La dialéctica de la inclusión/exclusión en las prácticas corporales. Una aproximación crítica al problema | |||
Lic. en Educación Física (Argentina) |
Prof. Daniel Germán Zucchi danielz@delacosta.com.ar |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 77 - Octubre de 2004 |
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Introducción
Sentirse parte o estar fuera. Cuantas veces sentimos lo importante que somos para el grupo, y cuantas otras experimentamos la sensación del rechazo grupal. En esos momentos, el ser en el mundo se reduce a un sentimiento de pertenencia al grupo de tareas: inclusión; o de aislamiento del mismo: exclusión. Esta dialéctica de la inclusión/exclusión la podemos experimentar en las prácticas corporales (en el sentido de prácticas sociales) tanto en aquellas que son institucionalizadas como en aquellas espontáneas.
A partir de este punto habría que establecer cuales son aquellas prácticas corporales que benefician y cuales son las que perjudican la participación activa en las mismas de todos sus integrantes.
Comencemos diciendo que tanto el juego como el deporte, el baile, la gimnasia (dupla, tercetos, grupos reducidos, exhibiciones gimnásticas), las artes marciales, la expresión corporal (teatralización, dramatización, psicodrama) enaltecen su valor cuando forman parte de la sociedad. De esta manera pasan de meras actividades físicas, con algún sentido estético y de aptitud física, a convertirse en saberes culturales valorados por la comunidad en donde se encuentran insertados. Quién realiza un deporte como el fútbol, o baila folclore es valorado por ello y esa valoración se traduce en una mejora de su imagen corporal y en consecuencia de su identidad. Pero al mismo tiempo, y en especial en las sociedades subdesarrolladas, no todos juegan al juego que tanto les gusta, o pueden acceder a la práctica corporal que los desvela.
Ingreso, permanencia y participación ligados a un espacio de tarea motriz. Son tres instancias de un movimiento pendular que va desde la inclusión hasta la exclusión en relación a las prácticas corporales. El actor: "El otro diferente", quién generalmente pasa a ser víctima de un sentimiento de halo, de prejuicios, de desvalorización o marginación. Este actor protagónico no es más que aquel que en un principio no se ajusta al perfil requerido, al mismo tiempo que no presenta los requisitos necesarios para formar parte del grupo. Luego, tampoco será identificado con las tareas que realiza el mismo.
Ahora bien, ¿Cuáles son los factores que determinan (o determinaron) el ingreso, la permanencia y la participación en las prácticas corporales?
Primer factorAl rescatar momentos históricos vemos como la discriminación por causas raciales fue determinante para la problemática planteada en este artículo. Hasta mediados del siglo pasado en Estados Unidos de América solo las personas blancas podrían jugar la liga de Basketball, los jugadores de raza negra1 eran discriminados debido a su color, y tuvieron en un principio que contentarse con realizar exhibiciones (Harlem Globetrotters) para demostrar sus habilidades deportivas.
En la actualidad escuchamos como el discurso de la Mass Media2 pondera a aquel basquetbolista de raza negra como de condición biológica superior, sin tener en cuenta que tanto los equipos de Yugoslavia (último campeón Mundial) y Argentina (último campeón olímpico) están compuestos por una totalidad de jugadores de raza blanca. La primer pregunta sería ¿Cómo la raza de un jugador puede determinar el nivel de juego de un equipo de basquetbol?, y como complemento de aquella caería de maduro preguntarse, ¿Puede la raza ser condición para jugar un deporte y hacerlo con gran performance?
En un principio el deportista de raza negra era una amenaza para el modelo de hombre norteamericano que además de caracterizarse por tener un cuerpo atlético y saludable debía ser (discriminatoriamente) caucásico. En nuestros tiempos el péndulo comenzó a recorrer la dirección contraria y el deporte de alta competencia (siempre bajo parámetros biologistas) se encuentra con la paradoja que el deportista de raza blanca y oriental comienza a convertirse en una especie de alarma eugenésica (paradoja para los eugenistas) para el atleta de raza negra. A los ejemplos del basquetbol le podemos sumar las medallas de oro en Atenas 2004 en el atletismo con un chino en la prueba de 110 mts. con vallas, de una atleta china en 1500 mts. y una atleta de bielorrusa en 100 mts llanos; sorprendente, ¿No?
