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El fútbol de la Argentina. Aproximaciones desde las ciencias sociales (V). |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 25 - Setiembre de 2000 |
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En 1948 se produce otro movimiento importante en el ámbito del fútbol: con la sindicalización el futbolista se convierte en un "trabajador", a tono con la mentalidad prevaleciente en la época. Este cambio de status del futbolista va a producir un reacomodamiento, un corte con el tipo de relaciones que se habían tejido hasta entonces. Es que se produce una "justa" modificación de la condición del futbolista, ya que se trata de homogeneizarlos regulando su salario, lo cual es rechazado por muchos pues el del fútbol es un ambiente donde el mérito ha funcionado siempre, donde siempre se han establecido diferencias. Es que además de ser un juego de equipos, en el fútbol siempre existen mejores y peores y es el propio jugador que se considera "inferior" en el juego el que legitima la diferencia.
Pero volviendo al tema de la emergencia del profesionalismo, se aprecia allí una mayor regulación del comportamiento de los jugadores, mayores cláusulas contractuales que llevaron al jugador a resignar ciertos grados de libertad en comparación con la época del amateurismo marrón cuando por la propia condición clandestina de la relación laboral que se establecía mediante los pagos "en negro", existían de hecho menores controles legales.
Julio: -Yo tengo una imágen, una intuición. Cuando se instala el profesionalismo que vos lo relacionás con un mayor control y un mayor disciplinamiento en las relaciones laborales, engarzándolo con todo un proceso global, yo tengo la sensación -éste es el punto a revisar y, si estás seguro, me lo decís- que se trata de un punto de vista "desde el hoy" o sea, un punto de vista "macro" de la actualidad transferido hacia el pasado. Ahora, si nos ponemos en el lugar de los actores del pasado, tengo la impresión de que el profesionalismo era más una reivindicación de los jugadores que de los dirigentes de los clubes. Yo casi estoy convencido de ésto, por más que la tradición afirma que era al contrario.
Es más, uno podría pensar que el menor control beneficiaba a los dirigentes, porque el profesionalismo lo que hace es homologar, igualar. Sin ese control, los dirigentes podían manipular, el hecho de "te tiro más, te tiro menos", no había una igualación, "te doy el pase, no te doy el pase": todo este tipo de cosas. O sea, desde cierto punto de vista uno dice: aquí hay disciplinamiento, aquí hay control; pero desde otro punto de vista yo, jugador del fútbol en los '30, quería -equivocadamente o no, naturalmente- el profesionalismo. Me convenía tal vez para mi bolsillo o como una realidad irreversible.
-Yo creo que hay que separar las cosas porque aquí hay dos planos, dos niveles distintos. Una cuestión es el deseo, la aspiración; la otra cuestión es la de las reglas de juego: además de divertirme quiero ganar plata, ésta es la primera regla de juego. Pero después hay otra que tiene que ver con la conformación del mercado, con una estructura determinada de oportunidades y ahí la pelea es otra. Digamos, dado un mercado hay intereses contrapuestos y una puja por su control. Entonces pueden estar presentes las dos cosas y, en realidad, son complementarias. El jugador quiere profesionalismo pero también quiere preservar la libertad. Los dirigentes dicen: bueno, ya que ponemos profesionalismo, entonces controlemos a los jugadores e instalemos una cláusula cerrojo para limitar sus pases; lo cual les permitía colocar un "techo" a la demanda de los mejores: éstos debían optar por limitar sus demandas o bien permanecer inactivos cobrando poco dinero por algunos años hasta que ganaban la libertad de decidir su ingreso a otro club. En un mercado "libre" los mejores serían atraídos sistemáticamente por otros clubes: es en parte lo que ocurre actualmente donde la conformación de los equipos se modifica permanentemente entre un campeonato y otro. Ahora un hincha más que "reconocer" su equipo, lo "tasa": pasar de Boca a River, o viceversa, ya no es un escándalo.
