Evolución de la condición física de las jugadoras de fútbol del Atlético Féminas B durante la temporada |
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Universidad Europea de Madrid Facultad de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (España) |
Maite Gómez López* Maribel Barriopedro Moro Itziar Pagola Aldazabal m_teresa.gomez@uem.es |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 93 - Febrero de 2006 |
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1. Introducción
En los deportes de equipo, conocer los efectos del proceso de entrenamiento es una de las necesidades del entrenador. Debido a ello, uno de los objetivos prioritarios es medir, cuantificar y categorizar los cambios que se producen en las jugadoras y valorar si el entrenamiento al que se las somete es eficaz o no, así como los ajustes y modificaciones que deben producirse en la programación para obtener las adaptaciones, los cambios y las mejoras deseadas (1,2,3).
Uno de los medios a los que se recurre con mayor frecuencia para poder obtener esta información son las pruebas de valoración de la condición física, que son un indicador de gran utilidad para conocer las adaptaciones y modificaciones que se van produciendo como consecuencia del proceso de entrenamiento en algunas cualidades condicionales de gran importancia para la futbolista (4,5,6,7,8).
El objetivo de este trabajo fue conocer el estado de forma de las jugadoras del equipo de fútbol del Atlético Féminas B y valorar su posible modificación y evolución a lo largo de la temporada 2003/04, de manera que nos permitiese evaluar el impacto del entrenamiento al que estaban siendo sometidas y ajustar las cargas del mismo de la manera más apropiada y coherente con las necesidades de las jugadoras, del equipo y de la propia competición.
2. Material y método2.1. Participantes
En este estudio participaron doce jugadoras del club de fútbol femenino del Atlético de Madrid, de categoría Preferente. Estas jugadoras presentaban una edad promedio de 16,6 ± 1,24 años, una altura de 1,60 ± 0,06 m y un peso de 57,7 ± 9,6 kg.
Las jugadoras que han participado en este estudio son aficionadas, con una frecuencia de entrenamientos de tres días por semana (exceptuando el periodo preparatorio en el que el equipo entrenan cinco días a la semana), con dos horas de duración, lo que representan, aproximadamente, seis horas de entrenamiento semanal además del partido de competición semanal.
2.2. ProcedimientoCon el objetivo de conocer el estado físico en el que se encontraban las jugadoras del At. Féminas B y cómo evolucionaba éste, se realizaron diferentes pruebas físicas en tres momentos de la temporada 2003/04: las primeras, durante el periodo preparatorio o pretemporada (septiembre de 2003), las segundas, durante el periodo competitivo (diciembre de 2003) y las terceras durante el periodo de transición (mayo de 2004). Por diversos problemas no se pudieron realizar estas tres mediciones en la prueba de flexibilidad, que sólo se realizó en el p. preparatorio y en el p. competitivo, y en la de salto vertical que se realizó en el p. preparatorio y en el p. de transición.
Todas las mediciones y test se realizaron en el mismo día. En primer lugar se realizaron las distintas mediciones corporales en un laboratorio equipado y habilitado a tal efecto, seguidas de las pruebas físicas que se celebraron en un pabellón polideportivo cubierto y con suelo de elasticidad puntual.
Con anterioridad al desarrollo de las pruebas físicas las jugadoras realizaron un calentamiento general, de unos 20 minutos, y un calentamiento específico para cada prueba. Previamente, cada una de las pruebas fue explicada a las jugadoras que realizaron algunos ensayos antes de su ejecución.
a. Composición corporalPara realizar la valoración de la composición corporal se tomaron medidas de la talla, el peso y los pliegues cutáneos.
La altura y el peso utilizados para el cálculo del IMC, se midieron en un tallímetro y en una báscula de precisión Rowenta BM100, respectivamente, permaneciendo éstas descalzas y en ropa interior.