Por otro lado en la actual National Basketball Asociation (NBA) conviven jugadores de diferentes etnias y culturas, entendiendo inicialmente que existe la diversidad en los grupos deportivos. Pero el desengaño ocurre cuando el sentido económico y financiero por el que transitan las empresas deportivas (no clubes) nos muestran al jugador como perteneciente a un mercado de consumo (el país o región de la cual proviene). Ejemplo de ello es el jugador Yao-Ming de nacionalidad China. Con respecto a este caso debemos pensar que dentro del posicionamiento biologista/racista los individuos asiáticos nacieron para la natación, saltos ornamentales y gimnasia artística, no para el basquetbol.
Hasta acá podemos insinuar que la diversidad racial y/o étnica condiciona la pertenencia y la participación en las prácticas corporales deportivas de rendimiento.
Segundo factorEl análisis de este segundo punto se encuentra ligado a las características morfofuncionales y antropométricas de los deportistas. En mucha de la bibliografía sobre entrenamiento deportivo leemos que los deportistas de raza negra poseen mayor envergadura ósea y mayor cantidad de fibras musculares rápidas lo que significaría una mayor capacidad para los deportes de potencia (carreras de velocidad, saltos, basquetbol, voleibol, etc.); al mismo tiempo su estrecha caja torácica los limitaría para actividades acuáticas y de resistencia, diferencias estas últimas con los deportistas asiáticos.
Aquellos que proponen entender a los deportistas bajo estos parámetros no logran encontrar espacios para la actitud, la fortaleza mental, la agresividad deportiva; así como tampoco para la inteligencia táctica, la cooperación, el bienestar en la pertenecia grupal, etc. Los profesores y entrenadores deberíamos dedicar más tiempo al estudio del aprendizaje motriz y de las estrategias de enseñanza y de perfeccionamiento que a trasponer a nuestras prácticas corporales generalizaciones basadas en determinismos biológicos.
Distinto es el enfoque que en general se le brinda a aquellas prácticas corporales recreativas o espontáneas. Es más común la inclusión del `otro diferente´ en este tipo de prácticas; que incluye: juegos, picaditos, jornadas recreativas, bailes populares, etc. En estos casos la mínima competencia, el respeto por la edad del niño o adolescente en el fragor del juego, la amistad que reina entre los circunstanciales adversarios, nos enfrenta a un cambio de mentalidad en la que el grupo prima por sobre el individuo. De esta manera se abandona (aunque más no sea en dichas prácticas) el individualismo biologista que desde principios del siglo XIX3 acompañó a la política mundial. Es el 'genetismo' el que enaltece las características morfofuncionales y antropométricas pretendiendo universalizarlas sobre los aspectos culturales. Un ejemplo de ello, en el campo de la educación, fue el mal uso de los test psicométricos (de Simon y Binet) que se realizó en Estados Unidos de América durante las primeras décadas del S XX buscando una relación innecesaria entre cociente intelectual y raza, logrando que estos test pasaran a ser instrumentos de discriminación racial. Pero volviendo a las prácticas recreativas y espontáneas entendemos que ellas nos allanan el camino de lucha en favor de aquello que Elías (1995 -165) nos dice: "... salir de la trampa heredada, de la trampa de polarizaciones como las del individuo y sociedad, atomismo sociológico y colectivismo sociológico". Pero si bien esto es cierto y este tipo de prácticas corporales nos acortan el camino de la inclusión del 'otro diferente', también encontramos en ellas algunas actividades que se encuentran sometidas a disposiciones reglamentarias de clubes, federaciones o entes estatales que empantanan dicho camino.
Prueba de ello es la promoción de proyectos y programas que buscan acelerar la competencia en el niño, o limitan la pertenencia y participación en grupos deportivos según las características antropométricas, o nivelan según el grado de habilidad motriz de manera tal que la decantación del menos apto pase a ser una lógica razón de exclusión. El Plan Nacional de Altura realizado hace algunos años por la Confederación Argentina de Basquetbol (también por la Federación Nacional de Voleibol) fue un ejemplo de ello. Dentro del Plan un niño de 13 años para ser parte del grupo debía tener una altura mínima de 170 cm. En otros Planes similares la edad era de 13 años con un mínimo de 185 cm. de altura.
