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La intervención psicológica en las lesiones deportivas
Antonio Hernández Mendo

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 52 - Septiembre de 2002

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    Hongler (1988) cita al biofeedback como técnica de prepara­ción psicológica para la competición por lo que supone de reducción del estrés y al respecto afirma que "'To feed back' significa información de retorno. ?Informar de qué?. El princi­pio del biofeedback descansa sobre la constatación de que los fenómenos psicológicos tales como el stress, el miedo, etc., son asociados a modificacio­nes fisiológicas. Esta últimas (se trata de datos fisiológicos como por ejemplo el pulso, la frecuencia respiratoria, la presión sanguínea, la transpiración, etc.) son transmitidas a aquel que se entrena, bajo la forma de signos ópticos o acústicos, mediante aparatos apropiados. Así, el aprendizaje de los mecanismos emocionales llega a ser posible, ya que cada uno puede constatar 'por sí mismo' que tipo de comportamiento provoca (en él, en su caso) una modificación de las variables psicológicas. El aprendizaje rápido -en algunos días- de un método indivi­dual de relajación (que incluirá quizás también los procedimientos de relajación), así como un control objetivo del grado fisiológico de descontracción, es una ayuda rápida. Pero a pesar de su simplicidad a nivel de concepción, su puesta en práctica crea muchos problemas que están lejos de ser resueltos. No es propio el tratarlos aquí."(p.29).

    Hasta aquí hemos repasado los principales trabajos buscando una definición tanto de la técnica en sí como de sus principales áreas de aplicación, argumentadas desde la rehabilitación hasta el área del rendimiento deportivo.


Técnica 1: La hipnosis19

    La hipnosis es una técnica de intervención clínica que polariza a terapeutas y público en general, en detractores y defensores. Lo que parece claro es que esta técnica de intervención tiene arraigo en la comunidad científica, como lo demuestran los trabajos de Hull (1933) y Hilgard (1965), y además tiene un considerable bagaje de trabajos y publicaciones, como lo aseveran sus más de 20.000 publicaciones.

    En el ámbito del deporte20, la implantación es más reducida (unos 500 trabajos publicados) y se reduce a mínimos en relación a las lesiones deportivas (5 trabajos publicados), aunque curiosamente una importante cantidad de manuales de Psicología del Deporte la citan. En este sentido también es citada en el trabajo de Jara y Garcés de los Fayos (1995) y en el trabajo de Morgan (1993).

    En este epígrafe dedicado a la hipnosis no entraremos a describir los modelos teóricos (Rhue, Lynn y Kirsch, 1993) debido a la falta de espacio, su alta complejidad requieren espacios específicos. Tampoco vamos a entrar a describir las indicaciones y frases que se utilizan en las distintas técnicas y que pueden encontrase en manuales en castellano (Davis, McKay & Eshelman, 1985) o pueden ser recogidos a través de una formación específica (González Ordi, 1998). El objetivo didáctico que perseguimos al presentar esta técnica es dar una breve visión de la misma y ofrecer una pequeña muestra del apoyo científico con que cuenta.

    Tal y como señalábamos en el capítulo dedicado al atletismo, podemos considerar a la hipnosis como una de las técnicas de intervención más antiguas (Edmonston, 1986; Ellenberger, 1970). La evolución científica de la hipnosis ha estado llena de altibajos (Wolberg, 1948, p. IX). A partir de 1950, con autores como Ernest R. Hilgard de la Universidad de Stanford (California), Martin T. Orne en la Universidad de Pennsylvania. y Theodore X. Barber en la fundación Medfield (Massachusetts) (Hull, 1933; Hilgard, 1965; Shor & Orne, 1965; Barber, 1969), la hipnosis adquiere sistematización y rigor científico. En 1958, la American Medical Association reconoce la hipnosis como una modalidad terapéutica válida para ser utilizada por médicos y psicólogos debidamente entrenados (A.M.A., 1958) (González Ordi, 1998).