Para el cálculo del porcentaje de grasa corporal se realizó la medición de cuatro pliegues subcutáneos (triceps, suprailiaco, subescapular y abdominal) y se aplicó la ecuación descrita por Faulkner (9). Todas las mediciones fueron realizadas por la misma persona con un lipocalibre Holtain, con una zona de medida de 0-48 mm y una graduación de 0,02 mm. Tras localizar y señalizar cada uno de los pliegues, éstos fueron medidos y tomados dos veces, calculando el promedio de las dos mediciones. En aquellos casos en los que entre ambas mediciones había una diferencia de 3 mm se realizó una tercera medición.
b. Pruebas físicasSe realizó con las jugadoras test de salto vertical, velocidad (10, 20 y 30 m), agilidad (test de Barrow) y flexibilidad (flexión profunda de tronco). En todas las pruebas las jugadoras realizaron dos intentos, separados por un tiempo de recuperación, de los cuales consideramos el mejor de ellos en cada una de las pruebas.
Para valorar la fuerza extensora de las piernas de forma explosiva las jugadoras realizaron un salto vertical Abalakov (ABK) y un salto con contramovimiento (CMJ) sobre una plataforma de fuerzas dinamométrica (Instituto Biomecánico de Valencia) con galgas extensiométricas y una frecuencia de muestreo de 1000 Hz. Las jugadoras, situadas sobre la plataforma en posición erguida, realizaron una acción inicial de contramovimiento en la que el centro de gravedad del cuerpo descendió antes de impulsarse verticalmente hacia arriba. Los saltos se realizaron con balanceo de los brazos (ABK) y sin balanceo de los brazos (CMJ). Este test se utilizó ya que permite ilustrar los movimientos excéntricos, isométricos y concéntricos que requiere el fútbol y que son demandados en acciones tan habituales como los saltos, las aceleraciones, las frenadas, las salidas y los cambios de dirección. Es importante señalar que los esfuerzos de máxima intensidad y corta duración que se producen durante los partidos movilizan, fundamentalmente, las capacidades de fuerza y velocidad. En otros estudios, este test también ha sido utilizado para medir la aptitud física anaeróbica aláctica, ya que existe una relación muy estrecha entre esta prueba (y la que se realiza para valorar la fuerza máxima de los músculos extensores de la rodilla) con la capacidad para desplazarse en el menor tiempo posible en distancias muy cortas (inferiores a 10 m) y con la capacidad de golpear el balón a la máxima velocidad (10).
En las pruebas de velocidad y en el test de Barrow las jugadoras salieron de parado y los tiempos de la salida y de llegada fueron registrados mediante cronometraje electrónico a través de células fotoeléctricas.
Las distancias de las pruebas de velocidad se recorrieron en línea recta y fueron marcadas con una cinta en el suelo así como con la posición de las células fotoeléctricas. Consideramos interesante incluir estas pruebas ya que la habilidad para acelerar con rapidez así como la capacidad para recorrer distancias cortas en un breve periodo de tiempo son muy importantes en el fútbol, y seleccionamos estas distancias ya que los datos que tenemos sobre el fútbol masculino (no conocemos estudios publicados sobre la intensidad de los esfuerzos en fútbol femenino) evidencian que el 50% de los esfuerzos realizados a la máxima velocidad (>25 km/h) se producen sobre distancias menores de 12 m, un 20% en distancias entre 12-30 m, un 15% sobre distancias de 20-30 m y sólo un 15% son en distancias mayores de 30 m (10,11).
