Superación de los conflictos de orden internacional por parte del Movimiento Olímpico de la era moderna a lo largo del siglo XX |
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Doctor en Educación Física, por la Universidad de Granada Profesor Asociado de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Huelva |
Javier Antonio Tamayo Fajardo tamayo@uhu.es (España) |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 9 - N° 59 - Abril de 2003 |
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1. Introducción
Coubertin y los sucesivos responsables del COI, predicaron el apoliticismo por encima de todo. Sin embargo, las injerencias políticas de unos y otros Estados han existido prácticamente durante toda la historia de las Olimpiadas1 . Es difícil encontrar unos Juegos libres de ellas. Y, lo que es más problemático, las sucesivas decisiones del COI no han estado ausentes de ciertas claudicaciones políticas, siendo también utilizadas políticamente por parte de organizaciones internacionales, o por los mismos Estados. 2
Afortunadamente, durante la presidencia del COI de Juan Antonio Samaranch (1980-2001) observamos algunos cambios que pretenden volver a acercar al movimiento olímpico de la era moderna hacia la idea del apoliticismo; aunque, sin poder sustraerse a la realidad social, política y económica a la que el deporte, en general, está sometida hoy en día.
Antes del comienzo de la quinta edición de los Juegos Olímpicos de la era moderna (Estocolmo, 1912) sucedieron las primeras incidencias, de cierta relevancia, en la historia del olimpismo moderno. Bohemia y Hungría pertenecían en aquel momento al Imperio Austro-Húngaro; mientras que, el Gran Ducado de Finlandia formaba parte de la Rusia de los zares. Por este motivo, el Imperio Austro-Húngaro y Rusia exigieron la exclusión de Bohemia, Finlandia y Hungría, proponiendo la inscripción de sus atletas bajo los colores de los países soberanos de los que efectivamente dependían. Sin embargo, Coubertin no aceptó estas presiones, motivadas por aspectos políticos, ya que el COI había predicado el apoliticismo. Era partidario, incluso, de admitir a Irlanda y a Polonia, si estas nacionalidades hubieran constituido un Comité Olímpico Nacional, condición que no se dio. Finlandia fue, además, uno de los países que mejores resultados obtuvo en esta edición de los Juegos. El deporte se adelantó así a la política. 3
En 1920, a pesar de los esfuerzos realizados por los miembros del COI y los principios establecidos en la restauración de los Juegos Olímpicos (neutralidad e independencia política), suceden nuevas incidencias, debido a la consideración del deporte como proyección internacional de los valores nacionales. Este es el motivo por el que este tipo de incidencias van incrementándose de forma paralela al aumento de la importancia de este acontecimiento, que hoy en día es de primer orden mundial.
El propio COI, en los Juegos de la VII Olimpiada, fue en contra de este apoliticismo que intentaban defender sus dirigentes, al no invitar para participar en estos Juegos, como consecuencia de la reciente I Guerra Mundial, a Alemania, Austria, Bulgaria, Hungría, ni Turquía, es decir, las naciones que habían iniciado la guerra y sus aliados. Por decisión propia, tampoco participó Rusia, que no volvería hasta los Juegos Olímpicos de 1952, ya integrada en la URSS. 4 Esta decisión constituía una clara incidencia de la política en el movimiento olímpico; puesto que, los jóvenes deportistas de estos países no debían haber asumido las consecuencias de las decisiones tomadas por sus dirigentes con motivo de la I Guerra Mundial. En esta ocasión, el COI entró en una clara contradicción y perdió una gran oportunidad de demostrar ese interés por aislar el deporte olímpico de la política, defendiendo además el carácter individual de las competiciones olímpicas. Aunque, somos conscientes de las dificultades que ello representaba.
Las graves consecuencias provocadas por la I Guerra Mundial, habían conseguido ser superadas en muchos ámbitos en 1924; aunque, no tanto en el político. Cayendo, de nuevo, los dirigentes olímpicos en la misma contradicción de no defender el apoliticismo que habían predicado. Ya que, al igual que en la anterior edición de los Juegos, no se permitió la participación de dos de los países protagonistas de este lamentable suceso: Alemania y Austria. 5 Por otra parte, el Sindicato de Prensa Sportiva y Turista de París, dio un magnífico ejemplo al COI admitiendo en su Congreso Internacional de Prensa Deportiva a los periodistas alemanes y austriacos. Mostrando que el deporte (en este caso, la prensa deportiva) y la política deben ir por separado; así como, que un acontecimiento de tanta magnitud como unos Juegos Olímpicos debe servir para unir y no para marginar. Teniendo, además, en cuenta que los deportistas no debían ser los que "pagaran" las consecuencias de las decisiones tomadas por los dirigentes de sus respectivos países.
Con motivo de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam (1928), al fin se decidió autorizar la participación de austriacos y alemanes. Siendo unos Juegos donde no se produjo ninguna incidencia digna de mención. Al igual que ocurrió en la siguiente edición, correspondiente a la X Olimpiada (1932), exceptuando el problema suscitado con Finlandia, debido a la descalificación de su más firme estrella y uno de los deportistas más importantes de todos los tiempos, Paavo Nurmi, al ser señalado como profesional. 6 Perdiendo así, la posibilidad de ampliar su importantísimo historial olímpico. 7 Y ello a pesar de las numerosas gestiones que realizaron los dirigentes finlandeses al objeto de intentar que se revisase el caso, según muestran las noticias publicadas por los periódicos españoles. La gravedad del caso fue tal que estuvo a punto de provocar la retirada de estos Juegos de toda la delegación finlandesa. 8 Aunque, al final, decidió participar en estas competiciones olímpicas, eso sí expresando un gran malestar por la descalificación de su deportista más destacado9 : "Los atletas finlandeses han acordado tomar parte en los Juegos Olímpicos, aunque han visto con profundo disgusto la determinación de la Federación Internacional por la que se prohíbe la actuación en la Olimpiada de su famoso compatriota el campeón mundial Paavo Nurmi". 10
Llegados a los Juegos Olímpicos de Berlín (1936), nos encontramos con la sucesión de una serie de hechos de una enorme gravedad con relación a la incidencia de la política en el movimiento olímpico, no comparable con los hechos relatados con anterioridad y algunos de los que comentaremos en los próximos apartados del presente artículo. En primer lugar, podemos decir que desde un principio ya surgieron problemas, debido a las dificultades para la participación de algunos de los países inscritos, como consecuencia de las tendencias políticas del momento en Alemania. De hecho, fueron varios los casos en los que se promovió no participar en estos Juegos, sobre todo por parte de colectivos judíos, como fue el caso de la Asociación Deportiva Hakkabi, que englobaba todas las sociedades deportivas y gimnásticas judías de Austria. 11 Estados Unidos, también estuvo a punto de no participar, como consecuencia de las campañas realizadas en este sentido como la de Jeremiaht Mahoney (ex presidente de la Unión Atlética Americana), que afirmó la evidencia de que los norteamericanos iban a boicotear estos Juegos Olímpicos. 12 Mahoney indicó que todos los equipos de deportistas estadounidenses serían considerablemente reducidos, y que varios miembros de grupos atléticos estaban considerando ya la necesidad de realizar el viaje con sus propios recursos total o parcialmente. Pretendía evitar que se pidiera ayuda al Gobierno de la nación para sufragar los gastos olímpicos, pues el pueblo de los Estados Unidos no aprobaría que el Gobierno se mezclase en esta cuestión. Serían únicamente las ciudades que tenían deportistas formando parte de los equipos olímpicos las que participarían de estos gastos. Estados Unidos, ante esta situación, retiró a los atletas judíos de su equipo. En cualquier caso, todo fue empeorando visiblemente a medida que se acercó el año fatídico de 1939, en el cual Alemania atacó Polonia. 13
A pesar de todo, los países inscritos no se retiraron, y solamente hubo alguna renuncia de carácter individual, reduciéndose el número de componentes de algunas de las delegaciones que se desplazaron a Berlín para participar en estos Juegos. Esto facilitó un alto índice de participación; que, a su vez, impidió que los deportistas alemanes consiguiesen numerosos triunfos, eliminando de esta forma parte de la propaganda política que podían haber realizado, con relación a la superioridad de la raza aria.
