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Fútbol global.
10 apuntes políticos sobre el Mundial de 2002

   
Sociólogo
(España)
 
 
Ramón Usall Santa
usall@tinet.org
 

 

 

 

 
Resumen
    La mundialización de fútbol ha llegado a su punto álgido durante la copa del mundo de Corea y Japón de 2002. La voluntad de la FIFA de abrirse al mercado asiático ha certificado que el fútbol se ha convertido también en un fenómeno global. Aún así, la globalización a la que está sujeto no ha hecho perder al fútbol su dimensión social y política, sino que, contrariamente, la ha reforzado. El mundial de 2002 ha sido un claro ejemplo en ese sentido. Los intentos de cohesión nacional a través de la trayectoria de la selección, el fútbol como instrumento de venganza colonial o simplemente como prolongación de la política y la diplomacia, son fenómenos globales que se repasan en este texto.
    Palabras clave: Fútbol. Mundial. Copa del mundo. Política. Historia. Sociedad.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 54 - Noviembre de 2002

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En Catalán


1) La mundialización del fútbol

    A lo largo del siglo XX, el fútbol ha sido una cuestión esencialmente reservada a europeos y sudamericanos. Sólo el continente africano se había añadido entusiasta al deporte rey, pero su escaso potencial económico y comercial lo había relegado a segundo plano. Con la celebración del mundial de 1994 en los Estados Unidos, por primera vez un país fuera de Europa o de Sudamérica acogía la gran cita futbolística mundial. Era el principio de la mundialización del fútbol, una mundialización que se ha consolidado con creces durante la Copa del Mundo del 2002. El continente asiático, de escasa tradición futbolística pero con un enorme potencial comercial, fue elegido para culminar un proceso globalizador que ha llevado al fútbol a ser el deporte rey por excelencia en cualquier rincón del planeta.

    Esta mundialización ha significado la apertura de nuevos mercados y la consolidación del mundial como la operación de marketing deportivo más rentable del planeta. Como reconocía Deborah Hughes, vicepresidenta de MasterCard, una de las quince empresas patrocinadoras oficiales del mundial, “para nuestra marca, la Copa del Mundo de fútbol es la plataforma de marketing más potente y más rentable en el mundo”. Una audiencia mundial que ni tan solo superan los Juegos Olímpicos hace que sean más de 250 las empresas que comercializan productos oficiales relacionados con la Copa del Mundo. La mundialización ha convertido al mundial en el oscuro objeto de deseo de las grandes empresas. Como pasa en la economía, la concentración empresarial tiende a reflejarse también en el fútbol: Coca-Cola, McDonald’s, Adidas y Budweiser se han convertido en los principales patrocinadores exclusivos de la copa del mundo. Una situación muy tentadora para la FIFA que con esta mundialización se ha convertido en una excepcional máquina de generar ingresos y, por tanto, con unos intereses que a menudo tienen muy poco que ver con el deporte.


2) Japón y Corea, Corea y Japón

    Japón y Corea han sido los dos primeros países que han compartido la organización de un mundial, una decisión que no estuvo exenta de polémica. El presidente saliente de la FIFA, Joao Havelange, mostró su preferencia por la candidatura nipona, pero las presiones, especialmente de la UEFA, motivaron que Corea, un país con más tradición futbolística que Japón, fuera finalmente aceptada como coorganizadora. La decisión provocó recelos en ambos países, pero especialmente en Japón, que consideraba que la FIFA los había forzado a compartir “su” mundial. La coorganización ha puesto de nuevo sobre la mesa la rivalidad histórica entre los dos países asiáticos y los recelos provocados por la ocupación japonesa de Corea de 1910 a 1945. La historiografía revisionista japonesa, con un grado de institucionalización tal que el presidente nipón condecoró a criminales de guerra mientras se negaba a atender las reclamaciones de las jóvenes coreanas obligadas a prostituirse durante la ocupación, ha suscitado la indignación de los coreanos. La disminución de la tensión, provocada entre otros por el hecho que tanto Corea del Sur como Japón son los principales aliados de los Estados Unidos en el sureste asiático, no ha podido, no obstante, limar las profundas diferencias históricas.

    La tercera en discordia de este mundial ha sido Corea del Norte. La FIFA manifestó su deseo que Corea presentara en el campeonato un solo equipo agrupando jugadores del norte y del sur, como ya había pasado en el campeonato del mundo sub20 de 1991. Finalmente, no obstante, no hubo acuerdo a pesar que el acercamiento entre las dos Coreas parecía posible pese a mantener técnicamente estado de guerra al no haberse firmado ningún tratado de paz después de 1953. Corea del Norte, para responder al mundial que organizaban sus vecinos del sur, optó por la realización, en mayo de 2002, del Festival Arirang, un gran festival destinado a conmemorar el 90 aniversario del difunto Kim-Il-Sung, el principal líder comunista nortecoreano. Durante la celebración del mundial, Corea del Norte optó por piratear la señal televisiva de los partidos pero no ofrecer los de la selección de Corea del Sur ni las impresionantes celebraciones que ocurrían tras sus victorias. Lo que sí que ofrecieron las autoridades comunistas de Pyongyang fue la eliminación surcoreana contra Alemania, que incluso fue difundida con altavoces en la zona fronteriza desmilitarizada.

