efdeportes.com
Poder y deporte global: zonas de
prestigio, émulo y resistencia

   
Universidad de Loughborough
(Gran Bretaña)
 
 
Joseph Maguire
J.A.Maguire@lboro.ac.uk
 

 

 

 

 
    El texto presente corresponde al capítulo introductorio de un libro del Prof. Joseph Maguire (Universidad de Loughborough) que se ha de publicar en febrero del año 2005 por la editorial Routledge bajo el título original "Power and Global Sport: Zones of Prestige, Emulation and Resistance".

Traducción: Lic. Rafael Bordabehere (Uruguay)
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 80 - Enero de 2005

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    Nelson Mandela, un boxeador en su juventud, escribiendo en épocas posteriores al apartheid, comentaba sobre la función del deporte a nivel global:

"El deporte es, quizás, el medio más efectivo de comunicación en el mundo moderno, sobrepasando incluso a las formas verbales y escritas para alcanzar directamente a miles de millones de personas en todo el mundo. No hay dudas que el deporte es una forma viable y legítima de establecer amistad entre las naciones."

    No necesitamos cuestionar el alcance global que Mandela le atribuye al deporte. Se sostiene por una amplia cantidad de evidencia (Bairner, 2001; Guttmann, 1994; Maguire, 1999; Maguire, Jarvie, Mansfield, & Bradley, 2002; Miller, Lawrence, McKay, & Rowe 2001; Van Bottenburg, 2001, 2003). Lo que sí es necesario destacar, sin embargo, es el impacto actual que tiene el deporte global sobre la gente, las naciones y las civilizaciones a lo ancho y largo del globo. ¿Es acertado el optimismo de Mandela o existen otros aspectos del deporte global que deben ser destacados?

    Evidentemente, tanto el desarrollo como la difusión del deporte moderno están atados a los procesos globales. (Maguire, 1999; Maguire et al, 2002). El crecimiento y desarrollo de las organizaciones del deporte a escala global, la aceptación a nivel internacional de las reglas del deporte y el establecimiento de competiciones de nivel internacional y mundial está todo relacionado en una serie de flujos que estructuran el mundo del deporte. A primera vista, el deporte parece reforzar la idea de una disminución internacional de contrastes con numerosos eventos globales generando un mundo unido, aunque efímero. Sin embargo, la relación cercana entre deporte y culturas nacionales también implica que el deporte mundial (que aún en competiciones internacionales es fundamentalmente nacional por naturaleza) socava (y continuará haciéndolo en el futuro previsible) tanto una integración política a nivel regional del estilo de la fomentada por la Unión Europea y su Comisión Europea como los sentimientos expresados por Mandela.

    Mandela no es el único en asociar el deporte global con los atributos y potencialidades que él mismo identifica. El deporte, en un desarrollo sintomático con su estatus global actual, fue el tópico principal de un análisis de un grupo de trabajo en las Naciones Unidas denominado Sport for Development and peace: towards achieving the millenium development goal (2003 - Deporte para el desarrollo y la paz: hacia el objetivo de desarrollo del milenio). Dicho informe identifica el rol y la potencialidad del deporte que pueden afectar las vidas de la gente, las naciones y las civilizaciones de todo el planeta. Concluye:

"El mundo del deporte representa un compañero ideal para el sistema de las Naciones Unidas. Por naturaleza, el deporte se relaciona con la participación, la inclusión y la civilidad. El deporte une a los individuos y las comunidades, destacando las cosas en común y salvando distancias entre culturas y etnias... El deporte puede derribar las barreras que dividen a las sociedades, convirtiéndolo en una herramienta eficaz en la prevención de los conflictos y el sostén de los esfuerzos, tanto simbólica a nivel global como prácticamente a nivel de las comunidades. Cuando es aplicado efectivamente, los programas deportivos promueven la integración social y la tolerancia, ayudando, así, a reducir la tensión y a generar diálogo. El poder de convocatoria del deporte lo convierte en una herramienta útil de apoyo y comunicación (2003, P.V.)"

    Existen objeciones mayores que hacer al deporte global y, aún así, el informe destaca el rol del deporte en relación a la salud, el control de la enfermedad, el desarrollo económico y los asuntos ambientales. Cualquiera sea nuestra óptica sobre las (buenas) metas que las Naciones Unidas se hayan establecido para sí mismas y para el deporte del milenio, nuestra función como científicos sociales es proveer una visión realista del deporte. Hemos evaluado críticamente, por ejemplo, la medida en que el deporte puede alcanzar, o de hecho ha alcanzado, el rol que Kofi Annan (Secretario General de las Naciones Unidas, 2001) mismo dice que tiene:

"El deporte puede jugar un rol en el mejoramiento de la vida de los individuos. Y no solamente de los individuos, debería agregar, sino de las comunidades en su conjunto. Estoy convencido que es el tiempo adecuado para edificar ese entendimiento, para alentar a los gobiernos, agencias de desarrollo y comunidades a pensar cómo el deporte puede ser incluido sistemáticamente en los planes de ayuda a la infancia, particularmente de aquellos que viven en medio de la pobreza, la enfermedad y el conflicto (p.1, en línea)".

    El hecho que el Secretario General de las Naciones Unidas destaque la trascendencia del deporte refleja la importancia significativa que está adquiriendo a nivel global. Nuestra tarea es analizar dicha significación, de resaltar tanto el potencial como los problemas de un deporte globalizado. Y, al hacerlo, podremos estar en mejores condiciones para contribuir en la formulación e implementación de políticas deportivas a nivel local, nacional y mundial. Este libro trata de evaluar algunas de las críticas sostenidas a favor y en contra del deporte global. Las cuatro secciones y 8 capítulos del libro abordan algunas de las cuestiones principales en relación a ese deporte global. Esta Introducción está diseñada para presentar algunas de las herramientas conceptuales que son necesarias a la hora de evaluar el rol y la potencialidad del deporte mundial. Además, ese deporte es también utilizado como un ejemplo de estudio que nos permita analizar procesos globales más generales.

    Esto es: ¿podrá el deporte ayudarnos a generar amistad entre pueblos y naciones? Al generar esa relación y como complemento de un proceso civilizador más amplio ¿aportará algún grado de identificación emocional a la relación entre miembros de diferentes sociedades y civilizaciones? Junto al flujo mundial de talentos atléticos y con la existencia de competencias alrededor del mundo disputadas frente a espectadores de diferentes naciones, que son observadas por miles de millones a través de los complejos mediáticos, ¿se habrá desarrollado un entramado de emociones más cosmopolitas dentro y entre pueblos de diferentes naciones? O, en caso contrario, ¿los procesos globalizadores habrán sido acompañados por un empuje descivilizador, en el cual los grupos, entre y dentro de sociedades y civilizaciones, han reaccionado agresivamente contra la usurpación de valores foráneos, artefactos y productos culturales, de lo cual el deporte es un ejemplo par excellence? Si este es el caso, entonces el nacionalismo y la violencia, que caracterizan aspectos globales del deporte, son fácilmente entendibles. De hecho, el sentimiento de nostalgia y el deseo de ser representados por "uno-de-los-nuestros" pueden ser síntomas tanto de un sentido de inseguridad creciente en un mundo globalizado como del rechazo a valores más cosmopolitas.

