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La evaluación de un programa lúdico aplicado
a la mejora de la resistencia aeróbica (Iª parte)

   
Dr. en Educación Física
Master en Psicología el Deporte
 
 
Damián Ossorio Lozano
damianossorio@telefonica.net
(España)
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 57 - Febrero de 2003

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    En este artículo se recogen las conclusiones obtenidas en una investigación realizada con escolares adolescente cuyo objetivo principal ha sido demostrar la utilidad del juego como medio para conseguir una mejora de la resistencia.

    Nuestra propuesta comprende un programa de entrenamiento técnico basado en habilidades propias del fútbol sala.

    En el fútbol se puede mejorar la resistencia aeróbica utilizando la carrera continua o mediante un ejercicio de conducción, pases por parejas, etc. (Morante Rábago, 1994).

    En este programa de entrenamiento técnico se ha mantenido un equilibrio entre la ejecución de las habilidades y las condiciones externas de trabajo. Este factor ha incidido muy positivamente en la automatización y combinación de tareas motrices específicas del fútbol sala. Ello ha supuesto un incremento y una consolidación de los automatismos y, por tanto, la mejora, en general, de las habilidades técnicas propuestas en el programa.

    Se ha realizado un control cuantitativo diario y otro semanal de la respuesta del deportista al entrenamiento. Este control ha contemplado la tasa objetiva de la cantidad de entrenamiento: frecuencia cardiaca en diversas situaciones, peso corporal y percepción del esfuerzo. Hemos tratado de tener informados a los protagonistas de la investigación de los resultados de manera inmediata, para que les sirviera de estímulo y superación.

    Igualmente, se ha realizado una evaluación en períodos críticos (1ª, 4ª, 9ª y 13ª semanas) de máximo esfuerzo en condiciones reales, independientemente del curso de los entrenamientos. Mediante estas pruebas hemos conocido la disponibilidad de cada individuo ante un estado de agotamiento y, al mismo tiempo, su rendimiento frente al Course Navette.

    Estos dos aspectos nos han permitido, reflejar de manera objetiva y continua la evaluación de los rendimientos, establecer las posibles interferencias en el proceso, y realizar una valoración general del programa.

    En épocas anteriores a la actual, la formación en muchos deportes se basaba en el entrenamiento de la técnica como objetivo exclusivo; si esta posición ahora se ha modificado, ello no significa que su entrenamiento no tenga un papel nuclear y su perfeccionamiento, hoy en día, se beneficie de los efectos que la preparación de las capacidades produce en la técnica. Los nuevos métodos de preparación influyen siempre y, en todas formas, sobre el factor del rendimiento; conocer mejor sus fundamentos y las interacciones con los demás factores del mismo es el único modo de poder programar un entrenamiento moderno (Manno, 1994).

    La información que se les ha ido facilitando a los deportistas se ha distinguido por la simplicidad de la misma. Nuestra intención ha sido dinamizar el trabajo partiendo de situaciones conocidas, evitar las consecuencias desagradables de la ejecución o el riesgo de automatizar gestos erróneos.

    El programa de ejercicios ha permitido realizar acciones de ataque y defensa basados en una determinada intención de juego, lanzamiento, tiro, pase, etc. (Schock, 1985). Estos contenidos no han sido evaluados en sí, pero podemos constatar que han sido parte implícita en la mejora del rendimiento aeróbico de los alumnos. Mediante ellos, hemos podido realizar un control e individualización del entrenamiento y, al mismo tiempo, mejorar la condición física de manera general.

    Los recursos materiales disponibles han sido suficientes y adecuados para nuestro propósito. La utilización de “estímulos técnicos” requiere, en los deportes colectivos, más material que el entrenamiento basado únicamente en “estímulos físicos específicos” (Morante Rábago, 1994).

    La falta de dominio del gesto técnico de cada una de las tareas motrices propuestas, no ha sido un impedimento que comprometiese la consecución de los objetivos físicos. Como ya se comentó en capítulos anteriores, la simplicidad y el conocimiento de los ejercicios por parte de los deportistas, facilitó el desarrollo de las sesiones. Tampoco fue especialmente dificultoso adaptar las tareas a la intensidad prefijada, ya que, a medida que transcurrieron las sesiones, los sujetos consiguieron mantener una frecuencia cardiaca, dentro de los límites establecidos, sin necesidad de que el Polar les pusiera sobre aviso. No ha habido disociación entre la preparación condicional y la preparación técnica.


