Profesor de fútbol de la Universidad de Extremadura. Máster en Alto Rendimiento Deportivo. *** Licenciada en Educación Física. Profesora de Baloncesto de la Universidad de Extremadura |
Antonio Orta Cantón*
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 27 - Noviembre de 2000 |
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Introducción
Hoy en día parece una perogrullada decir que los deportes de equipo (D.E.) se diferencian sustancialmente de los deportes individuales (D.I.) en múltiples aspectos. Pero, este principio axiomático, no siempre fue tan evidente para la Teoría del Entrenamiento, que durante muchos años ha elaborado planteamientos extrapolando concepciones y métodos de trabajo de otras especialidades a los deportes de equipo.
Al estar el rendimiento en los D.I. condicionados fundamentalmente por los factores de ejecución del actor motor (técnica y condición física), buena parte de los planteamientos aplicados a los D.E. son consecuencia directa de una predominancia total en la Teoría del Entrenamiento de los aspectos biológicos, sobre una concepción más global que incluya pertinentemente los factores percepetivo-cognitivos que caracterizan y dominan los deportes de colaboración-oposición.
Esta situación heredada es lo que Jordi Álvaro denomina el "mayor problema epistemológico" que vive el entrenamiento de los D.E. en la actualidad.
"Las estructuras de planificación y programación en los D.E. deben atender, sin olvidar los aspectos condicionales y motrices, a las leyes que regulan las variables cognitivas y las de aprendizaje, factores que raramente se contempla en la Teoría del Entrenamiento". (Álvaro, 1999).
Este autor afirma que históricamente se ha venido pensado que los deportes colectivos sólo eran diferentes de los demás porque tenían un componente táctico colectivo, encaminado a coordinar las distintas situaciones individuales, ya que los aspectos físicos y técnicos tenían un tratamiento idéntico que en los deportes individuales.
Como los aspectos físicos eran difícilmente cuantificables, se buscaron combinaciones de modelos, ya sistematizados, extraídos de los deportes individuales. Por ejemplo, durante mucho tiempo, se consideró al jugador de balonmano, una mezcla entre un corredor de 400 metros y un lanzador de jabalina (Álvaro et al. , 1996).
En la misma línea, producto de una concepción analítica de los D.E., en el aspecto técnico se establecieron modelos concretos y muy específicos en cada deporte, que daban respuesta a cada una de las situaciones planteadas en el juego.
En el lado opuesto, la Teoría del Entrenamiento también nos ofrece otras perspectivas de los D.E. (Modelo Funcional, Modelo Praxiológico, etc.), centradas más en los aspectos perceptivo-cognitivos, y que han contribuido al análisis estructural investigando los parámetros que configuran la lógica interna de estos deportes.
Estos modelos de análisis no sólo nos han aportado un mayor conocimiento sobre las leyes que rigen los comportamientos y las decisiones en los deportes de colaboración-oposición, sino que además han venido a enriquecer las situaciones de aprendizaje, facilitándonos variables nuevas a tener en cuenta en la construcción y formación del jugador.
La convivencia de ambas tendencias en el seno de la Teoría del Entrenamiento ha estado más o menos marcada por la confrontación. No resulta extraño, por ello, que todavía, hoy en día, estemos discutiendo la prioridad del aspecto biológico sobre lo que Verjoshansky ha llegado a definir como "concepciones pseudopedagógicas del entrenamiento".
Lo que no podemos discutir es que todos y cada uno de los modelos de análisis de los D.E. han supuesto un constante avance en el conocimiento de estos deportes, que ha generado, a su vez, nuevas estructuras de enseñanza y nuevos sistemas de entrenamiento, con la consiguiente mejora del juego y de la calidad de los jugadores (Álvaro et al., 1996).
En medio de este panorama surgen nuevas voces -incluso desde el seno de los modelos mencionados- que apuntan la necesidad de avanzar sobre el conocimiento de la competición. El rendimiento de los equipos y de los jugadores en la competición de elite, se presenta como una realidad que no se puede analizar con los criterios y las leyes de los modelos actuales.
