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Existen numerosos estudios en los que se ha tratado de estimular la capacidad buffer o de amortiguamiento del organismo, de cara a luchar contra la acidosis intracelular que nos conduce a la fatiga muscular y, por tanto, a la pérdida de performance en esfuerzos de alta intensidad. El método utilizado en la mayoría de trabajos experimentales ha sido la ingesta de sustancias que producen alcalosis, unos minutos antes de las pruebas de máxima intensidad. Estos productos encaminados a ejercer un efecto ergogénico, producirían un incremento del pH antes del comienzo de la prueba además de un aumento en la concentración de iones de bicarbonato con lo cual, supuestamente, el organismo estaría en mejores condiciones para compensar la acidosis que el ejercicio intenso produce y, por tanto, mejorar el rendimiento en tales pruebas. Lógicamente, estas sustancias ingeridas irían dirigidas a potenciar el sistema de amortiguación química del equilibrio ácido-base que, según expusimos anteriormente, consta de tres líneas de actuación: bicarbonato, fosfato y proteínas (Águila C., 1999).
La gran mayoría de estudios han utilizado el bicarbonato sódico para mejorar el sistema buffer del organismo, aunque los más recientes empiezan a utilizar citrato sódico por su mejor asimilación y por presentar menores efectos secundarios tras su ingesta. Sin embargo, a pesar de haber revisado artículos en los que únicamente se utilizan estos dos productos para producir alcalosis metabólica, existe una enorme variabilidad en las investigaciones en cuanto a la dosis ingerida, al número de sujetos, al protocolo seguido y a la duración e intensidad del ejercicio.
Dentro de los estudios en los que se aporta bicarbonato sódico, podemos referirnos, en primer lugar, a aquellos que realizan pruebas en cicloergómetro (Jones y cols. 1977; Sutton y cols. 1981; Inbar y cols. 1983; McCartney y cols. 1983; Costill y cols. 1984; Katz y cols. 1984; Rupp y cols. 1984; Wijnen y cols. 1984; McKenzie y cols. 1986; Parry-Billings y cols. 1986; Horswill y cols. 1988; Linderman y cols. 1988; McNaughton 1992). De ellos, tres se realizaron a una intensidad del 95% (Jones y cols. 1977; Sutton y cols. 1981; Rupp y cols. 1984) con dosis ingeridas de bicarbonato de 300 mg/kg. de peso. En ningún caso se produjo mejora del rendimiento, pero sí un retraso en la aparición de la fatiga en ejercicios de una duración entre 3 y 7 minutos. En el resto de estudios referidos, se realizaron pruebas de intensidad máxima existiendo una gran variabilidad en la duración del ejercicio, desde 30 segundos (Inbar y cols. 1983; McCartney y cols. 1983; Katz y cols. 1984) a 2 minutos (Horswill y cols. 1988; McNaughton 1992) o 7 minutos (Linderman y cols. 1988). También se investiga realizando ejercicios interválicos, 5 series de 1 minuto (Costill y cols. 1984; Wijnen y cols. 1984), 6 series de 2 minutos ((McKenzie y cols. 1986), 3 series de 30 segundos (Parry-Billings y cols. 1986). En cuanto a la dosis ingerida, la más utilizada es de 200 mg/kg. (Costill y cols. 1984; Katz y cols. 1984; Horswill y cols. 1988) y de 300 mg/kg. (McCartney y cols. 1983; McNaughton 1992), con algunos estudios como Inbar y cols. (1983) que administran 185 mg/kg., Wijnen y cols. (1984) que aportan de 180 a 360 mg/kg. y McKenzie y cols. (1986) que van desde 150 a 300 mg/kg. Los resultados de estos estudios son contradictorios, aunque la gran mayoría de ellos no encontraron mejoras significativas en el rendimiento ni en el retraso de la aparición de la fatiga (Inbar y cols. 1983; McCartney y cols. 1983; Katz y cols. 1984; Wijnen y cols. 1984; Parry-Billings y cols. 1986; Horswill y cols. 1988; Linderman y cols. 1988). Costill y cols. (1984) no encontró mejoras en el rendimiento pero sí un retraso en la aparición de la fatiga. McKenzie y cols. (1986) por su parte, sí demostraron mejoras en el rendimiento y en el retraso de la aparición de la fatiga, al igual que McNaughton (1992) en esfuerzos de 2 y 4 minutos.
Estudios realizados sobre el efecto de la ingesta de bicarbonato sódico en la carrera son los de Kindermann y cols. (1977), Wilkes y cols. (1983), George y cols. (1988) Goldfinch y cols. (1988) y Bird y cols. (1995). Sobre una distancia de 400 metros Kinderman y cols. (1977) no encontraron mejoras en el rendimiento, mientras que Goldfinch y cols. (1988) sí lo hallaron, al igual que Wilkes y cols. (1983) en una distancia de 800 metros o Bird y cols. (1995) en 1500 metros. En todos los casos se ingirió una dosis de 300 mg/kg , excepto en el estudio de Goldfinch y cols. (1988) en el que se ingirieron 400 mg/kg. Por último, George y cols. (1988) no encontró mejoras en el rendimiento con la ingesta de 300 mg/kg de bicarbonato en una carrera de 30 minutos al 75% de la intensidad máxima.
