Cuerpos, estilos y emociones en los inicios de la práctica futbolística en la Argentina y su relación con el tango |
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Tesista de la Lic. en Ciencias Antropológicas Facultad de Filosofía y Letras - Universidad de Buenos Aires (UBA) |
Julián Ponisio yula32@hotmail.com (Argentina) |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 92 - Enero de 2006 |
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Introducción
Promovida la independencia política argentina del dominio colonial español, los selectos miembros que pertenecían a las diferentes colectividades inmigrantes fueron los encargados de la inclusión de los deportes europeos en el territorio nacional, disponiendo desde 1830 de la "Sala de Residentes Extranjeros"(De Marinis, 1985:3-4) para poder difundir sus actividades atléticas y sus juegos de salón.
Con ese mismo espíritu de ocio se producía a partir de 1860 la inserción del football, practicado por los inmigrantes ingleses que traían esta novedad, a la par que intervenían crecientemente en el escenario nacional con la introducción de capitales económicos basados en la explotación de servicios como el ferrocarril, los tranvías, los frigoríficos y la electricidad, en marcados guiños de complicidad con las elites liberales-conservadoras de nuestro país. Así es como en función de las inversiones, traían con ellos su propio sistema de vida, su idioma y sus juegos predilectos, que incluía también al cricket y al rugby.
En ese entonces en buena parte de Europa, el modelo normativo predominante del ejercicio corporal, consistía en el movimiento medido, racional y estandarizado del cuerpo (Dunning, 1999) y recién entrados los primeros años del siglo XX se condensarían dichas acciones bajo el significado conceptual del Fair play (juego limpio) como máximo exponente deportivo.
Puede decirse como ley general que un deporte tiene tantas mas posibilidades de ser adoptado por los miembros de una clase social en cuanto no contradiga la relación con el cuerpo en lo que tiene de mas profundo y de más profundamente inconsciente, es decir el esquema corporal en tanto que es depositario de toda una visión del mundo social, de toda la filosofía de la persona y del propio cuerpo (Bourdieu, 1979: 237-241). De esta manera quedaba reflejado en la proyección de este valor, una tradición moral anglosajona dispuesta a proyectar conductas y sentimientos de "caballerosidad civilizada".
La transmisión de estas "virtudes" educativas a principios del siglo pasado, conducirían a favor de una enseñanza que iría paulatinamente moldeando las conductas corporales y emotivas de los individuos con el fin de erradicar toda manifestación de agresividad "irracional" que pusiera en peligro los valores que exigía el sistema capitalista para poder afianzar y transmitir todo su aparato ideológico.
Una racionalización exacerbada de la conducta humana y una represión de la vida emocional, entonces, fueron condiciones necesarias para no dejar puertas abiertas a ningún estímulo pasional que pudiera contradecir la construcción de una racionalidad burguesa que embanderada bajo el mito de la "civilización", con sus propios héroes portadores de la "razón y del progreso", excluía del suceso narrativo la multiplicidad de voces y las diferentes tensiones que habitaban alrededor del discurso histórico.
El reconocido antropólogo alemán Franz Boas, fundador de la corriente teórica del particularismo histórico en Estados Unidos expresaba décadas atrás en uno de sus libros:
" ...nuestra oposición no es en modo alguno dictada por el raciocinio consciente, sino primordialmente por el afecto emocional de la nueva idea que crea una disonancia con lo acostumbrado (...) en todos los casos, la costumbre es obedecida con tanta frecuencia y regularidad que el acto habitual se convierte en automático; es decir, su ejecución no está ordinariamente combinada con el menor grado de conciencia" (Boas, 1992:44) .
Por consiguiente, en la tarea de inculcar valores disciplinarios de carácter "universal", se vería también reflejado el incentivo a la utilización de ciertos usos "correctos" del cuerpo en donde el factor emocional quedara reducido a lo mas mínimo, con el fin de producir una escasa resistencia al avance de los nuevos parámetros corporales basados en la eliminación de comportamientos residuales que estuvieran asociados a la idea de "barbarie".
