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Los limites del asociacionismo
deportivo en Uruguay

   
Sociólogo
(Uruguay)
 
 
Rafael Bordabehere
ururafa@adinet.com.uy

 

 

 

 

 
Resumen
    En los corrillos de las instituciones asociacionistas deportivas de Uruguay cada vez se escuchan con más frecuencia expresiones tales como "consumidor" o "cliente" (en lugar de 'asociado'), "balance de Caja" (en sustitución de 'patrimonio económico'), "sondeo de marketing" (por 'compulsa social'), "actividades rentables" (por 'actividades familiares'), "representante de servicio" o "ejecutivo de cuenta" (en lugar de 'funcionario'), "producto deportivo" (en vez de 'actividad deportiva'), etc.
    ¿Es posible asimilar esas instituciones asociacionistas tradicionales a meras empresas capitalistas, con todos sus aspectos positivos y negativos? ¿Resultan extrapolables los análisis de esas empresas, que sobreviven en un mercado de libre competencia, hacia los grupos asociacionistas más afines a la identidad de los colectivos y a mercados finitos?
    El objetivo principal de este texto es analizar los límites que tienen las agrupaciones deportivas asociacionistas uruguayas de principios de siglo XX para expandirse según el modelo de empresa capitalista aplicable del siglo XXI. A pesar de la utilización recurrente de la jerga mercadotecnicista, el sustrato es diferente en ambas empresas: lo que para la capitalista es un bien sustituible y comercializable (la materia prima) en la asociacionista es un elemento insustituible y difícilmente comercializable (el ser humano).
    Palabras clave: Asociacionismo. Deporte. Uruguay. Clubes.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 73 - Junio de 2004

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Introducción

    El análisis presente se fundamenta en la idea que los colectivos deportivos asociacionistas de Uruguay se mantienen agrupados gracias a los oficios de su identidad colectiva.

    Esta identidad sería el elemento intangible que oficia de sustancia aglutinadora de sus asociados. La etnia, la cercanía del barrio, la relación laboral, los colores de las proezas deportivas, la tradición familiar, por ejemplo, representan elementos constitutivos de esa identidad colectiva que ayuda a la cohesión del grupo.

    Aquí la racionalidad capitalista parecería quedar relegada a un segundo plano ante el deseo colectivo de continuar la actividad asociativa. ¿Cómo se interpreta que el Club Atlético Tito Borjas, de la ciudad de San José de Mayo (a 100 kilómetros de la capital), con 130 afiliados pueda abonar un sueldo mensual de US$ 5.000 por un jugador de fútbol de renombre internacional? (1). En este caso la racionalidad capitalista pierde fuerza ante el deseo colectivo de un objetivo distinto y, tal vez, superior.

    ¿Desde qué punto de vista es posible equiparar las instituciones asociacionistas con las empresas capitalistas para darles igual trato académico? ¿Podemos medir de igual manera los réditos económicos, los beneficios sociales, el capital humano, la materia de exportación, la dedicación, las necesidades humanas del personal, la infraestructura, etc. para una u otra empresa?

    ¿Hasta dónde son equiparables ambas realidades más allá del mero lenguaje?

    Toda empresa que desee expandirse, sea ésta capitalista o no, deberá lidiar con sus propios límites para abrirlos, modificarlos o adaptarlos. Los límites de las agrupaciones deportivas asociacionistas en Uruguay están marcados por

  • su identidad como colectivo social,

  • la homogeneidad creciente del 'producto deportivo' (antes: prácticas deportivas),

  • la administración de los espacios de deporte,

  • el cúmulo de conocimientos a disposición de las instituciones asociativas y

  • las nuevas costumbres deportivas

    Es cierto que estas agrupaciones son parte de un colectivo mayor, la sociedad nacional, que las condiciona con su política, su economía, sus procesos sociales y hasta sus debilidades culturales. Pero debemos pensar que ellas son capaces de poder manejar sus propios límites de forma tal de navegar exitosamente dentro de esa realidad nacional que les toca vivir en cada momento.

    También es verdad que cada colectivo asociacionista tiene una percepción diferente de sus propios límites y de su naturaleza. La forma de gestión, los objetivos a los cuales apunta, las carencias y muchos otros aspectos son percibidos de una u otra forma por los diversos colectivos. Sin embargo, se ha querido interpretar estos límites como condiciones generales, de un entorno común, para la misma rama de actividad.


El alcance de la identidad

    Si aceptamos la idea de considerar a la identidad como el elemento más importante para la existencia y sobrevivencia de los grupos deportivos asociativos tradicionales, deberíamos preguntarnos: ¿Cuán lejos puede viajar la identidad para expandir su alcance, de la misma manera que una moto es Honda en Japón o en Venezuela?

