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Tendencias cualitativas de investigación en ciencias sociales. |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 25 - Setiembre de 2000 |
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Es así como los etnometodólogos eligen el estudio de fenómenos más prácticos y objetivos, o sea, orientan sus estudios hacia actividades observables. Desde esta consideración, Clifford (1998, 388) reconoce al menos tres tendencias generales en el uso de la Etnometodología:
El descubrimiento de reglas y normas que estructuran la interacción diaria.
El análisis de la conversación, que busca descubrir las reglas en la interacción verbal que son generadas por la misma interacción.
Hacer intentos de relacionar la Etnometodología a las estructuras de la vida social.
Dentro de los términos claves de la Etnometodología, se encuentra la Reflexividad explicativa y la indexicalidad. La primera se refiere a que las personas son capaces de reflexionar sobre las cosas que hacen y por tanto, son capaces de explicar a los otros sus acciones; y la segunda se refiere al significado que las proposiciones tienen de acuerdo al contexto. En esta última, los etnometodólogos adoptan un punto de vista al enunciar sus explicaciones: “De hecho, todas las expresiones y las acciones prácticas deben interpretarse dentro de su contexto particular.” Ritzer (290). (Ver también Clifford, 393)
Para el grupo de estudio, este enfoque reviste gran importancia, siempre que el estudiar los fenómenos desde su expresión cotidiana, imprime relativa facilidad y puede ser un elemento fundamental para comenzar a comprender una realidad; pues desde la percepción de esas acciones, se pueden ir descubriendo las estructuras, que al ser analizadas van mostrando la esencia de lo estudiado. El problema es que la forma como esas acciones se manifiestan, no siempre representan la realidad sociocultural.
Historia oral y de vidaLa historia oral y de vida, han sido concebidas como el proceso de consolidación de fuentes históricas a partir de un detallado sistema de archivo y transcripción de cintas, también como un proceso de acumulación de fuentes orales para posteriores investigaciones.
Pese a que el tratamiento de estas dos nociones (la historia oral y la de vida), es tomado de forma similar por muchos autores; existen diferencias que valen la pena considerar: la “historia oral es un término que viene asociado al campo de la historia y concretamente a la historia social y sus derivaciones tales como la historia local y popular. La historia de vida es una noción que se refiere más al campo de acción antropológica y psicológica, pero también al de la sociología.
Lo que tienen en común estas dos nociones, es que los investigadores tratan la experiencia humana basada en testimonios orales, buscando básicamente el análisis y problematización del tema o el sujeto en estudio, y no tanto la evidencia y fuente histórica, que es la base de la investigación histórica. Se hace relación a un tema de estudio cuando el propósito central de la investigación es el conocimiento comprensivo de un tema o problema. (Ver Aceves Lozano 1998, 209- 210).
Existen también las historias de vida individual y colectiva; para las historias de vida individual, la cultura abstracta se concreta sólo en las mentes y acciones de las personas individuales, por consiguiente, el camino a adoptar para su comprensión es el encuentro en profundidad con dichas personas. Mientras que en las historias de vida colectivas, las principales herramientas de trabajo son los testimonios orales de una colectividad.(ver Sandoval,84).
Las actuales tendencias sobre las historias orales y de vida, apuntan a considerar la reflexión como parte importante dentro de sus estudios. Propuestas como las de Aceves Lozano (217-218), asumen que en las historias de vida se deben producir conocimientos, además de sistematizar y construir nuevas fuentes de vivencia histórica, trascendiendo así la consideración como canal de testimonios orales: “hacer historia oral y de vida, significa por tanto, producir conocimientos históricos y científicos, y no simplemente ejercer una relatoría sistemática de la vida y experiencia de los otros. El historiador oral es más que un magnetófono de los individuos sin voz, por que procura que el testimonio no sustituya a la investigación y al análisis histórico”.
En el marco de esta tendencia reflexiva, Sandoval (84) piensa que la preocupación general de las historias de vida, gira en torno a la reflexión sobre la estructura dinámica y evolución de las relaciones sociales, y no tanto al rededor del problema de cultura como grupo aglutinador del análisis; por consiguiente, se genera como un proceso de reflexión sobre estas relaciones.