La práctica del fútbol, como experiencia corporal entre otras, se convertiría lentamente en un escenario muy propicio para la puesta en escena de muchos de los parámetros sociales que exigía el capitalismo moderno ligados a la libre competencia, la igualdad de oportunidades, la superación individual, y la puesta en práctica de una moral "civilizada" que pretendía por medio de esta práctica: "...combatir la predisposición natural del hombre hacia la violencia y orientarlo hacia el fair play como un medio privilegiado para adquirir y desarrollar esta disposición moral" (Comité Francés para el Fair Play, 1962:17).
Sin embargo la fundación de los clubes de fútbol en la Argentina, se gestó disociada de los valores del fair play y desde el comienzo de su difusión masiva, fue incorporándose al raigambre popular con un resignificado repertorio emocional, a diferencia de los creadores de este juego, los ingleses, quienes habían utilizado a este deporte en sus orígenes como un vehículo para resolver los serios problemas de violencia que existían en muchas escuelas del territorio Británico (Gil, 2002:59) .
De esta manera, el fútbol empezaba a difundirse entre los sectores medios y populares nativos, quiénes crean numerosas instituciones deportivas1 rompiendo con el monopolio ingles en la práctica de este deporte, bajo los criterios estéticos del "dribbling", que luego se denominará "gambeta" (que etimológicamente refiere a los pasos del avestruz al correr) como una acción corporal que refería a un movimiento de cintura espontáneo y eminentemente individual opuesta al juego colectivo inglés que se asemejaba al accionar de una máquina. El "dribbling" se convertiría en el elemento por excelencia en la conformación del sentido futbolístico de un estilo "criollo" consolidado a partir de 1913 cuando un equipo nativo, el Racing Club de Avellaneda, conquistaba por primera vez el campeonato de primera división sin un solo jugador de origen británico (Di Giano, 1999). Es allí cuando se empiezan a diferenciar las virtudes del fútbol criollo asociados a la agilidad y la virtuosidad de los movimientos.
El fútbol por lo tanto, empezaba a dinamizarse desde dos perspectivas amateuristas: la de los sectores populares y la de los sectores altos que se apoyaban en la cultura deportiva anglosajona. Para los últimos, el amateurismo estaba ligado al ejercicio del "fair play", como vehículo para mediatizar los conflictos gracias a la acción de la moral y las buenas costumbres de la gente "bien educada". En cambio, para las fracciones medias y bajas de la población, la práctica amateurista de este deporte estaba ligada a la fundación emocional (Archetti,2000) de un estilo propio desplegado en los criterios estéticos de la "gambeta", el movimiento de cintura en cada jugada y en niveles de agresión más acentuados, sumado a las diversas formas de intercambio y desarrollo social que proporcionaba este campo.
El tango y el fútbol se prestan los zapatos
"...Así tuve a mi lado todo tipo de delanteros, improvisados y `profesionales.
Estaba el Tuerto López, que era zurdo y del lado derecho no veía nada.
Abel Corinto, un buen cabeceador, tan veterano que refería anécdotas
del 17 de octubre, cuando jugaba en Temperley y cruzó el Riachuelo para reclamar
la libertad de Perón. Juan Cruz Mineo, que le contaba películas al referí para tenerlo distraído.
EL Lungo Suárez, que tarareaba tangos mientras llevaba la pelota..."
(Osvaldo Soriano, Memorias de Mister Peregrino Fernández y otros relatos de fútbol)Desde fines del siglo XIX y hasta principios de la década del treinta, la incipiente Buenos Aires se urbaniza a la par de los modelos estéticos provenientes de la arquitectura española y francesa demarcando los límites de dos componentes geoculturales diferentes: el barrio, que reflejaba la multiplicidad de elementos populares de distinto origen representados simbólicamente en los valores subjetivos de la inocencia, la picardía, la astucia, el trabajo, etc.; y el "centro", donde se encontraba al mismo tiempo el éxito y/o la fama y la perdición (García Jiménez, 1964:4-5). Mucho tuvieron que ver en la construcción de estas subjetividades la aparición del tango y el fútbol criollo. A este género artístico originado en las riveras rioplatenses hacia finales del siglo XIX con mezcla de tonalidades basadas en la Habanera, el Tango Andaluz y la milonga, hay que asociarlo con un repertorio inagotable de emociones reflejadas alrededor de ciertas representaciones imaginarias como: la madre, la percanta, los muchachos, el café, la cargada , la desgracia y el canto, entre otras cosas. Por su parte el fútbol también participó en la construcción de un imaginario alrededor de la figura triunfante del muchacho humilde, que jugaba en el "potrero" y que inventaba jugadas exquisitas con la pelota.