    La identidad es un elemento que no se adquiere en el negocio de la esquina ni se encarga por correo ni se toma prestado. Ni siquiera es igual de un momento al otro. Es un acervo personal que se alimenta con el tiempo, con las costumbres aprehendidas, con la interrelación de unos con otros, con la retroalimentación permanente entre pares y con rivales, con la aceptación de sus valores intrínsecos. Es decir, con la vivencia real y palpable de cada día.

    Quizás podríamos extender este criterio y argumentar que coexisten una identidad media del colectivo con otra identidad personal de cada miembro que corresponde a la percepción de la realidad social que se tenga en un momento dado. Ambas identidades son muy similares en significado pero una prevalece sobre la otra en cada oportunidad que han de tomarse decisiones. En última instancia, siempre pesarán consideraciones de orden político-personal para optar por un apoyo a la visión colectiva o a la individual.

    No existe identidad ahí donde la relación es meramente instrumental. Debe prevalecer un motivo aleccionante, alejado de utilidades prácticas tales como el comercio o el interés pecuniario, para que fecunde.

    La identidad debe ostentarse, ofrecerse y convencer. No alcanza con representarla sino que debe trascender hasta el hombre para conquistarlo. Es decir, debe trasmitir pertenencia útil de alguna manera.

    "La identidad es, por encima de todo, un dilema. Un dilema entre la singularidad de uno mismo y la similitud con nuestros congéneres, entre la especificidad de la propia persona y la semejanza con los otros, entre las peculiaridades de nuestra forma de ser o sentir y la homogeneidad del comportamiento, entre el uno y lo múltiple. Pero la identidad es también un constructo relativo al contexto sociohistórico en el que se produce, un constructo problemático en su conceptualización y de muy difícil aprehensión desde nuestras diferentes formas de teorizar la realidad social. .... aquello que denominamos identidad, individual o social, es algo más que una realidad natural, biológica y/o psicológica, es más bien algo relacionado con la elaboración conjunta de cada sociedad particular a lo largo de su historia, alguna cosa que tiene que ver con las reglas y normas sociales, con el lenguaje, con el control social, con las relaciones de poder en definitiva, es decir, con la producción de subjetividades (Cabruja, 1996,1998; Pujal, 1996)" (3).

    ¿Se puede 'exportar' esa identidad así como los frigoríficos comercian sus carnes, los laboratorios sus medicinas o el fútbol profesional sus varios productos? Es decir: ¿los grupos deportivos asociacionistas podrán trasmitir su identidad con la misma lógica capitalista que parecen estar utilizando para su administración interna?

    El único estudio que he encontrado respecto a la relación entre identidades locales y lejanas a nivel de los "fandom" (reinos de los hinchas) es un trabajo del año 2000 titulado "Globalised Football Fandom: Scandinavian Liverpool FC Supporters" (2). Si bien sus consideraciones se aplican al fútbol, un deporte que utiliza otros medios masivos de comunicación y tiene un claro fin comercial, algunas de sus conclusiones son útiles para clarificar el alcance de la identidad.

    El término 'fandom' proviene de la acepción inglesa 'fan' (fanático) que es utilizado para designar a los seguidores locales de un equipo. El calificador 'dom' (que alude a reino) es utilizado ahora para designar al espacio de todos los seguidores, sean locales o distantes, y también a sus integrantes.

    En el análisis de Nash, dos son los elementos constitutivos de la existencia y mantenimiento de esa identidad a distancia (es decir, en el 'fandom'): atmósfera y participación. La 'atmósfera' se lograría gracias a la distribución comercial de elementos distintivos del Club (ropas, informaciones periodísticas, artículos varios como jarras y gorras, insignias y hasta fanzines). La 'participación' a distancia se manifestaría en visitas permanentes a la fuente (el estadio del club, su ciudad, su museo, el bar de los fanáticos originales) o la posibilidad de utilizar la red mundial Internet para conectarse con los fanáticos, entre los más importantes. Es decir, debe existir una conexión abierta con el origen.

    Esta 'participación a distancia' es concurrente con la local aunque estarían a diferentes niveles: "Rather than parallel, or colliding, social worlds, these fans have a hierarchy of social worlds, their support for Liverpool Football Club providing participation, glamour and history, compared to an interest in local football that involved markedly less interest, money and time". Luego, la identidad a distancia se elige en función del honor que deviene de ella mientras que la local no se elige sino que se adscribe por tradición, participación u otros concursos sociales.

    La reprobación social de la comunidad local es un elemento fundamental a la hora de mostrar comportamientos, según Nash. La identidad a distancia no ofrece tales reparos y es más fácilmente manipulable y exteriorizable debido a la ausencia de reprobación de los fanáticos originales. La identidad debe ser exteriorizable en algún grado.

