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Moda deportiva a la uruguaya:
una moda que no incomoda

   
Lic. en Sociología con especialización
en Sociología del Deporte
 
 
Rafael Bordabehere
ururafa@adinet.com.uy
(Uruguay)
 

 

 

 

 
Resumen
    Es evidente que la creciente ola globalizadora también atrapa en sus corrientes de cambio a otros ámbitos menos destacados de la vida social. La moda deportiva es uno de esos espacios y Uruguay no está exento de la mojadura dado que es una economía totalmente dependiente de las importaciones.
    Sin embargo, algo de particular debe tener nuestra manera "deportista" de vestir. Y ese algo puede estar inmerso en la personalidad intrínseca de nuestra sociedad.
    Antes de iniciar la redacción de este texto traté de revisar la literatura sociológica uruguaya al respecto pero es casi inexistente y, la poca que hay, hace hincapié en otros temas diferentes a lo estrictamente deportivo.
    No obstante ello y gracias al aporte de material de algunos clubes deportivos, entrevistas y observaciones podemos sacar algunas conclusiones comparativas.
    Palabras clave: Uruguay. Moda. Deporte.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 9 - N° 64 - Septiembre de 2003

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En los comienzos todos lucíamos iguales


Partido de bochas entre dos equipos del Río de la Plata, Año 1930

    El nacimiento de nuestras instituciones deportivas fue concomitante con el despertar del siglo XX, época en la cual la sociedad uruguaya era más homogénea (o por lo menos no tan diversificada) desde el punto de vista de los patrones culturales.

    Parafraseando a Thomas Luckmann podemos argumentar que por ese entonces la moral era básicamente una y, fundamentalmente, regida por preceptos religiosos de corriente apostólica romana. Recordemos, también, que esos preceptos religiosos eran contrarios a las prácticas deportivas y que solo las aceptaron en la medida en que constituyó un plan común con los poderes de la época para disciplinar a la sociedad anterior a José Pedro Varela (nuestro reformador de la educación). Fue el industrialismo, con su necesidad de brazos y cuerpos saludables, el que abrió el camino de la cultura física.

    La ropa deportiva, entre principios de siglo y finales de los setenta, era muy uniforme, nada identificatoria del deporte y muy pulcra. El color predominante era el blanco y los diseños todos muy parecidos. Y, por sobre todas las cosas, era ropa completamente masculinizada; no se pudo observar diseños específicos para deportistas mujeres porque, si las hubo, no se encontraron registros. Inclusive se observaron tiras cómicas sobre deporte de época en donde la mujer no estaba representada y, si aparecía, lo hacía con ropa muy formal y asintónicamente con lo deportivo. En uno de los clubes se pudo saber que la categoría "Damas" fue instaurada recién en 1958.

    Algunos deportes, como el bowling, eran practicados en ropa formal (camisa, corbata y zapatos de cuero) aún en 1960. Otros, como la equitación, disponían de sus propios atuendos muy ingleses. Pero la gran masa social, aquella que nos interesa, utilizaba atuendos muy homogéneos en sus cortes, colores y diseños.

    Nuestro gaucho oriental (no confundir con el gaúcho {pronúnciese: gaúsho} del sur de Brasil), poblador de la Banda Oriental, ya tenía la costumbre de vestirse uniformemente (con poncho y chiripá). Solo los pañuelos al cuello (blancos o colorados) diferenciaban la pertenencia a una u otra divisa partidaria. Quizás debamos buscar las razones de ello en las vestimentas militares que dominaron la época para entender los criterios de diferenciación a través de la uniformidad.


Al fin un cambio

Equipo de damas para una fiesta deportiva muy puntual. Año 1965

    Los cambios en las modas deportivas hicieron su debut pleno en la sociedad uruguaya recién a fines de los años 80.

    De hecho, los reglamentos de uso del equipo deportivo de los clubes sociales de ese entonces todavía exigían "pantalón blanco o azul, medias al tono y camiseta blanca con el logotipo de la Institución" que por lo general se adquirían en el local mismo.

