Argentina 2002: ¿jugar... en tiempos de crisis? | |||
Directora del Instituto para la Investigación y Pedagogía del Juego, Sede Sudamérica (Argentina) |
María Regina Öfele mro@instituto.ws |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 8 - N° 45 - Febrero de 2002 |
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La pregunta parece casi una contradicción... ¿Se puede jugar en tiempos de crisis? ¿Se admite el juego en estas épocas? Quizá habría que aclarar previamente de qué juego estamos hablando.
Sabemos de los problemas semánticos que ocasiona el juego. Ya Wittgenstein (1997) lo trabaja cuando plantea que quizá sería mejor hablar de familias de juegos o bien describir el juego para poder lograr un acercamiento al mismo. Hablamos de juegos de azar, juegos deportivos, juegos tradicionales, juegos de roles, juegos de mesa, etc., pero también hablamos de juegos políticos, el juego de campanas, el juego de engranajes, juego sucio-juego limpio, juego bélico, etc., etc. Las posibilidades para seguir enumerando son muchas. El término juego es escurridizo y complejo para definir y “encerrar” en pocas palabras, cuando quizá, en realidad nunca alcancen las palabras para describirlo, definirlo, sistematizarlo totalmente.
El juego hace referencia a un movimiento de vaivén que se repite continuamente, un ir y venir, donde ni uno ni otro extremo son la meta final (Gadamer, 1998). En ese ir y venir, mucho más difícil es atraparlo para delimitar nuestro objeto de estudio. Pero no es el objetivo aquí entrar en discusiones teóricas acerca de lo que es y no es el juego, de las diversas posturas teóricas, sobre la que ya hay numerosa bibliografía. El objetivo es mínimamente aclarar a qué juego nos referimos cuando planteamos la pregunta inicial. El juego aquí es considerado en un sentido amplio, involucrando las diferentes manifestaciones y expresiones a lo largo de todas las edades. En los distintos momentos de la vida el juego va tomando variadas formas y colores, dependiendo no sólo de la edad cronológica, sino también del entorno social y cultural en el que cada uno de nosotros nos vamos desarrollando. El juego aquí más bien es tomado como aquel juego que permite el placer, esa característica que tantos autores han asociado al mismo como uno -pero no el único- de los indicadores que lo diferencian de otras actividades.
Y aquí parecería surgir la primer contradicción: ¿es posible y admisible un juego placentero en un entorno/contexto colmado de angustia, sufrimiento, dolor, desesperación? ¿Cuál es el juego que surge en tiempos de crisis? ¿Podemos realmente jugar o siquiera pensar el juego en este momento? Las respuestas no son tan simples...
Boyd Webb (1999) cita una definición de crisis de Gilliland y Jame quienes consideran que es una percepción de un evento o situación como dificultad intolerable que excede los recursos y mecanismos de defensa de la persona. La autora marca luego el énfasis puesto en la percepción más que en la crisis en si misma, sosteniendo además que la misma situación es vivida y experimentada por distintas personas de manera diferente. Más adelante, desarrollando la naturaleza de una crisis, enumera una serie de factores como ser:
Crisis anticipada vs repentina
Crisis simple vs eventos recurrentes de crisis
Crisis solitaria vs experiencia de crisis compartida
Cercanía a la crisis
Presencia de factores aislados
Lesión física
Presencia de violencia
Grado de amenaza de vida (a sí mismo, familia u otros)
La pregunta que surge en primera instancia es dónde nos ubicamos cada uno de nosotros, para lo cual constataremos seguramente lo enfatizado más arriba por Boyd Webb, siendo que cada uno se identificaría con diferentes aspectos mencionados aquí. Sin duda, esta es una crisis compartida y esto es un factor importante a tener en cuenta, pero a cada uno de los argentinos le afecta en grados diferentes, donde se suma lo individual con lo colectivo, amplificando así también los efectos de la misma. La crisis no es repentina, pero quizá la toma de conciencia de nuestro pueblo frente a los diferentes hechos, pareciera ser más repentina que anticipada.