    Sin embargo, todo este proceso de asimilación de identidades no parece ser equitativo. En realidad funciona en un solo sentido. Como lo dice Nash: "English fandom takes nothing from its 'cultural encounter' with Scandinavian fans and values". La fuente no adquiere nada del grupo distante.

    Lo más destacable del proceso descrito por este investigador es que la asimilación del gusto por todo lo relacionado con Liverpool Football Club se produjo por casualidad cuando, en 1960, la televisión escandinava comenzó a trasmitir los partidos ingleses. Es decir: no hubo una penetración deliberada y orientada de parte de los clubes ingleses sino que existió aceptación previa de los fans escandinavos que, para 1980 ya tenían formado el Liverpool Scandinavian Supporters' Club con 21.634 fanáticos.

    Volviendo a la cuestión principal: ¿es posible exportar, trasladar o comunicar la identidad desde los centros asociacionistas deportivos tradicionales de igual o similar forma que sucede en el fútbol para lograr ampliar los 'mercados consumidores' (antes 'colectivo social') al estilo de la empresa capitalista actual?

    Comparativamente hablando, estos colectivos asociacionistas no manejan los mismos medios de comunicación ni tienen la misma trascendencia que el fútbol. Ni su producto se asimila a la utilidad de un electrodoméstico o de un jugador de fútbol totalmente 'commoditizado'.

    Sus identidades locales están fuertemente reforzadas por la idea de ser "agrupaciones de barrio" (la palabra barrio puede ser fácilmente sustituida por etnia o grupo de afinidad). Su forma principal de comunicación son los afiches, los folletos, la televisión nacional, alguna actividad barrial (como los tablados de carnaval o un baile popular) y hasta el boca a boca. Es decir, todos medios de alcance limitado.

    La distancia entre el centro asociativo y el asociado parece ser cada día menor y más importante. Los avatares de la vida ciudadana (violencia, disminución del rendimiento del dinero, aumento de los costos de vida fundamentalmente del transporte, aumento de la competencia) hacen que los posibles 'consumidores' (antes 'asociados') estén radicados cada día más cerca de la sede social.

    En el ejemplo de Nash la identidad inglesa ya estaba presente ahí donde finalmente se consolidó una forma nueva de exportación del capital cultural de Liverpool Football Club. En el caso de los centros asociacionistas uruguayos no se ve nada sembrado fuera de su ámbito social de ingerencia. Si, como parece ser verdad, la identidad necesita de algún antecedente en la comunidad objetivo para fermentar, nuestros grupos asociacionistas aún no han empezado la tarea.

    Si la identidad social, así entendida, es consonante con la territorialidad, con las similitudes políticas y sociales, con los valores culturales del colectivo entonces para 'exportar' con éxito su 'producto deportivo' deberían estirarse los límites identitarios hasta alcanzar a los grupos destino. En otras palabras, si la identidad social está unida a las bases materiales de la sociedad y ella es producto de las circunstancias histórico-sociales que la modelan (4), la ampliación de los límites implica una extensión del comportamiento de la identidad dentro del colectivo mismo.

    Repasemos los procedimientos conocidos para lograr 'estirar' esos límites. La participación directa (traslado de los simpatizantes lejanos hacia la fuente) parece ser la más eficiente pues comunica la identidad social de la forma más completa posible. Pero aún tiene la desventaja de perder efectividad al volver esos simpatizantes a su entorno de origen o al hacer interpretaciones en función de códigos y costumbres personales. La red internacional es rápida y ubicua pero es demasiado homogénea (todas las páginas lucen igual aunque son confeccionadas con criterios diferentes) como para trasmitir identidades sociales particulares. La televisión es práctica y manejable pero la interpretación de los hechos que se ven se realiza siempre con criterios localistas y no con los criterios que se pretenden trasmitir desde la fuente. En todos estos procedimientos está influyendo la identidad local del receptor por sobre la identidad social que se quiere trasmitir. No puede ser de otra manera.

    Dejando de lado el hecho que las actividades asociacionistas conforman una práctica que no tiene al presente una relevancia tan exuberante como la del fútbol, los grupos deportivos asociacionistas no parecen estar ejercitando una política orientada a ampliar los límites físicos del alcance de su identidad colectiva. Antes bien, están tratando de incluir en sus límites sociales a otros ámbitos o estratos de la misma comunidad uruguaya. Esto no significa 'estirar' los límites sino 'acomodarlos'.

