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La importancia del estudio de la atención visual del docente
para optimizar el feedback de la ejecución durante
un proceso de detección de errores

* Doctor en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.
Profesor Titular de Control y Aprendizaje Motor.
** Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.
Profesor Asociado.
*** Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.
Becario Investigación F.P.I. del Plan Regional de Extremadura.
Universidad de Extremadura
(España)

Francisco Javier Moreno Hernández*
fjmoreno@unex.es
Francisco Ávila Romero**
fcoavila@unex.es
Raúl Reina Vaíllo***
raulreina@ctv.es

    Resumen
    El presente trabajo pretende contextualizar la importancia del desarrollo de sistemas computerizados que emplean la tecnología existente más reciente y los sistemas informáticos de análisis de la información para contribuir a la mejora y optimización de la conducta perceptiva de los docentes y entrenadores durante un proceso de detección de errores de una ejecución. Como finalidad se persigue profundizar en los procesos de enseñanza y aprendizaje de los distintos gestos deportivos llegando a crear un patrón de referencia que sirva de base y oriente la formación y actuación de los docentes y entrenadores.
    De forma más concreta tratarían de obtenerse objetivos en varias líneas:
- Conocimiento de los puntos de fijación visual intervinientes en la situación deportiva y, por tanto, de la orientación de la atención del sujeto al objeto para poder comparar similitudes y diferencias en función del nivel y grado de experiencia de técnicos y jugadores.
- Mejorar los parámetros temporales de respuesta motora de reacción del jugador y las estrategias de aplicación de información empleadas por los entrenadores.
    Palabras clave: Control Motor. Estrategias de búsqueda visual. Visión periférica. Deportes.

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 27 - Noviembre de 2000

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1. Introducción al problema

     La capacidad del ser humano de atender selectivamente a zonas del campo visual, independientemente de la fijación ocular, fue observada desde los primeros tiempos del estudio de la percepción desde la psicología cognitiva, Von Helmholtz, James y Wundt, utilizando métodos introspectivos. Estos autores explicaban que, aunque es más cómodo acompañar con la visión directa a lo que se atiende, este emparejamiento no es imprescindible puesto que podemos fijar nuestra atención en un punto mientras prestamos atención a lo que ocurre en otras partes del campo visual. En palabras del propio James, éste comenta que:

     "Se ha dicho, no obstante, que podemos atender a un objeto con la periferia del campo visual y sin embargo no acomodar el ojo a él. Los maestros saben que en el aula habrá niños que parecen no estar mirando. En general, las mujeres ejercitan más que los hombres su atención visual periférica" (James, 1890, pag.349; citado por Barriopedro; 1994).

     Posteriormente Wundt:

     "Sin embargo, si nos entrenamos en dejar vagar nuestra atención por distintas partes del campo visual mientras mantenemos el mismo punto de fijación, pronto nos quedará claro que el punto de fijación de la atención y el punto de fijación de la visión no son, ni mucho menos, lo mismo" (Wundt, 1912; pág. 20).

     Así, como vemos, desde finales del siglo XIX se detectó que no tenía que existir una relación directa entre la localización espacial de la fijación visual y la localización espacial de la fijación de la atención visual. Por ello, se pensaba de forma indirecta en dos canales de información visual, una que se capta por visión central y otra por visión periférica.

     Este hecho dio lugar a numerosos trabajos de investigación en el siglo XX sobre el estudio de la importancia y las funciones del sistema visual durante la adquisición de información relevante de un entorno determinado.

     Fue Paillard quien sugirió dos canales diferentes de procesamiento de información visual en tareas de puntería en función de la velocidad del objeto sobre el que se pretendía realizar la acción. El primer canal utilizaría la visión central como medio de adquisición de información en aquellas tareas en las que la velocidad del objeto sobre la que se pretendía actuar era baja. El segundo canal de información utilizaría la visión periférica como medio de adquisición de información visual para aquellas tareas en las que la velocidad del objeto fuera alta. Por tanto, según el modelo de Paillard si queremos recepcionar un balón que se aproxima a gran velocidad deberemos de procesar la información proveniente del balón y de la situación de nuestras manos por visión periférica.

     Pinaud (1993) distingue entre visión periférica difusa, que no permite el paso de las informaciones que se transmiten por el sistema visual al campo de la consciencia, aunque es un bucle de información continuo hacia el cerebro que condicionan diversos procesos decisionales inconscientes y, por otro lado, visión periférica selectiva, que es la responsable de los desplazamientos de la atención sin desplazamientos de la mirada. Además, como ya hemos mencionado anteriormente, Newell (1993) comenta que la periferia del ojo es mucho más sensible para detectar el movimiento como consecuencia del mayor número de bastones que existen en la periferia del ojo, los cuales detectan con mayor facilidad los cambios de intensidad luminosa.

     Se asume por la mayoría de los investigadores en el área la existencia de una visión central y otra periférica con unas características específicas cada una de ellas. Con todo, la mayoría de los trabajos de investigación que se desarrollan en torno a este tópico estudian el desarrollo y la función de cada una de las habilidades durante la realización de un juego o actividad deportiva (Lee y Lishman; 1974; Schmidth; 1982; Turvey, 1977). Estas tareas han implicado fundamentalmente la acción de atrapar (Ingle, 1967; Lee; 1980; Schneider; 1969), centrados sobre todo en el análisis de la visión focal (Whiting, Alderson y Sanderson; 1973; Whiting, Gill y Stephenson; 1970; Whiting y Sharp; 1974), y realizándose muy pocos trabajos de parecida naturaleza sobre la visión periférica, normalmente encaminados a analizar la importancia de la visión periférica como controlador a modo de vías aferentes de información en tareas donde se requiere de una elevada precisión espacial (Davids, 1988).

