Positivismo, normalismo y Educación Física en Argentina |
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Prof. de Educación Física (Argentina) |
Daniel Pallarola danpalla@hotmail.com |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 52 - Septiembre de 2002 |
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Orígenes del Sistema EducativoLos sistemas educativos actuales tuvieron como piedra fundamental a la “instrucción pública”, necesaria para el nuevo orden construido, principalmente, sobre dos movimientos revolucionarios: la revolución industrial y la revolución política. Estos movimientos transformaron profundamente las relaciones sociales, políticas, y económicas, entre 1750 y 1830. También, desde lo simbólico y político, los orígenes del sistema educativo están estrechamente vinculados a los ideales republicanos, que expresaban la necesidad de contar con instituciones que aseguraran tal instrucción.
Incluso el avance del capitalismo y la reestructuración económico social que trajo aparejado, influyeron en la construcción del sistema educativo. Esto generó un alto grado de especialización y división del trabajo, haciendo que se necesitara sistematizar y asegurar la transmisión de saberes acumulados para cada una de las especialidades, y a la vez organizar complejos sistemas de cooperación para que todos los esfuerzos confluyan en la producción de un mismo bien (FRIGERIO, 1992: 19).
Los orígenes del magisterio en Argentina, según Davini, estuvieron ligados al proceso de conformación del sistema educativo y de construcción del proyecto de nación de la generación del ’80. Este origen se gestó por decisión y amparo del Estado, conducido por las elites agrarias y urbanas en función de la integración económica del país al capitalismo, a través de la exportación agraria (DAVINI, 1998: 27)
La segregación de Buenos Aires y el enfrentamiento entre provincianos y porteños hizo necesario estimular los valores y sentimientos nacionales por medio del sistema educativo, sumada a la necesidad de integrar a la masa de inmigrantes que llegaban al país (SOLIS-FERRO, 1996: 3).
Para Márquez y Sobrino (WEINBERG, 1994: 173), el rasgo distintivo de la ideología oligárquico-liberal era la “europeización”, significando el desarrollo “nacional” el logro de las pautas de consumo y de educación de los países desarrollados de Europa y Estados Unidos. El proyecto educativo liberal se centró en la formación del “ciudadano”, con misión de neto corte civilizatorio y de homogeneización ideológica para afianzar la construcción de la nueva nación. Tedesco sostiene que la educación argentina tuvo, en sus orígenes, una función política y no una función económica (WEINBERG, 1994: 200). Por eso el sistema escolar y su magisterio cumplieron, para el Estado que los creó, el papel de conformación de la sociedad civil, socializando no solo a la “barbarie” autóctona sino también a los trabajadores inmigrantes, afirma en su trabajo Davini (1998: 27). El sistema educativo educaba al Soberano con la intención de formarlo integralmente para el ejercicio del gobierno y de la democracia según la Constitución Nacional (SOLIS-FERRO, 1996: 4). Pero la función específica, o mandato fundacional, de las Escuelas Normales, era formar mano de obra para el trabajo docente; a diferencia de los Colegios Nacionales, creados en 1863, que perseguían la formación de dirigentes políticos que ingresarían a la universidad; de hecho el Dr. Enrique Romero Brest estudió en el Colegio Nacional de Corrientes.
El Positivismo ArgentinoLa Escuela Normal de Paraná, fundada en 1871, fue el punto de penetración del positivismo, dando origen al normalismo, orientación pedagógica y cultural, que se nutrió de un positivismo ecléctico con elementos comtianos1, spencerianos2, de la incipiente psicología experimental y de los principios antropológicos de Darwin. El Normalismo ocupó un lugar de privilegio en la formación del magisterio. El norteamericano George A. Stearns, primer director de la Escuela Normal de Paraná, hizo sensible la influencia spenceriana que se exteriorizó en su objetivo de equilibrar lo físico, lo intelectual y lo moral.
Entre 1871 y 1888 se cumplió la obra de fundación de 34 Escuelas Normales en capitales provinciales y ciudades de importancia regional. Luego se agregaron 21 escuelas más entre 1894 y 1910 (DAVINI, 1998), pudiendo incluir entre ellas, seguramente, a la Escuela Normal de Educación Física (1909).
