Lecturas: Educación Física y Deportes
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La revista El Gráfico en sus inicios: una pedagogía deportiva para la ciudad moderna.
Martín Bergel y Pablo Palomino


4. Cultura Física
El concepto de cultura física, que se halla en el centro de la intervención cultural de El Gráfico, posee cierta densidad filosófica. Es portador de una concepción del hombre y de la mujer, de cómo éstos deben vivir, postula determinada relación entre el cuerpo y el intelecto, y define a partir de ello qué debe entenderse por bueno y bello (y por lo tanto deseable). Como veremos, con este concepto se propone a los lectores un sistema de vida basado en una serie algo heterogénea de valores: lo sano, lo verdaderamente bello, el esfuerzo, el vigor, el equilibrio. Esto lleva a las plumas de El Gráfico a evocar recurrentemente, como modelo y espejo, al mundo griego y sus ideales de vida, en contraposición y franca denuncia de los modos de vida modernos. En verdad, la recuperación o reinvención del ideal corporal griego era un rasgo bastante difundido entre las élites burguesas europeas durante los siglos XVIII y XIX. Pero en el siglo XX ese ideal burgués fue resignificado y aplicado en las sociedades de masas europeas de diversos modos, entre los cuáles destaca su utilización dinámica y efectiva por parte de los fascismos de entreguerras20 . Las olimpíadas fueron de hecho un excelente condensador del ideal griego y del ideal nacional, y su carácter de espectáculo de masas fue aprovechado por la derecha nacionalista radicalizada de esos años. La afinidad evidente entre la pedagogía deportiva de El Gráfico y la inmediatamente posterior síntesis fascista del ideal corporal griego, permite pensar la existencia de un clima de época al que la cultura argentina no era ajena.

Desde la perspectiva de la cultura física, el deporte es valorado por sí mismo, por las energías que pone en juego, por su capacidad de forjar un carácter sano, verdadero y bello, por su capacidad de expresar lo mejor del hombre, por ser una vía de superación física y moral: es "el sport por el sport" del que se enorgullecen los editores de la revista. Así se entiende su profunda convicción amateur con respecto al fútbol y sus ataques permanentes a la mercantilización del deporte en general (como la condena a los habituales desafíos de box por dinero). Y así se explica también el lugar relativamente menor otorgado al fútbol, que en la época era claramente el deporte más popular (lo cual era reconocido por la revista): desde la óptica de la cultura física, el fútbol vale tanto como cualquier otro sport, desde la natación hasta las carreras pedestres, pasando por una amplia serie de disciplinas deportivas. Que el fútbol sea un deporte más entre otros lo revela el hecho de que El Gráfico no publicaba los resultados de los "matches"; sus periodistas preferían alabar la elasticidad muscular de un arquero, sus fotógrafos buscaban captar un "momento interesante" del juego, mientras la dimensión competitiva era casi completamente ignorada.21

Así, integrando al fútbol a sus páginas de acuerdo con el concepto de cultura física, El Gráfico lleva hasta las últimas consecuencias su idea del "sport por el sport" y la convierte en una cruzada moral22 . Una cruzada que excede largamente la cuestión del deporte y se vuelca sobre la sociedad entera, una verdadera campaña pública sobre los hábitos físicos del público lector cuya carga valorativa es tan grande y su convicción tan fuerte que una nota editorial plantea sin titubear que "el desarrollo del sport" ha alcanzado "un gran respeto que llega a revestir un carácter casi religioso".23