El tango y el fútbol colaboraron, en buena medida, en la conformación simbólica de las rivalidades barriales. La magnitud de las tensiones se podía medir a través de la distancia o la cercanía territorial. Cuanto más cercanía había, mas intensidad de enfrentamiento se generaba ; tal era el caso de las milongas que competían con más fervor si ambas pertenecían a barrios circunscriptos o las rivalidades ya conocidas en el fútbol, caracterizadas por estar conformadas en oposiciones binarias (River vs. Boca, Independiente vs. Racing, etc.) aunque no eran los únicos factores excluyentes (Frydenberg, 1999).
Todo este movimiento simbólico se generó a partir del entusiasmo de las masas inmigrantes y los sectores populares criollos, quiénes incorporaron una pluralidad de lenguajes provenientes de la propia diversidad étnica de principios de siglo en nuestro país: el cocoliche, el lunfardo, el bozal (dialecto de los "negros" según la Real Academia Española) entre otros, constituyéndose como nuevos actores sociales que ocupaban diversos espacios de identificación social. El tango y el fútbol pasaban a ser pasatiempos importantes para estos sectores, a la vez que permitieron el ingreso activo de Buenos Aires en el proceso creciente de globalización del tiempo libre. (Archetti, 2000) .
El hecho de que tanto el tango como la práctica masiva del fútbol fueran actividades cultivadas en el seno popular, proporcionaba un conflicto para las elites de nuestro país en torno a la disputa semántica de lo "criollo". Si la figura negativa del "gaucho" se había resignificado positivamente como la figura homogeneizante en el discurso escolar y patriótico para ahuyentar los demonios anarquistas y socialistas de la masa proveniente inmigrante , del mismo modo se adaptaron otros relatos históricos basados en los "grandes acontecimientos" que hicieron al discurso patriótico de la elite liberal de principios del siglo XX, conformando una serie de relatos mitológicos que construían la base de un discurso tendiente a invisibilizar los conflictos, las luchas internas, las contradicciones propias de la dialéctica histórica, en pos de una imagen de "progreso" de carácter exógeno. Por ello, el tango y el fútbol nativo aportados por los hijos de inmigrantes de primera generación, seguramente serían considerados como un insulto por los escritores nacionalistas de la época ya que estas prácticas contaminaban la "esencia nacional y ensuciaban al país" (Rock. 1993, 41-2) por contener un repertorio inagotable de significados emocionales en permanente disputa que dificultaban la fijación de modelos conductuales "adecuados".
La marginación de la enseñanza de estas actividades en la estructura curricular de los establecimientos educativos, nos abre el interrogante para la interpretación del sentimiento de "argentinidad" que se quería construir en ese entonces, beneficiando a una minoría privilegiada que trataba de excluir del relato épico nacional todos las elementos que contuvieran profundas raíces populares o a travestirlas bajo el estigma del demonismo y/o la barbarie.
Ahora bien, el secreto de la conformación de un estilo no se descubre en la intuición de un sujeto trascendental ni tampoco en una lógica estructural. El estilo se conforma de manera pragmática, operativa, descriptiva y comparativa . La sustancia de todo lenguaje en el arte y/o en cualquier otra actividad cultural es su estilo y las realizaciones, en relación dialéctica con él, sus campos de fuerza (Wittgenstein, 1996) . La temática de todo desarrollo estilístico representa la idea de un juego de lenguaje (Bernard, 1996) y por un lado tenemos que reconocer que la consideración gramatical de los conceptos de lenguaje y de pensamiento aclara la determinación de los estilos en cada realización.
