efdeportes.com
El abandono deportivo: propuesta para la
intervención práctica en edades tempranas

   
*Licenciada en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.
Diplomada en Educación Física. Becaria
**Doctor en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Profesor Asociado
**Doctora en Educación Física. Profesora Titular
****Doctora en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Profesora Titular
*****Doctora en Psicología. Profesora Titular
Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, Universidad de León
(España)
 
 
Olga Molinero*
dmpomg@unileon.es  
Alfonso Salguero**
dmpasv@unileon.es
 Belén Tabernero***
dmpbts@unileon.es
Concepción Tuero****
inectp@unileon.es
Sara Márquez*****
inesmr@unileon.es
 

 

 

 

 
Resumen
    El abandono deportivo en edades tempranas se está convirtiendo en un problema que requiere de medidas adecuadas de intervención práctica para contrarrestarse. En el presente artículo se proponen unas orientaciones de carácter general, tales como el énfasis en la ejecución y no en los resultados, el respeto a los motivos del atleta para participar o una serie de aplicaciones para la mejora de la motivación. Asimismo, se establecen una serie de recomendaciones que pueden proporcionar, a los entrenadores y demás adultos que intervienen en el deporte para niños en nuestro país, estrategias de conducta para que instruyan, recompensen y, en definitiva, se comuniquen mejor con sus jóvenes deportistas, y así reducir el número de abandonos que se producen en estas edades.
    Palabras clave: Abandono. Intervención práctica
 
Abstract
    Youth withdrawal from sport is becoming a problem that requires adequate practical intervention measures. In this article we propose general orientations, such as emphasis in performance and not in results, respect to the participation motives of athletes, and a series of applications aimed to the improvement of motivation. Moreover, a series of recommendations that may provide coaches and other adults participating in youth sport with behavioural strategies allowing education, rewards and a better communication with their athletes, are given. This would allow to reduce number of dropouts in early ages.
     Keywords: Dropout. Practical Intervention
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 90 - Noviembre de 2005

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Introducción

    El deporte en edad escolar siempre debe entenderse como una actividad formativa en sí, por su propia naturaleza, que busca la recreación, la salud física y mental, la integración social, y donde nadie queda excluido por limitaciones físicas o de sexo; sino que cada sujeto pueda encontrar su actividad idónea. No existe un solo tipo de práctica deportiva sino muchos tipos y están relacionadas con una diversidad enorme de contextos (Gil Moreno, 2002).

    La sociedad actual tiene múltiples realidades, y por lo tanto el deporte en edad escolar se realiza atendiendo a una diversidad de entornos, propósitos y formas diferentes. Está totalmente inmerso en esta problemática, y niños y adolescentes practican el deporte no en un único ámbito determinado, sino en todos los contextos que la sociedad ofrece. En la actualidad hay dos grandes tendencias sobre la práctica del deporte en la edad escolar y que se orientan hacia finalidades muy bien diferenciadas como son la dimensión educativa del deporte y el desarrollo del rendimiento deportivo de individuos y grupos, y en ambas, la motivación tiene un papel determinante (Salguero y cols., 2003a).


Abandono: la pérdida de motivación

    Abandono y motivación son dos conceptos estrechamente ligados, ya que el primero es a menudo consecuencia de la falta del segundo y, tal como afirma Cervelló (1996), el abandono es un indicador muy importante de la motivación en el deporte. En palabras de dicho autor, el abandono deportivo se puede conceptuar como aquella situación en la cual los sujetos han finalizado su compromiso explícito con una especialidad deportiva concreta.

    Weiss y Chaumenton (1992) consideran que este fenómeno como un proceso continuo que abarca desde aquel grupo de individuos que se retira de un deporte particular pero pasan a practicar otro deporte o el mismo a diferente nivel de intensidad, hasta aquel grupo de sujetos que se retiran definitivamente del deporte, idea que se refuerza en los estudios de Gould y cols. (1982b), Klint y Weiss (1986), o García Ferrando (1992). Según Petlichkoff y Gould (1988), el proceso de desgaste termina cuando un chico deja de participar en un programa deportivo organizado, pero es un error pensar que no lo van a retomar posteriormente. El abandono deportivo, según Trepode (2001), debe ser visto como un proceso que cambia gradualmente, que va de un deporte específico a un abandono general.