Eso sí, una vez finalizados estos Juegos de la XI Olimpiada, hubo un considerable aumento de las críticas, señalando que habían sido utilizados por parte del Gobierno alemán para su propaganda. Como ejemplo, podemos recoger las afirmaciones del joven periodista francés Jacques Goddet en las columnas del periódico francés L´Auto. El cual, reclamó que no fuese encargada la organización de unos Juegos Olímpicos a aquellos países que tuviesen alguna posibilidad de mezclar política y deporte, como en aquel momento era el caso de Alemania: "el certamen de Berlín ha sido un acto en el que se han servido del deporte, pero el deporte no ha sido servido. Lo ocurrido en Berlín -continúa el ilustre periodista- ha sido, pues, un pretexto para presentar al mundo entero la sumisión de un pueblo a su amo. Ciertamente ello no es una Olimpiada. En su escrito el periodista francés pronostica que siguiendo este camino los futuros Juegos Olímpicos de Tokio serán un nuevo himno de toda una raza: la amarilla. Termina diciendo que hay que entregar la organización de los Juegos a aquellos países que conservan la verdadera noción del deporte, dejando al margen toda doctrina política". 14
La gravedad de estos hechos es tal, que representa una de las páginas más negras de nuestra historia reciente; puesto que, la consolidación de este regimen político trajo consigo multitud de desgracias y el comienzo de la II Guerra Mundial. La cual, a su vez, fue el motivo por el que no volvieron a celebrarse unos Juegos Olímpicos hasta 12 años después, tras la supresión de las ediciones de 1940 y 1944.
2. El Movimiento Olímpico tras la Segunda Guerra MundialLa II Guerra Mundial afectó a la participación de los países derrotados en esta contienda; ya que, en los Juegos Olímpicos celebrados en Londres (1948) no estuvieron representados ni Alemania ni Japón, aunque sí Italia. Alemania no tenía su Comité Olímpico reconocido por el COI y Japón no hizo ningún esfuerzo por asistir. Aún estaban muy recientes las "heridas" que provocó este triste suceso en el ámbito mundial, a pesar de las ideas de reconciliación y unión entre los pueblos que pretendía abanderar el movimiento olímpico. Como gesto de buena voluntad, Lord Burghley, presidente del Comité Olímpico Británico, invitó expresamente a Aridiem, que fue secretario general del Comité Olímpico Alemán y uno de los responsables de la organización de los Juegos de 1936, para que asistiese a las competiciones olímpicas a disputar en Londres. 15
Por otra parte, la URSS, a pesar de recibir la invitación del COI, se abstuvo de participar, y provocó problemas en la participación de algunos países de su ámbito de influencia. Según la prensa española, había rumores de que "el telón de acero también bajaría sobre Rumania antes de comenzar los Juegos"; mientras que, el equipo búlgaro retrasaba mucho su llegada a Londres. De hecho, en la sede de estos Juegos se decía que el Comité Olímpico Búlgaro había telegrafiado explicando que por dificultades de último momento no podrían salir los representantes de Bulgaria; y, en los círculos olímpicos también hubo una serie de rumores sobre la posibilidad de que Rumania se retirase finalmente. 16 Efectivamente, ni Rumania ni Bulgaria, a pesar de estar inscritos, llegaron a participar en los Juegos de la XIV Olimpiada.
En 1952, el nuevo presidente del COI, el norteamericano Avery Brundage subrayó la necesaria separación que debía existir entre política y deporte. Pero, lamentablemente, es algo que ha estado unido al deporte y presente en el olimpismo moderno, casi desde sus orígenes. Como aspecto positivo, los Juegos Olímpicos de Helsinki simbolizaron la superación de la confrontación mundial. Alemania y Japón volvieron a participar en unos Juegos Olímpicos. La URSS envió por primera vez una delegación oficial, después de que el COI hubiese reconocido su comité olímpico nacional en 1951. Mientras que, una moción adoptada por el COI permitió la participación de los chinos de la nueva República Popular y de los nacionalistas de Taiwán. Aunque, tan sólo participaron los primeros, que no regresarían a unos Juegos Olímpicos hasta 1984. 17
Las incidencias más relevantes que acontecieron en estos Juegos de la XV Olimpiada estuvieron marcadas, según la prensa española de la época, por la primera presencia olímpica de la URSS, cuyas actitudes a lo largo de estos Juegos fueron constantemente comparadas con las de la otra potencia mundial: Estados Unidos. Ambas delegaciones ofrecieron, en todo momento, un acentuado contraste en su comportamiento, al igual que el existente entre sus sistemas políticos. Ante el aislacionismo casi total de los deportistas rusos, los estadounidenses se relacionaban con todo el mundo y parecía que estaban en una ciudad de su propio país. 18 La URSS intentó realizar una propaganda de las virtudes de su sistema político, de la excelente formación de sus jóvenes y de la superioridad de su país con respecto al resto de naciones participantes; demostrando un gran interés en la existencia de una clasificación por naciones, en la que pudieran poner de manifiesto su superioridad. Por su parte, el COI criticaba insistentemente esta actitud, al fomentar la incidencia de la política en el deporte e ir en contra de las reglas olímpicas; aunque, no pudo hacer nada por evitarla. 19
En el ámbito político hubo algún otro problema en estos Juegos, como destacaron los periódicos españoles, pero con menor trascendencia que el anterior. Así, podemos señalar el intento de exclusión de la China nacionalista de los Juegos de la XV Olimpiada. 20 Este asunto supuso un serio problema para el COI durante muchos años, pues en su intento de universalizar los Juegos y permitir el acceso a todas las naciones que quisieran hacerlo y respetasen la Carta Olímpica, decidió admitir la participación de las Chinas nacionalista y comunista; puesto que, la regla fundamental de los Juegos Olímpicos era "poner juntos a los jóvenes atletas de todo el mundo". Esta lógica solución no resolvió el problema, porque al admitir el COI la participación de las dos Chinas, "el representante nacionalista anunció que su nación se retiraría de los Juegos en protesta por al admisión de los rojos". 21 También, hubo problemas con relación a la participación de Alemania Oriental, que no sería admitida a participar, a no ser que se sometiese a las condiciones establecidas por la comisión olímpica internacional en Oslo, el invierno anterior. Estas condiciones le obligaban a formar un equipo conjunto con Alemania Occidental; algo que fue rechazado por sus dirigentes, ya que disminuía sus posibilidades de propaganda política, al tener unos objetivos similares a los de la Unión Soviética. 22
La década de los cincuenta fue una época de crispación política en el panorama internacional. La guerra fría estaba en su punto culminante. La reciente invasión de Hungría por tropas soviéticas provocó la protesta de muchos países occidentales y la retirada de los Juegos de la XVI Olimpiada (1956) de otros, como España, Holanda23 y Suiza. 24 Egipto y Líbano también boicotearon los Juegos de Melbourne, pero en este caso en protesta por las campañas militares de Israel, Francia y Gran Bretaña en Suez, en la Península del Sinaí. 25 Y, China continental no asistió a Melbourne por la presencia del equipo de Taiwán.
