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Cómo usar la observación en la psicología
del deporte: principios metodológicos

   
Universidad de Málaga
(España)
 
 
Antonio Hernández Mendo
Maribel Molina Macías

mendo@uma.es
 

 

 

http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 49 - Junio de 2002

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1. Planteamiento

"La observación, que puede ser
asistemática y acientífica,
también alcanza, por supuesto, la
jerarquía de método
científico y, por tanto, capacidad de
describir y explicar el comportamiento, al haber
obtenido datos adecuados y fiables
correspondientes a conductas, eventos y/o
situaciones perfectamente identificadas, e
insertadas en un contexto teórico".
-Anguera (1988a, pp.11)-


    En el último medio siglo la Psicología ha pasado de un paradigma conductista a uno cognitivista muy fructífero. Se han elaborado modelos que explican los constructos psicológicos más representativos y esperanzadores: modelos sobre la ansiedad, modelos de inteligencia, modelos de pensamiento, etc. La mayoría de estos modelos están perfectamente operativizados y permitirían la construcción de herramientas ad hoc con el fin de realizar estudios de la conducta observable. Esto es permitiría poner a prueba muchos de estos modelos en los ambientes naturales donde se producen las conductas de los sujetos, en donde la conducta no se estudia per se sino como un indicador conductual del modelo. En definitiva, lo que este trabajo pretende plantear es la necesidad de, una vez elaborados los modelos cognitivos necesarios, volver al estudio de la conducta a partir de estos modelos en los ambientes naturales donde se desarrolla la conducta deportiva.

    Como afirma Bakeman (1993) el estudio de ciertos problemas, tal es el caso del deporte, "requieren una perspectiva dinámica de la conducta social en lugar de una estática" (pp.19). En esta afirmación se recoge el principal problema del análisis llevado a cabo en el ámbito deporte. Estamos ante una situación social cambiante en la que los procedimientos estáticos de análisis no son suficientes, esto nos sitúa ante la metodología observacional como única herramienta, aunque si bien es verdad que las transformaciones a las que ha sido sometida esta metodología la hacen gozar en la actualidad de un prometedor futuro.

    Esta circunstancia, según Anguera (1993), ha venido promovida por el gran impulso y consolidación habida en los últimos quince años. "Sus orígenes se remontan de manera específica a la primera mitad de siglo y su uso implicaba ámbitos muy diversificados" (pp.25). De la misma manera esta autora afirma que la observación, en las décadas de los años sesenta y setenta, fue surgiendo progresivamente de forma decidida y se estructuró como método, dejando de ser una técnica de recogida de datos, lo que implicaba su establecimiento como una estructura que se adapta a los caracteres básicos del método científico. Esto suponía que la observación, a la que se le otorgaba un rango científico, poseía una adecuada sistematización fruto de un desarrollo metodológico riguroso. Posteriormente la utilización de esta metodología se extendió a la práctica totalidad de las ciencias sociales y es en el deporte de competición donde su uso se hace imprescindible, pero también donde se aplica de forma menos rigurosa.

    Si consideramos que la función de la metodología observacional en el afianzamiento de una disciplina es la descripción, el acúmulo de datos y registros (Riba, 1993), parece evidente que toda la observación que se ha realizado en el deporte tanto en el pasado como en el presente ha ido encaminado a robustecer su carácter de ciencia, aunque en algunos, o muchos casos, estas observaciones han favorecido en poco o en nada este objetivo, al carecer del marco teórico y metodológico necesarios. Por eso creemos importante hacer un breve recordatorio metodológico del proceso de observación. Comenzaremos por hacer referencia a la propia definición de observación, a los plantea-mientos iniciales y a diversas cuestiones técnicas como el tipo de datos, la métrica observacional, etc.

    En cuanto a la definición de observación parece oportuno recordar la propuesta por Anguera (1988a): "es un procedimiento encaminado a articular una percepción deliberada de la realidad manifiesta con su adecuada interpre-tación, captando su significado, de forma que mediante el registro objetivo, sistemático y específico de la conducta generada de forma espontánea en un determinado contexto, y una vez que se ha sometido a una adecuada codificación y análisis, nos proporcione resultados válidos dentro de un marco especi-fico de conocimiento" (pag.7).

    En un trabajo posterior (Anguera, 1990) matiza aún más esta definición y la conceptualiza como una estrategia particular del método científico que busca la cuantificación del comportamiento espontáneo que se produce en situaciones no preparadas. Para conseguir el cumplimiento de este objetivo se han de llevar a cabo una serie ordenada de etapas. Su fin es la resolución de problemas (de descripción, covariación, causación, secuencialidad, etc.) que se plantean acerca de la conducta manifiesta de sujetos que se hallan en un ámbito natural (es decir, no artificial).

    De esta definición se desprende la repercusión que tendrá en, por un lado, las condiciones necesarias para llevar a cabo una observación y, por otro, en la importancia de la observa-ción tanto en la preparación física y técnico-táctica como en la psicológica en los deportes de equipo.