Mujeres modernas: entre el corset y la cultura fìsica

Se ha dicho que el deporte moderno nació como un ámbito restringido al mundo masculino, y que distintos discursos sobre la "naturaleza femenina" alertaban acerca de la inconveniencia física de las mujeres para la realización de ejercicios. La moral victoriana veía con malos ojos la posibilidad de que, al entrar en relación con su cuerpo, las mujeres comiencen a experimentar libremente con él24 , y esta visión perduró hasta entrado el siglo XX. La revista El Gráfico, sin embargo, cobijó desde sus inicios posiciones muy distintas. Su militancia por la generalización de la práctica de deportes no sólo incluyó a la mujer, sino que por momentos la tuvo como objeto privilegiado de su pedagogía. En una nota titulada "Las mujeres deben preocuparse de la cultura física", El Gráfico, a través de un lenguaje insidioso y por momentos tremendista (tal era el tono habitual de sus detalladas prescripciones), alertaba acerca de los peligros del quietismo femenino:

"La mujer está, por lo general, a causa de su inacción, en lucha perpetua con la naturaleza. Son sus enemigos, entre otros, la anemia, con todas las consecuencias físicas que acarrea; el estreñimiento, que envenena el organismo y origina verdaderos desastres; la obesidad, no menos funesta, por cuanto la grasa envuelve todos nuestros órganos vitales, los comprime y los incomoda en sus funciones."25

Hay aquí una idea muy clara de la corrupción física que va estar asociada a una corrupción estética y moral. El higienismo y la pedagogía deportiva serán así parte de una prédica por momentos obsesiva sobre el ideal femenino de buena vida:

"La práctica de esta cultura fisica, tan útil al hombre, parece aún más necesaria a la mujer, que nuestras costumbres y prejuicios condenan a una inacción corporal excesiva [...] Dando a sus músculos fuerza y volumen, la mujer revestirá su aparato óseo de carnes bien formadas, bien equilibradas, de líneas armoniosas. Su belleza no irá así a destruirse en la delgadez afligente o en la obesa gordura."26

Y este discurso fuertemente normativo sobre el cuerpo femenino era estrechamente solidario de los entretenimientos lúdicos que la revista proponía a sus lectores en torno a la sensualidad femenina. Las fotos de El Gráfico, aún las que aludían directamente a fenómenos deportivos, nunca eran del todo neutras respecto a lo que insinuaban en materia del atractivo corporal de las mujeres. Los epígrafes, en esos casos, cumplían nuevamente su función direccionadora al sugerir al lector la relación estrecha entre salud y belleza, como en uno que acompañaba una sección de fotos sobre diversos deportes tiulada "El sport en Montevideo":

"También se distinguen las jugadoras de tennis, de las cuales publicamos un grupo encantador. Su toilette ligera produce una agradable impresión de libertad sportiva, aumentando el natural atractivo de la juventud que ostentan."27

Práctica deportiva, vigor físico y estética iban así de la mano en la doctrina de la revista. La dimensión esteticista estaba ligada a una discusión sobre el status de lo bello, y así se postulaba un canon de lo que debía ser la "verdadera belleza", que no era otra que la obtenida naturalmente por quien supiera cultivar el ejercicio físico. Por contraste, la ciudad moderna tentaba a las mujeres con otras fórmulas de pretendida belleza basadas en artificios que El Gráfico buscaba descalificar con igual ahínco. Ese es el caso de la verdadera batalla que la revista emprende contra el corset, elemento muy popular entre las mujeres:

"El corsé es la más extraordinaria invención de la coquetería femenina, aparato de tortura que marchita la belleza con el pretexto de hacerla valer, implacable destructor de toda gracia natural, horrible tutor que sustituye la rigidez a la admirable flexibilidad de las bellas flores humanas [...] Tampoco se puede decir que sea útil, necesario, como lo afirman aquellos que lo fabrican y venden y lo creen ingenuamente las que lo llevan. Es sólo un agente de destrucción de la belleza y la salud femeninas [...] El gran esfuerzo de coquetería de las mujeres tiende a reemplazar la belleza del cuerpo por la elegancia de los vestidos, lo que permite evidentemente a muchas pretender ser bellas. El corsé se convierte entonces en una necesidad, desde que es él el que adapta el cuerpo a la elegancia de la vestimenta del momento. La niña llora por tener un corsé como su hermano por un pantalón largo. La señorita de 20 años, ciñe sus muslos ágiles y su vientre delicado con el mismo cinturón ballenado que sostiene las carnes adiposas de las viejas princesas de la elegancia [...] Pero el principal inconveniente del corsé está en que debilita y atrofia los músculos contra los cuales se aplica; y los músculos que degeneran en esa forma, tienen un rol de lo más importante".28

