Efectos culturales de la proliferación de los gimnasios en la década de 1990 |
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Docente de la carrera de Ciencias de la Comunicación Social (UBA) |
Eduardo Cartoccio educartoccio@yahoo.com.ar (Argentina) |
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Presentado en el Encuentro Sudamericano La corporalidad en la cultura de los noventa. Buenos Aires, noviembre de 2004,
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 78 - Noviembre de 2004 |
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Introducción
Las presentes reflexiones constituyen una aproximación general de carácter exploratorio al tema de los efectos culturales de la proliferación de los gimnasios, con referencia especial a la década de 1990.
La perspectiva que utilizamos en nuestra reflexión se inspira en la de Adorno y Horkheimer respecto de "La industria cultural" en el libro Dialéctica del iluminismo. Allí se analiza como la lógica de la producción industrial y la integración al mercado inciden en la producción de bienes culturales y artísticos imponiéndoles formas y condicionamientos en diversos aspectos. Y al mismo tiempo este proceso particular se lo inscribe en procesos de racionalización de basto alcance. Así como con el paso del tiempo se observó que en distintos sectores de la industria cultural o de las industrias culturales no impera necesariamente de manera absoluta la imposición comercial y las limitaciones de la estructura técnico-industrial, es probable que la realidad de los gimnasios modernos desborde el marco de las consecuencias derivadas de su funcionamiento comercial que aquí señalamos. Sin embargo, creemos que una indagación acerca de los efectos culturales del funcionamiento de este tipo de gimnasios no puede soslayar este aspecto, el cual además, tiene la virtud de conferir unidad a la reflexión sobre un fenómeno que implica distintas dimensiones y niveles posibles de análisis.
Por otra parte, siguiendo la idea de una "antropología dialéctica" sugerida por Adorno y Horkheimer y rastreable en Walter Benjamín1, se trata de concebir el fenómeno particular como una "imagen dialéctica" (Benjamin) de un época o momento histórico y de interpretarlo en el sentido de descifrar la relación de este objeto con la constelación histórica que lo constituye (Adorno). Desde esta perspectiva, entonces, a los fines de iniciar nuestra tarea de desciframiento de los efectos culturales del gimnasio (y remarcando que se trata solo de un inicio), hemos seleccionado dos aspectos desde los cuales abordar nuestra temática:
Una característica central organizadora: el carácter privado y comercial del gimnasio moderno. Este aspecto nos permite delimitar de qué tipo de gimnasio estamos hablando, y además comenzar a relacionar la proliferación de los gimnasios con otros procesos sociales.
Elegimos dos "figuras" significativas para interpretar: los menúes de servicios exhibidos por los gimnasios; y el dispositivo visual configurado regularmente en el diseño físico del espacio de los gimnasios.
Consideramos, desde ya, que la tarea de desciframiento crítico sostenido, exige abarcar otras dimensiones, o profundizar más en algunas de ellas, con abordajes empíricos y herramientas metodológicas precisas. Lo que sigue a continuación es un inicio de reflexión, cuyo carácter general, o generalizador, en algunos casos, no debe ocultar su fragmentariedad.
El carácter privado y comercial. El no lugarLa comparación entre el club barrial (el club social y deportivo identificado con el barrio o la localidad donde funciona), y el moderno gimnasio privado y comercial, nos suministra algunas pautas para caracterizar a este último dentro de las históricamente cambiantes relaciones de las instalaciones deportivas con sus usuarios.
A la distancia, y en una época de crisis de los clubes barriales, reflejada, por ejemplo, en la película Luna de Avellaneda; resaltan las características comunitarias, vale decir, las relaciones de tipo comunidad promovidas por el club barrial, en contraste con las relaciones de tipo sociedad que predominan en el gimnasio.2
El club barrial, tal como su denominación común lo indica, implicó tradicionalmente una fuerte identificación con el lugar al que pertenecía. Un gimnasio, por ejemplo, no pertenece a un lugar, está en un lugar, así como podría estar en otro. El club, en cambio, fue siempre una de las instituciones representativas del barrio o de la localidad. El vínculo entre los socios y usuarios del club, a pesar del mismo nombre socio, nunca se limitó a una relación de contractual de las que predominan en la tipología "sociedad", sino que implicaba un sentido de pertenencia comunitaria y de identidad compartida. De hecho cada club barrial está vinculado históricamente al momento formación o consolidación de ese barrio o esa localidad, a los movimientos migratorios e inmigratorios, a la cristalización de algún tipo de reconocimiento mutuo y de proyecto compartido (por ejemplo "el progreso del barrio"), entre los habitantes de esos nuevos barrios o localidades. Desde esta caracterización nos podemos preguntar hoy en día ¿qué implicaba, en los momentos de auge de los clubes barriales, "ir al club", y realizar prácticas deportivas o hacer gimnasia allí? ¿O qué implicaba, simplemente, "ser de un club"?
