La configuración del fútbol español como deporte espectáculo |
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Departamento de Sociología Universidad de La Laguna - Tenerife |
Manuel E. González Ramallal mramal@ull.es (España) |
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Este artículo se presentó como comunicación libre en el Congreso "Deporte y Sociedad" que se celebró los días 30 y 31 de octubre de 2003 en Córdoba (España) |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 9 - N° 66 - Noviembre de 2003 |
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El proceso de mercantilización del fútbol español se inicia en los albores del siglo XX (Pujadas y Santacana, 2001). Pero la que podemos denominar la "espectacularización" del fútbol español en un sentido moderno se configura en pleno proceso de transición política, teniendo como referencia inicial el Campeonato Mundial de Fútbol de 1982 que se celebró en España. En ese momento las propiedades estructurales tradicionales de nuestro fútbol pasan a coexistir con otras de carácter moderno y, paulatinamente, las sustituyen (Dunning, 2000).
La confirmación del fútbol moderno como prototipo del deporte espectáculo en España supone: 1) la sustitución de las competiciones reducidas por otras extensas; 2) el declive de la "furia española" en favor del fútbol espectáculo; 3) la coexistencia del "sentimiento" de club con la profesionalización y las Sociedades Anónimas Deportivas; 4) el protagonismo de "otros" clubes, más allá de la "exclusividad" del Real Madrid; 5) la superación del aficionado anónimo y homogéneo por la del seguidor protagonista y heterogéneo; y, 6) finalmente, la preeminencia de la cobertura permanente en torno al fútbol. A continuación paso a desarrollar cada uno de estos seis epígrafes.
Competiciones extensas versus competiciones reducidasEn primer lugar, tradicionalmente han sido dos los ámbitos competicionales domésticos a los que los clubes de fútbol habían de enfrentarse: Liga y Copa. En España, la Primera División de Liga se celebró por primera vez en el año 1929 con diez equipos, disputándose el campeonato por el sistema de todos contra todos a doble vuelta, de modo que a cada club le correspondía jugar un total de dieciocho partidos. Hoy en día el número de equipos participantes es el doble, jugando cada club un total de treinta y ocho partidos de Liga a lo largo de una temporada. E incluso en las temporadas 1995-1996 y 1996-1997, hubo un máximo histórico de participantes y encuentros disputados por club: veintidós y cuarenta y dos, respectivamente.
La Copa, competición nacional de fútbol más antigua, comenzó a disputarse en el año 1902 con la participación de cinco equipos, algo impensable hoy en día. La Copa, a diferencia de la Liga, ha fluctuado mucho más por lo que se refiere al número de participantes y partidos disputados, existiendo una mayor flexibilidad a la hora de establecer los criterios de los equipos implicados en la competición. A modo de orientación, señalar que en el año 1988 participaron en la competición de Copa un total de 154 clubes, disputándose 309 encuentros. En 1994 fueron 207 los clubes participantes y 415 los encuentros. En 1995, la participación se redujo a 114 equipos, celebrándose 225 encuentros. En 1998, la participación se reduce significativamente respecto a los años anteriores: 67 clubes participantes y 129 encuentros.
El motivo de las fluctuaciones en el número de participantes en la competición de Copa responde a diferentes causas, más allá de los intentos de los organizadores de hacer la competición más atractiva para el público y para los propios clubes. Por un lado, en los años en que la selección nacional de fútbol participa en alguna competición internacional (Campeonatos del Mundo, Campeonatos de Europa), las fechas disponibles para la celebración del torneo de Copa se reducen. Por otro lado, para algunos clubes la participación en el torneo de Copa no resulta atractiva desde el punto de vista económico, pues son escasos o nulos los ingresos que perciben si un equipo es eliminado en las primeras fases del torneo1 .
Junto a las nacionales, la extensión de las competiciones es un fenómeno que se produce en el ámbito internacional. En Europa, se celebró por primera vez en la temporada 1955-1956 una competición entre clubes de diferentes países denominada Copa de Europa, participando por aquel entonces dieciséis equipos. El número de clubes participantes se incrementó progresivamente manteniéndose en torno a los treinta y dos equipos hasta la temporada 1992-1993. Esa temporada supone un punto de inflexión en la competición europea de clubes más importante por varias razones: aunque en un primer momento desciende el número de clubes y países participantes, finalmente éste se incrementa, circunstancia también relacionada con el surgimiento de nuevas naciones en Europa. La Copa de Europa la disputaban tradicionalmente los campeones de Liga de cada país por método de eliminatoria directa, pero desde la temporada 1992-1993 se disputa una liguilla en algunas fases de la competición, de manera que la mayoría de los equipos disputan al final de la misma un mayor número de encuentros respecto a lo que venía siendo habitual. Además, no sólo participan en la competición los campeones de Liga de cada país, sino que cabe la posibilidad de que hasta cuatro equipos de un mismo país lo hagan.
