Autovaloración y pretensiones. Elementos de alto nivel regulador para el deportista Versión por artículos del libro "Stress y deporte de alto rendimiento" para EFDeportes.com Artículo N° 4 |
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Investigador Auxiliar del Instituto de Medicina del Deporte. Psicólogo Equipo Nacional de Atletismo. (Cuba) |
Dr. Luis Gustavo González Carballido lgus@inder.co.cu |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 41 - Octubre de 2001 |
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La autovaloración ha sido ampliamente estudiada como formación psicológica de la personalidad. Una de las descripciones más ilustrativas del término fue realizada hace mucho por Savonko: "...Constituye un componente indispensable de la autoconciencia, es decir, de la conciencia que el hombre tiene de sí mismo, de las fuerzas y capacidades mentales propias de las acciones, motivos y objetivos de su comportamiento, de su actitud ante lo que lo rodea, hacia otras personas y hacia sí mismo... la autovaloración incluye la facultad de evaluar sus fuerzas y posibilidades de examinarse con espíritu crítico. Permite al hombre "medir" fuerzas de acuerdo con las tareas y exigencias del medio ambiente y en consonancia con ello, plantearse independientemente determinados objetivos y misiones. De esta manera, la autovaloración forma la base del nivel de pretensiones, o sea, del nivel de las tareas que el hombre se cree capaz de realizar. Al estar presente en cada acto de la conducta, es un importante componente del control de la misma, siendo por esa causa un factor de peso en la formación de la personalidad". (51)
La autovaloración puede ser adecuada (reflejar fielmente las capacidades que se poseen) o inadecuada, en este último caso por sobrevaloración o subvaloración. Cuando existe una autovaloración inadecuada, la autorregulación de la conducta deportiva se ve seriamente afectada y, con ella, el rendimiento deportivo.
Si un deportista cree infundadamente que está rápido, planificará y ejercerá sus acciones técnico-tácticas a partir de ese criterio erróneo, y descuidará la posibilidad de imponerse de manera realista, apelando a otros elementos que posea más desarrollados, como la fuerza o la técnica. Por el contrario, si subestima el desarrollo de determinada cualidad, no podrá explotarla plenamente y sus rendimientos quedarán por debajo de su potencial.
La adecuación de la autovaloración del deportista se suele estudiar mediante varios procedimientos:
Entrevistas al atleta y al entrenador, entre otros
Escalas subjetivas que recojan juicios valorativos del nivel de desarrollo de determinadas cualidades, tanto a los propios atletas como a los entrenadores
Pruebas de terreno dirigidas a contrastar los juicios valorativos y autovalorativos acerca de la calidad de determinados componentes de la ejecución. (Ver "Resultados del control psicológico del entrenamiento en saltadores cubanos de alto rendimiento" González, L.G., www.efdeportes.com, Nro. 33, marzo, 2001) y
Observación controlada.
El nivel de pretensiones, por su parte, guarda relación con la adecuación autovalorativa pero no debe ser identificado con ella. Se trata de la magnitud de la tarea que el deportista se propone realizar en un momento determinado. Obviamente, está influido por la autovaloración pero depende también de los motivos de participación en la competencia y del estado psicológico actual, entre otros elementos.
En una investigación anterior, realizada con tiradores del equipo nacional juvenil (51) comprobamos que la calidad deportiva estuvo asociada a la dinámica entre la autovaloración de rendimiento y el nivel de pretensiones.
En dicha investigación se conformaron dos grupos de diferente nivel: uno de tiradores Destacados y otro de No Destacados. Se excluyeron de la investigación aquellos que no pudieron ubicarse claramente en uno u otro grupo por parte de los expertos. Con relación al resto de las variables, ambos fueron homólogos.
Se conformó una situación experimental, en la que se les motivó a cumplir sus propios pronósticos de rendimiento por series de 10 disparos, para lo cual era necesario que realizaran un análisis del estado de la preparación, del nivel alcanzado, la calidad de la bala, la iluminación, etc., y calcularan cuánto podían tirar en cada una de las series.