     Las situaciones experimentales que se plantean se basan en la realización de una misma tarea motriz a diferentes niveles de utilización del sistema visual, utilizando visión monocular, binocular o diferentes grados de visión periférica (Temprado, y Proteau, 1997; Bard, Hay, y Fleury, 1985; Bard, Paillard, Fleury, Hay, y Larue, 1990; Blouin, Bard, y Teasdale, y Fleury, 1993; Regan, 1993; Regan, et al. 1995; Goodale et al, 1996). Por tanto, todos los investigadores entienden el constructo atención como un mecanismo cognitivo a partir del cual desarrollamos el control voluntario, tanto de nuestra actividad perceptiva como conductual o cognitiva, puesto que analizan el procesamiento de información visual periférica, por un lado como un mecanismo determinante de la actividad perceptiva del sujeto en cuanto a cantidad de información disponible para tomar la decisión más adecuada y, por otro, como un mecanismo controlador del patrón neuromuscular que desarrolla un ejecutante durante la realización de una tarea dada (adaptado de Munar, Roselló y Cabaco, 1999).

     Si nos centramos en la atención visual, se supone que un estímulo es inicialmente detectado dentro de la visión periférica, la cual proporciona información acerca de "donde está", y entonces es identificado o percibido llevando el estímulo a la fóvea, donde se obtiene información sobre "qué es" (Trevarthen, 1968). La detección del estímulo en la periferia se asume como automática y se permite el procesamiento paralelo de todas las señales de entrada en la memoria sensorial visual (Neuman, 1984). Los resultados de este proceso determinan aquellos aspectos de la imagen que merecen una atención mas detallada en la fóvea. El periodo en el que se enfoca la imagen se le denomina fase atenta (o fase de atención) en el proceso de búsqueda visual (e.g. Neisser, 1967). Este modelo de dos estadios de la visión concuerda claramente con varios modelos motores que abogan por la existencia de amplios canales de entrada seguidos de un más detallado análisis de la información sensorial seleccionada (e.g., Neisser, 1967; Norman, 1969).

     Si bien esta concepción concuerda también con el modelo de los dos canales de procesamiento de información visual de Paillard, ambos modelos parten de la concepción de que el ser humano está dotado de un sistema de procesamiento de la información de capacidad limitada, por lo que es necesario seleccionar la información para evitar un colapso central (Posner, 1980; Treisman y Gelade, 1980; La Berge y Brown, 1989).

     Hoy en día se sospecha que esa sobresaturación de nuestro sistema de procesamiento de capacidad limitada no es cierta, al menos en lo que respecta al sistema visual (Neumann, Van der Heijden y Allport, 1986). Numerosos estudios neuroanatómicos y neurofisiológicos de la visión afirman que existen cerca de un millón de células ganglionares en nuestra retina y que la información captada por estas células cuando llegan a nivel cortical puede ser procesada por cien mil millones de neuronas. Es decir, poseemos cien mil neuronas para elaborar la información captada por cada célula ganglionar, por lo que es difícil pensar que nuestro cerebro pueda tener problemas de capacidad a la hora de procesar lo que ven nuestros ojos y que, por ello, sea necesario un filtro de la información que nos entra de forma paralela por el sistema visual para seleccionar cuál de ella va a ser procesada por nuestro sistema.

     Parece, por tanto, razonable pensar en analizar el mecanismo atencional no como un sistema cognitivo de selección para la percepción de forma que haga más fluida la información que le llega a nuestro sistema limitado de procesamiento de la información, sino como un sistema de selección para la acción, por lo que atendemos para optimizar nuestra acción (Ribot, 1906 en Roselló, 1998; Allport, 1987; Neumann, 1987, 1990; Van der Heijden, 1992).


2. Reflexión crítica en torno a las habilidades visuales

     En el desarrollo de este trabajo se ha puesto de manifiesto la existencia de una gran cantidad de estudios que analizan el rol de la visión periférica y su relación con la visión focal en el desarrollo de determinadas tareas, y en relación con determinadas actividades deportivas, encontrando que todas ellas coinciden en que los deportistas profesionales de habilidades abiertas tienen mayor capacidad de detectar estímulos a mayores grados de visión periférica.

     Por otro lado, se asume la importancia de la visión periférica como detector de estímulos o acontecimientos que se generan dentro de nuestro campo visual. Los estudios realizados por Witking y col. (1962) comentan que los jugadores expertos serán aquellos que tengan mayor capacidad para discriminar los ítems de un fondo determinado respecto a los noveles, que tendrán mayores problemas de discriminación. En este sentido, son numerosos los investigadores que afirman que los jugadores con mayor talento son aquellos que en todo momento son capaces de extraer información de los jugadores apropiados para pasar, o seleccionar rápidamente los espacios en los que se debe jugar el balón (Barrell y Trippe, 1975; Williams y Horn; 1995).

     Desde nuestro punto de vista, pensamos que el hecho de tener un sistema visual con una gran sensibilidad al contraste y un gran campo visual, no implicará necesariamente una gran habilidad perceptiva que le permita tener éxito en un determinado deporte. Es decir, el hecho de poder discriminar un movimiento o localizar por un ojo un punto de luz en el espacio situado a 200º no determina que la conducta perceptiva del sujeto en el terreno de juego sea la correcta. En definitiva, una cosa es que sea capaz de ver un punto de luz en la periferia del ojo y otra muy distinta es, tal y como hemos anticipado anteriormente, que ese sujeto sea capaz de seleccionar correctamente al sujeto que tiene que recibir, por ejemplo, un pase.


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