    Los elevados niveles de abandono deportivo que se producen en la población son considerados por distintos autores (Gould y cols., 1982a; Robinson y Carron, 1982; etc.) como un proceso normal de ensayo-error en la elección del deporte a practicar por cada niño. En esta misma dirección, Durand (1988) expone que es probable que la competencia entre las actividades que ofrece el mercado de entretenimiento influya sobre esta tendencia a "ensayar" sucesivamente varias especialidades, y a cambiar cada año de actividad, pero este conflicto de intereses no explica todos los abandonos que se producen, aunque sean un factor importante.

    Son muchos los estudios realizados con el objeto de conocer cuáles son las causas más aducidas por los jóvenes para abandonar el deporte. La causa principal que alegan es que "tenían otras cosas que hacer" (Gould y cols., 1982a; Lindner y cols., 1991a, 1991b; Snyder, 1996; Simon y Fernández, 1998; Trepode, 2001, Ruiz Juan y García Montes, 2002; Salguero y cols., 2003a, 2003b, etc.). Los niños raramente dejan el deporte por una razón específica, sino que confluyen varias, la anteriormente citada y otras como que "el entrenador no hace un buen trabajo" o "no se llevan bien con el mismo" (Snyder, 1996; Trépode, 2001, etc.) "tienen mucha presión para ganar" (Lindner y cols., 1991a, 1991b; Trepode, 2001; etc.) o una simple pérdida de interés por falta de juego, falta de resultados, falta de diversión (Gould y cols., 1982a; Lindner y cols, 1991a, 1991b; Snyder 1996; Trepode, 2001; Salguero y cols., 2003a, etc.).


Propuestas de intervención

    Multitud de autores han comprobado el papel que desempeña el técnico, tanto en la motivación hacia la práctica como en el abandono prematuro de la actividad deportiva. Así, según Morilla (1994) y en relación a este tema, un porcentaje importante de jóvenes abandonan la práctica deportiva (al menos temporalmente) por conflictos con el entrenador, donde se incluyen los problemas surgidos entre padres y técnicos. Otros agentes sociales que intervienen en la relación del joven con el deporte son los que les rodean en su vida cotidiana, sus padres, sus amigos o iguales, y de forma más lejana las instituciones encargadas de la organización del deporte dirigido a este grupo de la población.

    Teniendo en cuenta lo anterior y el hecho de que el deporte en edades tempranas ha de ir encaminado a la educación y al respeto de las características y necesidades de los jóvenes participantes, se plantea la necesidad de establecer una serie de indicaciones o recomendaciones para contrarrestar el abandono. Nuestra propuesta se basa tanto en aportaciones propias como en las ideas ya expuestas por autores diversos como Orlick (1974), Roca (1978, citado por Cruz, 1987), Cruz (1987), Smoll (1986), Coakley (1992), Gordillo (1992), Garcés de los Fayos (1993), Scanlan y Simons (1995), Snyder (1996), Martin (1997), Stratton (1999), Pulgarín (2000), Gil Moreno (2002), Tuero y Salguero (2001a, 2001b), Chan y cols. (2003), Salguero y cols. (2003a, 2003b), Chung y Lee (2003), Tejero (2003), Fuentes (2003) o Guillén (2004).

    Siguiendo a Cruz (1987), podemos afirmar que este tipo de recomendaciones puede proporcionar, a los entrenadores y demás adultos que intervienen en el deporte para niños en nuestro país, estrategias de conducta para que instruyan, recompensen y, en definitiva, se comuniquen mejor con sus jóvenes deportistas, y así reducir en la medida de lo posible, el número de abandonos que se producen en estas edades. Pulgarín (2000) propone cuatro vías principales sobre las que se tiene que centrar el deporte para que este cumpla las funciones de formación en los jóvenes, y que de forma resumida serían las siguientes:

  • La generación de actividades motrices y lúdicas que puedan practicar todos los niños en edad escolar como complemento a la competición en uno u otro deporte.

  • Modificar las estructuras actuales del deporte escolar, con el cambio de reglamentos, favoreciendo la adaptación progresiva de niño al mundo del deporte competitivo sin descuidar su desarrollo evolutivo.

  • Para los jóvenes que se encuentran ya en programas de trabajo y competición más fuertes y competitivos, se hace necesaria una atención individualizada que permita que el sujeto no sufra las secuelas de la presión de este tipo de competiciones, efectos manipulativos, etc.

  • Dentro del ámbito educativo, la escolarización obligatoria hasta los dieciséis años, y la necesidad de obtener una titulación mínima que permita al individuo proseguir sus estudios o trabajar, obligan al sujeto en varias ocasiones a elegir entre continuar la práctica deportiva o finalizar sus estudios con éxito.