Con el correr del artículo vemos como la pertenencia y la participación son continuos emergentes. Si no hay pertenencia es lógico que no exista participación, pero aunque exista pertenencia al grupo el nivel de participación puede variar. Citamos al respecto una actividad corporal espontánea como es el picadito. Es el día de hoy que el 'gordito' solo por ser dueño de la pelota puede formar parte del grupo de juego pero limitando su rol al del arquero. Claro que el tiempo puede variar la participación del 'gordito' en el grupo, como le ha pasado al arquero profesional Germán Burgos.
Tercer factorAdemás de las influencias que tienen en la `inclusión-exclusión´ la diversidad racial o étnicas por un lado y las características morfofuncionales y antropométricas por otro, encontramos un tercer factor cuya importancia es remarcada en las sociedades del tercer mundo donde la brecha entre ricos y pobres es cada día mayor. Donde los programas del estado no logran sobrepasar el mero discurso. Hablamos de la solvencia económica.
Dentro de un contexto de pobreza se observa a diario la imposibilidad económica que tienen la mayoría de los niños para acceder o mantener su afiliación a un club (barrial o de Liga), en su afán de realizar actividades recreativas, deportivas o artísticas. Abonar una cuota, por mínima que esta fuera, sitúa a la familia del niño en un dilema: las necesidades básicas (comida, vestido) o su recreación. Cuando Víctor, un niño de diez años que concurre a una escuela carenciada, se enoja con su madre por no permitirle ir al club, no estamos más que ante un conflicto que la madre solo puede solucionar financieramente. Otro caso es el de Carlitos quién tenía el sano hábito luego de terminar sus deberes escolares de jugar al fútbol en la cancha de enfrente. Él nos cuenta que ya desde hace un mes los arcos desaparecieron y el lugar se convirtió en un basurero.
Es loable el proyecto en ejecución que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires ha emprendido en estos últimos años, en el cual un sinnúmero de-caídos clubes de barrio vuelven a funcionar como polideportivos debido al apoyo económico de dicho ente gubernamental. Este proyecto apunta al retorno de los niños, los adolescentes y la familia con pocos recursos a acceder a actividades recreativas, deportivas y artísticas. Llama la atención como muy pocos son los gobiernos Nacionales, Provinciales y comunales de nuestro país y Latinoamérica impulsan proyectos de esta naturaleza. Nos encontramos ante prácticas corporales que nos dan pruebas fehacientes sobre las ventajas sociales de las mismas. Ventajas que se traducen en una positiva utilización del tiempo libre en los niños y adolescentes. A saber: disminuye el índice de delincuencia juvenil (ahora también infantil), aleja a lo adolescentes de los flagelos de la droga, el alcohol y el cigarrillo4. ¿Cómo se le puede decir a un niño pobre, donde existen dentro de los Derechos Mundiales del niño uno que se refiere a la recreación, que para integrar una práctica corporal debe abonar dinero que no posee ni para su alimentación diaria?. A partir de una generalizada hipocresía social, que se simbiotiza con una incipiente e inmadura democracia, se le transmite al sujeto que hay un lugar que lo espera para realizar sus actividades físicas. Suelen decirle: "Allí hay un lugar para tus prácticas". Pero en el momento que logramos distinguir la figura del fondo nos damos cuenta que no es necesario que al sujeto le digan que tiene un lugar sino que directamente habrá que hacerle un lugar. Como dijo J. Sarano (1967) "...El hecho no es suficiente. Reclama su justificación: el derecho de ser, es decir un sentido, un valor, una verdad". El lugar debe ser con nosotros no con los otros.