La situación internacional era tan complicada que incluso se mencionó la posibilidad de suspender estos Juegos Olímpicos. Algo que desmintió rápidamente Lewis Luxton, miembro del COI, basándose en que sería muy difícil parar una organización tan costosa, compleja y de tantos años. 26
Finalizados estos Juegos y ante las circunstancias que estaba viviendo Hungría, un gran número de deportistas húngaros se negaron a regresar a su país. En concreto, fueron cuarenta y seis los que manifestaron su intención de trasladarse a Estados Unidos. 27 Los cuales, mientras se aclaraba su situación se alojaron en casas de amigos australianos o en los mismos alojamientos que habían ocupado durante los Juegos, estando bajo fuertes medidas de seguridad por parte de los agentes federales australianos. Mientras que, la policía secreta rusa intentó, sin mucho éxito, que algunos de estos deportistas húngaros volviesen a su país. 28
3. Espectacular aumento de las incidencias de carácter político
en el movimiento olímpico de la era modernaLos Juegos Olímpicos de Roma (1960) marcaron, según Cagigal29 , el inicio irreversible del gigantismo de los Juegos. Este hecho llevó consigo que los grandes acontecimientos deportivos, esencialmente los Juegos Olímpicos, se convirtiesen en el más grandioso escaparate de eficiencias políticas; escaparate inteligible a todos los niveles populares. Este puede ser considerado como uno de los más fuertes impactos sociohistóricos que recibe el deporte de nuestro tiempo.
Los principales incidentes acaecidos durante los Juegos de la XVII Olimpiada estuvieron relacionados con la propaganda que pretendió realizar el comunismo soviético. Comenzaron con artículos como los del periódico Trud, de Moscú, en el que alegaba que las "fuerzas reaccionarias internacionales" estaban tratando de utilizar los Juegos para sus "metas siniestras". 30 Por este motivo, la Unión Soviética apoyada por el partido comunista italiano, predilecto de Kruschef y del Kremlin, seleccionó mil agentes para contraatacar la propaganda que se hacía en contra de los comunistas, con motivo de la gran concentración de atletas y dirigentes deportivos que acudieron a los Juegos de Roma. 31
El problema de las dos Alemanias, también provocó un fuerte debate en todos los forums internacionales. Aunque, en este caso, el COI encontró una solución ecuánime: los deportistas alemanes, de ambas repúblicas, actuaron integrados en un único equipo, con un mismo uniforme y bajo una sola bandera. Ésta tenía las franjas negra, amarilla y roja, común a los dos estados, pero con los cinco anillos olímpicos de color blanco en el centro. 32 El único impedimento se situaba en que Italia no reconocía Alemania Oriental como país. Pero, aceptó la fórmula decidida por el COI. 33
En Roma, una vez más, se volvieron a hacer evidentes las diferencias entre el COI y la China nacionalista de Taiwán que, por imposición del organismo olímpico desfiló con el nombre de Formosa, a pesar de las reclamaciones de los participantes de Taiwán; los cuales, en el desfile de la ceremonia de inauguración colgaron bajo el nombre de Formosa un rótulo en el que se leía: "Por imposición". 34 Para evitar más problemas, en torno a este tema, el COI, en su comité Ejecutivo, aprobó por 35 votos a favor, 16 en contra y 2 abstenciones, los dos puntos siguientes:
El Comité Olímpico de la China nacionalista sería reconocido a partir de ese momento como "Comité Olímpico de la República de China", en lugar de "Comité Olímpico Chino".
Los equipos nacionalistas chinos en Roma y futuros Juegos competirán bajo el nombre de Taiwán. 35
La gravedad de los hechos que estaban incidiendo en el movimiento olímpico estaba llegando a tal extremo que, como sucede con los jefes de Estado cuya vida hay que guardar de posibles atentados, Avery Brundage, presidente del COI, tuvo que contar, durante los Juegos Olímpicos de Tokio (1964), con un servicio de guardaespaldas que le protegiesen de eventuales ataques; ya que, había sido amenazado. 36
Afortunadamente, los Juegos de Tokio tuvieron escasas incidencias dignas de mención. Así, en la prensa española de la época detectamos la protesta presentada por Corea del Norte ante el COI, por haber éste decretado que las dos Coreas serían designadas, no por su nombre político, sino por su situación geográfica37 ; que, provocó la no participación de Corea del Norte en estos Juegos. Y, junto a esta, hubo otras dos ausencias notables, por motivos políticos: África del Sur, que no fue admitida por el COI debido a su política racista38 ; y, la China comunista, que volvía a estar ausente por la inclusión de Taiwán en la lista de participantes.
En la situación internacional tampoco se vivía un panorama tranquilizador. China hacía estallar su primera bomba atómica, y entre este país y la URSS se iniciaba una espiral de tensiones. Además, hacía poco que se había desencadenado la crisis de los misiles entre EEUU y Cuba; mientras que, en Vietnam continuaba la guerra. También, decir que en Tokio fue la última vez, antes de la reunificación, que las dos Alemanias participaron bajo una misma bandera. 39
Fue a partir de los Juegos Olímpicos de Méjico (1968) cuando, según Mandell40 , la utilidad política de un héroe olímpico en la edad moderna volvía a ser comparable a la situación de los Juegos Olímpicos de la Antigüedad, donde el vencedor se convertía en un inmenso valor simbólico para la entidad política que lo había patrocinado. Este hecho motivó que la utilización política del deporte en general, y del olimpismo en particular, fuese creciendo a lo largo del siglo XX.
Por su parte, Cagigal41 , destacó 1968 como el año en el que se inició el período de crecientes conflictos políticos en los Juegos Olímpicos; y ello, a pesar de que, como hemos expuesto anteriormente, la presencia de problemas de índole política comenzó ya en los Juegos de 1912. Por ello, no podemos afirmar que lo sucedido a partir de 1968 sea algo nuevo en el movimiento olímpico de la era moderna; así como, debemos tener en cuenta que, los propios Juegos Olímpicos también iban elevando su grado de relevancia en el ámbito mundial, llevando consigo el aumento del interés para su posible utilización política.