    Queda por responder una pregunta fundamental: ¿aún cuando se logre exportar la identidad asociativa con éxito: hasta dónde se estaría dispuesto a soportar que esa identidad sufra o se desvirtúe en función de las interpretaciones que pueda adquirir a distancia, de manera de no perder control sobre la identidad propia?

    Los grandes equipos de fútbol (como Real Madrid, Liverpool, Manchester United e inclusive el Dínamo de Kiev) está recurriendo a las grandes figuras de todo el mundo en una forma de atraer 'consumidores' (antes 'simpatizantes') desde todo el 'fandom' a través de la identificación con sus congéneres exitosos. ¿Acaso este cosmopolitismo instrumental no significa perder algo de la identidad colectiva como institución? O quizás estemos en presencia del proceso inverso: en lugar de colonizar por extensión de los límites se coloniza por inclusión dentro de los límites.

    Pierre Lanfranchi (6), en un texto donde discute la validez de la identidad devenida de un equipo de fútbol multinacional (de muchos extranjeros), escribe:

"In the perspective of the 'national-romantic' sporting social science, football is too urban, to permeable to minorities: sons of inmigrants, sons of the colonies, mercenaries from all parts of the world are unable 'to reflect the soul of a population, its moral and physical qualities, its sense of individualism and community sociability (or) preserve traditions saving the originality and virtues of the race' (Eché 1984)".... "The rejection of football could be the reaction against a game characterized by the razionalization of the organization, deterritorialization, cosmopolitism, mass recreation (Laurens, 1985)".


La homogeneidad creciente del 'producto deportivo' (antes 'práctica deportiva')

    Se denomina 'producto deportivo' a esos valores intangibles (el know-how, la idiosincrasia propia del deporte, las diferentes escuelas deportivas) que ofrecen las instituciones asociacionistas y que, hasta hace poco tiempo atrás, las diferenciaba entre sí. Por ejemplo, todos sabemos que antes la mejor forma de 'hacer pesas' estaba en Club L'Avenir, se disfrutaban las más completas actividades campamentiles en Asociación Cristiana de Jóvenes, se practicaba el tenis más pulido en Carrasco Lawn Tenis y un gran etcétera. Si bien esas actividades se destacaban de entre otras muchas que ofrecían cada una de esas instituciones (en esencia, oficiaban de referente distintivo de cada una), hoy la homogeneidad a la cual se llegó hace imperceptibles tales diferencias fuera del ideario tradicional de los mayores.

    Exportar valores intangibles (know-how, estilos, etc.), como forma de ampliar los límites del asociacionismo, parece ser una opción más realista en comparación con la extensión de los valores tangibles (gimnasios, piscinas) que veremos más adelante. Trasladar el beneficio de las diversas formas de practicar karate o voleibol o natación a otros confines deportivos no es una tarea fácil aunque tampoco suena tan imposible como trasladar un trinquete.

    Tomemos un ejemplo: el Pilates, método de educación corporal por ejercicios lentos y controlados que se realizan en aparatos sobre el piso. Ésta ha sido una práctica que se ha exportado con éxito, no solo por sus aparatos específicos sino porque conlleva una filosofía integral de cuerpo y espíritu. Otro tanto podría decirse de las disciplinas orientales, como el Tai Chi, que comporta no solo una práctica diferente sino una identidad muy bien definida.

    Ahora bien: ¿hasta dónde puede haber variaciones de una gimnasia clásica o de un estilo de natación, por ejemplo, que permita no solo exportar su forma de práctica sino la identidad social de donde se generó?. ¿Tienen las agrupaciones asociacionistas tradicionales un acervo deportivo tan importante como para poder generar prácticas impregnadas de gran identidad colectiva?

    La base de la aceptación de las prácticas posmodernistas radica no solo en su simplicidad (8) sino en su homogeneidad a través de los diferentes lugares de práctica. Crear un estilo nuevo de ejercitación, para promover junto a él una identidad asociativa particular, suena a ir contra la corriente de la posmodernidad.

    En otras palabras, el hecho de querer exportar un estilo para generar identidad va en contra de las tendencias actuales de homogenización y está llamada a ser su propio verdugo. La cultura posmodernista del deporte no admite la existencia de la identidad deportiva en la misma medida que lo plantea las actividades más tradicionales sino que adscribe a un principio de 'practicidad individual para todos, en cualquier lugar'. Es justamente esa ausencia de identidad, fundamentalmente, la que ha conquistado a los grandes públicos practicantes.

    Los límites a la exportación de los valores intangibles del asociacionismo deportivo radican en la forma en que la sociedad posmoderna administra el ethos individual, desligado del colectivo de referencia. Y esa individualidad es cada vez es más instantánea. Parafraseando a Sumo, el grupo de música argentino, "no sé lo que quiero pero lo quiero ya". Y yo agregaría, al final, un "aquí".