Por otro lado (¿de la ciudad?) sujetos de la venida-a-menos clase media y de la clase alta no dejan de subirse al tren del consumo, y en consecuencia son asiduos participes de las clases de Tae-boo, de gimnasia modeladora, del método Pilates, del Yoga (como autoayuda), y de toda técnica corporal que la divinidad de la Mass Media5 establezca como receta mágica para la celulitis, la obesidad, o para lograr las tan ansiadas y virtuales formas físicas. Aunque también, y porque no, para concretizar con aquellas prescripciones que la todopoderosa medicina indique como remedio para toda dolencia y mejora de la calidad de vida. De esta manera todas las técnicas corporales que encontramos en los gimnasios cumplen fielmente con fines estéticos y de salud que generalmente obedecen al poder hegemónico de turno.
Retomando el tema que nos compete, muchas de las clases en los gimnasios son masivas, aunque no integradoras. En una clase de aeróbica o de Tae-boo, previo abono de la cuota, podemos formar parte de treinta clientes que pretenden imitar a un modelo que desde el altar del esteticismo muestra y nos ordena como lograr las piernas deseadas, marcar los abdominales perfectos u obtener los glúteos de la última foto de "Pampita". Dentro de estas clases masivas, donde participan hombres y mujeres de diferentes edades y niveles de entrenamiento físico, solo aquellos que se encuentran más próximos al altar del modelo logran seguir el ritmo impuesto. Como observamos la inserción de treinta clientes en una misma práctica corporal no equivale a la integración de los mismos en un solo grupo de tareas. La comunicación, contracomunicación, el apoyo, el trabajo grupal hacia un mismo objetivo no son parte importante dentro de dichas prácticas corporales. Son grupos cuya relación interpersonal es mínima. Los fines estéticos (que forman parte de un espíritu narcisista) son más fuertes que aquellos de índole social. Podemos decir que estas prácticas priorizan el trabajo sobre un cuerpo objetivado dejando de lado al cuerpo y su sentido social. Le Bretón (2002) nos habla del "factor de individuación" donde el individuo convierte su cuerpo en la frontera precisa que marca la diferencia con el otro, de esta manera la mirada está puesta primero en el individuo y luego sobre el grupo.
Queda claro que el aspecto económico limita el ingreso y/o la pertenencia a muchas practicas corporales. Como también la conformación de un grupo de actividades físicas puede ser consecuencia de intereses económicos: cuanto mayor es el número de concurrentes que se dan cita en un mismo lugar y horario entonces mayor será el ingreso económico. De esta manera el ingreso y la pertenencia se limitan al pago de una cuota sin primar otras razones. Se descarta de antemano la valoración social en estas prácticas, advirtiéndose un sentimiento de invisibilidad hacia el otro. Es paradójico (aunque real) pensar que se conforme un grupo dejando de lado como fin la unión entre sus miembros.
Cuarto factorEl cuarto y último factor de análisis que incide sobre esta dialéctica (inclusión-exclusión) en las prácticas corporales es el de la discapacidad.
Existen sujetos con diferentes discapacidades (sensoriales, motrices, cognitivas, viscerales y de percepción social) y con diferentes niveles de afección que condicionan el ingreso, la pertenencia y la participación en las prácticas corporales. Pero, ¿dónde se encuentran los obstáculos que limitan la inclusión del sujeto con discapacidad en las prácticas corporales?, ¿son obstáculos de orden orgánico o social?, ¿la discapacidad de un sujeto es solo de él o compartida con el grupo de pertenencia?
Comencemos diciendo que dentro de las prácticas corporales institucionalizadas (escuela, club, sociedad de fomento, etc.), y al momento de incluir un alumno con discapacidad en las mismas, se observa como muchos docentes de Educación Física primero presentan una actitud de indiferencia para luego separarlo en el momento de la participación en las tareas. Esto es debido, en primer término, a representaciones sociales que los mismos construyen en base a la historia compartida dentro del campo de la Educación Física y a una formación de grado disgregada6. En segundo término esta actitud del docente puede estar reflejando al mismo tiempo una imagen colectiva de la sociedad en la que se encuentra insertado. Goffman, E. (1968) nos diría con respecto al alumno que desea integrarse que: "Le dirán que dentro de su propio mundo se sentirá mejor; aprenderá así que lo que consideraba como su mundo no es tal y que en cambio, lo realmente suyo es ese universo más pequeño". Si profundizamos mínimamente el análisis sobre la intervención docente dentro de una práctica corporal nos encontramos frecuentemente con una asignación de la tarea para grupo y otra muy distinta para el alumno con discapacidad. De esta manera algunos profesores circunscriben el lugar que ocupará el alumno con discapacidad fuera del espacio compartido. Un ejemplo de ello es el de Juan quién por tener una amputación debajo de su rodilla izquierda (con excelente prótesis) es eximido de la clase de Educación Física de la escuela mientras realiza como compensación un deporte exclusivo7 .