Se va a un gimnasio, pero se es de un club. Aquí, quizá, se resuma la diferencia que estamos señalando utilizando las categorías comunidad y sociedad. En el gimnasio comercial, que encarna el predominio de las segundas, la relación contractual-comercial entre el gimnasio y el usuario difícilmente es superada hacia otros sentidos que no tengan el fin instrumental previsto. Los usuarios son clientes, y como tales son interpelados constantemente. "No hay un modelo a seguir, sino caminos por donde encarrilar los requerimientos y las necesidades del cliente", decía un entrenador3 en una publicación especializada de la época, donde se verifica que los clientes son siempre sujetos individualizados, en este caso, con "requerimientos y necesidades" individuales. El gimnasio, entonces, se propone como un instrumento para un individuo.
Pero la misma caracterización del gimnasio como ámbito privado y comercial, y como ámbito en el que predominan las relaciones de tipo sociedad, nos lleva a relacionarlo con las nociones de lugar y no lugar de Marc Augé, las cuales se difundieron también en la década de 1990. "Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad, ni como relacional ni como histórico, definirá un no lugar"4. A su vez los no lugares, que son espacios característicos de lo que Augé denomina "sobremodernidad", tienen también las características de ser espacios de circulación que sólo tienen que ver "con individuos (clientes, pasajeros, usuarios, oyentes), pero no están identificados, socializados ni localizados [...] más que a la entrada o a la salida"5.
El gimnasio es un espacio que no asume mayormente las características locales de la zona en donde se asienta. Es decir, responde a un modelo de cultura globalizada, y en este sentido mantiene rasgos en común con otros ámbitos como los shoppings, las estaciones de servicio, los locales de comida rápida. Utiliza además numerosas palabras del "inglés básico" de las tecnologías de la comunicación o del marketing que menciona Augé6, como fitness, low impact, step, aerobic, gym, etc. Además en el marco de este modelo globalizado, cada gimnasio estructura su menú de variadísimas disciplinas desterritorializadas que puede incluir por ejemplo: "aeróbicas, papi fútbol, voley, modeladora, tae-kwon-do, karate-do, sauna-relax, máquinas neumáticas", o "fisicoculturismo, aerobic's-yoga, modeladora, gimnasia combinada, masajes, dietas, kung-fu".
A diferencia de un lugar tradicional de la modernidad, como un club precisamente, donde los miembros o concurrentes al mismo siempre compartían señas de identidad, el gimnasio contemporáneo sería un espacio de la sobremodernidad en donde no necesariamente se daría una "identidad relacional" o una sociabilidad en común. Este creemos que es el aspecto más problemático de la caracterización del gimnasio como no lugar. ¿Necesariamente no se da ningún tipo de "sociabilidad" y de "identidad relacional"? ¿Qué tipo de relaciones sociales, que tipo de "sociabilidad" se pueden dar o no dar, qué identidades sociales se pueden constituir en el ámbito de este tipo de gimnasios? Solo una etnografía detallada de los asistentes a los gimnasios podría dar cuenta de las características de las interacciones sociales en los gimnasios en la actualidad. Sin embargo, podemos pensar que de alguna manera, las determinaciones estructurales van a influir en el aspecto interaccional. En particular, podemos pensar que la forma en que el gimnasio interpela a sus clientes o potenciales clientes (lo que se debe a su carácter comercial), para contratar sus servicios ya delimita un lugar preciso, una marca que produce efectos.
