Las personas de la tercera edad en el agua. El movimiento acuático, una nueva terapia |
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Doctor en Ciencias Motoras por la Universidad "Carlo Bo" de Urbino - Italia, responsable local de la F.I.N. (Federación Italiana de Natación) Ganador del 2º premio en el Concurso Literario Nacional organizado por el C.O.N.I. (Comité Olímpico Nacional Italiano) con la publicación: Un tuffo nella pluralitá, "L'educazione acquatica come processo di formazione consapevole della personalitá del fanciullo", Edit. SSS, Roma. http://www.fabiobovi.com |
Prof. Fabio Bovi fabiobovi@hotmail.com (Italia) |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 91 - Diciembre de 2005 |
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Introducción
Es inútil esconder que dada la importancia que tienen hoy en día las actividades en piscina para ancianos, es de particular interés todo lo que favorece el desarrollo de un método abierto y creativo cuyo fin sea definir las indicaciones más relevantes del lenguaje corporal en la tercera edad.
Estoy convencido de que tanto el declive físico como la reducción de la capacidad de adaptación - aun tratándose de hechos naturales e inevitables - atacan menos y en manera menos significativa a los ancianos que practican algunas actividades motoras.
Las causas que repercuten en mayor medida y que aceleran el ritmo del envejecimiento son múltiples y empiezan por:
Una alimentación errónea.
Respiración insuficiente.
Reducción de la actividad física.
Acumulo de estrés, etc.
Quizás el problema más a tener en cuenta de la vejez es la sensación subjetiva, la constatación más o menos marcada de:
Deterioro de la integridad física
deterioro de la capacidad psíquica y relacional
declive (hasta la perdida) de autoestima
Para reforzar mis ideas, quiero contar una pequeña anécdota. A una señora de 80 años vecina nuestra le planteé un día la siguiente pregunta: "¿Querida señora, por qué no se apunta a un curso en la piscina?"
Su respuesta fue a la vez tajante y muy realista: "Bueno... profesor... ¿Cómo puedo ir a la piscina si desde el momento en que me levanto de mi cama, ni siquiera consigo ponerme las medias?"
"¡Eso es!..." pensé. "¡Es verdad, El problema es mucho más serio y arraigado de lo que había anteriormente imaginado!"
Siguiendo una investigación más profunda y detallada, se ha evidenciado que lo esencial para estas personas es conservar, preservar o intentar recuperar, o bien, reactivar un cierto tipo de motricidad indispensable en las relaciones cotidianas y que podríamos indicar como motricidad relacional.
En ese caso hay que prescindir rotundamente de aquellos "programas milagrosos", casi sólo teóricos, que todos los días vemos anunciados en nuestros puestos de trabajo, y hay que proponer unas actividades muy sencillas que hagan posible el mantenimiento o la adaptación correcta a las actividades cotidianas como lavarse, vestirse, peinarse, cuidar el hogar, hacer las compras, etc.
La posibilidad de ser autónomos cuando se sale del hogar, cuando se coge el autobús, cuando se cumplen las tareas cotidianas es un componente fundamental en la vida de todos los ancianos, y es la base de su supervivencia psicofísica.
Reitero con más fuerza, que al intentar reproducir en agua dentro de lo posible, unas sencillas acciones cotidianas, los estímulos de orden psicofísico recibidos pueden ser mayores.
De hecho:
el aparato músculo-esquelético se refuerza;
la movilidad aumenta;
la flexibilidad se conserva;
se retrasa y se domina esa típica lentitud de los movimientos, el temor, la incertidumbre en su ejecución;
Los huesos también se benefician de un buen ejercicio físico; con el paso de los años, especialmente en las mujeres, los huesos se desmineralizan y disminuye su resistencia, a la vez que aumenta el riesgo de fracturas.
Además, se estimula la circulación linfática mejorando así su eficiencia y contribuyendo a drenar las varias partes del cuerpo en las que normalmente se acumulan los líquidos en exceso.
De esta manera, se alivia cualquier hinchazón y la sensación de pesadez en los miembros inferiores que son achaques muy frecuentes en los ancianos.
