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Condiciones internas y actividad deportiva. Variables de indispensable
consideración en la preparación psicológica
Dr. Luis Gustavo González Carballido

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 43 - Diciembre de 2001

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    De tal manera, les propuso una moneda de veinticinco centavos cada vez que vinieran a jugar. Luego, ante su supuesta dificultad económica, redujo el premio a quince, luego a diez hasta que llegó a solo cinco centavos. Fue en ese momento que los niños respondieron: -¡Venir a jugar por solo cinco centavos! Ni lo piense...! Y de esta manera se libró de los inoportunos.

    La teoría de la autoeficacia (Bandura, A., 1977, 1989) es otro significativo esfuerzo por comprender e influir en la conducta del deportista. Se trata del modo en que los sujetos controlan su propia conducta a partir de la valoración que tienen de sus capacidades para enfrentar las tareas que el medio les impone.

    Frente a una situación concreta, el deportista emite un juicio acerca de las capacidades propias en relación con el reto que tiene por delante, y llega a una "creencia" o convicción acerca de las posibilidades de éxito. Tal proceso de "autopersuasión" se nutre de diversas fuentes de información cognoscitiva, entre las cuales figuran los logros anteriores (sobre todo para deportistas que gozan de determinada maestría), experiencias vicarias o referidas a modelos con los cuales el sujeto se compara (propio de deportistas noveles) y persuasión o diálogo interno, por medio del cual el atleta trata de convencerse de sus posibilidades de obtener la victoria. A mayor autoeficacia, se exhiben más altos niveles de persistencia y decisión, atributos asociados al éxito deportivo.

    Estos y otros modelos, como el Atributivo, de Weiner, el de Perspectivas de meta, de Nicholls, etc., contribuyen a enriquecer el estudio del deportista y a operar sobre los vectores motivacionales que favorecen o se oponen al rendimiento.

    Teniendo en cuenta las grandes variaciones intersituacionales e interindividuales que observa un psicólogo del deporte en su trabajo dentro de un equipo, puede resultar conveniente considerar tres "bloques" de motivos que permiten la orientación psicológica y pedagógica: motivos procesales, instrumentales y de contenido.

    "Bloque de motivos procesales". Es la agrupación de motivos de carácter determinante y de esencia respecto a la motivación del deportista. Son motivos de profunda determinación, generadores de energía y dirección a partir de necesidades vinculadas estrechamente a la actividad física y deportiva general, que se expresan en el placer que el atleta experimenta al desarrollar sus posibilidades funcionales, en este caso deportivas. En el bloque procesal pueden incluirse los motivos de logro y la dimensión intrínseca-extrínseca.

    "Bloque de motivos instrumentales". Es la agrupación de motivos de viabilización de la energía y la dirección, que se refieren a la inmediatez competitiva y el resultado. Están relacionados con el modo concreto en que se aproxima el deportista al objetivo deportivo. A partir de la alimentación procesal, los motivos instrumentales se ligan más a la ejecución práctica y a la aproximación del deportista al reto competitivo. En el bloque instrumental se incluyen cualidades que se encuentran generalmente determinadas por el estado de la Forma Deportiva (grado de desarrollo de capacidades físicas, técnicas y tácticas) y por la intensidad y cualidad de los motivos procesales. Su carácter instrumental puede reflejar estilos o patrones de enfrentamiento condicionados o aprendidos ante situaciones estresantes, que les otorgan algún grado de libertad.

    En el bloque instrumental se incluyen tendencias motivacionales como Expectativa de éxito vs. Eficacia y Orientación a Logro (Duda, J.L., 1994, Moreno, A., 2000).

    "Bloque de motivos de contenido". Es la agrupación de motivos de expresión concreta o coyuntural de la energía y la dirección, de orientación personal y social. Estos motivos tienen un carácter más externo o superficial y están influidos por el contexto social deportivo, la experiencia vital, la personalidad y la situación actual del deportista. En el bloque de contenido se incluyen motivos materiales, de reconocimiento personal, de autoafirmación deportiva y personológica y supraindividuales, de marcado carácter social. Son motivos más "trabajables" y reconocibles, por cuyo conducto puede ascenderse (psicológica y pedagógicamente) a los instrumentales y procesales, de mayor capacidad reguladora en la personalidad del deportista.