Fuera de la escuela, en el ámbito extra-escolar se observa como en los Centros de Educación Física provinciales y municipales, los clubes y sociedades de fomento programan sus actividades deportivas pensando en sujetos convencionales, dejando pocos espacios (a veces ninguno) para aquellos sujetos con discapacidad. En general estos espacios disponibles son construidos bajo una fundamentación (pseudo) científica y etiquetados como "diferentes", a saber: natación terapéutica, gimnasia especial, fútbol para paralíticos cerebrales, etc. Limitando de esta manera la oferta y la inclusión a las prácticas corporales. Al respecto nos relata sus experiencias la madre de Damián, un adolescente con Síndrome de Down. Ella fue a anotar a su hijo en basquetbol (deporte que le fascina) a la Secretaría de Deportes Municipal, pero la sorpresa fue grande cuando le informaron que para el niño solo tenían natación terapéutica y atletismo. Nosotros nos preguntamos: ¿Para que un niño con Síndrome de Down aprenda a jugar al basquetbol es necesario realizar un grupo de alumnos con ese síndrome o con discapacidad mental? Dentro de la oferta programada por esa Secretaría de Deportes se encuentra incluida la disciplina del basquetbol, pero los sujetos como Damián no logran acceder a ella. Damián ni siquiera pasó el ingreso, y eso solo puede ser entendido desde el otro, desde una sociedad que segrega bajo dos mecanismos muy distintos:
La estigmatización por las abominables del cuerpo8.
Los procesos mentales fosilizados. Un Habitus9 que en su estructura no encuentra lugar para el diferente.
Con respecto al punto (a) se puede realizar un paralelo con la xenofobia. El punto (b) nos da lugar a la introducción de la figura de la dialéctica de la negación del otro.
Cuando en los párrafos anteriores, y en relación al aspecto económico, propusimos el concepto de invisibilidad entendíamos que si bien un grupo de personas concurrían a tomar una práctica corporal cada individuo lo hacía con un mínimo contacto interpersonal. Logrando de esta manera hacer invisible el cuerpo del otro. Cuando hablamos de sujetos con discapacidad ocurre en apariencia algo similar pero en este caso la negación del otro "se debe a que de alguna manera amenaza la identidad propia" 10. En relación a las prácticas corporales comprobaremos de manera empírica que la mayor amenaza es sufrida sobre la identidad corporal11. Pensemos por un momento con quien nos identificamos cuando tomamos una clase de gimnasia: con el instructor que funciona como modelo físico a seguir. ¿Con quien no nos identificamos? con aquel que ejecuta torpemente los movimientos considerados ideales.
Por otro lado las personas con discapacidad no deberían encontrarse limitadas solo a concurrir a las prácticas corporales terapéuticas, debido a que ello adjudica un mayor protagonismo a la deficiencia por sobre el sujeto. Insistir sobre la organicidad de la persona con discapacidad es determinar su vida y su historia a una estructura neuro-anatomo-fisiológica deteriorada. Ejemplo de ello son aquellas prácticas de natación terapéutica, equinoterapia, ludoterapia, etc. Eternizar las prácticas corporales terapéuticas sobre esta población es hacerles recordar a cada momento que su cuerpo es una deficiencia; es desechar el disfrute por la actividad física. Dentro de estas prácticas se incluye al sujeto en un grupo de pares con similares características psíquicas, motrices y/o sensoriales, creando un ámbito cerrado que limita la futura transposición social.