Nuestras interrogantes al realizar esta investigación fueron: ¿Será realmente útil que el tirador se formule propósitos de lograr una puntuación muy alta en una serie de 10 disparos -llevado por los deseos o la necesidad de lograrla- sin estar presente la convicción de que es posible realmente llevar a cabo el empeño? Expresado de otra manera: ¿Es suficiente que la meta ambiciosa exista, aunque no cuente con el respaldo de un juicio autovalorativo adecuado?
Al efecto, se logró un ambiente competitivo peculiar, en el cual obtenía la victoria el tirador que cumpliera con mayor precisión su pronóstico. Para evitar la tentación de proponerse metas muy fáciles de cumplir, se diseñó un programa de estimulación por puntos, como aparece en las figuras Nros. 1 y 2.
Figura N° 1. Compromisos por serie de 10 disparos para la modalidad de pistola.
Figura N° 2. Compromisos por Serie de 10 disparos para la modalidad de Fusil. Antes de iniciar cada serie de 10 disparos, el deportista debió elegir el rango de rendimiento que él consideraba podía cumplir, realizando un análisis integral de todos los factores que pueden incidir en el resultado, como el aire, la calidad de la bala, del arma, el estado físico del día, sus rendimientos anteriores, etc.
Si lo cumplía, ganaba los puntos correspondientes, que se acumulaban de serie en serie hasta el final de la competencia. Si sobrecumplía el compromiso, solo obtenía los puntos correspondientes al nivel comprometido, dejando así de ganar determinada cantidad.
Si no llegaba al compromiso, o sea, si incumplía, obtenía 0 punto en esa serie. Este sistema obliga al tirador a ajustar su autovaloración, a fin de ganar lo más posible con el mínimo de riesgo de obtener un 0.
En las figuras 1 y 2 se puede apreciar la amplificación que sufrió el sistema de puntuación, con lo cual se buscaba favorecer la estimulación y tratar de apartar al tirador del sistema tradicional de competencia por series de 100 puntos.
Los niveles de compromiso guardaban una elevada diferencia de puntos entre sí, lo que motivó a los tiradores a aspirar al más alto posible a pesar del riesgo de perderlo todo. Como se puede apreciar en la figura N° 2, los rangos de compromiso para la modalidad de fusil son más estrechos, debido a la mayor precisión que desarrolla esta arma.
El destacado fusilero cubano Adelso Peña en su etapa de mayor esplendor. Esta situación experimental se basó en una vieja metodología elaborada por Hoope y luego retomada por otros autores, entre ellos González Rey (48).
Como primer resultado se conoció que los tiradores Destacados obtuvieron una puntuación significativamente mayor; es decir, fueron más capaces de apreciar con justeza sus posibilidades reales.
Profundizando en la dinámica del nivel de pretensiones (Ver figura N° 3) se puede apreciar que ambos tipos de tiradores no difirieron significativamente en el índice medio del nivel de compromiso, como si realmente no hubieran diferencias en cuanto a rendimiento deportivo.
Figura N° 3. Dinámica del nivel de pretensiones y rendimiento de tiradores Este hallazgo está asociado a la diferencia significativa en el número de fracasos que se observa en la propia figura. Los Destacados solo fracasaron en 8 compromisos, mientras los No Destacados lo hicieron en 19, es decir, en más del doble de las ocasiones. Estos últimos fueron más incumplidores porque se sobrevaloraron e ignoraron sus limitaciones técnicas.
Por otra parte, la oscilación alrededor de la media del nivel de compromiso fue significativamente mayor entre los No Destacados, lo cual revela que son más inestables en los propósitos de ejecución.
El grupo de Destacados sobrecumplió 14 compromisos (11 de un nivel y 3 demás de un nivel) mientras que el otro solo sobrecumplió 6 (5 de un nivel y 1 demás de un nivel). Los
Destacados sobrecumplieron en más del doble en relación con los No destacados.
Si se tienen en cuenta estos datos y algunas respuestas de los Destacados en las entrevistas, se puede llegar a la conclusión de que fueron conservadores.