Con esta necesidad de explorar la importancia de lo "criollo" en la creación de un estilo "nacional" se inscriben el desarrollo y el devenir del tango y el fútbol de las primeras décadas del siglo pasado.
Clubes de fútbol europeos visitarán regularmente Buenos Aires desde 1904 y clubes argentinos saldrán de gira por Europa y América a partir de 1925. Jugadores argentinos ser convertirán en profesionales en clubes europeos, principalmente italianos. Paralelamente, el tango se convierte en una de las músicas preferidas de los europeos y las orquestas argentinas y los cantantes más populares comienzan a salir de gira al extranjero. Así, Buenos Aires pasa a ser la ciudad del tango y del fútbol (Archetti, 2000) compartiendo estas actividades el mismo camino del reconocimiento por parte de los sectores hegemónicos nativos, es decir, cuando la cultura europea le otorga importancia valorativa a las particularidades de estas prácticas sociales otorgándole el diploma de "actividades decentes", y sumándolas a la lista de conductas y/o criterios que adentraban en las fronteras de la civilización.
Ahora bien, ¿cuáles son los fragmentos más significativos que nos permiten construir este camino bastante similar recorrido por el tango y el fútbol?.
Por un lado, hay evidencias concretas del profundo diálogo que mantuvieron el tango y el fútbol criollo a lo largo de varias décadas del siglo pasado reflejado en las numerosas canciones que muchos letristas y cantantes han dedicado a este deporte, como así también en el aporte de muchos jugadores que trasportaban sus "gambetas" a las pistas milongueras.
Por ejemplo, uno de los nombres fundamentales de la Guardia Vieja, Vicente Greco, grabó para el sello Columbia el tango "Racing Club" recordando a aquél equipo de Olazar, Perinetti y Marcovecchio, entre otros, que forjaría entre 1913 y 1919 el apodo de la "Academia" por haber ganado siete títulos consecutivos en el amateurismo. (Fliess, 2004)
Independiente de Avellaneda también tuvo su homenaje tanguero en la inspiración de Agustín Bardi al componer en los años ´20 "Independiente Club" o San Lorenzo de Almagro quién del mismo modo sabe de tangos que cantan sus hazañas deportivas de la mano del bandoneonista Luis Servidio, dedicándole en 1923 "San Lorenzo de Almagro" en homenaje al primer campeonato obtenido por el club de Boedo. (Fliess, 2004). El "Expreso de La Plata" realizado por el bandoneonista Horacio Pezzi en 1933, "El taladro" dedicado por Alfredo de Angelis en 1946, "El sueño del pibe" de Reinaldo Yiso, y "Platense" , compuesto en 1925 por Fumagalli y Broschi. (Fliess, 2004)
A la inversa tenemos el caso de Maglio, habilidoso jugador de San Lorenzo de Almagro y Evaristo Delovo, un zaguero del equipo de Gimnasia y Esgrima de La Plata de 1929, quiénes tejían exquisitos filigranas en los salones de baile. También la notoria incursión en el canto de Pascasio Sola, mediocampista de River y de Banfield quién llegó a actuar en audiciones radiofónicas (Garcia Jiménez, 1964 ).
Por otro lado, a nivel de análisis de las experiencias corporales, hay varios indicios que permiten esbozar un vínculo entre la forma de bailar el tango y jugar al fútbol en las primeras décadas del siglo veinte. En el fútbol y en el tango, por ejemplo, el movimiento de los pies contenía ( y contiene) un valor simbólico superlativo ya que es la parte más apreciada al momento de la ejecución de una acción performativa (Bauman, 1992). El "piso" donde se baila, por ejemplo, forma parte de la gramática del tango porque es donde se ejecuta la acción de bailar, y es sinónimo de buen bailarín acariciar el suelo con los zapatos. En el fútbol también se interpreta como parte de un criterio estético bien elaborado, acariciar la pelota con los pies.
