¿Capacidad de trabajo o capacidad biológica de rendimiento físico? Reflexiones, análisis y propuestas |
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Jefe de la Disciplina de Ciencias Biológicas del Departamento de Ciencias Aplicadas Facultad de Cultura Física de la Universidad de Matanzas |
Dr. Arcelio E. Fernández arcelio.fernandez@umcc.cu (Cuba) |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 68 - Enero de 2004 |
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Introducción
Desde hace algún tiempo nos viene preocupando el empleo del término de capacidad física de trabajo, para designar las posibilidades funcionales del deportista o del que practica sistemáticamente algún tipo de actividad física.
La capacidad física de trabajo suele determinarse sometiendo al individuo a una carga física, ya sea en cicloergómetro, estera rodante y / o prueba de campo (Montecinos et al., 1980, 1981; Estruch, 1984; Bruyn, 1984; Karpman, 1989; Boreham, 1990; Susan et al., 1995; Magariso et al., 1998; AL-HAZZA et al., 2001). De ahí que, Dragan (1971) la define como la posibilidad de la ejecución de un trabajo mecánico lo más intenso posible y de larga duración con un desgaste biológico muy reducido.
El someter al individuo a la carga física, cumple el objetivo de medir la respuesta biológica ante el esfuerzo, ya sea mediante la determinación de la potencia erogada (para lo cual se hace necesario la toma de la frecuencia cardíaca) u otros indicadores biológicos como el VO2 máx. (Baldari y Guidetti, 2001; Demarie et al., 2000; Green et al., 2002; Kemi et al, 2003).
Es decir, el concepto de capacidad física de trabajo, involucra un fondo biológico que no queda reflejado en su denominación. Por tal motivo, en este artículo se pretende, mediante la reflexión y el análisis (sobre la base de resultados experimentales), proponer el uso de otra terminología que ponga de relieve, tanto el componente físico, como biológico que encierra el término de capacidad física de trabajo.
DesarrolloEs indudable que el término de capacidad de trabajo, desde hace bastante tiempo, está ampliamente difundido en la literatura científica (Dragan, 1971; Lácinék y Rehor, 1975; Karpman, 1989; Mishchenko y Monogarov, 1995; Platonov y Bulatova, 1998).
Dentro del deporte y la práctica de actividades físicas, el término se emplea para referirse a la capacidad que tiene el organismo ante la realización de un trabajo físico (capacidad de trabajo físico), valorado por el trabajo o la potencia erogada, ya sea en cicloergómetro, estera rodante o mediante una prueba de campo, como el STEP TEST (Estruch, 1984; Montecinos et al.,1980, 1981; Chappi et al., 1984; Hortabágyi et al, 1986; Larry et al., 1986; Cucullo et al., 1987; Boreham, 1990; Susan et al., 1995; Magariso et al., 1998; AL-HAZZA et al., 2001).
Este trabajo físico dentro del deporte es bastante variable, va desde un simple movimiento o gesto deportivo hasta la realización de actividades tan intensa como la carrera de velocidad, o tan extensas como la carrera de maratón, el ciclismo de carretera o el remo, sólo por citar algunos.
Resulta fácil comprender que en las actividades antes citadas, o en otras, las acciones deportivas tienen un fondo biológico. Es por tanto, la toma de parámetros, indicadores o variables biológicas las que se determinan para valorar, cuantificar o estimar la capacidad o potencia de trabajo. Tal es así que, es una opinión generalizada considerar que las pruebas de capacidad de trabajo están dirigidas a valorar las posibilidades funcionales del organismo, en particular la respuesta cardiorrespiratoria al ejercicio (Dragan et al., 1971; Montecinos, 1981; Chappi et al., 1984; Loy y Conley, 1994; Jacobsen et al., 1998; Rodríguez, 2000; Baldari y Guidetti, 2001; Demarie et al., 2000, 2001; Green et al., 2002; Kemi et al, 2003).
Hay que tener en cuenta además que, numerosas pruebas de valoración de la capacidad de trabajo, según el protocolo empleado, están orientadas a valorar la capacidad de trabajo aeróbico y / o anaeróbico (Yoriko et al., 1978; De Bruyn y Sturbois, 1984; Duncan et al., 1995; Ward et al., 1998; James et al., 1999; Demarie et al., 2000; AL-HAZZA, 2001; Green et al., 2002).
