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Fontanarrosa: la pasión desbordada por el deporte

   
Universidad de Valladolid
Director de idiomaydeporte.com
(España)
 
Jesús Castañón Rodríguez
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 43 - Diciembre de 2001

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Fontanarrosa, de penal     En la cancha del humorismo argentino de tema deportivo no podía faltar una visión sobre la vivencia apasionada del deporte en sus más diversas manifestaciones dentro y fuera de los terrenos de competición.

    El deporte como fiesta social, como un mundo que alcanza dimensiones mágicas, sorprendentes e inesperadas encuentra en Roberto Fontanarrosa a uno de sus más destacados representantes. Este creador de Rosario, inició su carrera en el mundo de la publicidad en la empresa Forma Propaganda y, desde 1968, comienza su actividad en el mundo del humor.

    Como humorista gráfico cuenta con una trayectoria vinculada, entre otras, a las publicaciones argentinas, cubanas, españolas, italianas, mexicanas y nicaragüenses Boom, Cambio 16, Dedeté, Fierro, Hortensia, Humor, La Maga, La Semana Cómica, L'eternauta, Monóxido 16 y Proceso, así como al diario Clarín de Buenos Aires. Creador de los personajes "Inodoro Pereyra" y "Boogie, el Aceitoso" ha publicado 31 libros sobre sus viñetas y también 3 libros de historietas sin tema fijo.

    Como escritor de humor ha credo tres novelas y siete libros de cuentos cortos. Esta labor creativa se ha visto complementada con la condición de antólogo de relatos de fútbol y de asesor del grupo humorístico-musical Les Luthiers.

    Su producción deportiva se desarrolla en viñetas, historietas, novelas, relatos y una antología literaria. Comprende una mirada sobre el deporte tradicional (pesca, polo damasquino, toros y otros juegos populares) y cinco disciplinas del deporte moderno: atletismo, boxeo, fútbol, hípica y patinaje sobre hielo.


I
Humor Gráfico

1.1. Viñetas

    Las viñetas de Fontanarrosa disparan las carcajadas sobre tres disciplinas deportivas: boxeo, fútbol y patinaje sobre hielo.

Boxeo

    En el caso del boxeo, desarrolla dos tipos de mecanismos: la combinación de relaciones lógicas y absurdas y las exageraciones. Así, en las primeras se registran viñetas de púgiles rudos que piensan que su rival es un bailarín por pedirle que le reserve la primera pieza. Y las exageraciones comprenden a un boxeador fuerte y con cabeza en forma de puño que amedrenta a su rival y su segundo, así como a un árbitro que mira el ojo de un rival mientras el resto del cuerpo está en el rincón y un periodista relata que lo examina para ver si está en condiciones de continuar la pelea.

Fútbol

    El mundo del fútbol desarrolla seis centros de interés: aspectos insólitos de carácter general, jugadores, entrenadores, dirigentes, hinchas y periodismo.

    Los aspectos insólitos de carácter general aparecen en el lanzamiento de un balón cuya circunferencia es rodeada por rayos como si fuera un sol y también en los anuncios clasificados donde no sólo se solicita local para poner un puesto de apuestas sino que para estar a tono contará con local, empate o visitante.

    Mucho más amplio es el apartado dedicado a los jugadores, ya que abarca situaciones insólitas, exageraciones y relaciones lógicas y absurdas. Las primeras se hallan presentes en los equipos en los porteros y en los jugadores de campo. Así, un equipo canta boleros porque sus estructuras son propias del fútbol romántico. Los porteros son tan pequeños que un tiro raso les entra en parábola en la portería tras dar un bote, explican que una pelota pasó de perfil para justificar que se les coló entre los brazos y las piernas o pretenden jugar con las garras de un disfraz de oso que le han pasado antes de disputar un partido. Los futbolistas dan lugar a situaciones como las dudas sobre dónde colocarse las espinilleras tras leer que es obligatorio su uso para prevenir el sida; las lágrimas de un jugador de gran calidad al que el público grita "uruguayo" cuando su verdadero origen es checoslovaco; la protesta al árbitro porque sus adversarios forman una torre humana para cantar el gol; la compra de canapés y salados para festejar el gol; el futbolista que transmite las jugadas a la vez que las ejecuta; o el jugador de gran melena que prometió no cortarse el pelo hasta que convirtiese un gol.