En la prensa española de la época, se afirmó que la Olimpiada mejicana era la más politizada de las celebradas hasta aquel momento. 42 Concretamente, destacaban la sucesión de acontecimientos relacionados con los siguientes dos hechos:
Las protestas estudiantiles. Pocos días antes del comienzo de las competiciones olímpicas, fuerzas estudiantiles de izquierda organizaron en Méjico ruidosas protestas contra dicha celebración. La respuesta gubernamental fue contundente. En la plaza de las Tres Culturas los estudiantes fueron tiroteados por el ejército mexicano con el catastrófico resultado de 250 muertos y 1.000 heridos. A partir de ese momento, las manifestaciones políticas en la capital fueron pequeñas y protagonizadas por extranjeros. 43
Hay que tener en cuenta que, según la Carta Olímpica, la ciudad organizadora debía cuidar que no hubiese reuniones políticas o manifestaciones en la villa olímpica o que afectasen a cualquiera de las disciplinas deportivas. Esta garantía debía extenderse desde una semana antes de la inauguración de los Juegos hasta una después de la clausura de los mismos. 44
La manifestación del "black power", como protesta por la discriminación racial. Estas protestas no debían de haber sorprendido a nadie, ya que incluso varios atletas norteamericanos habían amenazado con boicotear su presencia en los Juegos Olímpicos de México; aunque, unos días antes del comienzo de las competiciones, parecía que estas protestas habían decrecido y pasado a un segundo plano. 45
Estas actitudes fueron duramente criticadas por parte de los miembros del COI y de las diferentes federaciones internacionales, cuyos miembros no estaban dispuestos a seguir tolerando estas conductas de desaire para la reglamentación olímpica. Alrededor de quince fue el número de deportistas que corrieron el riesgo de ser excluidos del equipo norteamericano, por su actitud relacionada con el black power, lo que no significaba su descalificación; puesto que esta, hubiera supuesto la retirada de sus medallas. Por otra parte, podemos afirmar que la mayoría de los deportistas pertenecientes a los 113 países participantes en estos Juegos, también criticaron la actitud de estos atletas norteamericanos, argumentando que se trataba de problemas internos que debían solventar en su país y no en el marco del más grande acontecimiento deportivo mundial. 46
Junto a estos incidentes, se sucedieron algunos otros de menor trascendencia, como la exclusión de Corea del Norte. El motivo aducido fue, al igual que en la anterior edición de los Juegos, que no aceptó la denominación de "Corea del Norte" establecida por el COI, frente a la de "República Democrática de Corea", que ellos demandaban. 47
En 1972, con ocasión de los Juegos Olímpicos de Munich, era tal la importancia y difusión que estaba alcanzando este evento, que constituía un medio ideal para la propaganda e influencia de aspectos políticos y, lamentablemente, el COI poco pudo hacer para evitarlo. La propia elección de la ciudad que Alemania propuso como sede de estos Juegos Olímpicos, tuvo connotaciones de tipo político; ya que, en un primer momento pensaron en proponer Berlín como sede de los Juegos de la XX Olimpiada, y no lo hicieron por el desagradable recuerdo del III Reich. Además, hubiera provocado la disminución de las posibilidades de ser designada como sede. 48
Unos Juegos Olímpicos que podían haber pasado a la historia por sus magníficas instalaciones, ambiente y organización; sin embargo, estuvieron marcados por cuestiones de índole político. En primer lugar, podemos destacar el caso de Rhodesia, cuando una semana antes de la apertura de los Juegos el COI decidió retirar la invitación a este país, debido al boicot anunciado por diversos países africanos contrarios al régimen racista de esta antigua colonia británica. 49
El equipo rhodesiano llegó a presentarse en Munich con 47 miembros, donde fue recibido por el alcalde de la villa olímpica, Walter Troeger. 50 Stewart, presidente del Comité Nacional Olímpico de Rhodesia, manifestó desde que descendió del avión en Munich, que la delegación rhodesiana venía a hacer deporte y no política, ajustándose perfectamente a los principios y decisiones establecidos por el COI. 51 Sin embargo, como hemos mencionado con anterioridad, no se les permitió participar; siendo una decisión cuya trascendencia era mucho mayor que la incidencia puntual en estos Juegos, contribuyendo a agravar las presiones políticas sobre el movimiento olímpico de la era moderna. Los gobernantes de numerosos países habían aprendido la lección y ninguno de ellos estaba dispuesto a dejar pasar la ocasión que cada cuatro años les presentaba un acontecimiento de tanta magnitud mundial como la que habían adquirido los Juegos Olímpicos. 52
En cualquier caso, la página más negra de la historia del olimpismo mundial fue escrita sin duda en Munich el 5 de septiembre de 1972 con motivo del atentado terrorista sucedido en la propia villa olímpica. Un comando palestino llevó a suelo olímpico el enfrentamiento que mantenían los palestinos con Israel, entrando en las dependencias de la delegación israelita, matando a dos de sus integrantes y secuestrando a otros nueve. 53 Solamente dos guerras mundiales habían impedido la celebración de los Juegos, pero nunca se suspendieron una vez iniciados. En los Juegos de la XX Olimpiada de la era moderna, un acto de terrorismo lo logró, aunque solo fuese por un día. 54 Los Juegos se mancharon de sangre por primera vez en la historia olímpica con un crimen político, que es precisamente contra la razón de unidad y hermandad de los pueblos del mundo entrelazados como lo expresa el símbolo de los cinco aros. Las competiciones programadas para la tarde de aquel martes fueron suspendidas en señal de luto por las dos víctimas del equipo de Israel, y en la mañana del miércoles, se celebraron las honras fúnebres en el estadio olímpico, convirtiéndolo en templo, por el alma de los dos israelitas muertos en la villa olímpica. 55 La ceremonia llenó el Estadio Olímpico, en su capacidad de 80.000 personas, con la bandera olímpica y la de los países participantes en estos Juegos a media asta. 56
El desenlace de este desgraciado suceso fue dramático, al producirse un total de 18 muertos y la detención de tres terroristas. El comando terrorista "Septiembre negro" había solicitado el canje de los secuestrados por 200 palestinos presos en las cárceles de Israel; pero, el gobierno israelita no estaba dispuesto a ceder a estas presiones y empujó a la policía alemana a intentar realizar una operación de rescate, que se saldó con este trágico balance. 57
La mayoría de los deportistas presentes en Munich, tras conocer la masacre acaecida en el aeropuerto militar, expuso su deseo de que no continuasen los Juegos, ya que su ánimo no era el mejor para competir. 58 El COI estuvo valorando esta posibilidad, pero el comité ejecutivo tomó la decisión de que continuasen59 , sorprendiendo a la mayoría de los participantes. 60 Si bien es cierto que, la suspensión definitiva hubiera "premiado" la acción terrorista, dándole aún más relevancia y publicidad.
Juan Antonio Samaranch, por razones de su cargo, como miembro de la comisión ejecutiva del COI y jefe de su comité de protocolo, tuvo ocasión de vivir los acontecimientos desde un puesto de excepción; y criticó que, quizás, estos Juegos Olímpicos, tan maravillosamente organizados, adolecieron de una falta de disciplina, orden y control, muy especialmente en la Villa Olímpica. Además, fue uno de los que estuvo de acuerdo, en todo momento, en la decisión de que los Juegos continuasen por la idea del Olimpismo, de unir a la juventud del mundo, sin distinción de razas, credos políticos o religiones; la cual, debía prevalecer por encima de todo. 61 Así, tras el intervalo de un día en honor de los caídos, los Juegos de la XX Olimpiada prosiguieron con sus competiciones. 62 El programa oficial se retrasó un día entero, excepto las pruebas de regatas, celebradas en Kiel, cuya duración tuvo que ser prolongada dos días más. 63
En Munich, también ocurrieron algunos sucesos similares a los acaecidos en Méjico con los atletas negros norteamericanos, llevando al escenario de la competición olímpica reivindicaciones por las discriminaciones raciales que había en Estados Unidos. En este caso, fue la actitud en la ceremonia de imposición de medallas de los atletas Vince Matthews y Wayne Collet, tras la prueba de 400 metros lisos, la que provocó el escándalo en el público, junto con la amonestación y prohibición de su participación en otros Juegos Olímpicos, por decisión del consejo ejecutivo del COI. 64 Si bien es cierto que la trascendencia de estas reivindicaciones fue bastante menor que la que tuvo cuatro años antes.