    Esas son preguntas importantes respecto del deporte globalizado. Pero, además, generan lo que Andrew Linklater define como la cuestión más importante sobre la globalización en términos más genéricos. Esto es, si el efecto principal de la globalización es extender o contraer la identificación emocional de los miembros de diferentes sociedades (Linklater, 2004). Volveremos más tarde sobre este aspecto de la globalización. En este momento, realicemos algunas consideraciones rápidas sobre el deporte. En el transcurso del siglo XX, el deporte moderno estuvo llamado a convertirse en un idioma mundial. Mandela y los informes de las Naciones unidas son correctos en ese sentido. Aún así, el deporte parece jugar un rol contradictorio en los procesos globales y la formación de la identidad. Desde el punto de vista de la sociología procesal, no es sorprendente verificar que el deporte, por un lado, extiende la identificación emocional entre miembros de diferentes sociedades y civilizaciones y, por el otro, alimenta procesos descivilizadores. Estas son partes del mismo proceso que puede ser interpretado bajo los conceptos interconectados de 'relaciones entre grupos establecidos-grupos externos' y entre 'contrastes en disminución-variedad en incremento'. Aún cuando Alan Bairner no utilice tales conceptos o aproximaciones teóricas per se, mucho en común puede ser detectado en sus palabras:

"Si el mundo se está volviendo homogéneo, entonces los nacionalismos y las identidades nacionales en todas sus manifestaciones están perdiendo significación rápidamente. Si, por el contrario, uno adoptase una aproximación más sofisticada... entonces se vuelve obvio que los nacionalismos coexisten con la globalización y son, de tiempo en tiempo, reforzados por ella (2001, p.163)."

    De la evidencia disponible surge que la difusión del deporte fuera de su base Inglesa/Europea estuvo ligada a la intensificación del esfuerzo globalizador (1870-1920). Su estandarización, su desarrollo organizacional y su difusión mundial reflejaron y reforzaron ese proceso global que fue sustentado por el mundo occidental y, a medida que avanzaba el siglo XX, por representantes de los sectores público y privado de los Estados Unidos. La geometría del poder, tanto de la globalización como del deporte global, siempre involucró un balance complejo y desigual entre y dentro de grupos, naciones y civilizaciones. En esta Introducción se abordan dos amplias áreas: por un lado, globalización, poder y relaciones entre grupos establecidos-grupos externos y, por el otro, encuentros entre civilizaciones y procesos globales.

    Globalización, poder y relaciones entre grupos establecidos-grupos externos

"Previamente, el quehacer del mundo fue, por decirlo de alguna manera, disperso, ya que fue logrado conjuntamente sin unidad de iniciativa, resultados o localización. Pero desde ese entonces, la historia ha devenido orgánica en un todo ya que los asuntos de Italia y África han estado conectados con los de Grecia y Asia, todos hacia un mismo fin"

    Observaciones de este tipo suenan muy apropiadas como comentario de los aspectos de la globalización. Pero esas palabras, de hecho, fueron escritas acerca de la conquista romana del Mediterráneo en el siglo II después de Cristo (Polybius, Histories 1.3, citado por Millerker 2000, p. 3). Tales comentarios llaman la atención sobre la idea que la discusión sobre las relaciones intra-civilización no es cosa nueva. Los procesos de largo aliento están plenamente vigentes. A través de los años 1990 y ya en este siglo, la atención ha sido puesta en la globalización y, en forma creciente, en las relaciones entre civilizaciones, sobre las cuales Polybius nos llamó la atención (Albrow, 1996; Beck, 2000; Beynon & Dunkerley, 2000; Giddens, 2000; Held, 2000; Held & McGrew, 2000; Hoogvelt, 2001; Sassen, 1996; Therborn, 2000). Esta relación ha sido elaborada por los investigadores que se ocupan de la relación entre globalización y deporte. Así como sucedió con el análisis más general, el estudio entre globalización y deporte se caracteriza por la diversidad de perspectivas, un número importante de conceptos e ideas compitiendo entre ellas y, en lenguaje popular, no poco bagaje ideológico.

    Sin embargo, algún grado de consenso se alcanzó en relación al hecho que la globalización ha cambiado indiscutiblemente la relación tiempo-espacio y que el mundo se ha convertido en un espacio más comprimido. Asimismo, parece existir un acuerdo mayor en considerar que términos y conceptos tales como interdependencia, red, multicausalidad, multidireccionalidad y localidad han ayudado a los investigadores a tener una idea más cabal de la dinámica de la globalización. Held et al (1999, p.11) va más allá y concluye: "la globalización actual no es reductible a un proceso simple y casual sino que involucra un complejo figuracional de lógicas causales". Este punto de vista encuentra apoyo en algunos estudios sobre deporte (Bairner, 2001; Maguire et al, 2002), mientras que otros aportes se focalizan más exclusivamente en el rol del capital (Miller et al, 2001).

    Un consenso menor se encuentra en aquellas evaluaciones que tienen relación con las consecuencias y trayectoria del proceso de globalización del deporte. Las opiniones al respecto están tan divididas como aquellas que se refieren a la globalización cultural en términos más generales. Desde otro ángulo, y en refuerzo de las concepciones del deporte como un complejo industrial, el deporte global es visto como un fenómeno progresivo y liberador que abre las potencialidades para un mayor contacto humano, más diálogo y más amistad. Los eventos globales del deporte, tal como el planificado para las Olimpíadas de Pekín 2008, están llamados a promover los derechos humanos, la democracia y el entendimiento intercultural. Para ponerlo en términos mercadotecnicistas del Comité Olímpico Mundial, "celebrar humanismo". Sentimientos de esta naturaleza refuerzan las palabras de Mandela citadas anteriormente y encuentran eco en las observaciones realizadas por Kofi Annan en relación a las XXVII Olimpíadas de Sidney 2000:

"Los Juegos Olímpicos son una muestra de nuestra mejor humanidad común. Al acercar virtualmente a cada raza, etnia, lenguaje, religión, género e identidad nacional, el atleta (por sí y como miembro de un equipo) alcanzará nuevas alturas, establecerá nuevos récordes y le dará al mundo una nueva lección sobre entendimiento internacional. Los juegos son una verdadera celebración de humanismo (Naciones Unidas, comunicado de prensa SG/SM/7523, 31 de agosto de 2000, p.1)".

     En oposición a ese sentimiento, la estructura actual del deporte global puede interpretarse como el síntoma de una nueva fase del capitalismo de Occidente caracterizada por una dominación del consumo. Como tal, el deporte global de consumo impone sus productos culturales a través del planeta sobre las comunidades vulnerables. Una consecuencia de esta imposición es la erradicación de las diferencias culturales; que esto sea consecuencia de la americanización y/o la internalización del capitalismo no es de relevancia inmediata. El Occidente domina los recursos económicos, tecnológicos, políticos y del conocimiento y controla las manivelas del poder del deporte global. Ese deporte global está sujeto, así, a la apertura de mercados nuevos y a la mercantilización de las culturas. Su consumo es el sello distintivo del capitalismo tardío de la era posmoderna.

    Estas interpretaciones contrapuestas del deporte global siembran algunas preguntas en relación al origen, la dinámica y las características de la globalización. Ellas no agotan, por supuesto, los análisis posibles que puedan ser hechos en relación al deporte global. Mientras que se debe prestar mayor atención a las cuestiones planteadas, es importante dejar sentado que tales interpretaciones no son lo contradictorias que parecen y las tendencias que ellas describen pueden ser parte, de una forma paradojal, de un mismo proceso global. La culturización global, de la cual el deporte global es tan solo una parte, puede ser vista como unificadora, universalizadora, progresiva y liberadora o divisoria, fragmentadora, restrictiva y destructiva de las culturas locales. Parece haber evidencia de ambos casos. De un lado, se ha desarrollado un mercado mundial de capitales, mercancías, trabajo y comunicaciones dominado por y favoreciendo a los países desarrollados en general y a la civilización occidental en particular. Materialmente, las personas, a nivel diario, y las naciones, a nivel geopolítico, están atados a la misma matriz de las transacciones financieras mundiales (la Copa Mundial de FIFA y la Liga de Campeones de la UEFA son ejemplos de ello). Culturalmente, las marcas comerciales mundiales estructuran la disponibilidad y la significación de los productos consumidos localmente (considérese los productos del fútbol comercializados por Adidas y Nike). A nivel personal, los grupos mediáticos nos suplen con imágenes de lugares lejanos y de superestrellas que ofician de íconos culturales, sensibilizando a los individuos de la necesidad de permanecer conscientes globalmente y de pensar también globalmente (esta tendencia pudo observarse durante la organización de la Copa del Mundo Corea-Japón del 2002 y en el estatus del jugador David Beckham).