Para realizar el test de Barrow delimitamos una zona rectangular de 3 x 5 m de lado, en cuyos extremos y centro colocamos un cono. El ejercicio comenzaba cuando la jugadora salía desde el lateral derecho del cono que delimitaba el lado de 3 m. Desde ahí la jugadora se dirigía hacia el cono del centro y tras superarlo por su lado izquierdo se dirigía al cono que estaba situado enfrente del que empezó la prueba para rebasarlo por el lado derecho. Desde ahí se orientaba hacia el cono que quedaba a su izquierda y tras superarlo por su lado izquierdo debía ir al cono del centro para rebasarlo por su lado izquierdo y terminar esprintando hacia la línea de meta que se encontraba situada formando un ángulo de 90º con relación a la línea de salida. Cada jugadora realizó el test dos veces en cada dirección y tomamos como resultado el promedio del mejor de los dos intentos realizados hacia la derecha y hacia la izquierda. Esta prueba de agilidad nos permitió valorar la habilidad para cambiar rápidamente la dirección del movimiento (aceleración/deceleración) y que depende de una combinación de factores tales como la velocidad, la fuerza, el equilibrio y la coordinación, tan característicos como importantes en el transcurso de un partido de fútbol (12).
A través de la prueba "Sit & Reach" valoramos la flexibilidad general de tronco, de los extensores de cadera y de los flexores de las piernas (isquiotibiales). Para el desarrollo de esta prueba, la jugadora, sentada, con las piernas rectas y la cadera flexionada, debía inclinar lentamente el tronco hacia delante, con los brazos rectos y las manos juntas, intentando empujar con la punta de los dedos todo lo posible una regla colocada sobre una plataforma graduada situada delante. Esta posición de estiramiento máximo debía mantenerse durante unos 2-3 segundos sin rebotes. Pese a las limitaciones que presenta esta prueba con relación al movimiento giratorio que se realiza sobre más de una articulación (12), consideramos interesante incluirla ya que la comparación se realizó intrasujeto.
3. ResultadosLos datos fueron analizados mediante el SPSS v. 12.0.
El análisis de la evolución de la condición física del At. Féminas B sobre las medidas obtenidas a lo largo de la temporada 2003/04, fue realizado mediante ANOVAS de medidas repetidas o mediante la prueba t de student para muestras relacionadas. Las comparaciones múltiples a posteriori se realizaron con la prueba de Tukey.
a. Composición corporalEn la Tabla 1 podemos observar los valores del IMC y del porcentaje de gras corporal en los tres momentos de la temporada 2003/04.
Tabla 1. Porcentaje de grasa corporal e IMC en los tres momentos de la temporada 2003/04.
IMC = Índice de masa corporal; SD = desviación estándar; N = muestra.
No hubo diferencias significativas en el IMC a lo largo de la temporada (F1,11 < 1) y tampoco en el porcentaje de grasa corporal estimado a partir de las mediciones de pliegues (F1,10 < 1).
b. Pruebas físicas
En la Tabla 2 se presentan los análisis descriptivos para las distintas pruebas de valoración funcional practicadas.
El tiempo invertido por las jugadoras en la carrera de 10 m resultó diferente a lo largo de la temporada (F2,10 = 3,82; p < 0,05). Las comparaciones múltiples a posteriori mostraron que el tiempo invertido al final de la temporada resultó significativamente superior que el obtenido al principio y a mediados de la misma (p < 0,05 para ambas comparaciones), es decir, los peores resultados los obtuvieron al final de la temporada.
Por otro lado, el tiempo invertido por las jugadoras en la carrera de 20 m también resultó diferente a lo largo de la temporada (F2,10 = 3,60; p < 0,05). Las comparaciones múltiples a posteriori mostraron que el tiempo invertido al final y a mediados de la temporada resultó significativamente inferior al obtenido al principio de la misma (p < 0,05 para ambas comparaciones), o, lo que es lo mismo, que mejoró progresivamente conforme avanzó la temporada.
Los tiempos obtenidos en la prueba de carrera de 30 m no resultaron significativamente diferentes a lo largo de la temporada (F2,10 = 1,71; p > 0,05).