Volviendo a la comparación, el club barrial aparece integrado en el relato del destino en común de un grupo de vecinos. ¿Pero qué historia, qué relato se podrá escribir en el gimnasio, además del que ya escribió tempranamente César Aira, La guerra de los gimnasios?
El interminable menú de ofertas y la interpelación al gustoDebido al carácter privado y comercial, es el mercado el hilo conductor de toda la propuesta de los gimnasios. Desde esta posición, la proliferación de ofertas al clientes resulta una consecuencia obvia y naturalizada, ya que las prácticas comerciales suponen generalmente, por parte de los vendedores, el interés en la búsqueda de nuevos bienes, servicios, variedades, etc., para ofrecer. De esta manera, junto con la proliferación "externa" de los gimnasios que continúa aceleradamente hoy día, también se dio y se sigue dando, la diversificación "interna" de ofertas de servicios para los usuarios.
La poética heteróclita de los menúes de ofertas en la década de 1990 podía abarcar: Tae Kwon Do, yoga, sauna, hidromasaje, aparatos, aerobic, step, localizada, etc., etc. (más los menúes que mencionamos en la sección anterior). En esta línea quizá se pueda llegar a imaginar qué cosas no le podrían faltar a un gimnasio de este tipo (por ejemplo un sala de musculación), pero difícilmente se le pueda poner un límite a lo que se le pueda agregar.7
En el momento en que cobraba vuelo el discurso neoliberal de un capitalismo sobreintensificado y se lo llevaba a la práctica concretamente en nuestro país con el gobierno de Menem, el gimnasio constituía una de esas instituciones diseñadas a medida de las nuevas reglas. Después de décadas de oscuro intervencionismo estatal, de burocracia centralizada, y de desatenciones sistemáticas al cliente y al contribuyente, se redescubría que el mercado podía garantizar la posibilidad de elegir entre ofertas diversificadas, flexibles, creativas y dinámicas. La libertad de elegir en manos del soberano consumidor quedaba consagrada en la constitución de este discurso ideológico reciclado. Shoppings centers, cadenas de comida rápida y gimnasios eran algunas de las instituciones que se difundieron al mismo tiempo y que propiciaban este ejercicio de inusitada libertad.
Pero las representaciones ideológicas de la libertad de elección o de la soberanía del consumidor chocan con un límite que es inmanente. No solamente ocurre que siempre una parte de la población queda excluida en términos económicos de esta libertad de elegir; por otra parte, para que se ejercite esta supuesta libertad de elección es necesaria una coacción social y una autocoacción simétricamente desarrolladas, con lo cual esta libertad es contradicha en sí misma.
La libertad de elegir presupone una no libertad fundamental de los consumidores. Con la idea de interpelación al gusto, podemos intentar interpretar este proceso paradójico: se interpela al gusto como supuesta facultad natural del sujeto de elegir libremente, pero previamente se determina qué gustos son "reales" y automáticamente todo lo que no está dentro de los modelos establecidos pasa a la categoría de lo que "no existe" o ni siquiera sería imaginable. Esta interpelación al gusto supone un marco institucional específico: las relaciones de clase (y la lógica de la distinción que analiza Bourdieu), las relaciones de mercado y los medios de comunicación como fondo omnipresente en la vida cotidiana de la sociedad actual. Y además propone explícitamente una relación de placer del cliente o consumidor interpelado con la acción de satisfacer esa demanda. Sin embargo, podemos pensar que la situación del sujeto interpelado no es necesariamente placentera, ya que vive siempre en el borde de la existencia y la no existencia, de quedar integrado en el consumo o marginado del mismo, de tener o no tener. La interpelación al gusto, como proceso social generalizado, supone en sí misma la coacción sobre el interpelado (más a allá de las respuestas o no de las demandas puntuales).
Norbert Elías refiere las nociones de coacción y autocoacción originariamente a la esfera política. El proceso de centralización del poder en las cortes, obligaba (coaccionaba) a los guerreros feudales a imponerse (autocoacción), modales de cortesía y refinamiento hacia esa instancia superior, lo cual inicia un proceso continuado de refinamiento de las costumbres. Coacción y autocoacción eran dos caras del mismo proceso. Ahora bien, en este trabajo nos planteamos una pregunta y ensayamos un comienzo de respuesta. ¿Qué sucede si pensamos al mercado como instancia que centraliza la coacción y promueve la autocoacción?