La baldosa callejera fue uno de los escenarios privilegiados para la practica de la danza del tango ya que sobre ésta se marcaba el ritmo de los pies y el movimiento de cintura, construyendo la marca de una corporalidad que iría paulatinamente formando un estilo en las "pistas" de famosos salones de baile como la "milonga de Chile" o el "Salón A.B.C" (García Jiménez, 1964:11). En el caso del fútbol, la tríada potrero-pibe-gambeta (Archetti, 2002) forjó las bases identitarias de un estilo corporal similar al movimiento corporal de la danza del tango, en la manera de entender la práctica del fútbol.
¿Cuáles serían entonces, los indicios más significativos que nos permiten acceder a las modificaciones estructurales producidas alrededor de estas prácticas sociales?.
Para el caso del tango y desde un punto de vista estructural, hay una oposición muy marcada entre el tango musical, danzado y el tango hecho canción. Dentro de un primer recorrido del tango se encuentran distintas opiniones que pronostican cada cual a su manera, la muerte de este género, como la formulada por Fray Mocho en 1903 en la revista "Caras y Caretas", citada por el estudioso de este campo, Oscar Del Priore, donde aduce a los Podestá la suerte de ser los "guardianes" de la memoria del tango que ya ha perdido la silueta del compadre y el malevaje callejero. O la opinión de Jorge Luis Borges que supone que el tango había perdido su esencia crítica, combativa, de gueto, para convertirse en una cuestión sentimentalista y absurda. Según Malinowski: "la crisis suprema y final de la vida - la muerte - es la más importante". La muerte decía Malinowski: "provoca una respuesta dual de amor y aversión, una profunda ambivalencia emocional de fascinación y de miedo que amenaza los fundamentos psicológicos y sociales de la existencia humana". (Malinowski, 1981:29). Todas estas manifestaciones de rechazo a los cambios que se estaban produciendo en este ámbito representaban respuestas ante la aversión y el miedo que generaban las propias transformaciones que se manifestaban en este género, y una huída romántica hacia los orígenes del tango que reforzaba el amor y la fascinación por el mismo.
En el caso del fútbol también ocurren transformaciones significativas cuando a mediados de la década del veinte, surge el denominado "amateurismo marrón" que consistió en la intromisión del circulante de dinero por parte de los dirigentes de lo principales clubes de fútbol con el fin de retener a sus jugadores mediante el pago de una renta que excluía al jugador toda la posibilidad de elegir la institución en la cuál quería jugar.
Esto trajo aparejado, tiempo después, la irrupción de la famosa huelga de jugadores (1931) pertenecientes a la liga oficial: la Asociación Amateur Argentina de Football (AAAF) en donde los propios futbolistas reclamaban su libertad de acción.
La huelga, entonces, abrió el espacio para una disputa entre dos sectores muy definidos: dirigentes y jugadores. En el seno de esta contienda los dirigentes de los clubes aprovecharon la ocasión para encontrar la solución a una discusión interna instalada entre los miembros de la propia dirigencia que databa de la década de 1910-1920 en la Argentina, y que giraba en torno a la voluntad o no de profesionalizar el fútbol. A los jugadores, les fue otorgada la profesionalización, desvirtuando el reclamo original de los mismos con los supuestos "beneficios" que adquiriría el jugador a partir de su inserción a la economía de mercado2.
De esta manera, se abrían las primeras puertas para la proletarización de muchas actividades culturales como el fútbol y el tango bajo el manto del "profesionalismo", en el marco de la primera irrupción militar al poder político quién fijaría su doctrina económica en un modelo agroexportador, con una marcada dependencia de los capitales británicos que operaban en nuestro país. Recordada por el revisionismo histórico como la "década infame", significó para la mayoría de la población que no apreciaba las ventajas de ser parte del "granero del mundo", la sumisión al hambre y la ignominia. Sin embargo, es en este contexto social que estas dos actividades empiezan a constituirse lentamente en un vehículo de status social y ascenso económico para los sectores más marginales.