Lo más importante es conseguir "entender" como sacar el máximo rendimiento a unas actividades didácticas específicas y eficaces. Por eso, creo que no se puede prescindir de tres momentos decisivos: desmitificar, descubrir, inventar.
Desmitificar: significa acercarse a la realidad; o sea, aceptar el "cuerpo real" con sus limitaciones, pero con la esperanza y el entusiasmo para volver a valorar sus posibilidades, aunque queden pocas.
Lo correcto es no tener muy en cuenta el valor estético que nuestra sociedad moderna atribuye al cuerpo, para no caer en falsos complejos a la hora de desnudarse, ponerse un traje de baño y enseñar el cuerpo envejecido con arrugas y venas varicosas. Inclusive, hay que empezar a hablar con más objetividad del lugar, del medio en el que se desarrollan las actividades; consideraciones más auténticas, menos dramáticas que las que la gente suele contar: "Ohi... Dios mío... el agua... ¡madre mía!.. Esperemos bien... ¡Maestro! Ayúdeme... tengo miedo... ¿sabe que casi me ahogo?..."
En esa circunstancia, en la que cada solución a los problemas parece muy remota y complicada, "la reorganización espacial y su reeducación" ayuda mucho y resulta una conquista fundamental.
DescubrirAl ingresar en el agua, nuestro cuerpo se libera de la fuerza de gravedad y, consecuentemente, del peso, lo que permite vivir el cuerpo de manera diferente: sentirlo menos pesado y más disponible a la realización de múltiples movimientos, que fuera del agua requerirían un esfuerzo considerable, además de correr riesgos innecesarios.
Descubrir un nuevo espacio donde podemos movernos libremente provoca cambios en las sensaciones que el cuerpo advierte, y lo obliga a cambios constantes, dadas las situaciones tan variables en tan poco tiempo. Así, de esa manera, se genera un trabajo agradable y como tal, será siempre más agradable si se hace en grupo, ya que las situaciones que requieren colaboración y ayuda recíproca estimulan "el descubrimiento de los demás" y favorecen las relaciones interpersonales.
Además, con el tiempo los ancianos pierden algunas "sensaciones táctiles", y las "caricias del agua" producen en ellos un gran bienestar, una gran sensación de serenidad y de relax.
Inventar: significa encontrar la manera de hacer algo nuevo y desconocido, o una manera nueva de hacer una cosa. Eso es posible solo si se acepta "el cuerpo real" y después de haber perdido el miedo al agua. Emprender "nuevos caminos", solicitar la creatividad, descubrir posibilidades "originales" de movimiento; todo esto representa uno de los momentos más satisfactorios para el anciano que participa en los cursos en piscina. Así que casi podríamos resumirlo todo con el lema: "conocer el medio, aprender a disfrutar de ello y divertirse con ello".
A veces en nuestro trabajo fallamos por presuntuosos, hasta el punto que, para convencer al participante a flotar, consideramos normal pensar en "ayudarle" a través de explicaciones verbales más o menos convincentes, a menudo utilizando "estrategias" específicas que nosotros pensamos ganadoras.
El problema es que todo eso, o mejor dicho esa especie de "clase" que impartimos a nuestros participantes, llega desde lo alto, desde el borde de la piscina.
Algunos instructores, de hecho, ni siquiera perciben la necesidad de bajarse al agua, de adaptarse, de aceptar una realidad que no es la "académica", o sea aquella leída en los manuales que circulan en el ambiente de la natación.
Por otro lado, queda fuera de duda que la presencia "en el agua" del instructor es una premisa esencial para aprender a flotar.
El contacto "epidérmico" con él y su apoyo tangible, representan ese "muelle" que permite al participante que tenga ganas de ponerse "recto"; ser capaz de ponerse de pie desde cualquier posición que se encuentre, y cuando lo decida, intentar "tumbarse" en agua.
Lo que resulta cierto es que ningún otro sistema se ha revelado tan eficaz como éste a la hora de buscar una buena relación con el agua.
