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Notas sobre la economía política de categorías y
denominaciones en el fútbol argentino 1

   
Profesor universitario, doctorando en el programa de Antropología Aplicada de la
Universidad de Columbia, en Nueva York
 
 
Renzo Taddei
rrt20@columbia.edu
(Brasil)
 

 

 

 

 
    La producción académica sobre el tema de la violencia relacionada con el fútbol, tanto en América Latina como en Gran Bretaña, tiende a centrarse en los aspectos sociales y comportamentales del fenómeno. Muy poca atención fue dedicada a los elementos semióticos y discursivos de la economía política de las representaciones, estigmatizaciones e identidades envueltas en la cuestión. Este artículo analiza tres textos en los cuales el concepto de barra brava - un posible equivalente para hooligan utilizado en Argentina y otros países hispanoparlantes de América Latina - es utilizado: un editorial periodístico, un texto gubernamental sobre seguridad en estadios deportivos, y una entrevista con un miembro de una importante hinchada de fútbol. Las tecnologías discursivas que apoyan a estas representaciones específicas son analizadas, y los efectos de los diferentes marcos conceptuales en el cotidiano del mundo social son discutidos. Finalmente, el análisis es articulado con discusiones más amplias sobre los procesos de construcción, por parte del Estado, de la legitimidad del uso de la violencia contra segmentos de su población.

Ponencia presentada en el IV Encuentro Deporte y Ciencias Sociales, Buenos Aires, noviembre de 2002
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 55 - Diciembre de 2002

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Introducción

    El objetivo de este artículo es explorar algunos de los procedimientos mediante los cuales determinadas categorías sociales son producidas y presentadas como verdad, a través de prácticas discursivas, en el universo futbolístico de Buenos Aires, Argentina. Nuestro foco de interés aquí es el fenómeno conocido como barras bravas. Ciertos recursos de la semiótica y del análisis crítico del discurso serán utilizados como herramientas analíticas. Los datos etnográficos presentados fueron obtenidos durante el invierno del 2001, junto a las hinchadas de los clubes Nueva Chicago y Racing.

    Nuestra intención es discutir brevemente la disputa acerca de las denominaciones utilizadas por los distintos actores en referencia a los grupos de fans. El núcleo del grupo, al cual los medios y la policía denominan generalmente la “barra brava”, es fácilmente reconocible por los fans y por el resto de los asistentes al estadio. Generalmente, los miembros de un grupo de fans no se refieren a sí mismos como “barras bravas”. La expresión fue tomando una connotación negativa durante los últimos veinte años y los medios especializados la utilizan como sinónimo de grupo o individuo problemático. Previsiblemente, y como demuestran otros estudios conducidos en América Latina y Europa (Carnibella et al. 1996, Salvo 1999), en general estos grupos no se ven a sí mismos como originadores de problemas, sino más bien como un conjunto que cumple un rol importante dentro del universo del fútbol: son los miembros de la comunidad representada por el equipo, aquellos que lo apoyan y siguen en todas las ocasiones. En el imaginario de la mayoría de estos grupos, un equipo de fútbol no existe por su propio bien, sino que representa algo mucho más grande e importante - en el caso del club Nueva Chicago, la República de Mataderos, donde éste está situado. Los fans de Racing se autodenominan nación (la nación Racinguista), y la defensa de los símbolos de esa nación, los colores del club, es el objetivo de la actividad de estos grupos. Como se puede ver, territorialidad e identidad son elementos clave en el universo futbolístico.