El profesionalismo llega al Tango de la mano del declive de las orquestas pertenecientes a la denominada "Guardia Vieja" y el advenimiento de la figura de Carlos Gardel donde el baile se hace canción y devenir poético. Por esos años se funda SADAIC y se establecen los derechos de autor promoviéndose la inserción masiva en las radios de los "artistas en vivo" permitiendo la difusión de esta música hacia amplias franjas de la población.
A la par que la lógica profesional avanzaba en estos géneros, se irían diseñando distintas estrategias en pos de una mayor efectividad técnica, y nuevas tecnologías de dominio sobre los cuerpos que apresurarían los tiempos performativos estandarizando todas las cualidades a favor de una mayor rentabilidad económica.
Para comprender del todo la popularidad del fútbol y el tango, entendemos como propone García Canclini, que la: "cultura es la producción de fenómenos que contribuyen, mediante la representación o reelaboración simbólica de las estructuras materiales a comprender, reproducir o transformar el sistema social, es decir todas las prácticas e instituciones dedicadas a la administración, renovación y reestructuración del sentido (García Canclini, 1986: 41). Por ello, más allá de los hilos tejidos por el poder para acaparar y administrar a todo fenómeno cultural dentro de su superestructura material e ideológica, la representación social de estas prácticas contiene múltiples significados valorativos que estimulan las tensiones entre la reproducción y la renovación de sentimientos. Entendemos por sentimiento a distintos modos de estar, modos de sentirse, que afirman y conectan a los hombres con realidades.
La intimidad de los sentimientos los hace inobjetivables, pero cumplen su función en la comunicación intersubjetiva y en el estímulo para la acción. El sentimiento y el goce estético, elementos que contienen estas prácticas, no son subjetivos en manera alguna. Son subjetivos por otras razones: en el sentido de que hay muchos sentimientos estéticos, en el que pueden variar con los individuos, con las modalidades y con las épocas. Pero todo sentimiento envuelve formalmente una faceta de lo real, todo sentimiento es, formalmente, sentimiento de realidad. Si no hubiera ese momento de realidad, no habría sentimiento."(Zubiri, 1992:365-368).
Por ello el afecto, y de este elemento se nutre profundamente la retórica del tango y el lenguaje futbolístico, consiste en un movimiento emocional y anímico de carácter agudo e intensivo que reduce el control de la voluntad y ejerce una fuerte repercusión en la esfera corporal. Le acompañan fenómenos neurovegetativos (sudoración, entre otros) y movimientos expresivos inconscientes de índole muy diversa: alegría, angustia, miedo, ira, odio, etcétera. (Battegay, 1994:95).
Tanto el tango como el fútbol atraviesan a partir de su universo simbólico una cantidad inagotable de sensaciones que producen distintos desenlaces, bien sea de un drama, una alegría, una reflexión, una discusión o solo una parte de tales acontecimientos (Buytendijk, 1955:36). Si reflexionamos sobre la espera de estos acontecimientos, en un tiempo determinado se pueden manifestar x cantidad de sensaciones, y esto produce un estado de tensión que pude generar un factor de excitación. Esta tensión se dinamiza y se potencia al tomar parte en ella.
Pero a medida que la lógica del profesionalismo avanzaba sobre estas actividades, se orientaría con más fuerza hacia una moderación de las pasiones, una supresión de las fronteras, una regulación técnica y una racionalización de los sentimientos generando un cierto escepticismo respecto a cualquier forma de sensibilidad y/o emoción.
Tanto el jugador de fútbol como el bailarín de tango saben que siempre son observados, aún cuando no haya público, pues juegan bajo la mirada de sus compañeros y/o rivales y aceptan esa mirada extraña que en parte se hace suya. No es, por tanto, completamente libre, pero precisamente esta falta de libertad es característica de toda performance. La performance, que consiste en la adjunción de un nuevo sentido a lo que ya está en cuestión, exige, entre otros factores, que la actuación propia de un sujeto o un grupo pueda ser medida y probada en función del acercamiento o la distancia en relación al código cultural que avala tal o cual práctica (Bauman, 1992) . De esta manera el valor de la personalidad puede ser medido y probado en las competiciones.