    Las exageraciones constituyen el mecanismo favorito para retratar los partidos de hacha y tiza, para deformar las aristas de la violencia. Se concentra en los diferentes tipos de futbolistas. Es el caso del cacique del área que no para de dar órdenes al resto de la defensa en un tono muy serio; del lateral izquierdo de pequeña estatura que se agarra a la camiseta de un alto extremo derecho al que se sujeta mordiéndole en la nuca; del jugador que ante la afirmación del entrenador de que el puesto de líbero era suyo se hace tatuar en la espalda el dorsal número 5; del futbolista con la nariz rota que sabía que podía codearse con los mejores futbolistas europeos.; del volante de marca que recibe la bronca del árbitro por clavar sus tacos en la rodilla del rival; del emocionado debutante que admiraba al rival desde la tribuna y ahora al jugar junto a él le parte la tibia de una patada. Y también para crear situaciones disparatadas: un jugador totalmente arrugado no por ser veterano sino por haber quedado encerrado dos días en el cuarto de baño; futbolistas que se acuerdan de toda la familia del árbitro repasando todos sus antecedentes y se queja de la paradoja de no poder expulsarlo a pesar de acordarse de su familia; que se creen El Zorro hasta discutir con el árbitro por no soportar las injusticias; que recalcan su condición de profesional al haber tenido que pagar al entrenador para poder jugar; que amenazan a los delanteros rivales con un hito histórico: ser el primer jugador muerto dentro de una cancha; que ponen en marcha una jugada de pizarrón avanzando hacia el área engarzados en el baile de la conga; que firman las radiografías de su rodilla; que disputan el partido con un anillo, exponiéndose a una expulsión del colegiado, pero siempre preferible a lo que pueda hacer su mujer por no llevar la alianza; que saltan al campo y son registrados por la policía en un control situado a la entrada de la cancha; que se enojan con la publicidad de sus camisetas porque ya no se conforman con el nombre de productos sino que también incluyen información sobre sus ofertas; que son expulsados por exceso verbal al recitar completo el Cantar de Mio Cid; que son declarados intransferibles no por su calidad sino porque ningún equipo los desea; que destacan por salir en las revistas del corazón en vez de en el diario deportivo; que temen un estallido social y deportivo porque han congelado los sueldos de los futbolistas. Estos disparates también son la forma de expresar los recuerdos y otras situaciones: el juez de línea que siente pena al revisar las suelas de las botas de los países del Tercer Mundo ya que no sólo no tienen tacos sino que van descalzos; el anciano con la cabeza llena de cicatrices que rememora sus tiempos de buen cabeceador cuando la pelota estaba llena de costurones; los jugadores que recuerdan cómo antaño saltaban media hora antes del encuentro para acostumbrarse al rugido de la grada y cómo ahora también salen para acostumbrarse al silencio; los enfadados exteriores de un equipo con su entrenador por haber declarado que "los extremos son malos".

    Los jugadores son motivo, además, para combinar la lógica deportiva con las referencias cinematográficas y literarias a la hora de provocar el absurdo. El jugador declara que el entrenador es como su padre porque también le pega; no se asusta de quedar excluido de la plantilla ya que según el tópico es una gran familia y es sustituido por una tía suya; es requerido al teléfono porque pidió que lo llamaran si se hacía su transferencia a Italia; festeja los goles con equilibrios y malabarismos sobre un caballo, como en el circo; falla en el control antidopaje pues no atina a introducir su orina en un frasco tras marrar varios goles en el partido; recibe la confianza del entrenador hasta dejarle la llave del vestuario; piensa que todos los partidos son una final ya que en cualquier momento se puede ver sustituido; lleva el dorsal 007 mientras los rivales comentan que cuenta con licencia para matar; es seguido por un espía para su próxima convocatoria con la Selección; se ata las botas como las sandalias de los de la Antigüedad, tras un viaje a Grecia; es empujado por dos compañeros para abrir la defensa contraria en una posición semejante a un ariete; falla los remates los domingos mientras su entrenador le suplica que tenga un día hábil; discute educadamente ante un rival al que respeta demasiado; anuncia a dos delanteros rivales que lo suyo va a ser semejante a Crónica de una muerte anunciada; se ata un tobillo a uno de los postes con una cuerda para no adelantarse; comenta a un compañero que tenga cuidado con la velocidad del rival que marca porque el juez de línea lleva un banderín a cuadros; se ha hecho la cirugía estética para ser la cara nueva de un equipo que no tiene dinero para hacer fichajes.

