EL FUTBOL ES UNA HOGUERA DE PAJA:
LA "PROFECIA" DE GRACILIANO RAMOS

Prof. Dr. Antonio Jorge G. Soares1 / Prof. Dr. Hugo Rodolfo Lovisolo2 (Brasil)


Introducción
Todas las veces que el fútbol es tratado como elemento cultural, surge algún articulista que nos recuerda a los intelectuales que, a principios de siglo, se referían al fútbol en sus profecías. Un intelectual habitualmente recordado, por su expresión contestataria, es Graciliano Ramos. El escribió una crónica, Trazos al Azar, en 1921, publicada en O Indio, del municipio de Palmeira dos Indios-AL, bajo el seudónimo de J. Calisto3 . Esa crónica fue publicada nuevamente y comentada varias veces, presentándose el autor romanticista rechazando las posibilidades del fútbol de ser parte del paisaje de los "sertones".

Realizaremos en este texto dos movimientos. En el primero intentaremos presentar el compromiso en el modo de pensar de Graciliano que lo llevó a realizar profecías equivocadas sobre el fútbol. En el segundo, mostraremos que, quizás, el texto se entendería mejor si el fútbol fuese visto meramente como instrumento retórico que le permite a Graciliano expresar sus críticas románticas a la ciudad, y sus críticas al comportamiento político de las élites brasileñas, desde el coronel del sertón al presidente de la república. Es importante aclarar que el ensayo aquí presentado se propone analizar esta crónica de Graciliano en los límites de la autonomía literaria que el texto presenta. No se pretende verificar las relaciones de Trazos al Azar con la obra de Graciliano y, mucho menos con la personalidad de este autor.

El lector podrá, a lo largo del análisis, observar que la retórica romántica utilizada por Graciliano es la forma de analizar "viejos" problemas sociales, políticos y culturales, todavía presentes en nosotros.

Cuerpo fláccido, pereza y alienación
El autor, en el inicio de su crónica, comienza afirmando que la introducción del "fútbol en nuestra tierra", "va a ser bien recibido por el público que, usualmente, aprecia las novedades". Mientras tanto, para él, será apenas una manía pasajera, un moda fugaz, que no durará un mes. Esa profecía es descrita a través de la expresión hoguera de paja, a través de la cual piensa que el fútbol apenas provocará una corta excitación general y nada más. El tono irónico atraviesa todo el texto, tanto al hablar de los espíritus, como de los cuerpos, como también de las manías políticas y culturales. Graciliano encuentra en el fútbol un buen instrumento de retórica. Por ejemplo, utiliza la figura del tuberculoso para decir que solamente unos individuos con esta enfermedad, que apenas consiguen patear una pelota, se entusiasmarán por el fútbol. En la figura del tuberculoso retrata a una sociedad enflaquecida y enfermiza, tanto ideológicamente como desde el punto de vista de la salud, enferma de cuerpo y de espíritu.

Graciliano argumenta que el fútbol es una hoguera de paja porque la cultura física "está entre nosotros" totalmente abandonada. Apenas estarían los deportes de carácter regional, que son bautizados como "idioma de negro", pero que son abandonados por la "débil juventud". Lo que existe en la cultura de los juegos "deportivos" sería apenas unos juegos de "zapateos, golpes y empujones" que,

"...somos, en general, fruncidos, esmirriados, delgaduchos, de una pobreza de músculos lamentable. (...) físicamente hablando, somos una verdadera miseria. Blandos, flojos, abatidos, tristes... una lástima!. Parpados caídos, labios descoloridos, una flojedad generalizada que hace de nosotros un ser desencajado, incipiente, con aire de que de repente, insulso y encogido, la frase menospreciante que se fue divulgando: Me consta".

El autor presenta la imagen de la sociedad en que vive. Reclama que "entre nosotros", por ignorancia o por falta de decisiones políticas, no se tiene todavía una educación para el cuerpo, lo que determina que el perfil físico de la población enferma y prejucioso en el adagio "me consta". Graciliano parece aproximarse a la vieja máxima de Rousseau: un cuerpo débil domina al individuo, un cuerpo fuerte es dominado. Advierte: "necesitamos fortalecer la piel, que la inacción volvió fláccida; los nervios destruidos, excitantes; los huesos que el mercurio quebró". Llama también a la "juventud debil" por abandonar las tradiciones y las cosas regionales. La tensión del interior vs. la capital, nacional vs. extranjero es retomada, más adelante, por Graciliano y por nosotros.

En el mismo contexto, dice que la única parte del organismo que desarrollamos son las orejas "gracias a los tirones maternos", concluyendo que tener orejas grandes no sirve de mucho, en la medida en que, el burro, posee, "El burro también posee considerables apéndices auriculares, lo que no impide que lo consideren, injustamente, el más estúpido de los bichos". La ironía agresiva retoma la cuestión de la falta de conciencia crítica de la población, el perfil corporal debilitado, en fin, hace su diagnóstico de la realidad regional brasileña.