Las prácticas corporales terapéuticas se nos presentan como actividades obligatorias, con "un sentido heterónomo" 12, e impuestas13 de tal manera que obligan al cuerpo desviado a ser corregido, a enderezar aquellos segmentos torcidos o a sanar aquel órgano enfermo. Esto es doblemente perjudicial si es un niño quien lo experimenta. En nuestro trabajo diario vemos como muchos niños dejan sus juegos y deportes favoritos porque el tiempo semanal no les alcanza, saturados por las clases de apoyo, la rehabilitación, la natación terapéutica, la fonoaudióloga, etc. Los padres deciden que los juegos, el deporte y el baile son las actividades menos productivas y por ello son las primeras en ser retiradas de la agenda de sus hijos. Este es el caso de Fabián, un prepuber de 11 años, que cuando su madre se nos acerca para comunicarnos que su hijo no va a acudir más a las clases de basquetbol en silla, él al borde de las lágrimas nos suplica: "yo quiero jugar al basquet". Como Fabián son muchos los niños y adolescentes que transitan por las mismas circunstancias. De esta manera, y sin apurarme en mi conclusión, pasan a ser niños llenos de deficiencia y limitados en su infancia. Cuando incluimos a un niño en una práctica corporal no debemos pasar por alto el placer y la satisfacción que la misma debe despertar en él.
¿Nuestra representación social (mental y compartida) nos deja visualizar y comprender que un niño con discapacidad pueda jugar placenteramente?, más aún ¿Nos atrevemos a observarlo jugando con sus pares sin discapacidad?
Generalmente el adulto, a través de su intervención, interfiere sobre la inclusión del otro diferente. Investigaciones al respecto14 nos demuestran que tanto la historia, como la formación de grado y los conocimientos compartidos del campo condicionan la actitud del Profesor en Educación Física en el momento de integrar a un alumno con discapacidad.
En contrapartida los niños manejan con mayor espontaneidad la inclusión del compañero o amigo que tiene un dificultad; de esta manera el ingreso, la permanencia y/o la participación en su grupo de pares se sostiene más por la actitud de los compañeros que de los docentes o adultos que intervienen. Ejemplo de ello es la historia contada por 'Lole', un hombre de 52 años que tiene una secuela de poliomielitis, cuya infancia la vivió en un pequeño pueblo en el Uruguay donde era habitual juntarse en el campito a jugar a la pelota. Él se traslada diariamente apoyado en sus muletas hacia el lugar del encuentro, y participaba del juego sin importarle (ni a él ni a sus amigos) la falta de funcionalidad en sus miembros inferiores. Jugaba en el puesto de arquero. Se sentaba entre los tres palos marcados con pintura en la pared, y todos los niños que participaban del picado sabían que en el equipo de 'Lole' el arquero era él. Quién atajaba en un arco a su medida. Este picadito se pudo concretar gracias a la voluntad y al sentimiento de amistad entre los integrantes del mismo. En el ejemplo de inclusión espontánea que hemos narrado presentamos las posibilidades reales del juego como medio de integración social, así como también rescatamos uno de los principios básicos del mismo: el acuerdo común entre los participantes para modificar las reglas. Este último punto difiere de las reglas fijas que encontramos en el deporte, por ello podemos suponer que el juego tiene, debido a sus características, mayor posibilidad que el deporte de incluir a sujetos con discapacidad.
Conclusiones de un texto inconclusoEl hecho de pretender cerrar un texto de estas características presenta un inconveniente insalvable. El mismo está dado cuando en el momento de querer darle respuesta a cada uno de los nudos problemáticos los mismos se multiplican. Esto me hace acordar a aquella metáfora de Santo Tomás de Aquino cuando comparaba al conocimiento con la luz (divina) que uno observaba a los lejos, y que por cada paso que se daba hacia la luz ella se ampliaba y más encandilaba.
Por otro lado, y en ese afán humano de querer (ingenuamente) descubrir una universalidad dogmática en el común de las cosas, me he atrevido a contener en el artículo y solo con el fin de apaciguar la ansiedad, la problemática tratada en cuatro factores emergentes. Factores que me permitieron mantener una línea en el relato sin que por ello pretenda a ser una prescripción de datos rígidos.