    Un tercer centro de atención está dedicado a los entrenadores, unos expertos en jugar con el lenguaje como cuando pregunta a un ayudante si el nuevo jugador ya cogió confianza, a lo que responde que ya le llama "gordo" o comenta que a un jugador se le pasó su cuarto de hora, no de esplendor sino del tiempo que aguanta a pleno rendimiento. Combinan relaciones lógicas y absurdas cuando un sindicalista metido a director técnico se sorprende por que la prensa se asuste ante su exagerada táctica defensiva, comenta a un rudo jugador que sabe que es un animal pero lo piensa mantener de titular porque no conviene cambiar de caballo en medio del río o contrata un psicólogo para afrontar el retiro del mundo del fútbol tras decir a sus jugadores que debían retirarse ya por su inutilidad. Pero los entrenadores son un ámbito especial para las exageraciones: da mucha confianza a los jugadores a la vez que se ríe cuando realiza sus comentarios o pasa a sus pupilos El cañonero de Giles en vez del video con el juego del equipo rival para su estudio.

    En cuarto lugar, el particular mundo de los directivos acoge situaciones curiosas: un dirigente indignado comenta a un periodista que no se les puede culpar de encubrir los grupos ultras mientras presume de haber reñido a su hinchas radicales; contrata a un científico para demostrar que la piedra que cayó en el último partido sobre un juez de línea era un aerolito; argumenta que el mal ejemplo de las barras bravas hace que haya gente que pida entradas de favor para ir a ver espectáculos teatrales; logra traspasar a un jugador a un equipo de Israel y le pide que no declare que era hincha de su nuevo club desde niño. También los dirigentes son fuente de exageraciones: la pobre situación del fútbol argentino lleva a celebrar cuadrangulares amistosos entre tres equipos; la discusión con un futbolista sobre el aumento de sueldo que pide cuando es un fracaso, a lo que el jugador contesta que el directivo pretende que además de soportar la tristeza de ser malo encima tenga que ser pobre.

    Un quinto bloque de interés está compuesto por las hinchadas con su violencia y su particular interpretación lógica y absurda del fútbol. La violencia de las hinchadas se registra en el aficionado que comenta que no permite ir al fútbol con las esposas que reventaría a los inadaptados; el policía que detiene a un seguidor por entrar al estadio con una cadena de cartas para remitir a otras personas; el hincha que se queja de que lo llamen inadaptado cuando se ha adaptado a los tiempos desde peleas a tirar botellas; el hincha armado con una metralleta y pistola que es registrado por un policía que recibe la orden de ver que no lleva ninguna piedra; el aficionado que comenta la estafa de entradas porque fueron muy caras para el juego de mala calidad que dieron los futbolistas; el seguidor al que se le advierte que si quiere llevarse de recuerdo la camiseta de un gran jugador será la más cara porque está sin sudar; el hincha radical que comenta a un directivo de club lo injusta de la sanción que obtuvo el club por un lanzamiento de piedras al área rompiendo la cabeza al árbitro cuando su intención nunca fue tirar a dar; la solicitud de los componentes de una barra brava que piden dinero al presidente de la entidad para sacar de la cárcel a 30 compañeros injustamente encarcelados tras ser salvajemente agredidos por una anciana a la salida del encuentro.

    La combinación de relaciones lógicas y absurdas están presentes en el policía que da noticia a un comisario sobre graves disturbios entre hinchadas comentando que no hubo detención alguna porque pelearon una hora seguida sin parar. También aparecen en los aficionados al fútbol y al cine que comentan que la película y el partido fueron horribles pero al final estaban contentos porque ganaron los que ellos querían, así como en la presentación estelar de un encuentro: "22 simpáticos truhanes y un juez insobornable se ven envueltos en una desopilante cabalgata de divertidos enredos. Duración: 90 minutos".

    Y por último, el periodismo acoge declaraciones de jugadores y de árbitros con numerosos juegos de desmentidos por antítesis y con burla a los tópicos del lenguaje periodístico. Los futbolistas desmienten que no piensan alejarse del fútbol sino sólo del área; evolucionan en los comentarios que recibe según su edad (qué bien corre, qué bien anda y qué bien habla en el área); declaran que están nerviosos hasta tocar el primer balón aunque sea en el minuto 38 del segundo tiempo; resuelven con frialdad jugadas difíciles como si fueran fantasmas de 527 años; responden que no saben si les mandan saltar al campo a hacer lo que ellos saben; son donantes de un menisco interior derecho; declaran que en su equipo no hay figuras pues son los más goleados y los menos goleadores del campeonato; afirman que tras una derrota cuentan con muchas variantes, entre otras dedicarse a otro deporte; juegan un partido de ida y vuelta (intenso) en Italia, aunque en realidad llegaron, les vieron jugar y les mandaron de vuelta a Argentina; se quejan del estado del estadio: hay agua en la cancha y hierba en los vestuarios, cuando debía de ser al revés; se defienden con la pelota si ésta les ataca; argumentan una derrota por falta de concentración mientras no acierta a dar el nombre del equipo rival; culpan a la burocracia y sus trámites del juego lento; tienen aspecto de Robinson Crusoe mientras un periodista que le pregunta si no se sienten aislados en la táctica del conjunto; hacen un solo toque de balón en todo el partido que es ponderado por los periodistas; son entrevistados por haber recibido un tirón de bolas de gaucho por su entrenador; se despreocupan por la presión del público ya que no tienen hinchada; replican al periodista diciendo que el calor no ha influido en su bajo rendimiento sino el calor que le hizo pasar el extremo rival corriendo tras él. Los colegiados, por su parte, relatan su emoción en su debut internacional al ser insultados en todos los idiomas.