La administración del espacio deportivo

    Hasta hace poco tiempo no estábamos en condiciones de comparar la forma de administrar los espacios deportivos por parte de los centros asociacionistas dado que, literalmente, no teníamos puntos de comparación. Sin embargo, con la llegada de los gimnasios posmodernos (spas, salas de musculación, etc.) tenemos algún elemento de referencia.

    Exportar los valores tangibles parece ser una tarea imposible. ¿Cómo extender los gimnasios, las piscinas, las salas de musculación a otros espacios? Son tipos de instalaciones en donde el practicante debe trasladarse hasta ahí y no a la inversa. Pero esto no es todo.

    Estos espacios inamovibles generan una identidad, un medio ambiente, un sistema para-urbano particular. No es lo mismo practicar en el gimnasio del Club Atléticos Bohemios (en pleno Pocitos) que en el de Club Atlético Atenas (en la rambla de Parque Rodó). Ambos tienen diferencias a favor y en contra. Si pudiésemos imaginar, por ejemplo, al ventilado, iluminado y amplio gimnasio de Olimpia, a las afueras de Montevideo, entre los edificios del centro de la ciudad, las condiciones sería unas muy diferentes. Es decir, el gimnasio, la pileta, el frontón y demás instalaciones tradicionales no solo dependen de sus materiales sino del entorno en el cual están insertos.

    Vistas desde otro ángulo, estas instalaciones tradicionales ostentan su 'paisaje' propio y singular. Generalmente están cubiertos de espacios publicitarios, gradas con separaciones, materiales específicos (como el cemento), colores identificatorios de la institución, cantina in situ y otras particularidades que agregan un valor patrimonial muy personal a cada colectivo. Por ejemplo, hay auspiciantes que solo publican en algún gimnasio y no en otros; o existe más publicidad donde se instala la televisión que donde no intervienen los medios de comunicación. Algunos estadios o gimnasios tienen los accesos para deportistas y público más protegidos que otros (por razones de seguridad), otros son más silenciosos y muchas otras variaciones.

    Todos estos elementos hacen las diferencias y las preferencias de los asistentes, ya sea por la identidad que trasmite, la organización de los espacios o sus comodidades.

    En contrapartida, desde finales del siglo XX se ha instalado la nueva forma de practicar deporte, una forma que cada vez parece tener menos forma.

    Este posmodernismo nos ha enseñado que las prácticas deportivas no son exclusividad de los recintos diseñados a tales fines (como los tradicionalistas) sino, por el contrario, pueden ejecutarse indiferentemente del lugar físico. Gracias a este criterio más amplio de apertura, el concepto de práctica se ha trasladado a espacios tan dispares como una acera, la playa, un gimnasio en un hotel de gran categoría, una sala de aparatos exclusiva para los residentes de un edificio y hasta el domicilio particular. Es decir, el posmodernismo ha 'exportado' con éxito los espacios tradicionalmente inamovibles hasta diversos lugares, a expensas de modificar, ampliar o complementar su significación como deporte.

    Los centros deportivos posmodernistas han salvado este problema de la inamovilidad gracias a la invención de equipamiento ad hoc de fácil traslado. La tendencia a encerrarlos en ambientes altamente controlados y homogéneos hace que las instalaciones sean muy parecidas unas a otras. Este hecho ha permitido llevar íntegramente los servicios deportivos más allá de las fronteras originales aunque hayan perdido la relación identitaria con su fuente. Ello no es necesariamente contraproducente para las instalaciones posmodernistas que ya tienen su perfil funcional definido pero sí puede serlo para las asociacionistas porque modifica el concepto de identidad, entendido tradicionalmente.

    Las instalaciones deportivas tradicionales son verdaderamente un límite en la medida en que no fueron pensadas para la multifunción (que les asigna el posmodernismo) ni son fácilmente adaptables a otras tareas (por los costos que se deben asumir), ni quieren perder su 'paisaje' distintivo.

    El posmodernismo ha aportado imaginación, creatividad y solución para el aprovechamiento de los espacios mientras que las instalaciones tradicionales no han variado ni siquiera las formas de juego de los diversos deportes más allá de una instrumentalidad forzada por la comercialización del deporte (como el cambio en las reglas de juego del voleibol para que el partido tenga una duración definible en términos de espacio televisivo al aire).

    Desde un punto de vista edilicio, las empresas capitalistas deportivas de fines de siglo XX han asignado un nuevo papel a la práctica deportiva y es esa resignificación más liberal la que ha ayudado a un aprovechamiento más integral y ubicuo del beneficio del deporte.

