Deporte, Nazismo y Mercado


Claudio M. Tamburrini (Arg.)

Departamento de Filosofía Práctica.
Universidad de Gotemburgo - Suecia
claudio.tamburrini@mailbox.swipnet.se

Conferencia realizada en la Universidad de Buenos Aires. Junio 1997.


Introducción.
La influencia del deporte sobre la sociedad no puede ser subestimada. Además de los cuantiosos recursos que insume, y de los aún más cuantiosos que produce, el deporte no sólo refleja los valores vigentes en una sociedad en un momento histórico determinado, sino que también forma diversas actitudes sociales y rasgos de carácter en quienes, ya sea activa o pasivamente, entran en contacto con él. Algunos de esos valores y actitudes son considerados positivos: autodisciplina, espíritu de sacrificio, trabajo de equipo, juego limpio. Otros son vistos como claramente negativos: obediencia ciega a la autoridad del equipo, un exagerado espíritu competitivo, la disposición a abatir, o incluso a dañar, al rival y la utilización de trampas y engaños, para obtener la victoria.

Tradicionalmente, los críticos del deporte han tendido a establecer una marcada distinción entre deporte masivo y deporte de élite, atribuyéndole -a mi criterio, ingenuamente- al primero todas las virtudes, y al segundo todos los vicios recién nombrados. Sin embargo, existe también una crítica reflexiva y articulada del fenómeno del deporte de élite. ¿En qué consiste esa crítica?.

Básicamente, los principales argumentos contra el deporte de élite son los siguientes:

(1) el deporte de élite contribuye a la exacerbación de sentimientos nacionalistas agresivos (se ha llegado incluso a decir que el deporte de élite refleja valores militaristas);

(2) el deporte de élite expresa valores nazistas, en particular por la admiración muchas veces incondicional de que gozan los "héroes" deportivos, cuya contracara natural -dice el argumento- es el desprecio al más débil;

(3) el deporte de élite, con su alto nivel de competitividad, promueve la deslealtad deportiva, cuya manifestación actual más grave es la utilización de substancias que mejoran la prestación deportiva del atleta (el llamado "dopaje").

La creciente profesionalización y comercialización del deporte de élite son frecuentemente señalados por estas voces críticas como los principales responsables de la contaminación del deporte -otrora crisol de virtudes sociales y de carácter- con valores negativos disociantes. Y, en honor a la verdad, debemos reconocer que hay algo de problemático en una actividad cuyo fenómeno más saliente es la elevación del atleta vencedor a la categoría de héroe nacional, para -acto seguido- ser erigido en figura de notoria trascendencia pública por una masa excitada y a veces incontrolable. En otras palabras, el deporte de élite profesional parece ofrecer una situación ideal para la reflexión filosófico-moral. Es por eso que el silencio de los filósofos en el área del deporte de élite es, para expresarse prudentemente, llamativo. En realidad, es difícil desestimar la sospecha de que, detrás de ese silencio, se esconde, o bien una actitud "snob" de desprecio a toda manifestación popular, o bien un prejuicio cartesiano y racionalista en detrimento de lo corpóreo, o ambos. Pero en vez de tratar vanamente de deslindar responsabilidades, pongamos manos a la obra para por lo menos comenzar a reparar esa falta.

Sigue


Lecturas: Educación Física y Deportes. Año 2, Nº 7. Buenos Aires. Octubre 1997
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