    Por otra parte, los pueblos, naciones y civilizaciones reaccionan en forma diferente a experiencias similares en relación a lo global y lo global del deporte. La globalización ha encendido movimientos antiglobalización, cuyos miembros no solo desean resistirse al proceso descrito sino que buscan promover, vigorizar y crear organizaciones locales con raíces en las comunidades, basados en nociones de autonomía y democracia. Además, estos movimientos y otros, relacionados con el medio ambiente, están integrados por personas que comparten lo que Robertson, entre otros, ha descrito como la 'perspectiva orientada al planeta' (1990). Tal perspectiva reconoce lo que los hombres tienen en común y, a la vez, lo que los diferencia. Asimismo, mientras que la globalización puede involucrar el desarrollo de grupos transnacionales, tales como la Comunidad Europea, tales fuerzas centrípetas han sido emparentadas con la aceleración de fuerzas centrífugas, tal como surge de las demandas por autonomía en diversas regiones y naciones. La posición de la Unión Europea y el Reino Unido y las demandas de la franja céltica nos proporciona un claro ejemplo de esos procesos cuyas tensiones afloran, también en el contexto deportivo. Finalmente, aún cuando sea altamente asimétrica, la fase actual de la globalización es menos dominada por Europa. Un cambio de poder es evidente en este nuevo orden mundial.

    Si dejamos de lado el pensamiento dicotómico y ponemos énfasis en una formulación que capture los procesos gemelos entre una disminución de los contrastes y un incremento en la variedad, esas tendencias no son excluyentes mutuamente tal como algunos piensan. Esta proposición se mantiene verdadera para algunos estudios del deporte (Maguire, 1999) y otros análisis relacionados con la globalización de la cultura en forma más general. Waters (1995), por ejemplo, concluye que en esto de la globalización contemporánea estamos asistiendo a 'un complejo interconectado de homogenización con tendencias diferenciadoras' y que:

"La globalización de la cultura popular tiene efectos paradojales simultáneos, pero consistentes, hacia la homogenización y la diferenciación. Ciertamente, se puede homogenizar a través del globo en todo aquello que esté disponible en una localidad porque puede estarlo en todas las localidades. Pero en una localidad en particular puede incrementar el rango de oportunidades culturales (p. 40)".

    Estas observaciones traen aparejado preguntas sobre posturas teóricas, los tiempos y el desarrollo de la globalización; y también sobre las relaciones de poder que gobiernan esos procesos. Tres posturas amplias han sido identificadas por Held et al (1999). Ellas son: hiperglobalizadoras, escépticas y transformadoras. Los debates se relacionan con tres temas principales: la medida en que la globalización ha conducido a la eliminación de la cultura local y el crecimiento concomitante de una cultura global americanizada (véase Andrews, 1997); la noción de globalización como mito o como impacto superficial en el mundo y el concepto que la nación está donde está la acción (véase Rowe, 2003); y la globalización estaría llevando a una red cultural híbrida y única (véase Rail, 1998).

    Cualesquiera sean lo méritos de estas posiciones, un debate igualmente discutible surge en relación a los tiempos y el desarrollo de la globalización. Aquí, el trabajo de Giddens, Held y Robertson pasan a primera plana. Mientras que mi postura simpatiza con el trabajo de Robertson (véase Maguire, 1999), hay mucho para aprehender del trabajo de Held (2000) y de los análisis de Goran Therborn (2000). El trabajo de Held destaca la necesidad de un gobierno global (véase también McGrew, 2000). Therborn identifica una serie de ondas históricas comenzado por la diseminación de la religión a nivel mundial, desestimando el trabajo de Robertson sobre los tiempos de la globalización y mejorando nuestro conocimiento sobre la complejidad de los procesos globales de largo aliento. Vale la pena recordar que el surgimiento del deporte moderno, en el contexto de la sociedad inglesa de principios de 1700, fue también parte de un proceso de largo aliento de secuencias entre-civilizaciones. (Maguire, 2004).

    En todas esas discusiones sobre globalización están presentes repetidamente las cuestiones de poder. ¿Cómo se pueden entender mejor, entonces, las relaciones de poder, el deporte y los relacionamientos globales? Richard Gruneau, en su revisión del trabajo de 1988 Class, Sport and social development (Clase, deporte y desarrollo social) nos ofrece un racconto de ciertos aspectos de una aproximación figuracional a la sociología del deporte:

"Nunca sentí que el trabajo de Dunning (o el de Elias para esas cuestiones) ofreciera una teoría del poder adecuada o un punto de vista comprometido para la crítica social. El poder es discutido de varias maneras en sus trabajos pero está escasamente relacionado a una teoría más amplia de la dominación de la vida social, principalmente considerando la cambiante organización social del capitalismo. Aún hoy, luego de una década y media de desarrollo y refinamiento, las figuraciones más recientes de la sociología del deporte, tales como la de Maguire, ponen poca atención a la dinámica específica del capitalismo global (Gruneau, 1999, p.121)".

     Estos comentarios, a diferencia de otros que expresan diatribas personales (Giulianotti, 2004), merecen ser tomados seriamente. Gruneau tiene razón al destacar que las cuestiones de poder y sus relaciones con una teoría más amplia y una crítica de la dominación social de la vida, no han sido suficientemente desarrolladas en los estudios sobre deporte, aún cuando esos puntos fueron analizados en Global Sport (Deporte mundial -1999). Sin embargo, es un debate genuino que debe ser abordado en relación a la naturaleza del poder. En la sección que sigue, la cuestión del poder y su relación con los grupos establecidos-grupos externos está más articulada. Asimismo, esta relación se examina más profundamente en conexión con la dinámica presente en las relaciones entre-civilizaciones y los procesos globales. Sospecho que esto no será suficiente para Gruneau ya que él desearía que existiera un énfasis más profundo sobre los cambios en la organización social del capitalismo. Estoy de acuerdo y el trabajo original sobre fútbol americano (Maguire, 1990) y la revisión posterior que lo compara con las actividades de la NBA en el Reino Unido abordan la relación entre deporte y capitalismo. Donde diferimos, supongo, es el énfasis relativo puesto en lo económico en conjunción con los aspectos políticos y culturales.

    Su propia posición, al igual que la de neomarxistas en relación a la cultura, conecta la cuestión del poder con la centralidad de la economía en las sociedades humanas. Mientras que en algunos análisis sobre deporte, como el caso del trabajo de Brohm (1978), el tema económico tiene un rol causal, algunos trabajos más recientes de Silk y Andrews (2001) tienden a diluir esta línea y a poner más énfasis en el papel que la cultura local, junto a la economía, juegan en relación al deporte. A pesar de estos análisis más matizados, Andrews (1997, p. 79-80) se sintió capaz de expresar que la cultura popular global "ha sido influenciada grandemente, aunque no exclusivamente, por el flujo inter relacionado de tecnología, capital y medios de comunicación que emanan de los Estados Unidos". Y, más recientemente, Miller et al (2001, p.10) concluyen: "Lo que ha comenzado como un intercambio basado en un imperio se ha transformado en uno basado en el capital". Hay mucho de útil en estas posiciones pero el análisis sobre el poder y el deporte global realizado aquí ofrece un aspecto diferente.