Entonces, ¿cuál es el juego posible en este contexto? Las líneas de análisis pueden ser diversas. Por un lado podríamos diferenciar entre lo individual y lo social: cuál es el juego de cada uno de nosotros y cual el juego social posible o que emerge de esta crisis. En lo individual, la respuesta es más compleja, dependiendo de las características personales de cada uno, sus posibilidades de acceder a recursos conocidos o por conocer, etc. Las vías para entrar en juego e intentar emerger del “juego perverso” en el que estamos inmersos están abiertas, dependiendo de cada uno de nosotros encontrar esa salida. El juego es como una ventana a realidades inaccesibles, que nos abren su interior, y al cual es legítimo asomarse, desde fuera, para verlas (Yepes, 1996). Más adelante, el mismo autor justifica esta necesidad del hombre, argumentando que su mirada es infinita y no soporta los límites, los muros sin salida. La forma lúdica, afirma, es un modo de abrir ventanas, no a realidades inmediatas, sino lejanas, a las cuales jugando uno en cierto modo se traslada.
En lo social, podríamos estudiar tanto el juego posible como el juego que se va gestando desde esta crisis profunda. Es conocido y estudiado que en tiempos de crisis, el juego de azar va en aumento. Frente a la adversidad y la desesperación, la falta de ingresos, de trabajo, se apuesta al azar esperando soluciones -mágicas- de otros ámbitos. Pero también se puede plantear la pregunta acerca de la posibilidad, o el permiso, de otros niveles y expresiones lúdicas. ¿Es posible abrir un espacio y un tiempo de juego en medio de dificultades, angustias y turbulencias políticas, económicas, sociales? Si la respuesta es afirmativa, ¿cuáles serán entonces esos espacios y tiempos? La respuesta no es ni debe ser única. La gestación de estos espacios debería ser particular de cada grupo social, respetando también las características culturales.
Está comprobado que el juego es una necesidad del ser humano desde todos los tiempos y que le posibilita la expresión de ansiedades, deseos, agresiones, permite la creación de nuevos desarrollos en diferentes niveles, siendo un claro signo de salud. Jugando los jóvenes pueden ver sus problemas desde una perspectiva nueva. El problema no es realmente tan grande. Su propia vida y la del mundo exterior son mayores que dicha experiencia concreta. Los niños descubren otras posibilidades para la próxima vez y, de hecho, que tal vez no haya una próxima vez (Terr, 1999). Son muchos los autores que confirman esta postura y encuentran en el juego tanto infantil como adulto, una vía de expresión de lo profundo, de lo angustiante como de lo placentero.
Las expresiones lúdicas posibles también son diversas. No sólo el juego de azar es el que se manifiesta en tiempos de crisis, también comenzamos a ver diferentes expresiones artísticas -estrechamente ligadas al juego y jugar- de aquello que estamos atravesando. Las cacerolas, por ejemplo, comienzan a asumir un nuevo símbolo en diferentes expresiones artísticas ya presentes en nuestro país. Los chistes y el humor, otra manera de jugar con las palabras, lo gráfico entrelazado con la realidad, aparecen empapados de las dificultades de la realidad. Estos son algunos indicios de canales abiertos, aún incipientes, pero verdaderos del juego y jugar manifiesto en este momento. Existen muchos otros canales de expresión lúdica que favorecerían en lo social y en lo individual aunque sea un cierto “alivio” a tanta pesadumbre que acongoja nuestro país.