Se ve que ese atrofiamiento físico es también un atrofiamiento moral, pues el corset es asociado con todas las simulaciones y convencionalismos propios de la sociedad modernizada. Frente a esas imposturas dictadas por la moda moderna, el ideal de belleza de la revista -como se ve una y otra vez en las fotos de artistas y deportistas- tiene que ver con la naturalidad resultante de la liviandad de ropas y los cuerpos y músculos tonificados en base al trabajo físico propios del modelo de mujer de la Antigüedad, cuyo hábitat son los escenarios al aire libre lejos de la vida mundana y artificiosa de la metrópolis:

"Sin querer imitar a las jóvenes griegas que asistían a los gimnasios vestidas con trajes propios de los juegos, bien podríamos pretender ganar la voluntad de nuestras niñas para que practiquen los sports, por atrevidos que los consideren, no en recintos cerrados, ni en el secreto del jardín doméstico, sino como sucede con el tennis y el golf, a pleno campo, en completo olvido de los convencionalismos de una civilización ascética y supersticiosa, volviendo a los antiguos tiempos del helenismo, de la comunión con la Naturaleza, bajo los cielos azules en cuya limpidez se profundiza la ilusión de sus ojos..."29

Este ideal femenino construido en las páginas de El Gráfico no está exento de tensiones en lo que hace al lugar de la mujer en la modernidad. Por un lado, se insta a su integración a áreas antes reservadas al mundo masculino como lo son el trabajo y los deportes (aún cuando con frecuencia la actividad física esté al servicio del cumplimiento de los más tradicionales roles femeninos, como cuando se afirma que "el deber de la mujer es dar hijos hermosos y sanos, y del estado físico de la mujer dependerá la clase de seres que nazcan de ella"30 ). Por otro, hay actividades que a los ojos de El Gráfico continúan vedadas para las mujeres:

"Ya que el feminismo está a la orden del día, y que la mujer desea demostrar su valor, que comience por moderar su cuerpo y, por lo tanto, su carácter, por medio de la educación física. Después de ello únicamente podrá pensar en el ejercicio del voto. La cultura física importa, créaseme, mucho más para la mujer que los asuntos políticos"31


Positivismo y Natación

El Gráfico no se limita a fomentar las actividades físicas, sino que se ocupa de detallar exhaustivamente los modos de llevarlas a cabo. No basta con la voluntad de hacer deporte; hay que saber con precisión qué hacer y cómo ejercitar el cuerpo. En este sentido abundan las recetas de campeones y triunfadores de distintas disciplinas acerca de la manera correcta de desempeñarse en el deporte y en la vida en general. Ligado a la autoridad de los deportistas experimentados, se distingue también un discurso de rémoras positivistas que prescribe puntillosamente, legitimándose en la ciencia, cómo debe vivirse. La pedagogía deportiva de El Gráfico buscaba respaldarse en la ciencia, y desde ella se torna ineludible abordar la cuestión del "método". En un artículo titulado "Enseñanza científica de la natación", la revista se preguntaba: "¿Qué se podrá decir del valor de un aprendizaje libre, sin método?", a lo que respondía convocando en sus páginas a un renombrado profesor austríaco, "para que inculque un modo disciplinado de aprender la natación".32