El positivismo surgió como consecuencia del profundo cambio que se produjo a partir de mediados del siglo XVIII. Esto es, la revolución industrial, el avance científico y el progreso tecnológico. El positivismo argentino se presentó bajo dos facetas distintas, aunque afines en sus objetivos: un positivismo universitario y un positivismo normalista. En la enseñanza universitaria, el positivismo, se manifestó en el interés por los estudios bio - sociológicos. La creación más importante del positivismo universitario fue la Universidad de La Plata, fundada en 1897. El positivismo normalista tuvo su foco en la Escuela Normal de Paraná, como ya vimos, de donde surge el positivismo cientificista.
Según Perazzo et al. (s.d.), el Positivismo tuvo los siguientes rasgos distintivos:
Reivindicó el valor de las ciencias naturales, de lo cual derivó el uso del método experimental e inductivo; la unidad de las ciencias; la posibilidad de promulgar leyes universales; el concepto de “evolución” como principio real y físico que rige todo el desenvolvimiento cósmico.
Llevó al culto de la ciencia y a la negación de la metafísica.
Hizo prevalecer los intereses materiales y económicos sobre los morales y espirituales.
En lo pedagógico se preocupó por la acumulación de medios para hacer de la pedagogía una disciplina instrumental. Vio al maestro como un aplicador de principios didácticos y al alumno como un ente capaz de ser interpretado por las leyes psicológicas y fisiológicas generales.
El Normalismo, impregnado por la concepción filosófica positivista e impulsado por los ideales liberales y civilizadores de Sarmiento, fijó la orientación pedagógica de la escuela argentina. En 1882 se realizó en Buenos Aires el 1º Congreso Pedagógico Sudamericano donde se postularon, por ejemplo, los siguientes principios: Promover la enseñanza elemental, Suprimir castigos corporales y Establecer la escuela mixta. En relación a la educación física, se puede leer en las Declaraciones Finales (SARAVÍ RIVIERE, 1986: 66):
La enseñanza de la gimnástica debe ser obligatoria en las escuelas “comunes y privadas, comprendiendo especialmente, respecto de los varones, los ejercicios de marchas y evoluciones militares”.
Las lecciones diarias en la escuela deben ser alternadas con intervalos de descanso, ejercicios gimnásticos, canto y recreos.
De acuerdo a estos principios se promulgó la Ley de Educación Común Nº 1420, de 1884. Se consolida con esta ley el modelo liberal. Esta ley sirvió de base para la organización de nuestra escuela primaria. La Ley de Educación Común, que durante más de 100 años rigiera los destinos de nuestra escuela, constituyó una legislación educacional completa, orgánica y progresista. A continuación se presentan los artículos relacionados con la educación física (SARAVÍ RIVIERE, 1986: 68):
Art. 1º: La escuela primaria tiene por único objeto favorecer y dirigir simultáneamente el desarrollo moral, intelectual y físico de todo niño de seis a catorce años de edad.
Art. 6º: El mínimun de instrucción obligatoria comprende las siguientes materias: lectura y escritura; aritmética; geografía particular de la República y nociones de geografía universal; idioma nacional; moral y urbanidad; nociones de higiene; nociones de ciencias matemáticas, físicas y naturales; nociones de dibujo y música vocal; gimnástica y conocimientos de la Constitución Nacional
Para las niñas: será obligatorio además el conocimiento de labores de manos y nociones de economía doméstica.
Para los varones: el conocimiento de los ejercicios y evoluciones militares más sencillos; y en las campañas, nociones de agricultura y ganadería.
Art. 14º: Las clases diarias de las escuelas públicas serán alternadas con intervalos de descanso, ejercicios físicos y canto.
Con la generación del `80 surgen las grandes figuras de la pedagogía argentina, que a fines del siglo se orientaron hacia el movimiento cientificista en el campo de la educación. A estos hombres se debe, además del positivo adelanto de nuestros establecimientos de enseñanza, la creación de importantes instituciones educativas: la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires (1896), la Universidad de La Plata (1897), el Instituto Nacional del Profesorado Secundario, de Buenos Aires (1904) y El Instituto Nacional Superior de Educación Física (1906). La acción de los hombres de este período hizo posible la iniciación y el desarrollo de los estudios comerciales e industriales.
Solís y Ferro manifiestan que desde comienzos del siglo XIX aparecen en el país deseos de incluir, en la formación de los niños, clases de bailes, el andar a caballo, nadar, dominar la esgrima. Incluso aparecen registros de que se realizaron algunas de estas actividades en varios colegios.
A partir de 1852 se encara la estructuración del estado nacional y aparece una legislación que intenta conformar al Sistema Educativo del estado naciente, que a su vez sustentará la construcción de la Nación. Esto demuestra el papel de control social ejercido por el aparato educativo y el rol que tuvo el magisterio en la Argentina como ya se describió.