    En este sentido, el mundial también ha servido para que diversos grupos de jóvenes coreanos expresaran su deseo de ver a Corea reunificada, hasta el punto que los aficionados coreanos pretendían exhibir en la semifinal contra Alemania, un mapa de Corea unificada, desistiendo finalmente ante las repercusiones diplomáticas que un hecho de estas características podía comportar.


3) El lado oscuro de la FIFA

    El 29 de mayo, la FIFA reelegía a Joseph Blatter como presidente a pesar de las graves acusaciones que en su contra habían proferido sus anteriores compañeros del comité ejecutivo. Su rival, el camerunés Issa Hayatou, presidente de la Confederación Africana de Fútbol (CAF), no pudo vencer y quedó muy lejos de Blatter en las votaciones. La FIFA era acusada de corrupción desde diversos ámbitos y el mundial 2002 no ha contribuido a disipar estos fantasmas. La problemática existente con las entradas, que ha provocado pérdidas millonarias y un aspecto desolador en algunos partidos, se debe a la voluntad de la FIFA de conceder la explotación de la venta a una sola empresa próxima a su presidente y que se ha demostrado que no estaba a la altura de las circunstancias. Esta situación ha generado la protesta formal ante el máximo organismo futbolístico mundial tanto del gobierno japonés como del surcoreano.

    La animadversión de gran parte de los espectadores hacia los dirigentes de la FIFA se puso en evidencia durante la jornada inaugural, cuando Blatter fue silbado y abucheado por una parte importante del público mientras pronunciaba su discurso. A esta situación debe añadirse la cuestión de los arbitrajes que han provocado una nueva ola de indignación contra la FIFA hasta el punto que la televisión italiana RAI se ha planteado la posibilidad de denunciarla por perjudicar al equipo italiano. Sea como sea, la falta de transparencia continua siendo una de las principales características de uno de los organismos más poderosos del mundo.


4) ¿Un mundial para la paz en un mundo en guerra?

    “Este acontecimiento futbolístico ayudará a superar las diferencias raciales, culturales, ideológicas y religiosas; y unirá a la población de este mundo en un solo pueblo”, mientras el presidente surcoreano, Kim Dae-Jung, pronunciaba estas palabras, que Blatter ratificaba a su manera, el conflicto entre India y Pakistán por la soberanía de Cachemira estaba a punto de llevar al mundo a una guerra nuclear. Y es que, a pesar de la querida voluntad pacificadora e igualitaria del mundial, el contexto internacional en el que se desarrollaba estaba repleto de incertidumbre y de temores, muy lejos del paisaje idílico que Dae-Jung había anunciado. Durante el mundial no se ha acabado ni una sola guerra en el mundo, más aún, los conflictos de Palestina y de Cachemira ganaron en intensidad durante esos días. Además, muchos países participantes han cometido flagrantes vulneraciones de los derechos humanos que, en muchas ocasiones, la legitimación internacional que ofrece el mundial ha servido para ocultar.


5) La disidencia perseguida en nombre de la seguridad

    Los atentados del 11 de septiembre, añadidos al hecho que Corea del Sur y Japón son los principales aliados norteamericanos en el sureste asiático, provocaron que, como en anteriores ocasiones, la copa del mundo tuviese lugar en medio de impresionantes medidas de seguridad. Para poner un ejemplo de esta obsesión, durante los partidos de los Estados Unidos el espacio aéreo sobre el estadio quedó clausurado y se utilizaron máquinas detectoras de ataques bioquímicos para prevenir un posible atentado de Al Qaeda. Además, más de 3.000 policías velaron por la seguridad del equipo norteamericano. Precisamente la presencia del equipo de los Estados Unidos en Corea desencadenó la protesta de organizaciones internacionales de izquierda, protesta duramente reprimida por el gobierno que anunció su intención de impedir por la fuerza todas las manifestaciones durante las fechas del mundial. El seleccionador norteamericano, para calmar la tensión existente, afirmó en la víspera del Corea-Estados Unidos que “no habrá ningún problema. Los coreanos son nuestros aliados”. Lo que si que no se pudo evitar fueron las muestras de alegría de Corea del Norte después de la eliminación de los Estados Unidos; el gobierno comunista emitió la derrota norteamericana coincidiendo con el 52 aniversario del inicio de la guerra de Corea y recortó el vídeo emitido para que no pudiera apreciarse ninguna bandera con las barras y estrellas. La hostilidad contra los Estados Unidos también se manifestó en Ciudad de México, dónde la policía tuvo que proteger la embajada norteamericana de los decepcionados aficionados mejicanos que entre vivas a Bin Laden pretendían atacarla.


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