    La sociología procesal observa al poder como un elemento esencial de la red de interdependencia que las personas mantienen unas con otras. Los tipos y formas de interdependencia dependen de las relaciones de poder que las delimitan. Esas son las capilaridades del poder de las que nos habla Foucault. Elias (1978) utilizó lo que él denominó modelos de juego como piezas didácticas para capturar los efectos profundos de interdependencia y poder. Los estudios basados en esa aproximación son capaces de analizar el ejercicio del poder a nivel de la interacción social e inclusive en estructuras organizacionales multifacéticas más complejas como el Comité Olímpico Internacional, o aún dentro y entre estados-naciones en relación a políticas del deporte domésticas o foráneas. Esos modelos de juego aspiran a desentrañar cómo se incrementa el número de jugadores y la amplitud de la complejidad estructural, así como a verificar cómo las diferencias de poder se debilitan con las sucesivas competencias. Cuanta más igualdad de poder haya entre una cantidad mayor de personas y grupos, menor será la posibilidad que el resultado final se parezca a lo planificado de antemano por alguna persona o grupo en particular. Esas figuraciones que las personas forman unas con otras están siempre gobernadas por la dinámica de las operaciones del poder (nótese la relación con Foucault en estos aspectos). Tal como Elias (1978) lo hizo notar:

"En el corazón del cambio de las figuraciones (de hecho, el mismísimo centro neurálgico del proceso figuracional) hay un equilibrio fluctuante y tenso, un balance de poder que se mueve de aquí a allá, inclinándose primero para un lado y luego para el otro. Esta suerte de balance de poder fluctuante es característico de cada flujo de las figuraciones (p.131)".

    El poder es, entonces, un proceso estructural y una característica inherente al flujo de las figuraciones. Dos ideas relacionadas también ayudan a traer luz sobre las relaciones de poder y, por tanto, sobre los procesos globales: la democratización funcional y el mecanismo del monopolio. El primero se relaciona con el proceso que implica que, tal como fue apuntado anteriormente, cuanta más igualdad de poder haya entre una cantidad mayor de personas y grupos, menor será la posibilidad que el resultado final se parezca a lo planificado de antemano por alguna persona o grupo en particular. El término mecanismo del monopolio pretende capturar el proceso estructural en juego, en tiempo y espacio, que, a medida que la diferenciación e integración entre grupos cada vez mayores se vuelven dominantes, genera mayor concentración de poder. A medida que las cadenas de interdependencia crecen, tanto a nivel nacional como a nivel global, el efecto de monopolio va teniendo lugar. El surgimiento y consolidación del Comité Olímpico Internacional es un claro ejemplo de ello.

    Este mecanismo no está confinado a la esfera de la economía. En todo caso, este hecho se produce (en forma multicausal y multidireccional) en las áreas de la lucha militar, de la dominación política, de las relaciones culturales y de la actividad económica. Estos procesos fueron de máxima relevancia en la formación de los estados, aunque tales cuestiones de poder también gobiernan la interacción a nivel social y las relaciones a nivel comunal. Elias (conjuntamente con John Scotson), para reconocer la lógica en las relaciones sociales dentro y entre comunidades, desarrolló un modelo centrado en el balance de poder entre grupos establecidos y grupos externos. Su importancia para el estudio del deporte global no ha sido plenamente reconocida (Maguire, 1999) aunque Martin Albrow (1997, p.42) analiza el trabajo de Elias sobre esas relaciones entre grupos establecidos y grupos externos como "un precedente de la investigación sobre globalización".

    Este modelo puede ser aplicado a un amplio espectro de fenómenos de estratificación, incluyendo etnia/raza, lucha de clases, relaciones de género y también relaciones a nivel global. Los estudios sobre grupos establecido-grupos externos de esta clase evitan dar preponderancia a temas económicos y de relación de clases aunque reconocen la importancia fundamental de los diferenciales del poder en las sociedades. Tales diferenciales son multidimensionales y encuentran su exteriorización en la autoestima de la gente y la imagen de los otros. Estatus, prestigio, poder y control sostienen las relaciones entre grupos establecidos y grupos externos. Tal como Elias (1965) observó: "Sin su poder, los requerimientos por un estatus más alto y un carisma específico pronto caerían y sonarían vacíos, sin importar lo distintivo de su comportamiento."

    Tales diferenciales del poder generan contrastes entre el carisma y el estigma del grupo. Los grupos establecidos disfrutan del primero mientras que los grupos externos sufren el segundo. Los grupos establecidos están mejor equipados para organizar, dentro de zonas específicas de prestigio, el alto estatus de su imagen pública mientras que, al mismo tiempo, construyen la imagen negativa de los grupos externos. Este desigual balance de poder (a nivel local, nacional y global) es condición decisiva para cualquier estigmatización de los grupos externos. Así, es difícil, aunque no imposible, que los grupos externos resistan la internalización de las características negativas que se les atribuye desde los grupos establecidos. Una estrategia dentro de las zonas de prestigio es emular al grupo establecido. Otra es resistir y reaccionar con hostilidad (estas cuestiones sobre prestigio, émulo y resistencia serán retomadas en oportunidad de considerar más generalmente las relaciones de civilizaciones). Si tales imágenes son internalizadas, los grupos externos pueden muy bien interpretar esa inferioridad de poder como un signo de inferioridad humana. Por tanto, el sentido de estigmatización se desarrolla a nivel de la cultura y la dinámica del grupo y así los individuos internalizan ese sentimiento de desgracia en la estructura de su personalidad. Mientras que tales procesos permanecen como una característica de la relación diaria, están, sin embargo, profundamente insertas en la historia colectiva de los individuos y sus comunidades/naciones. Tales procesos están siendo permanentemente impugnados e involucran el ejercicio de recursos del poder. Nótese la relación con temas del hábitat sobre los cuales Elias basó su estudio The Germans (Los alemanes, 1996). Ideas de este tipo también están presentes en el trabajo de Bourdieu, aunque no investigó las cuestiones culturales del poder en términos de civilización global.

    Sin embargo, cuando el balance de poder vira en dirección a los grupos externos el poder de estigmatización disminuye y el antiguo grupo externo tiende a vengarse. Esta venganza puede dirigirse hacia el antiguo grupo establecido u otros grupos (aún externos) que estaban ligados al grupo establecido. La historia del cricket en India y las relaciones entre los representantes del poder colonial y las diferentes comunidades que conformaban la nación-estado, son un claro ejemplo de ello (Guha, 2002). Cualquiera sea el sentido del balance de poder, tanto a nivel de la nación-estado como de las civilizaciones en sentido más amplio, los grupos establecidos casi invariablemente experimentan y se presentan a sí mismos como más civilizados, mientras los externos son barbáricos. Esto es evidente en las identidades geopolíticas que siguen a los eventos del 11 de septiembre. Por tanto, el desarrollo de las relaciones entre los grupos establecidos y los grupos externos, junto con sus zonas de prestigio, émulo y resistencia que los acompañan, son edificados en base a las características de sus propias relaciones a nivel comunitario, nacional y global. No debería ser una sorpresa descubrir que tales relaciones se puedan apreciar en la identidad política de la culturización global así como en la dinámica que sostiene a los aspectos contemporáneos y de largo plazo del deporte global.