Sintetizando la propuesta de Aceves Lozano y Sandoval, un historiador oral que pretenda desarrollar una práctica íntegra y con capacidad reflexiva, desplegaría un estilo como el que se describe:
Considera a la fuente oral en sí misma y no sólo como un mero apoyo fáctico o empírico; ya que: Recoge, critica la fuente, analiza, interpreta y ubica históricamente los testimonios y evidencias orales.
Complementa sus fuentes orales con las fuentes documentales tradicionales del quehacer historiográfico; no se circunscribe a un sólo método y a una técnica sino que las complementa y las vuelve mas complejas, realizando la triangulación de fuentes y métodos.
Explicita su perspectiva teórica-metodológica del análisis sociohistórico y está abierto al análisis interdisciplinario.
Sostiene que la versión de la historia de la sociedad que se construye, es tan válida como podría ser aquella de la consulta de fuentes documentales tales como los archivos y expedientes fiscales o policiales.
Combina la reflexión teórica con el trabajo empírico y de campo, generando así una mayor relación y vínculo personal con los objetos de estudio. Se podría decir que de esta manera posibilita su validez ecológica.
En consideración a lo anterior; una propuesta de historias de vida desde la reflexividad, acude básicamente a dos tipos de procedimientos:
El primero se refiere al procedimiento directo, que recurre a la recopilación amplia y sistemática en el campo o sitio de ubicación de las fuentes vivas.
El segundo hace referencia a los procedimientos por medios indirectos, que son una alternativa que complementa y enriquece la anterior, ya que por otros medios y por otros recursos, accede a testimonios escritos u orales.
Siguiendo esta tendencia reflexiva, Gardner (1998), realizó un estudio sobre los diversos tipos de inteligencia humana, trabajo dentro del cual, se analizaron las biografías de grandes personajes de la humanidad caracterizados por su talento en distintos campos; producto de este estudio el autor propone las inteligencias múltiples.
De hecho, las historias de vida en ciencias sociales han abordado diferentes fenómenos de investigación, tales como: Movimientos sociales, estudios de cultura local, vida de grupos, procesos migratorios, y en general, estudios en los que existe un itinerario en el cual los actores sociales y colectivos recorren una secuencia de comportamientos que pueden ser considerados como significativos para la comprensión de los mismos.
La investigación histórica: una visión reflexivaPara hablar de historia debemos de referirnos a la historiografía, comprendida como “un discurso especializado que el presente hace sobre el pasado, que se preocupa a partir de huellas o vestigios dejados, que trata de reunificar lo que previamente fue separado (el presente del pasado); y que esta forma discursiva corresponde a la experiencia del tiempo”. (Mendiola y Zermeño,1998, 166).
Esta percepción, inserta la historia en una consideración empirista - documental, en tanto la re-presentación o re-escenificación del pasado, se debe hacer desde el presente, mediada por la escritura y de la imprenta. Este hecho, supone una separación de la oralidad, con lo cuál se pierde la interacción entre sujetos que pueden propiciar una experiencia de la historia vivida.
La historia como las demás corrientes cualitativas, se acogió a los cánones metodológicos del positivismo asumido desde el estudio de las ciencias naturales en las que la tradición cumple una función prescriptiva para el presente. Tal asunción es asumida por Mendiola y Zermeño (169), al afirmar que “la historiografía va a dominar el principio naturalista de ciencia aplicado al análisis de la escritura de los textos del pasado. Ella parte de asumir que: Para que un enunciado sobre el pasado sea cierto, debe existir la posibilidad de la contrastación y de la aseveración de una prueba o testimonio.”
Es así como los investigadores de esta tendencia, se confrontan al tratar de precisar que cualquier afirmación no verificable sensorialmente carece de sentido. Cómo hacer verificable algo que en primera instancia es imperceptible para los sentidos?
A propósito, Langlois y Seignobos (citados por Mendiola y Zermeño,169). Consideran que “Todo pensamiento que no ha dejado huellas, directas o indirectas, o cuyas huellas visibles han desaparecido, simplemente está perdido para la historia. Nada suple a los documentos y donde no los hay no hay historia”. Vista así la historia, consiste en realizar una agrupación de los documentos encontrados sobre el pasado, y organizarlos coherentemente en relación al suceso ocurrido. Una visión demasiado simplista.