La cláusula cerrojo es común en los deportes profesionales: por ejemplo en el béisbol americano que es profesional desde el siglo pasado, recién se eliminó a fines de la década de 1970, hace poco más de 15 años. Según cláusulas de este tipo el jugador no puede decidir su pase a otro club sin la autorización del club propietario de su pase. Hay diferentes grados en ésto, como por ejemplo dar la libertad al jugador luego de un período de mora de un par de años donde no puede negociar sus ingresos y debe aceptar las condiciones de pago que le fije el club. En esta perspectiva, creo que tanto entre dirigentes como entre jugadores predominaban los adeptos al profesionalismo. En cambio la contraposición de intereses entre dirigentes y jugadores pasaba por el control que ejercían los clubes mediante la cláusula cerrojo, seguramente rechazada por los jugadores y defendida por los clubes: era una cuestión de regulación de un mercado y de quién ocupaba la posición dominante en el mercado. En suma, los jugadores querían el profesionalismo pero se quejaban de la cláusula cerrojo instalada por los clubes. Los clubes (algunos) querían el profesionalismo para blanquear una situación e imponer otra regla del juego: en la medida que no hubiera profesionalismo, es decir, un vínculo contractual legal, los clubes no podían obligar ni aplicar sanciones a los jugadores.
Entre los dirigentes entretanto, la discusión adoptó más bien la forma clásica de una oposición entre profesionalismo vs. fair play. Por lo general los dirigentes de clubes por aquella época eran lo que los franceses denominan benevolat, es decir, gente que entrega voluntariamente su tiempo, esfuerzos y dinero al club de sus amores. Se suponía -en aquella época- que un dirigente no necesitaba ganar dinero extrayéndolo del club. Si además los jugadores del club (o una mayoría de ellos), no necesitaban ni siquiera trabajar para vivir, entonces se rechazaba el profesionalismo, a fin de evitar "que el club se llene de negros". O sea que efectivamente hubo dirigentes que rechazaron el profesionalismo en nombre del fair play, es decir, a favor de un valor aristocratizante.
En síntesis, se trataba de conflictos cruzados: entre dirigentes se discutía en términos de profesionalismo vs. fair play, en cambio entre jugadores y dirigentes el conflicto se establecía en relación con la cláusula cerrojo a partir de una predisposición común favorable al profesionalismo. Es decir, en este último caso, lo que se discute no es la existencia de un mercado sino su estructura o las reglas de su funcionamiento. La oposición de intereses entre jugadores y dirigentes se da en torno a estas reglas.
Roberto: -¿Podemos hablar un poco de lo que sucedía en la sociedad por aquellos años previos al profesionalismo?
-En esa época en el panorama social de Buenos Aires se cruzaban diversas tendencias, era como un gran laboratorio de ensayos donde se ponían a prueba numerosas cuestiones, algunas de las cuales se abandonaban rápidamente mientras que otras necesitarán un poco más de tiempo para afirmarse. La ampliación del mercado porteño supone al mismo tiempo una diversificación de consumos, y comienza a plantearse el del tiempo libre. Si bien las demandas en favor de una jornada laboral de 8 hs. recién se tornan efectivas una década más tarde, ya comenzaba a discutirse sobre qué hacer en el tiempo libre. También por esta época se consolida la llamada "fiebre" asociacionista en los barrios.
En lo que respecta a las opciones laborales estaba la posibilidad de armar un taller trabajando por cuenta propia o ingresar a un establecimiento como asalariado; ésto coloca la cuestión de la dependencia o la autonomía laboral. En relación con la organización del trabajo en la gran industria, si bien se trataba de establecimientos "modernos", el predominio de frigoríficos que registraban fuertes variaciones estacionales en su producción y donde se recurría con frecuencia a un sistema de reclutamiento y control "despótico" de la mano de obra por parte de capataces, indica que la discusión sobre el uso del tiempo libre no debía tener el mismo carácter que en las ciudades donde predominaba la organización taylorista de la producción...
Julio: -A mí me gustaría saber, si lo podés definir en pocas palabras, a qué se llama "taylorismo" y "fordismo", términos tan frecuentemente utilizados hoy, y cómo se puede vincular ésto con la organización del club o del equipo. ¿Se puede establecer algún tipo de nexo?
-Empezando por lo segundo, lo más interesante, se puede decir que en el deporte siempre siempre es posible hallar dos grandes componentes: el de la fiesta, o placer de jugar, y el de la preparación para la guerra o, más suavemente formulado, preparación para la competencia.