    En la difusión del deporte a través del Imperio, los británicos, sin importar su origen étnico, oficiaron de grupo establecido que lidiaba con los grupos externos. El grado de barbarie con que miraban a las culturas locales puede haber variado pero estaban convencidos de su propio estatus civilizador. Su deporte confirmaba su estatus civilizador gentil ya que fueron personas que integraban la élite imperial del grupo establecido. Los clubes y campos de deporte actuaron como zonas de prestigio que ayudaron a estratificar las relaciones tanto entre los británicos como entre ellos y los 'nativos'. De esta manera, estas zonas de prestigio confirieron distinción y permitieron a los gentiles albergar cualidades de honor, caballerosidad y juego limpio. El acceso a tan prestigiosos clubes y campos de juego pudo ser regulado; solo personas externas elegidas podían emular a sus amos imperiales y convertirse en más británicos que los propios ingleses a través de sus juegos. Esos individuos, al actuar como jugadores, maestros y administradores pudieron propagar el deporte británico y su influencia más amplia y profundamente dentro de la colonia (Cashman, 1988; Mangan, 1986, 1988; Stoddart, 1988).

    Tales relaciones entre grupos establecidos y grupos externos fueron siempre impugnadas aunque la forma de resistencia varió entre colonias 'blancas' y 'no-blancas'. Los británicos mismos experimentaron idéntico proceso de doble sentido que puede ser identificado en los procesos asociados a la democratización funcional. Aún cuando trataron de mantener su propio estatus civilizado, los identificadores culturales de prestigio y de poder pronto se les escaparon de su control exclusivo. En el caso del deporte, los maestros imperiales comenzaron a ser derrotados en sus propios juegos. Las cuestiones de poder, cultura y control están, así, en el centro del proceso de globalización del deporte (véase Maguire, 1999, p.47-56). Al escribir sobre zonas de prestigio, émulo y resistencia aparecen cuestiones más amplias sobre el análisis civilizacional. A ello nos referiremos ahora.


Encuentros civilizacionales y procesos globales

    Hasta hace poco tiempo, el término civilización había caído en desuso entre la cultura antropológica, la historia y la sociología. En la investigación sobre globalización poca atención se puso a la idea de proceso global civilizador (Linklater, 2004). Se volvió moda interpretar tales términos como procedentes del cristianismo y como producto de la Iluminación y, por tanto, como contenedor de un valor que enfatizaba la superioridad de Occidente. Contrariamente a ello, lo que importó en la época post-colonial fue la descentralización de Occidente y las proclamas provenientes del margen. Esta óptica tiene mucho mérito. Sin embargo, dado que el proceso de globalización es uno de doble sentido (tal como la democratización funcional), asombra poco saber que la caída de Occidente esté aún en vías de consolidación. Los cambios demográficos están descentralizando a Occidente desde su interior. Adicionalmente, tanto las economías nacionales e internacionales como las estructuras políticas están siendo reconfiguradas en el contexto de un esfuerzo globalizador apresurado. El hecho de desenmascarar el Europeocentrismo o las visiones basadas en la óptica occidentalista, constituye un fuerte correctivo para reconocer los aspectos de la globalización que tienen que ver con los movimientos contemporáneos y los de largo aliento.

    Aún así, esta forma de ver la realidad trae aparejado ciertos puntos conceptuales oscuros. La raíz sociológica del término civilización es mucho más compleja que el simple desenmascaramiento puede sugerir (Sanderson, 1995). Aunque no sea posible delinear su historia aquí, es posible identificar tres olas de su uso sociológico. La primera ola involucra a Max Weber, Emile Durkheim y Marcel Mauss; la segunda incluye a Norbert Elias, Pitrim Sorokin y Benjamin Nelson; la tercera encuentra su expresión en el trabajo de Shmuel Eisenstadt y Samuel Huntington (véase Tiryakian, 2001). El uso de los términos civilización, procesos civilizatorios y procesos civilizatorios globales puede arrojar luz tanto sobre el desarrollo de la globalización como sobre el proceso contemporáneo de globalización. En ese contexto, el examen de los procesos globalizadores puede proveer un poderoso paradigma de estudio del fenómeno global.

    En los términos civilización y procesos civilizatorios globales hay rastros de los supuestos asociados con la tan mentada superioridad occidental. La tarea es, pues, desarrollar más vocabulario, conceptos, ideas y evidencia en relación a los encuentros entre-civilizaciones a nivel global. Los análisis de Francis Fukuyama y Huntington, resumidos en libros como The end of history and the last man (El fin de la historia y el último hombre -1992), o The clash of civilizations and the remaking of world order (El choque de civilizaciones y la reformulación del orden mundial -1996) no nos equipa lo suficientemente como para capturar la complejidad de lo que está siendo estudiado. ¿Cuál es la alternativa? Primero, es necesario delinear ciertos supuestos fundamentales. Segundo, la consideración debe ser para con las estructuras internas de la civilización. Tercero, el examen de las formas, dimensiones y contextos de los encuentros entre-civilizaciones debe ser abordado. Al hacerlo, y si es asumido como un todo, los aspectos de la sociología del deporte deberían reorientarse hacia una aproximación más efectiva de las características desatendidas del deporte global.

    El término civilización puede ser interpretado en singular o en plural. Es posible equipararlo solamente con modernidad y asociarlo con el surgimiento de una civilización global tecnocientífica. Bajo este supuesto, está emergiendo o ya lo ha hecho una civilización, aunque varias culturas aún permanecen (Schafer, 2001). De esta manera, es posible albergar una civilización tecnocientífica al mismo tiempo que productos e ideas de culturas específicas (por ejemplo, la americanización) pueden ser resistidos o rechazados. Así definida, la civilización global no dispone de una territorialidad fija. Su estructura está compuesta por una matriz mundial de redes tecnocientíficas; el sistema mediático puede ser entendido en esos términos. Para Wolf Schafer (2001, p.312) "este constituyente esencial define la civilización de nuestro tiempo como un arreglo desterritorializado de prácticas tecnocientíficas interconectadas con alcance mundial". Este análisis nos alerta eficazmente sobre la naturaleza globalizada del tecnocientificismo. Irónicamente, podemos descubrir la dinámica en funcionamiento a través de su envergadura propiamente dicha. Schafer (2001) nos proporciona un punto de vista más significativo cuando concluye que:

"No mucha gente presta atención al proceso civilizador global en estos momentos. De hecho, la mayor cantidad de personas están preparadas por su cultura local para restar importancia a una civilización única o no considerarla peligrosa. El mundo de la música, el correo electrónico mundial, los derechos humanos, las políticas ecologistas así como otros emprendimientos globales e intereses holísticos están sembrando las semillas para una identificación mundial más fuerte. La simbología colectiva ha empezado a apuntalar el apoyo para un medioambiente global de la especie humana. La gente podrían recibir la civilización planetaria con la misma lealtad con que lo hace sobre su cultura local (p. 312)."