    Respecto a las condiciones necesarias para llevar a cabo una observación, las podemos cifrar en:

  1. Debe poseer un objetivo y estar planificada para el mismo. Tal y como afirma Anguera (1988a) "constituye la más crucial de las decisiones a adoptar, tanto por la dificultad habitual de su concreción, como por las implicaciones que se derivarán de todo el proceso. Un grave error sumamente frecuente en este punto es la formulación de un objetivo amplio y vago (...). El objetivo debe hallarse perfectamente delimitado; éste es un requisito imprescindible para su correcta enunciación" (p.12).

  2. Debe ser sistemática. Este punto se refiere a cuestiones de diseño, donde se especifican cómo se llevará a cabo la recogida de datos e incluso el tipo de unidades y de datos.

  3. Debe ser objetiva, válida y fiable. Hay dos cuestiones fundamentales previas a la codificación del flujo conductual. Una es la utilización de los medios técnicos que van encaminadas a reducir los errores de percepción y codificación. La otra, es la relativa al análisis de calidad de los datos, que van a determinar en qué medida son "fiables".

  4. Debe estar relacionada en su cometido concreto con un marco de conoci-mientos o proposiciones más generales. Parece evidente que toda la estrategia científica que se desarrolla en un estudio viene determinada de forma fundamental por el propio problema que se estudia, así como por los objetivos que se pretenden alcanzar.

    En este mismo sentido Anguera (1990) afirma que "la metodología observacional es una estrategia particular del método científico que se propone la cuantificación del comportamiento espontáneo que ocurre en situaciones no preparadas, implicando para su consecución el cumplimiento de una serie ordenada de etapas. Su finalidad se materializa en la resolución de problemas (de descripción, covariación, causación, secuencialidad, etc.) planteados acerca de la conducta manifiesta de sujetos que se hallan en un ámbito natural (es decir, no artificial)" (p.126) y los requisitos necesarios que garanticen unos mínimos metodológicos (Selltiz, Jahoda, Deutsch y Cook, 1965,p.229) son:

  1. Servir a un objetivo ya formulado de investigación. Los problemas teóricos que puedan plantearse determinan la estrategia científica más adecuada.

  2. Debe estar planificado sistemáticamente. Hace mención a la selección de comportamientos que interesa estudiar, delimitación de la situación, número de sujetos a observar simultáneamente, temporalización del período de observación, grado de adiestramiento y participación del (de los) observador(es) para que se pueda proceder a la codificación del flujo conductual.

  3. Optimizar los datos recogidos. Este apartado incluye dos cuestiones fundamentales, uno es el relativo al uso de los medios técnicos de registro adecuados que reducen los errores del observador y la rapidez de las conductas a observar. El segundo se refiere al análisis de calidad de los datos y a la utilización de aquellos que ofrecen una mayor consistencia.

  4. Adecuar la estrategia de análisis en función del objetivo. El uso extendido de técnicas de análisis específicas de la metodología observacional (diseños secuenciales, transversales, secuenciales/ transversales) deben de ir encaminadas a completar el diseño a nivel cuantitativo de forma que se objetiven tanto los datos como los resultados.

    En cuanto a la importancia de la observación en todo el proceso de preparación en el deporte, podemos argüir que estriba en:

  1. De forma global, en el afianzamiento y desarrollo del conocimiento en general y en el ámbito deportivo en particular.

  2. Permite la obtención de datos objetivos, tanto de la acción de juego como de los resultados y acciones de los entrenamientos.

  3. Nos permite valorar objetivamente la eficacia de nuestros planes de entrenamiento dentro de la situación de competición.

  4. A través de la observación podemos cotejar la eficacia de los planteamien-tos tácticos del equipo 'per se' y en función del equipo adversario.

  5. Permite un control cuantitativo y cualitativo de los errores técnicos y tácticos tanto de los jugadores como individuos o de éstos como integrantes de un conjunto.

  6. En los deportes en los que existe un equipo titular permite valorar la eficacia de éste y compararla con la de los jugadores suplentes.

  7. Permite la formulación de nuevos modelos funcionales de análisis de los distintos deportes.

    De la misma manera podemos considerar la valiosa función que desempeña la observación en diversos ámbitos del deporte, como es el estudio en la implantación de nuevos sistemas de juego o de entrenamiento (p.e. con la llegada de un nuevo entrenador o de otro técnico, por ejemplo, un psicólogo), en la adquisición de habilidades y destrezas motrices en la enseñanza deportiva con jóvenes deportistas o como metodología en la valoración de programas de actividad física (Blasco, 1994). Este estudio podemos concretarlo en los siguientes puntos (Postic y De Ketele, 1992):

  1. La observación en la implantación de nuevos sistemas de juego. Teniendo en cuenta que la observación trata en especial problemas psicosociales y que las representaciones no pueden ser objeto de observaciones directas, la forma más adecuada de recogerlas es a través de inferencias a partir de los comportamientos mostrados en los entrenamientos, en la propia competición o incluso en los vestuarios a través del uso de cuestionarios o de otras herramientas. El estudio de la oposición y de las actitudes en relación a los cambios propuestos, es posible mediante el análisis del contenido de entrevistas individuales o discusiones grupales. De esta manera podemos conocer las resistencias individuales que nos va a permitir romper con la rutina, con los hábitos adquiridos, superar la angustia que supone enfrentarse con algo novedoso. Nos permitirá también superar las resistencias colectivas ante lo que se presenta como una perturbación del funcionamiento habitual y como una ruptura del equilibrio del sistema producido por la modificación de los roles del juego. El objetivo es determinar entre el origen de las resistencias iniciales al cambio o el propio rechazo a las innovaciones.