    Los fans usualmente se autodenominan “hinchada”. Hay dos acepciones para la palabra “hinchada”. Puede referirse a los fans en general, si las divisiones internas de las tribunas no son tomadas en cuenta. Usualmente los medios utilizan la palabra “hinchada” con esa connotación, y luego las tribunas son divididas entre hinchas “ordinarios” y barras bravas, siendo ambos parte de la “hinchada”. El otro uso se refiere al grupo que lidera el carnaval de la tribuna. Así es como los miembros del grupo se autodenominan en oposición a “la gente”, aquellos simpatizantes que no están vinculados a ellos directamente. Aún así, el término barra brava es usado entre los miembros más viejos y ex-miembros de hinchadas en referencia a sí mismos, lo cual pareciera indicar que la resistencia a utilizar el término “barra brava” es algo relativamente nuevo. De hecho, en los últimos veinte años fueron creadas nuevas leyes en referencia al control del público en los estadios y comenzó a librarse la “guerra contra la violencia en el fútbol”; el cambio de patrón en cuanto al término de autoreferencia parece estar conectado con esto. Para cuando el término barra brava tomó un matiz negativo en el discurso de los medios, los grupos de fans comenzaron a preferir el término hinchada, denominación que desafía a los discursos de los medios y la policía debido al hecho de que tiene un sentido demasiado genérico en el lenguaje mediático y policial.


1) Extracto de la editorial de un periódico

    Comenzaremos el análisis textual con un párrafo muy breve extraído de una editorial publicada por el diario Clarín2. La pieza discute la presencia endémica de la violencia dentro de los estadios. El párrafo seleccionado describe a los lectores la actuación de los barrabravas en las tribunas:

Si a las inconductas que se registran en el campo de juego se les suma la presencia de las barras bravas en las tribunas, tendremos como resultado un clima enrarecido donde en cualquier momento se puede desatar la barbarie. De hecho esto es lo que suele ocurrir en cada fecha, en la cancha y en sus inmediaciones. A pesar de que dirigentes y autoridades lo saben, los violentos siguen ingresando a los estadios, evaden los controles para introducir bengalas, consumen drogas y siembran el terror entre los espectadores pacíficos y aun entre los vecinos3.

    En función del análisis del texto, presentaremos tres procesos semióticos propuestos por Susan Gal (1998) en un importante artículo sobre las relaciones entre lenguaje e ideología. Estos procesos semióticos son iconización, recursividad y supresión4, y están relacionados con las estrategias discursivas que “naturalizan” las relaciones de dominación y de inequidad. Iconización es el proceso por el cual las diferencias lingüísticas que indican contrastes sociales son reinterpretadas como íconos de esos mismos contrastes (Gal 1998). Esta representación ideológica combina, entonces, algunas características de los rasgos lingüísticos del grupo en cuestión y supuestas cualidades del mismo, y entiende a unas como causa de las otras, o también como esencialidades inherentes a sus integrantes. “Las ideologías de los participantes, en lo que respecta al lenguaje, localizan - y a veces incluso generan - fenómenos lingüísticos como parte y evidencia de aquello que ellos ven como contrastes sistemáticos de comportamiento, estética, afecto y moral de los grupos indicados” (Gal 1998: 328). Irvine provee el ejemplo etnográfico de los Wolof de Senegal, en donde las diferencias de casta están asociadas con las diferencias en el estilo discursivo (Irvine 1989). La lógica podría ser expandida para incluir otros tipos de fenómenos que no son necesariamente verbales y en donde la relación icónica5 podría establecerse entre cualquier patrón de comportamiento y las sustancialidades representadas: patrones de prácticas culturales como diferentes hábitos alimenticios, diferentes calendarios, diferentes orientaciones sexuales y cosas similares.

