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Condiciones internas y actividad deportiva.
Variables de indispensable consideración
en la preparación psicológica

   
Investigador Auxiliar del Instituto de Medicina del Deporte
Psicólogo Equipo Nacional de Atletismo
(Cuba)
 
Dr. Luis Gustavo González Carballido
lgus@inder.co.cu

 

 

 

 
Versión por artículos del libro "Stress y deporte de alto rendimiento" para EFDeportes.com - Artículo No. 5

    Se propone el modo en que han de complementarse las informaciones referidas a la disposición del deportista al entrenamiento o las competencias y las condiciones concretas de actividad, entre las cuales se incluyen las exigencias competitivas, las características de la tarea a enfrentar, etc. Con el objetivo de acercar a entrenadores y otros especialistas a los fundamentos de la Psicología del deporte, se acude a resultados de diversos estudios y se ilustra a partir de experiencias del trabajo práctico de preparación psicológica.
 

 
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 43 - Diciembre de 2001

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Introducción

    La conducta deportiva es determinada por diversos factores de naturaleza endógena y exógena. Estos últimos son aportados por el medio que rodea la competencia y por las características de la propia actividad, mientras los primeros están referidos a la motivación, la actitud hacia la competencia, las cogniciones y las emociones del deportista. Es reconocida la relación de ambos factores, pero su verdadera interdependencia queda fuera de la instrumentación metodológica de muchos especialistas.

    En este artículo se pretende ilustrar el carácter y magnitud de tal fenómeno, como contribución a la toma de conciencia de su importancia en la preparación psicológica de los deportistas.


1. Las condiciones internas

1.1 El sistema nervioso central

    Se trata del componente constitucional de las condiciones internas, marcadamente hereditario y no suficientemente considerado en la labor psicopedagógica. Los deportistas se diferencian entre sí en algo tan básico y determinante como los procesos de excitación e inhibición del sistema nervioso central, que explican aspectos tan diversos de la conducta deportiva como la adaptabilidad a condiciones cambiantes, la concentración de la atención o la tolerancia a la fatiga.

    Los estímulos y las demandas producen excitación en las células nerviosas, a la cual sucede una inhibición protectora que garantiza la recuperación. Los deportistas se diferencian en la fuerza y velocidad con que generan los procesos de excitación e inhibición y en el balance de los mismos.

    De ahí que la carga física y los stressores psíquicos repercutan de manera muy diferente entre ellos. Un mismo estímulo físico (tiempo de duración de una carga máxima, calor intenso, etc.) o psíquico (reto de acercarse a la mejor marca en un último intento o en condiciones de déficit de tiempo, entre otros) provoca respuestas orgánicas diferentes y ejerce presiones de distinta magnitud en el sistema nervioso de los deportistas, marcando con ello el nivel de tolerancia y la probabilidad de éxito o fracaso de cada uno de ellos.

    Desde principios del pasado siglo, Yerkes y Dobson demostraron una relación en forma de "U" invertida entre el nivel de rendimiento y el de excitación, que puede apreciarse en la figura No. 1.

    De acuerdo con ella, existe un nivel de excitación óptimo para el buen rendimiento. En la medida que tal excitación aumente o disminuya, el rendimiento se verá afectado en algún sentido, de modo que un deportista sobremotivado o submotivado quedará en peores condiciones de ofrecer su mejor desempeño.

    Así, un deportista deberá ser capaz de reproducir ese óptimo de excitación espontáneamente o a voluntad, capacidad que se adquiere con la experiencia, el deseo de rendir y cierta cultura emocional. Educar al deportista para manejar la excitación de acuerdo al nivel de preparación y a la dificultad que el momento de la ejecución impone, es parte del trabajo de preparación psicológica.

    Eysenck, H.J. (1967) y Kircaldy, B.D., (1980) encontraron diferencias significativas entre los deportistas predominantemente introvertidos y extrovertidos en la forma en que generan la excitación y la inhibición y, por tanto, en las condiciones en que logran sus rendimientos máximos.

    En los sujetos predominantemente introvertidos el potencial de excitación es fuerte, se genera rápidamente y se disipa con lentitud, mientras la inhibición es comparativamente más débil, se genera lentamente y se disipa con rapidez.