    A continuación proponemos unas pautas de intervención, comenzando por una serie de orientaciones generales y continuando con otras específicas para los distintos agentes sociales.


Orientaciones generales

    Se pueden establecer una serie de consideraciones y recomendaciones para evitar los abandonos de los deportistas con menos habilidad o que no alcanzan la maestría del resto del grupo. De esta forma es posible lograr que la actividad física competitiva constituya una experiencia positiva para la mayoría de los niños en la etapa de su desarrollo psicosocial.

    Énfasis en la ejecución y no en los resultados. Para Cruz (1987), los adultos han de insistir ante los jóvenes deportistas en la mejora y en el progreso de la ejecución y han de quitar importancia a la victoria y a la derrota. Se trata de lograr atletas orientados a la ejecución y al dominio de las tareas motoras del deporte que practican. Estos niños pueden salir airosos en cualquier situación, atribuirán el logro de sus objetivos personales al entrenamiento continuado; y así podrán mejorar la percepción de su propia habilidad. De este modo, a través de comparaciones con estándares personales de progreso, considerarán de forma positiva y motivadora una competición en la que incluso obtienen escasas victorias. En cambio, cuando los mayores hacen hincapié, ante todo, en lo importante que es ganar, se crean deportistas orientados a los resultados. Estos jóvenes deportistas evalúan su habilidad en función de procesos de comparación social. Cuando las comparaciones les resultan desfavorables, como por ejemplo, obtener peor marca que un compañero o perder a menudo, llegan a la conclusión de que su habilidad para el deporte es escasa y lo abandonan.

    En esta línea, Guillén (2004) indica que el énfasis por los resultados y la excelencia del sujeto que se da en la sociedad actual, y más concretamente en el deporte de alta competición, ha sido trasladado, consciente o inconscientemente, por los medios de comunicación a los padres, entrenadores, técnicos y a los propios niños y jóvenes. Esto ha dado lugar a que sus competiciones resulten estresantes y no respondan a sus intereses, pues no encuentran en muchos casos lo que buscan, ya que en las mismas se están primando los resultados sobre cualquier otra cosa.


Respetar los motivos del atleta para participar

    Hay que hacer esfuerzos para estructurar el ambiente y así satisfacer las necesidades del atleta. Los motivos que dan muchos niños para su participación como son "conocer a gente", "estar con los amigos" y "divertirse" nos indican que el aspecto social del deporte es muy importante, y que resulta fundamental facilitar la interacción entre los sujetos, aunque se trate de deportes individuales, mediante actividades después de los entrenamientos y competiciones, para que no sea todo tan repetitivo y monótono (Snyder, 1996).

    El abandono de la práctica deportiva muestra una relación importante con el síndrome de burnout, entendido como un síndrome tridimensional caracterizado por agotamiento emocional, despersonalización y reducida realización personal (Maslach y Jackson, 1981).Según Garcés de los Fayos (1993, 2004), y sobre el fenómeno del burnout, éste sería un problema que radica en la organización social, por lo que sugiere la necesidad de implantar estrategias de intervención dirigidas a modificar:

  • Las relaciones sociales asociadas con la participación deportiva de élite.

  • La cantidad de control que se ejerce sobre los jóvenes deportistas en relación a su vida, dentro y fuera del deporte.

  • La falta de habilidad que los jóvenes deportistas tienen para valorar críticamente por qué participan en el deporte y cómo la participación deportiva ata el resto de sus vidas.

  • La organización social de los programas deportivos de alto rendimiento y las condiciones de entrenamiento y competición en dichos programas.

    La organización en los clubes, y el planteamiento de entrenadores y familiares, ocasiona en los deportistas jóvenes unas presiones sociales que pueden derivar en la aparición de las características de este síndrome. Y es que debemos meditar sobre el contexto social como fuente estresora principal.

    Una serie de aplicaciones para la mejora de la motivación, que habría que tener en cuenta se plasman en los siguientes puntos de forma muy general:

  1. Existe una multitud de características que hacen divertido el deporte, y muchas de ellas son comunes a través de los diferentes contextos deportivos. Aunque una característica particular puede ser más significativa para un individuo que para otro, en realidad hay muchas ocasiones de experimentar esta emoción positiva en el deporte (Scanlan y Simons, 1995).