En tiempos de crisis jugar y seguir pensando el juego seguramente no es tarea fácil, pero no debe ser imposible y más bien, deberían aunarse esfuerzos para mantener esta necesidad tan humana. Recientemente, en relación al juego infantil, escribía “en un país en que la libertad siempre vuelve a ser cuestionada, tampoco el juego es siempre libre. El tiempo libre, las fiestas de cumpleaños, y otras posibilidades de juego libre para los niños, aunque también para adultos, son demasiadas veces guiadas y dirigidas. Si no ofrecemos posibilidades de juego verdaderamente libre a los niños, ¿qué podemos esperar de nuestro futuro?” (Öfele, 2002). Aquí cabe una reflexión más: en un país como el nuestro, donde en ningún ámbito se respetan las reglas -no solo en el ámbito político1- ¿qué pasa con las reglas de juego?. En el juego, la(s) regla(s) es una condición necesaria para comenzar y participar. La regla funda un orden decía Scheines (1998). Y aquí hubo reglas que no fueron respetadas, desde hace mucho tiempo. En el juego de los niños y de los adultos lo vemos cotidianamente, la trampa es un ingrediente importante, casi se podría decir que es parte de nuestra cultura. Los juegos no son ajenos a la cultura. Vale mencionar la experiencia en un seminario de juego donde participaron integrantes de nacionalidad alemana, francesa e italiana, donde las características particulares de cada grupo se hicieron notar. Mientras que los italianos trataban constantemente de transgredir las reglas o de modificarlas, los franceses valoraban más aquellos juegos de carácter competitivo y los alemanes los de carácter cooperativo (Rademacher, 1993). Esta experiencia demuestra una vez más la influencia de la cultura que se refleja en los juegos y los modos de jugar. El acatamiento y respeto a la regla de juego, es un elemento interesante a la hora de analizar la relación juego-crisis. ¿Cuál es el respeto de la regla en los niños, en los jóvenes, en los adultos? ¿Cuál es la importancia que le adjudicamos y cómo se refleja nuevamente en nuestra vida social?
La crisis actual es mucho más abarcativa que el fenómeno lúdico, pero siendo el juego un elemento constitutivo del ser humano, quizá podríamos pensar también algunos inicios para reconstruir algunos aspectos desde el juego, estando atentos a aquello que emerge espontáneamente, respetando las identidades de cada grupo cultural y étnico, trabajando aquellos puntos relativos a las reglas del juego. Estos son algunos lineamientos posibles, las puertas siguen abiertas.
Quizá podemos por un lado hacernos algunas preguntas retrospectivas, acerca de nuestra identidad lúdica, que nos permitiría esclarecer -en parte- algo de nuestra situación actual y de nuestras posibilidades para descubrir nuevos recursos y defensas. Más importante aún, será lograr la convicción de crear y re-crear espacios de juego donde poder encontrar nuevas perspectivas. El desafío es importante y no es fácil de emprender ni sobrellevar. La posibilidad de mirar la realidad crítica a través del juego y desde el juego, es un ángulo nada despreciable que nos permite acercarnos a algunos nudos para comenzar a reconstruir el camino.
Las fotos son ilustrativas y corresponden a pintadas y pegatinas en los frentes de los bancos del centro de Buenos Aires, en la calle Florida, a mediados de febrero.
Nota
1. Pensemos en aquella persona que no respeta el orden de la fila, las faltas cotidianas en el respeto a las normas de tránsito, etc., lo que en términos populares podríamos denominar como la “viveza criolla”, pero que en algún momento también se nos vuelve en contra.
Bibliografía
Boyd Webb, N. (1999) Asessment of the child in crisis. En Boyd Webb, N.: Play therapy with children in crisis. New York: Guilford Press.
Gadamer, H.G. (1998) La actualidad de lo bello. Buenos Aires: Paidós.
Öfele, M.R. (2002) Spielen... En Spielforschung aktuell, Nr. 27/28, 8. Jahrgang. Salzburg: Institut für Spielforschung und Spielpädagogik.
Rademacher, H. (1993) Spiele sind nicht kulturneutral. En Praxis, Spiel und Gruppe, Nr. 1.Mainz: Matthias-Grünewald Verlag.
Scheines, G. (1998) Juegos inocentes, juegos terribles. Buenos Aires: Eudeba.
Terr, L. (1999) Beyond love and work. Why adults need to play. New York: Scribner.
Wittgenstein, L. (1997) Tractatus logico-philosophicus. Werkausgabe Band 1. Frankfurt am Main: Suhrkamp, (1ª edición 1984).
Yepes, R. (1996) La región de lo lúdico. Reflexión sobre el fin y la forma del juego. Pamplona: Cuadernos de Anuario Filosófico.
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digital · Año 8 · N° 45 | Buenos Aires, Febrero de 2002 |