  2. La auto-observación en el proceso de implatanción de nuevos sistemas (la auto-observación como proceso regulador). Dentro de la auto-observación hay que distinguir entre la auto-observación de conductas hetero-observables y auto-observación retrospectiva. Este tipo de observación puede permitir que los deportistas gestionen el nuevo proyecto, analicen los problemas que encuentran e intenten resolverlos con plena consciencia de su actuación. La función de la observación, en este caso, puede ser regular la marcha de la innovación, permitiendo a los participantes reaccionar con flexibilidad ante los problemas. Se pretende saber dónde se sitúan cada uno de los deportistas en relación a los objetivos planteados al principio y se procede a la evaluación con vistas a posibles tomas de decisión.

  3. La observación en la evaluación y en la toma de decisiones. La observación permite evaluar el desarrollo de los acontecimientos en cuanto a los sistemas de juego se refiere y ésta es, en definitiva, la clave para la preparación de una toma de decisiones. Ésta, básicamente, es un proceso que implica la realización de un análisis que permita la elección entre varias acciones posibles (p.e. jugar con un sistema 4-3-3 o con un 5-4-1, etc.).

    Como hemos señalado con anterioridad, vamos a efectuar un rápido repaso de las fases de desarrollo de la observación así como de otras cuestiones metodológicas.

    Con el fin de tener presentes las fases de un estudio observacio-nal es obligado recordar la distinción entre la observa-ción como técnica y la observación como método1. Cuando afirmamos que la observación es una técnica, conceptual-mente nos estamos refiriendo a un sistema de recogida de datos, en tanto que, cuando la entendemos como método, nos referimos a la utilización de la observa-ción como una guía de investigación. Las fases de una observación, que básicamen-te coinciden con las de una investi-gación, las podemos resumir en los siguientes puntos (Sarria y Macía, 1990a):

  1. Formulación del problema. Distintas fuentes de información y documentación pueden ayudar al planteamiento del problema. El problema debe ser formulado junto con las hipótesis de partida, ya que éstos servirán de guía al asumir las decisiones que se van tomar en las siguientes fases.

  2. Planificación de la investigación. Este apartado hace mención a la elección y planteamiento del diseño, la determinación de las condiciones espaciales y temporales del muestreo, la elección de conductas que serán observadas, así como de los instrumentos de observación. A este respecto, las cuestiones fundamentales son las siguientes:

    • Condiciones de la situación de observación. Estas situaciones vienen determinadas en cada caso por los objetivos fijados para cada estudio. Parece evidente que existe una fuerte relación entre las decisiones que se deben de tomar, y que fueron comentadas anteriormente, y las condiciones concretas del estudio.

    • Elección de los parámetros conductuales y de los sistemas de registro. Este apartado se relaciona con el tipo de registro que se haya elegido para llevar a cabo la codificación de la conducta (informes narrativos, categorías, formatos de campo, etc.).

    • Molecularidad versus molaridad. En el trabajo de Anguera, Behar, Blanco, Carreras, Losada, Quera y Riba (1993) con respecto a la molecularidad afirman que es un "término relativo que se aplica a toda unidad de conducta microscópica, en un sentido algo distinto al de la física, pues tales unidades son a menudo observables mediante percepción normal, aunque no siempre están codificadas socialmente, quedando a veces en el nivel de captación subliminal de la realidad. Se suelen entender en tanto que actos determinados o movimientos corporales. Ello implica que: 1) dichas unidades son de un carácter más bien descriptivo, morfológico incluso; 2) poseen corta duración y una localización espacial o corporal precisa. En definitiva son unidades concretas, analíticas e intensivas" (p.605-606). En cuanto al concepto de molaridad Anguera et al. (1993) afirman que es un "término relativo que se aplica a toda unidad de conducta macroscópica, en un sentido paralelo al de la física. Se utiliza habitualmente en estudios sobre el comportamiento social, y puede entenderse, por tanto, en términos de acción o actividad. Ello implica, a su vez, que: 1) dicha unidad posee una considerable carga de interpretación y un carácter a menudo funcional; 2) tiene una duración y una proyección espacial o corporal considerables. En definitiva, es una unidad de conducta global, sintética y comprehensiva" (p.605).

  3. Selección de sujetos a observar. Las decisiones en torno al tipo de muestreo que se pretende realizar van a determinar la representatividad de la conducta real del sujeto o del grupo. Diversos autores han llevado a cabo trabajos importantes en relación al muestreo (Altman, 1974; Yarrow y Waxler, 1979; Anguera, 1981, 1983, 1988a, 1988b; Suen y Ary, 1989; Quera, 1993). Siguiendo el trabajo de Anguera (1988a, 1990) podemos distinguir: muestreo "ad libitum", muestreo de eventos, muestreo focal, muestreo de tiempo, y dentro de éste el muestreo instantáneo o de puntos de tiempo (scan sampling) y el muestreo de intervalos (one-zero sampling).