  2. El logro y su reconocimiento son divertidos, aunque es algo frecuentemente olvidado. Este se puede experimentar después de acabar la práctica, como se realizan comentarios con los compañeros. Esta concepción reconoce que hay diversión en la sensación de logro percibido y no mientras se realiza la tarea (Scanlan y Simons, 1995).

  3. Las fuentes de divertimento no relacionadas con el logro demuestran la riqueza potencial de la experiencia deportiva, y el amplio significado que puede tener para los participantes. Por ejemplo, las interacciones con los amigos del equipo pueden ser importantes para el mantenimiento de los participantes dentro del deporte a largo plazo (Scanlan y Simons, 1995).

  4. Las fuentes de divertimento relacionadas directamente con el movimiento en sí mismo, como las sensaciones de movimiento, podrían ser la clave de la atracción del individuo hacia el escenario de un deporte en particular sobre otros. Otras fuentes específicas derivadas del movimiento, junto con la capacidad física, características exclusivas del deporte y las actividades físicas, podrían ser fundamentales para la implicación inicial y continuada en estos.

  5. Los contenidos y objetivos de los entrenamientos se han de adaptar a las capacidades del niño y no viceversa. No debemos "subcargar" a los atletas más capacitados, ni sobrecargar a los que tienen menos habilidad en la disciplina deportiva que les ocupe (Fuentes, 2003).

  6. Una tarea pierde sentido para los niños cuando éste no entiende su necesidad, por eso la explicación de los objetivos de cada ejercicio y cada gesto técnico o comportamiento táctico es fundamental para su motivación y asimilación. La división de los modelos motores complejos en partes reconocibles y valorables para los niños que entrenan y la revalorización de los objetivos motrices parciales y rudimentarios, respecto a objetivos motrices detallados y finos, son estrategias que podemos seguir (Fuentes, 2003).


Orientaciones para los agentes sociales

    Los agentes sociales a los que hacemos referencia en el siguiente apartado son las personas adultas que rodean al niño o joven, tanto en su vida deportiva como fuera de ella; es decir, padres, familia, amigos, profesores, entrenadores/monitores, y cuya influencia, sobretodo en la iniciación, es determinante para la adherencia a una actividad deportiva. Según Chung y Lee (2003), el elogio, el ánimo, el feedback positivo, el confort y la asistencia a la competición son todos importantes para continuar la participación en el deporte escolar, independientemente de quién venga este apoyo, padres, entrenadores/profesores o amigos. De ahí las pautas que a continuación presentamos para guiar sus intervenciones.

    Salguero y cols. (2003a), para intentar evitar el abandono prematuro y para que los entrenadores logren una interacción más adecuada con los jóvenes deportistas, avanzan dos tipos de propuestas:

  1. Las encaminadas a mejorar la formación de los agentes psicosociales, padre y entrenador especialmente (Roberts y cols., 1981; Vallerand y Reid, 1984; Stenberg y Hasbrook, 1987).

  2. Las que buscan proporcionar a los niños y a los jóvenes estrategias adecuadas tendentes a la valoración de sus logros de acuerdo con la etapa evolutiva en la que se encuentren (Martens, 1987; Duda, 1987).

    Y de acuerdo a estas dos líneas de trabajo, presentamos los siguientes aparatados sobre los que fundamentamos nuestra propuesta.


Entrenadores

    Cruz (1987) afirma que los entrenadores aunque se trate de jóvenes voluntarios, no tienen la adecuada preparación psicológica, como sucede la mayoría de las veces en nuestro país. Para situar las cosas en su justo lugar, convienen no olvidar tampoco que los entrenadores han de integrar, además de los conocimientos psicológicos, los de otras ciencias básicas, como la fisiología o la biomecánica, en una adecuada tecnología del entrenamiento (Roca 1978, citado por Cruz, 1987). La actuación del técnico es esencial para favorecer la continuidad de la práctica así como para conducir al abandono, de ahí la necesidad de un asesoramiento psicológico a este individuo, resaltando la importancia que puede llegar a adquirir el comportamiento del entrenador en su relación con el deportista (Tuero y Salguero, 2001a, 2001b).

    Snyder (1996) propone una serie de roles que debe o puede protagonizar el entrenador, ya que desempeña un papel muy destacable para que el deportista continúe practicando. Hay que señalar que los deportistas valoran más aspectos relacionados con el comportamiento personal y las relaciones humanas que con los propios conocimientos técnicos (Salguero y cols, 2003a). Y es que el entrenador es una figura clave en la iniciación deportiva ya que la mayoría de los factores negativos están bajo el control del técnico, tanto en los entrenamientos como en la competición.