Precisamente, y volviendo al tema específico del gimnasio, podemos observar que el mercado toma a su cargo la gestión directa de toda un área de trabajo sobre el cuerpo, en el mismo sentido en que se habla, por ejemplo, de la gestión privada de la educación o de la salud. Como hipótesis, podemos decir que sería entonces el mercado el que impondría la coacción social sobre el cuerpo en forma directa, y en este caso sin la mediación de las instituciones disciplinarias de las que hablaba Foucault. Las disciplinas implicaban esfuerzo y desagrado y eran representadas en esos términos (incluso como castigo en muchos casos); las actividades y ejercicios en los gimnasios, aunque puedan implicar la mediación de cierto esfuerzo, son representadas como un placer. Este elemento, la representación placentera, quizá nos ayude a explicar el funcionamiento efectivo de la autocoacción, si consideramos que las presiones sociales son tanto más justificadas y "razonables" en la medida en que presionan hacia algo placentero. Lo placentero encubre lo coactivo. Por eso ya no hay derecho a seguir siendo gordo o desgarbado, o simplemente a tener un cuerpo no trabajado en el gimnasio.
En la década en la que se había eliminado la inflación, la inflación de los menúes de servio tendió a multiplicarse indefinidamente. Estos menúes eran los representantes de la ilusión de la libertad de elegir ampliada en el terreno económico, que tanto placer prometía para los clientes y consumidores. Fue un época de placeres interminables. En cuanto a lo corporal, las bondades del mercado fueron destructivas no sólo en los cuerpos marginados y excluidos; también la propia integración corporal produjo fragmentación, reificación y, como se suele decir, "un auténtico dominio de lo corporal".
El cuerpo obligadoEn la década de 1990, en Buenos Aires, cierto nuevo tipo de bares y los gimnasios coincidían en dos aspectos visuales: fachadas transparentes en los exteriores, y espejos en los interiores. En particular, a cada bar, café o restaurant que se remodelaba se le quitaba su opacidad anterior, cambiándola por mayor transparencia y rebote de imágenes. Los gimnasios en cambio nacieron ya transparentes y reflejantes, y el impacto visual del conjunto de cuerpos humanos y máquinas omnivisibles resultaba bastante llamativo a comienzos de la década, para transformarse en pocos años en un paisaje habitual de las retinas urbanas. La diferencia se haga quizá más ostensible con la siguiente comparación: hoy en día, en el año 2004, cuando pasamos por el frente de un gimnasio pensamos que la gente que está adentro está haciendo gimnasia; hace unos quince años tendíamos a pensar que esa gente se estaba mostrando haciendo gimnasia, o que ese lugar las mostraba haciendo gimnasia. En cualquier caso, resaltaba el hecho mismo de la exposición.
Obviamente, esta visibilidad nos remite de nuevo a la lógica de la mercancía que implica su exhibición, anuncio, exposición. En los escritos sobre Baudelaire, Walter Benjamin señala el relumbre visual de la mercancía en los pasajes y los bazares, el fetiche de la mercancía como signo visual que circula espectacularmente. "La masificación de los clientes que forman el mercado acrecienta el encanto de la misma [la mercancía] para el comprador medio", señalaba a propósito de la relación entre las mercancías expuestas y la "embriaguez" en la contemplación del flaneur8. Lo que quizá llame la atención en el caso particular de la exposición en los gimnasios, sea el hecho de que el cliente ocupe al mismo tiempo el lugar de la mercancía expuesta.
Ahora bien, este tipo de exposición, quizá no sea un dato puramente externo y accesorio respecto a la propia configuración de los cuerpos y la subjetividad en los gimnasios. Por empezar, podríamos interrogarnos acerca de la relación entre la transparencia exterior de la fachada y el reflejo de los espejos en el interior. Ese doble juego de transparencia y reflexión que intersecta de alguna manera a los cuerpos en ese espacio, dicho en términos empiristas y naturalistas: la fachada transparente que expone al cuerpo a la mirada exterior de otras personas, y el espejo que lo expone a la mirada propia.
