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El codo del lanzador de dardos:
una lesión deportiva casi desconocida

   
Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (Universidad de Granada)
Estudiante de la Diplomatura de Turismo (Universidad de Jaén)
Entrenador Nacional de Fisicoculturismo y Musculación
Entrenador de Club de Atletismo
 
 
Víctor Manuel Araque Menor
victormanuelaraque@hotmail.com
(España)
 

 

 

 

 
Resumen
    El "codo del lanzador de dardos" es, posiblemente, la lesión deportiva menos conocida que existe. Bautizada así hace 25 años, comparte síntomas y tratamiento con el "codo del estudiante" o la "bursitis olecraniana", aunque tiene características particulares, de entre las cuales destaco sus causas. Se produce por la repetición intensa y durante mucho tiempo del lanzamiento de dardos, lo cual provoca una inflamación de la bursa situada bajo el tendón del tríceps braquial. Su tratamiento con hielo y antiinflamatorios acelerará su recuperación. Finalmente, indico su paralelismo con la misma lesión sufrida por los caballos y ampliamente investigada por la comunidad veterinaria.
    Palabras clave: Codo. Lanzador de dardos. Bursitis olecraneana. Rehabilitación.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 72 - Mayo de 2004

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1. Un poco de historia

    Boston. La noche del 19 de Noviembre de 1977, un estudiante universitario se divertía con unos amigos demostrando su habilidad en el lanzamiento de dardos. Dicha sesión de lanzamientos se alargó durante unas tres horas y, según él mismo dijo, fue muy intensa.

    Al día siguiente, su codo izquierdo hinchado y dolorido le obligó a dirigirse a la clínica de medicina deportiva de la "Boston University Medical School". 24 horas más tarde, el dolor se había extendido por parte del antebrazo y el codo había perdido flexibilidad, los síntomas aumentaron a las 48 horas. Los movimientos máximos de los dedos, así como los del codo, se habían vuelto insoportables.

    Los doctores Leach y Wasilewski (1979) no observaron ningún tipo de anomalía en las radiografías. 18 miligramos de suero sanguíneo fueron aspirados de la bursa olecraneana del codo y, tras un vendaje compresor y el posterior entablillado, se le administraron al paciente 100 miligramos de phenylbutazone durante cuatro días, tres veces al día. Excepto por el espesamiento de la bursa, el brazo volvió a la normalidad cuatro días después.

    Leach y Wasilewski decidieron bautizar a la lesión del joven como el "codo del lanzador de dardos".


2. 25 años después

    No existe constancia ni documento escrito de algún caso semejante a la extraordinaria experiencia de aquel estudiante de Boston. No obstante, los lanzadores de dardos fueron desde entonces incluidos entre los deportistas con mayor número de posibilidades de sufrir una bursitis olecraneana, nombre científico de la lesión, además de bursitis del olécranon (Weinstein, 1984), bursitis retroolecraneana, olecránica u olecraniana, o higroma de codo (Salinas, 2002), compartiendo este dudoso honor con porteros de fútbol, jugadores de balonmano y de rugby y, por increíble que parezca, con estudiantes, aunque por una causa bien distinta que el astuto lector deducirá y que hizo que el "codo del estudiante" desbancase en popularidad a nuestra lesión protagonista (Hontoria, 1998).

    Aunque, en realidad, el deportista que con más frecuencia sufre esta lesión es el caballo de carreras (Harold, 2000; Honnas, 1995).


3. Causas

    Las causas desencadenantes de una bursitis olecraneana son:

  • Origen traumático (por contusión). Típico en los deportes con contacto físico. Se puede prevenir con protectores para la punta del codo (Hontoria, 1998).

  • Microtraumatismos (por sobreesfuerzos repetitivos por fricción). Característico de los lanzadores de dardos y causa de la ya mencionada lesión del "codo del estudiante".

  • Infeccioso (Gómez, 1997; Shell, 1995; Soderquist y Hedstrom, 1986), provoca las llamadas bursitis sépticas, el resto las denominaremos asépticas. Al menos, catorce microorganismos pueden ser los culpables de este origen:

    • Anthopsis deltoidea (Kwon-Chung, 1984).

    • Aspergillus terreus (Ornvold y Paepke, 1992).

