Las emociones como consecuencia de las cargas de entrenamiento | |||
Subdirección de Investigaciones y Docencia. Instituto de Medicina del Deporte (Cuba) |
Dr. Francisco García Ucha sicoucha@hotmail.com gucha@tupac.com |
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http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 7 - N° 41 - Octubre de 2001 |
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El entrenador esta permanentemente interesado en conocer cuales son las respuestas del deportista a las cargas, con el propósito de tener una explicación precoz de la calidad de su plan de entrenamiento. Puede conocer esto cuando lo relaciona con los rendimientos y ya seria tarde para realizar los ajustes necesarios, una solución es la información que brindan las ciencias auxiliares del deporte entre ellas las biomédicas y la psicología.
Una exigencia fundamental de la actividad deportiva es la elevada actividad muscular. Si los requerimientos planteados en el entrenamiento son adecuados a la capacidad psicofisiológica del deportista, entonces los ejercicios y acciones originan sentimientos de alegría y optimismo. Esto se debe al cumplimiento de los requerimientos y a la respuesta global psicofisiológica del organismo a la carga. En estas emociones se ponen de manifiesto sensaciones de seguridad en las propias fuerzas y el deportista se siente motivado a continuar con la actividad.
Cuando la intensidad del entrenamiento supera el potencial del deportista, cuestión esta que en muchas ocasiones es un requerimiento del entrenamiento; al ser muy elevada la intensidad de las cargas, aparecen emociones negativas como una respuesta al desequilibrio creado al organismo. El deportista presenta sensaciones que acompañan la monotonía y puede llegar a la saciedad. Surgen sensaciones de desgano, disminuye la disposición a entrenar, a esforzarse y todo ello conduce a la pérdida del nivel de entrenamiento y por tanto de los rendimientos deportivos.
Cuando la tensión psíquica originada por las cargas de entrenamiento es débil se resuelve con una adecuada recuperación. Pero una tensión fuerte y prolongada del organismo en el proceso de entrenamiento, da origen a consecuencias negativas durante un período largo de tiempo, una o varias semanas. Esta situación da lugar a emociones que se expresan en patrones de comportamiento desfavorables.
V. M. Menilko (1987), clasificó estas reacciones a la carga de entrenamiento en tres grados diferentes: Nerviosidad, inestabilidad emocional y astenia. Ver tabla 1. Desarrollada a partir de una propuesta de G. D. Gorbunov, (1988).
En general las reacciones emocionales antes señaladas se caracterizan porque el deportista se cansa rápido ante las tareas, disminuye su capacidad de trabajo, presenta trastornos del sueño, falta de ánimo y vigor después del sueño y a veces dolores de cabeza, también se altera el apetito.
Tabla 1. Reacciones emocionales negativas ante las cargas de entrenamiento Analizando cada uno de los grados de reacción emocional propuestos por este autor, tenemos que la nerviosidad es la etapa de sobre tensión psíquica en que se manifiestan conductas que pueden ser descritas como tendencias a ser caprichoso, inestabilidad del humor, irritación intensa en ocasiones y surgimiento de sensaciones desagradables tanto musculares como interoceptivas, a veces de carácter difuso.
Inicialmente, estas manifestaciones no tienen un carácter estable y aparecen de forma ocasional; ellas no llegan a desorganizar el comportamiento del deportista.
En general estas reacciones pueden interpretarse como una adaptación del deportista a las tensiones psíquicas y físicas que se incrementan durante el entrenamiento.
El entrenador debe mantener una atención precisa a estas reacciones tratando de seguir su curso. Es necesario reforzar los sistemas de recuperación del deportista, el horario de descanso y otros procedimientos que aceleren su recuperación, es un deber del entrenador en esta etapa ser tolerante con el deportista, brindarle apoyo, reforzamiento positivo, animarlo y estimularlo, así como explicar el proceso a que esta sometido. El entrenador debe ser hábil para corregir los caprichos del deportista y evitar que surjan conflictos en sus relaciones interpersonales. Además, hay que reforzar las cualidades volitivas del deportista que le permitan sobreponerse durante el período a los efectos negativos de las cargas intensas, y que llegue a un control consciente-volitivo adecuado de sus reacciones emocionales.
La etapa de inestabilidad emocional, señala V. M. Menilkov (1987 p. 315), se manifiesta con un cambio de las emociones del deportista, de su estado de ánimo y se expresa en reacciones emocionales inadecuadas.
La irritabilidad se manifiesta en este caso en la mímica y los gestos del deportista, este comienza a quejarse con frecuencia por cualquier circunstancia, cambio, dificultad u obstáculos. En ocasiones se refiere con malestar acerca de sus sensaciones físicas y psíquicas.