    El bloque de contenido incluye Motivos Materiales, de Reconocimiento, de Autoafirmación Deportiva, de Autoafirmación personológica y Supraindividuales.

    A nuestro juicio, tal aproximación de carácter jerárquico permite al psicólogo orientarse de manera efectiva en el estudio, evadiendo el error de considerar de igual poder y determinación los diferentes vectores motivacionales que generan energía y dirección a la conducta del deportista. Facilita, por otra parte, la identificación temprana y operativa de motivos de mayor visibilidad (bloque de contenido) y su utilización como peldaños para acceder, a través del bloque instrumental, a motivos procesales de mayor capacidad reguladora.

    En la actualidad se trabaja en un instrumento denominado "Explorador Motivacional Deportivo" (González, L.G., pendiente de publicación). En este instrumento, luego de presentar al atleta una narración que estimula el mecanismo de la proyección, se le conduce a que elija entre varias respuestas que expresan motivos de diferente acento cualitativo. Mediante el procedimiento Triángulo de Fuller (inserto en el instrumento) se garantiza la interacción de los diferentes motivos que componen cada uno de los tres bloques mencionados, permitiendo al psicólogo estudiar con adecuada representatividad la dinámica de tales motivos.


2. Las condiciones externas

    Las características del medio que rodea al deportista, sus relaciones con el entrenador y el resto del equipo, el público, el clima, entre otros, son elementos sumamente importantes para el desempeño competitivo.

    Sin embargo, las condiciones externas van más allá de estos elementos ambientales. Incluye las peculiaridades de la actividad concreta, las exigencias psicológicas coyunturales, la puntuación del equipo en un momento de la competencia, la presencia de determinado contrario, etc., aspectos que ejercen una influencia determinante en la respuesta del deportista.

    Veamos el papel que juega la dificultad de la tarea. Harris, D.V. y Harris, B.L. (1987) refieren que si esta resulta fácil para el atleta, se necesitará un nivel de excitación alto para realizarla con calidad. Llevarse el dedo a la oreja, por ejemplo, es una acción sumamente simple. Pero si debe realizarse doscientas veces seguidas y disminuye el alerta direccional, es probable que en algún momento el dedo vaya al lugar equivocado y cause estragos en el ojo.

    Sin embargo, cuando la tarea resulta bien difícil, una excitación relativamente baja asegura una mejor ejecución. Estas relaciones aparecen reflejadas en la figura No. 4.

    Tales regularidades deben ser consideradas por entrenadores y psicólogos, con el propósito de personalizar el entrenamiento, aún en deportes colectivos.

    Dos posiciones en un equipo de fútbol, dos momentos de ejecución gimnástica, un mismo ejercicio realizado en dos etapas diferentes de preparación, ofrecen distintos niveles de dificultad y, por ello, demandan enfrentamientos de determinados grados de excitación.

    Resulta importante que el psicólogo del deporte logre una concepción particular de estas relaciones, conforme al carácter dinámico que tiene la actividad deportiva. Tomemos el ejemplo de un tenista. Este logra dominar con gran facilidad determinado ataque rápido y frontal cuando el contrario se encuentra pegado a la mesa. Le resulta muy fácil sorprenderlo en el tránsito del rol ofensivo al defensivo, por la vulnerabilidad en que logra colocarlo con golpes breves, directos y de gran velocidad de la pelota.

    Al resultarle muy fácil este ataque a nuestro tenista, lo logrará realizar con éxito cuando la competencia sea difícil o importante. Pero muy probablemente cometa errores al aplicarlo en eventos monótonos o de bajo nivel de dificultad. En tal caso, sería conveniente: 1) no "quemar" el recurso y utilizarlo en competencias más meritorias ó 2) reservarlo para determinados instantes de la propia competencia en que logre altos niveles de atención y motivación, a pesar del bajo incentivo de la misma. En este último caso, tal manejo a voluntad de los estados interiores se logra gracias a una elevada maestría deportiva, y debe constituir un objetivo del trabajo de preparación psicológica.

    Otro elemento importante a tener en cuenta respecto a las condiciones externas es el contexto social-deportivo. La sociedad - en particular las instituciones - las expectativas deportivas y el valor social e ideológico de una victoria, otorgan determinada crucialidad al contexto. Sin embargo, el entrenador y el psicólogo han de explorar si el sentido personal que el deportista le otorga a la ocasión, va en el mismo sentido que el contexto social-deportivo.

