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Hacia una ruptura de las visiones predominantes
en los estudios sociales sobre el fútbol

   
Lic. en Sociología
Area Interdisciplinaria de Estudios del Deporte
(SEUBE - FFyL, UBA)
 
 
Héctor Palomino
palomino@fibertel.com.ar
(Argentina)
 

 

 

 

 
    Conferencia realizada en ocasión de la presentación del libro
Significaciones de la pasión popular por los clubes de fútbol
de Christian Bromberger

 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 47 - Abril de 2002

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    El libro que hoy presentamos es, pese a su dimensión relativamente breve, un gran libro. Es una síntesis notable, no sólo de las ideas de Bromberger sobre el fútbol, sino de su crítica elegante y depurada de las visiones predominantes en las ciencias sociales sobre el fútbol. Esta conferencia sintetiza toda una obra y abre la reflexión sobre otro trabajo que Bromberger está iniciando, a través de su último libro, "Pasiones ordinarias", y sobre el cual la revista electrónica de Tulio Guterman ofrece un avance. En esta obra Bromberger se extiende, como a través de círculos concéntricos sobre otras pasiones que las del fútbol, pero con un status similar: el de ser pasiones "ordinarias", en el sentido de "cotidianas", "menores".

    Bromberger organiza su crítica en torno a cuatro enfoques que podríamos denominar aquí los enfoques político, psicológico, antropológico y sociológico sobre el fútbol. Los cuatro enfoques son bien conocidos por todos, y la virtud de Bromberger es el de presentarlos sin etiquetarlos porque, en el fondo, constituyen los reflejos casi cotidianos a través de los cuales se evalúa o se toma partido sobre el fenómeno del fútbol. Constituyen nociones casi prerreflexivas que todos ponemos más o menos en acto al hablar de fútbol, y creo que las ciencias sociales no han hecho mucho más, hasta ahora, al menos hasta antes de Bromberger, que formalizar y expresar en proposiciones esas nociones, o prenociones.

    Cabe señalar que esas nociones están muy bien instaladas y extraen su fuerza del anclaje con fenómenos reales bien conocidos. Lo que Bromberger viene a decirnos al respecto no es que estos fenómenos no existan, sino que el equívoco surge de la creencia en que un fenómeno tan complejo como el fútbol pueda ser subsumido en unos pocos rasgos.

    El enfoque político es el que se refiere a la noción del fútbol como "opio de los pueblos": se trataría aquí de la manipulación política del fútbol. Este es un dato evidente: como argentinos nuestra memoria al respecto está anclada en la manipulación por parte de la dictadura militar del triunfo argentino en el Mundial del '78. Pero como bien dice Bromberger, podrían multiplicarse los ejemplos de posiciones contrarias, desde el hecho que la camiseta azulgrana del Barcelona fue un emblema del antifranquismo en España, hasta aquella vez que Onganía, otro dictador argentino, fue silbado en la cancha de Rácing. Del hecho de la utilización política del fútbol, lo cual es evidente: entre nosotros se escuchaba decir hace poco a un dirigente del fútbol con veleidades presidenciales, que él era el presidente de "la mitad + 1 del país" no cabe extraer la conclusión que el fútbol se agote en eso, sino más bien de su inmensa plasticidad como para dar cabida también a las expresiones políticas. Pero eso no agota el fútbol.

    Bromberger procede de la misma manera con respecto al resto de los enfoques. Con relación al enfoque de psicología de las masas, desmonta el supuesto fenómeno del unanimismo de las multitudes y la anulación de la individualidad en la turba, para observar que en realidad el tipo de pasiones inscriptas en el fútbol trascienden esta actitud unilateral y simplista de "ser arrastrado" por la multitud. Por el contrario, nos dice, el hincha de fútbol no es un idiota cultural, heterónomo y orientado por otros, sino un ser autónomo del cual brinda en el texto algunas preciosas claves de interpretación. Pero no quiero ahorrarles aquí el placer de leer el libro, sino simplemente despejar su argumento central. Con relación al enfoque antropológico, el más arcaizante de todos porque define a los hinchas en términos de una "tribu" primitiva, lo contrasta con la extrema diversidad de las "tribus" que pueblan las tribunas de los partidarios de un mismo equipo, seguramente paralelas y en correspondencia con las de otros equipos. Por último, con relación al enfoque sociológico critica el principio ingenuo y literal de asignar a los equipos un estilo de vida o una clase social, mostrando que entre los hinchas de cualquier equipo coexisten estilos de vida y clases sociales sumamente diferenciados.

    Al unanimismo Bromberger opone la pluralidad, a lo singular la diversidad. Estas son algunas de las herramientas lógicas puestas en juego para la crítica en este libro y que lo hacen, reitero, pese a su brevedad, un texto de consulta. Como hubiera dicho el humorista Landrú en Tía Vicenta, aquella vieja revista local, "lo bue si bre, dos veces bue".

    Ahora bien, ¿cuál es la posición de Bromberger, a todo esto? ¿qué es lo que no lo limita a la expresión de lo que él, con humor, califica como "malhumor epistemológico", algo así como quedarse en la pura crítica sin dar una salida a los dilemas que, mal o bien, buscaban resolver aquellos enfoques?

    La respuesta de Bromberger a estos dilemas se sustenta en dos hipótesis básicas, que uno puede leer como subtexto de sus afirmaciones.

  • La primera puede formularse así: el fútbol como espejo de la sociedad.