La integración práctica de todos estos conocimientos en la dinámica de la preparación del deportista ha sido, si cabe, más enrevesada y tortuosa. Si los aspectos bioenergéticos no son suficientes para afrontar la preparación del jugador y del equipo, es obvio que tampoco los factores de rendimiento deben hacer referencia única y exclusiva al componente perceptivo-cognitivo, es decir a los aspectos técnico-tácticos.
Sin embargo, y en honor a la verdad hay que decir, que los aspectos biológicos han configurado la espina dorsal de la Teoría del Entrenamiento y, por ende, la preparación del deportista ha sufrido una evolución paralela a este planteamiento general, que, hoy en día, rige en sus procesos de formación y preparación.
"No se pone en duda que el entrenamiento representa el componente principal del sistema de preparación, pero no sería el único. Una moderna teoría del deporte se debería esforzar en representar la unidad y la interacción entre los diversos componentes". (Tschiene, 1992).
La cita anterior de Peter Tschiene -comentando uno de los puntos sobre los que se han concentrado las críticas a Verjoshansky- viene a poner de manifiesto la constatada insuficiencia de los modelos de entrenamiento aplicados hasta ahora en los D.E.
Los modelos ergogénicos con sus fundamentos y variables biológicas facilitan -no cabe duda- el control y la evaluación de los estímulos de entrenamiento. Quizás debido a que las premisas y principios sobre los que se sustenta la cuantificación de la carga externa es un producto del modelo analítico-bioenergético dominante.
Esto dificulta la introducción de nuevos sistemas y medios de entrenamiento surgidos de las nuevas propuestas, porque su aplicación práctica puede resultar difícil. Es decir, queremos utilizar nuevos métodos y ejercicios, pero tenemos tendencia a evaluarlos según la teoría más ortodoxa. Por eso seguimos empeñados en reducir todo a unidades de medición, cuando valoramos la carga o estímulo de entrenamiento (volumen e intensidad).
Esta puede ser una de las razones por las que el concepto de entrenamiento integrado está aún, y a pesar de todo, pendiente de ser estructurado como el instrumento más importante del que se puedan servir los D.E. en un futuro próximo.
Históricamente se ha venido pensado que los deportes colectivos sólo eran diferentes de los demás porque tenían un componente táctico colectivo, encaminado a coordinar las distintas situaciones individuales, ya que los aspectos físicos y técnicos tenían un tratamiento idéntico que en los deportes individuales.
Como los aspectos físicos eran difícilmente cuantificables, se buscaron combinaciones de modelos, ya sistematizados, extraídos de los deportes individuales.
En la misma línea, en el aspecto técnico se establecieron modelos concretos, muy específicos, que daban respuesta a cada una de las situaciones.
El aspecto táctico se consideraba un problema de ensamblaje, supeditado a la calidad física y técnica de los jugadores y a las genialidades de algunos de ellos, encargados de llevar el peso de la elaboración táctica y casi los únicos autorizados a tomar decisiones, por lo que el trabajo de mejora, en este sentido fue desechado.
La fórmula de competición en los deportes colectivos de cooperación-oposición, impone un modelo particular de planificación, dependiendo del deporte en concreto y de la etapa y nivel de formación considerado. La especificidad del entrenamiento debe incluir las particularidades individuales de cada jugador en función de las tareas que debe desempeñar, sin olvidar su acometido colectivo (Muller, 1996).
La necesidad de encontrarse en un estado óptimo con una cadencia, en el mejor de los casos, de una semana y la creciente profesionalización, en nuestro país, de los equipos de alto rendimiento, obliga a la búsqueda de formulas de entrenamiento que permitan un doble objetivo: la preparación de los contenidos estratégicos para el próximo encuentro y la búsqueda de la optimación del estado de forma para toda la temporada (Chirosa et al.; 1998).