    • Candida lusitaniae (Behar y Chertow, 1998).

    • Cryptococcus neoformans (Farr y Wright, 1992).

    • Mycobacterium chelonae (Haas y otros, 2001).

    • Mycobacterium goodi (Friedman y Sexton, 2001).

    • Mycobacterium szulgai (Maloney y otros, 1987).

    • Mycobacterium asiaticum (Dawson y otros, 1995).

    • Neisseria sicca (Halla, 1990).

    • Penicillim (Berger, 1989).

    • Prototheca wickerhamii (Iacoviello y otros, 1992; Montclos, 1995; Vernon y Goldman, 1983).

    • Serratia marcescens (Kahl y Rodnan, 1984).

    • Staphylococcus aureus (Cea y otros, 2001; Siam y Hammoudeh, 1995).

    • Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) (Buskila y Tenenbaum, 1989).

  • Metabólico (gota) (Jain y otros, 1981).

    En la lesión del "codo del lanzador de dardos" se forma una masa ovalada fluctuante en la punta del codo, dolorosa, y una tumefacción acompañada de enrojecimiento de la piel que puede venir acompañado de hemorragia subcutánea (Equipo Médico del Banco de Sangre de la Cruz Roja de Barcelona, 1987; Salinas, 2002). Dicha masa ovalada no es más que una inflamación de la conocida "bursa olecraneana". Es, básicamente, una bolsita llena de líquido que suaviza el roce entre la punta del codo (olécranon) y el tendón del tríceps braquial.

    La presión interna de la bursa aumenta conforme aumenta la flexión del codo (Canoso, 1980). Dicha bursa se alarga y extiende con la flexión, el olécranon se desliza bajo ella (Saini y Canoso, 1982), por lo que realiza el movimiento contrario durante la extensión. Cuando este movimiento se realiza repetidas veces, la fricción provoca un daño en la bursa que desemboca en la consecuente inflamación.

Así, en la figura 1, vemos dos dibujos: A y B. En el primero se observa la posición del codo en flexión de 90 grados (por ejemplo, antes de lanzar un dardo), en el segundo apreciamos la posición del codo en extensión de 170 grados (por ejemplo, tras lanzar el dardo). Obsérvese el cambio de longitud de la bursa y la acción del tríceps braquial (flecha rayada), lo que repercute en un cambio de sus presiones internas.



Figura 1

    Hontoria y otros (1998) señalan, además, que es una lesión muy extraña en mujeres, no indicando el porqué. Personalmente, opino que puede estar relacionado con el hecho de que la limitación articular femenina del codo es menor que la masculina.


4. Tendencias

    Se observa cierta tendencia entre los pacientes con enfermedad de Whipple (Olivieri y otros, 2001), diabetes (Reginato y otros, 1986; Senecal y Leblanc, 2001), artritis (Schweitzer y Morrison, 1997; Siam y Hammoudeh, 1995) o, incluso, dermatitis (Nassif y otros, 1994). La existencia de espolones olecraneanos y depósitos amorfos de calcio también se asocian a la bursitis olecraneana (posiblemente, debido al mayor roce que esto supone con la bursa) y en muchos casos dichos espolones son la misma inserción del tríceps braquial (Saini y Canoso, 1982).


5. Rehabilitación

    Tras la revisión de las distintas citas bibliográficas consultadas podemos concluir que el tratamiento de una bursitis olecraneana depende de la causa que lo originó. Una punción nos informará de si se trata de una infección, de un ataque de gota, de un golpe o de un "codo del lanzador de dardos" o "codo del estudiante": en las bursitis asépticas se detecta una mayor actividad de las células T, así como de los macrófagos (Smith y otros, 1994) (lo que puede aclarar el porqué del virus VIH entre los posibles microorganismos culpables de una bursitis séptica, según Buskila y Tenenbaum, 1989). No obstante, la forma más fácil de detectar la naturaleza aséptica o no de la lesión es midiendo la temperatura de la superficie lesionada, en los casos de bursitis no infectadas el aumento de temperatura es de unos 0'7 grados centígrados, en el caso de las bursitis infectadas se alcanza una media de tres grados más (Smith y otros, 1989).