    El cambio visible más importante lo constituyó la sustitución del bombachudo corto deportivo femenino, en uso desde 1960 aproximadamente, por la calza corta de lycra, más ajustada al cuerpo, hacia 1980. Las niñas más pequeñas lucían una especie de falda muy plisada que simulaba un pantalón corto desde lejos. Las mujeres solían usar las mallas de baño enteras tanto para pileta como para gimnasio.

    Deberemos esperar hasta finales del siglo XX para poder apreciar la ropa diferencial en función del deporte practicado (musculación, jogging, fitness, aeróbics, ciclismo), con excepción de algunos deportes como los acuáticos que siempre han tenido otra indumentaria por razones obvias. También variaron los diseños que se tornaron multicolores, más personalizados y hasta extravagantes.

    Muy pocos deportes (como tenis y natación) admitieron y admiten aún hoy una vestimenta diferencial para cada sexo. Por lo general, es bastante parecida, si no igual. Las variaciones más destacadas entre sexos se observan por el lado de los estampados y no por el de las formas.


Nuestra personalidad a través de la ropa

    Los uruguayos debemos nuestra forma de ser a la herencia que arrastramos desde el gaucho. Su característica más sobresaliente era una permanente resistencia a las leyes urbanas y las reglas de etiqueta socialmente instituidas.

    Podríamos sintetizar el espíritu del gaucho oriental de la manera siguiente: "Acá es mi ley, allá la de todos". Nuestra personalidad nos hace rebeldes a ley cuando se trata de nosotros mismos; si del vecino hablamos, pues que se le aplique todo el rigor. Isaac Ganón (Estructura Social del Uruguay) sostiene que tenemos una "resistencia espontánea a obedecer la ley" con una "... tendencia a ensanchar el propio arbitrio a la esfera pública".

    La indumentaria del deportista uruguayo actual (excluyamos a quienes deben lucir prendas uniformes por obligación) resalta nuestra rebeldía a lo convencional, a lo masificante, a lo homogéneo. Imita patrones de consumo occidentalizados pero le aplica un toque de personalidad a través de un caos de combinaciones.

    No usamos ropa armonizante. Podría argumentarse que esa ropa es más costosa y solemos usar lo de ocasión. Sin embargo, aún en las ferias o en las ventas de ocasión, es posible conseguir prendas al tono aunque no lo hacemos.

    La manera de lucir la ropa revela un compromiso cultural ecléctico: la camiseta puede lucir los colores del equipo que llevamos en el corazón, las medias blancas las compramos en la feria, el pantalón habrá venido de regalo para el último cumpleaños, los zapatos serán prestados y muchas opciones más cuyo denominador común es la falta de criterio armonizante (o su opuesto: la libertad de elección).

    El uruguayo se siente especialmente cómodo con la ropa deportiva porque ella ha institucionalizado el poder de combinación autorregulado; permite las más exóticas combinaciones de diseños, colores y marcas sin mayores consecuencias sociales. Es como identificarse con una imagen que es solo administrable por uno mismo, por nuestra propia ley. Es un hombre posmoderno, sin duda, en lo que hace a su ropa deportiva.

    La vestimenta formal, en contrapartida, es vista como una opción regulada por la generalidad y la ausencia de espacios para la rebeldía o las demostraciones de identidad. Ella representa la imposibilidad de "protestar" tal lo como propone el psicólogo Gustavo Ekroth, "nuestro deporte preferido es quejarnos" (en sentido lato). Por lo tanto, no se adapta ya a nuestros criterios sociales.

    Tampoco perdemos la ocasión para adquirir cierto estatus diferenciador adicional. Nos gusta lucir esa camiseta de Flamengo que compramos en nuestro último viaje a Río de Janeiro como forma de destacarnos de los demás. Es decir, no solo permite la identificación personal sino que nos otorga márgenes amplios para adscribir alguna otra característica.

    Elegimos colores y combinaciones poco armoniosas y con preferencia de colores opacos y oscuros. En ello nos diferenciamos (ya podríamos decir que este es otro de nuestros deportes) de los brasileros quienes eligen unas combinaciones de color mucho más llamativas. En una publicación de la empresa Factum para los comicios electorales de 1999 se señala que "En la elección de la ropa de cada diez uruguayos seis optan por los colores oscuros, dos por los colores claros y para dos el tema es indiferente."

