ROL DEL EJERCICIO EN EL MANEJO DE LA MUJER EN EL CLIMATERIO
Isabel Valdivia B. - Carlos Saavedra (Chile)

La información científica señala al ejercicio físico como un elemento que contrarresta una serie de alteraciones y síndromes relacionados con el climaterio y las enfermedades de origen metabólico, osteoarticular y cardiovascular, tales como osteopenia, sarcopenia, hiperinsulinemia, hipertensión y enfermedad coronaria.

El ejercicio físico, al igual que la administración de un fármaco, debe ser dosificado y diseñado en relación a las condiciones de la paciente y de acuerdo a los fines para los cuales se prescribe.

La pérdida de la función ovárica incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Si aceptamos que las expectativas de vida de la mujer alcanzan a aproximadamente los 80 años, podemos deducir que un tercio de su vida sucede en estado postmenopáusico. Las alteraciones más comunes y que llaman la atención a la paciente, guardan relación con la modificación de su composición corporal, la disminución de la capacidad funcional y de trabajo, la pérdida de fuerza muscular y de la coordinación o equilibrio. Todas estas manifestaciones disminuyen considerablemente la calidad de vida de la mujer adulta.

La composición corporal
El tejido óseo, adiposo y muscular sufren modificaciones importantes con la edad, la menopausia y el sedentarismo.

Los estudios efectuados en esta área ofrecen una visión incompleta sobre los mecanismos que gatillan el aumento de la cantidad de tejido adiposo y la modificación en su distribución, la disminución de la masa magra y las pérdidas de relación entre el metabolismo basal y el de actividad física habitual. Poehlman y col. han demostrado que hasta los 48 años no hay modificaciones significativas en dicha relación, pero que después de esta edad hay una declinación del metabolismo basal de un 5% por década de vida. Si tomamos en cuenta que el metabolismo basal representa un 60% de la energía total que gasta una mujer en mantener su homeostasis fisiológica, esta declinación puede representar cambios importantes en el balance calórico y por ende en los mecanismos de regulación de la composición corporal.

Desde el punto de vista de la ingesta versus gasto calórico, se puede observar que con la edad, este último va disminuyendo, al igual que el nivel de la actividad física habitual, pero la ingesta calórica no disminuye significativamente.

En una mujer sedentaria no más del 15% de su gasto calórico diario corresponde a actividades físicas. En cambio, en una mujer físicamente activa puede representar hasta el 50% de su gasto calórico total (Goran 1992).

La disminución de la actividad física, fenómeno que en la mujer está presente desde edad temprana, ha derivado en la necesidad de estudiar el fenómeno denominado sarcopenia, en la que la atrofia de ciertos sectores de un músculo es evidente y principalmente de sectores responsables de las contracciones potentes, veloces, es decir fibras del tipo IIb y IIc. Estas fibras poseen una gran responsabilidad en las rectificaciones posturales, en la coordinación y el equilibrio y sobre todo son responsables del grado de fuerza muscular. Las fibras del tipo I, si bien no desaparecen y estructuralmente son identificadas durante toda la vida, su capacidad funcional disminuye considerablemente perdiendo superficie y actividad mitocondrial importante, aspecto que no se observa en mujeres adultas físicamente entrenadas. Junto a este fenómeno, en la mujer sedentaria, disminuye la capacidad aerobica, física y de trabajo.

Desde el punto de vista fisiológico, este hecho implica disminución de circulación periférica, disminución en la capacidad metabólica de ácidos grasos y de los depósitos energéticos de glicógeno. Por otro lado, los mecanismos de regulación neuro-endocrina no son estimulados y la cantidad y sensibilidad de los receptores hormonales también disminuye.

En consecuencia la falta de actividad física se podría asociar directa o indirectamente con algunos síntomas que la mujer presenta durante el climaterio y tendría relación con ciertas patologías como hipertensión, hiperinsulinemia, diabetes y obesidad.

Finalmente, se ha logrado un consenso sobre la directa relación que existe entre reposo y pérdida de densidad mineral y masa ósea. Efectivamente, cuando se observa que el brazo activo de una tenista posee un 28% más de tejido óseo que el brazo contralateral no utilizado, uno puede objetivamente dimensionar los efectos del ejercicio sobre la respectiva palanca ósea.

En población escolar, en mujeres entre 15 y 18 años, un plan de ejercicios físicos adecuado destinado a la fortificación osteo-muscular puede incrementar la masa ósea hasta en un 18% en relación a mujeres escolares con actividad física corriente (Vuori 1995).