Las quejas y sensaciones expresadas deben ser analizadas con el deportista y se le debe ayudar a tomar conciencia de las barreras psicológicas que deben superar en esta etapa. El deportista debe saber, que los cambios en sus vivencias y conductas están relacionados con la sobre tensión derivada del entrenamiento, que ellas tienen un carácter temporal y todas estas dificultades son imprescindibles para alcanzar un potencial físico y psíquico de rendimiento superior.
En este grado de reacción, la excitabilidad del deportista es elevada. Pierde en ocasiones el autodominio, se enfurece, tiene problemas interpersonales agudos con el entrenador o algún miembro del equipo. Se convierte en una persona intolerable. Puede presentar un bajo nivel autocrítico. Por otra parte, algunos deportistas se sienten en estos casos poco capacitados y surgen sentimientos de minusvalía y culpa.
La inestabilidad emocional conlleva a oscilaciones bruscas de la capacidad de trabajo. En el deportista surgen pensamientos derrotistas, prejuicios acerca del resto de los compañeros y las circunstancias de la actividad.
Según V. M. Menilko (1987 p. 317), la etapa de inestabilidad emocional es un período de tránsito entre la nerviosidad y la astenia y sin una intervención adecuada el deportista pasa inmediatamente a esta última.
La astenia se presenta con un fondo depresivo general del estado de ánimo, inquietud e inseguridad en sus fuerzas, hipersensibilidad a los estímulos ambientales. En esta etapa el deportista pone en duda las metas que se le señalan, incluso ante contrarios más débiles, las ejecuciones y los resultados se interpretan con pesimismo. Aparecen manifestaciones de miedo y ansiedad.
El estado depresivo se expresa en inhibición, pérdida de interés y de los deseos habituales del deportista, falta de ánimo y alegría; rechazo al entrenamiento, dificultades en el sueño y en general para la recuperación, pérdida del apetito. Hay problemas en el cumplimiento del régimen de trabajo e indisciplina. Una expresión desastrosa de este estado, consiste en el momento en que el deportista manifiesta su deseo de abandonar el deporte.
El conocimiento de las posibilidades del surgimiento de estas emociones negativas debe alertar a los especialistas a analizar las reacciones emocionales negativas e interpretarlas de forma correcta buscando su origen en las cargas de entrenamiento. Es necesario señalarlo así, debido a que, en ocasiones, la causa de estas emociones puede ser explorada en otros fenómenos y circunstancias, por ejemplo, en las relaciones del entrenador con el deportista, en el estilo de trabajo del entrenador y realmente estas manifestaciones no se deben directamente a estas circunstancias sino a la carga de entrenamiento.
El entrenador que observa estas reacciones puede introducir cambios que regulen de forma adecuada las cargas de entrenamiento. La posibilidad de emplear las reservas del deportista dependen de la novedad de los medios aplicados en el entrenamiento, su correcta planificación y en las posibilidades de autorregulación psíquica durante la actividad incluyendo las influencias del entrenador que modifiquen el estado psicológico del deportista ante el trabajo muscular.
El problema de la evolución del estado emocional del deportista de acuerdo con las cargas de entrenamiento debe ocupar un lugar de importancia en el control psicológico del entrenamiento.
Durante un largo período, empleamos para la valoración de las repercusiones emocionales de las cargas de entrenamiento casi todos los métodos de investigación de la Psicología del Deporte, entre ellos, la observación dirigida del deportista en la actividad para lo que resulta útil la Guía de Observación, de D. Harre (1971), que incluye la vigilancia de los procesos de la atención acorde con los requerimientos de la actividad; la disposición a rendir en el entrenamiento, las relaciones interpersonales, el estado de salud del deportista y el producto de la actividad. Ver Tabla 2.
Tabla 2. Guía de Observación, de D. Harre. (1971 p. 73) Son aspectos a considerar, además, el grado de entusiasmo de los miembros del equipo, la atención que brindan a las orientaciones del entrenador, su nivel de compresión de las mismas, el tiempo que emplean para relajarse durante y después de la sesión de entrenamiento. Hay que destacar que la ausencia de depresión y abatimiento y la no-fijación de la atención sobre el agotamiento y lo que es mejor aún un buen humor y alegría a pesar del agotamiento es un índice de seguridad, con la cual es imprescindible hacer el trabajo, que este se ejecuta con una buena dirección de las cargas y que debe conducir a resultados positivos.
Un método importante para la exploración del estado del deportista esta relacionado con los autoreportes que realizan a partir de las pruebas psicológicas; ya señalamos como en las emociones es importante conocer lo que siente o padece el sujeto. En este sentido se emplean varios tests psicológicos muchos de ellos basados en escalas de valoración, de éstos, utilizamos durante un largo período el Método para el registro de estados vivenciales actuales, de R. Mathesius (1976), que permite registrar el estado de ánimo o valoración emocional, la actividad y estado físico del deportista. La prueba consiste en 24 adjetivos polarizados por su significación y una escala valorativa.