    En pocas palabras, no nos gusta ser iguales a los demás, aunque todavía no sabemos cómo queremos ser. Francisco Lagardera Otero (Hacia una sociología del cuerpo) apunta que, como seres humanos, "nos aferramos ostentosamente a nuestra realidad corporal porque ella, y solo ella, define nuestra frontera, nuestro territorio. Es la única fórmula que disponemos para sentirnos autónomos, solidarios y diferentes a los demás."


Una anécdota diferente

    En el mes de julio de 2003 el arquero paraguayo José Luis Chilavert suscribió contrato para integrar la escuadra deportiva del Club Peñarol de Montevideo. Su gran carisma atrajo comentarios de todo tipo, aún antes de debutar oficialmente. Pero luego de haberse presentado en una cancha, con todos los argumentos posibles para erigir una crítica sobre él, el comentario de la prensa especializada fue:

    "José Luis Chilavert vistió totalmente de negro una vez más. En esta oportunidad, usó pantalón largo y debajo de éste, volvió a utilizar medias blancas" (los colores oficiales del Club Peñarol son amarillo y negro). La réplica no se hizo esperar "¿Que se habló mucho de esto? Yo voy a utilizar el color de medias que crea conveniente. Lo que opinen las personas que están fuera de Peñarol no me interesa, disparó el portero" (El País, lunes 28 de julio de 2003).

    Esto evidencia la importancia que tiene para el uruguayo, por un lado, la forma de vestir y, por el otro, la trasgresión a las reglas propias. Después de todo, utilizar un color de medias u otro no hace a la esencia del juego pero sí a la de las costumbres.

    El golero paraguayo ha mantenido su "afrenta social" luego de transcurridas varias semanas del primer encuentro.


La moda deportiva en la sociología uruguaya

    La moda deportiva en Uruguay no parece haber seguido los cánones y convenciones aplicables a otras modas en general. Solo hacia fines del siglo XX se observa una ingerencia de las empresas internacionales de ropa deportiva en las costumbres de uso que, hasta ese entonces, había estado mayoritariamente en manos de pequeñas empresas nacionales.

    Durante la etapa del modernismo (primera mitad del siglo XX) no mostró la característica de 'derroche ostensible' que menciona Thorstein Veblen. Fue una moda muy austera que apenas diferenció entre sexos y la lucían jóvenes y adultos por igual. En honor a la verdad, el poco deporte de masas ensayado era practicado por clases medias urbanas y no constituía una esfera sensible de distinción social. Solo el fútbol se destacaba y abarcaba otros estratos sociales: "El football va a ser una verdadera pasión entre la clase obrera, y consciente de ello, todas las personas interesadas en querer figurar entre los trabajadores hablaban de este deporte, que poco a poco se nacionalizaba y dejaba de ser 'cosa de gringos' ". (Batllismo y fútbol, Andrés Morales Álvarez).

    Si nos guiamos por los aportes de Jean Baudrillard, el consumo de la ropa deportiva no demostró ser, en la segunda mitad del siglo, el objeto de prestigio, estatus y rango social que él observó en las formas del consumo "... la moda, como cultura de masas, se dirige a todos para volvernos a poner a cada uno en su lugar." Es como si el deporte hubiese ocupado un lugar diferente y minoritario en la visión social y, por tanto, su moda también lo fue.

    En realidad, ha sido casi siempre una moda utilitaria, práctica, que no ha perdido nunca su función de comodidad (entendida ésta según las épocas). Solo hacia fines del siglo se torna más individualista e identificatoria, dejando entrever una diferenciación del yo en función del deporte practicado.

    Dado que no he podido encontrar un esquema que trasmita lo que creo es el sentido de la moda deportiva hacia fines de siglo, he de permitirme una pequeña licencia y trataré de expresar mi opinión con mis propias palabras.