    Estos deportistas son más propensos a desarrollar altos niveles de excitación y no logran oponer procesos de inhibición suficientes, que protejan el sistema nervioso de la inmovilización por choque y del desgaste.

    Por ese motivo, los deportistas predominantemente introvertidos poseen las siguientes características:

  • Pulso más acelerado.

  • Umbrales sensoriales más bajos.

  • Rápido establecimiento de reflejos condicionados, motivo por el cual aprenden rápidamente.

  • Reacción más rápida.

  • Agotamiento más temprano y menor capacidad de carga psíquica.

  • Timidez.

  • Fáciles de herir.

    En los deportistas predominantemente extrovertidos la excitación es comparativamente menor, se genera más lentamente y se disipa con rapidez, mientras la inhibición protectora aparece rápidamente, es fuerte y se disipa con lentitud.

    Estos deportistas se encuentran más protegidos del desgaste nervioso y cuando desaparece el estímulo que incide sobre el organismo, el retorno a niveles moderados de tensión es más rápido.

    Debido a tal comportamiento nervioso, los deportistas predominantemente extrovertidos exhiben los siguientes signos:

  • Pulso más lento.

  • Umbrales sensoriales más altos.

  • Reaccionan con más lentitud.

  • Demoran más en establecer reflejos condicionados.

  • Poseen alta capacidad de carga psíquica y tolerancia a la fatiga.

    Obviamente, las curvas de excitación-rendimiento de estos deportistas es diferente, como se puede apreciar en la figura No. 2.

    Los sujetos predominantemente introvertidos alcanzan sus mejores rendimientos con un nivel moderado de excitación, mientras los extrovertidos necesitan un nivel de excitación más alto para obtener sus mejores rendimientos. Esto establece una diferencia importante (y marcadamente constitucional) que no debe ser ignorada por los miembros del colectivo técnico del deporte.

    Imagine el lector que es psicólogo (a) de un equipo de voleibol que se encuentra perdiendo por un tanto en el último set de un partido muy importante. Resulta imprescindible realizar un cambio y se cuenta en el banco con dos deportistas de similar nivel de rendimiento. Uno predominantemente introvertido y otro predominantemente extrovertido. ¿A cuál de ellos le recomendaría al entrenador poner a jugar?

    De acuerdo con estas posiciones teóricas, debería recomendar al jugador predominantemente extrovertido, pues se necesita alguien que se desempeñe mejor en situación de alto stress competitivo. Obviamente, la última palabra la tiene el entrenador, quien deberá decidir si obedece esta recomendación de su asesor o la sacrifica por razones de maestría y de carácter técnico-táctico.

    Se sostiene que existe relación entre las dimensiones introversión-extroversión, neuroticismo-estabilidad (establecidas por Eysenck en su enfoque hipotético-deductivo) y la teoría de los temperamentos, que puede ser comprendida a partir de los tipos clásicos de sistemas nerviosos de Pávlov. En este sentido, la tendencia a la extroversión se asocia a la fortaleza de los procesos de excitación e inhibición (temperamentos sanguíneo y flemático), mientras su relativa debilidad aparece relacionada con la tendencia a la introversión.

    Las otras dos cualidades del sistema nervioso (equilibrio y movilidad) explican algunas características de los temperamentos melancólico y colérico. Un intento de esquematizar estas relaciones (con el único propósito de contribuir a la comprensión general de entrenadores y otros especialistas vinculados al deportista) aparece en la siguiente figura.

    Es en el momento de abordar un caso concreto que se descubre la simplicidad de este artificio didáctico, pues la personalidad se autorregula y expresa de un modo mucho más complejo, como reconoció el propio Eysenck cuando presentó su estructura jerárquica de la personalidad.

    El papel de la motivación superior como nivel de regulación supremo de la personalidad del deportista -al cual se subordinan jerárquicamente otros niveles de su estructura (González, L.G., 1987)- introducen elementos de gran individualidad y coyunturalidad a cada caso. Pero la consideración de tal esquema como guía general de observación e intervención, puede resultar útil para entrenadores y psicólogos del deporte.