  4. Recogida de datos. En este apartado Sarriá y Maciá (1990b) incluyen cuestiones relativas a registro y codificación (teniendo en cuenta si es registro continuo o discontinuo), aparatos de registro (magnetófono, vídeo/película, registradores electrónicos, etc.) y fiabilidad.

  5. Análisis e interpretación de los datos observacionales. El análisis que se haga en este apartado va a estar en función del tipo de diseño (que vendrá determinado por los continuos Idiográfico/nomotético y Puntual/Seguimiento) Anguera (1988a, 1990) y por el tipo de datos I, II, III y IV (Bakeman, 1978) o Event Sequential Data (ESD), State Sequential Data (SSD), Timed Event Sequential Data (TSD) e Interval Sequential Data (ISD) (Bakeman y Quera, 1995).

  6. Comunicación de resultados. La ciencia es una actividad humana basada en compartir experiencia. Obviamente la ciencia tiene una forma regulada de comunicar sus experiencias y que es compartida por la metodología observacional, los resultados del científico no tienen validez hasta que no se demuestra su capacidad de ser replicados. En este sentido, es de vital importancia el que los resultados se hagan públicos y que la comunidad científica tenga acceso a ellos. Este es el objetivo central de esta última etapa.

        Tras este breve repaso, en el que se han revisado las condiciones necesarias para poder llevar a cabo un estudio observacional, y retomando de las clasificaciones de deporte reseñadas en el primer capítulo, aquella que distingue entre deporte individual y el deporte de equipo (o deportes sociomotores); hay que señalar que, aunque se ha hecho algún trabajo de observación dentro del ámbito del deporte individual, es en el deporte de equipo donde la observación adquiere una dimensión importante y trascendente, tanto desde el punto de vista técnico-táctico como desde el punto de vista psicológico, pasando -ineludiblemente- por el aspecto físico2. La importancia a la que antes aludíamos estriba, principalmen-te, en la valoración objetiva de los planes de entrenamiento que, por ende, es una de las funciones que el psicólogo deportivo debe realizar junto con el entrenador. La forma más adecuada de llevarla a cabo es a través del análisis de las situaciones reales de juego. No obstante, la observación no se limitará únicamente a las situaciones reales, sino que puede y debe abarcar las situaciones de entrenamiento, así como todas aquellas que ya fueron revisadas al comienzo de este capítulo.


    1.1. Delimitación del problema

        Como ya se ha indicado anteriormente, la acotación del objeto de estudio y una delimitación precisa de su contenido, determinan, en gran medida, el éxito del estudio y facilitan la toma de decisiones. Se puede plantear algún problema cuando se pretende establecer las unidades de observación, las cuales constituyen el mínimo elemento de referencia para la posterior operación de descripción y para la segmentación del flujo o "continuum" de conducta que se pretende analizar.

        Uno de los elementos determinantes en estas decisiones y, en consecuencia, en la forma cómo se lleva a cabo la captación del significado, es la adopción de un criterio-base (o varios) sobre la segmentación de la conducta y la demarcación de sus unidades, la cual depende a su vez de la naturaleza de los parámetros del comportamiento que se poseen y de los fines específicos de la investigación (Scherer & Ekman, 1982), con lo que se establecerá el carácter predominantemente molar, molecular o mixto (Frederiksen, 1972; Meazzini & Ricci, 1986) del sistema taxonómico, que está en estrecha relación con un nivel elevado o prácticamente inexistente de abstracción, el interés por una taxonomía predominantemente natural, estructural, o funcional (Fassnacht, 1982) y, de forma relativamente más distante, con la superposición de niveles en la estructura de la conducta, al puntualizar su disposición jerárquica (Yela, 1974).

        En la base de tal diferenciación se sitúa la delimitación de las diferentes conductas, y la consideración de su corriente o flujo como una secuencia de unidades discretas (Dickmann, 1963; Condon & Ogston, 1967; Mascaro, 1969; Mash & McElwee, 1974; Rosenblum, 1978; Lehner, 1979; Thompson, 1986) comportará evidentemente una definición de las unidades de conducta (Zeiler, 1986), previa descripción, y con el fin de conseguir su operativización. En cualquier caso, dependerá del problema de estudio, por lo que su elección es de las decisiones más importantes y difíciles de la investigación, dado que será crucial para su validez (Anguera, 1986b). No podemos negar que aquí existe una relativa circularidad, expresada por dos autores clásicos: "Es obvio que no podemos medir lo que no podemos definir. Es igualmente cierto que la forma con que definimos y registramos elementos conductuales se hallará afectada por los tipos de medida que posteriormente hayamos deseado aplicarle" (Hutt & Hutt, 1974, p. 33). Altmann (1965) señala, en este sentido, que las unidades de conducta presentan un problema crucial, cuándo dividirse y cuándo agruparse, y en esto subyace el problema del "continuum" establecido entre molaridad y molecularidad (Sackett, Ruppenthal & Gluck, 1978), con sus contrapesos respectivos de alto nivel de abstracción (con la ventaja de globalidad y no perder de vista el contexto) y desmembración de unidades mínimas vacías de contenido (con la ventaja de objetividad).