El efecto del momento de evaluación en el test de Barrow resultó estadísticamente significativo (F2,10 = 49,44; p > 0,05). Las puntuaciones en esta prueba fueron significativamente inferiores a mitad y final de temporada a las obtenidas al comienzo de la misma (p < 0,05 para ambas comparaciones), lo que evidencia una mejora significativa en la realización de esta prueba conforme avanzó la temporada.
Con relación a la flexibilidad, durante la temporada ésta fue significativamente superior a la obtenida al comienzo (t 10 = 5,15; p < 0,05, según la prueba t para muestras relacionadas), mejorando esta cualidad para los grupos musculares descritos.
Tabla 2. Análisis descriptivo (Media ± SD) de los valores obtenidos en las pruebas de físicas.
Por último, como podemos observar en la Tabla 2, las puntuaciones en salto no resultaron significativamente diferentes al final que al inicio de la temporada (t 10 = 0,27; p > 0,05, según la prueba t para muestras relacionadas), aunque sí se aprecia una ligera mejora del segundo salto con relación al primero.
4. Discusión
a. Composición corporal
No se observó modificación del porcentaje de grasa corporal a lo largo de la temporada 2003/04 (Figura 1). La media del porcentaje de grasa de las jugadoras que participaron en este estudio se aproxima a la encontrada por Tamer et al. (13) en jugadoras de élite turcas (18,3 ± 1,71%), es algo menor que el descrito por Ekblom (14) en jugadoras suecas de élite (19-22 %), por Tumilty & Darby (15) en jugadoras del equipo nacional australiano (19,7 ± 4,0%) así como Can et al. (16) en jugadoras turcas (19,7 ± 0,69%), y sustancialmente más baja que la encontrada por Jensen & Larsson (17) en las jugadoras del equipo nacional danés (20,1%) y por Scout (18) en jugadoras de la 1º división inglesa (24,2 ± 3,8%). Sin embargo, es mayor que la hallada por Siegler et al. (19) en jugadoras escolares de Montana (12,13 ± 4,66%).
No obstante, debemos ser prudentes a la hora de comparar estos datos ya que hemos encontrado diferencias tanto en el número como el tipo de pliegues utilizados, así como en las fórmulas aplicadas para la estimación del porcentaje de grasa corporal. Mientras que algunos autores aplicaron la fórmula de Sloan et al. (13), otros aplicaron la fórmula de Durnin & Womersley (17,18,20) o la ecuación de Lohman & Siri (19), por lo que las diferencias observadas entre los distintos estudios son debidas en gran parte a las distintas técnicas de medida y fórmulas aplicadas para la estimación del porcentaje de grasa corporal.
Tampoco se observó una variación a lo largo de la temporada 2003/04 en los valores del IMC y el promedio del mismo (22,47) está dentro del rango considerado "normal" (20-25) por la Organización Mundial de la Salud (21) (Figura 1).
Figura 1. Evolución del % de grasa corporal y del IMC durante la temporada 2003/04.
b. Pruebas físicas
Como podemos observar en la Figura 2, con relación a la prueba de 10 m las jugadoras del At. Féminas B mostraron peores marcas durante y al final de la temporada, mientras que esto no sucedió en las distancias de 20 y 30 m, ya que en estas pruebas mostraron mejores registros conforme avanzó la temporada.
Figura 2. Evolución de los resultados en las pruebas de 10 m, 20 m, 30 m y el test de Barrow durante la temporada 2003/04.
Los resultados obtenidos por las jugadoras del At. Féminas B en el período preparatorio sobre una distancia de 10 m son muy similares a los encontrados por Hoare & Warr (22) en jóvenes talentos de la liga Australiana (2,01 ± 0,08 s) así como a los hallados por Tumilty (23) en jugadoras del equipo nacional australiano (1,91 ± 0,04 s). Y si comparamos los registros del p. competitivo de las jugadoras del At. Féminas B (2,01 ± 0,04 s) podremos observar que son prácticamente iguales a los encontrados por Tumilty (23).