    También son curiosas la forma de escribir de un redactor de deportes que pasa al suplemento cultural y al referirse a un clásico literario lo redacta como un clásico de fútbol: Romeo y Julieta, Julieta y Romeo; la crítica en el abuso de adjetivos sin dejar ninguno para el compañero de sucesos, tras definir un gol como "una espantosa bofetada del destino" y el exceso de énfasis en los relatos radiofónicos que llevan a una señora a que pida a su marido que cambie las pilas del transistor para no tener que hacer gritar al locutor el canto de la palabra gol.

Patinaje sobre hielo

    El patinaje sobre hielo es visto como un ámbito donde desarrollar figuras tangueras, a pesar del constante cierre de pistas de bailes.


1.2. Historietas

    Otro ámbito de creación en Fontanarrosa está formado por las historietas. En ellas recoge amplios relatos, con asombrosas historias aplicadas a seis disciplinas deportivas (atletismo, boxeo, fútbol, patinaje sobre hielo, pesca y toros) y al deporte de la vida. Una amplia muestra de este tipo de producción se halla recogida en Semblanzas deportivas.


Disciplinas deportivas

Atletismo

    "El récord de Louven Vogelio" cuenta la historia del atleta cuyo cuerpo es experimento de diversas técnicas científicas de mutilaciones y adaptaciones para mejorar el rendimiento, la resistencia física y ganar tiempo. El agredido cuerpo del atleta acaba convertido en una bola de fuego que se pulveriza en el aire.

Boxeo

    El boxeo acoge tres historias de violencia insólita. "Edmundo 'Cachín' Medina" exalta el coraje de púgil argentino, llevado a la gloria por el impulso de una voz y energía sublime, tras haber recibido un golpe que le hace perder la cabeza. Sin embargo se mantuvo en guardia y en pie hasta el final gracias al apoyo y al aliento de la hinchada criolla. "El preferido del general Mc Arthur" orienta su relato hacia la violencia irracional del boxeador americano Larkey, que comía calamar y pulpo crudo para fortificar su mandíbula. Es el retrato de un estado de desquiciamiento mental, que le hace arremeter contra todas las personas que tengan aspecto oriental al recuperar el estado de ánimo de la lucha en las trincheras de Corea cuando estaba bajo el mando del general Mc Arthur. En "La mayor desgracia" se recrea el día en que "el sarpullido de Camino Negro" promete a su vieja comprar una nevera para usar de día, aunque no tengan luz. Tras visitar a una vidente y recibir la noticia de que el hijo sufrirá una gran desgracia, la madre sale corriendo al cuadrilátero y se pega con todos para detener la pelea. No llega a tiempo y un golpe del contrario, que tumba a su hijo con tan mala suerte de dar con su nuca en el borde del ring, le provoca un infarto.

Fútbol

    La gran pasión argentina, el fútbol, da pie a historietas psicológicas, exageraciones, recreaciones insólitas y reinterpretaciones mágicas y legendarias.

    Un primer grupo de relatos está compuesto por la explicación de las claves a extrañas reacciones en la competición. Es el caso del zaguero de Chacarita Juniors, "Virginio Rosa Camargo", persona pura y candorosa que hacía autogoles a su propio equipo para que con los gritos de la grada no se sientiera tan sola su madre prostituta. Los delanteros son analizados en "El extraño caso de 'Bachacha' Fenoglio", un delantero que regateaba todo y al final tiraba el balón fuera porque siendo joven el canto de un gol por la radio frustró un sueño erótico con una actriz, y "El 'conejo' Fumetti", un delantero muy hábil que debía elegir la disyuntiva entre el amor padre-hijo o futbolista-camiseta y no metía goles para que su progenitor no se muriese de la emoción.


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