  • La segunda: el fútbol como productor de realidades sociales.


1. El fútbol como espejo de la sociedad

    Para servir de espejo a la realidad, el fútbol debe ser tan complejo y diverso como la realidad misma, sobre todo de la realidad contemporánea. Bromberger cita aquí tal vez uno de los más bellos ejemplos, el que vincula al fútbol con la democracia: no se puede uno imaginar un torneo disputado por señores y vasallos, el fútbol no podría haber existido en la Edad Media. De allí que la meritocracia en el fútbol, donde nadie es predeterminado por su origen (Pelé era negro, Maradona era villero...), sea coextensiva con el pluralismo democrático donde, por principio al menos, todos somos pares. Lo mismo podría decirse de multitud de otras esferas de la vida social: el management contemporáneo, con su rara mezcla de individualismo y espíritu de equipo, de brillantez de los mejores y de solidaridad y de cooperación, etc. Como si cualquiera pudiera encontrar allí una metáfora de la vida social.


2. El fútbol como productor de realidades sociales

    Para ser productor de la realidad, el fútbol debe poder transferir sus significados a la vida social. Y estamos aquí en pleno mundo contemporáneo: si hacia los '30 en Europa el fúbol tomaba sus consignas y estandartes de la vida social, en América Latina y, sobre todo en nuestra ciudad, Buenos Aires, producía barrios. Esto último lo mostró muy bien Julio Frydenberg, en el mismo ciclo de conferencias en el que Bromberger expuso esta que hoy presentamos en forma de libro. Julio nos decía que el fútbol fue un poderoso, tal vez el más potente, productor de identidades barriales en Buenos Aires en aquella época. Y también política, por aquello de "yo te daré niña hermosa..." y no se sabía si se hablaba de Mario Boyé (jugador destacado) o de Perón.

    Esta capacidad productiva de realidades, o al menos de ilusión de realidades, estriba en la potencialidad del fútbol para producir identidades. Tal vez el ejemplo más notable del fútbol como productor de identidades lo tengamos hoy, como lo advertía Julián Ponisio, algunos otros también, en la consigna emblemática de los nuevos movimientos sociales a los cuales asistimos hoy: "que se vayan todos..." es un grito desesperado del hincha que asiste desconsolado a la derrota de su equipo, transferido hoy a los cacerolazos y asambleas barriales. Y es muy posible que para comprender esa consigna, tomada en forma tan literal por algunos colegas de las ciencias sociales, debamos indagar este imaginario fubolístico porque sino, citando a Julio Frydenberg, tan taxativo en sus juicios de discusión de café: "no se entiende nada" de estos movimientos.

    Para concluir, aprovecho aquí este ejemplo del imaginario futbolístico transferido a la realidad política y social para extenderme sobre algo que posiblemente trasciende el texto de Bromberger. Una de las maneras en que puede comprenderse este nexo del fútbol con la realidad social es, pienso en voz alta, la capacidad del fútbol para colocar el presente como historia. Siendo cada partido de fútbol un fenómeno singular e irreductible, por lo general siempre es posible incorporarlo en una serie de eventos que lo tornan inteligible. Cada Boca y Ríver es único y es el último pero, al mismo tiempo, es la confrontación mítica de dos identidades que se reiteran infinitamente. La potencialidad de vivir el presente como historia, también se transfiere del fútbol a los estudiosos como nosotros: miren sino a Roberto Di Giano afirmar tan campante en la introducción del libro, que "...estamos construyendo una tradición..." de estudios sobre el fútbol, a tan sólo 5 años de haber empezado! Esto es precisamente colocar el presente como historia.

    Y esta es, creo yo, la situación en la que nos encontramos hoy todos los argentinos. Hoy como tal vez nunca antes, tenemos la impresión generalizada de estar haciendo historia, o estar viviendo un momento histórico. Es la sensación de habernos quedado sin libreto, porque las rutinas no nos sirven, y tenemos el vago presentimiento que el futuro no está escrito y que, como tal vez nunca antes, el futuro depende de lo que sepamos construir en el presente. Son momentos en que vivimos apasionadamente cada minuto, en que un simple gesto o trámite cotidiano se convierte en una odisea, por el piquete que nos traba en la esquina o por el caceroleo al que nos incorporamos porque pasa delante de nuestra casa, o de la oficina, o del banco, o de la fábrica. Estamos en la tribuna pero al mismo tiempo somos protagonistas. Además, tememos que nuestra suerte sea la del hincha condenado a gritar eternamente "que se vayan todos".

    Para peor, tal vez nos hubiera venido bien que Rácing hubiera salido campeón recién este año, no sólo por los hinchas de Rácing, que terminaron festejando solos, presentándose frente al mundo como una rara especie de locos que tenían algo para festejar, mientras todo el mundo padecía por la crisis, por la sucesión inacabada de presidentes... En cambio si salieran campeones ahora, con ese equipo, hubieran producido la ilusión, la creencia en los milagros. Digo, el milagro ya se produjo: salió campeón Rácing. ¿Habrá otro milagro? Para los argentinos que estamos necesitados de creer en milagros, salir campeón con un equipo así sería un signo de esperanza, una posibilidad de recuperar nuestra autoestima, de pensar que nosotros podemos producir ese milagro, y que depende sólo de nosotros. Igual que Rácing campeón.


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revista digital · Año 8 · N° 47 | Buenos Aires, Abril 2002  
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