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El vivir "en aguante".
Pasión y Goce en el hincha

-Profesor Nacional de Educación Física (INEF, 1985)
-Licenciado en Psicología (UBA, 1989).
-Docente en niveles Primario, Secundario, Terciario y Universitario
en las áreas de Educación Física y Psicología.
-Psicólogo dedicado al deporte desde el año 1992 en equipos de fútbol,
hockey sobre césped, atletismo, gimnasia artística, voleibol y otros.
-Actualmente es psicólogo de la Selección Masculina de Voleibol
y docente en Psicología del Deporte en el Instituto Vélez Sarsfield
y la Universidad de Flores (Carrera de Psicología).
(Argentina)

José Rodolfo Oliveto
bemol@sinectis.com.ar

    Resumen
    El hincha de fútbol es, sin dudas, uno de los participantes fundamentales que permiten atisbar la comprensión del fenómeno deportivo desde hace décadas. En el marco del deporte-espectáculo, escenario especial de una lucha ritualizada, producto de la cultura, comprobamos la existencia de una suerte de "discurso común" de los hinchas, de una cosmovisión y psicología que le son propias.
     El presente trabajo indaga acerca del posicionamiento del hincha respecto a su fantasma, teniendo en cuenta que, si bien dicho concepto debe contextuarse en la realidad subjetiva, invita a una lectura más amplia en virtud a los vínculos sociales que se establecen en la población analizada.
     El fantasma, como soporte del deseo o condensador de goce se expresa una y otra vez en frases axiomáticas que sostienen el edificio de su sentido de ser y la ilusión de llegar a tener aquello que complete al sujeto, colocando al objeto y al sujeto en directa relación con la función paterna y su subrogado ejemplar: el superyo. Pero vemos en el hincha un superyo que no es el que habilitó al sujeto a la cultura en su posibilidad de abstraer. Más bien aquí deriva en un mandato a permanecer endogámicamente y a un pugnar por percepciones maniqueas respecto a la realidad.
     Se impone así un sinnúmero de estandartes a los que el hincha se aferra: potenciar la agresividad, la humillación al diferente, ser machista, etc. Pero sobre todo, tener "aguante": tolerancia y persistencia frente a la adversidad y al dolor. El rasgo neurótico y distintivo aquí se observa en la pasividad del hincha para salir de esa posición. El sufrir y resignarse es, en definitiva, una piedra basal de la cultura judeo-cristiana.
     Vemos, por tanto, la dificultad de abrir paso a nuevos entramados a la cadena significante en pos de dar otro sentido a su apasionarse, a su sufrir "dedicado a..."Sí, en cambio, impulsando a actuar a los otros montando una escena que confirme su "película".De allí que Lacan señale que "la realidad es el fantasma": provocamos que el mismo se realice dentro de un "campo de juego" sembrado por uno mismo, en este caso el goce que produce "vivir en aguante".
    Palabras clave: Hincha. Fantasma. Superyo. "vivir en aguante". Goce.

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 5 - N° 27 - Noviembre de 2000

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Introducción al problema

    El deporte actual es, en una de sus facetas más difundidas, una forma especial de lucha ritualizada, producto de la cultura. En cuanto a su versión como espectáculo es una suerte de dios de nuestro fin de siglo, ¿podríamos pensar la sociedad actual prescindiendo del deporte-espectáculo?...

    El fútbol, como juego reglado complejo, es sostenido por una lógica absolutamente contingente: un partido de fútbol implica un continuo de no inscripción, hasta que lo imprevisible ocurre: el gol. Como "dinámica de lo impensado" escapa a un saber con certezas. Como juego, en él nadie sabe de modo irrefutable, todo es dable, tanto como enigmático es un resultado.

    Me resulta atractiva la idea de comprender más en profundidad las características psicológicas del hincha de fútbol (en muchos casos las mismas pueden aplicarse a otros deportes o quehaceres).

    El presente trabajo indaga acerca del posicionamiento del hincha respecto a su fantasma, en el marco de la teoría psicoanalítica, teniendo en cuenta que, si bien dicho concepto debe contextualizarse en la realidad subjetiva, invita a una lectura más amplia en virtud a los vínculos sociales que se establecen en la población analizada.

    El componente sublimatorio del deporte, como drama sin palabras, es un claro ejemplo de cómo el protagonista (el jugador en campo), provoca en el espectador un efecto de satisfacción análoga. Pero no se trata aquí de cualquier espectador, sino del "hincha".

    Hincha de fútbol es aquel que tiene depositada una carga libidinal muy importante en el fenómeno deportivo llamado " fútbol espectáculo", es decir, deporte en el cual este se ubica en las tribunas, "del otro lado" de los que definen efectivamente un partido. Esto se observa en distintos niveles de competición, no siendo la condición necesaria que se trate de un club de divisiones superiores, viéndose en muchos casos una relación inversa: a menor categoría en la que se desenvuelve el equipo "amado" mayor suele ser el apasionamiento del seguidor, (no ser un hijo dilecto del establishment aquilata la posición sufriente en muchos casos).

    No nos referimos aquí ni al "simpatizante", que acompaña el derrotero de su cuadro de modo tangencial, le importa, sí, pero su atención al respecto suele circunscribirse a los partidos en sí.