        Circunscribiéndonos a esta investigación, el objetivo principal es buscar una definición operacional del juego en diversos deportes sociomotores (hockey sobre patines, fútbol y voleibol) a través de la descripción y análisis de sus distintos patrones de conducta, para finalizar con una comparación entre los patrones conductuales hallados en los distintos deportes. El proceso seguido para la construcción de las categorías para cada uno de los deportes ha sido similar, con las consiguientes restricciones del espacio de juego, de espacio compartido3, de juego secuencial o alternativo y por supuesto las restricciones impuestas por el reglamento.


    1.2. Estrategia a seguir

        Por lo que respecta a la estrategia que se pretende seguir en este trabajo debemos señalar siguiendo a Anguera (en prensa) que existe una cierta diferenciación según que el proceso de categorización se desarrolle en una investigación con claro substrato teórico o bien a partir de una mera evidencia empírica de la que sólo existe una constancia descriptiva. En investigaciones en que se cuenta con una consistente cobertura teórica, y por tanto son de carácter deductivo, las unidades de observación nunca serán ateóricas por principio, y los términos conceptuales que se sitúan en la estructura formal de la teoría en la que el estudio se apoya, sea individualmente o agrupados, darán lugar al contenido que deberá hallarse bajo la cobertura del sistema de categorías, propuesto inicialmente como primer borrador provisional, y optimizado en sucesivas revisiones y comprobaciones. Otra cuestión distinta es la definición de las categorías, la decisión sobre su número, relaciones existentes entre ellas, y análisis de sus componentes. En este caso, sí podría hablarse de unas bases apriorísticas que configuran un sistema cerrado que se correspondiera con la estructura conceptual de la que se parte.

        En investigaciones de marcado carácter inductivo, al carecer de marco conceptual de referencia suficientemente consistente, es la mera trascripción de los hechos, a través del nivel descriptivo adecuado, la que permitirá elaborar la lista de rasgos, o relación de unidades de observación (a partir de las de conducta), preferentemente con un número de orden que actúa de indicador para diferenciar las conductas sucesivas de las simultáneas (perteneciendo generalmente a diferentes niveles de respuesta). Como indican Evertson & Green (1986), se trata inicialmente de potencialidades a partir de un sistema abierto, utilizándose los símbolos que se establezcan para llevar a cabo una codificación correspondiente a las unidades de conducta ejecutadas en las distintas ocurrencias registradas -tomando siempre como referencia los "elementos conductuales" (Caballo, 1988, p. 28) o de carácter observable-, y emprender la trabajosa tarea de agruparlas por afinidades y semejanzas, pudiéndose adoptar, en este sentido, diferentes criterios (topográfico, funcional, nivel de respuesta, etc.), y proponiéndose en consecuencia un primer sistema provisional de categorías que, por supuesto, deberá someterse a comprobación en sesiones dedicadas a este fin para ajustarlo paulatinamente a la realidad, siendo factible desglosar categorías provisionales con contenido excesivamente amplio, agrupar otras afines en las que era irrelevante su diferenciación, proponer categorías nuevas, eliminar las que no tengan una correspondencia con la realidad, y, en definitiva, mejorar individual y globalmente todas las categorías del sistema que lo requieran hasta que se garantice un verdadero ajuste de las conductas de las sesiones observadas.

        De acuerdo con lo anterior, hay que señalar que hay una falta de corpus teórico donde se pueda asentar esta investigación por lo que nos veremos obligados a seguir una línea esencialmente inductiva. Partimos de casos individuales para ir hallando generalizaciones empíricas a través de los patrones de juego que suponen esquematizaciones del juego real.


    1.3. Diseño

        Aunque las especificaciones acerca de los distintos tipos de diseños serán abordadas más adelante, podemos decir que los cuadrantes determinados por los continuos Idiográfico/nomotético y puntual/seguimiento, son:

    1. Cuadrante 1, está determinado por las posiciones más distales en el extremo idiográfico y seguimiento. Esta situación da lugar a los diseños diacrónicos.

    2. Cuadrante 2, formado por los extremos idiográfico y puntual. Este cuadrante no daría lugar a ningún tipo de diseño que cumpliera unos criterios mínimos de cientificidad.

    3. Cuadrante 3, formado por los extremos puntual y nomotético que conforman los diseños sincrónicos.

    4. Cuadrante 4, formado por los extremos seguimiento y nomotético que definen los diseños mixtos.

         De acuerdo con esto y debido a las características de la investigación, el diseño utilizado en esta investigación es un diseño diacrónico intensivo en cada uno de los deportes.


    1.4. Descripción de la situación

        En cualquier investigación observacional es importante que se describan las características físicas, ambientales y contextuales de las situaciones de observación, así como su carácter fijo o cambiante a lo largo del tiempo.