La pérdida de tejido muscular, la falta de actividad que traccione, sobrecargue e impacte al hueso, va a inducir osteopenia, la que desgraciadamente está presente en un alto porcentaje de las mujeres en los comienzos del climaterio.

¿Qué ejercicios recomendar?
El plan de ejercicios está destinado a la prevención de la osteopenia y de la sarcopenia; los ejercicios deben estar caracterizador por la ejecución de fuerza muscular y de impacto, es decir, deben ser de alta intensidad y corta duración por lo que la natación, el ciclismo o el caminar no serían aconsejables en este tipo de pacientes, ya que no poseen umbrales suficientes para activar mecanismos de síntesis de proteínas que incrementen las funciones y las estructuras de las células correspondientes al tejido muscular y óseo.

Ante tal evidencia, el examen y evaluación adecuada de la capacidad funcional y física de la paciente debe ser extremadamente cuidadosa para determinar las dosis y formas de ejecución más adecuadas de los ejercicios.

Por el contrario, si el plan de ejercicios está destinado al apoyo de variables cardiovasculares y circulatorias, los ejercicios deben ser de larga duración y de intensidad baja y que por lo general se sitúan en frecuencias cardíacas que van desde el 45 al 75% de la máxima teórica. Estos ejercicios estimulan la apertura de capilares, metabolización de grasas estimulando la actividad enzimática mitocondrial y al mismo tiempo corrigen otros parámetros tales como aumento en los niveles de colesterol HDL, y disminución de los niveles de insulina y de presión arterial.

En relación a la tradicional indicación de ejercicios diarios o al menos 5 veces por semana, es interesante citar los estudios del Dr. Shephard de la Univ. De Toronto, que indica que el 73% de las mujeres que hacen ejercicio tradicional no obtiene beneficios fisiológicos significativos y es más, un alto porcentaje sufre stress en sus estructuras osteoarticulares y musculares. Esto, se debe a que los umbrales de esfuerzo no son los adecuados y a que los tiempos de recuperación no son lo suficiente entre cada sesión de ejercicios.

Estudios no publicados de Saavedra y cols., corroborados experimentalmente en el Instituto de Investigaciones Metabólica de Buenos Aires y en el Laboratorio de Tartu, en Estonia, indican que ejercicios que alcanzan umbrales adecuados y repetidos dos veces por semana inducen incrementos importantes de la fuerza muscular (138 %), de la capacidad aeróbica (17%) y de la densidad mineral ósea (3%).

El Dr. Notelovitz del Centro de Estudios del Climaterio de Geinsville, USA, publicó sus estudios sobre los efectos del ejercicio en la DMO en mujeres que usaban THR y las comparó con sus pares que aparte de recibir THR efectuaban ejercicio físico en máquinas de fuerza. Pudo constatar que al cabo de 8 meses las que estaban sometidas sólo a estrógenos, no sufrían modificaciones en la DMO, mientras que, las con estrógenos y ejercicios incrementaban su DMO en un 8%. La explicación a este fenómeno la encontramos en los artículos del Dr. Viru de la Universidad de Tartu que demuestra que umbrales adecuados de ejercicio estimulan la actividad catabólica por la secreción de glucocorticoides inducida por el entrenamiento, lo que trae como respuesta un aumento en la síntesis de proteínas y la consiguiente acción de los factores de crecimiento (IGF 2), proceso que requiere al menos 38 a 60 horas de reposo activo.

En conclusión, el ejercicio físico debe ser indicado a toda mujer con la misma convicción con la que se indica un fármaco cuando éste está indicado, iniciando su práctica precozmente como una medida preventiva.

El sedentarismo aparece en nuestro medio como uno de los factores de riesgos que más prevalece y está asociado a múltiples alteraciones cardiovasculares, metabólicas y osteoarticulares.

El Climaterio y la Menopausia predisponen a la mujer a osteopoenia y sarcopenia como también a alteraciones en su perfil lipídico y enfermedad coronaria, fenómenos que son atenuados con la práctica habitual de ejercicios físicos diseñados con un sentido fisiológicos.

El ejercicio debe ser dosificado y controlado según las condiciones del paciente y los factores de riesgo presentes.


  • Dra. Isabel Valdivia B. Ginecóloga. Clínica de Menopausia. CEGEP.
  • Carlos Saavedra (Chile). M.Sc. de la Actividad Física.

Publicado en el Boletín de la Sociedad Chilena de Climaterio. Vol. 2 Nº 1. Marzo 1997.
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Lecturas: Educación Física y Deportes.
Año 2, Nº 8. Buenos Aires. Diciembre 1997
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