No hace falta construir una mítica sociedad primitiva sino simplemente remontarse hasta el imperio Romano para percibir que estas dos cosas no estaban aún diferenciadas en aquella época. Sin ir más lejos, en Chile hasta hoy, todos los 18 de septiembre se realizan desfiles militares y enramadas -fiestas- populares. Tal vez en Argentina ésto es más difícil de percibir porque la dimensión de la fiesta colectiva se fue perdiendo, cosa que no ocurre en otros países como España, o Brasil. En España es notable ver como los intendentes, sean de derecha, socialistas o del PC, compiten por quién hace la mejor fiesta, porque muchos se juegan las chances electorales de su partido político en la organización de la fiesta de su localidad. En Brasil es común que las fiestas se reproduzcan de una localidad a otra, de un barrio a otro, mediante el "lavadem" (rito de purificación, verdadero ejemplo de sincretismo religioso) de cada iglesia local; y ésto sin hablar del Carnaval...
Creo que respecto de los clubes aparecen cuestiones diferentes; se trata aquí de un espacio de esparcimiento volcado mucho más del lado del placer del ocio y la socialidad de la fiesta que de la cuestión de la preparación para la guerra. Pero me acuerdo que en la década de los '60 en el club Macabi muchos jóvenes judíos tenían expectativas de ir a pelear a Israel (era la época de la "Guerra de los 6 días"): no se trataba sólo de hacer basquet o judo considerados "deportivamente", varios de ellos tenían la expectativa de ir a pelear por su colectividad. Sin embargo, ésto no sería muy distinto a lo que concebían los dirigentes ingleses del siglo XIX que dieron forma institucional a la mayoría de los deportes tal como hoy los conocemos. Tampoco para ellos la distancia entre deporte y guerra era la de una oposición radical, sino más bien los extremos de un continuo. Esto conviene ser planteado al menos como problema hoy día; hay allí un tema para seguir indagando.
Pero volviendo a la década del 20 y a las relaciones laborales, digamos que por aquella época se estaban imponiendo regulaciones aunque no fueran estrictamente las del taylorismo o el fordismo. Generalmente se denomina taylorismo a una modalidad de organización basada en los principios de la "organización científica" del trabajo: cada actividad sintética se desmenuza en partes y componentes parciales y se tiende a especializar la fuerza de trabajo en una tarea parcial. Creo que la idea de Taylor era la de colocar entre el capital y el trabajo un componente neutro: el ingeniero que transfería el conocimiento científico a la actividad práctica del taller instalaba una especie de regla de neutralidad. Digamos que cualquiera fuera el sistema social, Taylor sostenía que el trabajo había que hacerlo de cierta manera, la más productiva, de la forma más eficiente con la máxima economía de recursos. Claro, en un frigorífico estos principios no son fácilmente aplicables a todas las actividades. Pensemos simplemente en cómo matar vacas: se requería mucha habilidad artesanal para eso, no era sencillo subdividir en partes las operaciones respectivas.
Ahora bien, cuando se habla de "fordismo" se consideran dos aspectos complementarios: por un lado un aspecto de organización del proceso productivo como en el taylorismo, emblematizado por la cadena de montaje y el alineamiento consecuente de los trabajadores a lo largo de la cadena; por otro lado en un arreglo institucional, de gran impacto macroeconómico vinculado con la mantención de un nivel de salarios suficiente al menos para sostener la demanda. Ford decía que con "5 dólares diarios" puestos como meta de lo que debía ganar un obrero, podría al mismo tiempo adquirir el auto que estaba produciendo; es decir que además de aumentar la ganancia del capitalista este sistema tenía por objeto estimular la demanda obrera.
¿Hasta qué punto se difundió realmente algo así como un "taylorismo-fordismo" en Argentina? Cierto es que, sobre todo con el peronismo, se operó una redistribución de ingresos favorables a los trabajadores, pero ¿hasta qué punto esta redistribución se asentaba en una lógica fordista? Por lo que sabemos, la piedra de toque para la generación del excedente a redistribuir en Argentina provino sistemáticamente del sector agropecuario más que de una producción industrial más o menos subsidiada sistemáticamente. Digamos que los arreglos institucionales fueron favorables a los trabajadores durante varios años pero no queda claro por qué habría que llamarlos arreglos "fordistas", sobre todo si el eje de extracción de excedentes no era la industria.
Julio: -Si en la sociedad de esa época estaban implantándose esos métodos productivos, ese disciplinamiento de la fuerza de trabajo, ¿existió un correlato de ésto al interior de los clubes? Hubo algún intento de colocar estos valores del eficientismo o del cientificismo en el mundo del fútbol, antes que en la época de los '60 aproximadamente, de la época del "fútbol espectáculo" que estudia Roberto?
