A 30 años | |||
Sociólogo-Investigador del Centro de Estudios del Deporte de la Escuela de Política y Gobierno de la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín). Director del Centro de Investigaciones Deportivas River Plate. |
Rodrigo Daskal rodaskal@hotmail.com (Argentina) |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 11 - N° 95 - Abril de 2006 |
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El 24 de marzo de 1976 comenzaba un tiempo de desolación y muerte en un país convulsionado ya por pugnas políticas signadas de pasiones, intereses y valores, en la trama de una historia plagada de alteraciones al sistema democrático pero también de luchas populares, de proscripciones y persecuciones políticas, de ideales compartidos y diversos. ¿Cómo recordar hoy, a 30 años, de alguna manera que invite a evitar la efemérides banal, que exija de nosotros un recuerdo sin futura desidia, que se arme de la materia del pensamiento y se envuelva sobre la huella de los sentidos hasta permitirnos algo más que el mero recuerdo?
Porque memoria es primero comprender, y para ello, al decir de Sontag en la cita de Beatriz Sarlo, es necesario recordar, y nuevamente con Sarlo: toda pasado es conflicto ya que la apelan desarmónicamente la historia y la memoria. Pues bien; recordemos entonces para rememorar y alegar, pero sobre todo para comprender y recomprendernos. Seguramente tengamos por estos días desde todo el espacio cultural y también desde el campo del deporte gestos y eventos, como la Carrera de Miguel, o los alegatos sobre los grados de complicidad del espacio futbolístico para con la organización del Mundial 78.
Pero también el deporte y el fútbol retienen su grado de autonomía, sus particularidades y avatares. Así, en los clubes se continuó votando democráticamente durante el Proceso, en los estadios de fútbol pudo escucharse como forma de protesta la entonación de la marcha peronista y eran habituales los vínculos entre la militancia política de la época y los grupos de hinchas de los clubes. El espectáculo futbolístico es, también, una puesta en escena de valores y sentidos; quizás, un lugar dónde todavía rigen viejas formas y estilos de la política no habituales hoy en el campo propiamente político, históricamente el lugar de la lucha y de las banderas, el del poder y la soledad, el de las ideologías y los bandos.
Si la política no es hoy ya el lugar de aquellas vidas arrastradas por el compromiso afectivo e intelectual y militante, en última instancia el lugar de cómo vivir la vida y la muerte, y se encuentra desplazada y reemplazada por los políticos y punteros profesionales, por las campañas mediatizadas, por la labor del asesor político y las encuestas, el estadio de fútbol parece pertenecer aún, en cambio, a ese viejo mundo pasional: bandos diferenciados entre equipos, hinchas y dentro mismo de los hinchas, medios, justicia, tácticas, banderas comprendidas como trofeos, cánticos que apelan a la épica y a las identidades, trayectorias individuales y grupales que lo hacen al pasado reciente y lejano y al presente y al futuro, relaciones (conflictivas) entre hinchas, jugadores, árbitros y para con las reglas establecidas, intereses diversos y contradicciones permanentes. ¿Le pertenece en forma de parodia, de resolana perdida, es apenas un reflejo? Probablemente todo ello, y a manera de espejo roto, cruzado por distintas variables y senderos de ayer y de hoy, pero precisamente por eso quizás nos deje ver algo de aquellos tiempos, como una reminiscencia débil y trémula pero que no alcanza nunca a disiparse, donde miles de rostros ausentes y presentes nos siguen todavía interrogando.
revista
digital · Año 11 · N° 95 | Buenos Aires, Abril 2006 |