Para Julián García Candau65 , la suma de estos acontecimientos era el resultado de que el olimpismo había pasado hace tiempo la barrera de la simple competición para adentrarse en el terreno de la victoria por encima de todo. Las grandes potencias mundiales buscaban en los Juegos Olímpicos triunfos que fuera del estadio tenían un carácter marcadamente político. Los diferentes países habían encontrado en la competición olímpica un medio ideal para trasladar sus disputas o reivindicaciones políticas, gracias a la importancia e internacionalización adquirida por este evento.
Con motivo de los Juegos de la XXI Olimpiada (1976), volvieron a surgir diversos problemas políticos, de peligrosas implicaciones, que persiguieron a los organizadores desde el principio. La ciudad de Montreal constituía la única zona de la provincia francoparlante de Québec con una importante población angloparlante. A esto hay que unir que la escalada de los costes obligó a Montreal y a la provincia de Québec a endeudarse más allá de sus posibilidades, alcanzando un déficit que superó los mil millones de dólares; es decir, más del coste total de la Olimpiada de 1972. 66 Así, el ambiente interno de la propia nación y ciudad organizadoras no era el más propicio para la celebración de unos Juegos Olímpicos, en los que la implicación del pueblo había demostrado ser fundamental para su éxito y, en esta ocasión, fue escasa. Además, junto a la problemática interna de Canadá, hubo otras incidencias en el ámbito internacional que, como veremos a continuación, tuvieron cierta relevancia e influyeron negativamente en el desarrollo de estos Juegos:
La exclusión de Taiwán, por su negativa a participar bajo otra denominación que no fuese "República de China". El problema se situaba en que el Gobierno canadiense, al mantener relaciones con Pekín, no reconocía a los atletas de Taiwán como legítimos representantes de China; por lo que, no autorizaba su participación. El Gobierno de Canadá indicó que la participación de Taiwán no era negociable, añadiendo que el problema lo resolviese el COI. Pero, el Comité Olímpico Internacional no podía admitir la prohibición de participar a un comité olímpico reconocido y cuya inscripción había sido cursada correctamente.
Todo se complicó mucho más cuando el presidente de los Estados Unidos de América, Ford, deploró la decisión del COI de excluir a los deportistas formosanos, amenazando con no participar en los Juegos, con lo que ello supondría en el aspecto deportivo y económico. Ante estas fuertes presiones, el presidente canadiense, Pierre Trudeau, comunicó al presidente del COI, lord Killanin, que autorizaba la participación de Formosa con todos sus derechos, siempre y cuando en el cartel que le precedía en el desfile de la ceremonia inaugural pusiese el nombre de Taiwán. 67 El COI aprobó esta propuesta por mayoría de votos, a fin de resolver el problema planteado y poder llevar a cabo los Juegos de la XXI Olimpiada, aunque no fuese la mejor solución posible; admitiendo la participación de los representantes de Taiwán, pero prohibiéndoles utilizar en cualquier forma la designación de República de China. Monique Berlioux, directora ejecutiva del COI, en representación del presidente lord Killanin, explicó que la decisión fue adoptada con reservas, ya que el organismo continuaba deplorando el hecho de que el Gobierno canadiense hubiese impuesto esta condición, en "desafío" a las reglas olímpicas. La acción conciliatoria fue tomada únicamente debido a que los deportistas de todo el mundo se habían reunido ya para participar en estos Juegos y no había materialmente tiempo suficiente para que el COI adoptara otra medida (ya que, tan solo quedaba una semana para el comienzo de las competiciones).
Sin embargo, la delegación taiwanesa no accedió a participar en los Juegos de Montreal bajo estas condiciones, y anunció su retirada de estas competiciones olímpicas. 68 Esta decisión hizo que la exclusión de Taiwán de los Juegos de Montreal fuese ya inevitable. La política había alcanzado tal grado de influencia que, desgraciadamente, consiguió captar el protagonismo principal en estos Juegos Olímpicos durante más días que las propias competiciones deportivas que integraron el programa olímpico, según las noticias publicadas en los periódicos españoles de la época: "poca o casi ninguna atención tiene hoy Montreal a la Olimpiada deportiva y el centro de los juegos es hoy la olimpiada política". 69
El boicot de los países del "África negra" por la participación de Nueva Zelanda, que había mantenido relaciones deportivas con la racista Sudáfrica. Al mismo tiempo que el COI perdía indefectiblemente la batalla en el caso de Taiwán, surgió un nuevo motivo de controversia en forma de oposición africana a la presencia de Nueva Zelanda en los Juegos Olímpicos de Montreal. Altos funcionarios de las federaciones deportivas africanas pidieron a los estados miembros que efectuaran un boicot a menos que el COI impidiera participar a Nueva Zelanda. 70 Estos países habían puesto el veto a Nueva Zelanda por haber participado en un torneo de rugby en Sudáfrica, algo que interpretaron como condescendencia o apoyo a la discriminación racial sudafricana. Pero, ante la negativa del COI a la exclusión de Nueva Zelanda, los "países negros africanos" abandonaron. 71
Un total de treinta y tres fue el número de países africanos que se retiraron de los Juegos de la XXI Olimpiada, adhiriéndose al boicot iniciado ante la presencia de Nueva Zelanda en los mismos. Sólo Costa de Marfil y Senegal continuaron su participación en estas competiciones olímpicas. De los 33, 24 abandonaron los Juegos estando ya sus representantes en Montreal y, los otros 9, lo hicieron sin ni tan siquiera llegar a presentarse en Canadá. 72
Las peticiones de asilo político. Se esperaba que, una vez celebrada la ceremonia de clausura, fueran numerosas las solicitudes de asilo político por parte de aquellos que no querían regresar a sus países, superando los ciento diecinueve deportistas de los países socialistas y comunistas que lo hicieron en la anterior edición de los Juegos. La única condición que establecieron las autoridades canadienses era que el aspirante a refugiado político, se hallase fuera de la villa olímpica, del estadio, piscina, velódromo, o cualquier instalación o lugar donde la autoridad de los respectivos jefes de equipo era la que prevalecía. 73
Sin embargo, no se cumplieron esas previsiones y hubo un menor número de solicitudes de asilo político que el esperado. 74 Eso sí, algunas de estas tuvieron una enorme trascendencia, como la del joven deportista soviético Sergei Nemtsanov, ante la que los soviéticos amenazaron con retirarse de los Juegos si el huido no era devuelto a la villa olímpica; pero, Canadá se negaba a incumplir sus leyes para complacer a la URSS. El COI tuvo que actuar como intermediario y evitó el abandono de la delegación soviética. 75