-En realidad lo desconozco, pero tengo la impresión que el tema del club no pasa por allí, pasa más bien por cómo se sostiene, cómo cobrarle cuota a los asociados. Esto es clave, dado que una empresa es un lugar para hacer guita y, en esta época al menos, un club no era eso aún.
Julio: -Otro tema que me interesa charlar con vos es la siguiente: el amateurismo está necesariamente relacionado con el fair play, y en el origen hay una relación unívoca de uno con otro. Pero cuando aparece el profesionalismo surge una contradicción o, digamos, una tensión entre profesionalismo y fair play.
En el deporte profesional los límites para la violación de las reglas de juego vienen impuestos desde afuera, con los controles que se realizan sobre los jugadores para que no violen estas reglas; mientras que en el amateurismo, por la moral caballeresca, se supone que viene de una ética interna desde el propio individuo que está practicando el deporte. Mi duda es ¿está en la naturaleza del profesionalismo evadir el fair play?
-Es un tema de estudio. Generalmente la discusión sobre la constitución del deporte profesional se dió, creo, en los términos con los que se dió en todas partes: el fair play queda alineado con el amateurismo -es como una especie de síntesis del amateurismo- el profesionalismo no porque involucra una competencia de intereses. En el fair play la regulación es cultural mientras que en el profesionalismo las regulaciones pasan por un sistema físico de sanciones y castigos. En el fair play no hay sanciones graduadas: hay simplemente pertenecer o irse, y lo peor es estar excluido. O sea violar la norma trae como consecuencia el exilio cultural, se deja de pertenecer. Es dramático ¿no? El grupo rechaza al que viola la norma, el tipo deja de jugar. Es una muerte social.
En cambio el sistema de sanciones y prohibiciones del profesionalismo involucra ese extremo como un caso límite; antes de llegar al límite hay un montón de gradaciones: un partidos, dos, tres o una tarjeta amarilla y después una roja, o dinero, ¿cuánto? ¿quién lo pone: yo o el club? En este plano las prohibiciones presuponen todo un sistema jurídico y una administración de justicia, mientras que para la exclusión amateur basta con la voluntad colectiva del grupo.
Claro, dentro de tu pregunta existe un elemento interesante que podría formularse así: pero entonces fulano ¿sólo juega por la guita? Al tipo éste que hace tantas maravillas con la pelota ¿lo único que le interesa es la plata? ¿tiene amor propio, valores? Claro, tal vez no se juega la vida en un entrevero porque después tiene otro partido donde gana más plata... pero no, mirá se mata por nada, las corre todas. Cuánta pasión se pone en el juego, aunque originalmente juegue por dinero! Hay aquí una discusión permanente sobre motivaciones distintas a las pecuniarias.
Sucede que lo que se pone aquí es del orden del sistema. Pongamos por caso Maradona cuando jugaba por la selección: él se juega en una cancha, la rompe, casi nunca esquiva el bulto, tiene orgullo...
Julio: -Claro, además es un lazo de identidad distinto...
-Es seguro que Maradona juega por el dinero, eso nadie lo niega, pero... ¿lo hace sólo por la plata? Está viejo, gordo, apenas se puede mover... está en lucha permanente contra la erosión de los años. Y la gente ¿por qué sigue yendo a ver a Maradona si no está jugando bien? Para ver dos pases en un partido. La gente está esperando que dé el pase mágico... y siempre lo hace, uno o dos por partido. Mucho más no hace, es muy poco, pero ¿qué siente la gente que va a ver a Boca? Que Maradona levantó al equipo... es mágico, es algo de otro orden. La gente va a ver una lucha simbólica de un orden distinto al interés profesional del jugador.
Retomando al punto: ¿puede ser el fair play compatible con el profesionalismo? Sabemos qué cosa es el profesionalismo, pero ¿sabemos qué es el fair play? Actualmente el fair play es una especie de comodín periodístico, una apelación al romanticismo en medio de tanto materialismo... De este modo el periodista se pliega a la motivación de los lectores de ver jugar fútbol de tal o cual manera, identificada con determinados jugadores y no con otros. O sea, la pasión por el fútbol es distinta del interés; la vinculación del espectador no tiene nada que ver con el interés. El hincha de Boca ama a Boca y, aunque se vaya al descenso, no va a cambiar de equipo: "ganamos, perdemos, a Boca lo queremos..." Aquí hay pasión, no interés. Es una pasión desmedida.
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revista digital · Año 5 · N° 25 | Buenos Aires, setiembre de 2000
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