REBOTES DE IDENTIDAD.
EL BASQUET EN LA CULTURA URBANA DEL INTERIOR
Gastón Gil (Mar del Plata, Argentina)

Tercera parte.
Alentarás hasta el final: los cantos de las hinchadas en el básquet marplatense.

El estudio de los cantos de las hinchadas permite un acceso a los mecanismos simbólicos que los fanáticos del básquet despliegan para afirmar su identidad y definir con claridad la alteridad. Los hinchas privilegian, de manera principal en los cantos, ciertos aspectos en sus formas de expresarse para construir enunciativamente su propia imagen y la del rival. De esta manera, es posible identificar una serie de mecanismos lingüísticos que les permiten a los hinchas intentar imponer una relación complementaria con el rival, es decir, una superioridad que nunca será aceptada por el contrincante. Pero para lograrlo necesitan imponer con fuerza un despliegue corporal que demuestre el predominio de un sector sobre otro: el énfasis en ciertas partes de la canción, el tono con que se canta, la densidad con que se pueblan las tribunas, los movimientos con los brazos, los saltos y las miradas.

A través de los cantos también es posible leer los valores que para los hinchas adquieren mayor importancia en el plano simbólico, a través de los temas que priorizan en las letras: la autoafirmación del machismo, "el aguante", la confianza en un futuro venturoso, la promesa de fidelidad eterna y la muerte. Estos temas se articulan con una amplia gamas de motivos que constituyen el núcleo de lo que a un hincha le interesa contar.


"KILOMBERA: Esta barra. Y la otra. Y aquella. Y la de más
allá. Y la de nosotros. Y la de ellos. Todas, bah. //
Agrupación partidaria que no te deja de alentar..., siempre
que ganemos".
Fontanarrosa y Sanz, op. cit.


Los tradicionales enfoques teóricos de las actividades deportivas que se constituyeron en espectáculos públicos tienden a centralizar el análisis en una pérdida de la esencia del juego debido al sometimiento a la voluntad de los espectadores de llevar el desarrollo lúdico hacia sus propios intereses. Se concibe de esta manera como un hecho perjudicial para el juego mismo esta transformación en un dispositivo ritual extendido.

Podemos referirnos a tres casos bastante ilustrativos que están explicados por Norbert Elias y Eric Dunning (1992), tres ejemplos de líneas teóricas diferentes pero que en definitiva desprecian el desarrollo que han cobrado los deportes masivos. Huizinga, que trabaja desde en punto de vista histórico-filosófico, habla de un giro hacia la superseriedad de la actividad entre los espectadores y los jugadores, que "empujan cada vez más al deporte fuera del ámbito del juego propiamente dicho, hasta que éste se convierte en algo sui géneris, ni lúdico ni formal. En la vida social moderna, el deporte ocupa un lugar paralelo e independiente del proceso cultural (...) se ha vuelto profano, impío en todos los sentidos, y sin relación orgánica con la estructura de la sociedad, mucho menos cuando está prescrito por el gobierno (...) Por muy importante que sea para los jugadores o espectadores, no deja de ser tierra fértil" (Huizinga, 1949: 223). El análisis de Huizinga reconoce de todas maneras la existencia de un espacio diferente dentro de los espectáculos deportivos: lo que llamamos liminal en este dispositivo ritual extendido.

Para Stone, quien trabaja desde el interaccionismo simbólico, la exhibición a los espectadores destruye las características lúdicas del deporte. Ya no es juego, es un espectáculo en donde los intereses de los espectadores predominan por sobre todo. Esto conllevaría a una pérdida de la incertidumbre, la espontaneidad y la capacidad de innovación lúdica para ser un ritual predecible (Elias & Dunning, 1992). Observamos una vez más la renuencia a considerar al espectáculo deportivo como un ritual por su carácter impredecible en el resultado.

Desde el marxismo, Rigauer ve al deporte como una búsqueda insaciable de éxitos a toda costa (ídem). Nota una carácter enajenante y deshumanizador. Los deportistas serían, en consecuencia, objetos de una producción en cadena en la que intervienen directivos, médicos, entrenadores. Los planes tácticos serían nuevas formas de división del trabajo. Esto lo ve en el predominio de los dirigentes en las tomas de decisiones. Son argumentos similares a los que en Argentina ha expuesto Sebreli (1981), pese a que considera al básquet como un deporte "elegante".

Para clarificar esta discusión, podemos referirnos a la línea seguida por Norbert Elias y Eric Dunning, quienes optan por notar diversos grados de polaridades en el ritual deportivo. Así, las tensiones pueden apuntar al debilitamiento de las características lúdicas de la actividad deportiva, pero no la eliminan del todo porque la competitividad y la espectacularización no transforman la naturaleza lúdica del deporte, sea cual fuere. Lo que sucede es que:

"desde el punto de vista figuracional, no se trata simplemente de la presencia o ausencia de espectadores o, cuando estos están presentes, de la interacción entre ellos y los jugadores sino, lo que es más importante, de los patrones de interdependencia entre los grupos que participan. Así, la presencia de espectadores en un acontecimiento deportivo puede inducir a los jugadores a exhibirse pero no obligarlos a que lo hagan. El elemento lúdico, en cualquier deporte, puede tender más a verse seriamente amenazado cuando los jugadores dependan de los espectadores -o de agentes externos tales como grupos con intereses comerciales y el estado- para obtener beneficios económicos y de otro tipo. En tales condiciones, sea el deporte abiertamente profesional o nominalmente de afición, las presiones encaminadas a permitir que los intereses de los espectadores asuman un papel importante, a hacer que el juego se convierta en espectáculo, pueden ser apremiantes" (Elias & Dunning, 1991: 256).
Si bien se destaca la tendencia a eliminar el aspecto lúdico por la ritualización extendida no es un proceso homogéneo y sin contradicciones.




Lecturas: Educación Física y Deportes. Año 2, Nº 7. Buenos Aires. Octubre 1997
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