Educación Física NormalistaCuando se definió la inclusión de la Educación Física entre 1895 y 1898, en las Escuelas Normales de Maestras y Profesores, ya se le dedicaba 4 a 13 horas a los “ejercicios físicos” entre 1880 y 1887, superando a las destinadas a Anatomía, Fisiología e Higiene. Sin embargo en la configuración de la educación física argentina hubo dos corrientes o ideas doctrinarias.
Una que identificó a la gimnasia con ejercicios militares. Corriente que surge de las necesidades guerreras que había generado el estado en formación, tanto por guerras de la independencia como por los peligros externos, por ejemplo, problemas limítrofes. Reflejo de ello es la creación de la Escuela de Gimnasia y Esgrima del Ejército en 1897.
La otra idea doctrinaria corresponde a la que puso énfasis en dos aspectos:
La salud y la utilidad de los movimientos encarados de forma científica, apoyándose en las ideas y conocimientos de fisiólogos europeos de la época: Esteban Marey (1830 - 1904), Fernard Lagrange (1845 - 1909), George Demeny (1850 - 1917) y Philippe Tissie (1852 - 1935) (SOLÍS-FERRO, 1996: 3-4; LANGLADE-LANGLADE, 1970:28).
La educación, apoyada en la obra pedagógica de José María Torres (¿? - 1895), Benjamín Zorrilla (1840 - 1896), Francisco Berra (¿? - 1906), José Zubiaur (1856 - 1921), Pablo Pizzurno (1865 - 1940) y en el Congreso Pedagógico Internacional de Instrucción Primaria y el Congreso Internacional para la propagación de los Ejercicios Físicos en la Educación, realizados ambos en París en 1889 (CALVO, 1996: 39)
Es este último aspecto doctrinario el que podríamos definir como Educación Física Normal.
Con el decreto del 18 de abril de 1898, firmado por el Ministro de Instrucción Pública, el Dr. Luis Belaustegui -últimos meses de la presidencia del Dr. José Evaristo Uriburu (1895 -1898)-, se instala definitivamente a la educación física en las escuelas del estado nacional, en el marco de las reformas pedagógicas de la época. La redacción de los fundamentos estuvo a cargo del Prof. Pizzurno y la parte práctica y reglamentaria, a cargo del Sr. Romero Brest -aún no era médico- (INEF, 1986: 9). Esto obliga a formar recursos humanos calificados en la disciplina. En 1900 el Ministro de Justicia e Instrucción Pública Dr. Magnasco, formó una Comisión Profesional de Médicos, y entre ellos estaba, el recién recibido, Dr. Romero Brest. Su misión era establecer las reglas de una educación física científica.
El proceso de formación se inicia, gracias a un decreto firmado por el General Roca y el Ministro de Justicia e Instrucción pública Juan A. Serú, con los Cursos Normales temporarios de ejercicios físicos para maestros desde octubre de 1901, con una duración de dos meses en el período de vacaciones, con el propósito de certificar a los docentes que ya dictaban la asignatura en algunas escuelas del país, sin poseer un título (algunos estaban formados como maestros de gimnasia y esgrima del ejercito, desde 1897).
También había cursos para formar a los flamantes maestros normales nacionales. Esta base sirvió para que el 17 de febrero de 1905, por un decreto firmado por Joaquín V. González, se estableciera el Curso Normal de Educación Física, que duraba dos años, y egresaban con el título de Maestro Normal de Educación Física. Dicho curso funcionó primeramente en la Escuela Normal Nº 8. Luego pasó a la Escuela Normal Nº 3 y finalmente funcionó en una casa particular en la calle Azcuénaga 886. Un lugar propio, aunque incómodo e insuficiente para el desarrollo de las clases. Se puede decir que es aquí es donde se consolida el Modelo Fundacional.
El actual Instituto Superior de Educación Física Nº 1 “Dr. Enrique Romero Brest”, nacido de aquel curso normal, tuvo como mandato desde sus orígenes, la formación de docentes de educación física para todos los niveles del sistema educativo. Fundado como parte del proyecto de inclusión de la educación física, entendida como contenido de naturaleza práctica, en los curriculum del sistema educativo argentino. Un proyecto promovido desde el siglo anterior por Prof. Pablo Pizzurno y el Dr. Enrique Romero Brest.
La organización institucional de la Escuela Normal incluía dos Departamentos: el del Curso Normal, para los estudios de magisterio, y una Escuela de Aplicación, destinada a servir de modelo a los estudiantes y para que practiquen los sistemas y métodos pedagógicos aprendidos.