La extensión de la Liga de Campeones (antigua Copa de Europa) hizo si cabe más atractiva esta competición a los clubes ya que, además del prestigio deportivo que para ellos supone participar en ella, garantiza a los "mejores equipos" más partidos y más ingresos. Esta circunstancia motivó que en 1999 desapareciese la Recopa de Europa, que disputaban los campeones de Copa de cada país, hecho que no fue óbice para que, cada vez más, se amplíe la posibilidad de que otros equipos de diferentes países de Europa participen en alguna de las dos competiciones europeas de clubes que actualmente permanecen vigentes: Copa de la UEFA e Intertoto.
Fútbol espectáculo versus "furia española"Desde que surgió el fútbol en España se trasladó al gran público la idea de la denominada "furia española" (Martialay, 2000), donde el jugador patrio suplía la falta de calidad técnica con un coraje y una raza envidiables que nos distinguía de otras naciones en el terreno de juego2 . Este denominador común aglutinaba una amalgama de realidades diversas, construidas sobre criterios pseudocientíficos. Por ejemplo, los jugadores del norte solían tener menos técnica que los andaluces y canarios, pero eran más luchadores que estos, pues estaban acostumbrados a jugar en campos embarrados donde lo que prevalecía era la fuerza física. Por el contrario, los jugadores del sur de España y de las islas, debido al calor, ralentizaban más el juego, buscando preferentemente la filigrana y el adorno (Verdú, 1980; Armas, 1998).
Estos estereotipos todavía tienen vigencia hoy en día, valgan como ejemplo algunas declaraciones del seleccionador José Antonio Camacho, exponente significado de la España más "furiosa" y plena de testosterona: "Voy a seguir toda mi vida en esto del fútbol, lo llevo en la sangre" (Marca, 10-06-87); "Yo tengo que morir con mis ideas" (Marca, 6-12-92); "Si no sufres, no disfrutas del fútbol" (Marca, 14-02-94); "No me da miedo nada. Después de jugar en el Madrid con 17 años el miedo se te quita" (Marca, 6-05-98); "Me encantaría encerrarme con seis toros en Las Ventas" (Marca, 25-10-98). Sin embargo, el fracaso de la selección española en su propio Mundial (y en los siguientes grandes acontecimientos internacionales), y la progresiva mundialización y "espectacularización" del fútbol, han generado una dinámica informativa que se apoya, a efectos de vender el producto diariamente, en parámetros diferentes. La constante llegada de jugadores no españoles a nuestro fútbol (y a otras ligas europeas) rompe el mito que asociaba el origen de un jugador a un estilo de juego determinado. Primero fueron los oriundos, luego los sudamericanos, los europeos, los africanos, la Ley Bosman, los comunitarios y los extracomunitarios, la doble nacionalidad, etc.
La mundialización del fútbol es hoy un hecho3 , como lo es la mundialización de la economía y de la política. Esta circunstancia nos "reveló" que había jugadores brasileños con más fuerza que técnica y alemanes con un exquisito toque de balón. Pero esta mundialización además vino acompañada de la presentación del fútbol como un gran espectáculo que va más allá de la innegable popularidad que posee. Un espectáculo equiparable al arte, al cine y al teatro; es decir, un espectáculo accesible y acorde a todos los públicos, independientemente de su condición social y lugar de procedencia (Debord, 2000). Esta "democratización" del fútbol se va haciendo extensiva incluso a las mujeres (Orue y Gutiérrez, 2001), tradicionalmente apartadas de un mundo que aún hoy se considera "cosa de hombres".