    También es importante no caer en el error de confundir esta lesión con la apofisitis de olécranon u osteocondrosis de los gimnastas (Fragussi y otros, 1993), ya que sus síntomas son semejantes, no obstante ésta se aprecia con el simple uso de radiografías.

    La utilización de artroscopias, semejantes a las utilizadas para el tratamiento de trastornos radio-cubitales es ampliamente recomendable para el reconocimiento de este tipo de lesiones (Baker y Cummings, 1998; Kerr, 1993). La utilización de ecografías también suele ser una alternativa más eficaz, rápida y barata que la resonancia magnética para la evaluación de gran parte de la patología del codo (Alloza, 2001).

    El tratamiento rehabilitador de la bursitis olecraneana es muy distinto según sea una bursitis aséptica (aproximadamente, dos tercios de los casos, según Stell [1996]) o no. El reconocimiento temprano, la pronta terapia y las correspondientes medidas de prevención, reducen considerablemente la dificultad del tratamiento de las bursitis sépticas (que pueden desembocar en drenajes o incisiones). No obstante, en el caso de las asépticas, su reconocimiento y terapia tempranos no aceleran tanto el proceso de recuperación (Shell y otros, 1995).

    Si extraemos líquido y este es claro, nos encontramos ante una bursitis aséptica (por ejemplo: "codo del lanzador de dardos"), puede realizarse un tratamiento local con hielo (Harold y otros, 2000), indicarse un antinflamatorio no esteroideo por 10 o 14 días y reposo por una semana (Stewart, 1997) o puede infiltrarse la articulación con corticoides (Montclos y otros, 1995; Stell, 1996; Vilbar, 1979), la aparición de hemorragias subcutáneas afectará negativamente a su rehabilitación (Strickland y otros, 1991). Si el líquido es turbio debe sospecharse una infección, debe cultivarse y comenzar con un tratamiento antibiótico empírico que cubra los posibles microorganismos causantes de la bursitis. Nunca debe infiltrarse la articulación si se sospecha una infección.


6. Contraindicaciones de ciertos tratamientos

    Está demostrado que el uso de corticosteroides puede provocar infecciones, atrofias cutáneas y dolor (Weinstein y otros, 1984). También pueden estar relacionados con la ruptura del tendón del tríceps, lesión con la que la bibliografía relaciona al "codo del lanzador de dardos" (Clayton y Thirupathi, 1984; Stannard y Bucknell, 1993). Evidentemente, ya dije que los pacientes con espolones olecraneanos, que, en muchas ocasiones, son la misma inserción del tríceps braquial (Saini y Canoso, 1982), poseen cierta tendencia a esta lesión.


7. Caballos

    Además de por coces, caídas, transporte en la parte posterior de los camiones y herraduras de hierro que proyectan más allá del talón del casco, los traumatismos causados por acostarse en superficies duras con poca protección o los periodos prolongados en los que el animal permanece acostado son los mayores causantes de esta lesión en los equinos (Harold, 2000), su tratamiento es semejante al de la bursitis olecránica humana, lo que nos lleva a pensar en un cierto paralelismo entre estos y el "codo del estudiante".

    El olécranon del caballo es proporcionalmente más grande que el del ser humano. Además el caballo se apoya sobre su codo cada vez que se acuesta. Esto hace que la bursitis olecraneana sea más frecuente en los caballos. Dichas afirmaciones son apreciables en la figura 2.


Figura 2


8. Conclusiones

    La lesión del "codo del lanzador de dardos" se produce por la fricción continuada y repetida del olécranon con la bursa olecraneana.

    Se trata de una bursitis aséptica que se debe de tratar con frío, antiinflamatorios no esteroideos, infiltraciones de corticosteroides y reposo.

    No obstante, las posibles causas de bursitis olecránicas son muy numerosas, los casos concretos de "codo del lanzador de dardos" documentados se reducen a uno sólo, y su tratamiento varía en función de su origen. Debemos conocerlo para actuar en consecuencia.

    El mundo de la veterinaria tiene amplia experiencia en el tratamiento de bursitis olecraneanas en los caballos, producida por el roce continuo con una superficie dura, la misma causa microtraumática de una lesión parecida al "codo del lanzador de dardos": el "codo del estudiante". La actuación conjunta entre ambas ciencias puede provocar un extraordinario avance en las investigaciones.


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