    Tampoco se trata del llamado "barra-brava", quien en definitiva suele concebir sistemáticamente el evento deportivo como un teatro propicio para delinquir.

    El hincha suele asistir a los estadios de fútbol, pero no es condición sine qua non para considerárselo como tal. La cuestión pasa mucho más por como se sitúa frente al seguimiento, por qué no religioso, de sus ideales. He aquí el punto central a tratar: la posición del hincha ante su fantasma, el modo en que se ensamblan en la serie complementaria de su vida el amor y la pasión hacia un objeto (por definición perdido).


Semblanza de un Sísifo con gorro, bandera y vincha

    Es importante, a mi entender, diferenciar la vertiente de "fútbol espectáculo" del deporte- praxis (Cagigal). En el segundo se ve una práctica concreta del sujeto en cualquier disciplina, se va a jugar, el deportista puede-debe hacerse responsable por lo que produce o no. Por tanto, el hincha no juega en el sentido neto del término, no es verdadero actor determinante del fenómeno en el cual tanta energía deposita, a diferencia de jugar él mismo al fútbol, se ubica claramente en una posición pasiva frente a lo esencial: el juego en sí. Pero para obturar esto, que considero esencial, se crea la ficción de que se es verdadero actor protagonista "ganamos por el aliento de la hinchada", "somos la 12" (el jugador Nº12 del equipo). No es casual, por tanto, que este efecto imaginario se multiplique en estos tiempos en que la imagen se impone de un modo casi opresivo. No es ocioso tampoco que exista un programa televisivo en nuestro país que apunta específicamente a la mostración, lejos de cualquier atisbo significante, del habitus del hincha llamado "El Aguante".

    Existe una suerte de "discurso común" de los hinchas, quienes incondicionalmente defienden los emblemas de su club, aún mucho más que los de su patria. El club, (no sus dirigentes ni necesariamente las instalaciones en sí) es, según sus dichos, "su vida". Pertenecer, se sabe, tiene sus privilegios: da esa tranquilizadora sensación de haber llegado al lugar "justo para uno". Claro ejemplo de cómo el fantasma del neurótico le hace armar solo el puzzle que le cuadre.

    Y como toda historia de amor empieza en enamoramiento (idealización) y continúa en fantasma, vemos como el hincha se hace oír, pero en realidad escucha poco. O escucha lo que se atenga a su estructura, conformando la puesta en acto de una escena apasionada que lo ubica entre el goce y el placer.

    Se ve en él una relación directa entre el masoquismo del yo:

"Muchas veces fui preso y muchas veces lloré por vos,
yo a River lo quiero, lo llevo adentro del corazón"

    y el sadismo del superyo:

"Pongan huevos, huevos los xeneixes,
pongan huevos, huevos sin cesar,
que esta tarde, cueste lo que cueste,
esta tarde tenemos que ganar."

    El fantasma del hincha, como soporte del deseo o condensador de goce se expresa una y otra vez en frases axiomáticas que sostienen el edificio de su sentido de ser y la ilusión de llegar a tener aquello que lo complete. Ser en cuanto se es parte de una grey que acolchona y morigera la angustia. Tener o repetir un título, un logro que, en definitiva, no se logra a modo personal y responsable.

    Las gestas son para "ese" ámbito del fútbol en el cual se iteran epopeyas deportivas, pero también de combate: en un tris se pasa del "aquella vez que ganamos después de ir perdiendo 3 a 0" al "cómo corrimos aquella vez en Avellaneda, nunca me voy a olvidar, eran como 200". Lugares comunes del neurótico que cree aquilatar su masculinidad a fuerza de humillar, cagar o someter sexualmente al vencido (cfr. con cantos de hinchadas con clara referencia sexual) .

    Creer que quien lleva la pelota es uno, que se es fuerte y veloz, agudo y triunfador...una verdadera perspectiva infantil. Alienado desde ya como sujeto, vemos como niega su propia responsabilidad por lo que sucede a su alrededor. Perspectiva infantil, entonces, inmadura... Pero ¿no es nuestra sexualidad de hecho infantil? Es decir, las críticas que reciben los hinchas en general suelen ser caricaturizaciones, pero ¿qué tan potable es el standard de madurez efectivo de los sujetos en general? Se trata de otro rostro más de la pulsión, que, a fuer de sincerarnos se ve más excitante y movilizador que muchos otros que invitan a una vida gris y "lógica".

    Otra traza fantasmática se escucha en referencia a los árbitros (sustitutos del padre, la ley y quien acota el placer) "siempre nos cagan". Suerte de determinismo que no habilita espacio alguno para la reflexión, ni mucho menos a análisis medianamente objetivos de los hechos. No hay posibilidad de pensar un arbitraje neutral.¿Para qué? El goce debe continuar. La vida es, se sabe, una lucha...

    De este modo se confirma, por parte del hincha, la condición de incomprensión y cierta marginalidad respecto al mundo de los que producen: así la pulsión se muestra siempre activa, aunque su fin sea pasivo. Cual Sísifo del nuevo milenio, carga su peso una y otra vez, dándose poco margen para vivir de un modo menos sufriente. Es que, digámoslo claramente, este es el estatuto de la pasión.


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