    Fruto del interés por llevar los fenómenos hipnóticos a las áreas de la investigación científica más rigurosa, es un mayor reconocimiento por parte de la comunidad de profesionales de la salud de las posibilidades terapéuticas de las técnicas de hipnosis (en especial, médicos, psicólogos y odontólogos). De hecho, en 1958, la American Medical Association reconoce la hipnosis como una modalidad terapéutica válida para ser utilizada por médicos y psicólogos debidamente entrenados (A.M.A., 1958). En Inglaterra en 1962, la British Medical Association aconseja su utilización en el tratamiento de distintas neurosis, dolor crónico, así como su aplicación en los ámbitos de la cirugía y obstetricia (Kroger, 1963). La American Psychological Association, en su reunión de 1988 celebrada en Atlanta, informó que la División 30 dedicada a la Psychological Hypnosis contaba con 1219 miembros, 146 asociados y 48 fellows. Actualmente existen numerosas sociedades que llevan a cabo investigación y trabajo profesional, como por ejemplo, la American Society for Clinical Hypnosis, la International Society for Clinical and Experimental Hypnosis o European Society of Hypnosis in Psychotherapy and Psychosomatic Medicine. En la actualidad asistimos a un renovado interés por la hipnosis y sus posibles aplicaciones en distintos ámbitos (Rhue, Lynn y Kirsch, 1993) y en el que no podía faltar, en buena lógica, el ámbito del deporte (Jara y Garcés de los Fayos, 1995; Morgan, 1993).

    Aún se desconoce muchas de las variables moduladores e intervinientes en el proceso hipnótico (González Ordi, 1992), aunque existe suficiente evidencia experimental que avala su aplicación.

    A fin de estructurar el contenido de este epígrafe, podemos considerar que existen tres estadios en el proceso hipnótico: la sugestionabilidad, la inducción hipnótica y la profundización21.

    Con respecto a la Sugestionabilidad, hay que señalar que es uno de los fenómenos más relevantes en el proceso hipnótico (Weitzenhoffer, 1957 y 1989 ; Wolberg, 1948). Se ha estimado que sugestionabilidad y el comportamiento hipnótico correlacionan positivamente (Hilgard, 1965). Las situaciones de sugestionabilidad pretenden poner a prueba la confianza del paciente en su terapeuta, así como estimar la manera en que determinadas sugestiones inciden sobre su comportamiento. Así, en la medida en que la confianza es mayor y el paciente reacciona positivamente a las sugerencias del terapeuta, es previsible que el primero permita al segundo dirigir el proceso de inducción con más rapidez, puesto que la colaboración entre los dos está prácticamente asegurada.

    A continuación, se exponen esquemáticamente algunas de estas técnicas que deben ser consideradas como un marco de referencia y deben ser flexibles en su administración y adaptarlas al repertorio verbal del sujeto.


Balanceo Postural. Se pide al paciente que se coloque de pie, en el centro de la habitación, en posición erguida, con los pies muy juntos y los brazos pegados a los costados del cuerpo. Se le indica que cierre los ojos e intente dirigir su mirada hacia un punto determinado (se marca con el dedo índice el centro de la frente del paciente), insistiéndole en que no debe dejar de dirigir su mirada hacia allí. Seguidamente, el terapeuta se coloca detrás del paciente con las palmas de las manos apoyadas en los omoplatos del paciente. A continuación se comienza a contar de 1 a 5, mientras se le van señalando sensaciones de rigidez y de desequilibrio. Después el terapeuta vuelve a situar al sujeto en la posición erguida y se coloca, seguidamente, delante de él, apoyando sus manos en la clavícula del mismo. Recuerda al sujeto que cierre los ojos y mantenga la mirada en el punto antes señalando, y contando de 1 a 5, se le sugieren sensaciones de desequilibrio. La prueba del balanceo postural está concebida como una prueba esencialmente de equilibrio. Es relativamente sencilla y suele ser superada por el 70% de la población (Piccione, Hilgard y Zimbardo, 1989). El objetivo de esta prueba es infundir la suficiente confianza en el paciente para que “se deje caer” y se despreocupe de las consecuencias de la caída porque confía en que le sostendremos. En esta prueba existen una serie de contingencias que coadyuvan en el éxito de la prueba:

  • la posición erguida con los pies juntos proporciona un eje de equilibrio muy inestable

  • los ojos cerrados impiden tener un marco de referencia visual para orientarse en el espacio.