En este sentido, los positivistas, ansiosos por consolidar su defensa de la historia como ciencia, planteaban postulados como los referidos por Carr (1979,12) “Primero averiguad los hechos y luego deducid de ello las conclusiones”. Lo anterior supone una separación entre el sujeto y el objeto consistiendo así la historia en un cuerpo de hechos verificados.
Esta visión de historia que se plantea con independencia de la interpretación y que sólo busca hechos históricos existentes objetivamente, es cuestionada por los antropólogos y etnógrafos al plantear que la historia no sólo se encuentra en la escritura sino en los restos o vestigios de los pueblos que hicieron presente en el pasado; como una columna, una vasija de barro o los lienzos milenarios llenos de significado para el investigador. En este sentido, la historia no sólo era parte de los pueblos letrados, sino también de los pueblos que dejaban sus signos y símbolos en su paso por el mundo, los cuales pueden ser clasificados e interpretados.
Por otra parte, se comienza a ver la historia no como la recopilación de archivos del pasado, sino la forma en que el historiador trata los documentos “el problema principal del conocimiento histórico radica en la forma como el historiador se sitúe frente a la documentación”, es decir, son las preguntas que el historiador tenga que hacerle a esos documentos o vestigios sobre el pasado, las que determinan la historia y no los hechos por sí solos. Es preguntarle al autor de esa obra o vestigio, en que se inspiró para generarla además de su contenido, cuáles eran los cambios contextuales económicos y políticos que motivaron a ese autor a producir algo que en esa época fue real.
La historia desde este punto de vista, sólo se puede comprender si se asume que debe haber un distanciamiento claro entre el presente y el pasado, pues las obras no fueron creadas pensando en que vendría un lector en el futuro a consultarlas, sino que cada pasado tuvo su presente, y lo que fue creado se hizo con una intención definida.
Siguiendo a Mendiola y Zermeño (170,194), actualmente la historia de la ciencia reconstruye el pasado a partir de la interpretación de restos o vestigios: Manuscritos, impresos, vestidos, muebles, viviendas entre otros; siendo estos muy variados y originales a la vez: “Todo aquello que por azar o intencionalmente se ha conservado del pasado es útil par hacer historia.” Pero los datos por sí solos no constituyen la historia, se necesita del punto de vista del historiador para que le de vida a los datos obtenidos; es decir, el historiador debe interpretarlos. En este sentido, Carl Becker (citado por Carr, 28.) sostenía que “los hechos de la historia no existen para ningún historiador hasta que él los crea”.
Desde esta posición, el historiador trabaja sobre artefactos desplazados de su contexto originario y por ello su labor es la de referir el vestigio a su mundo. Pero este resituar el vestigio a su mundo, se hace sin abandonar su propio mundo. En este sentido, el oficio del historiador consiste en recrear contextos pasados desde el suyo y sobre la complejidad de esta operación gira la reflexión metodológica.
Filósofos interpretacionistas como Dilthey, Becker, Collingwood, entre otros, han asumido también esta posición reflexiva de la historia: “La filosofía de la historia no se ocupa del pasado en sí, ni de la opinión que de él se forma el historiador, sino de ambas cosas relacionadas entre sí….el pasado que estudia el historiador no es un pasado muerto, sino un pasado que en cierto modo vive aún en el presente ” (Collingwood citado por Carr, 29).
En conclusión, la noción de historia desde un punto de vista reflexivo puede asumirse de la siguiente forma:
Historiar significa interpretar.
No se puede hacer historia, si el historiador no llega a establecer algún contacto con la mente de aquellos sobre los que escribe.
Sólo podemos captar el pasado y lograr comprenderlo a través del cristal del presente.
La función del historiador no es ni amar el pasado ni emanciparse de él, sino comprenderlo en un presente.
En últimas, la historia es un proceso continuo entre el historiador y sus hechos, un diálogo sin fin entre el presente y el pasado.
Desde un punto de vista metodológico, el historiador debe ser muy flexible y reflexivo en el tratamiento de los datos. En pocas palabras, se debe empezar por una selección provisional de los hechos, una interpretación incipiente de los mismos y una reflexión sobre el por qué se ha llevado a cabo dicha selección; es como el descubrimiento de un velo que poco a poco deja traslucir lo oculto por él, lo cuál implica, que tanto la interpretación como la selección de los datos, pueden ir cambiando continuamente debido a la acción recíproca entre ambos.
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