    Para una empresa capitalista, producir un electrodoméstico en una punta u otra del mundo es un problema de costos. Para un grupo asociacionista deportivo tradicional trasladarse un par de kilómetros significa modificar su relación de inmediatez con sus 'clientes' (antes 'socios'). (Me pregunto ¿cuánto tardarán en sufrir este mismo efecto los gimnasios posmodernistas establecidos que deben edificar una relación 'cliente-empresa' tan comprometida como la de los grupos asociacionistas tradicionales?).

    Evidentemente, existen diferencias entre las empresas capitalista y los grupos asociacionistas a la hora de analizar sus instalaciones respectivas.


El cúmulo de conocimientos a disposición de las instituciones asociativas

    Las instituciones asociacionistas de Uruguay han generado un cúmulo importante de conocimiento a través de su actividad de casi un siglo (o más en algunos casos).

    Ese conocimiento, que se presume un patrimonio de cada colectividad, no ha trascendido las fronteras institucionales. De hecho, se utiliza como 'receta' del quehacer de cada una pero no se ha sistematizado en sabiduría popular ni académica.

    Tan importante es este detalle que no existe una literatura, un foro u otro medio idóneo en donde se resuma, discuta o aprenda sobre la cultura del devenir asociacionista deportivo.

    Algunos elementos aislados pueden encontrarse en los cursos autorizados oficialmente para profesores de educación física pero su bagaje es tan reducido y su utilidad tan genérica que peca de conocimiento de 'administración de empresa' antes que de 'administración para la identidad cultural del grupo'.

    Como complemento a esta carencia, tampoco existen cursos de formación de profesionales de administración del deporte cuya vocación o meta exceda los límites impuestos por la tecnocracia administrativa. Los médicos salen de las universidades sabiendo medicina, los arquitectos otro tanto y los estudiantes de educación física solo saben practicar educación física, no asociacionismo deportivo.

    Los pocos cursos pioneros conocidos parecen poner su énfasis en tecnicismos particulares del deporte antes bien que en la vocación de servicio propia de los cuadros administrativos asociacionistas que funcionan en esas instituciones. No juzgo su orientación; juzgo que no exista una orientación más 'asociacionista' además de la técnica. Dicho de otra manera, si partimos de la base de considerar al asociacionismo deportivo como la suma de técnica + identidad social, la crítica está orientada a mostrar que la meta de los cursos es la técnica y no la forma uruguaya de crear deporte asociacionista.

    En otras palabras, no hay una 'forma oficial de servir' de las instituciones asociacionistas uruguayas que las identifique. Cuando se requiere personal, se acude a los administradores de empresa, a los técnicos contables, a los ejecutivos de marketing que están todos aleccionados por la misma escuela genérica. Así como existe un asesor contable para los números, un asesor letrado para las cuestiones legales o un asesor arquitecto para los menesteres edilicios, también debería existir un asesor social-deportivo que planifique posibles alternativas y participe. Después de todo, ni los números ni las leyes ni el edificio son más importantes que los seres humanos.

    ¿Qué se pretende decir con esto? Que el conocimiento de los grupos asociacionistas es tan fragmentario, atomizado y celosamente custodiado que les resulta imposible organizar una acción conjunta para paliar un posible déficit social ciudadano como lo son, sin duda, la declinación en la identidad del ser posmodernista, el avance del deporte de marcas sobre las actividades lúdicas o una redefinición del deporte tradicional en franca competencia con el posmodernismo.

    No hay cuadros académicos experimentados en el 'quehacer asociacionista uruguayo'. Tampoco parece haber esfuerzos para tratar de comprender la situación de las instituciones asociacionistas más allá de los números fríos que proporcionan los ejecutivos del marketing. Pensar que el problema asociacionista se circunscribe a una caída en el caudal de socios por causas de una coyuntura económica es similar a no reconocer que el ser humano es más complejo que la moneda misma.

    Por tanto, en lo que refiere a los límites del asociacionismo, el escaso conocimiento de la realidad socio-identitaria de los diferentes colectivos asociacionistas conspira contra los propios colectivos que ni se benefician de la experiencia de los otros ni participan en la creación de una sabiduría uruguaya.

    Este autodidactismo no proporciona soluciones porque no puede reconocer sus propias fallas y tampoco deja espacio para apreciar el futuro con otra óptica más que la suya misma. Si pudiese reconocer sus propias fallas y salvarlas, estaríamos en presencia de una institución autopoiética de indiscutible valor sociológico.