    Sentimientos tales como el referente al mundo de la música pueden ser relacionadas con el deporte global, tal como fue propuesto al considerar las palabras de Mandela, las de Annan o las del informe de Naciones Unidas. El deporte mundial puede tener esa potencialidad. Las consideraciones más generales de Schafer nos llevan de vuelta a la observación de Linklater en relación a la globalización. Esto es, si el efecto más importante de la globalización es extender o contraer la identificación emocional entre los miembros de sociedades diferentes. Bajo estos supuestos, la tarea para los estudios sobre el deporte global debería ser, tal como fue dicho con anterioridad, incluir también una evaluación sobre si el deporte ayuda a generar amistad entre los pueblos y naciones. Y, al hacerlo y como parte de un proceso civilizador global, extender algún grado de identificación emocional entre miembros de sociedades y civilizaciones diferentes. Como ya fue dicho anteriormente, el deporte global puede muy bien contribuir a procesos descivilizadores. Una de las tareas para los sociólogos que examinan el deporte global debería ser poder medir sus efectos en una forma detallada y cruzando culturas. Es decir, explorar no solo los grupos establecidos y naciones en la jerarquía civilizacional global sino también grupos externos y civilizaciones. Esta tarea está aún pendiente de realización. Una vez más quizás la música tenga la mayor potencialidad para sembrar las semillas de una mayor identificación global.

    El trabajo de Tiryakian (2001), así como el de otros, sensibilizan también sobre el análisis global de la existencia de unidades culturales e interactivas que son más grandes que las naciones-estados pero más pequeñas que una totalidad socio-económica simple. El énfasis debe ser puesto en la pluralidad de civilizaciones, enfatizando la naturaleza y amplitud de su interdependencia, y al mismo tiempo establecer sus características distintivas y formativas. Entendido de esta forma, las civilizaciones son un fenómeno total: implican economía, política y cultura que en sus varias combinaciones mueven civilizaciones en diferentes direcciones, junto con sus contactos con otros. Desde este punto de vista, el estudio de esos procesos civilizadores, tanto en lo local como en lo nacional y mundial, facilita la generación de hipótesis y el correspondiente testeo de aspectos históricos y comparativos del desarrollo humano. El estudio de juegos y deportes proporciona un contexto importante en el cual un trabajo de esta naturaleza puede ser llevado adelante (Galtung, 1982; Huizinga, 1949/1970). Aunque no totalmente descuidado, el trabajo de Gunther Luschen (1967) sobre la interdependencia del deporte y la cultura proporcionó algunas claves en este sentido.

    Antes de considerar la dinámica, los puntos fundamentales y las relaciones de poder de esos intercambios entre-civilizaciones, es necesario delinear un poco más las estructuras internas de tales civilizaciones. En un modelo ideal, Arnason (2001) identifica varios bloques de civilizaciones: chino, asiático del este, indio, islámico, bizantino y cristiano occidental. Esto no agota el rango de posibilidades. Los códigos culturales de esas civilizaciones tienen tanto características comunes como elementos distintivos. Arnason está menos preocupado con las especificidades y se concentra más en proporcionar un modelo de las propiedades comunes a las civilizaciones. Muchas características sobresalen y el trabajo de Arnason, conjuntamente con aspectos retraídos de Randall Collins y Norbert Elias, proporcionan una base para el esquema presentado aquí.

    Las civilizaciones tienen, entonces, orientaciones e interpretaciones culturales diferentes del mundo. En relación a ello, el trabajo de Galtung (1982, 1991) sobre deporte como portador de cultura y estructura profundas, era correcto cuando aseguraba que los deportes occidentales funcionan como portadores perfectos de los códigos socio-culturales "típicos de la cosmología expansionista de occidente". (1991, p.150). Aún así, el potencial de este análisis no se desenvolvió completamente debido a la falta de conexión con un análisis más amplio de la civilización. En conjunción con esos códigos culturales, la constelación institucional de civilizaciones (el marco de la vida económica y política) necesita ser examinada. Las civilizaciones representan también, en los textos y en las estrategias de auto-imagen de las élites, ideologías identificatorias. Nuevamente el estudio de juegos y deportes pueden traer luz sobre la inserción de esas estrategias; el estatus alto del ambiente gentil británico era evidente en sus juegos y pasatiempos jugados en los campos del Imperio. El estudio de la difusión y la adopción diferencial de polo y rugby en lugares como Argentina y Japón, proporcionan pistas importantes para estudiar el proceso que tiene lugar.

    Esos complejos de civilizaciones pueden involucrar familias de sociedades enteras (Arnason, 2001). Tales complejos tienen dimensiones temporales de largo alcance, que se extienden a través de generaciones y formaciones sociales. Sería incorrecto, por otro lado, pensar que la utilización de esa aproximación se limite solamente a los procesos de largo aliento. Tanto la globalización contemporánea como las relaciones entre-civilizaciones pueden ser interpretados bajo esos mismos términos. Es importante hacer notar que dentro de esos complejos surgen figuraciones regionales y patrones distintivos. Aunque, por ejemplo, los británicos tuvieron un imperio donde el sol nunca se ponía, sus varios satélites formaron códigos culturales, acuerdos institucionales e ideologías distintivas.

    Mientras que estas características nos ayudan a comprender las estructuras internas de las civilizaciones, es necesario mostrar las particularidades de lo que se ha dado en llamar 'civilización de la modernidad' y 'modernidad de las civilizaciones' (Tyryakian, 2001). Eisenstadt (2001), por ejemplo, detecta varias características. Ellas incluyen: la utilización de tecnología avanzada que comprime las distancias y alivia las enfermedades tradicionales de la humanidad; la expresión de una variedad amplia de formas de vida y patrones de individuación; zonas de prestigio descentralizadas; y amplios contactos e interacciones, virtuales y físicos, que ocurren entre y dentro de las regiones. Aunque no queda claro cuáles características sostienen a la civilización de la modernidad global, ya no son de dominio exclusivo de Occidente o, aún, de occidentales que experimentan la civilización de otros. A pesar de esto, el Occidente aún podría decir que ha triunfado porque mucho de esta civilización (aunque no toda) ha traspasado los límites británico/europeos y se ha establecido como una parte integral de la civilización de la modernidad.

    El examen de las estructuras internas de las civilizaciones es necesario pero no suficiente para un análisis de los procesos globales civilizadores. Esto debe ser entrelazado con un estudio de los encuentros entre civilizaciones. Una explicación unidireccional y monocausal que se centre en el rol del capital o de la americanización no justifica plenamente la heterodoxia de esos encuentros entre-civilizaciones. Para que estos encuentros tengan sentido, así como sucede con el consumo de la cultura en general, el análisis debería lidiar con temas de producción y consumo. La dinámica de los encuentros entre-civilizaciones se caracteriza tanto por la disminución de los contrastes como por un incremento en la variedad. La hegemonía relativa de Occidente ha asegurado que la producción de productos civilizadores se haya globalizado durante los dos últimos siglos o más. Como resultado de las estrategias de colonización de los grupos establecidos (diseñadas para imponer o trasmitir su cultura) así como de la emulación e imitación de tales acciones por parte de los grupos externos (que buscaban cerrar la brecha en el estatus), ha habido una tendencia hacia una superposición de culturas o hacia un contraste menos pronunciado entre ellas. Tales procesos no solo permanecen funcionales entre civilizaciones occidentales y no-occidentales sino que estuvieron y aún están vigentes en las relaciones entre civilizaciones externas entre sí. Los encuentros entre-civilizaciones son multidimensionales; un mosaico global de luchas de poder, entre y dentro de los grupos establecidos tanto a nivel local como regional y global, está en funcionamiento. Estos cruces y fusiones involucran: la adopción de técnicas y habilidades similares; el desarrollo de un sistema de comunicaciones aún más denso; y estructuras de concientización, tanto a nivel práctico como discursivo. (Arnason, 2001). La difusión del cuerpo lúdico occidental y los hábitos deportivos pueden ser entendidos en esos términos.