El fútbol no se adapta bien a estas zonas de tierra adentro: el interior y las capitales
La crítica y desonfianza de Graciliano sobre el fútbol no está relacionada con la xenofobia ciega, que una lectura grosera de la narración podría enfatizar. Ante todo, el autor demuestra que tenía una concepción sobre el proceso de apropiación cultural, al afirmar: "no es que me repugne la introducción de cosas exóticas entre nosotros. Pero disfruto de investigar si ellas serán asimilables o no". Su noción es la de que un objeto cultural de un país o región sólo se adapta a otra cultura en caso que "concuerde con la idiosincracia del pueblo que la va a recibir, y que el lugar a ocupar no esté en poder de otro más antiguo de cuño indígena. Es necesario, entonces, que ocupe un lugar un vacío, como dice el refrán". Esto significa que, para su incorporación, el fútbol debería volverse un "hijo híbrido", en otras palabras, debería asumir las características de la cultura local. Observemos el texto a seguir: "En caso afirmativo, sea muy bienvenida la institución foránea, fecundémosla, saquemos de ella un hijo híbrido que pueda vivir acá en casa". En esta dirección el fútbol es tema en el cual Graciliano discute su noción de cultura y del proceso de apropiación cultural.

Graciliano se equivocó de hecho, y por lejos. El fútbol echó raíces duraderas en Brasil, no fue una moda pasajera y, a la vez, pasó a formar parte del paisaje del sertón y de Oiapoque al Chuí. ¿Por qué él se equivocó?.

La respuesta puede ser descubierta en el modo de pensar o, si se prefiere, en la dinámica de su argumentación. Su modo de argumentación es de plano funcionalista, como gran parte de la reflexión inspirada en el no-cientificismo de la época, y se basa en la correspondencia entre una realidad nacional o regional y una institucional. Además, congela la tradición y su renovación, cierra los procesos de resignificación y, por último, opera, formalmente, ignorando las características singulares del objeto a ser integrado, en este caso, el fútbol. Tenemos, así, una alianza entre el funcioanlismo con una visión mecanicista de la tradición y la ignorancia de las singularidades del deporte del ejemplo, el motivo de su error.

Merece ser comentada y mostrada esta alianza, pues, todavía hoy, continúa siendo la base de entendimiento de la dinámica social y, en particular, de la dinámica de la innovación y de los deportes. Entendemos que su pensamiento es funcionalista o adecuacionista porque: a) parte del presupuesto de que el fútbol, o cualquier otra institución extranjera, solamente puede ser incorporada si es funcional, adecuada o si corresponde con la índole del pueblo o de la cultura receptora, con sus necesidades o demandas4 , y b) cuando el lugar a ocupar no esté ocupado por otro más antiguo, de cuño indígena. Hay, entonces, una lógica de adaptación que remite a dos condiciones, que aparecen como posibles: la satisfacción de necesidades o el desarrollo de potencialidades preexistentes. No existe, por lo tanto, lugar para lo nuevo, para la ruptura, para la innovación en sentido estricto. El pasado cultural escribe el presente. La tradición se impone a las fuerzas del determinismo y casi no podríamos profundizarla, desarrollarla y hacerla crecer. El observador, en este caso Graciliano, sabe cuáles son las características de la cultura, de su cultura, y, por lo tanto, puede diagnosticar cómo y cúando una costumbre o institución extranjera puede ser asimilada. Tenemos entonces la unión de un romanticismo, que piensa cada cultura como singular, como un cientificismo funcionalista, que acredita que el conocimiento es la base de la predicción. Si nos remitimos a los debates más simplistas sobre la cuestión cultural, en la temática de la globalización, podríamos percibir el espíritu de las ideas de Graciliano todavía presente entre nosotros.

Aunque el principio adecuacionista o funcionalista pueda ser admitido como guía de la investigación, se vuelve meramente formal cuando las singularidades de ambos lados -funciones o correspondencias- no son establecidas. En realidad, Graciliano asegura que conoce las singularidades culturales de los pueblos de los sertones. Presenta esas singularidades como evidentes, él está en el sertón, publica en el lugar, es del lugar, lo que lo hace sentirse con absoluta autoridad para decirnos cómo es el pueblo. Con todo, él no piensa en el fútbol, ni en sus posibilidades de difusión en la cultura de los sertones. El crítico Graciliano, en este caso, es movido por el preconcepto. Apenas describe al fútbol como deporte extranjero, que puede ser una moda pasajera, y admitido solamente en el clima desorganizado de las ciudades. Graciliano ignora también aquello que hoy es más o menos evidente: el flaquito orejudo, el bajito de piernas cortas, el grandulón desencajado, el retacón potente, el apolíneo y hasta el gordito pueden ser cracks de fútbol. Esto es porque la dinámica del fútbol permite que las desigualdades corporales sean compensadas por otras habilidades, algunas de las cuales tienen más que ver con la "cabeza", la visión y los pies, de lo que Graciliano podía entender, pues ya tenía su opinión preconcebida. O será que para Graciliano el fútbol es un mero instrumento para otra cosa?.