Por tal motivo, a nuestro juicio, consideramos y proponemos, que el término de capacidad biológica de rendimiento físico, podría ser más adecuado que el de capacidad de trabajo físico, por cuanto en la expresión del primero se refleja ambos aspectos que se encierran dentro de la denominación de capacidad de trabajo físico, es decir, el aspecto tanto físico de la acción o ejecución del ejercicio, como el fondo biológico, sobre el cual se sustenta la propia acción o ejecución. Bien es sabido además, que en las ejecuciones físicas - deportivas, tienen participación, tanto estructuras locomotoras, como vegetativas, las que no se reflejan explícitamente cuando utilizamos el término de capacidad física de trabajo. Tal situación la resuelve también el término de capacidad biológica de rendimiento físico.
Aunque en los últimos tiempos, se reconoce que los sistemas de cargas de entrenamiento, dependientes o interdependientes, tienen una incidencia eminentemente biológica en el deportista, por cuanto provocan adaptaciones morfológicas, fisiológicas y bioquímicas (Ranzola 2000), en este análisis no se trata de biologizar el proceso de entrenamiento deportivo, sino de reflejar tanto el componente físico, como biológico que encierra el concepto de capacidad física de trabajo. Esto es, lograr desde el aparato conceptual, la relación entre lo metodológico y lo biológico del proceso de entrenamiento.
Con relación a los términos de capacidad de trabajo aeróbica - anaeróbica, la situación se torna algo diferente, es decir, los términos expresan el aspecto biológico involucrado en ellos (aeróbico - anaeróbico); pero sin embargo, no reflejan el componente físico, hacia el cual dentro del deporte y la práctica de actividades físicas están orientadas dichas capacidades. Aún más, estos indicadores son considerados para seleccionar la intensidad del ejercicio y al mismo tiempo, la práctica de ejercicios físico los modifica (Adeniran, 1988; Heyward, 1996; Jacobsen et al., 1998; James et al., 1999; AL-HAZZA et al., 2001; Issurin, et al., 2001; Demarie et al., 2001; Baldari y Guidetti, 2001; Yano et al., 2001; Perrey et al., 2002).
O sea, las determinaciones de los potenciales aeróbico - anaeróbico tienen como objetivo valorar las posibilidades funcionales del organismo para la ejecución de la carga física (Platonov y Bulatova, 1998; Wilmore y Costill, 1999; Navarro, 2001), por tanto, hay que someter al individuo a un trabajo físico (Jacobsen et al., 1998; Rodríguez, 2000; Yano et al., 2001; Baldari et al., 2001; Demarie et al., 2001; Issurin et al., 2001; Mayhew et al., 2001; Green et al., 2002; Perrey et al., 2002; Kemi et al., 2003). Es por ello, que podría ser adecuado entonces el empleo de los términos: capacidad biológica de rendimiento físico aeróbico o anaeróbico.
Si lo anterior se comprendió, entonces la capacidad biológica de rendimiento físico podría clasificarse, en sentido general, en aeróbica y anaeróbica. Considerándose en esta última sus componentes clásicos alactácido - lactácido (Duncan et al., 1995; Metral, 2001; Mazzeo, 2001).
¿Cómo denominar entonces la capacidad biológica de rendimiento físico, cuando los procesos aeróbicos - anaeróbicos se valoran en el tiempo? En tal situación, tendríamos que hablar en vez de capacidad, de potencia biológica de rendimiento físico aeróbico - anaeróbico, según se trate.
Comprender lo antes expresado, puede conducir a entender que, utilizar el término de capacidad biológica de rendimiento físico, resulta necesario frente a la amplia y variable utilización que tiene el término de capacidad de trabajo. Éste se emplea también cuando se valora la capacidad de trabajo intelectual (Ferreiro, 1987).
Si volvemos a reflexionar, entonces podría ser fácil aceptar que, la capacidad biológica de rendimiento físico y la potencia biológica de rendimiento físico valoran el potencial biológico de rendimiento físico, es decir, el potencial de las funciones biológicas para enfrentar una tarea física y / o deportiva. Así lo demuestran los resultados científicos (MacDougall et al., 1999; Tssurin, 2001; Carisafulli, 2002).
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digital · Año 10 · N° 68 | Buenos Aires, Enero 2004 |