    Una persona desconfiada puede resistirse y mantener el equilibrio. Esto nos indicaría que la inducción hipnótica pudiera no ser exitosa como esperamos aunque es aconsejable asegurarse aplicando otras pruebas de sugestionabilidad (González Ordi, 1998).


Levitación del Brazo. La prueba de levitación del brazo se considera de mayor dificultad que la anterior, aunque suele encontrarse entre los primeros ítems (los más fáciles de superar) de las escalas estandarizadas. Suele ser una prueba que superan el 60% de los sujetos aproximadamente. Es interesante que el terapeuta observe como se produce la elevación del brazo. Si el brazo está relajado y se eleva rápidamente, sin demasiadas pausas ni tiranteces, constituye un buen indicador de que la persona es muy sugestionable. Si existen tiranteces y pausas, pero el brazo termina elevándose apreciablemente (más de 9 cm), puede concluirse que, en principio, el sujeto se resistió a las sugestiones pero terminó por acceder a ellas. En cualquier caso, otro indicador fundamental es el tiempo que hemos tenido que emplear para que las sugestiones fueran efectiva: cuanto menor tiempo transcurra, el paciente se ha involucrado más rápidamente en el proceso y, por tanto, es lícito pensar que es más sugestionable. Finalmente, en ocasiones no es necesario que el brazo llegue a la altura de los hombros para considerar que la prueba ha sido positiva. Se ha encontrado que ciertos sujetos que no elevaron el brazo en absoluto, al preguntarles si habían experimentado alguna sensación, informaron que ellos estaban convencidos de que su brazo se había elevado aunque, de hecho no fuera así. En realidad, la prueba había sido superada con éxito desde el punto de vista subjetivo, pero no se reflejó en el comportamiento motor. En estos casos, es mucho más útil trabajar con pruebas esencialmente imaginativas, como es el caso de la “alucinación de sed” (González Ordi, 1998).


Bloqueo de las Manos. Se le pide al paciente que cierre los ojos y entrelace sus manos tan fuerte como le sea posible, manteniendo las palmas unidas entre si. La prueba del bloqueo de las manos supone plantearle al sujeto un reto. La clave del éxito de la prueba reside en que no supere dicho reto y no pueda separar las manos aunque insistamos en ello. El reto en cuestión se encuentra en las instrucciones deliberadamente contradictorias que el paciente recibe (“inténtelo... pero verá que no puede”; “cuanto más lo intente...más difícil será conseguirlo”), esta es una de las características de las técnicas de inducción directivas y autoritarias. Si el sujeto reacciona adecuadamente a esta prueba, puede constituir un buen indicador para la aplicación de este tipo de técnicas. Por lo demás, la prueba incluye ciertas pausas minutadas que deben ser lo más estrictamente respetadas posible, a diferencia del resto de las pruebas que se revisaran (González Ordi, 1998). Esta prueba también aparece en la Escala Harvard de Susceptibilidad a la Hipnosis (EHSH) (Shor y Orne, 1962; Lamas, del Valle-Inclan, Blanco y Alcaraz, 1985).