A la pregunta "¿por qué no elevaste el compromiso después de sobrecumplir en la serie precedente?" estos atletas respondieron como hizo A.D.: "Yo podía haber aspirado al nivel N° 2 (en realidad se comprometió al 3) pero este deporte es muy difícil y puede pasar cualquier cosa".
Otro atleta Destacado respondió: "Porque yo me siento mejor así, cuando me presiono mucho no hago buen trabajo. Prefiero sentirme cómodo".
Las reacciones de algunos tiradores No Destacados durante la experiencia parecen indicar que sobrevaloraron sus posibilidades reales de rendimiento y no se apoyaron en una convicción de posibilidad real.
Obsérvese el caso del deportista G.E., atleta de bajos rendimientos históricos, que se proponía altos niveles de ejecución. En las ocasiones que realizaba disparos cuyo discreto valor no debía sorprenderle, se molestaba, daba golpes en la mesa y decía palabras obscenas, a pesar de que la serie apenas comenzaba y aún gozaba de buen margen para cumplir su compromiso.
Este fenómeno está contemplado en el llamado "afecto de inadecuación", según el cual el contraste entre las expectativas y los resultados, precisamente por lo exagerado de las aspiraciones, "es la razón fundamental de esta respuesta emocionalmente desajustada"(48). Tiradores como el anteriormente citado tenían respuestas emocionales muy descontroladas ante los fracasos. Era como si se formularan un nivel de aspiración alto pero, desde ese propio instante, sospecharan la imposibilidad de llegar y sufrieran anticipadamente el fracaso. Entre sus conductas más llamativas figuraba la de retirarse sin darle el resultado a los experimentadores en algunas oportunidades.
Se estudió la dispersión alrededor de la media del nivel de compromiso en ambos grupos, con el propósito de conocer la mayor o menor estabilidad de la autovaloración y las fluctuaciones de las elecciones del nivel de compromiso.
Como se puede apreciar en la propia figura N° 3, el grupo de destacados mostró una dispersión media de 0.70 mientras que la de los No Destacados llegó a 0.94, lo que indica que los No Destacados fueron más inestables en sus compromisos, o sea, que la autovaloración fluctuó más, fue más inadecuada.
Un índice tradicionalmente utilizado como expresión de inadecuación de la autovaloración, es el cambio brusco ante el fracaso. En nuestro caso, el grupo de No Destacados tuvo 3 cambios bruscos (más de un nivel) mientras los Destacados solo tuvieron uno.
La mayor dispersión alrededor de la media del nivel de compromiso y el aumento de los cambios bruscos ante el fracaso en el grupo de No Destacados, apoya la tesis de su mayor inadecuación autovalorativa.
En la figura N° 4 se puede observar la dinámica del nivel de pretensiones en función de éxitos y fracasos parciales en un atleta destacado y otro No Destacado, donde "C" significa el nivel comprometido y "R" el realmente logrado.
Figura N° 4. Comparación del nivel de aspiración de dos tiradores con diferente rendimiento. Nótese que el atleta B.P. (Destacado) comenzó la experiencia con un nivel de aspiración más modesto y fue ascendiendo en sus niveles de compromiso de manera cuidadosa y gradual. Cuando incumplió en la serie N° 3 repitió el mismo compromiso en la siguiente, convencido -según nos dijo en la entrevista- que estaba en condiciones de lograrlo. Ante la evidencia de tal imposibilidad, bajó un nivel en la serie N° 5, obteniendo en ella su mejor rendimiento (Rango 2) volviendo a elegir el N° 4 (ojo con esta elección.
Compáresela con la última del otro caso) en la última serie, sobrecumpliéndola en tal ocasión.
Sin embargo, R.O. (No Destacado) se condujo de manera distinta. Comenzó comprometiéndose con un nivel más ambicioso, el cual incumplió y pasó a la segunda serie persistiendo. Volvió a incumplir y no hizo corrección. Insistió en la serie 3 y logró sobrecumplir ligeramente el compromiso.
De inmediato subió al nivel 3 en la siguiente serie. Lo incumplió e insistió en el mismo nivel en la serie sucesiva. Volvió a incrementar el compromiso a un rango realmente ambicioso para él y, como era de esperar, incumplió en ¡tres niveles!.