La influencia del programa de entrenamiento

    La inundación de estímulos en los tiempos modernos deja sus huellas también en los jóvenes, debido a las influencias ambientales, junto con el trabajo profesional de ambos padres y la consecuente ausencia del “calor de hogar”, se produce a menudo una discrepancia entre el desarrollo mental y espiritual por una parte y físico por otra (Nöcker, 1980).

    La práctica deportiva, además de la actividad física escolar obligatoria, nos da pie para hablar de una figura de importancia progresiva, la del “deportista escolar o niño-a deportista” (Rius, 1995), que no necesariamente se debe realizar en la escuela (Añó, 1982, 1983; Sánchez Bañuelos, 1984; Blázquez, 1995).

    El fenómeno deportivo (“la tercera cultura” al lado de las dos tradicionales, las humanidades, la ciencia y la tecnología), tiene una presencia creciente en los centros escolares. Hay autores que consideran incluso que la promoción del deporte, como objetivo, debe comenzar en la escuela (Casasa y Durá, 1984).

    El desarrollo de la práctica deportiva y de las prestaciones agonísticas ha motivado, entre otros fenómenos, la anticipación de la edad en la que iniciar la preparación deportiva, creando un verdadero “entrenamiento infantil“. Esta situación ha originado preocupación entre las personas dedicadas a estas tareas, y ha surgido un conflicto entre partidarios de una práctica motora que incluyera también el deporte, postura con la que nos identificamos, y otra contrapuesta que sostiene que es negativa en la edad infantil (Manno, 1991).

    El desarrollo de actividades toca cada vez más de cerca a los jóvenes y a los niños, que se ven inclinados a ellas, muchas veces iniciándose precozmente en la práctica deportiva y también porque a menudo es la única posibilidad seria de actividad motora (Manno, 1994).

    Los contenidos del entrenamiento que hemos recogido bajo el epígrafe de “técnico” han comprendido un conjunto de actividades y tareas orientadas a la adquisición, fijación y establecimiento de los gestos técnicos tales como la conducción, pase, control, acciones defensivas...

“El perfeccionamiento del dominio técnico constituye un componente importantísimo del proceso de adaptación, a largo plazo, del organismo a las condiciones específicas de la actividad deportiva. Su esencia radica en la capacidad del deportista para utilizar plenamente un potencial motor en un continuo aumento a fin de cumplir las tareas motoras que debe afrontar en el deporte que practica” (Verchosanskij, 1985) (op. cit. Gulinelli y Carbonaro, 1989)

    El presente trabajo utiliza también un segundo programa de entrenamiento basado en la carrera continua.

    Los dos programas se aplicaron a dos grupos de 12 jóvenes adolescentes de manera independiente, con los mismos volúmenes y con la misma intensidad de trabajo (G.1 y G.2). Un tercer grupo formó parte de nuestra investigación siendo este considerado con grupo control (G.3). La duración del mismo ha sido de 12 semanas y tres sesiones semanales de 60 min. En dichas sesiones se ha dedicado 15 min. al calentamiento; 30 min. al programa en sí y 15 min. a ejercicios de relajación.

    Este tipo de tareas se pueden llevar a cabo utilizando métodos analíticos, o bien empleando métodos globales como juegos, que se asocian más directamente a la iniciación deportiva (Morante Rábago, 1995).

    Los procesos metabólicos de obtención de energía, la incidencia de la mecánica articular para la práctica del fútbol sala, así como la correcta ejecución del gesto técnico, plantean la necesidad de una conjunción global de todos estos factores.

    El tipo de trabajo, antes de la adolescencia, no debe ser necesariamente de naturaleza continua. Los juegos de equipo, y el juego libre son excelentes medios de desarrollo del corazón (Rius i Sant, 1995).

    Algunos tipos de capacidades se desarrollan en plazos largos, otros en plazos breves; por ejemplo la resistencia prolongada necesita por lo menos 20 - 40 días para alcanzar valores elevados, mientras que algunas adaptaciones de tipo neuromuscular pueden desarrollarse en tiempo más restringido (Vorobieva, 1983) (op. cit. Manno, 1992) .

    Las capacidades condicionales, tienen un desarrollo acentuado al principio de la pubertad, y en particular entre los 12 y los 17 - 18 años (Manno, 1994), lo que nos parece muy adecuado para nuestro trabajo. (Harre, 1987; García Pérez, 1995) sitúa el mayor grado de adaptabilidad entre los 9 y los 14 años.

    No obstante, autores como Frolov y Crasselt (op. cit. Manno, 1994) consideran que ya a los 3 años se pueden obtener mejoras de la capacidad de resistencia y a los 8 años de edad como idónea para iniciar un entrenamiento aeróbico.


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