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Los entrenadores, ¿transmiten
conocimientos o sobreviven?

   
Licenciado en Educación Física (Valencia, 1992)
Master en Alto Rendimiento Deportivo COE, 1997
Entrenador Nacional de Baloncesto, Telde 1992
Doctorando en el Programa de Alto Rendimiento de la
Facultad CC Actividad Física y el Deporte de Toledo (España)
Entrenador de CBF Akra Leuka de Alicante (Liga Femenina-2)
 
 
Gonzalo Romero García
gromerog@arrakis.es
(España)
 

 

 

 

 
    La transmisión de conocimientos por parte del entrenador se ve condicionada por la respuesta de los jugadores, presiones sociales vinculadas a otorgar mayor importancia al resultado que a los procesos de aprendizaje y al grado de coherencia del propio entrenador a la hora de comprometerse con sus propias ideas. En el presente artículo, se analizan las características más sobresalientes del entrenador que sobrevive y se describen las líneas maestras de un modelo de entrenamiento ecológico basado en la creación de unas condiciones de aprendizaje que permitan la transmisión/adquisición de conocimientos desde una perspectiva bidireccional.

Ponencia en las Jornadas de baloncesto de formación, con motivo del 25 aniversario del
Torneo de Baloncesto Junior de L´Hospitalet, enero 2004

 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 69 - Febrero de 2004

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Introducción

    La práctica deportiva atrae a una buena parte de los jóvenes de este país. Los educadores la ven un importante instrumento para la autorrealización debido a los valores que requiere en la consecución de logros y, en general, como elemento socializador e integrador. Además, los gobernantes favorecen dicha práctica dotando a las diferentes federaciones deportivas de aportaciones económicas, apoyan eventos deportivos y subvencionan a los clubes deportivos a fin de prolongar la vida deportiva de los jóvenes y contribuir a mejorar la calidad de vida. Como consecuencia, los mencionados clubes se llenan de niños y niñas con el objeto de disfrutar del deporte del que son acérrimos seguidores y los padres se aseguran la integración de sus hijos e hijas en un entorno sano en el cual se formarán en valores tales como la solidaridad, el sacrificio, la cooperación y el sentido de superación, entre otros.

    Los encargados de esta labor tan desafiante son los entrenadores. Los motivos por los cuales una persona se convierte en entrenador en la actualidad no terminan de esclarecerse del todo. En la antigüedad, el fin era el de ayudar a sobrevivir, formar para la vida y proporcionar poder. Con el tiempo, se sumó a estos propósitos el pecuniario. Lo cierto es que, en nuestros días, la afición al deporte del cual se es seguidor, la falta de habilidad suficiente para practicarlo al nivel deseado o, incluso, el azar aportan otras vías a partir de las cuales analizar este hecho.

    El baloncesto es -aunque algunos gobernantes no lo reconozcan- un deporte de masas. A él, como en el caso de otros deportes, acceden niños y niñas en un buen porcentaje de casos por propia iniciativa. La educación recibida, la impronta de los padres o el entorno orientan la práctica de estos niños y niñas y su posterior evolución. Una gran parte de esa responsabilidad es asumida por el entrenador sin que, en ocasiones, tenga claros qué objetivos cumplir.

    El objetivo de esta exposición es triple:

  • Proporcionar una visión imparcial del tema explicando el contexto en el que un entrenador ha de realizar su tarea

  • Reflexionar en voz alta y mediante ejemplos prácticos en busca de respuestas que nos permitan aclarar las posiciones relativas a qué es formar y qué sobrevivir y así valorar si nuestra tendencia es en un sentido o en otro.

  • Exponer las líneas generales de lo que se podría denominar una perspectiva ecológica del entrenamiento.


El estado de las cosas

    El ser humano, en tanto que ser vivo, evoluciona gracias a su relación con el entorno. El propio entorno se ve afectado a su vez por la respuesta que da el ser humano a sus estímulos. De esa manera, a través de cogniciones unidas a emociones dicho ser humano establece valores, creencias y motivaciones.

    Un entrenador llega a un colegio o club deportivo con un conjunto de esas motivaciones, creencias y valores específicos que representan el grado de experiencia previa que ha ido acumulando con el paso del tiempo (cf. Ideas sobre el baloncesto, metodología, recursos tácticos, etc.), con el fin de cumplir con sus expectativas. Frente a dichas expectativas se encuentran las que atañen también al entorno más próximo, esto es, aquéllas que provienen de las directrices del club y las que están relacionadas con los intereses de los propios jugadores.