Era tal la creciente utilización política del movimiento olímpico que llevo, incluso, a que se realizase una modificación del texto del juramento que hacían los deportistas en la ceremonia de apertura de los Juegos. El objetivo del COI, con el nuevo texto, fue reafirmar el carácter individual de las competiciones olímpicas, intentando evitar que se convirtiesen en confrontaciones entre países o plataforma para la publicidad de ideales políticos: "En nombre de todos los competidores, prometo que participamos en los Juegos Olímpicos con lealtad, respetando los reglamentos que los rigen y deseosos de participar con espíritu caballeresco para la gloria del deporte y el honor de nuestros equipos". La variación con el texto usado todavía en Munich, es que aquel terminaba diciendo: "y el honor de nuestros países". Como puede apreciarse, la intención del cambio de palabras era intentar solucionar los problemas políticos que surgían en cada nueva Olimpiada.; pretendiendo que los deportistas no representasen a sus países sino a los Comités Olímpicos Nacionales de sus países. 76
En Moscú, los Juegos de la XXII Olimpiada estuvieron marcados, desde el punto de vista político, por la decisión del presidente estadounidense Jimmy Carter que, el 20 de enero de 1980, anunció que su país boicotearía los Juegos de Moscú si las tropas soviéticas no se retiraban de Afganistán en el plazo de un mes. Aquella decisión tuvo resonancia en otros países, como la República Federal de Alemania, Japón, China, Canadá y Kenia. En total estuvieron ausentes 38 países. Otros, como Gran Bretaña, Italia, Australia o Francia, participaron desfilando sin su bandera ni su himno, que sustituyeron por la enseña y el himno olímpicos. 77 Fueron dieciocho los comités olímpicos nacionales, entre ellos España, que no desfilaron bajo su bandera, ni estaba previsto que se escucharan las notas de sus respectivos himnos nacionales, en el caso de que lograsen alguna medalla de oro. De estos dieciocho, quince desfilaron bajo la bandera del COI y dos, España y Portugal, lo hicieron bajo la bandera olímpica nacional. Australia, por su parte, desfiló en la ceremonia de apertura bajo la bandera del COI y en la entrega de medallas con su bandera nacional. Asimismo, diez comités olímpicos no estuvieron presentes en la ceremonia de apertura. 78
Desde luego eran muchas las formas de manifestar la posesión de ideas políticas diferentes, pero estas nunca deberían haber perjudicado a los propios deportistas, que habían dedicado su esfuerzo y un gran sacrificio a llegar en las mejores condiciones a la competición olímpica, celebrada cada cuatro años. Pero, las decisiones de los dirigentes de distintos países, que en muchos casos desconocían el mundo del deporte (aunque se aprovechasen de su trascendencia mundial) e ignoraban los principios olímpicos, se superponían a los intereses de los propios deportistas. Hubo casos contradictorios como el de Gran Bretaña, cuyos deportistas acudieron a Moscú; mientras que, su primera ministro, Margaret Thatcher ordenó, al personal de la Embajada Británica en Moscú, que ignorase la Olimpiada y evitase todo contacto con los deportistas británicos. Era una forma de no perjudicar a sus deportistas, defendiendo sus convicciones políticas.
Eso sí, la mayoría de los medios de comunicación que asistieron a estos Juegos destacaron que su celebración supuso una cierta apertura política en la URSS, que sólo el olimpismo había conseguido, desde la creación de este país: "Está ocurriendo algo que desde 1919 no se había producido en la Unión Soviética, o sea, desde la creación de este país. No cabe duda de que el deporte y el olimpismo, han logrado en la URSS una apertura informativa que ni la diplomacia, ni la política y mucho menos la economía, habían logrado alcanzar". 79
Lamentablemente, hubo otro incidente de carácter político, suscitado por el gobierno estadounidense, que afectó al normal desarrollo de esta edición de los Juegos Olímpicos; ya que, la bandera estadounidense debía ondear en la ceremonia de clausura de los Juegos de Moscú. El protocolo exigía que estuviese presente la bandera del país que debía organizar la próxima Olimpiada y la de 1984 estaba concedida a Los Ángeles (Estados Unidos). El problema era que el Gobierno de Washington había indicado tanto al de Moscú como al COI que no quería ver su bandera aparecer durante estos Juegos. Este nuevo problema situaba la XXII Olimpiada como una de las más politizadas de la historia. 80 La solución fue aportada por Juan Antonio Samaranch que, al objeto de evitar nuevos problemas de índole político, propuso que se izase la bandera de Los Ángeles, en una interpretación un tanto subjetiva del protocolo olímpico; pero que resolvió el problema suscitado, con aparente satisfacción de todos los implicados. 81
4. El Movimiento Olímpico de la era moderna en los albores del siglo XXIComo algunos medios de comunicación habían previsto, la URSS y la mayor parte de los países del bloque del Este devolvieron, con motivo de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles (1984) el boicot que habían sufrido los Juegos de Moscú. Los motivos aducidos para no acudir fueron la falta de seguridad para sus deportistas y la invasión de la isla de Granada por Estados Unidos. Rumania y Yugoslavia sí participaron. 82 En total, fueron 17 los países que boicotearon los Juegos de la XXIII Olimpiada. 83
Ante esta nueva situación de boicot, por motivos políticos, al igual que había ocurrido en las dos anteriores ediciones de los Juegos, el presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, intentó buscar las fórmulas que pudiesen evitarlos definitivamente. En la LXXXVIII Asamblea General del COI, Samaranch hizo una propuesta según la cual sería obligatoria la asistencia de los Comités Olímpicos Nacionales a los Juegos. El incumplimiento de esta norma, que iba a ser debatida, implicaría la exclusión de participar en la Olimpiada siguiente. 84
Afortunadamente, el tiempo de los boicots masivos a los Juegos Olímpicos de la era moderna se puede decir que pasó en 1988, con motivo de los Juegos de Seúl. El principal problema se planteó en esta ocasión con la aspiración, por parte de Corea del Norte, de organizar los Juegos de la XXIV Olimpiada de forma conjunta con su homónima del Sur. Juan Antonio Samaranch ofreció la neutralidad que su cargo simboliza para salvar las diferencias políticas a favor del Movimiento Olímpico. Aunque, a pesar de su mediación, y el ofrecimiento de organizar las competiciones olímpicas de algunas modalidades deportivas, Corea del Norte se negó a participar. 85
La decisión tomada por los norcoreanos hizo que otros países, por solidaridad, también se retirasen, fijándose definitivamente en seis el total de países que no participaron en los Juegos de la XXIV Olimpiada: Cuba, Nicaragua, Seychelles, Albania, Etiopía y Corea del Norte. A los cuales, el COI decidió no sancionar; pero, sí negarles toda ayuda económica, como la que se les facilitaba por su participación directa en los Juegos y las subvenciones de Solidaridad Olímpica, fondos que obtiene este organismo de los beneficios que de los Juegos recibe el propio COI. 86 En cualquier caso, lo más triste era que, una vez más, decisiones de un talante puramente político afectaran a deportistas que tanto sacrificio y esfuerzo habían puesto en el empeño de representar dignamente a su país en unos Juegos Olímpicos. Demostrando, los dirigentes de estas naciones, su falta de sensibilidad y el desconocimiento de lo que el mundo del deporte y del olimpismo significan.