    Parto de la base de "tribu" establecida por Michel Maffesoli para identificar un grupo de personas que demuestran un comportamiento relacionado en función de determinados valores compartidos. A ella le adscribo mi propia interpretación y concluyo en que existen "tribus paralelas" que pueden coexistir en cada individuo.

    Veamos esto con un ejemplo: cuando me visto de oficinista y realizo mi tarea de oficinista, estoy desempeñando mi rol dentro de la tribu paralela correspondiente a los oficinistas. Extrapolando el mismo criterio hacia el ámbito deportivo, estaré en la tribu paralela "deportiva" cuando me vista, me sienta y practique el rol prescrito para el deporte.

    En otros términos, la tribu paralela, tal como yo la interpreto en este contexto, es una extensión de un Yo que asume, por momentos, el papel de oficinista, de deportista, de viajero de ómnibus, etc. Todos coexisten dentro de mí pero uno es el actual. Y, a pesar que todos mis Yos son mutuamente influenciables porque comparten los mismos conceptos, cada uno se exterioriza de manera diferente.

    Aplicado a la moda deportiva, podríamos decir que los uruguayos nos transfiguramos cuando nos vestimos de deportivas. Surge una individualidad posmodernista propia del deporte y utilizamos nuestra ropa como exteriorización de la tribu a la cual clamamos pertenencia. Pero lo hacemos a sabiendas que su duración es la del uso de la ropa deportiva y, después, asumiremos otro rol de pertenencia. Nuestro lenguaje, el comportamiento o las costumbres sociales no son las mismas cuando lucimos de deportistas que cuando pretendemos ser oficinistas.

    Ya sea por comodidad, por precio, por mostrar una imagen más juvenil y rebelde, por confirmar nuestra personalidad, por clamar pertenencia o por estar a tono con los tiempos que corren, cada vez más personas optan por la moda deportiva, total o parcialmente.

    Para el uruguayo la adopción de una moda nueva parecería representar un quiebre de aquellos códigos que sostienen su sentido común (según interpretación de Clifford Geertz). Es decir, de la manera en que sienten y viven su relación con otros de su misma comunidad.

    Entre las personas adultas los códigos son más difíciles de romper debido a lo monolítico de su base de sustentación. Quebrar un simple código se asimilaría a reestructurar toda una serie de creencias y visiones que se asientan en unos pocos (comparativamente hablando) patrones culturales (religión, herencia, tradición, respeto a sus mayores y hasta reprobación social de sus pares).

    Para los más jóvenes, mejor acostumbrados a manejar un sentido común más amplio, más rico en cuanto a variedad de códigos, más individualista, la adopción de la moda deportiva no implicaría tanto un quiebre sino una experimentación de otros códigos más nuevos y aggiornados a su estamento social.

    No obstante la diferencia en los códigos, la moda deportiva es aquella que ha permitido mayor cantidad de transgresiones a esos códigos del sentido común uruguayo en cualquier instancia de nuestras vidas. Es la que se adopta con menor resistencia, la que se luce con menor reprobación social, la que nos transporta con más facilidad dentro de la tribu del deportista.

    La tendencia hacia un recambio de la moda deportiva se ha consolidado y ello puede confirmarse, por ejemplo, con la actitud de las empresas que cada vez más admiten la vestimenta deportiva (total o parcial) como ropa de trabajo. Aún cuando este comentario se hace en plena crisis económica de principios de siglo, esta tendencia se avizora desde varios años atrás por lo que lo económico no debería tener más incidencia que lo coyuntural.

    Quizás lo que sea más rescatable de los tiempos que corren es el ritmo con el cual se adquieren los hábitos. Ya no deberemos esperar 50 años más para observar y disfrutar los cambios, para acercar nuestras costumbres al ritmo de crecimiento de los mercados consumidores.

    Si la moda es una parodia lúdica, como dice Gilles Lipovetsky, entonces nuestra moda deportiva discreta y caótica es una forma idónea (quizás la mejor) para burlarnos de nuestra cruda realidad.


Otra bibliografía consultada

  • La moda en las sociedades avanzadas - Ana Martínez Barreiro

  • La era del vacío - Gilles Lipovetsky

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