    Las empresas comerciales que manufacturan productos cuantificables tienen una base perfecta de medición de su performance. Tan importante es este conocimiento que de ello se desprende que han logrado sistematizar su cúmulo de conocimientos al punto de convertirlo en cuasi-ciencia (porque está estructurado para ser transmisible). De todo ello se nutre el ejecutivo de marketing o el asesor contable. El capitalismo ha sido tan inteligente que ha podido sobrevivir gracias a que todos los agentes involucrados han aprendido las reglas estandarizadas del juego que el mismo sistema propone y comparte. Este es un desarrollo que ha tomado siglos en madurar y se generó en beneficio exclusivo de los participantes mismos.

    Los grupos asociacionistas, por su parte, no han logrado cuantificar su actividad por otro patrón que no sea el impuesto por el sistema capitalista (cantidad de socios, balances de caja, déficit presupuestal), desestimando la repercusión que han tenido a nivel de la modelación de la personalidad y las formas de convivencia. Tampoco han sistematizado su conocimiento y mucho menos trasmitido sus experiencias de una manera educativa para el sistema todo, de forma tal de contribuir a moldear y ampliar el capital social uruguayo.

    Parece existir una diferencia de sustancia entre quienes administran los dineros del colectivo (que se rigen por preceptos tecnocráticos) y quienes deben administrar el patrimonio social y cultural asociacionista, que muchas veces recae sobre la misma persona. Esta es una divergencia que no se aprecia en la esencia capitalista.

    El conocimiento sin diseminar se vuelve adminículo de estantería, estancado en sus propios límites. La gran diferencia entre el conocimiento del quehacer capitalista y el del quehacer asociacionista deportivo es la transmisiblidad instrumental del primero en beneficio del conocimiento mismo.


Las nuevas costumbres deportivas

    Todos quienes escriben sobre deporte destacan el aumento general en el deseo de practicar 'deporte' en alguna de sus formas. Ya sea retomando la actividad preferida (fútbol, básquetbol) o asumiendo una práctica nueva (musculación, bicicleta, yoga), hay consenso en decir que el deporte, en alguna de sus muchas formas, está tomando auge en la rutina diaria de la mayoría de las personas.

    Y si, por el otro lado, se toma en cuenta que los logros (o marcas) de los deportistas profesionales cada día están más alejados de las posibilidades reales de los deportistas comunes, llegamos a la conclusión que cada vez más gente intenta ser más lúdica y menos competitiva al estilo tradicional.

    Quizás la 'competencia' ahora no sea por marcas sino por estética e imagen. Y quizás, también, los practicantes comunes de hoy se estén preguntando si es tan necesario medir todo: desde la mejor carrera hasta el bíceps más llamativo.

    En una tercera vía de convergencia aparecen aquellos autores (5) que sostienen que el deporte mundial está transitando una senda que cada día lo ata más al 'deporte de marcas'. Es decir, que este deporte, tan apoyado por el cientificismo tecnocrático al que se ha llegado, permea toda las consideraciones sobre práctica deportiva. Inclusive las asociacionistas.

    Todos estos puntos parecen confluir, de alguna manera, en las prácticas asociacionistas deportivas de Uruguay. Sus actividades tradicionales (como fútbol, básquetbol y natación, por ejemplo) están fuertemente impregnadas de consideraciones de marcas. Inclusive juegos tan lúdicos como la Búsqueda del Tesoro (6), que están orientados al esparcimiento, se hallan fuertemente inducidos por ánimos de competencia cuantificables (El equipo 'A' ganó 2 veces y el 'B' 3). Según estos criterios, para todo debería existir una regla de medición, una forma de cuantificar y validar la acción de unos en relación a la de otros.

    La actividad general de los centros asociacionistas de Uruguay parece estar sesgada hacia la competencia. Recordemos que estas formas de práctica deportiva nacieron en épocas (principios de siglo XX) en que el deporte era más una solución higienista a los problemas de la juventud que una necesidad de distensión ante las exigencias de las nuevas formas de trabajo del siglo XXI. Y que la competencia surge, básicamente, de consideraciones transnacionales de mediados del siglo XX como instrumento de exaltación de los valores nacionales en las arenas deportiva internacionales.

    Las instalaciones de los centros asociacionistas deportivos están orientadas técnicamente a la producción de marcas. Los pisos están diseñados para saltar más adecuadamente (pisos flotantes), los gimnasios tiene estructuras que ayudan a fortalecer la diversas partes del cuerpo (espaldares. Los nuevos gimnasios de musculación son una concentración de esas técnicas de fortalecimiento), tanto las piscinas como los gimnasios deben tener dimensiones estándar para ser aptas para competencia (que se resuelve gracias a la registración de marcas), etc.

    Tanto esas instalaciones tradicionales como las prácticas que en ellas se llevan a cabo parecerían estar definidas de antemano por la necesidad compulsiva de generar marcas, establecer récordes y fomentar comparaciones entre personas. Y muchas veces la comparación aflora entre deportistas que no pueden ser comparables a través de sus cualidades físicas (un delgado con un obeso, por ejemplo).