El empleo de diferenciales semánticos de este tipo nos llevó junto a Fernández Leonard (1987), a la elaboración de una prueba que fuera más afín a los requerimientos de nuestra investigación, la cual consta de 16 adjetivos y cuatro escalas para su clasificación donde introducimos a las anteriores del Método para el registro de estados vivenciales una a la activación. Las respuestas se dan basadas en 5 categorías.
En la actualidad encontramos muy provechosa la utilización del test P.O.M.S., de D. Mc Nair y colaboradores (1971), el cual emplea, dentro de esta temática de forma profusa, W. Morgan y colaboradores (1980), (1988) y (1989). Una revisión de la bibliografía sobre el test la realizó A. LeUnes y colaboradores (1989).
Dentro de esta dirección de trabajo también colocamos en uso el Test de Ansiedad, de C. D. Spielberger (1970), sobre todo su escala de estado de ansiedad que permite registrar una amplia gama de reacciones por parte del deportista.
Una contribución a la valoración de las reacciones emocionales vinculadas a la práctica de los ejercicios lo podemos alcanzar mediante el estudio de los trabajos, de G. Borg (1989) y el empleo de su escala para la valoración del esfuerzo percibido.
En el campo experimental con el objetivo de reflejar las reacciones emocionales a partir de sus componentes psicofisiológicos, empleamos el registro de la frecuencia cardíaca tomando sobre todo los valores básales al despertar y antes de comenzar y al final del entrenamiento, analizando además su variabilidad.
Algunas experiencias se desarrollan mediante pruebas de tiempo de reacción a un estímulo simple antes y durante las sesiones de entrenamiento. Estas pruebas permiten llegar a una valoración del grado de activación y cansancio durante los entrenamientos.
Utilizamos, también, los métodos de análisis del producto de la actividad, los que resultan relativos a cada una de las modalidades deportivas y se vinculan a las formas pedagógicas de valoración de los resultados.
Algunos de los principios generales empleados en el análisis se relacionan con la efectividad de las acciones y el número de errores. La cantidad de repeticiones necesarias para la ejecución correcta de un ejercicio.
Los métodos de análisis del producto de la actividad deben ser complementados con las elaboraciones personales de los deportistas considerando las explicaciones que brindan acerca de sus acciones y decisiones durante la ejercitación.
Finalmente, sobre este aspecto, debemos señalar: Si antes de una carga habitual, ni muy alta ni muy baja, de entrenamiento, lejos del máximo volumen e intensidad en el deportista se manifiestan signos evidentes de tensión psicológica, sus causas es necesario buscarlas en factores tales como:
Clima psicológico desfavorable, presencia de conflictos entre los deportistas o con el entrenador.
Disminución de la disposición a entrenar.
Situaciones de conflicto o frustración en otras áreas de la actividad del deportista.
Cambios provocados en la motivación o en el sistema de valores del deportista.
Respecto a los sistemas de intervención psicológicos que se emplean para ayudar a resolver los problemas emocionales derivados de las cargas intensas de entrenamiento deben considerar dos aspectos de estas respuestas del deportista:
El estrés agudo que se manifiesta en el desarrollo de las cargas intensas con síntomas de dolores agudos, sensaciones de cansancio y discomfort.
El estrés crónico que da origen a trastornos psicológicos como resultado de la monotonía y la repetición en el entrenamiento. De acuerdo con estas dos situaciones así deben ser empleados los métodos de intervención.
En nuestro caso abordamos el estrés agudo mediante estrategias cognitivas en el proceso de la actividad y el crónico por medio de técnicas de relajación que incluyen ejercicios respiratorios y la música.
En este trabajo vamos a explicar el abordaje mediante técnicas cognitivas para enfrentar el dolor y el discomfort y en otras partes del texto aparecen las técnicas de relajación y otras de las mencionadas.
El estrés agudo aparece con frecuencia en deportes de carácter cíclico o repetitivo, por ejemplo, las carreras. Los corredores emplean estrategias cognitivas tanto asociadas a las acciones que realizan como disociativas para poder sobre pasar el dolor o durante la fatiga.
Se investigó por R. S. Weinberg y cols. (1999), que la concentración en la técnica es la estrategia más prominentemente empleada para soportar el dolor y el discomfort. El deportista debe dirigir su atención a la técnica manteniéndose vigilante de las acciones, "tomar el lugar", "mover las manos", etc. En suma ellos deben estar constantemente monitoreando sus acciones, sus respuestas sensoriales en la ejecución y la posición del cuerpo. Se trata de mantener y corregir la técnica cuando y donde aparece el dolor.
Las técnicas disociativas incluyen atender estímulos periféricos tales como la dirección del viento, frescor del aire, ruido, etc. Las técnicas disociativas conllevan el empleo de pensamientos para distraer, imágenes, canciones, frases repetidas, y otros.
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