    Algunos puntos que consideramos de interés para trabajar en y por los entrenadores serían:

  • Recompensar tanto las jugadas correctas como los esfuerzos de sus jugadores. Hacer énfasis en la mejora, que contrasta por ser una de las razones de abandono de la competición. Dar un conocimiento de los resultados y feedback para que vean que pueden mejorar, que puedan experimentar el éxito propio (Cruz, 1987). Hablar con los padres, que no le den importancia a los resultados y hablen con los chicos de los avances que van realizando y sobre su tiempo libre (Snyder, 1996). Desafortunadamente otros factores como la maduración y los conocimientos previos del deporte crean una destreza de las cuales se extraen a veces conclusiones erróneas, de ahí la importancia del papel de los adultos (Stratton, 1999).

  • Animar, y sobre todo, dar instrucciones técnicas pertinentes cuando los jugadores cometen un error (Cruz, 1987). Para Stratton (1999), los niños observan respuestas del entrenador/ padre que, a menudo, son no verbales, y que en los niños al ser interpretadas, causan el abandono. Por eso, los adultos deben ayudar a interpretar los resultados: el error no es un fracaso. También se pierde, y hay que intentar que en cada carrera o competición encuentren algo satisfactorio (Snyder, 1996).

  • Transmitir instrucciones técnicas de una manera positiva. Utilizar lo menos posible el castigo y las instrucciones técnicas de tipo punitivo (Cruz, 1987). El desarrollo de la autoestima y la percepción de la competencia no es tan sencillo como un feedback positivo, sino también negativo, crítico para una mejor percepción de la competencia física, pero teniendo cuidado con la naturaleza de los comentarios.

  • Conceptos como fair play no se aprenden si el entrenador o la familia no dedican tiempo a su enseñanza, y el dejarlos de lado cuando el equipo pierde, es algo que no hay que hacer. Los árbitros también tienen que ser flexibles en las normas para su comprensión. Dichos conceptos se tienen que reflejar en todos los momentos, tanto en los entrenamientos como fuera de ellos, siendo coherentes y demostrando al deportista el beneficio que aporta esta serie de valores.

  • Programas sistemáticos de establecimiento de objetivos. Tal como sugieren Locke y Latham (1985) en una revisión del establecimiento de objetivos en el ámbito del deporte, éstos deben ser específicos y no excesivamente amplios, para obtener una retroalimentación inmediata de los progresos. Además, conviene fijarse objetivos múltiples y realistas, pero desafiantes, siempre que haya una alta probabilidad de lograrlos. También resulta interesante que los objetivos los determinen de común acuerdo el entrenador y los deportistas, y que aquel aporte una evaluación continuada y un adecuado reforzamiento por el logro, tanto de los objetivos específicos a corto plazo como de otros objetivos a largo plazo, que conviene no olvidar

  • La rutina algunas veces ensombrece el propósito del entrenamiento, por eso, una mejor comprensión de lo que es el entrenamiento, qué se intenta lograr, cómo se hace mejor y el efecto de los diferentes tipos de entrenamientos y sus resultados, hacen que el entrenamiento tenga más significado y genere mayor motivación (Tejero, 2003).

  • Estimular otros aspectos. Facilitar la realización educativa y profesional. Potenciar otras facetas del deportista, que no se identifique sólo en un campo de su vida, sino que potencie otras facetas como las relaciones fuera del ambiente deportivo, estudios, trabajo, otras inquietudes, etc., que deben de ser satisfechas para que el deportista no se estanque y desmotive (Martin, 1997).


Psicólogos y padres

    El papel de los psicólogos deportivos en la iniciación deportiva, aunque muy olvidado, es necesario también, con tareas como colaborar con el entrenador, hacer ver que existen otras metas extradeportivas no incompatibles, evitar que el deportista que abandona se aísle ayudándole en el periodo de transición entre la vida en activo y la posterior retirada, y asesorar antes y después de su etapa deportiva (Martin, 1997).