Sin embargo, no se trata de la "mirada de los demás", y la "mirada del individuo" como datos empíricos brutos, sino de una significación social de la mirada y una construcción social de la mirada que atraviesa las distintas instancias de este dispositivo visual.
Como ya dijimos, el cuerpo ejercitándose en el gimnasio es la mercancía (o algo así como el soporte material de una mercancía que es un servicio), que el gimnasio muestra a través de la transparencia de su frente, que es una vidriera en su totalidad. Desde este punto de vista, el cuerpo debe ser expuesto y debe atraer las miradas. Y precisamente esta enunciación descriptiva, es la que encontramos, más allá del gimnasio, como un imperativo social: el cuerpo debe ser mostrado permanentemente. Por ello, parece natural que la persona que trabaja mucho su cuerpo en un gimnasio vista solo una remera diminuta en pleno invierno. ¿Por qué estaría dándole forma a ese cuerpo para que no se note? Pero, quizá la pregunta más importante sea ¿por qué existiría esa necesidad de mostrarlo permanentemente? Obviamente no decimos que todas las personas que vayan al gimnasio muestren su cuerpo de la misma manera fuera de este ámbito. Pero sí apuntamos a un tipo de significación en la constitución de los cuerpos con un predominio marcado de la imagen visual del cuerpo por sobre otras posibilidades de percepción del mismo.
Por el lado del espejo, el gimnasio nos remite a la imagen del relato maravilloso. El espejo, de objeto e instrumento, se transforma en sujeto interlocutor, y además, tal como en el cuento, tiende a dar malas noticias, a mostrar lo que falta, la importancia siempre mayúscula de lo que falta para lograr lo que supuestamente se desea. Lo que se entiende, justamente a partir de los años 90, como "vigorexia" o "complejo de Adonis", quizá sea el ejemplo exacerbado, y por ello sintomático, del lugar que ocupa el espejo. Aunque se halla entrenado compulsivamente para tener un cuerpo fuerte y musculoso, el vigoréxico se sigue viendo débil y delgado en el espejo. Si es compulsiva su necesidad de entrenamiento, también lo es su necesidad de mirarse en el espejo, es decir, de consultarlo permanentemente. El espejo, lejos de ser un mero instrumento, es un sujeto tirano, cruel, coactivo; donde tendría que reflejar pasivamente, responde activamente con una mirada propia.
El que sí ocupa el lugar del objeto inerte o pasivo, es el cuerpo. Si el diálogo entre "la persona" y el espejo constituye un juicio, el cuerpo es el mudo soporte material de todo lo que se juzga. Lo más probable es que se trate de un juicio determinante, donde lo particular debe submirse bajo una ley conocida, y entonces, el espejo actúe como esa conciencia que recuerda incesantemente que la forma que debe tomar el cuerpo debe corresponder a un imperativo estético visual. El espejo trabaja más desde la proyección que desde la reflexión. Y el cuerpo, en aparente discrepancia con su elevado nivel de exposición, es un cuerpo introvertido o pasivo que no puede ir más allá de su monólogo especular.
No podemos, no estamos en condiciones de agotar las posibilidades de análisis del dispositivo de visibilidad del espacio de los gimnasios, simplemente tratamos de señalar ciertos elementos de la construcción de un tipo de mirada sobre el cuerpo. Construcción que es efectiva en cuanto no está aislada socialmente. Se nos ocurre preguntarnos si la disposición espacial no es al mismo tiempo que la concreción de un dispositivo de visibilidad, una metáfora del lugar y del modo de visibilidad del cuerpo. Por otra parte, también podemos considerar el tema desde el imperativo de visibilidad. Vale decir, nos preguntamos acerca del carácter significante y performativo simultáneo. Y en esta línea, ¿no podemos representarnos la proliferación de los gimnasios como la construcción local y el refuerzo general de un tipo de mirada social sobre el cuerpo? Construcción local, en cuanto a que si bien el gimnasio puede tener características similares a muchos otros espacios, filiaciones, patrones comunes, etc., también algo específicamente construye y aporta. Y también refuerzo y complemento general, por cuanto seguramente no todo, ni mucho menos de esta mirada se construye exclusivamente aquí, sino también en otros ámbitos.