Ahora bien, ese supuesto estilo "criollo" ¿constituye una épica de carácter mitológico?.
En un nivel de análisis lingüístico todo juego del lenguaje contiene una permanente tensión o disputa semántica que genera distintos discursos alrededor de una narración, sobre todo si coexisten contenidos basados en el relato histórico o en la conformación de mitos. Si tanto el tango como el fútbol contienen una multiplicidad de significaciones y ofrecen numerosos discursos que se producen alrededor del mismo, se hace necesario aclarar que lo que corresponde al ámbito del relato es considerado como acontecimiento de la vida real y lo que corresponde al mito corresponde al relato sagrado.
Según el antropólogo Paul Radin, se encuentra una diferencia aún más notoria en el análisis de estos dos conceptos y es que el relato contiene muchas veces, sino siempre, un final trágico a diferencia del mítico que siempre contiene un final heroico.
El recorrido de este supuesto estilo "criollo" contiene sin lugar a dudas, relatos que rozan lo homérico y la desventura, tornándose necesario diferenciar minuciosamente todos los elementos, los códigos, la semiótica y el capital cultural de cada suceso histórico a fin de lograr un acercamiento mucho más preciso con el objeto en estudio.
Sin embargo es necesario tener en cuenta que con la inserción del profesionalismo se trató paulatinamente de producir una ruptura estilística con los elementos más sensibles del profundo universo simbólico que contienen estas dos prácticas sociales a fin de lograr una estética estandarizada dirigida desde las industrias culturales (Garcia Canclini, 1988:12) quiénes se encargarían de acelerar el camino hacia la rentabilidad de las pasiones y maximización de las ganancias dejando de lado los recursos estilísticos exitosos conseguidos hasta entonces.
El fútbol y el tango, a raíz de sus caracteres de masividad se convertirían lentamente en campos semánticos más que ostentosos para que elites de turno pudieran desarrollar "el culto mítico nacionalista" y para ello operarían a nivel de la construcción o deconstrucción de estilos como una manera de apropiarse sustancialmente de una retórica del lenguaje para administrarla y resignificarla.
Queda la hipótesis abierta a futuras investigaciones de si tanto el fútbol como el tango están emparentados en la creación de un estilo "criollo" a través de similares experiencias corporales, como la ejecución de su danza, en el caso del tango, donde la pareja de baile acariciaba el suelo con movimientos suaves y precisos de los pies y a los criterios estéticos de la "gambeta" en el fútbol que conformaban al jugador habilidoso, pícaro, "de potrero" que lleva la pelota "atada a los botines".
No obstante, siempre existirá el problema de que audiencia estará autorizada para poder criticar y/o evaluar las performances que rodean a estos ámbitos, lo cuál nos invita a un estudio mas minucioso del estiramiento de las "brechas intertextuales" (Bauman, 1992) para acercarnos con más profundidad a las transformaciones producidas en toda actividad cultural.
Notas
Cabe recordar que para principios del siglo XX solamente en la Capital Federal, se habían creado diecisiete instituciones deportivas nativas ligadas a la práctica de este deporte. (N. de A.)
Ariel Scher y Héctor Palomino en su libro: "Fútbol: pasión de multitudes y de elites", reproducen un fragmento del comentario publicado en el Semanario La Opinión del 22 de mayo de 1976 de uno de los líderes de esa huelga, el jugador Hugo Settis del club Huracán, quién ejemplifica la originalidad del reclamo: "No estaba en juego el aspecto económico (...) Aunque lo nuestro era un amateurismo marrón, lo que queríamos era la libertad como seres humanos. Los señores dirigentes pretendían mantener de por vida la llamada ´ley candado´, de su invención, es decir, utilizándonos como una mercancía a los jugadores de fútbol y convirtiéndose así en los negociadores exclusivos de nuestras transferencias" (Scher - Palomino, 1988:27)
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revista
digital · Año 10 · N° 92 | Buenos Aires, Enero 2006 |