    Los clubes deportivos y colegios que tratan la formación a través del baloncesto con seriedad, tienen idearios que se concretan en lo que denominamos la filosofía del club, que representa los objetivos generales que todo equipo debe cumplir. Normalmente, estos objetivos expresan aspectos relativos a la enseñanza de valores (puntualidad, esfuerzo, cooperación, respeto, amor por el club…). De forma más específica, el secretario técnico organiza una serie de objetivos agrupados por edades, niveles o colectivos de exigencia que se reflejarán en las planificaciones que confeccionarán los entrenadores con la ayuda de sus asistentes. Las planificaciones se llevarán a cabo de manera que, evaluando el proceso de enseñanza-aprendizaje, sea posible añadir más objetivos o postergar otros, en función del nivel adquirido. Finalmente, las planificaciones tendrán una forma de concreción más precisa mediante las programaciones y la confección de las sesiones donde se seleccionan los contenidos más adecuados para el cumplimiento de los objetivos específicos.

    Puede ocurrir, no obstante, que el club no tenga ningún ideario o que la única filosofía sea la de primar resultados, títulos y honores; que tampoco tenga objetivos generales y que cada equipo trabaje de manera autónoma los objetivos específicos que, además, son los que el entrenador, a través del uso del libre albedrío, fija. Aparte, como la experiencia aconseja que para mantener el puesto se puede salvar cualquier obstáculo, evitamos la evaluación del proceso, ciñéndonos a los resultados (léase victorias) y parcheando las sesiones de entrenamiento con tareas repetitivas que tienen como fin que no se vuelva a repetir el fallo o fallos para lo cual dicha tarea fue pensada (este hecho destapa la falta de perspectiva y, por tanto, de formación, del entrenador que no previó como objetivo aquel que provoca la modificación continua de los contenidos de entrenamiento). Como consecuencia, el jugador pasa a representar el papel de pieza en el engranaje de la maquinaria del entrenador, máquina diseñada para cumplir con los propósitos del entrenador y colmarlo de honores.

    No cabe duda de que los jugadores constituyen el elemento que debemos de ayudar a formar y que, no lo olvidemos, determinará en buena medida el rumbo hacia el cual se dirige no sólo un colectivo sino también el mismo entrenador. Pueden tener niveles parejos o ser bien diferentes; pueden reconocer o no un nivel determinado de juego y su capacidad para desarrollarlo; estar acostumbrados a entrenar poco o a entrenar mucho; estar habituados a las exigencias del club o provenir de clubes sin exigencia alguna; pueden reconocer en el entrenador a una persona exigente que demanda actitud para mejorar o, por el contrario, al dictador feroz que persigue sin escrúpulos al más débil para avergonzarlo. Pero son, finalmente, una parte del universo de personas con las que tenemos que convivir a fin de dar sentido a nuestra vocación.


Características del comportamiento del superviviente


La homogeneización

    Una tendencia que tienen muchos entrenadores en la actualidad es la de no querer identificar diferencias en el ritmo de aprendizaje entre jugadores. Como consecuencia, se organizan tareas que representan un estímulo para una parte del grupo, desmotivación para otra parte e imposibilidad de enfrentarse a los problemas que presenta para un más o menos numeroso conjunto de jugadores.

    Al margen de obviar y respetar los procesos evolutivos de aprendizaje, se estima que dichas tareas representan una motivación para el que las practica aunque no esté capacitado para ello. Además, en algunos momentos dichas tareas son planteadas como inadecuado instrumento de evaluación de objetivos alcanzados provocando comentarios típicos como el de: "pasa con dificultad", "no sabe pasar" o "tiene problemas en el manejo de balón; "no es capaz de proteger la pelota" que, aparte de ser inadecuados, pueden no ceñirse a la verdadera problemática del joven deportista.

    Esta forma de actuar por parte del entrenador cercena la progresión del jugador y lo encasilla como jugador para tareas específicas dado que las posibilidades de participar en la competición pasan por aceptar ese rol de especialista. Este tipo de jugadores, además, suele acostumbrarse a su situación ya que lo acercan al núcleo de poder correspondiente a los jugadores con mayor participación.

    El pedagogo Juan Delval opina que "una persona capaz de pensar, de tomar decisiones, de buscar la información relevante que necesita, de relacionarse positivamente con los demás y cooperar con ellos, es mucho más polivalente y tiene más posibilidades de adaptación que el que sólo posee una formación específica".