Sin embargo, muchas personas no dejan de parecer tensas, más aprensivas de lo necesario, ya que en el agua, el miedo a caer, las dificultades en la deambulación y la incapacidad de moverse súbitamente y en todas direcciones se hacen más fuertes. También porque en dicha situación la respiración se hace insuficiente, afanada y mal controlada.
Entonces, lo que hay que hacer es volver a estructurar los programas, ser más humildes y centrarse exclusivamente en un programa "seguro": favorecer el progresivo control del cuerpo en un lugar inusual.
Sin duda es preferible una piscina con un nivel de agua bastante bajo antes que una piscina muy profunda, y en la cual la temperatura (al menos 30°) favorezca una sensación de distensión hasta garantizar, por grados, una benévola relajación.
Estoy convencido de que con los ancianos, más que con los jóvenes, es imprescindible trabajar mediante una intervención gradual. Quiero decir que hay que respetar los tiempos y el ritmo de aprendizaje de cada persona, sin forzar, y trabajar en una atmósfera estimulante, amistosa, de colaboración recíproca, con el fin de crear complacencia e íntima satisfacción, sobretodo hacia los que desafortunadamente han perdido confianza en sus capacidades.
A los que ya han llegado a una cierta edad todo esto podría parecerles ilógico, pero es en ese caso, que resulta importante volver a una dimensión lúdica, sobretodo en un lugar que muchos consideran "hostil", para recrear sensaciones viejas e intercambiar emociones, situaciones que dan una imagen de la vida menos incierta de lo que estas personas están acostumbradas a aceptar todos los días.
En primer lugar, el "escenario inicial", cuyo fin no puede ser el de mejorar las virtudes de cada participante sino el de cuidar la heterogeneidad del grupo, debe estimular la colaboración entre las diferentes personalidades, de manera que cada una pueda integrarse e influenciar a la otra. Así que la cooperación tiene que ser la norma y la característica del grupo ya que la seguridad o la inseguridad dependerán de la sensación de ser partícipe o no a la vida de grupo. El éxito para el instructor depende de su capacidad de instaurar esa "atmósfera de grupo" haciendo hincapié en el espíritu de cohesión, de participación colectiva, para lograr un objetivo común.
El "juego" (y no es un eufemismo) tiene un papel decisivo, imprescindible.Los ancianos, que en la primera fase de impacto con el agua actúan con cuidado y prudencia (a veces con desconfianza) en el momento en que se dan cuenta de que, aunque tengan muchos años y muchos achaques todavía pueden arriesgarse y divertirse con cosas sencillas, se dejan llevar y parecen felices de poder "medirse". No es necesario buscar o recurrir a juegos complicados, sino que lo más importante es saber motivar a los participantes para que recojan las experiencias pasadas volviendo a abrir ese "libro de la memoria".
Los juegos de su infancia son "lo mejor" de su repertorio larguísimo, hecho de momentos importantes e historias memorables, siempre claros en la memoria de todos. Resulta muy agradable y a la vez útil (para enriquecer las competencias técnicas, didácticas y humanas de los educadores) saber observar como estas personas son capaces de transformar y plasmar a su uso y consumo, con mucho ingenio y sentido práctico, unos juegos, que superficialmente podrían parecer banales y sin originalidad alguna.
Los ancianos aprenden que no es tan difícil adaptarse al agua, a echarse agua en la cara y en la cabeza, a flotar de diferentes maneras, a ponerse recto desde cualquier posición. Una vez aprendidas estas técnicas y el control de cuerpo y respiración, irán adquiriendo también una confianza gradual respecto a la "profundidad" de la piscina.
Creo que enseñar a cada uno las técnicas más adecuadas contribuye a construir esas "certezas" que impulsan la visión de un futuro más al alcance de la persona.
Lo que nos concierne no es fácil, pero no hay nada más satisfactorio que la conciencia de haber actuado de una manera determinante para vencer conflictos, miedo, inseguridad y ansiedad, a través de una "simple obra" como la nuestra. Intentemos entonces hacer que estos esfuerzos se hagan más concretos.
Características psicosociales de la tercera edad
La disminución de la capacidad física influye negativamente en el concepto de autoestima.