    Es obvio que los deportistas cuya actividad nervioso- central apunta al cuadrante inferior derecho, tienen más probabilidades de éxito. Presentan reacciones rápidas, gozan de un mejor equilibrio excitación-inhibición que les permite rendir bien en situación de alto stress competitivo y resultan móviles, es decir, rompen con mayor facilidad estereotipos motores dinámicos y los sustituyen por otros, lo que les permite cambiar rápidamente el objeto de atención, aprender con facilidad, establecer nuevos patrones de respuesta, etc.

    Los que se ubican en el cuadrante superior derecho (tendencias melancólicas) pueden agotarse tempranamente ante la carga física y psíquica (debido a su relativa debilidad en los procesos de excitación) y no logran funcionar bien en situaciones de alto stress competitivo.

    Los deportistas de tendencias flemáticas gozan de muy buenas condiciones para enfrentar el reto deportivo, diferenciándose de los sanguíneos en que muestran menor movilidad, es decir, resultan menos capaces de efectuar ajustes eficaces y oportunos ante la gran variabilidad de estímulos que caracteriza la actividad competitiva.

    Finalmente, los que poseen tendencias coléricas son fuertes pero desequilibrados, de modo que la impulsividad puede ser excesiva en ocasiones y los conducen a comportarse de manera impredecible en las competencias.


1.2 La motivación

    La motivación aporta los indispensables componentes energéticos y direccionales a la conducta del deportista. "La psicología de la motivación ha tenido y tiene un puesto relevante en el panorama de la psicología científica en general y de la psicología del deportista en particular". (Marrero, G., Martín-Albo, J. y Núñez, J.L., 1999).

    Inicialmente, sobre todo en Europa del Este, los estudios de motivación en el deporte, encabezados por Puni y Rudick, se concentraron en la "Intensidad" del motivo deportivo. Solo motivos verdaderamente fuertes son capaces de movilizar la enorme energía que necesita un deportista para entrenar en condiciones adversas y para superar determinadas marcas y resultados competitivos.

    La fortaleza de los motivos deportivos proviene de las necesidades que con él se relacionan. Como expresó Calviño, M., 2000, "son las necesidades las generatrices de la dinámica instituyente del aparato psíquico. A ellas se asocian las experiencias de satisfacción e insatisfacción, experiencias basales e instituyentes de los dinamismos psicológicos fundamentales, y consecuentemente de los procesos dinámicos de mantenimiento (repetición), desplazamiento (compensación, equilibrio), reelaboración (superación, creación), etcétera".

    El origen de los motivos deportivos se puede hallar en diversos acontecimientos, coyunturas y vivencias provenientes de familiares y amigos deportistas; en la existencia de una instalación deportiva cercana, en las satisfacciones personales que provoca su práctica, como ejercitación de capacidades, perfeccionamiento estético corporal, promoción de salud y de relaciones sociales; en el goce por representar grupos y colectivos de pertenencia, etc.

    Para evaluar la intensidad de estos motivos, generalmente se recurre a dos elementos:

  1. disposición del deportista a sacrificar la satisfacción de otras necesidades cuando resultan incompatibles con las que subyacen el motivo deportivo

  2. grado en que el deportista logra reflexionar sobre el motivo y fundamentarlo cognitivamente.

    En virtud del principio de unión de lo cognitivo y lo afectivo, el deportista se inclina a documentarse y llegar a conclusiones propias acerca del motivo que lo anima. Se genera así una actitud que constituye una "... forma organizada y estable en la cual el motivo se estructura en la manifestación concreta de la personalidad hacia los objetos, las situaciones u otras personas concretas mediante su sistema integral de expresión, que incluye tanto sus comportamientos como su sistema de valoraciones y expresión emocional". (González Rey, F., 1989b)

    Esta unión cognitivo-afectiva es lo que permite la relativa autonomía de los motivos. En este sentido, González, D. (1995) expresó "...la motivación autónoma parte de las convicciones propias, de los sentimientos más profundos y de los fines y proyectos que han sido personalmente elaborados por el sujeto...La motivación autónoma regula la actividad sobre la base de los fines y proyectos dirigidos hacia el futuro inmediato o mediato que parten del propio sujeto, de sus necesidades, sentimientos, convicciones, conocimientos, capacidades, reflexiones, etc., o sea, que son elaborados por el propio sujeto". (González Serra, D., 1995).