Como decíamos, en los estudios más recientes se ha utilizado la ingesta de citrato sódico para inducir la alcalosis metabólica en esfuerzos máximos. Destacan los estudios de McNaughton y Cedaro (1992), que realizaron un protocolo en cicloergómetro con un duración de 10sg.,30 sgs, 120 sgs y 240 sgs. y una dosis de 500 mg/kg de citrato, obteniendo mejoras del rendimiento en los esfuerzos de 120 y 240 segundos, y no así los de 10 y 20 segs. Gül y cols. (1995), con una ingesta de 300 mg/kg. no encontraron mejoras en el rendimiento en una carrera de 600m, al igual que Ibañez y cols. (1995) sobre una distancia de 300 metros y una dosis ingerida de 500 mg/kg, y Águila C. (1998) en un estudio cuasiexperimental sobre la distancia de 400 metros con una ingesta de 400 mg/kg de citrato sódico.
Conclusiones finales
La acidosis metabólica producida por el desequilibrio electrolítico y el incremento de la producción de ácido láctico en los músculos activos durante esfuerzos de máxima intensidad puede ser el mecanismo por el cual aparece la fatiga muscular y, consecuentemente, el cese del ejercicio a corto plazo. El incremento de la performance en estas pruebas se basa en dos aspectos: mejora de las prestaciones físicas en estas situaciones extremas y retraso del comienzo de la aparición de la fatiga (Águila C., 1998). En la línea de aportar base científica para determinar qué sustancias ingeridas exógenamente pueden servir de ayuda contra la acidosis, hemos revisado distintos estudios que utilizaron la ingesta de sustancias alcalóticas para superar el descenso del pH que se produce en los esfuerzos intensos. Sin embargo, los resultados de estos estudios son ambiguos y con una enorme variabilidad, por lo que no podemos afirmar taxativamente que estas sustancias puedan servir de ayuda ergogénica (Águila C. 1999).
De todos los trabajos revisados, en 5 de ellos se ha mejorado el rendimiento en las pruebas realizadas, y tan sólo dos, Goldfinch y cols. (1988) y Wilkes y cols. (1983), presentaban un protocolo inferior a 2 minutos. En ambos, los sujetos fueron sometidos a una carrera, de 400 m. y 800 m. respectivamente, obteniendo mejoras no sólo en el pH, que fue superior siempre en las situaciones alcalóticas, sino también en el tiempo invertido en el test, cuando ingirieron bicarbonato sódico en dosis de 400 mg/kg de peso en el estudio de Goldfinch y de 300 mg/kg de peso en el de Wilkes. Los otros tres trabajos se refieren a esfuerzos superiores a los dos minutos. Bird y cols. (1995) encontraron mejoras significativas en la carrera de 1500 m. después de ingerir 300 mg/kg. de peso de bicarbonato sódico. Más significativos fueron los estudios de McNaughton (1992) y McNaughton y Cedaro (1992) en los cuales se estudió el efecto de la ingesta de bicarbonato sódico (300 mg/kg) en el primer caso, y de citrato sódico (500 mg/kg) en el segundo, sobre el ejercicio de distintas duraciones. En ambos experimentos se evaluó el rendimiento en esfuerzos en cicloergómetro de 10,30,120 y 240 segundos, concluyendo que ambas sustancias alcalóticas ingeridas tenían un efecto positivo sobre el rendimiento en los ejercicios de 120 y 240 segundos, sin observar ninguna mejora en los de 10 y 30 segundos.
Análogamente, durante ejercicios de alta intensidad, si bien no se ha observado una mejora evidente del rendimiento, sí se ha observado una demora de la aparición de la fatiga cuando se aportaba una carga externa de bicarbonato sódico (Costill y cols., 1988; Jones y cols., 1977; McKenzie y cols., 1986; Rupp y cols., 1983; Sutton y cols., 1981). No obstante, el efecto del bicarbonato sódico en la prolongación del ejercicio máximo es relativo dependiendo del protocolo utilizado y la dosis ingerida (Linderman y cols., 1991).