El Instituto de Educación Física no estuvo fuera de esta organización. En él existían tres clases de cursos:
Cursos Normales para Profesores
Cursos Preparatorios
Cursos o Escuela de Aplicación.
Los Cursos Normales correspondían a la preparación de los profesores de educación física. Aquellos que en el ingreso obtuvieran una calificación de sus capacidades físicas de “subnormal”, no eran admitidos, y se los integraba a los Cursos Preparatorios. Consistían, básicamente, en un año de disciplinamiento y de gimnasia metódica y racional.
En la Escuela de Aplicación, organizada en 1915, se dictaban clases de educación física, de ejercitación fisiológica e higiénica, a niños de 6 a 14 años.
Es probable, que al igual que en el magisterio, existiera un “circuito cerrado” en la incorporación del alumnado del Instituto por aquel entonces. A partir de sus propios alumnos del Departamento de Aplicación, que accedían posteriormente al Curso Normal (DAVINI, 1998: 28).
Las condiciones que hicieron que muchas mujeres se enrolaran en el normalismo, desde el siglo XIX, se repitieron para la educación física. La alta presencia femenina se notaba desde los cursos temporarios de 1901. Esto mismo sucedió en los cursos normales permanentes, donde la cantidad de mujeres recibidas en los primeros 10 años del instituto, según el Dr. Romero Brest analizaba en 1917, triplicaba a la cantidad de varones (SOLIS-FERRO, 1999).
El Ministro de Instrucción Pública Dr. Rómulo S. Naón, según relata Romero Brest, visitó un día el curso en pleno funcionamiento. Estudió atentamente sus finalidades y resolvió elevarlo a la categoría de Escuela Normal de Educación Física por decreto del 14 de mayo de 1909. También lo equipa con un Laboratorio de Fisiología completo y lo traslada a un edificio más amplio en Bartolomé Mitre 2520. Aunque las actividades físicas se seguían realizando en la Escuela Normal de Profesores Nº 2.
El ministro Juan M. Garro, resuelve en 1912 elevar la escuela a la categoría de Instituto Nacional Superior de Educación Física, trasladándose a la calle Coronel Díaz 2180, un predio alquilado a la familia Bemberg. Tres años después, el plan de estudio sufrió una reforma. La carrera pasó de dos años a tres en 1915; además, en ese año, se creó la Escuela de Aplicación.
El Instituto inauguró una concepción novedosa de la Educación Física para la época, cuando desarrolló el Sistema Argentino de Educación Física. Este sistema es el que atraviesa a todos los planes de estudio de este período.
El análisis de la historia, sobre todo de la primera época del Instituto, demuestra claramente el interés constante en la actualización de sus planes de estudio, aunque siempre promoviendo al Sistema Argentino. La gran producción bibliográfica del Instituto y del Dr. Romero Brest, hasta fines de la década del ’30, no solo sirvió para la formación de docentes argentinos, sino que sirvió también para la formación de docentes en Latinoamérica. A continuación transcribiré las palabras del mismo Dr. Romero Brest, que realiza una revisión de lo acontecido por el Instituto, hasta 19383:
“En los comienzos del Instituto el plan de estudio no comprendía sino dos años. Estaba, así, limitado con el objeto de facilitar, en cuanto fuera posible, la concurrencia de alumnos, en el temor de que los incentivos ofrecidos a éstos, eran pocos y de cumplimiento inseguro [1906 - 1914].
La preparación científica y práctica se hacía en forma elemental, circunscripta a las disciplinas más importante e indispensables. Pero, nunca perdimos de vista la conveniencia de impartir una enseñanza completa, hasta realizar el concepto de una verdadera escuela científica, y práctica a la vez, que respondiera al ideal de lo que debe ser un profesor de educación física. Es así que, al cabo de cierto tiempo, vencidas las dificultades de los primeros momentos, se agregó un año más al plan, aunque con carácter facultativo [¿1915?]. Cuando la experiencia demostró que este carácter era innecesario, porque la mayoría de los alumnos seguían de buen grado los cursos completos, se optó también por hacerlo obligatorio, con las ventajas que ello trajo aparejadas. Al mismo tiempo se creó la especialización para varones y para mujeres en gimnástica atlética y estética, respectivamente, agregando un año más de trabajos al plan de estudio [1925]. Tal vez será posible, en un porvenir no lejano, hacer estos cursos obligatorios, uniformando de este modo la enseñanza total del establecimiento.
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