A nadie sorprende que la política neoliberal aplicada en América Latina multiplicó el número de pobres e indigentes, al mismo tiempo que incrementó la brecha entre el rico y el pobre proyectando una sociedad de consumo solo para una minoría. No es descabellado pensar que el pasado histórico de dicha política encuentra sus raíces teóricas en la Teoría de la supervivencia del más apto en El Origen de las especies (C. Darwin, SXIX), y la ultracompetencia económica (SXIX). Esta misma política nos sorprende en el SXXI, apoyada por el pasivisimo estatal tercermundista y sus negociados con las poderosas multinacionales, alcanzando algunos de los axiomas de aquella supervivencia de los más adecuados plateada tiempo atrás por H. Spencer.
Hoy observamos como la minoría está conformada por los más adecuados, por consecuencia existen aquellos menos adecuados que logran ser la mayoría y entre los cuales se incluyen los marginados, los pobres, los miserables, los indigentes, los aborígenes, los extranjeros, los discapacitados, los enfermos, los otros. No es por casualidad que al pobre o al indigente se le adjudiquen no solo míseros ingresos económicos sino también trastornos morfofuncionales y un sinnúmero de discapacidades asociadas. No es eventual en el discurso la relación cada vez más estrecha que existe entre la pobreza y la discapacidad, aceptada por la política de turno como una realidad a controlar, y transmitida por algunos medios de comunicación como la `discapacidad social´. Por ello es que tampoco nos sorprende que las prácticas corporales espontáneas y a veces sin intervención docente sean mucho más inclusivas que aquellas prácticas con vigilancia docente y/o reguladas bajo normativas institucionales.
Desde nuestro campo y a través del funcionamiento que hoy tienen las prácticas corporales: ¿No estaremos ayudando a construir en América Latina una sociedad para los más adecuados?; ¿El aporte a la política de turno que realizamos desde nuestro campo, no conlleva un sentido elitista y eugenista?
Al cierre de este artículo recordé una escena de la película "Luna de Avellaneda", donde la hija del intendente del Club (protagonizado por Ricardo Darín) le presenta al padre una nueva amiga. Resulta que esta amiguita vivía en un barrio de emergencia, y aunque a ella le gustaría realizar danza no posee los medios económicos para poder asociarse a la institución. La escena prosigue con el intendente del Club tratando de convencer a la niña que sin dinero para abonar la cuota no puede realizar actividades, pero... ¿Cómo decírselo? En otra escena se observa como después de muchos rodeos no solo la niña fue incluida en el grupo de Danza sino que el Club terminó pagándole un sándwich y una gaseosa para saciar el apetito de días.
Además del papel que el estado ausente debiera cumplir para que las prácticas corporales sean accesibles a todos, sin excusas para la exclusión. ¿No esperamos un cambio de mentalidad en los dirigentes, educadores, instructores y entrenadores físicos? Una mentalidad que valore las prácticas corporales como constructoras de la identidad de los sujetos adoptando una posición similar a la que en la ficción toman los dirigentes del Club "Luna de Avellaneda".
Es verdad que nosotros, aquellos que trabajamos en el campo de la Educación Física, llevamos a la práctica las actividades corporales, pero alguna vez nos preguntamos ¿Bajo que disposiciones?
Notas
De ninguna manera se e utiliza el término raza negra de manera peyorativa. Se utiliza en mismo por entender que la raza es uno de los motivos de exclusión en las prácticas corporales.
Medios masivos de comunicación.
Por otro lado Le Bretón (2002) prefiere fundamentar el proceso de individuación a partir del Siglo XV cuando el hombre empieza a separarse de la naturaleza.