En general, los estudios no han reportado ningún efecto positivo con la ingesta de una sustancia alcalótica cuando se han realizado protocolos máximos de menos de un minuto o superiores a 5 minutos. Posiblemente, ésto es debido a que la intensidad y duración del ejercicio influyen en el sistema de obtención de energía que atiende a las demandas. La aceleración en el efluvio de lactato y de H+ desde los músculos es, aparentemente, el mecanismo por el que la ingesta de bicarbonato o citrato sódico retrasa el comienzo de la fatiga. Durante un ejercicio intenso, las demandas de energía inmediata son cubiertas por el metabolismo anaeróbico. La fuerza generada no se puede mantener durante periodos largos de tiempo debido a la acidez intracelular, que afecta a la capacidad buffer del organismo. Por esta razón, la ingestión de una sustancia alcalótica no beneficia en ejercicios de resistencia, pues el metabolismo oxidativo sería la principal fuente de energía, con poca contribución de la glucolisis y, por tanto, escasa generación de ácido láctico. Por otra parte, los estudios que han utilizado una dosis de menos de 300 mg/kg de peso, no han demostrado efectos positivos sobre el rendimiento. El pH sanguíneo y la concentración de ion bicarbonato son generalmente más altos en los estudios en los que los sujetos ingirieron 300 mg/kg ó más. No obstante, las comparaciones directas entre los diferentes estudios son complejas por los diferentes protocolos y muestras utilizadas.
Un aspecto fundamental es la determinación de la población que se ve sometida al estudio. Generalmente, los estudios utilizan sujetos entrenados ya que, supuestamente, son capaces de tolerar el ejercicio máximo durante periodos de tiempo más largos que los sujetos no entrenados (Linderman y cols., 1992; Rupp y cols., 1983). Esta variable es decisiva pues, efectivamente, debemos asegurarnos que los sujetos están aportando el máximo de su esfuerzo para concluir si los efectos ergogénicos del bicarbonato o el citrato son realmente positivos por sí mismos y que no dependen del estado de forma de la población experimental (Águila C., 1999).
También es necesario tener en cuenta los posibles efectos secundarios que la ingesta de alguna de estas sustancias puede acarrear en el organismo. Gledhill (1984) encontró numerosas afecciones gastrointestinales relacionadas con la ingesta de bicarbonato sódico. En función de la dosis, Linderman y cols. (1991) observaron malestar gastrointestinal, diarrea, espasmos e inflamaciones abdominales, corroborado por Águila C. (1998). Estos efectos secundarios son debidos a que después de la ingesta de bicarbonato sódico, se produce un desequilibrio en la concentración de iones de bicarbonato, necesitándose líquido adicional para mantener una solución isotónica en el intersticio. Linderman y cols. (1991) demostraron que, cuando a los participantes se les permitía beber agua después de la ingesta del bicarbonato, las molestias se veían aliviadas. Del mismo modo, parece ser que el citrato sódico produce menos disfunciones gastrointestinales que el bicarbonato (Gül y cols., 1995)
En definitiva, tras la revisión de los estudios anteriores, podemos concluir que la modificación del pH y, por consiguiente, del equilibrio ácido-base puede afectar a las propiedades contráctiles del músculo y a la generación de energía, incidiendo, de este modo, en el rendimiento, al producirse la fatiga muscular. La recuperación de la fatiga depende de la renovación del H+ intracelular y la normalización del pH. Aunque el ion bicarbonato no puede penetrar la membrana celular, un incremento de los niveles de bicarbonato extracelulares puede favorecer el efluvio de lactato y H+ al exterior de las células musculares. Después de la ingesta de bicarbonato o citrato sódico, el pH aumenta considerablemente, tanto antes como después del ejercicio.
Los estudios que han demostrado beneficios de la alcalosis metabólica inducida sobre el rendimiento, presentaban protocolos de una duración entre 2 y 4 minutos, en cualquier caso no menos de 30 segundos, y una dosis superior a 300 mg/kg de peso. En este sentido, se ha sugerido que la manipulación del pH por agentes alcanizantes, es decir, alcalosis metabólica inducida, sólo sería efectiva en esfuerzos máximos de duración mayor a 45 segundos y menor de 15 minutos (Maughan y cols., 1986). El ejercicio de máxima intensidad inferior a un minuto no parece estar afectado por la alcalosis ya que, como sabemos, la primera fuente de energía es la hidrólisis de la fosfocreatina almacenada en el músculo, sin producir grandes concentraciones de lactato o hidrogeniones (Hermansen, 1969). Por su parte, en los esfuerzos superiores a 5 minutos el metabolismo anaeróbico comienza a tener menor importancia, disminuyendo la aportación energética que se consigue a través de la glucolisis, lo que reduciría la generación de lactato, de ahí que tampoco parezca efectiva la alcalosis metabólica. No obstante, los efectos positivos de la ingesta de una sustancia alcalótica en el rendimiento máximo no parecen claros, pues los resultados presentan una gran variabilidad en función de los protocolos utilizados, la población de estudio, la sustancia proporcionada y la dosis ingerida.
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revista digital · Año 4 · Nº 17 | Buenos Aires, diciembre 1999 |