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Docentes de Educación Física...
¿en verdad Formadores?

   
Dirección General de Educación Física en el Distrito Federal
Oficina de Investigación Educativa
 
 
María de Lourdes Sánchez Franyuti
lourdessfranyuti@hotmail.com
(México)
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 54 - Noviembre de 2002

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    Muy pocas veces nos detenemos a reflexionar sobre la relación existente entre la actuación del docente y sus resultados en la formación de la personalidad del educando; este es el tema que aborda de manera general el presente artículo, exponiendo las causas por las cuales la errónea intervención del maestro provoca frecuentemente que el alumno se forje una imagen negativa de sí mismo, evidenciada por la falta de interés en lo que realiza.

    El programa de Educación Física para la Educación Básica señala que esta materia de estudios, como disciplina pedagógica, está “orientada a proporcionar al educando en formación, elementos y satisfactores motrices para la capacidad, el interés y a la necesidad de movimiento corporal que posee, con la intención específica de lograr el estímulo y desarrollo de habilidades, hábitos y actitudes que se manifiestan en la calidad de la participación en los diferentes ámbitos de su vida familiar, social y productiva.

    De la misma forma, el programa contempla como uno de sus propósitos generales, el propiciar en el niño la seguridad y confianza en sí mismo mediante la realización de actividades físicas, por medio de las cuales sea capaz de controlar el manejo de su cuerpo en diferentes situaciones.

    Para Sylvia Schmelkes, la escuela debe convertirse en un espacio donde el maestro colabore a la formación de la identidad del niño, fundada en el respeto y en la dignidad de su persona. Y dado que la autoestima e identidad son elementos recíprocos e indisolubles, la escuela deberá brindar al niño amplias oportunidades para la construcción de una autoestima que le permita interactuar sin complicaciones y con todas las ventajas posibles en la sociedad en que se desenvuelve.

    El “Manifiesto Mundial de la Educación Física 2000” señala que por su concepto y alcance, la educación física debe ser considerada como parte del proceso educativo de las personas, constituyéndose en la mejor opción de experiencias corporales al crear estímulos de vida que incorporan el uso de variadas formas de actividades físicas.

    Pero... ¿Qué tanto aporta el profesor de educación física en su práctica cotidiana para la consecución de tal empresa? Y... ¿hasta qué punto la relación maestro-alumno y maestro-grupo da pie a la conformación de una identidad personal, basada en el sentido de autosuficiencia y seguridad?

    Investigaciones recientes señalan que en el campo de la educación física se repiten los mismos patrones de conducta que en el aula, respecto a las debilidades que el niño presenta en ciertas áreas del conocimiento o en el desempeño de sus capacidades. Si bien es cierto que a través de las actividades físicas y deportivas es posible contribuir al desarrollo integral del alumno, en la realidad no siempre sucede así, dado que la intervención del maestro frente al grupo frecuentemente se halla salpicada de comparaciones constantes, pasando muchas de ellas desapercibidas por el carácter mismo de los deportes de competencia.

    En el ámbito de la educación física estamos acostumbrados a evaluar al alumno en forma cuantitativa; es decir, hay una escala de valores cuyos parámetros se encuentran comprendidos entre quien corre más y quien corre menos; quién lanza más lejos, nada más rápido, levanta más peso; entre quien mete más goles, anota más canastas y hace más puntos; en suma, quien gana o quien pierde, sin tomar en cuenta que ello puede repercutir en el crecimiento y la salud física e incluso mental del niño, ya que nada resulta tan dañino para el ser humano que sentirse en desventaja y en comparación constante.

    Si las observaciones que realiza el maestro en su clase, permiten subrayar las fortalezas y debilidades de cada individuo, deberían servir de instrumento para apoyar y alentar al alumno en la superación de sus propias carencias; sin embargo, sucede lo contrario ya que las medidas con que se evalúa responden más bien a un paradigma cuantitativo que a la cualificación imprescindible para todos aquellos procesos en que se valoran sujetos.

    Evidenciar carencias frente a los compañeros de grupo, va en detrimento de la percepción de las posibilidades propias de pensamiento y acción, propiciando atribuciones de incompetencia. Este hecho se presenta cuando un alumno fracasa en repetidas ocasiones en el intento de realizar una actividad, pudiendo señalar como causa, su falta de capacidad y aceptándola como producto de su incompetencia; por tanto, el niño imagina que saldrían sobrando las veces que intentara realizar tal o cual actividad, dado que el resultado sería consecutivamente negativo.

    Carol Dweck explica que a manera de defensa (ego protección), el alumno se volverá apático, se ausentará de la clase o utilizará cualquier tipo de estrategia para no volver a ejecutar lo encomendado, puesto que desde la infancia hasta adolescencia se tienden a exagerar los problemas cuando se saben en desventaja frente a los compañeros.