    Por medio de entrevistas, observaciones, composiciones, completamiento de frases y test de los 10 deseos, es posible evaluar la intensidad del motivo deportivo.

    Sin embargo, aspectos cualitativos de la motivación ejercen también un efecto regulador en la conducta. Ellos son reflejados por teorías que exploran acentos motivacionales dentro de la actividad deportiva. Algunas de ellas son importadas de la Psicología general y otras estudiadas en nuestra propia esfera.

    La teoría de "Motivación de logro", por ejemplo, fue presentada por McClelland, D.C. y colaboradores (1953), tomando como antecedentes las "Exploraciones en personalidad" hechas por Murray. Se trata de una disposición estable a la búsqueda de la excelencia en cualquier situación que se puedan aplicar normas de evaluación. Los sujetos motivados al logro muestran inclinación a obtener un resultado significativo, a mejorar y perfeccionar las tareas. En sus aplicaciones al deporte se ha encontrado que este resulta un escenario idóneo para estudiar esta cualidad motivacional (Gill, D., 1986).

    Los atletas orientados al logro prefieren "situaciones de tarea con dificultad intermedia, a diferencia de los deportistas con niveles bajos de motivación de logro, que preferirán niveles o muy altos o muy bajos de dificultad de la tarea" (Marrero, G., Martín-Albo, J, Núñez, J.L., 1999). Muchas veces los entrenadores prefieren un deportista de discretas condiciones técnicas que posea una elevada motivación de logro, a otro virtuoso que no se implique intensamente en la tarea y, la mayor parte de las veces, busque evitar el fracaso a aproximarse al éxito.

    Por su parte, los problemas del carácter intrínseco o extrínseco de la motivación del deportista ocupan también a los psicólogos del deporte. En los deportistas motivados de manera predominantemente intrínseca, el motivo se deriva de la propia práctica deportiva. Los atletas participan en los entrenamientos y competencias por el placer que proporciona la actividad deportiva en sí misma. El deportista se centra en la satisfacción personal por la actividad, sin buscar de manera especial beneficios externos. Los atletas con motivación intrínseca disfrutan el hecho de sentirse competentes y con control sobre la actividad que enfrentan. Esta motivación es responsable de la iniciación y la persistencia de la conducta.

    Por el contrario, la motivación extrínseca se deriva de las consecuencias y beneficios de la práctica deportiva. Los atletas participan en los entrenamientos y competencias para obtener satisfacciones no relacionadas directamente con la práctica. Se involucran en la actividad deportiva cuando aprecian que, por su conducto, obtendrán consecuencias positivas o deseables, o evitarían una consecuencia negativa. Por lo tanto, la conducta no se realiza por sí misma, sino por la búsqueda de recompensas externas.

    A nuestro juicio, es difícil encontrar un deportista motivado solo en un sentido o en otro. Ambas direcciones coexisten y solo el predominio de una de ellas, muchas veces coyuntural, influye con determinación en la conducta deportiva.

    Ajenos a un maniqueísmo simplista, hay que decir que no solo la motivación intrínseca se asocia al buen rendimiento. En determinadas situaciones deportivas y nivel de dominio técnico y maestría, las motivaciones extrínsecas parecen potenciar el desempeño cuando coexisten en determinada magnitud con sus homólogas intrínsecas.

    Se habla de la conveniencia de "manipular" la dimensión extrínseca vs. extrínseca y de las posibilidades que esta acción tiene en el terreno psicopedagógico. En este sentido, Weinberg, R.S. y Gould, D. (1995) refieren un interesante ejemplo. Una persona recibía periódicamente la visita indeseable de un grupo de niños que jugaban béisbol en sus predios. Como consecuencia, la zona quedaba desordenada y afectada. De nada valdría la reprimenda para ahuyentar a esos indóciles muchachos.


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