Del fútbol a la crítica de la ciudad: marihuana y drogas pesadas
Para él, el fútbol no prosperaría para nada, jamás se adaptaría "a las zonas de tierra adentro", era "ropa prestada" que no serviría para la población del sertón (interior). A pesar de que, en aquellas regiones, él describe que ya se tiene la "pelota de paja de maíz, que nuestros queridos habitantes de zonas alejadas juegan con una habilidad que dejaría al más experimentado sportman británico de capa caída". En realidad, este argumento de Graciliano podría ser leído como una potencialidad latente en relación a la apropiación del fútbol. Sin embargo, apenas decidió registrar la hipótesis desfavorable: el lugar ya estaría ocupado o cubierto.

"El fútbol no va andar, tengan la seguridad. No sirve el argumento de que gana terreno en las capitales importantes", profetizaba Graciliano. Aquí, el autor se sitúa en la frontera, no existe una nación en Brasil de aquella época, existen brasis con características culturales totalmente diferentes. Para él, el argumento de que en las capitales el deporte tiene ganado un espacio no sirve, en la medida en que "las grandes capitales están en el litoral; ésto aquí es diferente, es el sertón", afirma enfáticamente. Así, la imagen romántica que atraviesa el texto es la de que la identidad del sertón es sólida, mientras la identidad ciudadana es fluctuante, principalmente, por su característica multirracial. Observemos el texto: "Las ciudades vomitan gente de otras razas o que pretenden ser de otras razas5 ; no somos más o menos agresivos, con manchas de sangre mezclada con la de los esclavos".

La idea de que la identidad de la ciudad es fluída, hace aparecer, nuevamente, figuras presentes en Rousseau y en la tradición romántica, cuando afirma que las personas pueden disimular su origen racial y, por tanto, social. La lógica es que la multitud es anónima, ella esconde los "orígenes". Por otro lado, al afirmar "nosotros somos más agresivos" con manchas de sangre mezclada con la de los esclavos, el autor está afirmando que son reconocidos los orígenes de la identidad cultural y étnica en el sertón: son nativos (agresivos, indígenas) con sangre africana (Angola, Zonas de donde vienen los negros) y esclavos. La crítica, de dirección romántica, continúa cuando el autor describe que hasta los vicios del sertón son más simples o tal vez más "puros". Para Graciliano, en la ciudad los vicios con drogas son extremadamente sofisticados, mientras que en el sertón la droga es la marihuana, (obsérvese, de paso, que los antiguos son los "problemas" presentados como nuevos). Esto indica que, hasta en nuestros problemas sociales, como la droga, existe una desproporción entre la ciudad y el campo. "En las ciudades los viciosos elegantes consumen opio, cocaína, morfina; por aquí hay personas que todavía fuman marihuana", afirma Graciliano.

La fuerte identidad del sertón no deja, sin embargo, que un objeto cultural desvinculado del contexto sea apropiado (la marihuana o macoña sería por lo tanto nativa del sertón?). La ciudad, al ser multirracial, es consecuentemente multicultural, tiene una frágil identidad (y hasta podría no existir?). Esa es una de las causas que lleva a los citadinos a absorver cualquier nueva moda o práctica cultural, en esta visión donde Graciliano anticipa que "extrañezas no ingresan fácilmente en la tierra de las espinas. El fútbol, el box, el turf, nada funciona". La idea sobre la profundidad de las raíces culturales del sertón, se oponen a la superficialidad que compone el perfil de la población de la ciudad. El fútbol aparece, entonces, en el contexto de Trazos al Azar para servir de instrumento para su crítica romántica de la ciudad. El fútbol, de esta manera, podría ser pensado como un mero pretexto para el ejercicio de la crítica de Graciliano a la vida de la ciudad.

Crítica a las relaciones sociales y políticas: la zancadilla es el deporte nacional
Ya en la primera parte de la narración, el autor traza superficialmente la idea de que es muy bueno estimular el cerebro, pero diferencia con ironía la constatación de que esta actitud no sea muy provechosa en el contexto en que se vive. No se enfrentan buenos motivos, cuando la única cuestión es la fuerza, y el poder, la presión.. Frente a este hecho cultural, para Graciliano, lo mismo sería "fortalecer el músculo", para persuadir a un opositor, a un adversario con los "argumentos de substancia" de un buen golpe. Como dice, "con un puño cerrado delante de la nariz, peludo y amenazador, es excelente" convencer a un adversario. Tal vez, el autor esté metacomunicando que el camino de la transformación pasa por un puño poderoso, entonces, por la unidad y la violencia concentrada que es la imagen que evoca el puño cerrado. Al final de la crónica el autor retoma esta idea de que la fuerza y los músculos deben ser desarrollados.