Del acontecimiento que, en primera instancia, suponía el evento fútbol, se pasa a presentar únicamente a determinados tipos de fútbol como un espectáculo (el "fútbol - samba" del Brasil de Pelé en la década de los sesenta, el "futbol-total" del Ajax y de la "Naranja Mecánica" en los setenta) para, desde los ochenta, presentar este espectáculo como algo inherente a todo el acontecimiento - fútbol, algo que hasta entonces parecía exclusivo de los deportes norteamericanos (el baloncesto NBA, el rugby americano de la NFL, las Ligas Mundiales de béisbol de la MLB o el hockey sobre hielo de la NHL). En este nuevo contexto no sólo los equipos más significados por los medios pueden ofrecer espectáculo: "¡Qué empiece el espectáculo!" (Suplemento Especial Marca "Liga de Campeones", noviembre de 1992); "¡Comienza el espectáculo! (Suplemento Especial Marca "Liga 1994-1995", septiembre de 1994); "El Real Madrid inicia la pretemporada con la idea de ganar y dar espectáculo" (Marca, 17-07-98); "Barcelona-Atlético, una cita con el espectáculo" (Marca, 27-11-98); "Deportivo-Celta: tablas, tensión y drama en un duelo espectacular" (La Voz de Galicia, 1-10-01), sino que hasta los clubes más modestos parecen estar en disposición de ofrecerlo: "El que quiera ver espectáculo, que venga a Vallecas" (Marca, 26-08-01).
Profesionalización y S.A.D. versus "sentimiento" de clubRelacionado con la "espectacularización" del fútbol, nos encontramos a principios de los noventa con la conversión de los clubes de fútbol en Sociedades Anónimas Deportivas, con sus profesionales, sus Consejos de Administración, sus balances económicos y auditorías, etc. (Bertomeu, 1993; García Campos, 1996; Mayor, Arnaldo y Del Campo, 1997). Este cambio de régimen jurídico4 rompe definitivamente con un pasado muy marcado aún por el sentimiento de club como comunidad "ideal" y tradicional de pertenencia, dando paso a un nuevo marco organizativo del fútbol.
Surgimiento de los otros versus "exclusividad" del Real MadridEl hoy del fútbol español también trajo consigo la relativa pérdida de protagonismo de dos de los clubes que aglutinaban casi todas las pasiones de la España futbolística: el Real Madrid, como símbolo del españolismo y del centralismo, y el Barcelona, como símbolo del catalanismo y del regionalismo. Este protagonismo también se ve reflejado en la consecución de títulos de Liga (veintiocho el R. Madrid y dieciséis el Barcelona) y Copa (diecisiete y veinticuatro, respectivamente), lo que supone que entre ambos clubes han conquistado el 50% de los títulos españoles en juego, además de varias copas en diferentes competiciones europeas (diez y ocho, respectivamente). Después, ya nos encontramos con otros clubes que, más o menos esporádicamente, han logrado títulos nacionales o europeos (Athletic de Bilbao, Valencia, Atlético de Madrid, Zaragoza, Sevilla, Deportivo de La Coruña, etc.).
De alguna manera parece lógico, pues, que estos dos clubes, R. Madrid y Barcelona, tanto por sus éxitos deportivos como por su capacidad de movilización, fuesen los máximos exponentes del fútbol español, no sólo en el ámbito nacional, sino también en el internacional. Sin embargo, en este aspecto el Real Madrid fue el que acaparó el máximo protagonismo, muy por encima del Barcelona -y, por supuesto, de otros equipos de "provincias"-, gracias no sólo a sus éxitos deportivos (seis Copas de Europa) sino también a la relación implícita del equipo blanco con el Régimen franquista (Shaw, 1987; Fernández, 1990). Sobre este particular, Eiré (1998) señala que durante el auge del Régimen franquista el Real Madrid tenía que ser el campeón, dentro y fuera del campo, imponiéndose el patrioterismo y el paternalismo, la disciplina y el despotismo, y, si era necesario, el Régimen presionaba para robar jugadores como Alfredo Di Stéfano al Barcelona. En un contexto como éste los demás equipos habían de permanecer necesariamente en un discreto segundo plano, manteniendo su identidad de manera "semiclandestina" a través de la prensa deportiva o bien expresándola moderadamente los domingos dentro del estadio.