La cuestión del método va a extenderse a amplias áreas de la vida deportiva y social, desde las recomendaciones de Andra Kir Valdy, famoso jugador de golf escocés que resume los secretos de la disciplina en una extensa nota titulada "Cómo se hace un golfer", hasta un editorial titulado "Baños fríos o tibios", donde se recurre a varios especialistas y médicos para zanjar la cuestión de la temperatura del agua más saludable para el cuerpo en el momento de tomar un baño: "Continuamente recibimos consultas sobre el mejor método de los baños y la forma de usarlos; si estos deben ser con agua fría o tibia"33 , querella que la revista no concluye, pues los argumentos se hallan repartidos. Esta función prescriptiva posibilita un fluído espacio de comunicación con los lectores mediante el Correo, la sección en que la revista contesta con precisión científica las dudas que se le plantean en torno a los buenos modos de ejercer la actividad física, desde la cantidad necesaria de abdominales para un cuerpo equilibrado, hasta cómo se contabilizan los tantos en el cricket.

El higienismo y el discurso científico sobre el cuerpo otorgan un lugar preponderante a las voces de los médicos -especialmente extranjeros-. De este modo se sucederán sesudas explicaciones en artículos densamente detallados, como una serie de notas acerca de la "Ciencia de la respiración" en 1920, u otros que discurren acerca del modo adecuado de masticar los alimentos o la manera correcta de educar a los hijos en los hábitos higiénicos y deportivos. El discurso medicalista se justifica, como en el caso de los deportistas exitosos, en el recurso a especialistas cuyas voces autorizadas cumplen la función de intervenir legítimamente sobre la vida de las personas. Los rasgos positivistas, en el sentido en que proponen normas científicas para la vida, pueden verse también en el siguiente artículo titulado "El arte de estar de pie", en el que se pretende enseñar el buen andar:

"Cuando nos enseñaron en los comienzos de la vida a recorrer en posición erguida el reducido espacio doméstico, lo hacíamos mejor que ahora. Desgraciadamente, todo, hasta el modo de andar, degenera en este mundo [...] Prescindiendo de todas estas consideraciones que se refieren únicamente a la parte física, hay otras de valor exclusivamente psicológico. Estas se refieren a la influencia que ejerce la posición erguida en el carácter [...] ¿Hase visto jamás un mendigo que camine con el cuerpo erecto, el pecho dilatado, alta la cabeza, mirando cara a cara como miran los fuertes? ¿Puede usted imaginarse a un ratero en la viril actitud erecta propia del hombre que tiene el convencimiento de que obra rectamente? Quien quiera estudiar, siquiera sea superficialmente, la psicología de la postura del cuerpo, bastaría con que se fije en las personas [...] La actitud erguida indica rectitud moral, decisión, elevación de sentimientos, nobleza de alma. El llevar la cabeza erecta, el pecho levantado, alta la frente, es una actitud sugestiva de confianza en sí mismo, de valor, de energía y de otras viriles cualidades que contribuyen a dignificar y a elevar al hombre en el concepto de los demás"34

Las resonancias lombrosianas de este artículo dejan ver una regla de oro de la revista en general: un determinismo físico sintetizado en el reiterado mens sana in corpore sano. El enfoque global de la revista establece una relación de causalidad más o menos directa entre el modo en que se existe físicamente y el modo en que se obra en la vida en general. Y por eso El Gráfico ataca el núcleo esencial del que nacen los males de la modernidad: el cuerpo.


Tranvía y adiposidad

La expansión urbana de las primeras décadas del siglo tuvo en el tranvía su principal vehículo: permitió la rápida interconexión entre puntos distantes dentro de la metrópolis y constituyó todo un símbolo del progreso porteño, de la modernidad de sus comunicaciones y del triunfo de la multitud basado en la técnica: millares de personas compartiendo transitoriamente un pequeño espacio común que los transporta de un lugar a otro35 . Ya en 1903, Geörg Simmel había detectado en este tipo de fenómenos la esencia de la vida en la gran ciudad moderna, donde el desamparo es el precio de la libertad:

"...la reserva e indiferencia recíprocas [...] no son sentidas en su efecto sobre la independencia del individuo en ningún caso más fuertemente que en la densísima muchedumbre de la gran ciudad, puesto que la cercanía y la estrechez corporal hacen tanto más visible la distancia espiritual; evidentemente, el no sentirse en determinadas circunstancias en ninguna otra parte tan solo y abandonado como precisamente entre la muchedumbre urbanita es solo el reverso de aquella libertad"36

