Valores en Educación Física y Deportes: de las intenciones a las acciones |
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Profesores del programa de posgrado en Educación Universidad de Passo Fundo - RS (Brasil) |
Péricles Saremba Vieira e André Baggio psvieira@upf.tche.br |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 53 - Octubre de 2002 |
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Las relaciones entre valores propuestos en Educación Física y Deportes y su concreción en la vida cotidiana tienden a mostrar inconsistencias cada vez más evidentes. Eso se evidencia en el análisis entre lo que es dicho, asumido y defendido y las acciones resultantes.
Una simple y directa observación de la realidad, de un lado, muestra que las intenciones declaradas en Educación Física y Deportes tienden a destacar confraternidad, respecto, placer, alegría, divertimiento y educación como valores desarrollados y base de las relaciones entre los practicantes. De otro lado, las acciones realizadas van casi siempre en sentido divergente. Ejemplos de esas situaciones pueden ser presenciados en las actividades que envuelven la práctica de deportes y competiciones en estadios y plazas en los cuales, generalmente, son transformados en verdaderos campos de batallas. El lenguaje es la misma utilizada en el vocabulario beligerante, tales como “enemigo”, “derrota”, “destrucción”, “guerra”, “bombardeo”, “masacre”, “ataque”, “explosión”, más allá del uso de palabras y expresiones de naturaleza discriminatoria, racista y excluyentes.
En la escuela, institución donde son más intensos los llamados a la formación humanista, tal vez en menor grado, es posible observar esta tendencia a la reproducción de tal postura.
Teniendo presente esas situaciones contradictorias, parece útil examinar si hacemos lo que decimos o si nuestro discurso es una fabulación racionalizante utilizada para ocultar lo que de hecho construimos en la sociedad. Lo que, al final de cuentas, nos caracteriza como profesionales de una área que contiene la expresión “educación”. ¿Somos constructores de relaciones consistentes entre intenciones y acciones o constructores de una realidad virtual, que, aunque virtual, moldea nuestra cultura, educa nuestros sentimientos, discursos, gestos, comprensiones y maneras de pensar? Creer en esa realidad construida de manera falsa y conformista es lo que denuncia Botomé (1994, p 22), nos transforma en los múltiples grados en que eso sea posible, en mentirosos que creen, por conveniencia, en las propias mentiras. Aunque sepamos que son mentiras, creer en ellas, de alguna manera o en algún grado, es lo que constituye la racionalidad cínica, la realidad virtual que sólo existe por ser conveniente y que, lamentablemente, parece predominar.
Siguiendo en esta línea de pensamiento, parece importante preguntar, cuando nos referimos a los valores, ¿de qué es lo que exactamente hablamos? ¿De aquellos valores enaltecidos en los discursos de apertura de los grandes eventos deportivos y presentados en el Manifiesto Mundial de Educación Física? ¿De aquellos explicitados en los objetivos de la escuela y en las clases de Educación Física? ¿De aquellos presentes en las actividades lúdicas? O, aún, ¿de aquellos observados en las acciones de los jugadores de las ligas internacionales? Al fin, de qué valores exactamente hablamos: ¿de aquellos creados por la realidad virtual o de aquellos, cotidianamente vivenciados?
Bracht (1992, p 35), afirma que “la verdadera Educación Física es aquella que ocurre concretamente, esto es, aquella que nosotros construimos en nuestro hacer diario”. Definiciones y conceptos son solo aproximaciones y representaciones de ese cotidiano.
Reforzando la crítica en relación al distanciamiento entre lo que se dice y lo que se hace, Cláudio de Moura Castro, en un artículo publicado en la Revista Veja (nov/1999), al examinar cuestiones relacionadas a la responsabilidad social de los jóvenes, afirma que al contrario de lo que usualmente se piensa, su comportamiento “antisocial” muchas veces no resulta de ausencia de preocupaciones con lo correcto y el incorrecto, sino que es producto de conflictos que presencian en el mundo que los rodea. Los jóvenes se quedan confusos y pasmados con los comportamientos hipócritas e inmorales de los adultos afirmando que “(...) ellos (los alumnos) no aprenden civismo en clases de civismo, pero en una escuela que practica la justicia, tolerancia, equidad y generosidad. Los alumnos aprenden por lo que la escuela practica mucho más que por los sermones en clase. La escuela tiene que enseñar con el ejemplo. Si el profesor trata al alumno rico de manera distinta de la que trata el pobre, obtura el aprendizaje de la equidad. Si el profesor llega retrasado, la lección de puntualidad se va en dirección opuesta”.