La solución a dicho problema no es fácil, sobre todo si nos referimos al alto rendimiento, en donde la obligación de éxito inmediato se contradice con la necesidad de formación y crecimiento del deportista en todas sus facetas; sobre todo si se trata de jugadores promesas con gran proyección. Por este motivo, es necesario plantear un modelo de entrenamiento que permita conjugar todos los factores vistos; necesidades inmediatas y perentorias, con la posibilidad de mejorar el rendimiento a largo plazo, teniendo en cuenta el estado de forma y las necesidades especiales de todo el equipo a lo largo de la temporada y, lo que es más importante, considerando el momento formativo en el que se encuentra cada uno de los jugadores.
Para alcanzar los objetivos de entrenamiento de cada uno de los tipos de resistencia que se manifiestan durante el transcurso de un partido es necesario conocer los métodos de entrenamiento de resistencia y sus efectos. En función del conocimiento de estos efectos se podrá aplicar los métodos más adecuados para la mejora del rendimiento de cada tipo de resistencia.
Desarrollo del modeloLos deportes de equipo han sido analizados históricamente desde diferentes perspectivas, tal como demuestran las investigaciones de los capítulos precedentes. Estos modelos han supuesto un constante avance en el conocimiento de estos deportes, lo que ha generado, a su vez, nuevas estructuras de enseñanza y nuevos sistemas de entrenamiento, con la consiguiente mejora del juego y de la calidad de los jugadores.
El estudio de los deportes de equipo, por medio de los modelos vigentes en la actualidad, permite conocer exhaustivamente una serie de variables, tales como las características y las leyes físicas que rigen la ejecución de las conductas (técnica), los sistemas de juego que mejor informan sobre las necesidades y los objetivos del ataque y la defensa, así como de las fuentes energéticas que posibilitan la actuación de los jugadores, de los perfiles psicológicos necesarios para la práctica del juego, etc.
Sin embargo, en el alto rendimiento, el conocimiento de los deportes derivado de tales modelos no se ajusta a la realidad de la competición. Es decir, aún dando por ciertos la mayor parte de los conocimientos actuales, la competición, y más concretamente, el rendimiento de los equipos y de los jugadores en la competición de elite, se presenta como una realidad que no se puede analizar con los criterios y las leyes de los modelos indicados anteriormente.
Según Garganta (1997), el análisis del juego posibilita:
Interpretar la organización de los deportes de equipo y de las acciones que ocurren durante el desarrollo del juego (Gréaghaigne, 1989).
Planificar la organización del entrenamiento, tomando más específicos los contenidos (Luthanen, 1989; Larsen et al., 1996).
Establecer planteamientos tácticos adecuados, en función del adversario, para afrontar el partido (Greosgeorge, 1996 ; Yagüe y Fernández, 1996).
Regular el aprendizaje y el entrenamiento (Alderson et al. , 1990; Riera, 1989).
El análisis de la competición en los deportes de equipo presenta una gran dificultad como consecuencia de la complejidad del fenómeno, de la variabilidad de la propia competición. De forma esquemática, se puede afirmar que la complejidad en el análisis de los deportes de equipo deriva de:
El alto número de jugadores implicados en el desarrollo del juego.
El carácter interactivo de las conductas de los jugadores.
El grado de evolución y la "lógica interna" de cada uno de los deportes de equipo y en especial del fútbol.
El gran número de factores directos e indirectos del rendimiento.
La dimensión derivada de la propia competición.
La competición como dimensión específicaSe entiende que la competición es un fenómeno que introduce una serie de factores específicos que condicionan el desarrollo y la evolución de la dinámica propia del juego. Este hecho es el que explica las diferencias, fácilmente constatables, en los comportamientos y en los rendimientos de equipos y jugadores, ante las situaciones de juego y las situaciones de competición, especialmente las de mayor relevancia.
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