    Cuando ambos coinciden pueden esperarse resultados destacados y, lo más importante, la actividad deportiva generará valores humanos de trascendencia. Sin embargo, cuando el contexto social-deportivo es crucial pero el deportista le otorga un sentido personal disminuido (ocurre, por lo general, cuando el verdadero objetivo-meta del atleta está en otra competencia y la actual entra en conflicto con ella) los resultados pueden resultar inesperadamente bajos y la ocasión tener un carácter enajenante para el deportista.

    Otro aspecto a tener en cuenta respecto a las condiciones externas es el tipo de estimulación a la que se encuentra sometido el deportista. Hay momentos en que las acciones transcurren conforme a un modelo esperado de oposición, pero hay otros en que impera la monotonía debido a un desbalanceado desempeño de los contendientes.

    Cuando se va ganando fácilmente o se pierde por abultado marcador (situación particularmente observable en deportes con pelotas o de combate) se produce una situación que puede atentar contra la moral y la cohesión del equipo. Así, cuando los objetivos 1) no son compartidos por todos los miembros, 2) no son considerados igualmente valiosos ni 3) igualmente alcanzables, los efectos de tal situación son amplificados y las posibilidades de recuperación durante la competencia son más escasas.


3. Hacia un enfoque integral, en que el concepto.
Actividad juegue su verdadero papel.

    Pretender el estudio de procesos psicológicos de manera "aséptica", fuera del contexto en el cual se integran a conductas funcionales complejas, resulta un error de tipo metafísico.

    Las evaluaciones de laboratorio, por ejemplo, constituyen

Un atleta de Triple Salto (Atletismo) realizando una prueba de Tiempo de Reacción Complejo en el laboratorio de Psicología del Instituto de Medicina del Deporte (Subdirección del Este). El deportista debe responder discriminativamente ante la aparición de luces de diferentes colores, seleccionando el conmutador correcto (dispone de uno en la mano derecha, otro en la izquierda y uno en el pié) según corresponda.

    efectivas aproximaciones a procesos psicofisiológicos básicos, como velocidad de reacción simple y compleja, y a capacidades potencialidades como la de concentrar adecuadamente la atención. Pero tales estudios en condiciones controladas y normadas constituyen solo un estimado de las posibilidades específicas del sujeto; no permiten inferir cómo se comportará el proceso evaluado cuando deba integrarse a un sistema de respuestas, sometido a presiones de rendimiento y de otros tipos.

    Por ello, las pruebas de laboratorio que se realicen deberán contrastarse y complementarse con otras de terreno, en las condiciones más naturales posibles. Se puede ilustrar esta problemática: un deportista que obtenga buena evaluación en una prueba de laboratorio de concentración de la atención y que, a la vez, exhiba ineficiencia e inestabilidad en una similar en condiciones de terreno, probablemente enfrente barreras psicológicas en la actividad deportiva como miedos, inseguridades y lejanía de la forma deportiva, las cuales quedarían ignoradas si la evaluación se limitara al laboratorio.

    Por su parte, los resultados de la prueba de terreno, por sí solos, no permitirían comprender que el deportista cuenta con cualidades potenciales para lograr un buen proceso concentrativo.

    Del mismo modo, el estudio de las condiciones internas, bajo el influjo real del medio exterior y de las condiciones específicas en que se desarrolla la tarea, constituye premisa de la exploración psicológica, en particular en la esfera del deporte.

    Estar de acuerdo con lo anterior significa rechazar, por insuficiente y poco representativo, el criterio de que un deportista con alta puntuación en un test de capacidad intelectual, debe desarrollar un mayor nivel de razonamiento táctico. Antes habría que conocer su caudal de conocimientos teórico-tácticos del deporte, su experiencia deportiva activa y su capacidad de autocontrol para desarrollar un pensamiento táctico en condiciones de déficit de tiempo y de reto emocional.

    En esta dirección integradora se han realizado esfuerzos, que no deben ser ignorados si deseamos aplicar una verdadera Psicología del deporte. Csikszentmihalyi, M. (1975) por ejemplo, estableció una relación orientadora entre las percepciones de reto y de capacidad de respuesta efectiva, estudiando como variable dependiente el estado psicológico que acompaña la ejecución y ejerce una indudable influencia sobre la misma. En la figura No. 5 se pueden observar tales relaciones.