Desde una cierta distancia, la década de los noventa nos permite contemplar el desarrollo de un cierto tipo de cuerpo racionalizado visualmente. Racionalización del cuerpo que está en las antípodas de cualquier idea de liberación del cuerpo. Una cera, una materia informe, eso en el fondo es el cuerpo: ya que se puede hacer todo con el cuerpo, luego, el cuerpo no es nada. El cuerpo es más objeto que nunca: se lo trabaja, se lo opera, se le quita, se le agrega. El cuerpo ocupa el lugar de la materia informe sobre el cual el cogito impone las formas. Y el gimnasio vive de esta posibilidad, la reproduce, la proyecta.
El imaginario de la libertad de elegir en el marco de la sociedad de mercado se complementó eficazmente con el imaginario de la libertad ilimitada para obrar sobre el cuerpo en un proceso que sigue su curso.
ConclusiónEn el gimnasio donde, desde la suposición ingenua, deberíamos encontrar una mayor atención al cuerpo, encontramos una atención mucho más concentrada en los planes, recetas, programas que se aplican sobre el cuerpo. La expresión "culto al cuerpo" nos debe poner en alerta contra su fácil utilización: no se rinde culto al cuerpo, sino a las posibilidades cada vez mayores de operación sobre el cuerpo.
Ágnes Heller señaló la falla de la promesa de la modernidad sobre el cuerpo: desde el Renacimiento se anuncia incesantemente la liberación del cuerpo, pero los procesos sociales concretos marchan en el camino de una descorporalización de las relaciones sociales. Se decreta su liberación y se lo retira de circulación al mismo tiempo. El gimnasio moderno es una de las instituciones que operan en ese sentido, y reproduce esa enunciación paradojal. Se dice que se le da importancia a la forma del cuerpo, pero se lo considera como lo informe, como aquello que hay que informar y amoldar. Se expone visualmente la magnificencia el cuerpo entrenado al tiempo que se lo niega en las propias rutinas de entrenamiento.
Esta actitud ante el cuerpo continúa desarrollándose, y el gimnasio, con sus características institucionales, continúa en la lógica de la concentración económica, diversificación, estandarización e integración de servicios, incorporación de tecnología, internacionalización de cadenas de gimnasios, etc. El impulso coyuntural y local que significó la década del 90 en nuestro país enfatiza o patentiza algunos rasgos estructurales de más largo alcance. Pero el proceso indudablemente sigue y se profundiza.
Notas
Nos guiamos en esto con el trabajo de Alicia Entel: "El mundo en un detalle. Una antropología dialéctica para los estudios de comunicación y cultura", en Constelaciones de la comunicación, año 1, Nº 1, septiembre de 2000.
Nos referimos a las nociones clásicas de sociología "comunidad" y "sociedad". Vid Nisbet, Robert: La formación del pensamiento sociológico, Amorrortu, Buenos Aires, 1977.
Seigelshifer, Alejandro, "Una persona, un objetivo, una necesidad", en: Cuerpo y mente en el deporte, Año 5, N 175, julio de 1994, p. 16.
Augé, Marc, Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Barcelona, Gedisa, 1993, p. 5.
Augé, Marc, op. cit. p. 36.
Augé, Marc, op. cit. pp. 34-35.
Puede resultar difícil que vuelvan los filósofos a tener un lugar en los gimnasios como sucedía en la antigüedad.
Walter Benjamin: Iluminaciones II. Baudelaire, Nueva Visión, Buenos Aires, 1982, p 72.
Bibliografía consultada
Benjamin, Walter: Iluminaciones II, Nueva Visión, Buenos Aires, 1984.
Foucault, Michel: Vigilar y castigar, Siglo XXI, México, 1996.
Heller, Ágnes: Biopolítica, Península, Barcelona, 1995.
Maríntez-Tur y otros: "Tipología d'instal-lacions esportives en funció del seu caràcter públic o privat: direrènces en la gestiò i l'ús", en Apunts. Educación física y deporte, Nº 43, primer trimestre 1996, Institut Nacional d'Educación Física de Catalunya.
Sennett, Richard: Carne y piedra, Alianza, Madrid, 1997.
revista
digital · Año 10 · N° 78 | Buenos Aires, Noviembre 2004 |