    La disminución de contrastes es tan solo un lado de la moneda. También ha ocurrido un incremento en la variedad de identidades, estilos, productos y prácticas. Un proceso de esa naturaleza está nuevamente sostenido por una geometría que involucra las relaciones entre grupos establecidos y externos. Esto es, los representantes de las civilizaciones más poderosas no solo desean colonizar otras culturas sino además asegurar que sus propios estilos y prácticas son suficientemente distintivas como para reafirmar el carisma de los grupos y un sentido alto del estatus y gusto de lo civilizado. Al hacer esto, y por aspectos que tienen que ver con la lucha de poder entre grupos establecidos, también incorporan para sí aspectos de otras culturas y civilizaciones. En contraposición, los representantes de civilizaciones menos poderosas tratan de resistir la colonización y los preceptos, estilos y prácticas de otros. Al proceder de esta manera, ellos también redefinen su propio comportamiento, costumbres e ideas y reafirman las tradiciones civilizacionales de los grupos externos en una forma más intensa.

    Hay, asimismo, otra dinámica en funcionamiento en la producción y consumo de las variedades nuevas. Un proceso de entrecruzamiento, fusión y criollización de culturas y civilizaciones tiene lugar. En términos más generales, Elias (1939/1994) hizo notar:

"De acuerdo a la relación de poder, el producto de la penetración está dominado primero por modelos que se derivan de la situación de la clase superior, luego por los patrones de conducta de la clase en vías de ascensión hasta que finalmente emerge una amalgama, una nueva forma de características únicas. (p.464)"

    Aunque la civilización occidental puede, en esta etapa del desarrollo humano, ser vista como el grupo establecido global, la historia sugiere que ella misma es parte de una secuencia multi-civilizacional. Al concluir de esta manera, el análisis vuelve al punto previamente establecido. Las civilizaciones no son entidades cerradas, fijas o aisladas. Tienen tanto una historia de largo aliento como características contemporáneas.

    A medida que los contrastes disminuyen, los grupos establecidos pueden desarrollar por un lado una imagen propia colectiva, basada en la superioridad civilizacional y el carisma de grupo, y, por el otro, una imagen de ellos en la que los grupos externos (como sus juegos) son vistos con desdén y desconfianza. Los grupos externos y su civilización son estigmatizados como inferiores y sus prácticas como de niños y poco sofisticadas. Con el cambio hacia una mayor interdependencia, sin embargo, un proceso democratizador funcional está en juego. El comportamiento civilizado de alto estatus se escurre hacia afuera desde las zonas de prestigio. Los grupos establecidos, a pesar del hecho de refinar su propio comportamiento en respuesta, encuentran más dificultoso controlar a los grupos externos, tanto aquellos que han logrado emular a los maestros como los que han elegido resistir. Ya fue demostrado que el desarrollo del deporte y el rol de los británicos y su imperio en la difusión global pueden ser entendidos en estos términos (Maguire, 1999, p.50-55). Aquí el análisis se extiende hasta la discusión del rol que las zonas de prestigio, emulación y resistencia juegan más genéricamente en los encuentros entre-civilizaciones.

    Aún cuando Collins (2001) no utiliza términos tales como relaciones entre grupos establecidos y externos o disminución de contrastes-incremento de la variedad, su análisis sobre las zonas de prestigio se ajusta bien a este esquema general. Relacionado con el proceso civilizador global, que involucra las fases de colonización y repulsión (Elias, 1939), los temas sobre prestigio, émulo y resistencia que son patentes en esas zonas pueden ser entendidos más adecuadamente. Esas zonas pueden desarrollar procesos contra-civilizadores en los cuales los grupos reaccionan agresivamente a la promoción y adquisición de valores foráneos (Linklater, 2004). La expresión zonas de prestigio hace referencia a centros singulares o plurales donde las actividades culturales significativas son producidas, mostradas y consumidas. Esas zonas juegan tres papeles fundamentales. Permítaseme considerar cada una de ellas y conectarlas a los procesos de deportivización. Primero, renuevan y confirman las identidades de los miembros de las civilizaciones. Por ejemplo, tanto Londres como las escuelas públicas de estatus alto, claramente, jugaron este papel en el contexto de los juegos y deportes del siglo XIX. En términos del deporte y del Imperio, existieron también zonas de prestigio regionales y locales. Piénsese en el rol que los clubes de cricket de Kuala Lumpur y Signapur jugaron en el poder imperial. Segundo, las zonas de prestigio atraen a estudiantes, visitantes y personas que residen momentáneamente. Atraídos por el magnetismo civilizacional y el carisma cultural del imperio británico del siglo XIX, europeos y representantes de otras civilizaciones buscaron entender el éxito de los británicos. En lo que hace al Barón Pierre de Coubertin, sus visitas confirmaron su creencia que el éxito estaba emparentado con los juegos y deportes de las escuelas públicas británicas. Él no estaba solo en su creencia. Un amplio contingente de estudiantes y visitantes, una vez vueltos a casa, establecieron redes entre-civilizaciones y, con ellas, los valores y prácticas de los británicos, incluidos sus deportes. Tercero, esas zonas de prestigio actuaron, y aún lo hacen, como redes donde ideas, creencias religiosas y formaciones sociales pueden ser estudiadas, discutidas y, fundamentalmente, intercambiadas. Al examinar el desarrollo temprano del deporte Elias destacó el rol significativo de los clubes privados. Que ellos disfrutaran de una autonomía relativa fue, de acuerdo con Elias, más pronunciado en Inglaterra que en el resto de Europa. En términos de deporte y juegos, las zonas de prestigio británicas actuaron como un imán y ello no solo involucró la salida y difusión de tales juegos y deportes sino que el centro imperial establecido también experimentó el influjo de ideas y prácticas. Ello produjo los intentos para desarrollar las gimnasias sueca y danesa así como la germánica de Turner (Macintosh, 1968). Además, el polo y el bádminton fueron deportes que llegaron al centro desde la periferia del imperio y contienen en ellos la impronta de las tradiciones de otras civilizaciones.

    Las zonas de prestigio pueden crecer o decrecer tanto en términos del magnetismo civilizacional como del carisma cultural que proyectan y contienen. El rol que juegan en los encuentros entre-civilizaciones está también delineado por la distancia relativa y las formas de comunicación disponibles en diferentes partes del globo. Asimismo, el grado de identificación y lealtad con una civilización específica también determina si el impacto es de corto plazo y efímero o de largo aliento y duradero. Esto es, que las ideas, costumbres y prácticas penetren las interpretaciones culturales del mundo de las otras civilizaciones, sus constelaciones institucionales, sus ideologías representativas o sus códigos de hábito.

    Las zonas de prestigio pueden, sin embargo, también promover rechazo y hostilidad de la gente de las civilizaciones externas. Durante las fases de colonización también ocurre indiferencia o rechazo directo de las prácticas civilizacionales de los grupos establecidos más poderosos (Elias, 1939/1994, p.464). El rechazo puede interpretarse, inclusive, como una característica del antagonismo entre civilizaciones. La respuesta por partes del mundo islámico a los juegos lúdicos tradicionales de Occidente es un ejemplo de ello (Mazrui, 1987). En este punto es bueno mostrar que ni la hegemonía geopolítica ni la económica crean automáticamente un centro específico de prestigio civilizacional (Collins, 2001). Aún así, las intenciones de tales zonas son claras. Tal como lo hizo notar Elias (1939/1994):

"No es una característica menor de la estructura social del Occidente que la palabra clave del movimiento colonizador sea 'civilización'... Pero no es solo la tierra necesaria sino también la gente; ellos deben estar integrados, sea como trabajadores o como consumidores, en la red hegemónica de la clase alta del país, junto con sus funciones diferenciadoras altamente desarrolladas. (p.509)"

    Sin embargo, el cambio cultural desde la emulación e imitación hacia la hostilidad no siempre proviene de una variación en el balance de poder entre los grupos establecidos y los externos. Tal como lo indicó Collins (2001, p.427): "la lucha por una liberación militar o un mejoramiento en las condiciones económicas puede ocurrir sin su correspondiente rechazo a la importación desde una zona civilizacional de prestigio". La longevidad del proceso del cricket en el Caribe o en la India subcontinental, mucho después que los colonizadores abandonaran sus colonias, son ejemplos de tales procesos (Beckles & Stoddart, 1995; Guha, 2002).