    Cuando un deportista percibe sus capacidades insuficientes para enfrentar la magnitud del reto, aparece la preocupación y se puede llegar a la ansiedad. Por el contrario, cuando el reto parece menor que las capacidades que se cuentan, se observa aburrimiento y puede llegarse también a la ansiedad si la competencia continúa demasiado fácil.

    Así, la clave para la expresión del potencial deportivo es el logro de una adecuada correspondencia entre ambas variables. Cuando el deportista percibe que su capacidad corresponde a la magnitud del reto, se produce durante la ejecución la experiencia de "Flujo", un estado positivo, anabólico, que favorece la realización de los mejores rendimientos.

    Según Marrero, G. y otros (1999), la sensación de "Flujo" que establece este modelo puede favorecer la motivación intrínseca, ya que "esta experiencia tiene lugar cuando las destrezas de la persona equivalen al desafío que tienen que afrontar provocando que la motivación intrínseca alcance su punto más alto... La sensación de flujo incluye aspectos como la completa absorción en la actividad, la fusión entre acción y conciencia, el sentimiento de control, la sensación de plena energía, etc." El deportista logra disfrutar la ejecución y relegar a un segundo plano de atención los propios resultados de la misma, casi siempre asociados a las gratificaciones y los premios.

    Aunque pueda parecernos modesto el aporte de este modelo, tuvo el mérito de destacar el papel de las circunstancias concretas en la manifestación de las variables psicológicas, dejando en posición muy vulnerable los estudios "estáticos" que proliferaban. El carácter autovalorativo de tales percepciones y su dependencia directa de los momentos que se viven, dejan claro el papel que juega la Actividad en la esfera de la Psicología del deporte.

    Otro esfuerzo importante en este sentido lo realizó Atkinson, J.W. (1964) en sus estudios sobre motivación de logro, partiendo de los realizados previamente por Murray. En un útil resumen del trabajo de aquél, Gill, D. (1986) refiere sus dos "contructos" que, nuestro juicio, tienen gran importancia: "Motivo por aproximarse al éxito" (Ms) y Motivo por evitar el fracaso (Maf)".

    El primero es la "capacidad para experimentar orgullo o satisfacción por la obtención de un logro", mientras el motivo por evitar el fracaso es "...la capacidad para experimentar vergüenza o humillación como consecuencia de un fracaso".

    En su descripción esta autora expresa: "Cada quien posee ambas características. A todos nos agrada ser exitosos, y nos sentimos bien cuando logramos éxito en algo. Por otra parte, nos sentimos mal cuando hacemos errores, rendimos pobremente, o tenemos fracasos en nuestros esfuerzos."

    Más adelante abunda: "Aunque todos nosotros disfrutamos y buscamos los éxitos e intentamos evitar los fracasos, no todos tenemos los dos motivos en el mismo grado. El factor de personalidad importante en la teoría de Atkinson es la diferencia entre los dos motivos (Ms - Maf). Al discutir diferencias individuales en motivación de logro, nos referimos normalmente a las personas como "altos" o "bajos" ejecutores. Los individuos que tienen un Ms alto y un Maf bajo son los "buenos ejecutores"; el éxito es muy importante para ellos y no se preocupan mucho por el fracaso. Así, las personas de Ms alto y bajo Maf buscan desafiar situaciones de logro y se esfuerzan duro para lograr el éxito sin preocuparse por los posibles fracasos. Por otro lado, los individuos que tienen un Ms bajo y un Maf alto se preocupan por el fracaso en mayor medida". Sin embargo, no quedan muy claras estas aseveraciones cuando ninguno de los dos motivos predominan.

    La consideración simultánea e integral de "factores de personalidad" y "factores situacionales" de la teoría de Atkinson, otorga un estimable recurso de evaluación e intervención que el psicólogo del deporte no debe ignorar en su labor. Como expresa Gill, D.L. (1986), "La teoría de Atkinson no hace predicciones solo sobre la base de los motivos, sino incorpora factores personales y situacionales. El principal factor situacional en la teoría de Atkinson es la dificultad de la tarea, o, específicamente, la probabilidad de éxito individual (Ps). El rango de Ps va desde 0 (ninguna oportunidad en absoluto) a 1.00 (éxito seguro)".


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