    El hecho de ofrecer un programa de asesoramiento psicológico a los padres es interesante. Robertson (1986) señala que en Estados Unidos, los padres, cada vez más interesados y comprometidos en los programas de deporte para niños, representan por lo general una fuente de estrés para la actividad deportiva de sus hijos. En este sentido, el trabajo conjunto del entrenador y del psicólogo del deporte a nivel educativo y preventivo, puede ayudar a que los padres acepten los objetivos del programa de iniciación deportiva. Consecuentemente, cuando los padres formulen preguntas tales como : ¿has mejorado hoy tu marca?, ¿te han entrado más veces el primer servicio?, o, simplemente, ¿te lo has pasado bien?, en lugar de la pregunta habitual: ¿quién ha ganado?, se habrá eliminado una de las fuentes que origina estrés en el niño que participa en el deporte de competición.

    También, tanto los psicólogos como el resto de estos agentes sociales, deben preocuparse por la ausencia de criterios sobre porqué los deportistas jóvenes participan y porqué tienen casi dedicación exclusiva en este campo, intentando descentralizar nuevamente su atención, y haciendo que realicen una práctica reflexiva que vaya siempre donde sus intereses y necesidades indiquen.

    Los padres deberían apoyar a sus hijos, pero no limitar sus relaciones en el ambiente extradeportivo. Potenciar la faceta deportiva, pero sin olvidar la de los estudios o trabajo y animarles a desarrollar sus aficiones, sin darles a elegir entre el deporte y otras actividades, porque en tal caso puede convertirse en una fuente más de estrés, como hemos visto anteriormente, y que desemboca en el abandono prematuro de las actividades deportivas.


Instituciones

    Las instituciones son otra parte del entorno del deportista que también influye en su participación, y que muchas veces cierran sus ojos a las necesidades de los mismos, volcándose en intereses administrativos y de otro tipo, y que lo único que consigue es , a la larga, causar directa e indirectamente un mayor número de abandonos deportivos. De ahí que los hayamos incluido en este apartado junto con otra serie de recomendaciones muy concretas:

  • Modificación del reglamento del deporte. Hay que resaltar que nunca se puede olvidar que estamos relacionándonos con niños. En este sentido, cuanto menores sean éstos, mayor importancia reviste el hecho de que los organizadores de los programas deportivos cambien el reglamento, con el fin de que un mayor número de ellos logre el éxito. A ello se puede llegar introduciendo cambios tan sencillos como, por ejemplo, modificando las dimensiones del terreno de juego o la altura de las canastas en baloncesto (Cruz, 1987).

  • Aumentar la calidad y cantidad de los puntos de reunión (instalaciones deportivas), facilitando y programando el nivel de las escuelas, así como satisfacer las demandas de los jóvenes de la zona/ distrito en el ámbito deportivo son medidas que se pueden tomar para reducir el abandono (Chan y cols., 2003).

  • Deberán preocuparse por la planificación de los programas, condiciones de entrenamiento y competiciones, exigiendo objetivos mínimos que se adapten a las características de los participantes en cada disciplina, respetando el desarrollo del individuo además de sus demandas (Smoll, 1986).

Por último, los adultos que rodean al joven deportista deben de tomar conciencia de la importancia de las primeras experiencias deportivas y encontrar el esperado equilibrio entre las diferentes dimensiones que ofrece la práctica deportiva, y especialmente, conocer los aspectos positivos y negativos mencionados en este documento para conocer si pueden darse o no en su situación actual (Gordillo, 1992).


Conclusión

    Proponemos las siguientes intervenciones básicas para la reducción del abandono. Los feedbacks, progresiones y adecuación del entrenamiento, junto con el planteamiento de objetivos realistas nos ayudarán a que los jóvenes deportistas sean conscientes de sus posibilidades y las mejoren. La variedad en los ejercicios, con prácticas cortas y animadas que tengan unos objetivos definidos y específicos, les podrá permitir el ser conscientes del aprendizaje y su evolución. Todo esto se verá completado facilitándoles la participación en la competición y lo que ésta implica, victoria, derrota y demás conceptos. El que dispongan de tiempo para hacer amigos y otras actividades sociales fuera de los entrenamientos, planificando periodos de tiempo libre antes, durante y después de los mismos hará que desarrollen facetas distintas al rol de deportista.

    Finalmente, y coincidiendo en lo que indica Pulgarín (2000), en la medida que seamos capaces de ofrecer nuevas alternativas más adecuadas a los jóvenes deportistas, facilitaremos una mejor adaptación y aseguraremos una mayor continuidad y adherencia a la práctica deportiva, además de sentar las bases para el futuro desarrollo de estos jóvenes como deportistas y como personas.


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revista digital · Año 10 · N° 90 | Buenos Aires, Noviembre 2005  
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