En la distancia de 20 m, los tiempos de las jugadoras del At. Féminas B en el p. transición son prácticamente iguales a los 3,47± 0,14 s encontrados por Hoare & Warr (22), algo superiores a los 3,31 ± 0,11 s y 3,26 ± 0,06 s hallados por Tumilty & Darby (15) y Tumilty (23), respectivamente, y a los 3,00 ± 0,15 s descritos por Siegler et al. (19) con jugadoras escolares de Montana.
Con relación al test de Barrow (Figura 2), las jugadoras mostraron mejores registros conforme avanzó la temporada, lo que unido a las mejoras que se produjeron en las pruebas de 20 y 30 m, y pese a que, tal y como hemos comentado, en la prueba corta de 10 m no se produjo mejora, nos lleva a pensar que durante la temporada sí se produjo una mejora en la capacidad de aceleración como consecuencia del efecto del entrenamiento, que se evidenció en las tres pruebas más largas, no así en la más corta donde la distancia a recorrer no resultó suficiente para mostrar esta mejora.
Como podemos observar en la Figura 3, los resultados obtenidos en la prueba de flexibilidad muestran la mejora significativa que se produjo en esta cualidad durante el periodo competitivo.
En la prueba de salto vertical no se observó una mejora a lo largo de la temporada 2003/04 (Figura 3) y los 30,25 ± 4,67 cm alcanzados por las jugadoras del At. Féminas B en el p. transición están muy por debajo de los 51 ± 5 m alcanzados por las jugadoras del equipo nacional australiano (23), los 47,6 ± 5,8 cm obtenidos por las jugadoras del equipo nacional inglés (20) o los 38,8 ± 4,11 cm alcanzados por jugadoras de la 1º División Inglesa (24); y algo más próximos a los 34,48 ± 7,11 cm descritos por Can et al. (16), los 35,3 ± 4,7 cm encontrados por Tamer et al. (13) en jugadoras turcas y los 37,8 cm de las internacionales danesas (17). Estas diferencias nos hacen pensar que aspectos tales como la mayor edad de las jugadoras que integran estos equipos, con un mayor número de años de entrenamiento y práctica, así como su pertenencia a la élite deportiva pudieran ser determinantes en el resultado obtenido en la prueba valorada.
Figura 3. Evolución de los resultados en las pruebas de flexibilidad y salto vertical durante la temporada 2003/04.
Como conclusión, observamos una mejora en la mayor parte de las cualidades físicas evaluadas no atribuible a una mejora del porcentaje de grasa corporal o del IMC, que se mantienen constantes a lo largo de la temporada.
Aunque la mayor parte de los valores obtenidos en las distintas pruebas de condición física son similares a los aportados por otros estudios, dado el escaso volumen de entrenamiento descrito anteriormente creemos que estas jugadoras tendrían claras posibilidades de mejora si se incrementara el volumen de entrenamiento así como la especificidad del mismo.
Nos parece conveniente resaltar que los datos obtenidos con respecto al porcentaje de grasa corporal de las mujeres futbolistas son muy superiores a los encontrados en estudios realizados en otros deportes (25,26,27). Como muestran las investigaciones de Davis & Brewer (28), las jugadoras del equipo nacional de Inglaterra consiguieron reducir su porcentaje de grasa corporal tras 12 meses de entrenamiento pasando del 21,5% al 21,1%, aunque más significativa es la mejora encontrada por Jensen y Larsson (17), en la que las jugadoras de la selección danesa pasaron del 22,3% al 20,1%, disminuyendo en 2,2 puntos la media del porcentaje de grasa tras aplicar un plan de entrenamiento físico complementario de 13 meses (24). Por tanto, es de esperar que estos datos mejoren en el futuro de manera paralela al desarrollo y el crecimiento del fútbol femenino (22,10,8).
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revista
digital · Año 10 · N° 93 | Buenos Aires, Febrero 2006 |