Donde sí tuvieron una importante repercusión estas cuestiones de índole político fue a nivel interno en Corea del Sur, con numerosas protestas, incidentes y enfrentamientos con la policía, protagonizadas en su mayoría por los estudiantes universitarios de Seúl. De hecho, a poco más de una semana para el comienzo de los Juegos, continuaban sucediéndose graves enfrentamientos entre estudiantes y componentes de grupos radicales, que reclamaban la coorganización de los Juegos de la XXIV Olimpiada entre las dos Coreas, y la policía de Corea del Sur, cuya obligación era mantener el orden en la ciudad olímpica. 87 Incluso, una vez iniciadas las competiciones olímpicas, se sucedieron diversos incidentes. El problema era la división existente entre los partidarios de la colaboración entre Corea del Sur y Estados Unidos, frente a aquellos que deseaban la reunificación de ambas Coreas; los cuales, utilizaron el importante medio que eran los Juegos Olímpicos como plataforma para su propaganda y reivindicaciones. 88 Tal y como podemos ver reflejado en la siguiente noticia: "Más de 1.500 estudiantes surcoreanos se reunieron ayer en la Universidad Yonsei de Seúl para protestar contra los Juegos Olímpicos y denunciar unos ejercicios navales de las armadas de Estados Unidos y Japón, previstos para los próximos días y que tendrán efecto en la costa oriental de Corea del Sur. Exhibiendo pancartas hostiles a Estados Unidos, tales como "Yankee go home", los manifestantes quemaron banderas americanas y japonesas ante 500 policías antidisturbios, que no intervinieron. A estos hechos se añade el que unas docenas de manifestantes lanzaron algunos cócteles molotov sobre la torre olímpica, erigida a la entrada del campus de la Universidad de Seúl". 89
Tras la sucesión de varias ediciones marcadas por tensiones políticas de carácter internacional, que provocaron las significativas ausencias de algunos países, los Juegos Olímpicos celebrados en Barcelona (1992) pueden ser considerados como los de la reconciliación, reuniendo a unos diez mil atletas de ciento setenta y dos naciones. 90 El espíritu de reconciliación fue tal que impulsó un nuevo intento de recuperar la "tregua sagrada", que paralizaba todas las guerras durante los Juegos Olímpicos de la Antigüedad. En este sentido, Pascual Maragall, presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos de Barcelona (COOB´92) y alcalde de la Ciudad Condal, recibió una carta del secretario general de las Naciones Unidas, requiriendo que se hiciese respetar el acuerdo sobre la tregua olímpica aprobado en la ONU, unos días antes del comienzo de los Juegos de la XXV Olimpiada. 91 Con anterioridad, Maragall había solicitado al secretario general de la ONU, Butros Ghali, que negociase un nuevo alto el fuego en Yugoslavia para los días de celebración de estos Juegos Olímpicos. Además, solicitó la autorización para que se permitiese la participación de los deportistas yugoslavos a título individual, en un nuevo intento de reivindicar el apoliticismo del movimiento olímpico. 92
Precisamente, el problema más acuciante de carácter político presente en estos Juegos Olímpicos fue el referente a las sanciones que la ONU había impuesto a la República de Yugoslavia por la guerra que estaba llevando a cabo en los Balcanes. Samaranch, el COI y el COOB´92, pretendían evitar a toda costa que estas sanciones motivasen la ausencia de sus deportistas en las competiciones olímpicas a disputar en Barcelona. La fórmula que se propuso es que lo hiciesen a "título particular", bajo la enseña y la música del COI. 93
Serbia y Montenegro aceptaron la propuesta, en las condiciones establecidas por el COI, quince días antes de la inauguración de los Juegos de la XXV Olimpiada. 94 A una semana para el inicio de estos Juegos, todavía no se había producido la autorización de la ONU. Para avalar la propuesta, el presidente del COI, Juan Antonio Samaranch, envió una carta al secretario general de la ONU, Butros Ghali, en la que le recordaba que la Carta Olímpica estipula que "los Juegos Olímpicos son competencias entre atletas en pruebas individuales o por equipos, y no entre países". 95 Butros Ghali, parecía mantener la misma línea de opinión que el presidente del COI, según una carta enviada por este a Samaranch; en la cual, indicaba la actitud receptiva de este organismo para que los deportistas yugoslavos no fuesen castigados por acciones políticas, compartiendo así la tesis defendida por el presidente del Comité Olímpico Internacional. 96 Afortunadamente, las gestiones realizadas obtuvieron los frutos deseados, y supuso una gran satisfacción, sobre todo para los dirigentes del COI, que veían como el olimpismo triunfaba por una vez sobre la política. 97 François Carrard, director general del COI, afirmó que la presencia de deportistas yugoslavos en los Juegos de Barcelona era una victoria del organismo olímpico, al lograr que las Naciones Unidas revisaran una de sus decisiones. 98
Además, el COI, en su 99ª sesión, reconoció provisionalmente el Comité Olímpico de Bosnia-Herzegovina; a fin de que sus deportistas pudiesen participar en los Juegos de la XXV Olimpiada. El reconocimiento definitivo se produciría cuando completase sus estructuras y organización, cumpliendo así las disposiciones establecidas en la Carta Olímpica. En esta misma sesión, el COI confirmó la participación a título individual de los deportistas yugoslavos y anunció la de los pertenecientes a otras partes de la antigua República Socialista Federal de Yugoslavia. Los deportistas de estas partes del territorio exyugoslavo no desfilaron en la ceremonia inaugural, su uniforme oficial era de color blanco y en caso de triunfo de alguno de ellos sería izada la bandera olímpica y sonaría el himno olímpico. 99
Podemos destacar también la presencia conjunta de los deportistas de las repúblicas exsoviéticas, pertenecientes a la Comunidad de Estados Independientes, que formaron el "Equipo Unificado". Esta fue la última participación conjunta de los antiguos integrantes de la URSS, nación que había dominado la mayoría de las ediciones de los Juegos Olímpicos celebradas en la segunda mitad del siglo XX. 100
5. Reflexiones FinalesEl 17 de febrero de 1927, Pierre de Coubertin, en un mensaje a la juventud del mundo realizado en Olimpia (Grecia), manifestó: "No hemos trabajado en devolveros los Juegos Olímpicos para hacerlos un objeto de museo, ni para que intereses mercantiles o políticos se emparen en ellos". 101 Lamentablemente, el desarrollo del movimiento olímpico a lo largo del siglo XX, como hemos podido observar a través de las noticias publicadas en la prensa española, ha ido muy alejado de estos ejemplares propósitos, conllevando la progresiva influencia de intereses económicos y/o políticos.
De la misma manera, el presidente del Comité Olímpico Internacional en la década de los 50 y 60, Avery Brundage, en la sesión del COI celebrada en Melbourne, criticó que en el movimiento olímpico de la era moderna las guerras interrumpiesen los Juegos Olímpicos (como ocurrió con motivo de las dos Guerras Mundiales), al contrario que en la época griega cuando la "tregua sagrada" interrumpía las guerras. 102 Además, a su llegada a Melbourne (1956), Brundage recordó el hecho de que los Juegos Olímpicos enfrentan individuos y no naciones; algo que, desde sus orígenes, no ha sido entendido por los dirigentes de los diferentes países. 103 Hemos podido observar que cuanto más crecía la magnitud que iban adquiriendo los Juegos Olímpicos, la política acababa siempre por influir en el deporte mucho más de lo que éste lograba influir en aquella.