Alucinación de “Sed”. Se le pide al sujeto que cierre los ojos, se acomode confortablemente, y que preste mucha atención a las palabras del terapeuta. Luego se inician las sugestiones Esta prueba es una prueba de carácter esencialmente imaginativo y, por lo tanto, muy recomendable para sujetos con mucha imaginación. Los criterios para que esta prueba sea exitosa residen en que el paciente realice movimientos de deglución, humedecimiento de los labios y gestos durante la administración de las sugestiones que indiquen al terapeuta que se siente sediento/a. Una vez finalizada, es importante preguntarle al paciente si realmente sintió sed y qué sensaciones experimentó cuando se le indicó que se bebiera el vaso de agua helada. En la medida en que el paciente conteste que se sintió sediento y que al beber el vaso de agua experimentó una sensación de alivio, nos encontraremos ante un sujeto altamente hipnotizable, especialmente si se aplican técnicas no directivas con un alto componente de imaginería mental (González Ordi, 1998). La EHSH tiene un item sobre alucinación (Shor y Orne, 1962; Lamas, del Valle-Inclan, Blanco y Alcaraz, 1985).


El Péndulo de Chevreul. Para esta prueba, el psicólogo estará provisto de un círculo (como el de la ilustración 5) y de un péndulo. El sujeto sostendrá el péndulo situándolo en el centro del círculo pero muy cerca del papel, teniendo cuidado que el brazo no se apoye en ningún sitio (otros autores sugieren que se debe apoyar el codo). Una vez que el sujeto tiene su brazo en la posición deseada


Ilustración 5. Circulo para el ejercicio del péndulo de Chevraux.

    Se le indica que se concentre en el péndulo y que se imagine como se mueve (y se le van indicando las distintas direcciones de los ejes -"C" o "D"- y flechas -"A" o "B"-). La prueba del Péndulo Chevreul no se ha utilizado en investigación básica. En esta prueba la participación del paciente es mucho más activa Esta prueba reúne varios aspectos que facilitan su éxito:

  • el efecto de las sugestiones suele siempre reflejarse a nivel motor sin que la persona lo perciba (ligeros movimientos de la muñeca que hacen que el péndulo oscile)

  • el efecto de fatiga del brazo (cuando no está apoyado en ningún sitio)

  • las expectativas del sujeto por “seguir el juego” (González Ordi, 1998).

    Con respecto a las técnicas de inducción hipnótica, existe una gran variedad, probablemente tantas como especialistas en hipnosis, la mayoría de ellas se basan en la manipulación de tres componentes principales (Hilgard y LeBaron, 1984): relajación, imaginación y ejecución motora.

    En este epígrafe vamos revisar las consideradas clásicas en el ámbito de la hipnosis clínica.

Técnica de la Moneda (William S. Kroger, 1963). El paciente deberá sentarse cómodamente en posición erguida. Se le pedirá que extienda su brazo dominante hacía delante al nivel de los hombros y paralelo al suelo, quedando en ángulo recto con el cuerpo. La palma de su mano deberá estar hacía arriba con los dedos extendidos y se le depositará una moneda aproximadamente en el centro de la mano. Mientras que cuenta se le indica como va girando la mano hasta que la moneda cae (González Ordi, 1998).

Fijación Ocular (Método Braid). Esta técnica fue desarrollada por James Braid que fue el quien acuño el término "Hipnosis". El terapeuta le pide que se fije en un punto o en un objeto. Una vez fijada la mirada se le van indicando sensaciones de pesadez y cansancio hasta que cierra los ojos. González Ordi (1998), sugiere la utilización de objetos brillantes o de estimulación luminosa para potenciar los efectos. Esta prueba también aparece recogida en la EHSH (Shor y Orne, 1962; Lamas, del Valle-Inclan, Blanco y Alcaraz, 1985).

Levitación de la Mano (Milton H. Erickson, 1959). Esta técnica fue inicialmente descrita por Milton Erickson. Esta técnica se ha utilizado con éxito en la inducción de la hipnosis. Una de las mejores y más amplias descripciones es la ofrecida por Wolberg (1948). Mientras se cuenta se le suministran indicaciones para la levitación del brazo.