    El proceso semiótico de recursividad involucra la proyección de una oposición, característica de un nivel del fenómeno, en algún otro nivel. Distinciones intragrupales pueden ser proyectadas hacia relaciones intergrupales y/o viceversa. Supresión, el tercero de los procesos semióticos, se refiere a la situación en la cual “una ideología simplifica un campo lingüístico, forzando la atención sobre sólo una de sus partes, lo cual deja algunas formas o grupos lingüísticos invisibles o reacomodando la representación de su presencia y sus prácticas para adecuarse mejor a esa ideología” (Gal 1998: 328). La supresión introducida por Gal es el operador semiótico que genera lo que Lyotard llamó différend. Différend es la situación en la cual no existe comunicación posible entre dos partes, una vez que los términos que una de las partes reconoce como propios y con los que se identifica son, de antemano, definidos como ilógicos o ininteligibles por la otra. Esta incompatibilidad entre discursos, una vez conjugada con las configuraciones heterogéneas del poder, convierte a ciertos personajes de este choque discursivo en perfectos candidatos a víctimas de ceremoniales de degradación (Garfinkel 1972) y en chivos expiatorios de los procesos sociales. Dentro de este conflicto discursivo, el débil es silenciado, su discurso es pre-diagnosticado lógicamente imposible, incluso su condición de víctima es negada (a través de complejas tecnologías jurídico-discursivas), si es que cabe la posibilidad de que eso le fuese legalmente favorable6; existe también una especie de silenciamiento que proviene de lo que Rothleder llamó la “paradoja del reconocimiento”: “Hacer que nuestro dolor sea reconocido y reconocible dentro del lenguaje, es convertirlo en lugar común y en algo que puede ser aparentemente comprendido y por lo tanto menos horrible” (1999: 98). Différend-supresión son operadores semióticos centrales en las configuraciones opresivas del poder/conocimiento, como los encontramos en Foucault (1980, 1981), o en actos de violencia simbólica, como fueron propuestos y descritos por Pierre Bourdieu. Los intercambios lingüísticos, escribe Bourdieu, son relaciones simbólicas de poder donde las configuraciones de poder entre oradores y sus respectivos grupos son modernizadas y actualizadas (Bourdieu 1977, 1982, 1990).

    Recursividad y supresión generalmente actúan juntas, en el sentido de que la recursividad generalmente conlleva a la supresión de los elementos “inconvenientes”. A través de la acción de estos tres operadores semióticos, las representaciones son adheridas a los grupos sociales, las visiones alternativas son excluidas y la autoridad discursiva y la legitimación política son construidas.

    En el pasaje citado del diario Clarín, podemos ver a los tres operadores en acción. Según el texto, la mera presencia de los barrabravas es suficiente para crear el entorno enrarecido que caracteriza a los actos de “salvajismo”. Si su presencia equivale a violencia, como indica el texto, es porque la violencia es un elemento esencial del barrabrava, llevándola consigo adonde quiera que vaya: nos encontramos aquí con perfecto ejemplo de iconización. Los individuos del grupo son fusionados en una colectividad, y los rasgos de la colectividad son simplificados y reducidos al ícono de la violencia. Esta manipulación de los elementos del contexto, que torna invisibles las complejidades de la situación, ya que podrían poner en riesgo la tarea de iconización, es claramente un trazo de la supresión al que Gal se refiere. Asimismo, el argumento del texto está construido a partir de dicotomías fundamentales: nosotros/normales/civilizados/sanos/pacíficos versus ellos (los integrantes de la barra brava)/anormales/bárbaros/drogadictos/violentos, que aterrorizan incluso a miembros de su propio grupo (en un estilo canibalístico, se podría decir). Esta división polarizada refleja el discurso criminal de los Estados militarizados, en los cuales una lógica categórica distingue entre buenos ciudadanos y criminales, nacionalistas y subversivos. En ese sentido, estas oposiciones pueden ser entendidas como lo que Gal llama recursividad.

    Además de la operación de estos procesos semióticos, también están siendo usadas otras estrategias discursivas más discretas. El estilo discursivo comunica un conjunto de creencias generales e implícitas sobre las cualidades, características y acciones de los actores de la escena presentada, como si fueran parte de un “bien establecido” sentido común. El uso del pronombre “nosotros” es un fenómeno típico de los discursos políticos (van Dijk 1998), en los cuales referencia de grupo, inclusión y lealtad se encuentran siempre implicados. La representación positiva de sí mismo combinada con la representación negativa del otro, el uso de la generalización como diagnosis y explicación social, la patologizacion de patrones marginales de comportamiento, y el uso de la hipérbole, son mecanismos retóricos utilizados por el texto para naturalizar las distinciones y oposiciones implicadas, y para afirmar la superioridad del conjunto de normas morales del orador sobre las del sujeto (el “otro”) descrito.

    Pasamos ahora al análisis de los extractos de un texto producido por el gobierno con la intención de regular y mejorar la seguridad en los estadios y la acción de las fuerzas de seguridad.