Resulta interesante destacar que este comportamiento de los tiradores de menor rendimiento difiere de los encontrados por González Rey en sus primeros trabajos con escolares de fracaso docente.
Según este autor, "los jóvenes con bajos resultados docentes manifiestan una fuerte tendencia a la subvaloración y a la inseguridad en sí mismos, la que se expresa en los siguientes índices:
Autovaloración extremadamente baja. Un nivel de aspiración más bajo con relación a sus posibilidades intelectuales.
Rápido desmoronamiento de la autovaloración ante el fracaso, lo que se expresa en una disminución brusca del nivel de elección después de experimentar el fracaso.
El grupo con fracaso escolar expresa directamente sentirse inferior a sus compañeros y con menos posibilidades de realización de las tareas". (48)
Es necesario apuntar lo siguiente: estos escolares venían experimentando fracasos docentes durante años, además de recibir constantemente valoraciones externas disminuídas, al punto de incorporar a sus esquemas autovalorativos la condición de "fracasados", "menos inteligentes", etc., traduciéndose literalmente tal sentimiento de inseguridad en las elecciones de la situación experimental que el autor diseñó.
En cambio, nuestros tiradores "No destacados" no se consideraban fracasados. Se entiende que un atleta de pobres rendimientos deportivos no puede permanecer en la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético a la cual pertenecían, a diferencia de las escuelas de donde se tomaron los grupos de las investigaciones con escolares, que no dan baja a un alumno porque tenga bajos rendimientos docentes, a excepción de casos extremos que requieran enseñanza especializada.
Por este motivo, nuestros atletas No Destacados no experimentaban esa subvaloración tan consciente, y se proponían compromisos tan altos o mayores que los atletas Destacados. La diferencia entre nuestros Destacados y No Destacados no estribó en los niveles de dificultad de sus elecciones, sino en la estabilidad de la autovaloración, en el grado de reflexión acerca de la elección y en el acompañamiento de una convicción de posibilidad real al realizarla.
Se cree que en la base de la autovaloración de los No Destacados existe inseguridad no consciente, con posibilidad de disfrazarla gracias a la homogénea consideración que, en los momentos de realizar la investigación, se brindaba a los Destacados y No Destacados.
Este hecho demuestra que el deporte es una esfera muy particular, que requiere de sus propias investigaciones. En las entrevistas los atletas del grupo No Destacados expresaron que insistieron en el compromiso porque ellos estaban "seguros" de que podían cumplir, que lo habían hecho otras veces y que lo podían intentar de nuevo.
En realidad, según el criterio especializado de los entrenadores, si ellos lograban darse cuenta del error técnico que estaban cometiendo y que conducía a la mala tirada, podían cumplir el compromiso. Por nuestra parte observamos, sin embargo, que en muy pocos casos eran capaces de explicar las causas técnicas del fracaso. La insistencia se debía al irreflexivo y ofuscado interés por superar, y no a un razonamiento consciente de la causa del fracaso. Esto no sucedió así en el grupo de Destacados.
Las entrevistas realizadas a ambos grupos de tiradores demostró que los No Destacados se aventuraban en pronósticos ambiciosos, ignorando su real capacidad para lograrlos. Por el contrario, los Destacados solían ser conservadores, más responsables y capaces de ponderar mejor las interioridades y dificultades de su deporte.
Todo indica que mientras más se conoce la actividad deportiva y más compromiso existe con los rendimientos, los pronósticos tienden a ser más cautelosos, sin que ello afecte la disposición hacia la tarea ni el valor para realizarla.
Parece conveniente convocar a los tiradores menos aventajados a reflexionar sobre su deporte y a penetrar más en su esencia, con lo cual estarán en mejores condiciones de respetar la tarea, ponderarla y llegar a una conclusión más responsable y objetiva de sus posibilidades reales. Se trata del fortalecimiento del componente cognitivo de la autovaloración de rendimiento, con lo cual se reduce el predominio de la euforia ciega por "tirar más". Esta fortaleza cognitiva de la autovaloración es un pilar importante de la mayor capacidad autorregulativa de los tiradores destacados.
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