Otra situación que puede ser tomada como referencia para demostrar la inconsistencia entre intenciones y acciones puede ser observada en las clases de Educación Física en que los profesores insisten en trabajar las competiciones justificando la necesidad del alumno de aprender a ganar y perder. La vida, segundo ellos, se constituye de victorias y derrotas, por lo tanto nada más oportuno (?) que enseñar esos comportamientos a los alumnos. Sobre ese modo de pensar la Educación Física en la escuela, es posible hacer por lo menos dos afirmaciones:
1ª - la escuela continúa siendo reproductora de los valores existentes en la sociedad y de acuerdo con esos argumentos “no se puede hacer muchas cosas además de preparar el alumno para esa realidad” (Ver sobre asunto Bracht, 1992 y Bourdieu, 1982).
2ª - el segundo aspecto, y acordándose Maturana (2001, p 13) no existe competición buena y competición mala. “Como fenómeno humano, la competición se constituye en la negación del otro. Observen las emociones envueltas en las competiciones deportivas. En ellas no existe la convivencia sana, porque la victoria brota de la derrota del otro. Lo más grave es que, bajo el discurso que valora la competición como bien social, no se ve la emoción que constituye la praxis del competir, que es la que constituye las acciones que niegan al otro. En el ámbito humano la competición se constituye culturalmente, cuando el otro no obtiene lo que uno obtiene, es fundamental como modo de relación. La victoria es un fenómeno cultural que se constituye en la derrota del otro. La competición se gana con el fracaso del otro, y se constituye cuando es ‘natural’ que eso ocurra. No son las competiciones deportivas que crean la negación del otro, pero están de acuerdo con el resto de los dogmas sociales. Cuando se habla “de libre competición como si ésta fuese un bien trascendente, válido en si mismo, y que en el mundo hay que valorar positivamente y respetar como una gran diosa, o tal vez un gran dios que abre las puertas para el bienestar social, aunque, de hecho, niegue la cooperación en la convivencia, que es lo que constituye lo social”. (Maturana, 2001:14)
Teniendo presente las afirmaciones de Maturana parece oportuno preguntar: ¿son las actividades físicas, los juegos, los responsables por la creación de esa diosa libre competición? ¿O será la diosa que condiciona la práctica de la educación física? Al eliminar el juego, ¿eliminaremos la competición? ¿Es el juego el responsable por el deseo de la negación del otro? O, ¿puede el juego ser elemento de aceptación del otro? En ese sentido, vale preguntar ¿qué características necesitan tener las actividades de educación física para que en ellas no ocurra la negación del otro? ¿Qué condiciones son necesarias para que eso ocurra?
El juego representa, en un contexto lúdico, las acciones individuales y colectivas de las personas y de la sociedad. Por lo tanto, la competición no nace en el juego, pero es en él representado. Si la competición asume, en la sociedad, el carácter predatorio que observamos actualmente, no es por culpa del juego y si es suprimido de este los aspectos competitivos, el problema desaparecerá. (Freire, 1994:150)
No es ningún despropósito afirmar que la sociedad que existirá en el futuro depende, en gran parte de las decisiones, de los discursos y de las acciones que las personas tengan hoy. Frente a esto, parece importante que las personas que constituyen el sistema de educación (profesores, administradores...) sean capaces de orientar a los alumnos a que tomen decisiones, a transformar sus discursos y actuar de manera consistente con ellas, pero sobretodo, a que ellos mismos sean coherentes en lo que dicen y hacen, teniendo conciencia de las implicaciones que sus dichos conllevan. “El contenido de los discursos en una comunidad no es inocuo para esa comunidad, pues lleva consigo sus quehaceres.” (Maturana, 2001: 90).
Bibliografía
BOTOMÉ, Sílvio Paulo. Contemporaneidade, Ciência, Educação e Verbalismo. Frederico Whestphalen RS, Ed. Universidade Regional Integrada Alto Uruguai URI, 1994.
BOURDIEU, Pierre. A Reprodução. Rio de Janeiro, Francisco Alves 1982.
BRACHT, Valter. Educação Física e Aprendizagem Social. Porto Alegre: Magister, 1992.
CASTRO, Cláudio de Moura. Remédios para a incivilidade. In. Revista Veja. São Paulo, Editora Abril, nov 1999.
FREIRE, João Batista. Educação de corpo inteiro: teoria e prática de educação física. São Paulo: Scipione, 1991.
MATURANA, Humberto. Emoções e Linguagem na Educação e na Política. Belo Horizonte: Ed. UFMG, 1999.
revista
digital · Año 8 · N° 53 | Buenos Aires, Octubre 2002 |