El último eslabón

    Se observa, con no pocas dosis de vanidad, la idea errónea de considerar el paso de un grupo de jugadores por nuestras manos como el referente absoluto en la historia de sus vidas. Asumimos el reto e iniciamos una cruzada en nombre de la mejora definitiva, el salto de calidad. En el camino, quedan las víctimas agobiadas o desencantadas. Y, al final de la temporada, contemplamos con beneplácito lo que para nosotros es una gran creación. Hemos modelado a nuestra imagen y semejanza a uno o varios jugadores que, la próxima temporada, demostrarán lo mucho que han mejorado… o no.

    Por el contrario, los jugadores desencantados encuentran motivaciones razonadas para seguir intentándolo y se convierten en jugadores más completos con otro entrenador.


¿Y dices planificar?

    Como se ha comentado más arriba, dar una importancia desmedida a los resultados pasando por alto la evaluación del proceso representa, sin duda, un retraso para el desarrollo de las capacidades de cualquier deportista. La determinación del entrenador de pasar por alto la planificación estudiada de los objetivos a medio y largo plazo para dar una mayor importancia a la resolución de problemas generados en el entorno competitivo no sólo muestra una falta de perspectiva en la secuenciación de contenidos previstos sino también una ausencia de respeto hacia los jugadores, incluso cuando estos no lo perciban.


Estilos de liderazgo

    El famoso economista John Keneth Galbraith distingue entre tres tipos de gobierno: el coercitivo, que tratan de resolver los conflictos y cambiar situaciones mediante el castigo y las sanciones; de compensación, que establecen un régimen de recompensas para conseguir sus fines; de educación, que estimulan al uso del pensamiento.

    El buen entrenador debe establecer un gobierno de los recursos hacia la educación con el fin de estimular la autonomía y el pensamiento y equilibrar toda conducta negativa con el arma de la argumentación.

    El humanista Bertrand Rusell describía la mejor de las razones sustentada sobre la base de una buena argumentación, capaz de persuadir sin utilizar la fuerza y basada en la experiencia y la inducción, evitando la intuición.

    Mediante la fuerza de los argumentos (los reales, en los que cuya validez uno siempre cree) el colectivo responde y no es necesario la disuasión en forma de castigo para acallar a los impertinentes.


Máquina contra persona: el enigma de las comunidades bien avenidas

    En ocasiones, la búsqueda de la máxima eficacia en la gestión de recursos humanos de un colectivo por parte del entrenador lleva a evaluar a sus jugadores en términos de rendimiento (estadísticos en función del tiempo de participación en competición). Este hecho lleva a la cosificación del jugador alejándolo de su cualidad de ser humano. Se convierte, entonces, en una máquina que es valorada por su capacidad de producción, una máquina controlada por los designios del maestro que actúa como factotum, privándole de creatividad y espacio para evolucionar.

    Al contrario, el jugador tratado como ser humano dentro de un colectivo tendrá mayores posibilidades para relacionarse con libertad en su entorno, favoreciendo la autorregulación y el fortalecimiento de las relaciones entre sus miembros dentro de un entorno de confianza.

    Ariel de Geus, un antiguo alto ejecutivo de la multinacional Shell, elaboró un estudio junto con sus colaboradores en el que evalúa alrededor de una treintena de empresas con una antigüedad de más de un siglo y que han sobrevivido a pesar de los cambios en el mundo manteniendo su identidad. Básicamente, distingue dos características que las diferencia de otras empresas y son:

  • Comunidad con una identidad colectiva fiel a unos valores comunes en la que sus miembros saben que serán apoyados para alcanzar sus propios objetivos.

  • Manifiesta capacidad para aprender y adaptarse a entornos cambiantes, siendo tolerantes y aceptando nuevas ideas

    La autoridad de un entrenador no se manifiesta a partir de conductas de afirmación y mediante un comportamiento autoritario sino demostrando sus conocimientos a través del desarrollo del potencial de cada jugador en un ambiente de confianza.


La importancia del resultado

    Es el eterno condicionante. Utilizamos el resultado con la excusa de la presión que ejerce el Secretario Técnico en cuanto a la urgencia por ganar. Lo utilizamos para valorar el rendimiento de un jugador olvidando su nivel inicial y su progresión y también como pretexto para ordenar los pensamientos de cara a poder plantear los entrenamientos de la semana. Además, utilizamos el resultado como reclamo para exhortar a nuestros jugadores en busca de autoestima escondiendo nuestras verdaderas intenciones: evitar la frustración que produce la derrota y medrar en caso de que el resultado sea favorable.

    Es duro aceptar que los momentos de gloria de un jugador de gran nivel se los lleve el entrenador de elite que en ese momento ejerza las funciones en el equipo donde triunfa. No nos parece suficiente acordarnos tan sólo de que fuimos parte de su proceso, de esa evolución y participamos en ella.