En la década de los ochenta la realidad de una España plurinacional comienza a ponerse de manifiesto también en el fútbol. Este proceso tiene un efecto, en muchos casos, igualador. Además del impacto simbólico que supusieron los títulos de Liga que, sin jugadores foráneos, conquistaron la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao entre los años 1980 y 1984, la mundialización del fútbol español permitió a los "otros" equipos adquirir cierto protagonismo y prestigio gracias a sus meritorias participaciones en competiciones nacionales e internacionales5 . Ahí están los casos del Barcelona (seis de los diez títulos europeos que posee los logró a partir de la década de los ochenta), Sporting de Gijón, Deportivo de La Coruña, Valencia, Zaragoza, Mallorca, Espanyol, Alavés, Tenerife, Málaga, Celta, etc. que en este contexto de "espectacularización" del fútbol comienzan a ocupar espacios y tiempos en unos medios de comunicación cada vez más preocupados por el acontecimiento futbolístico.
"Nuevos" equipos pasan a formar parte de la historia del fútbol español: "El Depor ya está en el Olimpo de los grandes" (Marca, 28-06-95), "La Liga es del Depor. Triunfo histórico de los blanquiazules" (Marca, 20-05-00), "Estamos disfrutando y el año que viene estaremos en Europa ... el Espanyol va a competir por cosas realmente importantes" (Marca, 28-05-00), "El Zaragoza se corona en el estadio Olímpico de Sevilla" (Marca, 31-06-01), "Eto'o permite al Mallorca seguir haciendo historia" (Marca, 27-09-01), "El Alavés es Glorioso ... el mejor Alavés de la historia" (Marca, 10-12-01), y así, a través del fútbol, los medios se convierten en un importante elemento amplificador de otras cuestiones colaterales, entre las que destaco en el siguiente epígrafe el aspecto identitario.
Seguidores protagonistas versus seguidores anónimosEn la España predemocrática el aficionado al fútbol que asistía a los terrenos de juego, era un público homogéneo -salvando las diferencias que podía haber entre las tribunas más elegantes y las gradas más populares- y, sobre todo, poco protagonista. Se generó una idea del "hincha" muy similar a la figura cómica del personaje de tebeo "Pepe el Hincha", hincha sufridor y acérrimo, gran aficionado también a la copa y al puro de los domingos. Pero era, ante todo, un hincha solitario y anónimo. Así mismo, en las retransmisiones televisivas casi nunca se enfocaban las gradas de los campos de fútbol y si se hacía era mediante planos muy generales que no diesen lugar a manifestaciones visuales comprometidas (pancartas, banderas, gestos obscenos, etc.).
En la prensa y la radio los verdaderos protagonistas eran los jugadores, entrenadores y directivos; en definitiva, los equipos. Tampoco eran frecuentes, como lo son hoy, los desplazamientos masivos de grupos de aficionados de manera organizada para presenciar encuentros en otras localidades, salvo caso muy puntuales de finales o partidos de rivalidad regional. Actualmente la situación ha cambiado, trasladándose parte del espectáculo a los graderíos ("el espectáculo está en las gradas"), de tal manera que el aficionado pasa a ser protagonista junto con los demás actores del espectáculo-fútbol.
Desde los años ochenta, en el estado español es habitual el hecho de que parte de los aficionados, -los más altamente identificados con su equipo-, formen grupos organizados o semiorganizados para asistir a encuentros dentro y fuera de su localidad, publiquen fanzines, se reúnan en determinados locales periódicamente, elaboren páginas web de su equipo o de su grupo organizado de aficionados, etc., con lo que se conforma toda una subcultura en torno al fútbol (Adán, 1996). La importancia que los medios de comunicación le dan a estos grupos es cada vez mayor, siempre en una línea marcada por la espectacularidad y el sensacionalismo, especialmente en los casos de conducta violenta, real o simbólica (Durán, 1996). De este modo, la afición se convierte al mismo tiempo en la vanguardia y en el último bastión de la identidad colectiva de una localidad, región o nación, más allá incluso del propio equipo. Mientras las plantillas de los equipos de fútbol se llenan de jugadores foráneos (y aún así el equipo continúa siendo el punto de referencia de la identidad grupal), el seguidor se mantiene fiel a su "ideología" y a sus colores. Una ideología construida y re - construida por la propia afición y por los medios de comunicación que ven en los seguidores de un equipo de fútbol un elemento noticiable más, al tiempo que estos encuentran en los medios el mejor escaparate para trascender a la opinión pública.