"En Salvador (Brasil), casi 25.000 adolescentes van por propia voluntad a las 58 escuelas abiertas los fines de semana. A Sidney y a Cleber el programa les salvó la vida: Sidney es hoy un bailarín de danzas afro con futuro; Cleber se convirtió, a los 16 años, en entrenador de fútbol de salón. Los Estados de Bahía, Pernambuco, Río de Janeiro, San Pablo y Mato Grosso ya adoptaron la idea. Cada fin de semana, 500.000 chicos pasan por las escuelas abiertas. El criterio para incluir una escuela en el programa es que exista una baja oferta de entretenimiento en la comunidad, un alto índice de violencia en la escuela y un elevado nivel de violencia en la comunidad. El programa Escuelas Abiertas ya logró, en Recife, reducir en un 60% la violencia (incluidos homicidios y suicidios) en los colegios a los que llega. Jorge Werthein, el argentino que conduce la UNESCO en Brasil, convence con matemática pura a las autoridades educativas de cada Estado o municipio para que permitan que las escuelas entren en el proyecto: el costo por alumno para mantenerlas abiertas es de 30 centavos de dólar al mes. Un reformatorio, donde luego se transforman en delincuentes profesionales, le cuesta al Estado 500 dólares al mes. En las escuelas que participan del programa en Recife - Estado de Pernambuco -, los índices anuales de peleas con armas de fuego entre los alumnos de esos establecimientos cayeron, de 51 cada 100.000 jóvenes, a 5,1. Los asaltos - siempre cada 100.000 -, cayeron de 196 a 51,3 y el uso de drogas, de 136 casos a 51. El programa fue creado en el año 2000 y fue agregando Estados y escuelas cada año. Ahora, el ministro de Educación del gobierno de Lula, Cristovam Buarque, ya está trabajando para extenderlo a casi todo el país". Extracto del Diario La Nación (25/03/2003).
Medios Masivos de comunicación.
Zucchi, D.G. (2003). "Las representaciones sociales de los Profesores en Educación Física sobre los alumnos con discapacidad motriz integrados en la escuela común". Tesis. Universidad Nacional de La Plata.
Deporte cuyas reglas son adaptadas a deportistas con discapacidades clasificados según diferentes volúmenes de acción, y cuya participación es exclusivamente limitada a dichos deportistas.
Goffman, E. (1968). "Estigma. La identidad deteriorada".
Término utilizado por Bourdieu, P. (1980) en Sociología y cultura. Capítulo "Una ciencia que incomoda".
Calderón, F. Hopenhayn, M. y Ottone, E. (1994) citado por Morante y Misischia en "La dialéctica de la negación en la integración de la persona con necesidades educativas especiales". Revista Novedades Educativas (2004).
Grasso, A. (2001) nos dice entre otras cosas que "la identidad corporal es conocer y entender nuestra corporeidad, distinguir y comprender lo que se constituye como figura visible; la apariencia física, la esencia intelectual y emocional".
Término utilizado por Bracht, V. (1996) en Educación Física y aprendizaje social para darle un carácter instrumentista a la Educación física.
En este caso se entiende por impuestas a aquellas prácticas que desde el campo de poder de la salud ejercen presión para luego ser legitimadas por las demandas sociales.
Investigaciones como: a) Santomier, J. (1985); "Educador físico, actitudes e integración: sugerencias para entrenadores de profesores en educación física". EEUU.
b) Hotlendorf, D. (1989); "La integración de niños con o sin sordera en una clase de danza".
c) Zucchi, D.G. (2003); "Las representaciones sociales de los profesores en Educación Física en relación a los alumnos con discapacidad motora integrados en la escuela común". UNLP. Argentina.
Bibliografía
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Bourdieu, P. (1990) "Una ciencia que incomoda", en Sociología y cultura. México. Editorial: Grijalbo.
Bracht, V. (1996) Educación física y aprendizaje social en Capitulo 2. Editorial: Velez Sarsfield.
Elías, P. (1995) "Demasiado tarde o demasiado pronto", en : Mi trayectoria intelectual. Editorial península, Barcelona.
Goffman, E. (1968). Estigma. La identidad deteriorada. Amorrotu Editores. Buenos Aires. Título Original en Inglés: Stigma. Notes on te management of spoiles identity (1963).
Grasso, A. (2001). El aprendizaje no resuelto de la Educación Física. La corporeidad. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires.
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La Nación Diario (25/03/2003). "En Brasil, las escuelas prueban ser una efectiva arma contra la violencia".
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Sarano, J. (1967). La significación de los cuerpos. Editorial Troquel. Título original en francés: Essai sur la signification du corps
Zucchi, D.G. (2003); "Las representaciones sociales de los profesores en Educación Física en relación a los alumnos con discapacidad motora integrados en la escuela común". UNLP. Argentina.
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