"Desarrollen los músculos, muchachos, obtengan fuerza, enderecen la columna vertebral. Pero no es necesario ir lejos, en procura de exquisiteces que tienen nombres que ustedes saben pronunciar. Recuperen los deportes regionales que han estado abandonados: el palo, la alegría, la pulseada, la carrera pedestre, tan útil a un ciudadano que se dedica al arriesgado oficio de hurtar gallina, la corrida de boyas, el salto, andar a caballo y, sobre todo, el rengo, la zancadilla.
Arrastrarse!. Este, sí, es el deporte nacional por excelencia!
Todos nosotros vivimos más o menos para dar una zancadilla unos con otros. Luego en las clases de primaria nos habituamos a apelar a las piernas cuando nos falta la confianza en el cerebro, y es la zancadilla lo que nos salva".

Graciliano critica las relaciones políticas y de otras esferas sociales cuando afirma que los jóvenes deben aprender la zancadilla y no el fútbol. La zancadilla es el deporte nacional. De esta manera, este "deporte" tendría mucha más utilidad en la sociedad que vivimos. Su crítica se universaliza, pues desde el presidente de la República hasta el coronel de plaza todos practican la zancadilla. De esta manera, para el romanticista, los argumentos justos e inteligentes no son de mucho valor aquí en esta tierra donde impera el poder autoritario de una élite ignorante. ¿Sería éste un aspecto más del romanticismo de Graciliano?. Las luces de la razón, los argumentos justos e inteligentes no se adecuarían a la cultura brasileña. La ironía aparece ocultando su desencanto y el romanticismo como refugio.

Concluyendo, la lectura de Graciliano sobre la realidad social brasileña de su época es interesante como crítica a las relaciones corruptas y perversas que se daban en la vida pública. Es interesante para que entendamos que muchas cosas que lo incomodan en su tiempo todavía están presentes en los debates de política nacional. El apunta que no existe posibilidad de ecuanimidad en una sociedad donde las reglas de justicia funcionan como fachada y la venalidad es el comportamiento nacional. En tanto, Graciliano habló en su profecía al afirmar que el fútbol no "va a andar" en el sertón. Lo dijo porque no analizó que el fútbol, en su estructura de juego, presentaba un modelo más democrático que las propias instituciones brasileñas de su época. No percibió que las reglas del juego del fútbol son para todos. No quiso ver, pero sabía, que los "sertones" también existían en las periferias de las ciudades. Por ejemplo, los problemas de las endemias y epidemias que alcanzaban al sertón también alcanzaban a las ciudades, como podemos ver en la emblemática frase del médico Afranio Peixoto que "los sertones" en el Distrito Federal comenzaban cuando terminaba la Avenida Central, hoy llamada Avenida Río Branco6 . Y a pesar de que existen "sertones" en las periferias de Río de Janeiro, será que Graciliano, en 1921, ignoraba la expansión del fútbol en los clubes de zona norte que se formaban en cada esquina, en cada cafetín, en ese período?. Será que Graciliano desconocía la popularización del juego del fútbol, que se materializaba a través de la presencia de operarios subalternos compitiendo y participando de equipos y campeonatos con integrantes de las élites? Ignoraría que el fútbol ocupaba los terrenos baldíos del Distrito Federal?. En verdad, un hombre culto como Graciliano no podía ignorar que esas informaciones estaban presentes en los periódicos por lo menos desde 1915.7

El fútbol prosperó y no fue hoguera de paja. Tal vez por ser uno de los pocos espacios sociales que nació para las élites y del cual los sectores populares se apropiaron rápidamente, reivindicando el derecho de igualdad frente al juego del fútbol, valor que no existía en otras esferas sociales. "Floreció", quizás, por ser una de las pocas experiencias de participación cultural democrática en una República que se formó sin permitir la participación popular en la esfera altamente significativa de la política8 . El fútbol "floreció" no porque se volvió un hijo híbrido, aunque el discurso sobre el fútbol haya colaborado a construir su identidad nacional, su perfil autóctono. "Floreció", tal vez, para oponerse a las críticas desencantadas del romanticista frente a la sociedad y la ciudad?

Anexo: TRAZOS AL AZAR



Lecturas: Educación Física y Deportes.
Año 3, Nº 10. Buenos Aires. Mayo 1998
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