    Poniendo todo esto junto puede llegarse a argumentar que el deporte de los 'comunes' uruguayos se está dividiendo en dos facetas netamente observables:

  1. por un lado como practicantes, una actividad ejercitable, lúdica, disfrutable cuyo objetivo final es la salud y una estética de la imagen

  2. por otro lado como espectadores, una actividad altamente profesionalizada cuya finalidad es el entretenimiento y la asimilación de una identidad a través de terceros.

    Los centros asociacionista parecerían estar a medio camino entre lo lúdico posmodernista y lo netamente profesional. Sus instalaciones aún tienen una orientación a marcas, sus actividades están siendo llevadas a la práctica disfrutable dentro de esas instalaciones y su profesionalismo ha quedado lejos de los estándares internacionales.

    En lo que respecta a la cultura deportiva actual, los verdaderos límites del asociacionismo deportivo en Uruguay surgen de la lentitud con que se asimilan las prácticas posmodernistas, fruto del cambio tan intenso que hay que generar en las estructuras tradicionales.


En síntesis...

    El asociacionismo deportivo en Uruguay parece estar en una encrucijada: por un lado se considera a sí mismo una asociación colectiva que debe brindar servicios culturales, sociales y deportivos insustituibles a su masa de seguidores/buscadores de identidad pero, por el otro, se reinterpreta cada día a sí mismo como una empresa advenida a la lógica capitalista. Y lo que agrava la situación, es que muchas veces esta dicotomía interpretativa se produce en la mente de la misma persona, donde no hay posibilidad para el intercambio fructífero de opiniones.

    En su conjunto, no tiene un cúmulo de conocimientos a su disposición que le ayude a reaccionar como frente común ante las adversidades que provienen del devenir social, de la misma manera que el capitalismo sí cuenta con él.

    De ello se deduce que los límites que acorralan a ese asociacionismo en Uruguay no parecen ser los mismos que atan a las empresas inmersas en la filosofía capitalista. Es esa visión doble de sí mismos, en que en un momento prevalece el aspecto económico y en otro el social, que les impide plantear objetivos claros en uno u otro sentido.

    Aún no ha aparecido el organismo, institución, grupo de estudio o entidad que ayude a sistematizar el conocimiento asociacionista, que promueva acciones claras hacia el objetivo de mejorar la economía de esas instituciones y, a la vez, mantener la identidad propia que ha colaborado tanto en crear el estilo uruguayo asociacionista de ser.

    Parecería que la lógica del 'mercado libre' llevara a cada entidad asociacionista hacia la autopercepción de ser 'empresas' que compiten individualmente por un 'cliente' sin otra identidad que la de consumidor (esto se ve claramente reflejado en la homogeneidad que ostenta toda la publicidad del sector deportivo). El acervo social que se ha consolidado a partir de la importantísima función que han desempeñado estas instituciones por más de un siglo parece desvanecerse ante la homogeneidad promovida por el proceso de globalización de las diversas formas culturales.

    Quizás debamos reinterpretar este último párrafo y pensar que se está transitando "desde movimientos colectivos de masas a un individualismo organizado" (9) en donde el deporte ha tomado un auge insospechado.


Referencias bibliográficas

  1. "Uno de los cracks mejor pagos del país en un club de 130 socios", Deportivo El País, Diario El País de 15 de marzo de 2004.

  2. "Globalised Football Fandom: Scandinavian Liverpool FC Supporters". Rex Nash (Universidad de Liverpool, Inglaterra).

  3. Identidad: de lo personal a lo social. Un recorrido conceptual". Lupicinio Íñiguez, Universidad Autónoma de Barcelona, año 2001.

  4. Concepto extraído de "Algunas tesis sobre la producción social de identidades nacionales" de Iñaki Gil de San Vicente, Euskal Erría 2002.

  5. Por ejemplo: Joseph Maguire y Alan Ingham.

  6. Actividad para acampantes que consiste en seguir pistas hasta descubrir un Tesoro.

  7. 'The Migration of Footballers: the case of France, 1932-1982'. Incluido en el libro 'The Global Sports Arena - Athletic Talent Migration in an Interdependent World'.

  8. Ver "SIMPLICIDAD: un aspecto que hace la diferencia entre lo tradicional y lo moderno en el asociacionismo deportivo uruguayo.", Rafael Bordabehere. http://www.efdeportes.com.

  9. "Frivillig organisering og demokrati", Seller and Oymyr, publicado en "Social Capital in the Social Democratic Wefare State" por Bo Rothstein.

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revista digital · Año 10 · N° 73 | Buenos Aires, Junio 2004  
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