La sensación de fragilidad causada por la vejez lleva inevitablemente a una inmovilidad siempre más marcada. Todo eso contribuye a tener menos confianza en las acciones motoras.
La pérdida del estatus social, la jubilación, llevan al anciano a la idea de sentirse inútil.
La pérdida del consorte, de algún allegado, de un amigo… el anciano puede sentirse profundamente herido por ese evento.
La dependencia forzada de los familiares.
El miedo a la soledad.
La sensación de autocompasión.
La vuelta a determinadas posturas infantiles.
Características didácticas de las clases con los ancianos1. Estructura de las actividades
Método de trabajo
Actuar según los objetivos prefijados, teniendo en cuenta las características psicofísicas, las reales posibilidades motoras y las necesidades de los participantes.
Actuar según la máxima flexibilidad de acción y sin normas estrictas o mecánicas.
Buscar un lugar que incline a mejorar las capacidades de cada participante sin olvidar que forma parte de un grupo.
Favorecer el factor cualitativo antes que el cuantitativo.
Buscar ejercicios sencillos y versátiles (evitando cualquier forma de descomposición de los mismos).
Evitar ejercicios intensos, competitivos, demasiado rápidos o repetitivos, con cambios repentinos de postura o posturas incómodas.
Estimular y mejorar la autonomía a través de la reorganización del esquema corpóreo; recobrar una relación de confianza con el cuerpo es un eje básico de toda la actividad.
Buscar y mejorar experiencias de movimiento que permitan reactivar y recuperar todas las circunstancias funcionales anteriores.
Estimular la creatividad y la interpretación personal a través de la reconquista de una dimensión lúdica que, erróneamente, se considera una condición perteneciente sólo a la infancia o a la juventud.
2. Métodos de comunicación
Voz segura y persuasiva.
Frases concisas, comprensibles y sin imposiciones.
Evitar oprimir con demasiadas informaciones.
Preferiblemente acompañar las explicaciones con demostraciones prácticas.
3. La postura del instructor (educador profesional)
Actuar usando intervenciones tranquilas y moderadas sin ningún tipo de concitación.
Respetar el Principio de Gradualidad de la intervención.
Evitar abusar de correcciones individuales, porque él siempre reivindicará su "unicidad" como persona.
Evitar cualquier tipo de dualidad entre los participantes; favorecer el concepto de grupo.
Estimular la motivación y la cooperación haciendo hincapié en el deseo de participación activa de los participantes.
Reconocer los logros y las mejorías y ponerlos en evidencia: eso hace que el participante tome conciencia y confianza en sus capacidades.
Escuchar atentamente sus observaciones: su patrimonio de experiencias y de sabiduría enriquecen y completan incluso el instructor más preparado a nivel técnico-didáctico.
Estudiar y elegir los movimientos que llevan con progresión a los ancianos a retardar la llegada de cansancio, sobretodo en las acciones motoras cotidianas.
Aumentar en el tiempo la sensación de bienestar mediante el placer de pertenecer a un grupo y de moverse con los demás.
Cómo organizar los grupos
El número de participantes en cada grupo puede variar desde 15 hasta 20.
Los grupos han de ser mixtos.
El instructor tendrá que estar en el agua junto a los participantes.
Habrá que proporcionar toda la información al empiece de la clase: sólo al terminar la clase se podrá evidenciar los resultados.
El curso tendrá que durar entre 4 y 10 meses.
El número de clases semanales tendrá que ser entre una y tres.
La duración máxima de cada clase tendrá que ser de 50/60' y la temperatura del agua no deberá bajar de los 30°.
Las actividades incluyen momentos lúdicos, divertidos, cautivantes.
Momentos en los que es necesario suspender las actividades
Dolor torácico
Dolor de cabeza, consistentes dolores de los miembros y musculares
Dificultad de respiración, taquicardia
Mareos, vértigos
Náusea, vómito, calambre
Excesivo cansancio
Bibliografía
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revista
digital · Año 10 · N° 91 | Buenos Aires, Diciembre 2005 |