2) Extractos de un Reporte sobre Seguridad en Eventos Deportivos

    Este texto fue producido en abril del 2001, por la Coordinación de Seguridad Deportiva de la Secretaria de Deportes de la Nación. El mismo resume las acciones previas tomadas por el gobierno argentino en referencia al problema de la violencia en el fútbol, provee un recuento de los desarrollos históricos en Argentina y Europa, en cuanto a hechos y leyes, y propone nuevas guías para dirigir la acción de los oficiales de policía así como de las asociaciones y clubes de fútbol. Algunos extractos fueron seleccionados a causa del hecho de que se ocupan de la naturaleza y constitución de los grupos de fans.

Informe sobre Seguridad en los Espectáculos Deportivos7

[1] (…) Quisiéramos resaltar que a los fines no sólo teóricos y de diagnóstico, sino a los fines preventivos y de seguridad, debemos tener en cuenta que en los estadios nos podemos encontrar con dos tipos de violencia, cuyas manifestaciones y tratamiento, por ese mismo motivo, requiere medidas distintas. La primera es la reacción violenta espontánea de una masa o un sector de ella, y como tal sorpresiva, provocada por algún acontecimiento imprevisto, en general relacionado directamente con el desarrollo del juego, y la segunda, es la violencia organizada, proveniente de grupos violentos, previamente dispuestos para ello y que en general actúan con algún grado de premeditación, aunque muchas veces su reacción violenta aparezca disfrazada o "explicada" por alguna situación propia del juego, y sobre la cual en muchas oportunidades se monta la reacción espontánea del resto de la masa.

[2] (…) El problema que crean las multitudes de espectadores deportivos, está en directa proporción y relación, con la naturaleza del espectáculo y el número de espectadores, siendo justamente por ello el fútbol el más problemático, por la pasión que provoca, su gran difusión e inserción social, la asistencia masiva de espectadores y, fundamentalmente, por el mal comportamiento del público, lo cual no se da en igual grado en otras disciplinas. (...)

En una apretada síntesis de las recomendaciones finales, señalaremos que las mismas tienen relación con los siguientes aspectos:

[3] (…) Existencia y falta de control de los grupos violentos

Alcoholismo y otros tipos de adicciones.

Instalación de sistemas de control inteligente de accesos y sistema de circuitos cerrados de televisión y audio dirigido.

Adecuados y eficientes medios de comunicación y coordinación de la policía con la asistencia médica, ambulancias, primeros auxilios, plan de evacuación, Defensa Civil, etc.

Gran entrenamiento de las fuerzas policiales, especialmente en lo que hace al autocontrol emocional y cumplimiento estricto de las órdenes y los planes tácticos.

Mantener la prohibición [de] venta o consumo de alcohol en los estadios.

[4] (…) Dentro del ámbito nacional, debemos señalar, que si bien la violencia en los espectáculos deportivos existió casi desde siempre, como manifestación fundamentalmente espontánea, recién en los años 60 comenzó a expresarse de una manera mucho más agresiva; con incipiente organización y luego a partir de la década del 70 y hasta la actualidad fue incrementándose y a tener incidencia decisiva la violencia organizada en grupos violentos que actúan con premeditación.

Si bien las causales de la misma, como ya hemos dicho, son de estructura compleja, podríamos tratar de resaltar las condiciones indirectas que facilitaron el desarrollo de la misma y especialmente la formación y aparición de los grupos violentes denominados "barras bravas", que abarcarían los siguientes aspectos:

  • Contexto social-económico grave

  • Marco cultural-educativo deteriorado

  • Marginalidad derivada y destrucción del vínculo familiar

  • Influencia del alcoholismo y más actualmente de otras adicciones

  • Crisis de autoridad

  • Conformación y aparición de grupos violentos organizados, no sólo ya para sus actividades tradicionales de rivalidad frente a sus adversarios deportivos, sino como actividades funcionales y rentables, en forma paralela a la anterior y justificada en la misma, como: actos políticos, actos gremiales, activismo dentro de la interna de los clubes, "apriete" a técnicos y jugadores, venta y distribución de droga, y otros sinnúmero de "negocios" afines.


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