En definitiva, se rompe con una identidad hegemónica fundamentada en los valores característicos de la selección nacional española y en los éxitos deportivos del Real Madrid y, a partir de la década de los ochenta, se construyen nuevas identidades que conviven o sustituyen a las antiguas. Estas nuevas identidades construidas son más complejas, plurales y, en algunos casos, más contradictorias que antaño. Progresivamente los equipos de fútbol se erigen en el ámbito de expresión de las identidades colectivas, donde los seguidores (junto al equipo) cumplen una función representativa de esa identidad, alimentada por los medios de comunicación. Todo ello en un contexto muy diferente al de tiempos pasados ya que, además del cambio de régimen jurídico que se produce en el fútbol y que transforma el club deportivo tradicional en empresa, nos encontramos con el trascendente fenómeno mediático que crea y re - crea las diferentes identidades colectivas.
La sublimación de la identidad colectiva a través del fútbol y de los medios de comunicación ya estaba bastante significada en casos como el vasco con el Athletic de Bilbao (Leguineche, Unzueta y Segurola, 1998) o el catalán con el Barcelona (Bañeres, 2000), pero en otras comunidades autónomas este fenómeno no se manifiesta con claridad hasta entrada la década de los noventa (González Ramallal, 2003a).
Cobertura informativa permanente versus cobertura informativa limitadaLa cobertura informativa permanente ha sido el principal cimiento que ha soportado el salto cuantitativo y cualitativo que ha experimentado el fútbol como acontecimiento mediático en los últimos veinticinco años en España. Por citar un ejemplo, en la primera semana de abril de 1980 no se retransmitieron partidos de fútbol en la televisión española (primera y segunda cadena) ni en directo ni en diferido. Las únicas actividades deportivas que se televisaron fueron baloncesto, natación y patinaje artístico. La cobertura que se le daba al fútbol se circunscribía a los minutos deportivos de los telediarios y de los programas deportivos de entonces: Polideportivo, Mirador de los Deportes y Sobre el Terreno, donde el fútbol no necesariamente era el principal protagonista de la información. Sólo lo era en los quince minutos de Información deportiva de los domingos (donde se daban los resultados de la liga de fútbol) y en los cuarenta y cinco minutos que duraba Gran Estadio los lunes (donde se ofrecía un resumen en imágenes de los partidos). En total: una hora de televisión dedicada exclusivamente al fútbol.
Veinte años después, en la primera semana de abril de 2002, las horas de televisión dedicadas al fútbol son significativamente superiores a las de antaño. A lo largo del período indicado se retransmitieron entre la primera y la segunda cadena de televisión española, cinco partidos de fútbol, -dos de ellos en diferido-, dos programas especiales de media hora y una hora sobre la Champions League, informaciones previas a dos de los partidos retransmitidos de veinte minutos cada una, un programa de media hora anterior a la retransmisión del partido de los sábados (Grada Cero) y, finalmente, el resumen de la jornada en imágenes en Estudio Estadio, cuya duración es de hora y media. En definitiva: casi doce horas dedicadas exclusivamente al fútbol6 . Las "otras" modalidades deportivas retransmitidas en la televisión estatal quedan relegadas, en el mejor de los casos, a Estadio 2 los sábados y domingos y, en el peor, a Teledeporte, algunos días entre semana sobre las tres o cuatro de la madrugada.
Si anteriormente el fútbol tenía en los medios de comunicación una cobertura limitada a unos espacios y tiempos reducidos, hoy en día la oferta y la demanda de deporte en general, y de fútbol en particular, se ha incrementado como nunca antes había sucedido, no sólo en televisión, sino también en prensa y radio, además de Internet (González Ramallal, 2003_b).
En definitiva, los que acabo de señalar son los principales parámetros que han contribuido a consolidar al fútbol español como el paradigma del deporte espectáculo.
Notas
Nos encontramos así con una de las múltiples paradojas inherentes al mundo del fútbol: la competición más antigua y en la que, al menos teóricamente, los clubes más modestos pueden lograr la gesta deportiva de vencer a otros de superior categoría, está altamente devaluada por los escasos beneficios económicos que reporta a diferentes niveles (taquilla, ingresos publicitarios, contratos televisivos, etc.) en el caso de que no se logren superar las primeras eliminatorias. Por esta razón, la Copa es siempre un torneo de segunda fila en comparación con la Liga y con otras competiciones, situación que se reproduce en otros países como Inglaterra, donde el Manchester United renunció en 2000 a intervenir en la Copa inglesa, -torneo de gran tradición por ser la competición entre clubes más antigua del mundo (1871)-, debido a su participación en el denominado Campeonato Mundial de Clubes, organizado por la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación), competición sin tradición alguna pero que premiaba a los clubes participantes con importantes ingresos económicos. Por su participación en este mismo Campeonato, el Real Madrid estuvo exento en 2000 de disputar eliminatorias de Copa hasta los cuartos de final del torneo.