Técnicas Relajación. Las técnicas de relajación son eficaces estrategias de inducción hipnótica. Debido a que la mayoría de los entrenamientos en relajación son prolongados, se han desarrollado algunas técnicas de relajación, apoyadas en la sugestión directiva, que reducen su aplicación a una sesión terapéutica como máximo. Estas técnicas no pretenden facilitar estrategias específicas al paciente (de la forma en que la hacen el entrenamiento en relajación progresiva o el entrenamiento autógeno, por ejemplo), sino servir de puente entre la vigilia y el estado hipnótico, mediante la reducción progresiva del nivel de activación psicofisiológica del paciente. En cualquier caso, cualquier entrenamiento en relajación prolongado puede ser utilizado posteriormente como una técnica de inducción hipnótica si fuera necesario. Entre los diversos métodos de relajación para inducir hipnosis, destaca el desarrollado por Milton J. Marmer (1959), por su sencillez.

    Las técnicas de profundización hipnótica son una serie de sugestiones encadenadas que pretenden estabilizar los cambios cognitivos, emocionales, perceptuales y comportamentales obtenidos por medio de la aplicación de las técnicas de inducción hipnótica. A pesar de que su denominación como “técnicas de profundización” recoge la concepción clásica de la hipnosis como un proceso similar al sueño en donde el sujeto “profundizaba en un sueño hipnótico mayor”, en realidad estas estrategias sirven para aumentar la responsividad a las sugestiones del terapeuta, la implicación emocional, la focalización de la atención, etc., preparando al paciente para la intervención que se va a realizar posteriormente. Aunque didácticamente suelen diferenciarse de las técnicas de inducción, formalmente no existen separaciones entre ambas estrategias, siendo percibidas por el paciente como un proceso continuo. A continuación, expondremos algunas de estas técnicas (González Ordi, 1998)

Técnica Del Descenso Por La Montaña (H. González Ordi). Esta técnica fue creada Héctor García Ordi (González Ordi y Miguel Tobal, 1991). La técnica sigue el procedimiento de utilizar metáforas de profundización. Permite conexionar el proceso de profundización con las pruebas clásicas de profundización hipnótica de carácter observacional. Así mismo, incluye la administración de gran cantidad de detalles sensoriales que favorecen la implicación emocional del paciente. Finalmente, la escena en sí misma ha sido generalmente aceptada, tanto por los sujetos experimentales como por los pacientes, como una situación relajante y agradable (González Ordi, 1998).

Técnica del Ascensor (William S. Kroger, 1963). Esta técnica utiliza igualmente metáforas de profundización en el sentido en que el paciente va descendiendo en el ascensor de un edificio alto. La metáfora se manifiesta a través de los números del marcador del ascensor. La longitud del intervalo numérico es opcional, aunque generalmente se suele utilizar un número entre 10 y 20 pisos. Es importante presentar el recinto del ascensor lo más iluminado posible y con sensación de amplitud para evitar algún tipo de reacción de carácter claustrofóbico (González Ordi, 1998).

Técnica de la Escalera (E. T. Dowd, 1991). Esta técnica es similar a la del ascensor, utilizando metáforas de profundización, aunque en este caso se le pide al sujeto que baje una serie de peldaños de una escalera. El número de peldaños también oscila entre 10 y 20. Al final de las escaleras suele pedírsele al paciente que se siente sobre una mecedora amplia, se relaje y, a partir de aquí, se suceden las situaciones que el terapeuta desee presentar(González Ordi, 1998).

Técnica del Descenso del Brazo. Esta técnica va precedida de la técnica de inducción de levitación del brazo. Una vez que el brazo toca la frente del paciente, se invierte el proceso y se le dice que el brazo irá descendiendo a medida que se va contando de 10 a 1 (González Ordi, 1998). Esta técnica también está recogida en la EHSH (Shor y Orne, 1962; Lamas, del Valle-Inclan, Blanco y Alcaraz, 1985).


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