    Para Luis Ruiz, la incompetencia aprendida es el hecho de sentirse incapaz de realizar consecutivamente las tareas que se le proponen, aceptando que su falta de capacidad o su incompetencia es lo que le impide realizar un avance exitoso en alguna actividad, por lo que a manera de defensa evitará a toda costa llevar a cabo aquello que le incomoda.

    Martinek y Griffith (1993), comentan que éste el resultado de hábitos cristalizados a lo largo del tiempo por los profesores en la clase de educación física, al hipervaluar las capacidades frente a otras cualidades; errando recurrentemente al hipervalorar la competitividad frente a la cooperación; la forma de organizar las sesiones, así como el hecho de publicar resultados sobre tests de aptitud física y competencias deportivas en las cuales el profesor enfatiza con su actitud, que el mejor individuo es aquél que tiene mayor capacidad física y no quién presenta mayor compromiso y espíritu de trabajo, cuando en la realidad esto último es verdaderamente importante.

    Ya antes Martinek se había referido a esta situación (1981), al describir el fenómeno Pigmalión, el cual asienta que ciertas conductas del profesor pueden conducir a que el alumno manifieste atribuciones de incompetencia hacia sus errores. El autor refiere que las prácticas docentes son el núcleo de relaciones psicosociales en las que las expectativas de profesores y alumnos entran en interacción y pueden llevar a resultados nada deseados si no se trata de manera adecuada al niño.

    Por lo anterior, es de gran importancia que el profesor de educación física tenga presente la dinámica de este fenómeno; el cómo y el porque su actitud frente al grupo contribuye a reforzar o disminuir la seguridad personal del educando, a fin de evitar ser él mismo, la fuente que origine esta disfunción en la conducta y personalidad del niño.

    En orden de superar esta problemática, será necesario que el maestro genere dentro de su clase un clima afectivo y favorable que permita al educando vivenciar la experiencia educativa como una experiencia enriquecedora.

    De igual forma, deberá manifestar a los alumnos que la competencia motriz es susceptible de ser mejorada por medio de la práctica y que el esfuerzo y la perseverancia son herramientas valiosas para progresar, por lo que la misión de cada uno de ellos radica en esforzarse y hacer de la constancia un hábito perdurable.

    Asimismo el maestro, al evaluar al alumno, deberá cualificar el grado de avance de cada niño comparado con su propia condición anterior y no con relación a los demás compañeros de grupo como sucede frecuentemente en la escuela.

    Otro elemento que deberá retomar el docente, será el de implementar un aprendizaje más equitativo en el que todos los niños puedan percibir su propio progreso, logrando con ello una reafirmación de su personalidad, manteniendo la confianza y seguridad en sí mismos.

    Sería por ende conveniente, tener presente que mientras no transformemos nuestra forma de objetivar la realidad educativa estaremos formando a un solo individuo con posibilidades de sobresalir y a cientos más que lanzaremos sin timón ni remo a navegar contracorriente; puesto de otra manera, cooperando a la formación de un ganador y cientos de perdedores para la competencia más importante de todo ser humano: “la carrera de la vida”.

    Finalmente, cuando el profesor de educación física comprenda que es, ante todo, un educador cuya principal función radica en facilitar, apoyar y orientar al niño en su desarrollo y en el descubrimiento de una personalidad propia, íntegra e integrada, estará en camino de transformar sus prácticas educativas en favor de una educación verdaderamente formativa.


Bibliografía

  • DWECK, Carol. S. y Leggett, E.L. (1988). A social-cognitive approach to motivation and personality. En: Psychological Review. Núm. 95 Pp. 256-273

  • FIEP. Federación Internacional de Educación Física. (2000). Manifiesto Mundial de la Educación Física Año 2000.

  • LOZA, Jorge. (2000). Notas sobre la educación continua, abierta y a distancia. Universidad Autónoma del Estado de México. http://www.anuies.com

  • RUIZ, Pérez Luis. (1995). Competencia Motriz; elementos para comprender el aprendizaje motor en Educación Física Escolar. Editorial Gymnos, España. Pág. 123- 130.

  • SEP. (1993). “Programa de Educación Física para preescolar, primaria y secundaria”. SEP: México. Pág. 3, 11. Y en: http://mx.geocities.com/dgefdf/ (Apoyos Didácticos).

  • SCHMELKES, Sylvia. (1997). “Educación para la vida: algunas reflexiones en torno al concepto de relevancia de la educación”. En: Ensayos sobre educación básica. DIE-Cinvestav-IPN (Doc. DIE 50), pp. 49-53.

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