    1.5. Requisitos mínimos de constancia inter/intra sesional

        De acuerdo con Anguera (1988a) y en referencia a la constancia intersesional, debe garantizarse el máximo de homogeneidad entre las diversas sesiones; de lo contrario careceríamos de elementos objetivos explicativos de las posibles fluctuaciones registradas en la ocurrencia de las conductas estudiadas, además de forzar una difícil improvisación al tener que decidir su inclusión o exclusión del conjunto de las demás sesiones. Por ejemplo, si interesa estudiar la eficacia de la conducta interactiva entre dos jugadores y se realiza la planificación necesaria para llevar a cabo un estudio observacional en juego real de distintos partidos, las condiciones climáticas pueden provocar una alteración muy acusada en uno de los partidos de tal manera que no sea comparable con el resto4. Anguera (1983, p.12) define como cambios intersesionales aquellos que "cuando las circunstancias que acompañan a las distintas sesiones de observación permiten seleccionarlas según se adaptan o no a las condiciones requeridas".

        Respecto a la constancia intrasesional, se debe tener presente que la ocurrencia imprevisible de un determinado hecho durante la sesión, que altere el curso normal de la misma, implica la exclusión del período transcurrido hasta su finalización, e incluso la lógica eliminación de toda la sesión, si uno de los requisitos era la constancia en la duración de todas ellas. Como ejemplo baste citar el caso de un partido de fútbol donde expulsen a cuatro jugadores del mismo equipo, lo que podría dar lugar a la suspensión del partido5. Anguera (1983, p.12) define los cambios intrasesionales como aquellos que "cuando a lo largo de una sesión de observación tiene lugar un acontecimiento o hecho que incide en la conducta que se desarrollaba, repercutiendo a partir de entonces en el resto de aquella sesión. Tales acontecimientos pueden originar el rechazo de los datos recogidos desde el momento de presentarse tal circunstancia".


    1.6. Unidades de observación

        Como ya hemos apuntado previamente, existen una serie de decisiones importantes que hay que tomar durante la planificación del estudio y que inciden directamente sobre la forma en que se llevará a cabo la recogida de datos. Una de estas decisiones tiene que ver con las unidades de observación y las podemos concretar en:

    1. Eventos vs. estados. Una de las cuestiones previas en el planteamiento de una investigación observacional es la relativa al registro de eventos o de estados (Altmann, 1974). Los eventos corresponden a conductas puntuales en el tiempo (Tirar, palmear, rebotar, pasar) y su medida es la frecuencia. Los estados, por el contrario poseen una duración en el tiempo (atacar, contraatacar, posicionamiento defensivo, defensa individual, etc.) y su medida es la duración. La elección de uno u otro depende de las cuestiones que se planteen conocer sobre dichas conductas.

    2. Eventos momentáneos vs. duración. Este planteamiento junto al anterior, eran cuestiones primordiales a resolver teniendo como base la tipología de datos acuñada por Bakeman (1978) ya que de acuerdo con esto los criterios dicotómicos que se cruzaban (registros secuenciales vs. concurrentes y eventos-base vs. tiempo-base), y en especial el segundo, delimitaban el paso del orden a la duración. La decisión estaba en función de si era preciso el máximo de información (en este caso se elegiría la duración de la conducta) o solo se estaba en condiciones de acceder a los intervalos de tiempo (en este caso se considerarían los eventos).

          Tanto esta situación como la anterior, venían determinadas por la tipología de datos vigente (Bakeman, 1978). La nueva clasificación de datos (que se revisará más adelante) acuñada por Bakeman y Quera (1995) permite manejar en un solo formato, tanto eventos como estados o eventos momentáneos vs. duración, a través de los datos Timed Event Sequential Data, TSD.

    3. Registro continuo vs. intermitente. El registro continuo implica que no existe ningún resquicio en el continuo del flujo comportamental considerado y si el interés de la investigación radica en el análisis secuencial de la conducta, es evidente que el registro debe ser continuo. Existen diversos problemas acerca de la viabilidad de llevar a cabo registros continuos. Una de las formas de realizar un registro continuo es planificar sesiones de observación lo suficientemente prolongadas que den lugar a un registro sin resquicios y que la discontinuidad venga marcada por la separación entre sesiones.

        El registro intermitente corresponde al muestreo observacional en el que se eligen como objetos de observación conductas, intervalos de tiempo o sujetos a lo largo de las sesiones de observación planteadas a partir del "continuum" que constituye el flujo de conducta.

        La elección de un tipo de registro u otro vendrá determinado por el tipo de datos que se manejen y el análisis que interese realizar posteriormente. Si se están recogiendo eventos e interesa realizar análisis secuencial, el tipo de registro no puede ser intermitente. Si se tratase de estados y debido a la estabilidad de las distintas unidades de tiempo no implicaría una considerable pérdida de información el llevar a cabo un registro intermitente. Hay una diferencia con respecto al "modus operandi" del registro continuo, según el cual una vez transcurrido cada intervalo, se codifica éste en su conjunto, o se anota qué eventos codificables se han producido en cada uno de ellos, lo que equivale a decir que sólo se registra en ciertos momentos predeterminados, al final de cada intervalo. Bakeman y Gottman (1986) los denominan "desencadenadores de tiempo" frente a "desencadenadores de eventos" cuando se registran datos siempre que ocurre un evento codificable; en este caso será fundamental la longitud del intervalo que se haya establecido y su relación con los medios técnicos disponibles (Anguera, 1990). Al igual que en los casos anteriores esta disyuntiva ha quedado un poco al margen con la nueva tipología de datos acuñada por Bakeman y Quera (1995).