Es famosa en este sentido la frase del jugador español Belauste que se dice gritó en los Juego Olímpicos de Amberes (1920): ¡A mí el pelotón, que los arrollo!
Actualmente, y a diferencia de épocas pasadas, la cobertura que se le da a otros campeonatos nacionales (italiano, inglés, alemán, argentino, etc.) es significativamente mayor tanto en prensa y radio, como, sobre todo, en televisión, especialmente a través de los canales por cable y satélite.
Según se recoge textualmente en el artículo 19.1 de la actual Ley del Deporte: "Los Clubes, o sus equipos profesionales, que participen en competiciones deportivas oficiales de carácter profesional y ámbito estatal, adoptarán la forma de Sociedad Anónima Deportiva a que se refiere la presente Ley. Dichas Sociedades Anónimas Deportivas quedarán sujetas al régimen general de las Sociedades Anónimas, con las particularidades que se contienen en esta Ley y en sus normas de desarrollo". Ver también Gómez-Ferrer (1992).
A este hecho contribuye la ya comentada extensión de las competiciones internacionales en lo que respecta al número de equipos de un mismo país que participan en ellas, ya sea vía Liga de Campeones, Copa de la UEFA o Intertoto.
Me he ceñido exclusivamente a las horas que se dedican al fútbol en la primera y segunda cadena de la Televisión Española. Si a esto le uniésemos las informaciones futbolísticas que se ofrecen en los diferentes telediarios (en torno a una media hora al día) y la oferta futbolística de otros canales de televisión generalistas y específicamente deportivos (autonómicos, privados, cable y digitales), las horas de televisión dedicadas al fútbol crecerían exponencialmente.
Referencias bibliográficas
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Bañeres, Enric (2000): Dichoso Barça. Barcelona: Martínez Roca.
Bertomeu, Jordi (1992): Transformación de clubes de fútbol y baloncesto en Sociedades Anónimas Deportivas. Madrid: Cívitas.
Debord, Guy (2000): La sociedad del espectáculo. Valencia: Pre-textos.
Durán, Javier (1996): El vandalismo en el fútbol. Madrid: Gymnos.
Dunning, Eric (2000): "Football in the Civilizing Process". En J. Bangsbo (ed.): Soccer & Science in an interdisciplinary perpective. Copenhagen: University of Copenhagen.
Eiré, Alfonso (1998): O fútbol na sociedade galega, Vigo: A Nosa Terra.
González Ramallal, Manuel Eduardo (2003_a): "La construcción de la identidad colectiva a través de los medios de comunicación: el caso del periodismo deportivo en Galicia". En V. Sampedro (ed.): La pantalla de las identidades: medios, mercados y políticas de identidad. Barcelona: Icaria.
González Ramallal, Manuel Eduardo (2003_b): Sociedad y deporte: análisis del deporte en la sociedad y su reflejo en los medios de comunicación en España. (Tesis doctoral inédita, pendiente de publicación).
Leguineche, Manuel; Unzueta, Patxo, y Segurola, Santiago (1998): Athletic 100. Conversaciones en La Catedral. Madrid: El País Aguilar. Martialay, Félix (2000): Amberes: Allí nació la furia española. Madrid: Real Federación Española de Fútbol.
Mayor, Pablo; Arnaldo, Enrique, y Del Campo, Carlos -coord.- (1997): Régimen jurídico del fútbol profesional. Madrid: Civitas.
Orue, Eva, y Gutiérrez, Sara (2001): Locas por el fútbol. Madrid: Temas de Hoy
Pujadas, Xabier, y Santacana, Carles (2001): "La mercantilización del ocio deportivo en España. El caso del fútbol 1900-1928". En Historia social, número 41: 147 - 167.
Shaw, Duncan (1987): Fútbol y franquismo. Madrid: Alianza.
Verdú, Vicente (1980): El fútbol: mitos, ritos y símbolos. Madrid: Alianza Editorial.
Otros recursos bibliográficos
Diario Marca
Diario La Voz de Galicia
revista
digital · Año 9 · N° 66 | Buenos Aires, Noviembre 2003 |