La cercanía física y la distancia espiritual generan un tipo psíquico inédito en la historia: el urbanita, el indolente y anónimo habitante de la gran ciudad que se constituye como figura social en procesos intensos de modernización como el de Buenos Aires. El concepto de cultura física de El Gráfico se vincula directamente con este tipo de "configuraciones vitales" (el concepto es de Simmel), con la conformación del urbanita porteño, precisamente en torno a las implicancias morales del cuerpo en la ciudad:

"Hay hombres que no deberían ser calificados de tales; mas bien podría creerse que forman parte de la especie de los 'bichos raros y monstruosos', extremadamente flacos o extremadamente gordos, sin líneas que definan el cuerpo humano.
Unos, semejan bolsas de papas o tripa de embutido rellenada hasta el tope, teniendo en una de sus puntas una cabeza humana; otros, fósiles escapados de algún museo, forrados con una piel seca, pálida y estrecha adquirida en una liquidación; pero se parecen más al hombre. Los primeros son payasos de la vida diaria. Todos sus movimientos provocan, por lo ridículos, hilaridad. Son seres molestos en todas partes: en los tranvías, trenes, etc.
Su entrada en uno de estos vehículos, jamás pasa inadvertida, provocando ruidosos comentarios y calificativos, siendo estos los más comunes: ¡que bestia! ¡que elefante! ¡que fenómeno! ¡tipo frigorífico! ¡pobre del que se le siente al lado!, etc., etc."

No vaya a pensarse que se trata de un colaborador fundamentalista, fanatizado por la cultura física: se trata de una columna fija ("Notas de la semana") que la revista presenta a modo de nota editorial. En la ciudad moderna, las relaciones impersonales y anónimas exigen al urbanita un extremo cuidado de sí y de su imagen, que en El Gráfico se traduce como una tensión entre las bondades de la cultura física para la salud y las calamidades que comporta el no practicarla, entre sus beneficios en la sociabilidad cotidiana y la vergüenza pública que supone la falta de cultura física:

"Los extremadamente flacos, provocan sentimientos de misericordia, de compasión, de protección. Parecen vendedores ambulantes de enfermedades y son repulsivos [...] Ambos tipos constituyen una degeneración de la raza, producida generalmente por su propia voluntad. Vestidos resultan desagradables, y desnudos, repugnantes. A veces cuesta creerlos seres humanos. [...] El espíritu completamente prostituido, no atina más que a conformarse."

El problema del aspecto físico necesario para moverse en la ciudad -problema social, urbano, cultural- se convierte entonces en una cuestión de responsabilidad individual por la propia salud:

"Si todos estos males no pudieran evitarse, sería perdonable: pero existen medios suficientes para atacarlos y al alcance de todas las clases sociales. No es por cierto con drogas, que minan el organismo, sino con algo que da vigor, salud y prana (sic) tanto al cuerpo como al espíritu: la cultura física, el mejor y más barato de todos los remedios, el único capaz de evitar la tuberculosis e infinidad de enfermedades que hoy flagelan a la humanidad y que se producen por la inacción en que mantiene al organismo toda la vida su dueño torpe, hasta originar el atrofiamiento."

Remedio corrector, antídoto natural, la cultura física es un deber individual, una coerción nacida de la mirada ajena, y por lo tanto una obligación para la vida en sociedad:

"No pretendemos que todos sean atletas, porque esto sería tan ridículo como lo otro; pero sí, un término medio: tipos naturales, equilibrados, que no aparezcan desagradables a los ojos de sus semejantes y no resulten una carga pesada para la sociedad [...] Los que así no piensan, son egoístas y no justifican honorablemente su existencia."37


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revista digital · Año 4 · Nº 17 | Buenos Aires, diciembre 1999