        Una clasificación de las unidades de observación con distintos niveles en el continuo molaridad-molecularidad, es la construida por Fernández-Ballesteros (1987) que distingue:

    • Continuo de Comportamiento. La observación se realiza sobre todo el continuo del comporta-miento de forma descriptiva. Como ejemplo nos podría servir la descripción de una acción de ataque individual o colectiva o la narración de un partido.

          Las características de esta unidad son:

      • No se realiza una espeficicación previa de las conductas o atributos a observar.

      • Se observan en tiempo real y de forma continua.

      • Las descripciones se realizan sobre aspectos verbales, no verbales y/o espaciales de las conductas compaginándose con impresiones del observador.

    • Atributos. Sobre los datos de la conducta manifiesta -verbal, no verbal, espacial, etc. se infieren determinadas entidades que se suponen están siendo expresadas por las conductas manifiestas. Como ejemplo de esta categoría podemos referirnos al hecho de un jugador que protesta una decisión arbitral, la conducta observada es una conducta verbal acompañada de gestos airados; la inferencia que podemos realizar es un estado de ansiedad elevado en el jugador. Otro ejemplo podría ser el jugador que tras un contraataque se pone en cuclillas en el terreno de juego, de esta conducta se puede inferir que hay un exceso de deuda de oxígeno como consecuencia de una falta de trabajo de resistencia orgánica o como resultado de una descompensación de trabajo aeróbico y anaeróbico.

          Las características de esta unidad son:

      • En el caso que nos ocupa, la actividad manifiesta no tiene valor en sí misma, sino que es expresión de un determinado estado referido a la condición física o a la preparación técnico-táctica y/o psicológica.

      • La conversión de datos de conducta puede realizarse durante el transcurso de la observación.

      • En la observación de estas unidades suele emplearse largos períodos de observación.

    • Conductas. Se suele utilizar como unidades de análisis la conducta manifiesta -motora, verbal o fisiológica- definida en términos simples o agrupadas en categorías. Varían en un continuo de molaridad-molecularidad. Tradicionalmente se ha distinguido entre taxonomías moleculares y taxonomías molares. En cuanto a las primeras se definen ajustándose lo más fielmente posible a las acciones motoras, posturas, gestos, expresiones faciales, objetos y direcciones. Las taxonomías molares suponen un mayor nivel de abstracción, ya que sus categorías se definen por su función o el efecto de la acción, para lo cual se combinan acciones, objetos y direcciones. Una de las formas más seguras de obtener datos secuenciales parte de la creación de un sistema de categorías EME (exhaustivo y mutuamente exclusivo). Un ejemplo de conducta molar podría ser la definición de la acción de juego denominada "contragolpe", por su parte una conducta molecular sería el "lanzamiento de un tiro libre". Otro ejemplo que podemos considerar son las categorías que establece Hernández Moreno (1988), quien distingue en el análisis de la acción de juego en Baloncesto y dentro del ataque: "bote", "pases", "tiros" y "rebotes y palmeos". Dentro de la acción defensiva: "rebotes" e "intercep-ciones".

          Las características de esta unidad de análisis son:

      • Se requiere una especificación previa de las conductas.

      • La formulación de estas unidades puede ser teórica (deductiva) o empírica (inductiva).

      • La observación de tales unidades permite mínimas inferencias por parte del observador.

      • Se seleccionan rigurosamente los intervalos de tiempo en los que se va a realizar la observación.

    • Interacciones. La unidad a observar está compuesta por la relación funcional entre dos eventos que se producen secuencialmente procedentes de dos o más personas. Como ejemplo nos puede servir la observación de las triangulaciones que se producen en el fútbol, el de las acciones sin balón producidas en las defensas zonales en baloncesto o las asistencias que se llevan a cabo en el hockey.

          Las características de estas unidades de análisis son:

      • Especificación previa de la conducta.

      • Estas unidades están constituidas por influencias recíprocas existentes entre individuos o un individuo y un grupo.

      • La observación de interacciones suele realizarse en unidades de tiempo previamente establecidas.

    • Productos de Conducta. En este tipo de unidad se observa el resultado de un conjunto de actividades que los sujetos ya han realizado. Se distinguen varios tipos de datos:

      • Erosión: cambios físicos en el ambiente habitual del sujeto y que se han producido como consecuencia de su conduc-ta. Como ejemplo nos pueden servir las huellas que se producen al correr en una duna, podemos medir la longitud de la zancada y cómo cambia esta con el aumento o la disminución de la velocidad.

      • Huella: productos de conducta del sujeto al utilizar objetos. Un ejemplo de la misma puede ser el número de balones lanzados por un jugador en un minuto o el número de tiros ejecutados por un jugador desde la zona del área en hockey sobre patines.

      • Archivo: son aquellos productos de conducta que han sido registrados en documentos. Podríamos ejemplificarlo a través de los protocolos del cuestionario P.O.M.S. (Profile of Moode States, McNairr, Lorr y Dropleman, 1971) que los jugadores cubren antes de salir a jugar a fin poder determinar a través de los estados de humor (ansiedad, tensión, depresión, vigor, fatiga y confusión) el posible rendimiento de los jugadores o de los deportistas en la competición (Hernández, 1994c; Hernández y Ramos, 1995, en prensa a, en prensa b, en prensa c).