    Esta aproximación nos lleva a una observación más general acerca del deporte, los encuentros civilizacionales y la globalización. Mientras que las relaciones entre los grupos establecidos y externos están delimitadas y moldeadas por una amalgama de procesos políticos, económicos y sociales, el movimiento por autonomía cultural o civilizacional no es un mero reflejo de las relaciones económicas o geopolíticas. Los encuentros entre civilizaciones están también basados en la dinámica que involucra a las redes sociales de intelectuales, trabajadores culturales y organizaciones que proporcionan un soporte para la producción y el consumo cultural. Los visitantes temporales a las zonas de prestigio se convierten en alumnos y continuadores. Al retornar a sus hogares, se transforman en fieles seguidores de lo que han aprendido y, al hacerlo, construyen carreras exitosas en el plano deportivo tales como jugadores, entrenadores, maestros o administradores. Alternativamente, esos visitantes pueden volver a sus casas convencidos de la superioridad de su propia tradición civilizadora y trabajar, entonces, con igual vigor para rechazar las prácticas y productos culturales de la civilización establecida.

    La difusión diferencial del olimpismo, a través del movimiento Olímpico, puede ser interpretado como un ejemplo clásico de esa dinámica, aún cuando se necesita mucho trabajo para desentrañar cómo esa difusión se resuelve en las diferentes civilizaciones. Su importancia fue claramente destacada por el mensaje que Kofi Annan dio durante los Juegos de la XXVII Olimpíada en Sidney 2000. La relación entre el olimpismo y los ideales de las Naciones Unidas quedó patente:

"Los ideales del Olimpismo son también los de las Naciones Unidas: tolerancia, igualdad, juego limpio y, por sobre todo, paz. Juntos, el Olimpismo y las Naciones Unidas pueden convertirse en un equipo ganador. Pero la competencia no se ganará tan fácilmente. La guerra, la intolerancia y las privaciones continuarán acechando al mundo. Debemos luchar. Así como los atletas luchan por batir los récordes mundiales, así debemos luchar por la paz en el mundo... El interés por el deporte como forma de promover la cultura de la paz está en aumento. (Comunicado de prensa de las Naciones Unidas SG/SM/7523, 31 de agosto de 2000, p.1)".

    Para reforzar la difusión del Olimpismo en general y del deporte en particular, los centros de prestigio han enviado misiones y pioneros (piénsese, por ejemplo, en el rol que la Asociación Cristiana de Jóvenes jugó en la difusión global del deporte y de la iglesia católica en el desarrollo del atletismo keniano), quienes también hicieron su carrera como portadores de la cultura civilizadora ansiosa de llegar a la periferia (Mangan, 1988). A través del tiempo, tanto los juegos como los deportes se volvieron parte de la política formal de naciones-estados de diferentes civilizaciones, dirigida a los ciudadanos bajo la forma de educación física y sus atletas de élite, formando parte del complejo deportivo-industrial. Como tales, esas estrategias reforzaron y reflejaron, sin premeditación, la figuración geopolítica, económica y cultural de los grupos establecidos-grupos externos.

    El reconocer esto no significa dejar de lado el rol de los generadores culturales sobre los que nos llama la atención Collins. Antes bien, vemos esas carreras como autónomas de los temas de hegemonía económica y geopolítica. Una visión más adecuada sería una autonomía relativa dentro de las figuraciones específicas de producción y consumo. Sin embargo, es importante hacer notar que hay partes de la red de producción de cultura que tienen un interés más fuerte en la importación y exportación de productos entre-civilizaciones, en términos de promover o inhibir tales flujos. La dinámica que sostiene la difusión global del deporte puede ser asimilada a esos procesos (Maguire, 1999; Van Bottenburg, 2001, 2003).

    Necesitamos realizar una observación final en relación a los encuentros de civilizaciones y los procesos globales. Ya ha sido establecido que aún cuando el balance de poder entre las civilizaciones establecidas y las externas cambie, los representantes de estas últimas no rechazan necesariamente la importación previa existente desde la zona de prestigio. La cuestión es ver cómo la civilización establecida con anterioridad retiene su prestigio y su centralidad luego de ser eclipsada por la superioridad militar y económica de una potencia de otra región del mundo. Aquí el ejemplo adecuado es el británico. Aún cuando perdió supremacía militar y económica, Londres y algunos productos culturales británicos, retuvieron su prestigio. ¿Cómo? Parte de la respuesta la da Collins (2001) cuando dice:

"Una región se convierte en centro de civilización, en zona de prestigio que atrae a otros externos, porque dispone de la estructura social que promueve creatividad: bases organizacionales para un pequeño número de diversas escuelas de pensamiento, linajes que se construyen sobre varias generaciones y que se solapan entre sí en creatividad en unos pocos centros intelectuales de acción (p.431)".

    Así, la BBC, el Consejo Británico y sus universidades más prestigiosas podrían ser tomadas como ejemplos de organizaciones e instituciones que fomentaron la innovación y la expresión y pudieron, así, retener el prestigio. Los eventos deportivos que han perdurado en la historia, tales como Wimbledon, Royal Ascot y la regata de Henley, tienen una función similar. Esto es tan solo parte de la explicación. Las zonas de prestigio están asimiladas a cómo sus seguidores la ven. A este respecto, la imagen y el ideal británico deben ser tomados en cuenta. Modelados bajo una imagen idealizada de sí mismos en los días de esplendor del Imperio (en términos deportivos, políticos, económicos y militares), su carisma de grupo y su ideal se mantuvieron por muchas generaciones como modelo de lo que debían adoptar, pero aún no lo han logrado.

    Tal como Elias (1994) lo hizo notar en relación a la declinación de naciones y civilizaciones más genéricamente:

"Aún, el sueño de su carisma especial sobrevive en una gran variedad de formas. A través de la enseñanza de la historia, los edificios antiguos, obras maestras de la nación en sus tiempos de gloria, o a través de nuevos logros que confirman la grandeza del pasado."

    La cobertura de los medios de comunicación y la reacción popular por la victoria del equipo masculino de rugby en la Copa Mundial de Australia 2003 destacan ese proceso. La fantasía reflejada en su imagen carismática y la retención de zonas de prestigio específicas, les ha proporcionado suficientes recursos para continuar. Pero las derrotas dentro y fuera del campo de juego minan el prestigio civilizacional. ¿Cuál será la reacción si Gran Bretaña falla en retener la copa en los Juegos Olímpicos de 2012? Cualesquiera zonas de prestigio sea retenidas por los británicos, el deporte ya no será el mismo. Y aún, tal como lo destaca el historiador Ensor en 1936: "el desarrollo de los juegos organizados... puede ser considerado como la contribución inglesa al mundo cultural". (1936, p. 164). El estudio del poder, de las relaciones entre grupos establecidos y externos y los encuentros entre civilizaciones nos permitirá tener una evaluación más seria de estas formas de exportación y del carácter más globalizado del deporte en sentido general. Esta es la intención de este trabajo.

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revista digital · Año 10 · N° 80 | Buenos Aires, Enero 2005  
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