Uno de los momentos más tristes, en la escalada de las incidencias de carácter político que sufría el movimiento olímpico de la era moderna, fue sin duda el atentado terrorista ocurrido en la Villa Olímpica durante los Juegos de Munich (1972). El cual, era el resultado de la extensión del terrorismo por todo el mundo, junto con la creciente utilización de los Juegos Olímpicos, agravado por el mayor seguimiento de los medios de comunicación, como medio publicitario y de reivindicaciones políticas en el ámbito internacional. Numerosos países trasladaban al terreno de las competiciones olímpicas sus confrontaciones políticas, siendo sus deportistas simples elementos que le ayudaban a reivindicar las excelencias de su régimen ante el resto del mundo. En poco se parecían ya los Juegos Olímpicos a los que se disputaban en la Antigüedad y que se intentaron recuperar a finales del siglo XIX, al menos en su esencia.
Los dirigentes del COI se veían superados por las incidencias de carácter político y su publicidad a través de los medios de comunicación, cada vez más presentes en las competiciones olímpicas. 104 Las buenas intenciones del COI no eran respetadas por muchos gobiernos que veían en el escaparate que suponían unos Juegos Olímpicos la mejor ocasión para realizar la propaganda de sus sistemas políticos y demostrar la superioridad de sus países. Contando con la importante ayuda de los medios de comunicación que propagaban las clasificaciones por naciones, realizando numerosas comparaciones y comentarios al respecto.
Si bien es cierto que algunas decisiones del COI, como la exclusión de Taiwán en los Juegos de 1976, había alentado, de alguna manera, el surgimiento de nuevos conflictos de carácter político. La flaqueza demostrada por el máximo organismo olímpico internacional permitía que los gobernantes de algunos países entendieran que los Juegos Olímpicos constituían la plataforma ideal para la reivindicación de sus ideas.
De hecho, esta escalada culminó con los tres grandes boicots, sucedidos con motivo de los Juegos celebrados en los años 1976, 1980 y 1984. Con este tipo de decisiones, los gobiernos de los países que secundaron estos boicots demostraron tratar a sus deportistas como simples objetos, en este caso, para ejercer presiones de tipo político. Estos dirigentes ni siquiera podían imaginar el esfuerzo y la dedicación que suponía prepararse para unos Juegos Olímpicos; algo tan importante en la vida de muchos deportistas y que únicamente tenía lugar cada cuatro años. Los Juegos Olímpicos de Montreal (1976) sufrieron el primer boicot en bloque de una parte de los comités olímpicos nacionales inscritos en el COI. La presencia de Nueva Zelanda provocó el rechazo y la retirada de países del continente africano. El motivo aducido fue que un equipo de rugby neozelandés había hecho una gira deportiva por Sudáfrica. Solamente Costa de Marfil y Senegal no se adhirieron a esta actitud. Algunos deportistas africanos incluso solicitaron al COI participar individualmente, ya que no estaban de acuerdo con las decisiones de sus gobiernos, propuesta a la cual el máximo organismo olímpico internacional no pudo acceder. 105 La retirada de decenas de equipos, principalmente africanos, consumó el intervencionismo político que desgraciadamente busca la caja de resonancia del deporte y especialmente de los Juegos Olímpicos, cada vez más universales e importantes, para hallar una publicidad que de otra forma no alcanzarían jamás. 106
Muchos eran los partidarios de que el COI adquiriese tal importancia en el ámbito mundial como la que tenían los Juegos Olímpicos. De esta forma, podría interceder, desde su neutralidad, en la solución de conflictos internacionales y no que estos problemas incidieran en el movimiento olímpico, tomando como medio los propios Juegos, por la difusión e interés que estaban alcanzando. En esta misma línea, Mercé Varela, recordando la invasión de Budapest en 1956, el problema entre las dos zonas de Alemania en 1960, el de las dos Coreas, y tantos otros, afirmó que "el olimpismo debe lograr acuerdos y posibilidades de diálogo donde los políticos y los diplomáticos han fracasado". 107
Afortunadamente, durante la presidencia del COI de Juan Antonio Samaranch (1980-2001) observamos algunos cambios que pretenden volver a acercar al movimiento olímpico de la era moderna hacia la idea del apoliticismo; aunque, sin poder sustraerse a la realidad social, política y económica a la que el deporte, en general, está sometida hoy en día.
La preocupación por la intervención de la política en el movimiento olímpico era tal que Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, afirmó el día que se inauguraron las Juegos de Barcelona (1992), que este era el principal problema que el olimpismo moderno debía solucionar en aquel momento. 108 El presidente del COI ya había denunciado anteriormente la utilización de los deportistas como arma arrojadiza entre los gobiernos; así como, las numerosas amenazas recibidas por él mismo y otros miembros del COI, por grupos con reivindicaciones estrictamente políticas. Los cuales, se empeñaban en utilizar los Juegos Olímpicos para sus intereses, por la trascendencia mundial que estos habían alcanzado. 109
También, podemos destacar algunas incidencias, en este caso positivas, del movimiento olímpico de la era moderna en la política internacional. Como ejemplos, la URSS y Corea del Sur sufrieron una importante apertura hacia la comunidad internacional, con motivo de los Juegos celebrados en su país. En el segundo caso, se trataba de un país que mantenía relaciones diplomáticas con pocos países y, merced a los Juegos Olímpicos celebrados en su capital, entró en la plena relación diplomática con casi la totalidad del mundo. 110 Además, la fuerza del movimiento olímpico también se significa en la superación de los continuos cambios políticos, tarea nada fácil tras los boicots de Montreal, Moscú y Los Ángeles. Así, la presencia prácticamente universal en los Juegos de Seúl, selló este éxito. Un logro basado en el diálogo y en el establecimiento de excelentes relaciones entre el COI y los Gobiernos, con total respeto a la independencia del deporte, y aprovechando una mejor coyuntura política; el cual, hizo ganar para Juan Antonio Samaranch y todo el COI el respeto y la admiración de gran parte del mundo. Consiguiendo, asimismo, una excelente coordinación de las diversas áreas del deporte en el ámbito internacional, especialmente, la relación entre las Federaciones Internacionales, los Comités Olímpicos Nacionales y el COI. 111
El COI, según Samaranch112 , adquirió la obligación y la voluntad de servir a la comunidad internacional; comprometiéndose a ayudar a los comités nacionales olímpicos cuyos países están en conflicto armado, evaluando permanentemente la evolución socio-política y asumiendo el papel que le ha sido asignado en el mundo contemporáneo. Siendo ideas que el propio Coubertin expresó con anterioridad, al añadir a sus objetivos pedagógicos individuales y nacionales, unos objetivos de internacionalismo pacífico, sugiriendo que el deporte en general y el movimiento olímpico en particular pudiesen contribuir a la paz mundial. 113
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revista
digital · Año 9 · N° 59 | Buenos Aires, Abril 2003 |