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Vientos de renovación en
el rutinizado fútbol argentino

   
Lic. en Sociología
Universidad de Buenos Aires
(Argentina)
 
 
Roberto Di Giano
robaied@hotmail.com
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 11 - N° 99 - Agosto de 2006

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Bombero, bombero, yo quiero ser bombero
que nadie se meta con mi identidad.

Alberto Cortez


     Después de haber experimentado en los últimos torneos mundiales dramas y fracasos de todo tipo, la selección nacional de fútbol quedó en manos de José Pekerman, un hombre llano que siempre prefirió estimular la solidaridad de sus dirigidos antes que caer en la tentación de aplicar métodos autoritarios. Utilizando esos principios básicos Pekerman cosechó varios logros para la Argentina con los equipos juveniles de fútbol.

     Su designación como director técnico de la selección mayor con vistas a la Copa del Mundo de 2006 significó una suerte de ruptura con respecto a quienes lo precedieron, al aportarle a la misma un espíritu juvenil. Sobre todo se diferenció de Marcelo Bielsa, un puntilloso entrenador que abonó con una excesiva dosis de racionalidad a un plantel que se marchitaría rápidamente en el campeonato mundial realizado cuatro años antes en Corea-Japón1.

     Vale señalar que Pekerman confió plenamente en las características de algunos destacados jugadores que desarrollaron su niñez y adolescencia en el marco de las precarias condiciones socioeconómicas que ofrece a una porción de su población la República Argentina, y a quiénes les tocó defender con mayor testadurez sus ricas identidades construidas alrededor del fútbol2.

     Ligados dinámicamente a las raíces de una cultura futbolística forjada a principios del siglo pasado por los sectores populares, pusieron en juego sobre el verde césped de los estadios alemanes una serie de valores que sobreviven en condiciones difíciles pues desde hace muchos años el medio manipula a favor de estéticas híbridas. Como bien observó José Ingenieros: "Muy pocos hombres de personalidad firme resisten a la presión colectiva y pueden hacerlo conservando algunos de sus rasgos característicos" 3.

     En base a esos valores, y al aporte que le brindaron deportistas con otras cualidades, la selección expuso generalmente un excelente manejo de balón a la par que valorizó la integración colectiva, desplegando así en varios pasajes del torneo mundialista, jugadas de un nivel de belleza que despertaron fuertes emociones en los aficionados.

     El equipo superó holgadamente los primeros escollos saliendo airoso de la difícil tarea de disputar la fase inicial con poderosos contrincantes que habían llevado a que muchos periodistas especializados calificaran a este grupo como el "grupo de la muerte".

     En la etapa siguiente la Argentina dejó fuera de la competencia a México, para definir luego su pase a las semifinales con Alemania, anfitriona del torneo y con una rica historia futbolística a cuestas.

     Todos sabemos que la suerte planea sobre los encuentros futbolísticos y se hace presente de una manera muchos más activa en las instancias claves de los torneos. Por ejemplo, cuando en esta Copa del Mundo debieron enfrentarse los mejores equipos con vistas a subir los últimos peldaños y alcanzar así la tan ansiada meta. De allí que Christian Bromberger señale que: "En los vestuarios y en los bordes del campo de juego se multiplican los ritos propiciatorios mas diversos para conjurar la desgracia" 4 Con esta selección los argentinos experimentamos profundas alegrías durante un tiempo pero después nos llegaría el turno de sufrir, poniéndose de relieve una vez más que en los campeonatos mundiales de fútbol se puede pasar de la felicidad a la desdicha con suma facilidad. Sobre todo cuando, tal como en este caso, surgieron algunos imponderables5, esos que le causan un gran estupor a los embajadores de una cultura racional omnímoda que considera que nada debe escapar al poder humano.

     Esta vez los simpatizantes no pusieron su pasión, escudándose en una fingida ingenuidad, al servicio de un gobierno peronista tal como ocurrió a principios de la década pasada. Simplemente le brindaron un amplio consenso al accionar de la selección nacional que no se apagó nunca.

     Asimismo, desbordando al propio ámbito futbolístico se generó un debate en la población acerca de la necesidad de seguir manteniendo o no esa rica identidad futbolística que mostraron las selecciones juveniles y mayores dirigidas por José Pekerman6, una persona raramente consecuente para los tiempos que corren, que sirvió también para estimular en un sentido mas abarcativo la adormecida conciencia de los argentinos.


Notas

  1. Hernán Crespo, uno de los pocos jugadores de ese plantel que tendría la suerte de disputar una nueva versión de la Copa del Mundo, subrayó lo siguiente días antes de disputar la misma: "diferencias con aquél equipo hay millones. El técnico es diferente, el estilo de juego que intenta plasmar esta Selección respecto de aquella también" . (Página 12, 24.05.2006, p. 20). Para el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, Julio Grondona, quien contra viento y marea ocupa ese cargo desde 1979, las últimas actuaciones de la selección en los campeonatos mundiales no fueron satisfactorias: "Nos quedó una espina clavada, y entonces Alemania tiene que ser la gran revancha" (Gente y la actualidad, Nª 2125, 11.4.2006, p. 70)

  2. Al respecto, me quedó grabado en la memoria un breve pero contundente comentario realizado por Juan Román Riquelme, estrechamente vinculado con el mantenimiento de la identidad. El sutil conductor de la selección nacional, sometido a las rutinarias críticas de quiénes con muchas ínfulas viven aplicando a los demás calificativos estándar, expresó lo siguiente: "Yo no soy lento, yo juego así… que es diferente". Un periodista de firmes convicciones, Dante Panzeri, advirtió hace mucho tiempo, las nefastas consecuencias que podría traer aparejado ese desdén por los jugadores poco "civilizados" practicado por aquéllos actores del ámbito futbolístico local acostumbrados a adoptar posturas impostadas: "Por disfrazarnos de culturosos decapitamos a la diversión casi inculta del fóbal. Que es hija de la miseria y de los chicos atorrantes" (Satiricón, Mayo de 1973

  3. José Ingenieros, La simulación en la lucha por la vida, Losada, Buenos Aires, 1990, p. 56

  4. Christian Bromberger, Significaciones de la pasión popular por los clubes de fútbol, Libros del Rojas - UBA, Buenos Aires, 2001, p. 40.

  5. Vale recordar que en el encuentro con la selección alemana primero se lesionó el arquero argentino Abondanzieri y luego la suerte no se puso de nuestro lado cuando quedamos eliminados del mundial en la serie de penales.

  6. Vale señalar que los equipos nacionales dirigidos por Pekerman jugaron: "39 partidos y ganaron 29, empataron 4 y solo perdieron 6, con 82 goles a favor y 28 en contra" (La Nación Deportiva Mundial, 3.07.2006, p. 6).

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