    1.7. Sesgos de la observación y del observador

        En un trabajo de Anguera (en prensa) se afirma que en metodología observacional la conjunción armónica de la percepción, interpretación y conocimiento previo constituye lo que se podría denominar observación ideal, la cual es perturbada precisamente por la existencia de sesgos.

        Podrían señalarse diferentes tipos de sesgos. Podemos delimitar dos grandes tipos de sesgos, los debidos y denominados sesgos de la observación y los sesgos del observador.


    1.7.1. Sesgos de la observación

        Los sesgos de la observación son conocidos genéricamente como reactividad, y derivan del hecho de saberse evaluado, aunque, matizando más, debería diferenciarse (Behar y Riba, 1993) entre una condición general de reactividad, que responde al grado de intervención o control interno existente6, y una condición específica de reactividad, originada por la existencia de un observador (y que oscilara en diversos grados según su nivel de participación) o de un determinado instrumento de registro.

        Son muchos los intentos llevados a cabo para evaluar la magnitud del problema (Hagen, Craighead & Paul, 1975; Johnson & Boldstad, 1973; Kent & Foster, 1977; Nelson, Kapust & Dorsey, 1978), y podemos afirmar que son diversos los factores que influyen: Grado de participación del observador, características de los sujetos observados (niños, adultos, etc.), naturaleza de la respuesta observada (discusión en grupo, privacidad, etc.), longitud de la sesión y sistema de registro (sistema de signos, registro mediante magnetofón, etc.), entre los más importantes.

        La reactividad recíproca tiene lugar cuando el sesgo de reactividad afecta también al observador, que se ve influenciado al saber que el sujeto observado no actúa espontáneamente, dado que se siente protagonista de la situación de observación. Por ejemplo, cuando se observa, en un equipo de voleibol, la técnica de bloqueo individual, y a medida que algunos o todos los jugadores mejoran esta técnica, el observador tiende a valorar de forma más positiva cada una de las expresiones de esta técnica, se trata de una reactividad recíproca.

        La autorreactividad es la influencia que ejerce el autorregistro sobre la ocurrencia de conducta, y es el único caso en que debe valorarse la reactividad como efecto positivo (Nelson, Lipinski & Black, 1975). Por ejemplo, a un jugador de hockey con abundantes pensamientos disruptivos y negativos (o que tiene frecuentes altercados con sus compañeros), se le pide que lleve un registro diario de tales pensamientos (o comportamientos) y, mediante el autorregistro de su frecuencia, tiende a reducir la misma.


    1.7.2. Sesgos del observador

        Derivan de la vulneración del perfil del observador idóneo (Behar y Riba, 1993), cuestión en la que ha incidido de forma controvertida la polémica acerca de si el observador nace o se hace, con resultados empíricos contradictorios, aunque en la actualidad se ha abierto paso la posición ambientalista frente a la innatista. Destacan en este grupo los siguientes:

    1. El observador constituye una importante fuente de error en tanto en cuanto su presencia quiebra la espontaneidad de la conducta, generando una desviación sistemática de los datos registrados respecto a los que se hubieran obtenido sin observador perceptible (Behar y Riba, 1993).

    2. Errores que tienen su origen en la obtención del dato, sea por problemas mecánicos (desincronización entre los observadores, etc.) o metodológicos (códigos propuestos, etc.) de registro, o a causa del instrumento de observación utilizado (sistema de categorías de determinadas características en cuanto a longitud, complejidad, estructura, etc.), o también se puede tratar de errores procedentes de la interpretación de las categorías (tendencia determinada del observador, etc.). Se trata de errores del observador que no generan reactividad.

    3. La expectativa surge en el observador en forma de previsiones y/o anticipaciones de conductas aún no observadas, tanto de acuerdo a un "conocimiento previo excesivo", como por el deseo de obtención de determinados resultados, y en lo cual influyen las características personales del observador, motivación, impresiones subjetivas, conocimiento de los efectos de una modalidad de intervención, aparición de los primeros resultados, etc. Se trata de un fenómeno muy complejo, sobre el que existe un permanente estado de discusión y controversia acerca de su minimización o eliminación (Kent, O'Leary, Diament & Dietz, 1974; Shuller & McNamara, 1976).

        De acuerdo con Anguera (en prensa), en diversos contextos, como la evaluación en el ámbito clínico o en Servicios Sociales (Cerezo, 1992), presenta especial relevancia la posible existencia de efecto de la expectativa (Behar y Riba, 1993). En este sentido, Ernst, Bornstein & Weltzien (1984) se propusieron determinar si los evaluadores a los que se facilitó información acerca de la participación previa de los clientes en programas terapéuticos emitían una información más favorable que aquellos que no disponían de esta información, y los resultados se manifestaron en este sentido. Este fenómeno es importante tenerlo en cuenta de cara a utilizar la metodología observacional en la evaluación de programas de actividad física (Blasco, 1994).


Lecturas: Educación Física y Deportes · http://www.efdeportes.com · Año 8 · Nº 49   sigue Ü