Navegar en el mar de la incoherencia

    El entrenador que confíe en el resultado como modus vivendi no tendrá problemas de subirse al barco con el que navegar por el mar de la incoherencia. Las aguas se moverán con vientos menos suaves para aquel al que, aun a pesar de respetar la formación del grupo estructurando objetivos y contenidos de forma precisa, los resultados (victorias) no lleguen. En ese momento, es cuando se decide valorar los riesgos y mantenerse en una posición difícil pero gratificante (quizás no a corto plazo, bien es verdad) o claudicar.


El enseñante enseñado

    Se ha mencionado anteriormente la estrecha relación entre el ser humano y su entorno a través del cual se enriquece (autoorganiza) y evoluciona. Este hecho ocurre en el ámbito de una comunidad integrada por un grupo de jugadores y el cuerpo técnico. En ella, se da por descontado que los deportistas adquirieren que desencadenan un bucle de retroalimentación, favoreciendo el conocimiento. Sin embargo, todavía existen entrenadores cuya presunción les impide reconocer que parte de sus experiencias se nutren de los conocimientos adquiridos de sus jugadores y de la información que reciben y no pueden asimilar de forma apropiada.

    El lema utilizado por los pedagogos de la LOGSE y que se refería a "aprender a aprender" también puede ser aplicado a este perfil de entrenadores que se presenta dispuesto a enseñar y falto de recursos para aprender.


Hacia una perspectiva ecológica del entrenamiento

    Después de explicado el segundo apartado, nos deben surgir varios interrogantes:

¿Cumplo las condiciones para ser calificado entrenador superviviente? ¿Me alejo en todas y cada una de las situaciones explicadas? ¿Establezco un entorno de confianza en el que se den los requisitos indispensables para el aprendizaje y la asimilación de conocimientos? ¿Transmito, en realidad, conocimientos? ¿Mejoran mis jugadores gracias a mí o a pesar de ello? ¿Valoro de forma adecuada dicha mejoría?

    A continuación, paso a enumerar y describir las características de lo que debería ser un modelo de entrenamiento desde una perspectiva ecológica. A grandes rasgos, el citado modelo habrá de concebirse teniendo presente tres aspectos:

  1. Crear unas condiciones de trabajo que permitan el desarrollo de los jugadores en un clima de confianza y respeto

  2. Entender la evolución del jugador desde un enfoque pluridisciplinar y mestizo en el sentido de que son varios los "elementos desestabilizadores" desde los cuales se va produciendo la mencionada evolución

  3. Comprender que la pieza clave para el desarrollo del jugador es el propio jugador el cual se nutre de un entorno constantemente cambiante y complejo y va auto-organizándose a partir de numerosas adaptaciones que se suceden en el tiempo.

    A partir de estos prerrequisitos, las características del modelo se concretan en:


Humanizar

    Uno de nuestros desafíos como entrenadores es el de favorecer un clima de interacciones que refuerce el aprendizaje. Estas condiciones sólo son posibles desde el punto de vista de una relación de respeto, confianza e igualdad. El respeto implica que independientemente del nivel de cada jugador existe un patrón de relación a partir del cual todas las personas que componen el grupo son tratadas de la misma manera. Además, todos los miembros del colectivo tienen el respaldo del resto para conseguir objetivos propios y participar en la consecución de proyectos comunes.


Formación en valores

    En un colectivo en el que se han reforzado conductas que favorezcan la cooperación, empatía, igualdad, espíritu de sacrificio, la ambición y/o la perseverancia es mucho más sencilla la consecución de objetivos específicos del juego. Por el contrario, si se llevan a cabo tareas propias del entrenamiento sin remarcar dichos aspectos, los logros conseguidos serán mucho más limitados.


Respeto por las diferencias inter-sujetos

    Las posibilidades de un individuo para aprender son infinitas. El ser humano extiende su periplo como educando desde su nacimiento hasta su muerte. No obstante, dos personas no manifiestan la capacidad de adaptación a su entorno de la misma manera puesto que la interpretación de la información que reciben (cogniciones) va a generar procesos con resultados distintos o similares pero con tiempos de latencia variables.

    La no aceptación de esta realidad (el tender a la homogeneización) puede suponer una mayor dilación en la consecución de las capacidades propias para jugar al baloncesto. Es obligación del entrenador aceptar dichas diferencias en el ritmo de aprendizaje y contribuir a la evolución de grupos con niveles diversos mediante la división del entrenamiento en situaciones de desarrollo personal y situaciones de desarrollo colectivo así como mediante la utilización de los estilos de enseñanza apropiados tales como el inclusivo, los planes individualizados de trabajo o el descubrimiento guiado.


Motivación y volición

    Mucho se nos habla tanto en los manuales de psicología deportiva, de las organizaciones o en los cursos de formación de técnicos deportivos acerca de la importancia de la motivación. En este sentido, nuestro esfuerzo como entrenadores se debería centrar en dotar de mayor significado a las tareas programadas en el entrenamiento y en premiar los aciertos que supongan una evolución en el aprendizaje individual y colectivo. A su vez, el efecto del fallo ha de ser minimizado y, en caso de corregirlo, es aconsejable evitar redundar en él con frases tales como "no pases con un defensor en línea de pase", etc. La utilización de preguntas que lleven a corregir dichos fallos o que, al menos, pongan en antecedentes con vistas al subsanamiento del mismo son recursos empleados con bastante éxito.

    En cualquier caso, todos nuestros esfuerzos resultarán baldíos sin la ayuda de los jugadores. Ives (2003) sugiere que, independientemente del tipo de entrenamiento realizado, el esfuerzo mental, la intención y la atención de los jugadores en las sesiones de práctica determina el éxito o el fracaso en la asimilación de los objetivos previstos.


Planificar y programar objetivos

    Entrenar no significa dirigir a unos jugadores en la ejecución de una secuencia de ejercicios. Entrenar significa orientar a cada jugador de forma adecuada hacia la consecución de un conjunto de objetivos de corte tanto individual como colectivo. Ese conjunto de objetivos está secuenciado a lo largo de la temporada y puede ser modificable con arreglo a evaluaciones periódicas. De una forma más concreta, se programan las sesiones de entrenamiento a lo largo de pequeños ciclos de una a tres semanas (mediante micro y mesociclos) donde se prevé de forma más exhaustiva qué objetivos se pretende desarrollar y qué contenidos son los más apropiados.

    Es importante hacer constar que la variación de los contenidos de entrenamiento y el alargamiento o acortamiento del tiempo destinado a un objetivo dependerá del tiempo de adquisición de conductas que determinen la consecución del objetivo al que hacemos referencia. De ningún modo, se deberá modificar con arreglo a criterios relativos al resultado de la competición.

    La coherencia en nuestras acciones empieza mucho antes de ejecutarlas.

    Como comenta Capra:

Tener una visión de futuro es crucial para el éxito de cualquier organización, puesto que todos los seres humanos necesitan sentir que sus acciones tienen sentido y están orientadas hacia objetivos específicos. En cualquier nivel de la organización la gente necesita tener una idea clara de hacia dónde va.


Conclusiones

    La transmisión de conocimientos implica un proceso de enseñanza con continuas retroalimentaciones que dan lugar a un aprendizaje del que enseña. El conocimiento se adquiere de forma consciente y poco tiene que ver con la ejecución de una amalgama de movimientos a los que llamamos ejercicios. Las situaciones o tareas de entrenamiento son interacciones específicas llevadas a cabo por uno o varios jugadores (seres vivos) que interpretan a través de sus cogniciones un entorno en condiciones cambiantes. La adaptación a la complejidad de dicho entorno posibilita el desarrollo en el aprendizaje.

    Las tareas de entrenamiento (contenidos de entrenamiento) son programadas con arreglo a la consecución de objetivos previamente fijados y secuenciados en función del tiempo.

    Un clima de trabajo que favorezca la transmisión/adquisición de conocimientos permite el cumplimiento de gran parte de los objetivos previstos si la planificación de los mismos ha sido llevada a cabo con coherencia.

    La coherencia también es necesaria para no dejarse llevar por los malos resultados y para ser fieles a una filosofía que respeta el entorno del jugador.

    El esfuerzo de los jugadores en la adquisición de conocimientos es clave. Para ello, aspectos como el esfuerzo mental, la intención y la atención se revelan como claves.


Bibliografía citada o consultada

  • Capra F.: Las conexiones ocultas. Ed. Anagrama. 2003

  • De Geus, A.: The living company. Harvard Business School. 1997

  • Ives, J.: Functional Strength… JSCR. Enero,2003

  • Masterpasqua, F.; Perna P.: The psychological meaning of chaos. APA. 1998

  • Russell, B.: Elogio de la ociosidad. Ed. Edhasa 2001

  • Savater, F.: El valor de educar. Ed. Ariel.1993

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revista digital · Año 10 · N° 69 | Buenos Aires, Febrero 2004  
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